Blog de Max Raúl Murillo Mendoza

Septiembre Negro

La organización palestina Septiembre Negro, creada en septiembre de 1970 contra la ocupación criminal judía, fue una de las más destacadas a lo largo de los años de la resistencia palestina, y en este mes tendría que recordárseles como mártires de la causa palestina. La historia por cierto seguirá siendo un campo de batalla, entre aquellos que justifican las historias desde el poder de los imperios; y aquellos que tienen otros valores para escribir desde los campos de batalla de las masas.

Septiembre Negro pasó a la historia de occidente como una organización terrorista. Ya sabemos que ese apelativo es sólo de diccionario imperial, para justificar asesinatos y masacres como lo hace el Estado judío contra el pueblo de Palestina. O cómo los Estados en el norte de este mundo, acuden a esos términos para decidir la muerte de pueblos, de organizaciones a lo largo del mundo, que sólo reivindican su derecho a la existencia ante la colosal soberbia de quiénes se sirven de los intereses imperiales.

El ingeniero Yasser Arafat fue el comandante más importante de dicha organización. Llegó a formar gobierno en los territorios ocupados de Palestina, e incluso a firmar un tratado de paz por el bien de su pueblo muy a pesar de la sangre y la prepotencia judía. Sin embargo, los intereses imperiales no dejaron que ese tratado prospere, sino la continuidad de la ocupación judía. Hoy vemos los resultados de esas trampas con el genocidio en Palestina.

Septiembre Negro formó parte del imaginario occidental, como organización terrorista. Varias películas se refieren en ese sentido, como visiones tradicionales de occidente. Tergiversadas totalmente, pues un pequeño pueblo como el de Palestina no puede por supuesto enfrentar a los monstruosos ejércitos judíos occidentales. Financiados por empresas poderosas para justificar la sangre y el desprecio al pueblo palestino.

En este mes que también se recuerdan las torres gemelas de Nueva York, vistos con los mismos puntos de vista tradicionales y no cómo crítica a la situación imperante, producto de un sistema de ocupación mundial injusto e insostenible. Los muertos en ambos lados tampoco reflejan los acontecimientos reales, porque las lecturas de la historia son nomás con filtros del poder imperante.

Y mientras hayan genocidios como en Palestina, hambre y miseria mundial pues seguirán nomás habiendo más torres gemelas. La ceguera de los imperiales ciertamente es proporcional a la generación de más grupos valientes, por todo el mundo, enfrentando la prepotencia y las ocupaciones económicas o físicas del sistema.

La historia mundial no recordó a Septiembre Negro en este mes. Las nuevas generaciones todavía están perdidas en territorios de la postmodernidad, sin tomar consciencia de su papel en estos tiempos. Desorganizados y totalmente perdidos respecto a las nuevas lecturas de estos tiempos complejos y confusos. Golpeados por la globalización que les hizo creer que son ciudadanos del mundo. En realidad ni siquiera son parte de las migajas que cae, de lo que sobra en occidente, sino como anécdotas de los acontecimientos del sur. Ni modo, esa es la dura realidad del asunto.

El genocidio de Palestina nos ejemplifica por enésima vez, que si no tomamos las riendas de la historia y de nuestros destinos por nosotros mismos, seremos nomás aplastados de cualquier forma. O engatusados por gobernantes, sean de izquierda o derecha, que sólo repiten las estrofas de las canciones imperiales. Lamentablemente no aprendemos de la historia, sino cuando la sangre llega al río.

Septiembre Negro debería ser un ejemplo de dignidad. Pues la sangre del pueblo palestino tiene que ser dignificada, frente al poder judío occidental. Porque es más peligroso, como nos enseña la misma historia, el Estado totalitario y criminal de Israel que los combatientes palestinos llamados terroristas. Ese estado con licencia occidental para asesinar a cualquiera, en cualquier lugar del mundo. Ese Estado judío con licencia para bombardear cualquier país que le plazca. Ese Estado terrorista con permiso occidental.

Sin embargo, son tiempos confusos para las nuevas generaciones. Generaciones que se han tragado el engaño de la globalización y sus encantos de las redes sociales, lo que les ha llevado a la mediocridad total. El sistema les ha configurado casi de manera programada, para el consumismo terrible y las costumbres de la politiquería. Costumbres que sólo engrosan al sistema y sus colaterales. En las marchas a favor del pueblo palestino, apenas hay pocas personas y muy pocos jóvenes en dichas filas.

En definitiva Septiembre Negro dejó una huella en la historia mundial. Una huella de dignidad y clara identificación con todos los pueblos silenciados, contagiados por la indignidad colonial, que necesitan el grito de grupos como Septiembre Negro. Cientos, quizás miles de mártires, de muertos en sus filas. En general jóvenes comprometidos con las causas y las necesidades de la historia Palestina, entregando sus vidas como ejemplo de coherencia y en contra de la ocupación colonial y fratricida del judaísmo conquistador, occidental, e impune.

Opinión
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El legado de Salvador Allende

La muerte del presidente chileno Salvador Allende, un 11 de septiembre de 1973, en medio del brutal y sangriento golpe de Estado del energúmeno general Pinochet, dejó un legado que muy pocos sectores reivindican, sino sólo como gloria en medio de muertes y terribles errores de dirigentes y grupos de izquierda. Sí, varias veces se aprovecha el sacrificio de dirigentes coherentes o hechos históricos, para encubrir a los traidores o aprovechadores de las masas, sin que se llegue a la crítica de los hechos históricos.

Salvador Allende pudo haber solicitado exilio, muchos gobiernos del mundo le habrían proporcionado aviones para el caso. Sobre todo, los del bloque socialista. De hecho, esa fue la propuesta de los golpistas. Pero Allende sabía que los compromisos con los pueblos, son sobre todo de coherencia. Y tuvo que ser coherente con la historia, en su ejemplo para la posteridad y la historia. Más allá de los partidos políticos y la ideología está la palabra, están los hechos y la coherencia. Eso fue Salvador Allende.

Ese legado se llama coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Allende murió, no se escapó, en aras de la historia, de los obreros, de los campesinos y marginados de Chile. Cumplió su palabra de ser coherente con sus promesas, a pesar de los innumerables errores de la izquierda, que al final tuvo que afrontar casi sólo el destino de Chile. Enfrentó con calidad de dirigente a la arremetida del ejército traidor, enfrentó a la propia muerte dejando un ejemplo a la posteridad y a las nuevas generaciones: ser coherente a pesar del poder de la muerte.

Morir es una manera de triunfar en estos territorios donde todavía nos jugamos, construyendo futuro, la vida frente al oscurantismo del poder que sus sombras son ciertamente peligrosas. Morir es sembrar esperanzas en un mundo pragmático y sin líderes verdaderos. Morir, al final, en estos territorios sin Dios ni Ley, es triunfar sobre las palabras vacías de discursos y mediocridad generalizada.

Salvador Allende fue uno de los pocos presidentes de la época, que intentó por sobre todas las cosas demostrar que el poder puede servir para desenmascarar al propio poder. Pero el poder no tiene escrúpulos ni piedad. La historia de la modernidad occidental así lo muestra. Pues está llena de cementerios de mentiras, de millones de cadáveres inocentes y de historias que sólo cuentan lo que interesan a los traidores y espartanos de la corrupción. Los discursos se encargan de encubrir toda esa hecatombe moderna y perfumada de hipocresía.

El pueblo de Chile, la parte marginal y obrera, tuvo que entender ese mensaje con su propio sacrificio y estoicismo de años. El triunfalismo sanguinario del modelo económico pinochetista, recibió todo el apoyo del sistema para demostrar, en aquella coyuntura, que la apuesta socialista no era viable en la historia de Chile. Como en muchos lugares del mundo, también en Chile se impuso la receta del sistema. Al final las muertes y sufrimientos de los pueblos, son sólo asuntos colaterales para el sistema.

En estos tiempos donde el pragmatismo hace gala de salón: el fin justifica los medios, ya no existen aquellos líderes que anteponían valores subjetivos e invisibles, como la ética del ejemplo, para guiar a las bases no con los discursos sino con los actos y los hechos. Ese pragmatismo destructor y contaminante, es lo que guía por todo el mundo a la política real. La política se ha convertido en un circo romano, donde el sistema ha triunfado imponiendo sus lógicas de conquista, y donde ya no existe el ejemplo y la coherencia de los principios sino todo lo contrario.

La trascendencia de Salvador Allende cruza precisamente toda la historia nauseabunda de las cúpulas políticas. Es definitivamente un ejemplo consagrado, de cómo hacer otro tipo de política. Otro tipo de compromiso por los más humildes de la tierra, por los desamparados de la historia. Por los miles de millones de humanos, que no son humanos por obra y gracia de los poderes y el sistema.

Como hoy murió en la Moneda Salvador Allende. Coherencia y acto de entrega en homenaje al amor más importante de un combatiente: morir en las trincheras reales de las batallas por la vida, para cambiar por fin la historia. Para volcar por fin la tortilla, en favor de los desposeídos y pecadores.

Si algún homenaje tenemos que hacer es sólo recordar a los jóvenes, que es posible hacer otro tipo de política; otro tipo de acciones políticas desde el ejemplo, desde las prácticas y hechos que motiven en serio para cambiar las monstruosidades de las lógicas políticas. Porque la vida continua, como los siglos y los milenios; pero el hambre y la miseria siguen siendo el infierno en la tierra.

Opinión
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No hay tiempo para las dudas y las dubitaciones

Desde siempre, en la historia de las luchas sociales o reivindicaciones sociales, nuestros pueblos tuvieron que pasar enormes sacrificios, enormes esfuerzos sobrehumanos para conseguir conquistas colectivas. Nuestro país está plagado de masacres y violaciones a los derechos humanos, que son historias injustas para dignificar desde siempre a nuestras naciones, para que las nuevas generaciones tengan mejores oportunidades en la vida. Estas coyunturas actuales son otra vez, desafíos necesarios para seguir adelante.

Es cierto que oportunistas, inútiles técnicamente, traidores y boicoteadores siempre han existido en la política. Lamentablemente camuflados en medio de caudillos, o politiqueros mediocres que sobran, que se sirven de las bondades de las masas. Toda esa basura es también parte de los procesos. Sin embargo, la experiencia nos dice con claridad que si retrocedemos seremos nomás después aplastados por las lógicas coloniales. Pues, a pesar de los oportunistas y boicoteadores tenemos que seguir profundizando nuestros procesos sociales.

No son épocas en favor de los pueblos, de las masas, de los sectores marginados y ninguneados por la historia. Por todo el mundo hay un retroceso brutal y las conquistas sociales se están vulnerando. Se están eliminando como en el caso de la Argentina. Los sectores conservadores, con la complicidad de sectores de izquierda, se adueñan de los Estados para retroceder y regresar a tiempos señoriales o neoliberales ultraconservadores.

Regresa la restauración colonial o neoliberal. Camuflada de reclamos en favor del pueblo. Pues esas experiencias ya las hemos vivido en otros tiempos. Aunque esta vez la restauración tiene pinta de postmodernidad. O modernidad disimulada de los sectores acomodados y comodones de las clases a medias. Sus privilegios han sido afectados en todos estos años, y pues añoran esos tiempos señoriales y coloniales.

Sin embargo, como en todos los tiempos, el que retrocedamos y cedamos en estas batallas por la vida, dependen mucho de nuestros propios esfuerzos. Nadie nos regaló nada. La sangre de nuestros ancestros y sacrificados en anteriores siglos, es la semilla de nuestros esfuerzos actuales. No podemos traicionar esas herencias de sacrificios, de sangre y muerte. Simplemente no podemos traicionar ese legado de lucha.

Estamos en momentos difíciles y muy complejos. Tenemos que reconocer que también hay errores. La burocracia y el desprecio por cambiar de rumbo en el Estado, pues afecta directamente a las velocidades de las necesidades de nuestras naciones. Hay autoridades que no tienen idea de lo que es gestión de Estado. Eso mismo afecta directamente a las necesidades cotidianas de la gente. La brutal lentitud causa estragos en el pueblo, en la gente que vive cotidianamente.

Esos errores no hemos corregido todavía, pues tienen que ser corregidos con urgencia. Tenemos que identificarnos con el día a día de nuestro pueblo, con las necesidades del día a día y de los reclamos del día a día. Muchas de nuestras autoridades están tan alejadas de la gente, del día a día, que simplemente parecen otros señoriales y coloniales con discursos de cambio.

Los exámenes en la historia desde las luchas sociales, tienen claridad meridiana respecto de quiénes son los que conducen y cómo los conducen. Los errores nos han llevado a frustraciones y muerte colectiva. Los aciertos nos han conducido a la victoria colectiva, para seguir avanzando a pesar de los boicots y las traiciones.

En estos tiempos de los retornos de los fascismos, de las ideas de restauración colonial a nombre de liberalismos conservadores, no podemos confundirnos fácilmente. Porque el desorden provocado, los bloqueos de caminos, y las actitudes absolutamente contrarias a las normas básicas de convivencia social, están siendo conducidas por gente contraria al proceso de cambio. Son experiencias que ya hemos pasado en otros tiempos. Experiencias que sólo pavimentan el camino a la ultraderecha colonial.

La inconsciencia social es el camino más sencillo a la restauración colonial. Lamentablemente muchos dirigentes incluso sociales, no tienen consciencia social. Sólo son oportunistas de turno por la prebenda y la corrupción. Sus actitudes los delatan. Sus maneras de actuar y decir en los medios de comunicación. No tienen la mínima formación política, es decir de consciencia social cuando nos referimos a las luchas sociales. Esos peligros los hemos tenido desde hace muchos años. Pues, la ausencia de formación política en las nuevas generaciones se hace patente en estos momentos cruciales.

Pero no hay tiempo para las vacilaciones. No podemos ser traidores de las luchas de tantos siglos, de nuestras naciones, de nuestros hermanos y hermanas que dieron sus vidas para tener al menos una democracia con todas sus luces y sus sombras. Es un tiempo de claridad y lucha contra los errores internos. Es tiempo de crítica en las filas de la militancia por el pueblo, por nuestras naciones.

No hay tiempo para las dudas y las dubitaciones. Las trincheras de las luchas sociales tienen esos componentes de complejidad. Pero si es que es sincera y de compromiso por la historia de nuestros pueblos ancestrales, vale la pena. De eso se trata.

Opinión
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El mundo arde por todas partes

El mundo arde por todas partes, destruyendo fauna y flora sin piedad e inclusive  a los humanos. En Bolivia también pasamos por esa tragedia, donde se mueren animales, árboles, naturaleza que floreció en millones de años se destruye en pocos días. Al margen de la inutilidad de la burocracia, pues son resultados de un modelo de desarrollo que ya no tiene ningún sentido, y dicho modelo del cuál se alertó ya desde los años 60 del anterior siglo; sin embargo, el amor de los políticos, de todas las ideologías, por el modelo de desarrollo y progreso sigue nomás vigente.

Así es. Ya en los años 60 del anterior siglo los científicos de todo el mundo, alertaban que el modelo de desarrollo capitalista, era un peligro para la sobre vivencia de la vida. Ese acumular al infinito, porque ese es el sentido verdadero del modelo: es a costa de la destrucción de la naturaleza. Así es, la destrucción de la naturaleza es la base del desarrollo y el progreso. Sólo de esa manera se acumula riqueza, sin importar el precio que paguen los humanos, los animales y la  naturaleza misma.

La contaminación ambiental, la destrucción de los ecosistemas, la destrucción de bosques, ríos, lagos, mares y montañas son resultado de la voracidad del modelo de desarrollo. Dicho modelo se instaló en el siglo XVI, cuando la colonización y el nacimiento de los imperios modernos de occidente. Esa manera cavernaria de ver la economía, destructiva en esencia, sigue nomás como receta de desarrollo de todos los gobiernos del mundo.

Pero ya vemos en estos años ese precio que pagamos: muerte y destrucción total de los ecosistemas en todo el mundo. La ceguera humana, ideológica como política, sigue nomás vigente porque el modelo de desarrollo destructivo es por ahora indestructible, casi instalado en las neuronas del homo destructivus. Y las pocas alternativas que la ciencia ha generado,  por ahora sólo son paliativos ante la monstruosidad del sistema de desarrollo.

Lo grave es que los políticos, por todo el mundo, no ven esta realidad. Porque no les interesa sino esos intereses de acumulación de riqueza hasta el infinito. Lo cual es tan estúpido como insostenible. Lo cuál es anti ético. Multimillonarios como Musk, son los cómplices de esta destrucción mundial. La estupidez del modelo hace que el mundo vea como ejemplos a estos gánster de la economía, y en realidad son lo que no deben hacer los humanos, si es que algo de decencia y humanidad nos queda.

Las nuevas generaciones no sólo tienen que organizarse, crear otras alternativas, sino también tomar consciencia de su papel en estas horas presentes de la historia mundial. Los modelos actuales han fracasado y son asesinos de la naturaleza. Sólo los asesinos y tontos siguen los protocolos del fracaso mundial. Pues las nuevas generaciones deben hacer la diferencia substancial. Es hora ya hace mucho tiempo.

Los jóvenes del mundo no deben permitir semejante impunidad mundial, de quiénes son a estas alturas asesinos y destructores de la herencia de millones de años de la naturaleza. De quiénes a nombre de los pueblos y discursos acabados y tontos, simplemente continúan con la destrucción de la naturaleza. Empobreciendo a todas las culturas del mundo, junto a la naturaleza. Los jóvenes del mundo tienen que tomar la posta de la historia, frente al rotundo fracaso de las generaciones anteriores, que sólo dejan estela de cadáveres y cementerios de mentiras y embustes por todo el mundo.

El mundo arde por todas partes, ante la complicidad de los modelos políticos que sólo vomitan discursos sin sentido alguno cuando la vida se extingue en nuestras narices. Y nadie hace nada, sino discursos y discursitos de pinta en los cafecitos pequeño burgueses, donde la complicidad es fétida y vulgar.

El mundo arde por todas partes, dejando muerte y desastre en los animales, en los humanos, en las esperanzas de las generaciones que vienen. Pero, es un imperativo categórico que la juventud tome en sus manos el destino de todo el mundo. Pues el fracaso del sistema y  sus politiqueros es evidente.

Lamentablemente la ausencia de organizaciones de las nuevas generaciones es preocupante. O la ausencia de toma de consciencia de sus realidades. Los jóvenes se están contentando con miseria y muy poco de este mundo. Se están contagiando de la miseria y la imbecilidad de las generaciones anteriores. Así, pues, sólo heredarán miseria y mezquindad mental. Sólo heredarán destrucción como manera de ver y pensar la realidad. Precisamente por todo eso tienen que ya tomar posición y consciencia total ante este desastre actual.

Ojalá las nuevas generaciones empiecen a hacer la diferencia respecto del desastre del pasado. Ojalá las nuevas generaciones dejen de contaminarse con las cloacas del fracaso actual, por todo el mundo. Ojalá las nuevas generaciones tomen la posta de la historia, para curar las heridas del pasado y lanzarse al futuro con nuevas y renovadas ansias de justicia, de dignidad y cuidado de la naturaleza: Pachamama.

Opinión
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Ciencias Sociales y cambio social

El gran pensador alemán Karl Marx, reflexionó allá en 1845 cuando escribió las famosas once  Tesis sobre Feuerbach, criticando al materialismo post-hegeliano como simple idealismo, pues sus posturas apenas se comprometían a transformar el mundo de aquel momento.

El fondo de aquellas reflexiones pueden ser también muy actuales, en sentido de las crisis mundial y regional, porque paradójicamente contamos con mucha información sobre nuestras realidades, que no sirven de nada para cambiar las estructuras de injusticia de la sociedad. A más información, incluida las redes sociales, más analfabetismo funcional para cambiar las estructuras de la sociedad.

Me adscribo con vehemencia a las posturas en sentido de que la información de las ciencias sociales, de las investigaciones en los diferentes campos, tienen que ser herramientas de transformación de la realidad. Ese es el sentido más importante, por lo menos debería ser, de las academias y los centros de investigación social. En realidades como las nuestras, donde seguimos nomás funcionando a ciegas o con torpezas institucionales, que sólo golpean a los más humildes de la sociedad, son necesarias las informaciones actuales y por supuesto las investigaciones nuevas, para ordenar de mejor manera nuestras instituciones.

Es impresionante ver las montañas y montañas de documentos, en nuestras universidades, resultado supuesto de investigaciones, que no sabemos a ciencia cierta para que sirven. En general son sólo montones de papeles burocráticos, que han justificado sueldos pero que no sabemos a ciencia cierta si sirven a los objetivos de nuestra sociedad. Es un enorme misterio. Pues nadie de las entidades del Estados recaba información  al respecto. Desde lo ético, esas montañas de papeles deberían ser herramientas para la sociedad en general, sino pues sería muy grave por la falta de resultados. En fin y un largo etc.

En Bolivia creo que ya hay cientos de universidades, sean estatales y privadas, pero hasta hoy no sabemos si hacen investigaciones, en qué campos, para qué objetivos, si esas investigaciones sirven a nuestras realidades. Porque lo cierto es que seguimos nomás en general como en el siglo XIX. Sin independencia alimentaria, sin variables claras para decir que hemos cambiado profundamente en todos los aspectos. Caminando todavía a ciegas, o de  manera muy precaria y con discursos rimbombantes para que no cambie nada.

Más allá de estas apreciaciones sobre nuestras instituciones académicas, considero que la labor de la investigación social, histórica y sociológica, tiene que ser totalmente comprometida con la transformación de la realidad. Ese el sentido más importante de los investigadores, de las investigadoras en este país. Cierto que hay exquisiteces de investigaciones en varios campos de las ciencias sociales, elaborados por gentes que tienen posibilidades económicas, lo cuál es bueno; pero no es suficiente cuando nuestras necesidades todavía son primarias, de necesidades de sobrevivencia. En muchos aspectos cruciales, por la terrible pobreza extrema, o la inutilidad de nuestros sistemas educativos que no formar precisamente ciudadanos honestos, proactivos y al menos con sentido nacionalista, sino todo lo contrario: mediocres, corruptos y totalmente ajenos a nuestras realidades.

Requerimos urgentes procesos de investigación estratégica, desde el Estado; desde la sociedad civil, desde las instituciones privadas, en sentido de transformar radicalmente a nuestras instituciones. Para erradicar la burocracia colonial y enfermiza, anti nacional y popular, para erradicar la ausencia de resultados de nuestras instituciones y la ausencia de velocidades para el siglo XXI.

Las cantidades industriales de universidades que tenemos en Bolivia, no sólo tienen que ser agencias de empleo sino y sobre todo centros de investigaciones, donde se sistematicen nuestras realidades, para las necesidades primordiales de la sociedad. En sentido estricto, pues que las universidades encuentren el sentido nacionalista para ayudar a resolver nuestras enormes necesidades.

Desde posiciones más de avanzada ideológica, consideramos que la actividad académica es revolucionaria, pues rescatando ese concepto que deviene del siglo XIX como instrumento de cambio, de transformación de nuestras realidades. Lo científico como articulador de la información, herramienta en favor de los sectores más desposeídos. Contra la información deformada y convertida en idealismo pequeño burgués, burocrático y cómplice de las situaciones de injusticia de nuestra sociedad.

El manejo de información e investigación, son definitivamente instrumentos necesarios y urgentes para cambiar nuestras realidades. No es novedad ni descubrimiento de la pólvora, en muchos lugares del mundo los procesos de información e investigación, han sido instrumentos que han sido decisivos para reconstruir o construir sociedades nuevas. En estos tiempos complejos e injustos, tenemos que jugar también con las estrategias de las investigaciones. Porque sólo con ideologías la  historia nos ha demostrado que no es suficiente, ni mucho menos.

Las nuevas generaciones deben saber que el conocimiento y la investigación, requieren también de compromisos serios y revolucionarios, para contribuir a los cambios que necesitamos en nuestra sociedad. En estos tiempos complejos, es urgente ese compromiso por el conocimiento y la investigación que sea sobre todo aporte a construir una nueva sociedad.

Opinión
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Lecciones de la Revolución de 1952

La Revolución se terminó definitivamente como revolución en 1964, con el sangriento golpe de Estado del general Barrientos, el principal traidor de la Revolución. Pero como proceso se cerró en 1986 con la humillante marcha por la vida, que protagonizaron los mineros y que meses después fueron echados de sus trabajos, de la Comibol, y traicionados por todos los partidos políticos de izquierda. Abandonados a su suerte, tuvieron que resignarse siendo migrantes en las grandes ciudades, pasando hambre, miseria y engrosando las filas de marginalidad de las ciudades en Bolivia.

Se ha escrito bastante sobre este acontecimiento de mediados del anterior siglo. Acontecimiento donde mineros, campesinos y clases medias pobres tuvieron que tomar las armas para cambiar el destino del país. Derrotaron al ejército de la oligarquía, derrotaron a todos los partidos como el PIR (Partido de Izquierda Revolucionaria) que de traidores de izquierda siguen nomás los rastros de las colonialidad en Bolivia.

Sin embargo, requiere todavía un profundo sumergirse, en investigaciones y teorizaciones, en dicho proceso de la Revolución, pues no está nada dicho. Existen mitos al respecto. Posiciones ideológica que no precisamente son verdades históricas ni mucho menos. Requiere de realizar balances más serios de los que hay, pues los errores de dirigentes (que con los años se hacen señoriales y retrógrados como traidores) son las constantes en nuestros procesos de avanzada, que le cuestan sangre y sufrimiento a las bases en todos los tiempos y coyunturas históricas.

Con todo, podemos arriesgar algunas conjeturas necesarias comparativamente, pues las urgencias en un país como Bolivia nunca se terminan, siempre con el sufrimiento a cuestas del pueblo en general. Nunca encontramos estabilidad ni paz, desde tiempos inmemoriales. Solo turbulencias y desestabilizaciones como características estructurales de nuestra manera de vivir, que nos empobrece económicamente cada vez más.

La Revolución del 52 contó con enemigos poderosos al interior de la misma revolución. Las burocracias sangrientas, como en la Comibol,  denunciadas desde siempre por dirigentes sindicales como Arturo Crespo (dirigente minero de Catavi) en su brillante libro “El Rostro Minero de Bolivia”. Y poderosos enemigos fuera de Bolivia, como los consorcios empresariales mineros asentados en Londres o Nueva York, que sin duda alguna eran oficinas de los barones del estaño de Bolivia.

Las clases medias (o clases a medias) en su ausencia de identidad con el país profundo, les hace como característica muy débiles política e ideológicamente. Esa debilidad siempre les llevó, como clase a buscar facilonamente a las dictaduras militares, o a las políticas liberales de entreguismo internacional.  De esa manera, se acomodaron desde siempre al mejor postor, por sus especialidades en el manejo de la burocracia. Lamentablemente, como en la Revolución del 52, son las portadoras del boicot sistemático a los procesos de avanzada de los sectores populares. Hoy, también tenemos este mismo fenómeno. Las excepciones sólo confirman la regla general.

En la Revolución del 52, muchos dirigentes sindicales se corrompieron, sobre todo de los sindicatos agrarios que pactaron incluso con los dueños del MNR. Esos pactos les facilitaron la entrada a la corrupción política y sindical, que destruyó desde adentro las posiciones de avanzada de los sectores más conscientes. En menor medida también sucedió esto en el sindicalismo minero. Muchas riquezas nacieron ya entonces, en pocas familias del sindicalismo que oportunistamente aprovecharon sus posiciones de poder coyuntural. Hoy, lamentablemente tenemos el mismo fenómeno. Aspectos que socaban y destruyen profundamente, las posiciones de avanzada y conscientes de sectores realmente revolucionarios. Realmente patriotas, realmente que desean cambios profundos en el Estado para permitir dignidad y bolivianidad en serio en el país profundo.

En la Revolución del 52, el boicot desde adentro mismo del Estado, produjo inestabilidad económica y financiera en todo el país. Es decir, bloqueos irracionales, reclamos por supuesto legítimos pero totalmente caóticos por todo el país. Ese impacto produjo cansancio en la población en general, sobre todo en las ciudades que empezaron a percibir como negativa a la  Revolución. Y en plena guerra fría, quiénes boicoteaban la Revolución aducían que el comunismo se estaban ensañando con el país, receta que funcionaba en los sectores retrógrados y reaccionaros de la sociedad.

Esos paralelos de nuestra historia, como comparación, pueden servirnos para no cometer los  mismos errores de siempre. Errores que después pagamos muy caro, cuando el poder llega a manos de dictadores que no tienen precisamente contemplaciones de ningún tipo. Y el saqueo del país tiene continuidad colonial, pues los cómplices de esos hechos como el neo-pirismo otra vez están presentes en el proceso actual.

En definitiva, las lecciones de la Revolución de 1952 tienen que llamarnos la atención para revertir los errores, para revertir los complots que se están produciendo por sectores totalmente oportunistas e inconscientes, que son cómplices de la destrucción del país. Que son cómplices de los procesos de restauración colonial por todo el mundo. Y es preciso frenar el boicot y la complicidad anti nacional y anti patriótica; dejando de lado posiciones que no han aprendido nada de los errores del pasado, que sólo nos han traído sangre y luto a los bolivianos: quechuas, aymaras, guaraníes y clases medias pobres de las ciudades.

Opinión
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Trump es un migrante del montón

La madre de Trump llegó a Estados Unidos en 1930, desde Escocia, para ser una migrante más y trabajar en los Estados Unidos como  millones de migrantes de todas partes del mundo. Entre los siglos XIX y XX unos 70 millones de europeos llegaron como migrantes a los Estados Unidos. Millones de ellos pobres y miserables, como vemos en las películas de mafiosos, donde bandas de italianos, irlandeses o rusos se disputan las calles vendiendo drogas y de todo por sobrevivir. Muchos de ellos por supuesto que triunfarán hasta la fama misma, como la familia del migrante Donald Trump.

La colonización en los llamados Estados Unidos, se dio por la invasión de piratas, maleantes, indeseables de las calles de Inglaterra que decidieron invadir los territorios de los indígenas norteamericanos allá en 1607. Fundaron lo que dice la historia: trece colonias. Grupos religiosos fueron los más numerosos en principio. Y en el siglo XIX consolidan la colonización inglesa, gracias a la conquista del Oeste, que fue a sangre y fuego. Quizás millones de indígenas norteamericanos fueron asesinados, esclavizados en reservas estatales, pues eran un obstáculo para el desarrollo y el progreso de los colonos blancos, sobre todo ingleses.

La historia universal nos muestra varias veces, que estos procesos coloniales fueron sobre la sangre y las masacres de los pueblos indígenas. Es decir, dichos pueblos fueron arrebatados de sus tierras en nombre de la ley de los blancos, hasta el exterminio mismo.  Es decir, no hay ley universal para saldar cuentas con el pasado, para que los asaltantes coloniales devuelvan las tierras a quiénes realmente les pertenecen. Las leyes están hechas para encubrir a los más poderosos del planeta, a los grupos poderosos racistas y económicamente.

Donald Trump pertenece a ese grupo de asaltantes, llegados allende los mares con su miseria y pobreza a cuesta; pero a diferencia de los indígenas los Trump son blancos, por tanto con la ventaja de sus leyes universales coloniales. En Bolivia hay muchos ejemplos al respecto.

Lo increíble de estos tiempos caóticos, es que migrantes y asaltantes como Trump sean los cruzados en contra de las migraciones del sur de América Latina, en los Estados Unidos. Dizque desde la legalidad, dizque desde las leyes que amparan ahora a los asaltantes de los territorios indígenas. Semejantes escándalos en la historia moderna. Maleantes y asaltantes de territorios indígenas, sean los que dicten las leyes universales, para justificar lo injustificable: que hay migrantes de tercera y migrantes de primera a las tierras del norte, que pertenecen en justicia a los pueblos indígenas de los siglos XVI y XVII. En fin.

Modernamente, pues las migraciones son resultado de las tragedias del sistema, que por cierto ya no son sostenibles a estas alturas del partido. Sean de cualquier ideología que sean. El sistema expulsa millones de seres humanos, que tienen que alimentar a sus hijos, o al menos ofrecer un pedazo de esperanzas a sus familias.

Por todas partes del mundo dizque desarrollado y progresado, se están construyendo muros para que los bárbaros y salvajes de los países empobrecidos por el sistema, no pasen o crucen a las tierras del desarrollo. Trump es el abanderado de esa cruzada cristiana, en contra de los pobres y marginados del sistema. En nombre de Dios se odia a los más pobres del mundo. En nombre de Dios se justifican los más atroces actos en las fronteras de los ricos, sin que ninguna ley por supuesto salve a los más marginados del mundo.

El genocidio de Palestina también es otro acto más de la historia moderna, de aquellos asaltantes de tierras desde el siglo XVI. Entonces, pues alimentan otros odios que pueden escaparse a la lógica de la racionalidad y los consensos. Ellos mismos alimentan guerrilleros, terroristas, u otras formas de defensa contra semejantes actos de violencia histórica, donde no existe ley alguna para defenderse y hacer justicia.

El que posiblemente sea el emperador de los Estados Unidos, su excelencia Donald Trump, es descendiente de asaltantes y piratas en los territorios de los Estados Unidos, en contra de las Naciones de pueblos indígenas que fueron despojados a sangre y fuego, de sus tierras y espíritu humano. Pero que las leyes hechas para la defensa de los bucaneros y piratas, le permite expulsar y sacrificar migrantes del sur del mundo. Esa es la historia real y verdadera; que a nadie le interesa conocer, porque estos tiempos modernos son los más peligrosos, con el retorno de las mentalidades cavernarias de hace miles de años atrás.

Sin embargo, no hay muros ni cercos algunos que frenen al hambre, a la miseria, a la búsqueda de algo de dignidad en esta tierra. Aun la sangre y los inmensos sacrificios humanos, los bárbaros y salvajes siempre han cruzado todos los muros posibles a lo largo de la historia. El señor Trump puede nomás seguir botando espuma de tanto odio, al final los bárbaros tienen que comer y vivir como cualquier ser humano del mundo. Cruzarán todos los muros posibles, en estas épocas donde ya no hay valientes ni líderes, ellos son los líderes contra las injusticias modernas.

Opinión
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El vivir bien hoy en el caos de la Postmodernidad

En resumen, la modernidad y su hija postmodernidad, se plasman en las ciudades de todo el mundo. En el norte más modernas y ricas; en el sur pobres, en general, y desestructuradas. Pero en definitiva son producto del sistema capitalista, desde el siglo XVI, aunque las ciudades tienen quizás miles de años de nacimiento. Las ciudades como tal, rompieron lógicas rurales de convivencia por todo el mundo. Rompieron con maneras de vivir, con maneras de ver el mundo, con maneras de concepción del mundo, con Dioses e ideologías milenarias.

Increíblemente las ciudades se han convertido en un atractivo para miles de millones de habitantes, por todo el mundo. Pues ya no ofrecen nada, sino violencia estructural, corrupción, hambre, miseria, marginalidad y mendicidad. Pero, aun así, se han convertido en atractivo porque la modernidad con los paradigmas del desarrollo y progreso se impusieron como ideologías en estos siglos del sistema. Sus consecuencias han matado las lógicas rurales de convivencia.

Sobre todo por el sur del mundo, las ciudades son conglomerados de violencia cotidiana, de violencia estructural, de injusticias cotidianas y por supuesto desestructuración de las herencias rurales, que fueron sostenibles durante miles y miles de años. Sin exagerar, las ciudades son ahora totalmente peligrosas para la convivencia humana. Las ciudades han convertido a los humanos en cavernarios modernos, violentos y con lenguajes totalmente cavernarios. Fruto del individualismo: fruto del sistema capitalista que convierte a los humanos, consciente o inconscientemente, en seres totalmente, enfermizamente, individualistas.

En las ciudades ha muerto el sentido comunitario de lo rural, con aquellas lógicas grupales de sobrevivencia pero totalmente humanas y solidarias en sus lógicas económicas. Las ciudades han  matado el espíritu humano comunitario. El homo citadinus es el monstruo más individualista posible, que pisa todo los demás para cuidar sus rinconcitos e intereses totalmente fragmentados.

Lamentablemente las tendencias por todo el mundo siguen siendo suicidas. Es decir, se siguen engrosando con miles de millones de habitantes todas las ciudades. Ni siquiera la información actual frena esa tendencia suicida. Los Estados también se han sumido en este tipo de pensamiento suicida.

El Vivir Bien se resume, en su complejidad, en el rescate de las mentalidades ancestrales que fueron sostenibles por miles de años. El Vivir Bien se rompió, fue destruido, por la modernidad en el siglo XVI. La colonización y los imperios modernos posteriores fueron destructivos respecto del Vivir Bien. Hoy, la postmodernidad como continuidad de la modernidad sólo son escenarios de más destrucción: de la naturaleza y del espíritu humano.

En este siglo XXI y nuevo milenio, sólo tenemos continuidad de la modernidad, del sistema capitalista en sus fases de crisis sistémicas. Ni siquiera los avances impresionantes de las nuevas ciencias, de las tecnologías más fascinantes, están frenando la locura de la destrucción humana. Del suicidio humano colectivo, que son las ciudades por todo el mundo. La política es nomás una parte de la modernidad. Sean de izquierda o derecha coinciden en sus posturas de amar a la modernidad y la industrialización como brazo operativo. Por eso no prometen nada para la humanidad, sino discursos de salvación como en la religión; nada más.

El Vivir bien como Paradigma, como propuesta frente a los acontecimientos modernos que arrastramos desde el siglo XVI, puede ser la salvación de la humanidad si es que tomamos consciencia de lo que sucede hoy, por todo el mundo. El vivir Bien es en definitiva el rescate de aquellas lógicas milenarias, rurales, en lo económico y cuidado de la naturaleza que convivieron con las civilizaciones antiguas.

Las teorías de la reciprocidad en la economía, que eran parte de nuestras costumbres antes de la llegada de occidente, son pruebas de que hubieron otros sistemas económicos totalmente distintos, fuera de la racionalidad de occidente. Dichos sistemas eran sostenibles, sin la mercantilización de occidente. Increíblemente, dichos sistemas económicos siguen funcionando en varios rincones de nuestro país, como el trueque por ejemplo.

Es hora de revertir la locura del sistema insostenible de la economía occidental. Es hora de pensar y repensar en serio otros tipos de sistemas, reflexionando sobre las herencias ancestrales que fueron sostenibles por miles y miles de años.  Es hora de frenar, desde nuestras experiencias históricas, a las ideologías del desarrollo y progreso que por siglos están destruyendo el planeta, están contaminando la Pachamama, matando todo ser viviente de la tierra.

Se está intentando revertir incluso desde occidente, pues también allá hay grupos conscientes de la tragedia; sin embargo, somos nosotros por el sur del mundo quiénes todavía tenemos el recuerdo de la experiencia, de la sabiduría en las prácticas ancestrales de las comunidades. Prácticas que tenemos por sistematizar, por intentar hacer ciencia en beneficio de todo el mundo. Tarea colosal y nada sencillo. Tarea urgente porque la vida agoniza por todos lados del mundo, y la locura de occidente ya no tiene sentido alguno. Es tan evidente su fracaso y sus rituales ideológicos, en la izquierda y la derecha, que sólo profundizan la muerte del planeta Tierra.

Opinión
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Banzer y la impunidad tradicional en Bolivia

Tenemos enormes problemas estructurales que resolver, que devienen desde tiempos inmemoriales y siglos de cargas injustas como el tema de Justicia. O el tema terrible de la burocracia en nuestras instituciones, tan brutal e injusta como la ausencia de Justicia. Temas que tienen que ser resueltas porque el país no puede soportar por siglos, semejantes atrocidades de nuestra historia.

Hoy recordamos otro nefasto aniversario del golpe de Estado, a la cabeza del coronel Hugo Banzer Suárez. Perteneciente a la colonia alemana, protagonizó la sangrienta revuelta golpista aquel 21 de agosto de 1971. Recuerdo de niño el llanto de mujeres, despidiendo a obreros rumbo a La Paz desde Catavi para defender al general Torres, en medio de familiares preocupados por los acontecimientos que se estaban sucediendo. Lo demás ya es historia, cientos de muertos, heridos y presos por todo el país.

Banzer murió en la impunidad total, incluso protegido por la democracia que le permitió ser presidente. Paradojas de la historia: un asesino elegido democráticamente. Nunca hubo justicia para cientos y quizás miles de víctimas, entre muertos, heridos, exiliados, presos, torturados y mancilladas mujeres en las cárceles clandestinas de la dictadura. Ya muchos han muerto sin esperanzas algunas respecto de la justicia boliviana.

Hemos sido testigos en estos tantos años, que los llantos, las protestas en las calles, los años de visitar las oficinas de la injustica, los encubrimientos desde los poderes invisibles a los torturadores, asesinos y representantes políticos de los asesinos, pues no sirven de nada sino para seguir sufriendo esas consecuencias nefastas. Los torturadores, violadores y asesinos han sido padres ejemplares y abuelitos ejemplares en sus familias. No recibieron castigo alguno.

Los desafíos para las nuevas generaciones son inmensos. En primer lugar, conocer estos acontecimientos de nuestra historia, con la ilusión de que tomen consciencia que la democracia ha tenido sus costes enormes: en sangre, en sacrificios de jóvenes, en exilios que han sido también sangrientos en sentido de perder pensadores, intelectuales, científicos y ciudadanos obreros o campesinos de primer orden, luchadores por el bien de la Nación.

Pero los desafíos más importantes de las nuevas generaciones es reconstruir nuestros sistemas institucionales. Rehacer el sistema de justicia, que hoy a pesar de buenos servidores (una golondrina no hace la primavera) realmente es una catástrofe para millones de ciudadanos. Es una pesada carga que duele mucho, que duele demasiado porque la impunidad sigue siendo carta de ciudadanía de los más poderosos económica y políticamente. Eso nos muestra el dolor inmenso de miles de bolivianos, herederos de los abusos más horrendos de la dictadura de Banzer y sus acólitos políticos.

Desafíos que deben ser encarados por el bien colectivo, comunitario, y ciudadano de Bolivia. Eso también nos afecta en lo económico. Las inversiones y la confianza económica, requiere de justicia y normas jurídicas totalmente transparentes y claras. Precisamente para no dar lugar a juegos oscuros y corruptos como el contrabando, o el narcotráfico, etc. Sin claridad de nuestra justicia pues todo es posible en la oscuridad de los negocios turbios y peligrosos para todo el país. Sólo la claridad de la justicia, como sistema, puede permitirnos economías justas y en competencia clara, como en favor de la generación de riqueza colectiva e individual.

Por falta de un sistema de justicia, como instrumento, Banzer y muchos de sus cómplices murieron impunes o están felices en las calles como buenos abuelitos o padres ejemplares. A costa del sufrimiento de miles de bolivianos, que sólo pensaron en aportar al país con sus ideas, o sus compromisos políticos. Hoy arrastramos esa ausencia de un sistema coherente, funcional, justo y transparente de un sistema de justicia boliviano.

A tantos años de aquel nefasto golpe de Estado, que dio lugar a una de las dictaduras más largas, sangrientas, corruptas y totalmente antinacionales, seguimos clamando justicia. Las universidades fueron clausuradas, las instituciones destruidas, el pensamiento y la intelectualidad prohibidas, en definitiva, sin democracia que al menos nos permita disentir con quiénes piensan distinto.

Tantas tareas para las nuevas generaciones. Tareas que no se realizaron, o que poderosos intereses destructivos no dejan que se realice. Pero que es necesario realizar por la sobrevivencia del país. Los avances que hemos hecho no son suficientes, quedan demasiado cortos para temas de justicia, para temas de abusos a los derechos humanos de toda índole.  Tareas necesarias donde ojalá sean convocados los mejores juristas del país, los mejores bolivianos comprometidos con la justicia.

Hoy recordamos otro aniversario más de ese hecho nefasto. No sólo lloremos, no sólo recordemos a nuestros muertos y mancillados por esa dictadura pues lo hemos hecho ya muchas veces. Que estos hechos también nos sirvan para planearnos desafíos concretos, que será la mejor herencia en favor de quiénes han esperado justicia; y no lo han tenido nunca.

Gloria a los mártires del golpe sangriento y colonial de Banzer.

Opinión
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Felipe Quispe, el Mallku

El movimiento indianista perdió a su mayor representante teórico y militante, cuando la muerte del Mallku hace ya unos años. He tenido la suerte de conocerle algunos años, en la UPEA de colegas en la carrera de Historia. Siempre me impresionó su fuerte personalidad, me decía que no le tenía miedo a nada, en aquellos cafecitos que tertuliábamos después de clases. También tenía sus complicaciones. Era pues un humano más, con virtudes y defectos. Y mejor no hacer un Mito de él, para no degradarlo después como a muchos líderes de este país que oportunistamente les hacen mito, para vivir a nombre de ellos.

Nos encontramos por última vez en plena pandemia del covid, en plenos procesos electorales para la gobernación de La Paz. Me invitó a participar con él; le rechacé por mis terribles miedos a caminar en plena pandemia. Estábamos en el hotel Torino creo que dos semanas antes de su muerte. Me extrañó su muerte, porque en apariencia él estaba bien de salud. Se enojó conmigo porque no iba a acompañarle en las elecciones; pero terminamos como siempre: amigos.

Un gigante se fue, un gigante del movimiento indianista que fue clave para el país en los últimos veinte años. Sus aportes son importantes respecto de entender en esta época, los aspectos del colonialismo como fenómeno social moderno. Porque, como él decía, izquierda y derecha eran tan colonialistas que ni siquiera los progresistas entendían de qué se trataba. Que se colaron a los movimientos indígenas sólo por seguir en las cúpulas de la burocracia. Es decir, para continuar con el colonialismo pero con discursos progresistas.

Escribió algunas de sus ideas. Soñaba con hacer la obra crucial del indianismo. El tiempo le jugó una mala pasada. Soñaba con formar a gente nueva en la carrera de Historia de la Upea; aunque siempre se quejaba de lo poco que leían los alumnos, de lo poco que investigaban y de lo poco que realmente soñaban con el indianismo. Era muy exigente por su experiencia dura de pobreza y peligros constantes en el juego de la política de este país.

Hoy, pues hubiera sido necesario su presencia exigente y coherente con el movimiento indianista. En momentos de crisis de ideas, de posturas políticas, de documentos iluminadores respecto de la Bolivia profunda. Claro que se le extraña al hermano y compañero Felipe Quispe. Su enorme presencia hubiera sido importante en estos momentos, donde las cosas pequeñas y vulgares son las más importantes. En fin, en fin.

Hay que continuar con ese legado. Reflexionar sus aportes, si se puede complementar con las ideas de otros hermanos que decidieron seguir los pasos de Felipe. Somos testigos del reordenamiento señorial por todo el mundo, con el genocidio de Palestina es más que evidente. Por América Latina aparecen señoriales y post señoriales, soñando con la restauración colonial moderna. Tienen los mecanismos y los fracasos de los progresistas, como decía Felipe, para restaurar la colonia. Los tiempos pasan; algunas cosas no cambian sino en la cáscara, sino en la pinta, en los discursos. Los tiempos pasan; las mentalidades perviven en el largo aliento guardadas para salir en los momentos de crisis. Cuando están en peligro los intereses reales y concretos de los más poderosos. En cierto sentido la historia se va repitiendo y repitiendo en el tiempo.

El legado del hermano Felipe debe continuar, sin hacer Mito de él. Sin manguear su figura y su herencia militante. Ese legado de exigencias teóricas, por esas construcciones que hoy no hay, que decía en la UPEA, por los compromisos hacia las ciencias para realmente combatir con los enormes poderes ideológicos y teóricos del sistema. Felipe exigía dejar la burocracia mental colonial, para generar otras prácticas más nuestras.

El legado del hermano Felipe es enorme, es exigente. Me decía también que no hay jubilación para los sacrificios por las Naciones oprimidas. Que si alguien se compromete con las causas de las comunidades, tenía que ser consecuente hasta el final de la vida misma. Eso era Felipe.

Cierto que ha dejado un enorme vacío, por hoy no hay alguien que haya tomado la posta. Ese vacío no es individual y figurativo o endiosado. Felipe no tenía la enfermedad moderna del caudillismo. Su legado es comunitario, de reciprocidades comunitarias. Su legado es de trabajo en Ayni, de complementariedades en las ideas y los aportes teóricos. Aunque tuvo que ser “licenciado en historia” para que la academia le escuche. Sin embargo, estaba consciente que lo más importante venía después junto a las comunidades, junto a la realidad de las culturas ancestrales.

Las crisis profundas de la sociedad destapan las verdaderas necesidades, y desperfectos, de la misma sociedad. El liderazgo de Felipe Quispe es una necesidad actual. Ojalá haya semillas de esperanzas en ese legado, ojalá florezcan por toda la Nación. Felipe Quispe merece no ser olvidado, es decir sólo recordado en los discursos y los oportunismos políticos. Ese liderazgo debe volver a florecer.

Opinión
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