Blog de Max Raúl Murillo Mendoza

Más allá de las ideologías: la rebeldía

Por todo el mundo se están derrumbando las ideologías, es decir ese conjunto de creencias cuasi religiosas, de izquierda o derecha, que justifican maneras de ver el mundo: gobernar, mandar, escribir, soñar. Por ideologías se asesina, se muere, se bombardean países y se odia al otro. En el mundo gringo supuestamente se derrumba la ideología del wokismo, por la toma del poder del emperador Calígula Trump.  Veremos si hay reacción a las torpezas del emperador.

En América Latina, la corrupción arrolló a las izquierdas hasta extremos obscenos e impunes, que superaron a las derechas también tradicionalmente corruptas. La profunda crisis de valores y ausencia de ética y moral en la política real, hace que las poblaciones ya no crean en la tradicionalidad de la política, es decir en esas ideologías de discursos sin prácticas reales en la política.

Por América Latina, como en Bolivia, pasadas las modas y carnaval de las ideologías, las inmensas masas pobres y miserables continúan su travesía por esta vida, soñando que algún día tendrán cambios reales en su vida. Esas masas cuando ya no tienen más posibilidades de cambiar sus realidades socio económicas injustas, se rebelan legítimamente frente a los opresores de turno. No tienen nada que perder si es que mueren en los actos rebeldes.

La rebeldía seguirá siendo el acto supremo más puro y valeroso de los pueblos, cuando los fracasos de las ideologías coinciden en sus propias traiciones históricas. Esa rebeldía que encendió y ejecutó la revolución de 1952, con mineros armados a la cabeza, no necesitó de ideologías para considerar que la explotación ya era terrible y brutal. Pero, lamentablemente después, esas masas rebeldes entregaron y confiaron su poder a burócratas politiqueros que sí tenían ideologías.

Las masas rebeldes no tienen esquemas, no tienen cálculos políticos, no tienen enfermedades precisamente ideológicas que les detengan. Son reacciones en cadena, sin matemática o sociología de por medio. Sólo el sentimiento de que no pueden más soportar las injusticias, que el hambre y las penurias no se justifican en un mundo donde sobre el dinero y la riqueza.

Es decir, a pesar de los fracasos de las ideologías, de las traiciones a las masas hambrientas, las posibilidades de las reacciones rebeldes de los pueblos, siempre estará presente. Desde hace miles de años, los esclavos, los marginados, los desheredados de la historia, siempre han contado con la posibilidad de la explosión rebelde. Y ese acto no requiere de burócratas pensantes, o ideólogos de moda, que sólo roban las posibilidades de cambios y transformaciones de los pueblos.

En definitiva, la crisis mundial de las ideologías de izquierda y derecha no es una novedad. Son las crisis de las burocracias inútiles, que aprovechan los descuidos de los pueblos que demasiadas veces confían en los supuestos pensantes, ideólogos, y pues estos como la experiencia siempre nos señala: son parte del sistema y viven de engañar a los pueblos.

En estos momentos de ausencia de ética y moral, sólo la posibilidad de la rebeldía de los pueblos debe animarnos a continuar con las batallas políticas, con las batallas de tomar el poder en manos de las masas marginadas. Sueño que sigue nomás en mesa y discusión en las bases y los deseos de revueltas y revoluciones.

Sin embargo, como en todos los tiempos de la llamada historia, el avanzar aprendiendo, tomando experiencia de los acontecimientos, sistematizando las tragedias y traiciones, también son parte de las condiciones subjetivas y objetivas de los pueblos. Aprender de las derrotas. No perder las perspectivas ni perder las esperanzas. Condiciones importantes para no sentirse esclavos del sistema, ni esclavos de los ideólogos de moda.

Son tiempos de retroceso de los pueblos, por todo el mundo. La restauración señorial e imperial con la ideología ultraderechista, se ponen de moda. El racismo y la discriminación ya son parte de lo cotidiano e impune por el norte del mundo. El odio a los migrantes que son resultado del modelo capitalista, están presentes en los gustos de esta restauración señorial.

Por el sur latinoamericano estamos tan divididos y peleados estúpidamente, que tendremos que resistir hasta donde sea posible. Siempre resguardando las reservas morales de la rebeldía, que serán otra vez las voces en contra del sistema y de lo establecido. Pues nuestros gobernantes no están a la altura de los acontecimientos.

Sólo los pueblos, las bases, las masas anónimas y marginadas de la historia, son la garantía real de las luchas sociales. Esas masas anónimas que están más allá de las ideologías de moda y burocráticas, sintiendo cotidianamente hambre y miseria, serán las portadoras de reconstruir su propia historia. Eso nomás nos dice la experiencia.

Pues sí, en estas épocas de ausencia de valores éticos en la política, en los actos más básicos de la sociedad, tenemos que seguir soñando desde la rebeldía que el sistema puede ser derrotado. Porque no rendirse es la clave de la rebeldía.

Opinión
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La tragedia de los recursos naturales de Bolivia

Bolivia perdió territorios enormes como el Acre, la costa del Pacífico y el Chaco porque jamás tuvo políticas de Estado respecto de nuestros recursos naturales. Desde siempre nos movemos al azar, con el viento y moda de la ideología o la política, incluido en esta historia de la montaña rusa: o la subida de los caudillos que es la forma más normal de gobiernos que hemos tenido. Pero nunca, diríamos jamás, con políticas y estrategias de Estado y Nación que sean sostenibles en el mediano y largo plazo.

Por supuesto que debemos añadir la clásica ausencia de institucionalidad, ausencia de básicas formas de planificación y respeto de las normas de funcionamiento institucional. Lo constante en Bolivia son lo insostenible, lo caótico, los bloqueos de caminos, el desorden cotidiano, la mediocridad de los funcionarios, sean privados o estatales, la corrupción total. En definitiva, la incertidumbre como forma de vida boliviana.

Elementos e insumos que hacen un conjunto peligroso, para que triunfen los más pendejos y vivos de la película. Los politiqueros, de cuello blanco o populares, y gansteriles personajes que sobran en medio de la miseria y pobreza de la población.

Por todo eso, la historia del saqueo de nuestros recursos naturales se debe a estos complejos factores internos, que no podemos resolver a estas alturas del siglo XXI. Por supuesto que todo esto es también caldo de cultivo para las potencias imperiales, que desde la izquierda se explota como motivo político e ideológico.

Más allá de los números, de la técnica, de lo científico y de las finanzas, está la cohesión de un Estado y una Nación. Sin Estado y Nación todo lo demás no funciona, como lo estamos viendo y viviendo en estos dos siglos. Ni liberales, ni conservadores, luego ni izquierda o derecha han sido capaces de construir un mínimo Estado moderno, ni qué decir una Nación capaz de ejercer soberanía sobre sus recursos. Todavía peor: no han sido capaces de construir políticas de Estado y estrategias de Estado sostenibles en el largo tiempo.

Es demasiado tiempo de incertidumbre, de incapacidad de ver un futuro normal. Las nuevas generaciones ven asombradas este despilfarro de tiempo y dinero; pero tampoco reaccionan frente a la tragedia. Sólo la migración y el escape de Bolivia resuelven de alguna manera esta novela de la incertidumbre, de ausencia de oportunidades laborales, y de negocios. Millones de compatriotas tienen que dejar esta tierra con ese dolor de la impotencia, pues no pueden quedarse sumidos en la miseria y el hambre.

Muchos otros compatriotas tienen que optar por la precariedad de la informalidad, o el desastre de la corrupción en el narcotráfico, el contrabando y todos los negocios turbios. Incluso siendo vistos todos estos negocios como legítimos en la sobrevivencia.

En estos momentos se discute acaloradamente sobre el litio. No hay realmente información precisa y objetiva. Como siempre todo es suposición, todo es política, todo es magia y pues peleas campales como en el tinku, sin que nadie se escuche a nadie. Esa es nuestra tradición real: oídos sordos; pero atentos al oportunismo y la degradación humana más infame. Lo democrático es una linda lección que el viento se lo lleva.

En este espacio de pelea campal e irracional, desde tiempos inmemoriales, nadie vendrá a invertir para competir en reglas claras y transparentes. En este espacio de rencores históricos mentales, nadie se atreverá a construir alguna fábrica al menos de clavos o repuestos. Seguiremos nomás acostumbrados a la miseria y la pobreza total; con los discursos más incendiarios posibles unos mejores que otros.

Siempre estamos pensando que vendrán día mejores. Eso lo leemos desde el siglo XIX. Desde el nacimiento de Bolivia. Y siempre nos encontramos en la miseria, en el desorden, en el caos y retroceso constante. Acostumbrados a la miseria mental y física.

Hemos participado de todas las épocas económicas importantes del mundo capitalista desarrollado. Cuando el mundo necesitó salitre y guano perdimos el Pacífico, cuando necesitó plata estuvimos desde la colonia. Cuando el mundo necesitó estaño participamos activamente, también con la goma o caucho. Es decir, somos un país bendecido por tener recursos naturales, que pueden ser comercializados en beneficio del país.

Cuando todas esas épocas económicas terminaron, como la del estaño, el país terminó pobre como siempre. Con mineros relocalizados y expulsados a la calle junto a sus familias. Por supuesto con pocos politiqueros y burócratas enriquecidos, a costa de los obreros y trabajadores. Hoy estamos pasando lo mismo con la era del gas. Experiencias que no aprendemos, experiencias que no sistematizamos en favor de la Bolivia profunda.

En lo popular callejero la gente susurra que Bolivia es un país bendecido con mucha riqueza; pero con la mala suerte de tener pelotudos gobernantes, ignorantes y ladrones. El destino nos ha marcado con la politiquería más sucia y barata de todo el mundo. Por ahora nadie pone cascabel al gato. Quizás el destino se apiade de nosotros, y de nuestras fuerzas históricas para por fin frenar este rito de mala suerte, y cambiar el destino de la Bolivia profunda.

Opinión
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El emperador Calígula Trump

El señor Calígula Trump sueña con convertir Gaza, en Palestina, en su propio hotel de lujo, quizás también un prostíbulo de lujo para sus lacayos. Todo es posible para este comerciante ignorante. La historia mundial se hace cada vez más impresionante, por la puesta en escena de estos personajes que no tienen idea alguna del mundo; pero empeñan su poder hacia el mundo, amenazando cuan reyes medievales y por supuesto ignorantes y prepotentes.

Todos los días el menú de la política mundial, se torna violenta y cuasi repugnante por las hordas de políticos gringos que sólo tienen escrito en su menú amenazas, sanciones, prepotencia arbitraria e impunidad por doquier. El gusto de las masas por el norte ha cambiado, se ha tornado en delincuencial y totalitario. Tan cercano a lo que vivieron las sociedades cuando Hitler salió de su anonimato, siendo el asesino democrático más adorado por las hordas civilizadas allá por los años 30 del anterior siglo. Cuando la tragedia de la antesala de la segunda guerra mundial.

Hoy se trata de otro energúmeno parecido. Un comerciante ignorante en política y normas de convivencia mundial; pero matón y brutal como les gusta a millones de otros ignorantes de aquellas sociedades. Pues las democracias están derivando en instrumentos, en espacios para matones modernos y encubiertos por poderes invisibles e impunes.

Hace décadas se teorizaba sobre la crisis terminal de la civilización occidental. Hoy vemos esa crisis en su máxima expresión. No existe diferencia alguna entre demócratas y republicanos. Son absolutamente lo mismo. Son parte substancial de esa crisis. Y están empujando a ese agujero negro de su crisis, al mundo entero. Empezando por los europeos que siempre fueron los sirvientes preferidos de los americanos.

Tienen los medios disponibles para las locuras más aberrantes. El señor Calígula Trump, está dispuesto a ser el señor de los anillos más cruel posible. Se ríe delante de las cámaras de televisión, de los niños y mujeres asesinadas en Gaza. Sobre esos cadáveres quiere construir hoteles y prostíbulos de lujo para sus compinches. Actitud más aberrante no fue posible, ni siquiera Calígula se portó tan aberrante frente al actual mandatario de los gringos.

La decadencia de occidente es total. Decadencia que desnuda lo que en el fondo representan, aquellas culturas de la degradación total del espíritu humano. Dejando de lado los esfuerzos positivos de sus pensadores y científicos más brillantes. Muestran también las facetas más sanguinarias posibles, poniendo de manifiesto aberrantes locuras como en el tema del genocidio de Gaza.

Vivimos tiempos en donde lo ético y moral, son recuerdos nostálgicos de libros empolvados y totalmente superados por el pragmatismo occidental más decadente posible. Los ejemplos de la política como Mandela o Mujica, han dejado de ser modelos a seguir en la lucha por las conquistas sociales. Todo está enajenado por las mentalidades destructivas más pragmáticas posibles. Lamentablemente esa mentalidad está recorriendo por todo el mundo. Incluso tontos de sectores populares caen en esos aberrantes impulsos por imitar lo decadente.

Las nuevas generaciones tienen un examen profundo, en estos tiempos caóticos, sin ley ni modelos políticos en función de rescatar lo mejor del sentido común. Los ejemplos de política son hoy los Calígulas y los Trump, es decir lo peor de lo que se puede imaginar respecto del comportamiento ético, y de lo peor respecto de la posibilidad de consensos políticos por todo el mundo.

Sin embargo, las guerras injustas e imperiales de Vietnam, Irak y Afganistán han demostrado que las resistencias de los pueblos siguen siendo los modelos políticos a continuar. En estos momentos de ataque decadente del emperador ignorante, la experiencia en la resistencia de los distintos pueblos del mundo, son el ejemplo a consolidar. Pues la inteligencia tiene que ser el ingrediente común, frente a la prepotencia imperial.

Los demás escenarios son también importantes. Como las estrategias de Estado en educación, en ciencias y desafíos por el conocimiento. Esos instrumentos son los que están utilizando los decadentes de occidente, mediante las inteligencias artificiales. No podemos quedarnos en la periferia de la periferia, ni en el atraso constante. Todos los escenarios son potencialidades para la resistencia y la sobrevivencia frente a los impunes del norte.

Los locos y esquizofrénicos del norte están en acción. Han abierto la caja de pandora por todo el mundo. Todos los escenarios de la muerte son posibles. Tienen el poder de actuar y ejecutar lo impensable. No hay posibilidades de diálogos de civilizaciones. Y sólo nos queda reorganizarnos en la memoria de la resistencia, ojalá con acuerdos y consensos entre los más conscientes de las magnitudes de estos hechos.

Izquierda y derecha, son conceptos antediluvianos en estos escenarios enormes. Requerimos de personas capaces de generar consensos de Estado, estrategias de Estado y sentimientos de Estado y Nación. Lo demás es provincianismo superado y cómplice de la derrota, cómplice de la pequeñez periférica y también decadente.

Opinión
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La pequeña burguesía inquieta

Marx, el gran clásico de las teorías revolucionarias, identificó con claridad a la pequeña burguesía. Aquella clase que no puede ser revolucionaria porque tiene que preservar sus intereses privados, es decir sus relaciones de propiedad y de clase social. Esa terrible inestabilidad de esta clase, le hace traidora por esencia. Que por cierto pueden ser también de izquierda; pero sólo para cuidar sus intereses de clase. Fundamentalmente se inclinan a formas fascistoides.

El último proceso de cambio del país nos mostró, entre tantos fenómenos sociales a investigar, que la pequeña burguesía clase mediera, se coló al proceso oportunistamente como en otros procesos revolucionarios. La burocracia es ámbito preferido de esta clase social. Ciertamente que se convierten en revolucionarios radicales. Como en la revolución del 52, fue uno de los obstáculos mayores que frenó el proceso de cambio. Actitudes absolutamente infantiles y totalmente burocráticos, que poco a poco deslucieron lo que las organizaciones sociales y sus bases planteaban al país: cambiar las reglas de juego de la historia y la Nación.

La pequeña burguesía inquieta, de clases medias, gozaron en farras revolucionarias y puestos altos en el Estado. Pero nada hicieron por el país profundo. Los resultados son demasiado evidentes: pobreza y miseria constante. Nuestras instituciones no construyeron políticas de Estado, seguimos siendo un país insostenible en todos los sentidos posibles. Ni siquiera somos autosuficientes en alimentos. Sin embargo, las excusas de la pequeña burguesía inquieta son inmensas, inmensas en su fracaso histórico.

No aportaron ni intelectual ni con las prácticas en las instituciones. Su frivolidad frente a los cambios que los sectores sociales exigen, pasan sólo como anécdotas para estas clases sociales. Y duermen viendo al imperio hasta en sus sueños más pesados. Pues en el fondo están enamorados del imperio: es su excusa perfecta.

Las lecciones que tenemos que sacar son importantes, como la identificación concreta de aquellos personajes de las pequeñas burguesías, y sus características sociales históricas, que en muchos momentos sólo perjudican los avances de los sectores populares y pobres. No para arrinconarlos sino para ayudarles en sus terribles ausencias de bolivianidad, de identidad con el país profundo. Porque siguen siendo nomás clases a medias, sin proyecto de clase y sin capacidad de ver nuestras realidades de manera democrática y recíproca.

Pues ni modo, la pequeña burguesía inquieta no aprende de sus potencialidades, de que sus raíces tienen que ser plantadas en este país. No sólo aprovecharse de los momentos populares, que cierto está bien; pero no quedarse como hijitos de papi, aprovechándose de momentos populares, sólo para seguir acomodados en la burocracia sin profundizar los anhelos de las clases más desfavorecidas.

Estas reflexiones nada tienen que ver con personas de buen corazón, que siempre hay en todas las clases sociales, sino con los comportamientos colectivos, conscientes e inconscientes, de clase social. Como corpus social, como proyecto y trayectoria histórica de clase. Y en el caso de las pequeñas burguesías bolivianas, racistas, pigmentocráticas; aunque radicalizados y supuestamente de izquierda, mantienen nomás ese halo de ascenso burgués en sus formas de adueñarse de espacios institucionales, siendo que las conquistas han sido obra y esfuerzo de los sectores populares. Pues no son muy democráticos en sus actos. Todavía peor: no hay aportes después en los campos intelectuales y de gestión institucional. No tienen capacidad para resolver las demandas del país profundo.

En el fondo mantienen la continuidad de las herencias pasadas. Que les dan ventajas en el manejo burocrático sin cambiar absolutamente nada, sino el discurso. Ni qué decir de sus ausencias en la crítica. Sus costumbres totalitarias no han cambiado, el miedo a la crítica es una constante de clase que se mantiene latente a lo largo de todos los tiempos.

Lecciones y aprendizajes. Lecciones de fracasos y sangre que también son parte del patrimonio proletario, popular y obrero. Son parte de nuestra historia. Avanzar en las conquistas de derechos no ha sido precisamente una historia lineal, sino todo lo contrario. Ha sido y sigue siendo una historia de derrotas, de traiciones, de confianzas no recíprocas. Lo mismo que en la experiencia de la revolución del 52, que fue destruida y boicoteada desde adentro por estas mismas clases, no se sacó lecciones que eran necesarias para las experiencias posteriores.

La emancipación del proletariado será obra de ellos mismos. Diríamos también, que la emancipación de las naciones oprimidas será obra de sus propios esfuerzos. Confiar y entregar esfuerzos ganados a otros sectores, pues vemos que no es lo más conveniente si es que se requiere avanzar en serio.

Sistematizar experiencias, ganar aun las derrotas, acumular experiencias a pesar de las duras circunstancias históricas. Siguen siendo constantes a lo largo de la historia de las naciones oprimidas, de los proletarios, de los sectores populares. Esas inmensas mayorías siempre confiadas y entregando sus triunfos a otros sectores; que después deben tragarse la bronca del derroche de los triunfos.

Opinión
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Aranceles cavernarios de la era Trump

La elección del emperador Trump, me recuerda a algunas coyunturas de la historia de Bolivia. Errores que se pagan muy caro después: Hitler, Trump, Banzer, etc. A inicios de los años 70 del anterior siglo, cuando el general del pueblo Torres fue vilipendiado y combatido por la izquierda como reformista, porque en sus métodos de manuales escolares mejor había que hacer la revolución sin los reformistas traidores. Poco tiempo después vino la dictadura de Banzer, no vino la revolución.

En 1985, cuando la recuperación de la democracia de la sangrienta y corrupta dictadura, la izquierda le combatió a muerte a Siles, tachándole de reformista. Huelgas, bloqueos de caminos e incluso golpes de Estado. Renunció Siles y vino con tragedia el neoliberalismo. No vino la revolución. Y lo pobres tuvieron que tragarse hambre y miseria, relocalización de mineros a la calle.

Pues esos errores históricos de percepción de la izquierda boliviana, simplemente nos llevaron a la tragedia y muerte. Increíblemente, por el norte del mundo también la sociedad civil está cometiendo esos errores. La crisis y la corrupción del partido demócrata, comprometido con los genocidas de Israel, ha decepcionado a su sociedad y votaron por el desequilibrado mental Trump. Los resultados ya los estamos viendo por el mundo entero.

Trump no cree ni mucho menos en la democracia. Es admirador de dictadores y autócratas. Le gusta la brutalidad de la política, la fuerza bruta y odia los consensos sociales. Pero, pues, muchas veces los desanimados pueblos ante los errores de los gobernantes, eligen a los supuestos salvadores y sólo tienen peores gobernantes que los anteriores.

En ese gusto por la fuerza bruta impone aranceles realmente anti económicos, por todo el mundo, sólo para demostrar quién es el más fuerte en este mundo. No hay razones racionales para justificar aranceles, en este momento de crisis global de la economía. Los economistas más importantes del mundo así lo corroboran; pero Trump no es precisamente un estadista sino un dictador a nombre de su democracia.

Como en el caso boliviano, de algunas coyunturas de su historia, la sociedad civil de los Estados Unidos, ha confundido totalmente entre el enemigo principal y el enemigo secundario. Ciertamente Trump es el enemigo principal, tan peligroso como Hitler y otros dictadores brutales por el mundo. Pero la desesperación económica y social del pueblo norteamericano, la decepción y la vergüenza de sus clases medias por Biden y sus comportamientos genocidas en Gaza, empujaron a la sociedad civil a buscar a alguien que los salve. Ese alguien está demostrando hoy que es más peligroso que Biden.

Muy difícil los aprendizajes de los pueblos a lo largo del mundo. En nuestro caso también hemos pasado dichas experiencias amargas, pues nunca tuvimos revolución como nos prometieron esos dirigentes irresponsables, sino todo lo contrario. Por el norte también se suceden esos acontecimientos amargos. En los Estados Unidos, votaron por Trump incluso migrantes latinos y pobres. Confundidos política e ideológicamente, como en Bolivia, para obtener dictadores oligarcas que pues les expulsarán de aquellos territorios por la fuerza.

Las experiencias mundiales y nacionales nos enseñan, que sólo la toma de consciencia y la organización nos garantizan la recuperación de lo perdido. En Estados Unidos los pueblos marginales, migrantes, pobres, clases medias conscientes, tienen que volver a reorganizar sus organizaciones sociales, sus colectivos y sindicatos. Son tiempos complejos, de reflujo político e ideológico. Pero si no se responde desde las organizaciones, los peligros se acrecientan con tormentos sobre los más débiles y pobres.

El mundo está entrando en una globalización fascistoide, de visiones totalitarias y de retrocesos absolutos en las conquistas sociales que el mundo ha conseguido, en muchos años de luchas y reclamos. Sin embargo, tenemos que reconocer que han sido errores desde la izquierda los que están permitiendo estos retornos de los sectores conservadores. La corrupción generalizada, la ausencia de ética y moral de muchos dirigentes sociales, la ausencia de consciencia con los mismos pobres, pues nos están conduciendo a vuelcos políticos, donde los mismos pueblos eligen a sus verdugos y matones.

Los acontecimientos mundiales dejan mucho que desear. Las imposiciones arancelarias de los brutales de Trump, no respetan fronteras, culturas o nacionalidades. Se trata de una concentración de poder como nunca antes visto, y de una demostración de poder imperial, que sólo pasaron en momentos donde la modernidad o las básicas formas democráticas no existían en el mundo. Sino sólo las formas cuasi cavernarias de imposición por la fuerza, aun sean destruidos pueblos enteros.

Como corolario y telón de fondo, está en entredicho la civilización occidental. Sus herencias democráticas, políticas, intelectuales, científicas, artísticas y éticas, simplemente se ven devaluadas y en profunda crisis frente a todo el mundo. Ojalá, en estos momentos de crisis, sean las mentes más humanas, espiritualmente más solidarias con todo el mundo, los que se impongan en sus instituciones. Sino pues tendremos muerte y sangre a lo largo del mundo.

Opinión
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Bicentenario: sin estrategias de Estado

Al parecer el Estado seguirá nomás siendo un jugador importante en este siglo. Inventado desde la modernidad y el capitalismo por los europeos, allá en el siglo XVI. Después copiado o impuesto en sus distintos moldes y creatividades en distintos lugares del mundo. En nuestro caso, impuesto en 1825 todavía en sus cimientos de los Estados europeos, con las ideas de la ilustración expuestas por Bolívar. Ese Estado inicial, en todo caso, ya nació sin estrategias claras de sobrevivencia, de integración entre distintos y de proyecciones como país.

Estamos entendiendo como estrategias que nuestros objetivos y metas de Nación, no han sido diseñadas ni siquiera a mediano plazo. Prácticamente todo el siglo XIX ha sido un desorden, lleno de golpes de Estado entre ignorantes militares y caudillos civiles, para tener el Estado y robar todo lo necesario. En el XX cambió algo por la revolución de 1952, que permitió a Bolivia al menos entrar al siglo XX, en sentido de modernidad, nacionalización de recursos estratégicos como parte de una estrategia de desarrollo desde el Estado.

Sin embargo, seguimos siendo un país insostenible, desordenado, caótico, corrupto porque no se respeta absolutamente nada y nuestro sistema judicial es el peor de todo el mundo. Pues no hay norma ni ley alguna que se respete, desde las altas cúpulas del Estado y la sociedad. En definitiva, un país sin estrategias de Estado en absolutamente nada.

Por mucho que le pongan perfumes, los escritores del sistema, cosméticos modernos o postmodernos, el país no cuenta con instituciones sólidas, sin tradiciones sostenibles en el largo plazo.

Esa realidad ha producido un país con imaginarios de piratas, es decir de que los más fuertes (en la política y la economía) o maleantes sean los que más aprovechen las circunstancias. No los bolivianos o bolivianas con sentido de país, de patria y Nación, no los bolivianos honestos. Increíblemente, hoy como en 1825 seguimos con los mismos dilemas: Qué país queremos?

Aquí no hay diferencia alguna entre clases altas o bajas. En ambas capas sociales, nos consta, hay maleantes e ignorantes que sólo se aprovechan para sí de las distintas coyunturas. Aunque, de estas terribles circunstancias del desorden pierden siempre los más pobres y marginados. Eso también es una constatación en nuestra desordenada historia.

Necesitamos con suma urgencia, a propósito del Bicentenario, pensar por fin en estrategias de Estado. En los elementos necesarios que nos permitan articular, profesionales y de liderazgos, estrategias conjuntas no sólo para resolver la miseria y pobreza constantes, sino y sobre todo la sostenibilidad del país. Estamos conscientes, a estas alturas del partido, que no podemos más conjugar impunidad y desorden total, con básicas formas de convivencia colectiva en función de normas y leyes que se cumplan; que se respeten en el largo aliento de la sostenibilidad.

El mundo y países incluso de nuestra región, ya están en esa tarea monumental de reordenar sus Estados hacia el siglo XXI y los desafíos que eso conlleva. Nosotros nos movemos en la mediocridad total, quizás inconsciente, de la lentitud, de la burocracia tercermundista en los papeleos al infinito, del mal trato al ciudadano cotidiano, de la impunidad patrimonialista destruyendo todo tejido institucional del Estado. En definitiva, en las cavernas mentales sin siquiera considerar algo de modernidad (en sentido mental).

Pues que el Bicentenario no sea sólo la pugna entre quiénes están de acuerdo en sus festejos; y quiénes no están de acuerdo, sino en cómo dibujamos por fin un país real y para todos. Más allá de las trifulcas típicamente bolivianas, pensemos en la posibilidad de consensos sociales, para lanzarnos a unos 50 años por delante; pero sostenible y con políticas de Estado en todos los campos posibles de nuestros desafíos.

Las resistencias a los cambios siempre han devenido de grupos, desde la colonia, que no desean mover sus intereses, que no desean perder sus privilegios ganados en medio de las circunstancias de injusticias. O de grupos corporativos que no quieren Estado, sino republiquetas al margen del Estado para seguir delinquiendo. Son experiencias de estos dos siglos. En definitiva, grupos o castas al margen de la ley.

Necesitamos con urgencia un país sostenible, con estrategias de Estado, manejado por las mejores personas y mentes de nuestra Patria. Los discursos y la ideología no son suficientes para ordenar y gestionar un país. El desorden y la impunidad de la ausencia de instituciones y leyes, nos retroceden a las cavernas de la miseria y la pobreza. Condenando a las nuevas generaciones a la politiquería callejera, ignorante y brutal, donde el más maleante y pendejo se adueña de las circunstancias y las coyunturas políticas.

Ojalá el Bicentenario sea una pequeña oportunidad más, para tomar consciencia de nuevos consensos sociales, con nueva gente, y dibujar por fin un país sostenible, por fin soberano, por fin al menos con Estado moderno. Por fin con estrategias de Estado. En fin, en fin.

Opinión
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La pobreza como ingrediente político

Recuerdo bien todavía de alumno en un colegio de curas, cuando los teólogos de la Liberación allá en los años 70 y 80, romantizaban la pobreza con los argumentos de que también se era feliz. Ejemplos varios, incluso de la vida de Jesús como un hombre feliz en medio de la pobreza y la miseria. Los ambientes de la cooperación en aquellos años, tenían los mismos tufos románticos con mezcla de ideología de izquierda. Pues ser pobre era de por sí tener carnet de militancia en la felicidad, como en la lucha contra el sistema y además tener ganado el cielo de por sí.

Hay pobres para todo gusto, y para todos en la política. Porque los pobres sobran en sociedades del tercer mundo. Producto de los modelos económicos que no tienen capacidad de solución; pero que utilizan muy bien a los pobres en sus intereses sectarios. De hecho, los pobres son los que dan su propia vida en las calles, en las balaceras de los distintos gobiernos y signos ideológicos.

Lamentablemente esas visiones románticas sobre la pobreza, más que ayudar a resolver los indignos problemas de la pobreza, sólo encubren inconscientemente las terribles injusticias cotidianas del sistema, que tienen lógicas perversas y totalmente crueles.

La pobreza no es romántica. Es injusta porque es producto de un sistema concreto injusto. La privación de todos los elementales derechos, desde la comida, cotidianamente pues no tiene nada que ver con visiones románticas. Precisamente ante la ausencia de soluciones, de todos los temas estructurales para millones de habitantes, han producido revoluciones y revueltas violentas por todo el mundo. Y si el sistema no entiende de estos elementales derechos, seguiremos teniendo revoluciones y revueltas en todo el mundo.

Por lo visto, en las actuales circunstancias del mundo cuando las élites del norte siguen ciegas ante estos temas, simplemente están sembrando otros procesos sociales violentos. Los ricos, que son productos anti éticos desde siempre, no están comprendiendo las dimensiones de la vida humana. Esa ceguera es también parte de la violencia del sistema en contra de los pobres y marginados.

Volviendo allá a los años 70 y 80, teníamos la mezcla ideológica de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina, y que las condiciones subjetivas estaban siempre en favor de los pobres. Simplemente había que esperar el momento adecuado e ideal. El telón de fondo: la romantización de la pobreza. Para entrar al cielo mejor era ser pobre. Para hacer la revolución mejor era ser pobre, de por sí estaba la presencia de la consciencia revolucionaria.

Los años y la experiencia no han sido muy benignas con el mundo pobre. Si bien hemos tenido avances interesantes, no se han resuelto de manera estructural nuestros problemas económicos. Las políticas de moda, desde las modas ideológicas no son sostenibles. Son parches momentáneos que sólo dan un respiro de algunos años; pero las raíces de la pobreza siguen nomás presentes.

La pobreza es ausencia total de oportunidades. Desde las estructurales como son vivienda, educación, salud y trabajo, hasta las cotidianas en la alimentación, recreación y posibilidades de soñar en una vida mejor. Esa mezcla compleja de todas las ausencias, moldea una manera de ver la vida en millones de seres humanos. Seres humanos al margen de toda posibilidad de ser parte de los sueños de una Nación, de un colectivo o de una comunidad.

No creo que se pueda ser feliz en medio de semejantes carencias. Indignas carencias que pueden ser resueltas, considerando las capacidades de los gobernantes, su formación ética, y su consciencia real de la situación social. Ya sabemos que los discursos no son reales, sino instrumentos de encubrimiento de las mentiras y engaños políticos.

Las fiestas y el folklor son maneras de disimular tragedias cotidianas, cuando las necesidades estructurales no están resueltas. Son momentos de oasis interesantes nada más. A pesar de su magnificencia y belleza, desde lo estético, las fiestas son desahogos momentáneos ante la pobreza y la miseria generalizada.

Es también cierto que la pobreza contempla ingredientes colaterales preocupantes. La ignorancia, la delincuencia, la ausencia de valores básicos, y por supuesto la violencia como potencialidad en la sociedad. Circunstancias terribles que pueden desencadenar reacciones incontrolables, de factores totalitarios como la policía o sectores reaccionarios de capas sociales pudientes.

En suma, la pobreza y miseria no son para nada situaciones románticas. Errores de percepción que se propagaron en las iglesias, sean católicas o no, allá en los años 70 y 80. Como en sectores de la izquierda boliviana incrustada en la cooperación internacional.

En suma, la pobreza y miseria de nuestro país: mental y económica, debería alertarnos con más rigurosidad para pensar y repensar soluciones sostenibles, reales, posibles en el tiempo, para construir un país más justo. Donde en la medida de lo posible, todos tengamos oportunidades para desarrollar nuestros espíritus de crear, de soñar y de aportar a los demás más riqueza material. Porque la pobreza no es una situación romántica, sino todo lo contrario.

Opinión
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Bolivia ante el nuevo escenario mundial

Ante la poca visión estratégica de la derecha y la izquierda, porque son hermanos gemelos en el fondo, tenemos que remontarnos a quiénes sí piensan el país desde nuestros propios intereses: el cuidar nuestros recursos naturales, desde la fortaleza de sus recursos humanos hoy totalmente abandonados y descuidados por nuestras instituciones. Vivimos momentos cruciales y probablemente de profundas restauraciones imperiales señoriales, que nos pilla en momentos totalmente sin estrategias de defensa o sobrevivencia.

No hay tiempo para lamentos o seudo análisis de coyunturas trasnochadas, que algunos pensantes de la izquierda oligárquica están haciendo. Siempre en sus sueños tontos (desde sus comodidades burocráticas) de que vendrán tiempos mejores. Sucede que los tiempos ya nos han superado y pisado, sin que estos trasnochados hayan hecho algo por el pueblo y las masas.

Sólo nos queda, en las bases, seguir fortaleciendo nuestras organizaciones, que son la garantía ante todos los tiempos de la historia, sean estos buenos y malos. Esa es la experiencia que nos queda ante los engaños y burocracias oportunistas de siempre. Sabemos que al final la vida depende de nosotros mismos, desde hace siglos.

Los poderes mundiales se están reorganizando para contra atacar. Quieren desmontar toda posibilidad de pensar distinto, de luchar por la justicia social y los derechos humanos más básicos. Las oligarquías del norte no están disimulando en esas tropelías, lo están afirmando en todos los medios de comunicación. Pues, como en otros tiempos oscuros requerimos estar atentos y con nuestras organizaciones en pie de defensa.

Mientras los poderes del norte se ponen de acuerdo en sus intereses globales, en Bolivia nos encontramos en guerras intestinas, cavernarias, sectarias, caudillistas, ignorantes totalmente respecto de nuestros propios intereses. Demostrando abiertamente nuestras pobrezas mentales, espirituales y dirigenciales. Somos nomás como nos dicen desde los centros del poder: periferia de la periferia tercermundista.

Pero tenemos la urgente necesidad, al menos desde los instintos de sobrevivencia, de pensar nuestros destinos colectivos. Seguimos en los desafíos de hacer mejor la vida de los bolivianos, que seguimos sin oportunidades laborales, sin oportunidades de negocios dignos, sólo estamos con negocios de pobreza y sobrevivencia económica, llamada informalidad.

Vivimos de fracasos en fracasos, los pobres y los marginados son lo más constante en nuestra historia. Si algo se avanza gracias a los pobres de nuestra sociedad, retrocedemos con más fuerza por la inconsciencia de los dirigentes. No podemos seguir con ese ritmo impune de no avanzar y seguir siendo el furgón de cola de todos los países del mundo.

Ya es tonto y estúpido echar la culpa de nuestros errores internos al imperio. Aquellos que están en esas visiones escolares y de manual universitario del siglo XX, son los más peligrosos para el país. Si bien los temas externos son importantes, y siempre lo serán, nuestros problemas internos son lo más importante. No podemos articular hasta estos tiempos, estrategias de Estado realmente propias, genuinas, bolivianas. Dependemos de los vientos que soplan en el exterior, como si eso fuera el sentido de nuestra existencia. El sentido de nuestra existencia somos nosotros mismos.

Las excusas tontas de que todos los males se deben al imperio, son excusas de inutilidad y falta de capacidad de nuestras propias fuerzas. Lo que nos enseña la experiencia de estos últimos años, es que tenemos que depender de lo mejor de nuestros recursos humanos. Los que no tienen formación técnica o profesional, simplemente no tienen idea de los complejos temas de gestión en nuestras instituciones. Y pues los resultados que tenemos en general son catastróficos, corruptos, y destructivos de nuestras instituciones.

El azar, la magia, el cobijarse en colectivos sindicales no son suficientes cuando se trata de gestiones complejas institucionales. Eso requiere de tratamientos científicos, profesionales y demasiado responsables: ética y técnicamente. Requiere del trabajo en equipo de gente altamente entrenada, con capacidades extremas de manejos en gestiones de Estado o gestiones privadas. Para nada es suficiente sólo el discurso revolucionario o comprometido, cuando de gestiones se trata, cuando de manejos de la economía de todos se trata.

En definitiva, mirar el país profundo tiene que ver con mirar inclusivamente a todas las clases sociales, como a todas las naciones que habitamos este territorio. Pero desde la mirada de inclusión económica, no sólo discursiva y politiquera. Porque no podemos romantizar la pobreza, como hacen ciertos sectores acomodados o burocráticos del Estado. La pobreza es mala en sí misma, y cruel en la sobrevivencia cotidiana.

En definitiva, los actuales acontecimientos mundiales nos encuentran en una situación preocupante por lo menos. Sin definiciones estratégicas, sin miradas coherentes para los desafíos mundiales. Sin equipos bolivianos de alta competencia en todos los campos posibles, necesarios para cuidar nuestros intereses. Somos campeones para pelearnos y hundirnos entre nosotros mismos, en el mundo de la inmunda burocracia tercermundista.

Los nuevos escenarios de la coyuntura mundial, serán un examen más para la sobrevivencia de nuestro país. Que por ahora sigue siendo de sobrevivencia pobre y miserable, periférica y sin posibilidades de expresarnos desde lo económico o político. Veremos si lo más patriótico sale a relucir estos años, porque necesitamos con urgencia ordenar nuestra patria, nuestra nación por el bien de todos, y de las generaciones venideras.

Opinión
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El emperador Trump inicia el declive del imperio

Toda la parafernalia y propaganda mundial de los medios de incomunicación, muestran al emperador como el salvador del sistema. Ni el derrumbe del muro de Berlín ha sido tan sonado y preocupante para el mundo. El retroceso del mundo es evidente, en derechos humanos, en derechos sociales, en conquistas mundiales de solidaridad y reciprocidad internacional. Definitivamente son momentos de retroceso en todo el sentido de la expresión.

Avances de la ultraderecha por todas partes, como resultados de profundos errores económicos, éticos y morales de las llamadas izquierdas. Sean éstas liberales o radicales. Hoy estamos nomás en coyunturas de restauración colonial y señorial, la política simplemente es un instrumento al servicio de lo señorial colonial.

Su majestad Donald Trump quiere un retorno al pasado, mentalidad incluida. Por él sería incluso prudente regresar al esclavismo. Pero hay cosas que no podrá, aun su enorme poder militar y económico. El mundo ha cambiado estos últimos treinta años, con poderes que han crecido poniendo un equilibrio al poder unipolar. China, India, Brasil y otros países tienen el poder de influir en las últimas decisiones mundiales.

Por lo que vemos serán nomás años de tremendos problemas mundiales. Este retroceso afectará sobre todo, como siempre, a los más pobres del mundo. Eso supone, por otro lado, el fortalecimiento de radicalismos ideológicos, pues son excusas para los otros extremos. De todo eso el mundo tiene sobrada experiencia.

Decíamos que el mundo ha cambiado. Por lo que a su majestad Trump no le será tan fácil domesticar al mundo, arrodillarlo para favorecer a sus huestes norteamericanas. Intentará, como lo está haciendo, meter miedo por todo el mundo. Al parecer lo ha logrado con algunas regiones, como Europa, que son dóciles y sirvientes de esas políticas norteamericanas. Los chantajes están en la mesa y veremos hasta dónde aguantan los señoriales de Europa.

La historia nos ha enseñado que la resistencia a estas locuras, tienen sus secretos que se deben fortalecer. Organizarnos, estudiar muy bien los fenómenos políticos e ideológicos, ser constantes en la organización y fortalecimiento de las movilizaciones. Sin esas condiciones subjetivas simplemente seremos derrotados por la actual restauración señorial colonial.

Las cualidades de los pueblos dependen de sus propias raíces culturales, sociales y políticas colectivas, para contrarrestar arremetidas poderosas y despiadadas. Hoy las oligarquías financieras y tecnológicas tienen herramientas de domesticación muy poderosas: medios de incomunicación, redes sociales, y demás posibilidades robóticas que están a su disposición y están utilizando para sus fines bestiales del mercado total.

Lamentablemente en Bolivia no estamos en condiciones subjetivas positivas, para contrarrestas esta restauración mundial. Estamos fracturados y divididos por todos lados, por lo que posiblemente seamos una presa muy fácil para los sirvientes de la restauración imperial. Para los imitadores baratos y payasos de los Milei o los Trump, que por supuesto aprovecharán con todo esta coyuntura a su favor.

En las estrategias de resistencia, acudamos a fortalecer nuestras experiencias pasadas; pero con ganancias precisamente de la experiencia. Que sea también una excusa para la crítica interna, esa que en serio nos permita corregir los terribles errores cometidos en estos años. Errores que han sido sumatoria mundial para todo lo que está sucediendo hoy en día. Consideremos que esta tragedia sólo golpea a los más hambrientos, a los marginados de siempre de las historias de nuestros países.

Si algo aprendemos, como pueblos y colectivos, de la experiencia y la historia pues debilitaremos al imperio y sus portadores. Así, será el declive por fin de los imperiales para dar lugar a un mundo algo más humano, algo más democrático y justo. Los pueblos considerados bárbaros y salvajes, por quiénes están allá en los salones del poder imperial, seremos dueños de nuestros destinos si es que aprendemos de nuestras derrotas. Y no habrá muro alguno para detener el curso de la historia por la conquista de la justicia.

Cierto que muchos dirigentes del llamado tercer mundo no están a la altura de las circunstancias. Eso lo vemos en nuestro propio país. Miopes y torpes, hasta insolentes y estúpidos, ni siquiera conocen lo que sucede más allá de sus narices. Esa torpeza destructiva sólo nos debilita como país y nación, frente a corrientes poderosas que tienen todo a su favor.

La resurrección de los imperios, de sus reyes impunes, de oligarquías tecnológicas con capacidades de dominio impresionantes, son los desafíos que tenemos que afrontar como pueblos y naciones. Aquellos imperios del siglo XVI o XIX, son una caricatura frente a los que hoy levantan cabeza, gracias a artefactos sofisticados como las armas de destrucción masiva, que tienen como telón de fondo a todas las ciencias de punta que sólo ellos manejan sus secretos. Ese es el grado de peligrosidad de los imperios actuales, que asumen reinados ante los fracasos de los demás sistemas políticos.

Sólo nuestras organizaciones de base, sociales y colectivas, si es que toman consciencia de estas nuevas coyunturas, nos permitirán resistir como Naciones y Nación. Eso es dotarnos de las mejores estrategias de Estado para defender lo nuestro, con los mejores profesionales, técnicos y totalmente conscientes de las situaciones actuales. Lo contrario, pues continuaremos nomás de pobres, miserables, tercermundistas y capos para bloquearnos entre nosotros mismos. En fin.

                                                                                       La Paz, 21 de enero de 2025

 

 

 

Opinión
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¿Educación o mano dura?

Cotidianamente, en nuestras calles de nuestras ciudades, es muy común lamentablemente ver actitudes ignorantes y violentas de todas las clases sociales. Por ejemplo todos se pasan la luz roja de los semáforos, pues el peatón en Bolivia es ilusión óptica. Si reclamas te gritan y te insultan. Me consta muchas veces ver a las clases altas y sus lindos autos, infringir la ley todos los días. También a las clases populares. Somos el reino de la ignorancia y el desprecio a las normas y los valores universales.

Y no es problema de títulos universitarios, pues cuantos más titulados más ignorantes hay. De los abogados es el ejemplo más claro: no hay justicia en Bolivia. Así sucesivamente. Es decir, no hay ejemplos de bien en Bolivia. Desde las altas autoridades, hasta el último pinche ciudadano todos nos saltamos las normas y las leyes como si eso fuera normal.

Los ejemplos en Bolivia son los más maleantes, los más pendejos, precisamente aquellos que se saltan las normas y los valores humanos. Esos son los mejores dirigentes, los mejores líderes y los mejores escritores incluso. Al parecer Bolivia no es país para los justos, para los correctos, para quienes quieren que se respeten la ley y las normas. Las lógicas institucionales se han volcado a favorecer a los más maleantes de la sociedad.

En América Latina hay ejemplos, como en El Salvador, donde el presidente Bukele ha logrado ordenar su país; pero a costa de la fuerza bruta: policía y ejército. Es cierto que ha reducido considerablemente la delincuencia. Como es cierto que el negocio del turismo se ha restablecido. En el mundo hay ejemplo donde la pena de muerte ha frenado en algo la corrupción y la delincuencia, por ejemplo en China o Singapur. En Bolivia quizás sea hora de balancear también ese tipo de medidas.

Sin embargo, tenemos que apostar por los procesos educativos de alto nivel, o de alta calidad. De eso sí hay ejemplos por todo el mundo, donde los resultados han sido más satisfactorios, sean en países ricos o pobres. Apostar por los procesos donde los tejidos sociales, sean parte de las soluciones es  más productivo como colectivo. De hecho lo educativo tiene mucho que ver con los tejidos sociales.

Pero nuestros sistemas educativos tampoco están bien. Con excepciones, en general nuestros procesos educativos rayan con la inmensa mediocridad. De competitividad es imposible hablar, simplemente no somos competitivos educativamente. Es una materia pendiente lograr sistemas educativos competitivos, sean estos rurales o urbanos.

Tomar consciencia que estamos en coyunturas destructivas, políticamente también, ya sería un buen avance. Desde nuestros barrios, donde se respira ese ambiente insano y corrupto de desánimo generalizado, sin certidumbre sobre nuestro presente y futuro, además donde todos nos saltamos las normas y las leyes, todos los días, para seguir destruyendo nuestros propios tejidos sociales. Y soñar pues no cuesta nada para cambiar estas terribles realidades. Tenemos que actuar, no sólo soñar. Tenemos que ser capaces de partir de algún lugar, para frenar esta hecatombe mental del desánimo generalizado, donde los maleantes, ignorantes y pendejos hacen de las suyas para delinquir en instituciones, en barrios, en las calles, en la sociedad cotidiana sin que nadie haga algo al respecto.

Estamos en el año del Bicentenario. Como nos sucede casi siempre, nos gusta desahogarnos en temas grandilocuentes, porque pensar en el desastre de lo cotidiano donde nos encontramos nos pone mal. Nos pone sin certezas ni futuro posible. Nos lleva al desánimo generalizado y realista.

La razón mínima, el raciocinio básico nos exige que tenemos que resolver nuestros problemas, desde los ámbitos más pequeños, hasta los más grandes y complejos. Que no podemos depender siempre del engaño y embuste de los ignorantes, o gente que realmente no sirve para la conducción de la sociedad. Porque simplemente es dañino y peligroso para todos.

Es que los bolivianos también estamos buscando mano dura o algún dictador para resolver nuestros problemas? Que el terrible desorden cotidiano, la ausencia de liderazgos sanos éticamente en la sociedad, la ausencia de valores y sentido común, nos está llevando a solicitar algún dictador violento? Espero realmente que no. La sensatez tiene que conducirnos a tomar caminos más de consensos colectivos, es decir democráticos. Aun eso sea aprovechado por los más maleantes, pendejos y destructivos.

Apostar hoy por hoy, por gente sana y democrática es casi un sueño. Los hay por supuesto. Pero en la contaminación brutal de lo corrupto, politiquero, insano, lleno de maleantes y pendejos por todos lados, pues en muy complicado ejercer valores en el ambiente actual. Y no sólo es en Bolivia, sino por todo el mundo.

En todo caso es mejor y más humano desde los valores supremos del servicio, del bien común, de la patria profunda, apostar desde las personas que sean patriotas y dispuestas a las actitudes democráticas de construcción colectiva. A pesar de que eso es cuesta arriba y muchas veces muy lento en los cambios profundos. Pero vale la pena, porque eso es utopía profunda. A pesar de la fuerza de lo maleante, corrupto, ignorante y urgencia de lo politiquero pendejo.

Opinión
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