Blog de Max Raúl Murillo Mendoza

Los doctorcitos de Harvard quieren salvar Bolivia

Como si no tuviéramos experiencia en nuestra historia casi reciente, donde gobernaron en el llamado neoliberalismo, muchos profesionales de Harvard, Columbia, etc. Lo resultados fueron un rotundo fracaso. Pues, incluso gente estudiosa de esos centros, importantes por cierto, no han podido gestionar nuestros problemas estructurales. El mismo fracasado político Tuto Quiroga, es uno de ellos. Y pues no le achunta una en este país.

El problema de fondo es el desconocimiento que siguen teniendo, dichos estudiosos, de nuestras realidades. Una cosa es la academia y los libros; otra totalmente distinta es la cuestión práctica en Bolivia. Una cosa es saber lindas teorías de Estado; otra cosa en con charango: estar en una de las oficinas de nuestra burocracia.

Los estudiosos de esos centros importantes, a nivel mundial incluso, no conocen a profundidad nuestras lógicas culturales, costumbres, vicios, traumas, reciprocidades y otros temas que tienen que ver con cargas mentales. Todo eso no están en las bonitas teorías librescas, que además siempre quieren aplicar como recetas.

Hoy, en estas coyunturas brutalmente politizadas, vemos a estos doctorcitos de Harvard en sus campañas con gente de pollera, o con gente de ponchos y ojotas, como si la presencia de algunas personas de la Bolivia rural, resolvieran sus ausencias de conocimientos de nuestras realidades. Esta bien la foto; pero pues si el ridículo de sus ignorancias no se ataca de raíz, los doctorcitos de Harvard seguirán nomas aplazándose en la materia Bolivia.

Escuchando lo que dicen, no dicen nada. Son los mismos cánticos modernistas que se escuchaban en la época del neoliberalismo. Algunos imitadores de Milei o Trump, hacen totalmente el ridículo. Bolivia no está para esas medidas sangrientas, precisamente por el tipo de realidades que somos. Además, Bolivia ha cambiado en estos últimos años y el mundo rural es otro. Todavía más rebelde que antes.

Por supuesto que los bolivianos no podemos cerrar los ojos ante nuestras tragedias. La galopante corrupción, la desestructuración institucional, la ausencia de políticas de Estado, el fracaso económico tiene que ponernos en guardia desde los conocimientos, no sólo de los libros sino desde nuestras experiencias regionales. La ausencia de oportunidades para los jóvenes, son insumos para repensar Bolivia, para repensar en qué hemos fracasado y por qué.

Sería interesante que nuestras propias universidades puedan ser espacios de reflexión e intercambio de teorías. Porque la experiencia nos señala que depender de espacios tan alejados y distintos en todo, como Harvard, está bien para la anécdota, no para los compromisos reales de la Bolivia real y profunda. Apostar por nosotros mismos siguen siendo los desafíos de los bolivianos, de todas las generaciones. Aunque para ello debamos apostar mejor en todo, pues en Bolivia los desafíos cuestan veinte veces más que en otras realidades. A pesar del sufrimiento, vale la pena seguir apostando por lo nuestro.

Existen experiencias por el mundo, como en Corea del Sur, Singapur, donde las universidades se pusieron las pilas junto a las construcciones de Estado de aquellos países, para aportar a fondo en todos los campos posibles. No hay mucho que inventar por el mundo sino aprender de otras realidades y adaptar a nuestras realidades.

En Bolivia tenemos talento suficiente. Pero el bloqueo de la politiquería y el poder de los analfabetos politiqueros en las universidades, no dejan fluir a tanto talento que perdemos. Al final, Bolivia es uno de los países que más talento expulsa a todo el mundo. Aquí no se puede pensar en serio, sino bajo las fauces de la politiqueria y la ausencia de instituciones, lleno de caudillos cavernarios y totalmente contrarios a las ideas y las ciencias.

A pesar de esa evidencia, tenemos que seguir insistiendo en construir espacios de pensamiento, de investigaciones sobre nuestras necesidades y realidades actuales. A pesar de las tragedias actuales, la terquedad de crear instituciones en serio debe seguir alimentando nuestras ganas de construir Bolivia.

No está mal que los doctorcitos de Harvard se sumen a los esfuerzos nacionales, porque tienen que aprender aspectos importantes, que no están en los libros sino en la experiencia de nuestras realidades. La información ayuda de sobre manera; pero también las experiencias y la información que fluye desde siempre en las cicatrices de los fracasos, en las miradas de las historias todavía no sistematizadas y contadas. En las economías que no son occidentales, de reciprocidades, de sobrevivencias fuera de los sistemas impuestos desde afuera. En fin, en fin.

Sumemos fuerzas desde distintos lugares y espacios de investigación. Sin los tufos imperiales y coloniales, que pues no le hacen bien ni a las ciencias. Eso nos dice la experiencia. De hecho, eso mismo está sufriendo el mismo occidente, con sus enfermedades mentales y soberbias congénitas, destruyéndose a sí mismo. En fin.

A estas alturas de la historia, occidente ya nada tiene que enseñar al mundo. Sino aprender de otras experiencias, éstas aun sean producto del sometimiento y la destrucción imperial. Es la recomendación de la experiencia de la historia.

Opinión
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El fantasma del Fascismo por el mundo

Los errores terribles e imperdonables de la izquierda, sobre todo de sus líderes que no estuvieron a la altura histórica de las circunstancias, en América Latina, simplemente tiende la alfombra roja a la ultraderecha fascista. Por todos lados, la corrupción y la incompetencia, ni qué decir la falta de compromiso ideológico y político con sus pueblos, se están arrinconando a la periferia de las derrotas. Dejando, por supuesto, a los sectores desamparados a su suerte, a la suerte de las fauces fascistas.

En Europa y el norte del continente americano, ya es una realidad aquel fascismo que el mundo ingenuamente creía que era historia. Hoy, ese fascismo de Hitler o Mussolini, otra vez son parte de las realidades del norte.

Pero qué es lo preocupante de esta realidad? La pérdida total de derechos sociales y económicos. La pérdida total de los avances sociales que le costaron al mundo enormes sacrificios, de muchos años e incluso de sangre. Las tendencias de estos sectores conservadores y cavernarios, son muy claros. Son sectores que sólo respiran odio y resentimiento contra organizaciones sociales, contra pensamientos liberales o progresistas. Sectores que odian a los migrantes y distintos culturalmente.

Por nuestros territorios, además tenemos que añadir la ausencia de crítica y debates internos, que hayan posibilitado corregir o encausar proyectos sociales de mejor manera. La enfermedad del caudillismo tercermundista, ayuda a destruir a las organizaciones sociales. Eso lo vemos con claridad en nuestro país. Caudillismos que sólo postergan toda posibilidad de democracia participativa, real, de renovaciones en las ideas y los liderazgos.
Como vamos por el mundo, el capitalismo salvaje está triunfando, con ayuda de la misma izquierda. La esclavización de la humanidad está en proceso, pues las tecnologías de la información se prestan a ese ingrato servicio de los poderosos. Ya intentaron durante el covid paralizar y esclavizar al mundo entero; hoy saben que eso es posible y están en serio proceso de esclavización del mundo. No es ciencia ficción, es ya una realidad palpable para lo cual requieren gobiernos totalitarios y coloniales.

La otra evidencia mundial de que el capitalismo salvaje hace la vida imposible por todo el mundo: los precios de la vivienda, de los alimentos y de la cultura o los estudios, están por las nubes. Ya no es posible acceder a esos servicios que deberían ser derechos básicos; ahora son un lujo por todo el mundo. Unos demasiado pocos, se están enriqueciendo a costa de las inmensas mayorías mundiales.

El capitalismo salvaje es el actual sistema imperante. Quiénes todavía son ingenuos, o son parte del sistema por intereses personales, simplemente están alimentando la destrucción mundial de los ecosistemas. Son cómplices de la destrucción de los derechos sociales y económicos en todo el mundo. Ese capitalismo salvaje que se alimenta de las guerras y el narcotráfico, ante la imposibilidad de lo legítimo como las industrias. Capitalismo salvaje en manos de banqueros y financistas oscuros, que tienen el control del mundo y están encima de los Estados.

Nos queda claro, a los sectores conscientes y todavía rebeldes en sentido de defender los pocos derechos de los sectores vulnerables, que no podemos dejar semejante impunidad mundial en contra de la humanidad. Los errores cometidos nos han conducido a este callejón fascista que se alimenta de esos errores. La decepción de los pueblos sólo les conduce a la tragedia, como en los Estados Unidos. Pensaron, en USA, que votando por un ignorante comerciante resolverían los brutales errores de los demócratas. Pues, lo que tienen hoy como presidente es un fascista peligroso, racista y dispuesto a restaurar el poder blanco anglosajón de los siglos piratas XVII y XVIII.

Hay que resucitar los grupos de reflexión teóricas e intelectuales, donde sea posible. Otra vez repensar nuestras realidades. Los pensamientos alternativos y de resistencia al capitalismo salvaje y sus vasallos trumpistas tercermundistas, son las prioridades de estos momentos convulsos y fascistoides.

El Vivir Bien es una alternativa al capitalismo. Desde Bolivia podemos aportar al mundo con el pensamiento del Vivir Bien. La destrucción mundial en curso requiere de un cambio profundo en las mentalidades, de todas las sociedades y culturas del mundo. El consumo extremo como impone el capitalismo salvaje, sólo nos conduce a la destrucción de todos los complejos de los hábitat animales, vegetales y humanos. Los Trump y sus vasallos tercermundistas, son mentalidades enfermas y destructivas.

El Vivir Bien puede ser una alternativa a todo ese sistema destructivo del consumo infinito, es decir de la destrucción sistemática del planeta tierra. Pero, pues, ni siquiera en Bolivia somos conscientes de esa destrucción. Nuestras autoridades son tan ignorantes como Trump, o son nomás vasallos de esa destrucción ideológica de la humanidad.

Estamos en la encrucijada más peligrosa de toda la historia. Ya no son sostenibles ni sinceras las defensas del capitalismo, a nombre de que no hay otro sistema. A estas alturas ya es incluso tonto pensar de esas maneras, ante las evidencias científicas y abrumadoras de la destrucción mundial. Las obscenas e insultantes acumulaciones de riqueza en manos de unos pocos mega millonarios, es nomás la degradación humana en lo más antihumano y egoísta destructiva.

Opinión
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¿Qué son los valores humanos?

Los valores humanos son principios, creencias, convicciones en la justicia, en la rectitud ética, respecto de las sociedades y sus funcionales formas de desenvolverse en el tiempo. Fundamentalmente son principios desde los cuáles se diferencian lo bueno de lo malo; lo cruel de la rectitud en la justicia. En ejemplos de personas, para resumir el relato, que han sido portadores de principios en valores humanos, están Pepe Mujica o Mandela. Contrariamente, podemos poner ejemplos de personas que no tienen principios o valores humanos, como Trump o Hitler.

Por supuesto que muchos revolucionarios en la historia, demostraron en el siglo XX ser como portadores de esos valores humanos. Por ejemplo el Ché Guevara. O curas que comulgaron con el ejemplo de sus propias vidas, hasta entregar sus vidas mismas, como Luís Espinal. Raras especies de seres, que habiendo interiorizado los valores humanos, decidieron optar en la vida por los demás aun a costa de sus vidas.

Los valores humanos, invisibles, abstractos, tablas de funcionamiento importantes desde la aparición del homo sapiens en la tierra, siguen siendo los temas fundamentales para salvar al humano en todas las culturas del mundo. Para salvar a la especie humana de la crueldad, de las matanzas, de los genocidios, de la impunidad humana en los más poderosos del sistema.

Pero los valores humanos más importantes, son aquellos que tienen que ver con la construcción de un mundo mejor. Aquellos que son guardianes de la herencia mundial, colectiva e individual, en los derechos humanos y todos los derechos consagrados en el Vivir Bien, como alternativa a la destrucción capitalista. A esa destrucción de los ríos, de los cerros, de las montañas, de los valles, de las selvas. Destrucción sólo por la codicia económica y financiera, ya sin sentido alguno.

Los valores humanos para no rendirse ante el sistema destructivo. Sistema que sólo quiere humanos esclavos, consumistas, cómplices cotidianos del sistema en su destrucción sistemática de toda forma de vida en la tierra. Adornado por discursos civilizados y educados, señuelos de espejitos brillantes como en el siglo XVI que engañan para luego esclavizar sobre todo a los más jóvenes, a los más débiles ante el sistema.

Es cierto que los valores humanos están en crisis por todo el mundo. El pragmatismo politiquero ha destruido casi por completo la ética, el sentido común del cuidado colectivo de las instituciones y todo lo demás. Dirigentes indígenas han demostrado ser más corruptos que los anteriores oligarcas de cuello blanco. Pues, eso de las reservas morales sólo ha sido un espejismo engañoso, discursivo y peligroso. Los humanos al final están hechos del mismo barro. Somos testigos también del show gringo por el norte del mundo. Donde el festín de los más corruptos del planeta está en pleno auge. Guerras por negocios turbios, ventas de armas por sobre los cadáveres de niños y ancianos, venta de todo lo que sea naturaleza en nombre del capitalismo y extractivismo más primitivo posible, justificado y teorizado por los más aberrantes profesionales mercenarios del sistema.

Precisamente esa destrucción del planeta, tiene que dar alas a la humanidad para tomar consciencia de lo que está sucediendo. Por donde se vea, el sistema capitalista es insostenible y destructivo. Decir lo contrario es simplemente un engaño cibernético. Los economistas trumpistas tercermundistas, realmente lacayos como nunca antes, son peligrosos. Sus patrones en el norte demuestran en vivo y directo lo que realmente son, lo que realmente es el sistema y sus correlatos por el sur del mundo.

Todo ese desastre mundial, junto a cómplices socialistas que se han corrompido en nombre del pueblo y del socialismo, son sumas del sistema. En Bolivia también los tenemos, todavía se pasean por nuestras calles como si nada hubiera pasado. Desastre mundial que debe ser parado y combatido, porque los valores humanos y verdaderamente revolucionarios, alternativos, del Vivir Bien, tienen que tener sentido como nunca antes.

También es evidente que el sistema capitalista es muy fuerte. Sus tentáculos son poderosos y sus ramificaciones no tiene límites e ideología. Corrompe todo lo que encuentra, como hemos visto en Bolivia. Y vemos a diario. El sistema capitalista no tienen religión, porque él mismo es una religión.

Pero en estas coyunturas brutales, imperiales y coloniales, se trata se salvar al mundo. Ya no se trata sólo de combatir a unos secuaces trumpistas tontos e ingenuos del tercer mundo, sino se trata del planeta tierra. Se trata de salvar nuestra casa común y única por ahora en todo el universo. Ya no es ciencia ficción: el capitalismo salvaje está destruyendo el planeta tierra. Y que los ecologistas gringos no sepan qué hacer por el norte es otra cosa.

Pues, los valores humanos, éticos, de lucha por la justicia y la restauración de la tierra como la casa común, es ahora una necesidad imperiosa. Se trata de la sobrevivencia de todas las culturas, herencia de los ancestros por todo el mundo. De hecho, ser revolucionario tiene que ser en estas coyunturas ser ecologista revolucionario; pero también ecologista social en contra de la corrupción y la lacra de la impunidad como comportamiento social.

Opinión
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Hacia el multipolarismo justo

En un mundo destruido respecto de las instituciones herederas del siglo XX, como de aquellas que se crearon en la era de la globalización, al parecer se camina hacia nuevas estructuras multipolares o multilaterales. Con claridad la globalización fue el escenario para que países distintos, sobre todo de Asia, se pongan las pilas competitivas en lo económico y científico tecnológico. Fenómeno que ahora no aceptan las potencias tradicionales, como los Estados Unidos, que prefieren quedarse en los siglos XIX y XX siendo los matones del barrio y sin competencia posible.

En esta desestructuración y desorden mundial, todos los países buscarán un lugar en las nuevas estructuras que salgan de esta crisis. De hecho, los llamados BRICs, tienen enormes oportunidades para consolidar sus esfuerzos como una nueva organización, pues ojalá en la línea de intercambios económicos más democráticos, más sostenibles en el sentido de vencer a la lacra de la pobreza y la miseria.

Sin embargo, no será fácil ni mucho menos encontrar un lugar en las nuevas estructuras. Bolivia ni siquiera sabe dónde está. Tiene que encontrarse a sí mismo, para lanzarse al mundo en mejores posiciones. Es decir, tenemos que resolver problemas estructurales históricos, si es que realmente queremos sobrevivir como país. El desorden institucional, el caos caminero por los bloqueos irracionales y anti económicos, el inútil e inservible sistema judicial, y en definitiva ponernos al menos en las filas del siglo XX, nos daría mejores perspectivas de los que hoy tenemos.

Necesitamos también gobernantes que sepan en qué país están. No sólo favoreciendo a sectores corporativos y cuasi mafiosos, sino a todos los sectores que consoliden sentimientos patrióticos en la economía y en la reconstrucción del país. Hacer un país por fin inclusivo, en lo social como en lo económico. Hacer un país donde gobiernen los mejores, profesionales y técnicos en todas las ramas. Hacer un país competitivo, saliendo de la indolente e injusta mediocridad politiquera en donde nos estamos hundiendo. Al menos igualarnos a los países vecinos, menos Argentina, que han mejorado sus tasas de inclusión social y económica sin tanto show político, sin tanta alaraca discursiva que no ha servido para nada.

Otra vez tenemos mucho trabajo. Si bien la historia no ayuda mucho, respecto de la experiencia, las necesidades urgentes de no pasar hambre, de no tener justicia en nada, de no tener auto estima como país, tiene que forjarnos a seguir adelante con más empeño en mejorar nuestras instituciones. De erradicar el desorden injusto y anti nacional en el que estamos. Desorden que sólo destruye el alma del país, destruye las esperanzas de los más humildes, destruye lo poco que avanzan las pequeñas empresas dando trabajo a sus obreros.

El mundo al final tiene que seguir avanzando, sea como sea. Eso nos dice la historia. Los ignorantes y piratas como Trump ya pasarán. Solo hay que resistir. Pues los pueblos del mundo tienen experiencia suficiente en estas arremetidas de monstruos, de inconscientes y enfermos mentales. Tener paciencia y sabiduría. Después de estas crisis mundiales emergerán algún tipo de nuevas instituciones. Ojalá para esos escenarios estemos preparados. En mejores condiciones y mejores circunstancias institucionales. Con políticas de Estado serias y hacia el largo plazo.

Los rotundos fracasos históricos a los cuáles estamos acostumbrados, que nos sirvan de base para considerar a los futuros cuadros bolivianos, políticos y profesionales, que sean los encargados de guiarnos en los destinos futuros. Está claro que tenemos que reconstruir todo de nuevo. Está claro que los errores cometidos, deben ser corregidos, mejorados y superados con creces en los desafíos que ya se vienen. No podemos permitirnos seguir sobreviviendo como mendigos y politiqueros enfermos, sólo arreglando al azar lo urgente. Postergando al pueblo a terribles sacrificios que no son justos.

Bolivia puede ser parte de los esfuerzos mundiales, por crear espacios económicos multilaterales, multi polares. Espacios de negocios justos, con reciprocidades justas. No los intercambios injustos que hay ahora con el capitalismo salvaje y destructor del mundo. Pero si nuestro país ni siquiera puede ordenar su casa, pues difícilmente podremos al menos opinar hacia el mundo. Seguiremos siendo la periferia de la periferia, sólo insumos para estudios de antropólogos de la tragedia.

Las crisis son también oportunidades. Si es que trabajamos las condiciones reales y conscientes para salir del atraso, de la pobreza, de la brutalidad politiquera, de la ignorancia generalizada, de la ausencia de espacios para generar emprendimientos empresariales, económicos, intelectuales y de crecimiento en el alma del país: autoestima espiritual.

Ser nosotros mismos, para ser universales. Por ahora ni siquiera somos nosotros mismos. Seguimos nomás en la miseria y el desorden del siglo XIX. Desorden y caos que nos condena a la miseria generalizada, donde los maleantes y pendejos aprovechan para seguir saqueando y destruyendo el país.

Sí, las crisis pueden ser oportunidades de mejorar y tomar consciencia de nuestra tragedia. Sino, seguiremos nomás acompañados de lo peor que pueden tener los países sin alma, sin destino y condenados a la miseria por los siglos de los siglos.

Opinión
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Pepe Mújica y su legado ético

Murió hoy día Pepe Mujica, en su Uruguay querido y en su casita sencilla muestra de que no se corrompió, que fue coherente con sus ideas, con su tiempo y sus compromisos revolucionarios en su patria, hacia el mundo. Muere esa izquierda de aquellos tiempos, cuando la ética y la moral eran valores humanos revolucionarios y de entrega a los pueblos hambrientos, precisamente en solidaridad con los desposeídos y marginados del mundo.

En comparación sobran los “revolucionarios” de discurso, de pinta, de café, de chupas y más discursos. O de aquellos que escriben sus desahogos existenciales, cuando ni siquiera están en las marchas contra el genocidio en Palestina. Sobran esos oportunistas de escritorio, militantes de la mentira y el boicot a los movimientos populares.

Muere Mujica dejando un enorme legado contra las prácticas “pragmáticas” de los “revolucionarios” postmodernos. Del montón y la mediocridad absoluta patrimonialista.

Muere Mujica, ese guerrillero comprometido en su coherencia concreta, en las calles, en la miseria donde están las verdaderas trincheras de un revolucionario. Que después fue apresado por la dictadura uruguaya, del Plan Cóndor, para ser torturado y humillado en la cárcel. Pero que no le doblegaron en el alma, que no le hicieron un vengativo y renegado, sino todo lo contrario: más revolucionario y hecho presidente después por su país.

Como presidente absolutamente ejemplar, un servidor del pueblo uruguayo siendo la primera autoridad. Que no necesitaba guardaespaldas, ni autos de lujo, ni fiestas o farras para que los lacayos le adoraran. Mujica enseñó al mundo cómo gobernar si es que realmente se es revolucionario, si es que realmente se está al servicio del pueblo.

También fue un intelectual. Un pensador positivo y equilibrado. No un fanfarrón de la revolución, como tantos en estas épocas oscuras. Le importaban mucho los jóvenes, las nuevas generaciones siempre postergadas en nombre de la falta de experiencia. En nombre de tantas trampas de la razón hegeliana, que sólo bloquean a los jóvenes en todos los rincones del poder.

Su coherencia y claridad ética, le sirvió también para criticar a otros de la izquierda. Con nombres y apellidos. Porque la cobardía es el sello rutinario y la bandera de la hipocresía actual. Por supuesto que podía hacerlo, pues su vida fue un ejemplo de comportamiento revolucionario, de práctica revolucionaria. Entonces podía mirar de frente a los ojos de los demás, y criticar la corrupción de estos tiempos tramposos, de ausencia total de ética y moral. Era un Quijote, cierto, un ser de otros tiempos en dónde no había moda de pose revolucionaria.

Mujica deja un enorme legado ético y moral como revolucionario. Ejemplar ser en función de los más desposeídos y marginados de este mundo. Pero no hay que convertirlo en caudillo, ni en “modelo revolucionario” para no ensuciarlo con las poses postmodernas de los “revolucionarios” actuales. Mujica sólo era coherente como revolucionario: hacer y pensar en consecuencia.

En tiempos violentos e imperiales, donde la consigna es ser pragmáticos y violentos incluso a nombre de la revolución, en tiempos donde la brutalidad es carnet de presentación, en tiempos donde las ideas y los debates han dado lugar a la brutalidad y la ignorancia, extrañaremos a Pepe Mujica. Extrañaremos a ese Quijote de las causas revolucionarias, de las causas por las que valen la pena entregar la vida.

Vivimos tiempos difíciles e injustos. Tiempos de caretas y poses de pantomima, en medio del hambre, de la miseria y de ausencia de justicia en todo el sentido de la palabra. Tiempos en que faltan las palabras de aliento, de esperanza revolucionaria que puedan ser al menos brisas de consuelo para los desamparados.

Pues la muerte es una manera de triunfar en estos territorios desestructurados. La  muerte es una manera de vencer a los fantasmas de la injusticia, de la soberbia y la inutilidad institucional de la justicia. Mujica vencerá con el tiempo y los recuerdos a esos monstruos de la historia, sean coloniales o imperiales, que todavía están disfrutando con la muerte de los sin nombre, de quiénes no pueden hacer nada para defenderse y encontrar algo de justicia y paz.

Los poetas y los artistas se encargarán de mostrar las bondades espirituales de Mujica. Las letras de la literatura o la historia, tienen insumos necesarios para recordarle como revolucionario ejemplar y consecuente. En definitiva, hemos tenido la suerte de escuchar o conocer un ser ejemplar. Quizás con errores por supuesto; pero no con traiciones a las ideas de la coherencia, a las exigencias de los compromisos éticos y morales si es que se es en serio un revolucionario.

Descansa en paz maestro. En el patio de tu casita sencilla, a pesar de haber sido presidente de un país latinoamericano, y no te corrompiste ni te ensuciaste con dineros del Estado, es decir del pueblo. Pues has sido un verdadero revolucionario. Paz en tu tumba.

Opinión
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Armas y desarrollo humano

Los civilizados, educados y cultos occidentales, otra vez están condenando al mundo a una carrera armamentista en nombre de su seguridad nacional. Astronómicas sumas de dinero, se destinarán en artefactos para matar y asesinar poblaciones enteras. Los más sofisticados cohetes e instrumentos de la muerte, serán fabricados demostrando en realidad el verdadero rostro de la civilización occidental: apocalipsis.

Es cierto que las estrategias del capitalismo desde siempre fueron también acudir a las fábricas de armas, para resucitar o recomponer sus economías en tiempos de crisis. Sus políticos se encargan de inventar guerras a lo largo del mundo, pues lo que se fabrica tiene que venderse. Las guerras son negocios simplemente, no importan las vidas humanas.

En estas coyunturas de la historia, sólo verificamos aquella historia repetida desde el siglo XVI. Las potencias capitalistas y no capitalistas, derrocharán enormes cantidades de dinero en fabricar armas; pero otra vez, quedarán postergadas las demandas mundiales respecto del desarrollo humano: salud, educación, trabajo y vivienda. Miles de millones de habitantes del mundo, tendrán que seguir sufriendo en este mundo las consecuencias del sistema capitalista.

Las mentalidades retrógradas de la política, avanzan poco a poco por todo el mundo. Mentalidades conservadoras y poco democráticas; que sólo entienden el lenguaje de la violencia y la fuerza bruta, como los instrumentos cavernarios más viables, pues la razón y los valores democráticos no son sinónimos de convivencia humana. Los genes imperiales de los civilizados occidentales, están sueltos y libres por el mundo: genocidio de Gaza.

Son épocas de paradojas. En pleno siglo XXI y con los supuestos avances más importantes de las ciencias, del pensamiento humano y del desarrollo, nos volvemos a encontrar con los fantasmas de los imperios y colonialismos. Fantasmas que corroen las mentalidades de los países ricos, que los carcomen y les convencen en función de la destrucción humana.

La pobreza y miseria del mundo, que es resultado del capitalismo, es vista como costumbre por las mentalidades conservadoras. Consideran que el destino humano está sellado en sectores que tienen todas las ventajas económicas del sistema; y por las mayorías que se merecen la pobreza por ese destino. Y la violencia es el único artefacto de diálogo real entre clases, culturas y grupos humanos.

También es cierto que el capitalismo salvaje, sedujo a las nuevas generaciones a comportamientos individualistas terribles. Individualismos consumistas, capitalistas y egoístas, que destruyeron poco a poco lo colectivo, o la solidaridad como comportamiento normal de los humanos. El sálvense quién pueda, es la norma y conducta actual, justificada por todos y asumida totalmente por las nuevas generaciones.

Aquellas consignas del desarrollo humano, como sueños mundiales, que se discuten en las NNUU, no se cumplirán por supuesto. Las armas y el odio son lo más importante para occidente. No el diálogo o la solidaridad mundial. No la posibilidad de compartir la riqueza, que además es producto del saqueo de siglos por el capitalismo.

Sin embargo, la experiencia mundial nos señala que los más pobres y marginados del mundo, no son estáticos ni dejan pasar la historia como simples esclavos. Todo lo contrario. La miseria y pobreza genera precisamente rebeldías, que muchas veces son semillas de cambios y transformaciones en la historia. Porque la búsqueda de dignidad es la semilla más importante, de todos los pueblos sometidos o explotados del mundo.

En esta línea, recordamos la derrota de los EUA frente a Vietnam en el anterior siglo. Como la derrota de estos mismos imperiales, en Afganistán hace muy poco. Pues, la dignidad de los pueblos es la bandera más importante, aun eso sea sinónimo de muerte o sufrimientos distintos de pueblos enteros. Al parecer, no hay impunidad total en la historia. Es cierto que varias veces no se hace nada para reivindicar a los muertos, a los torturados o violentados en sus derechos. Pero se sabe quiénes son los culpables del apocalipsis humano.

Las ideas y pensamientos en función de alternativas al capitalismo, siguen su curso. Probablemente duren muchos años, pues seguimos en esta lucha por más de 500 años. Generaciones de sacrificados, ni siquiera recordados por la historia o por las horas cívicas, que han ofrendado sus propias vidas y la de sus pueblos, para continuar en la búsqueda de alternativas por un mundo mejor: al menos más solidario y algo más humano.

Por ahora las armas y el odio son los valores más importantes de occidente. Poco han cambiado respecto del siglo XVI. Solo queda continuar con aquello que empezaron los ancestros allá en siglo XVI. Consolidar con el tiempo la consciencia de que no será fácil, como antes, encontrar la dignidad y el sentido de vida en este mundo.

Pero es preciso continuar, vemos como las mentalidades del odio y la destrucción siguen nomás vigentes. La impunidad no puede ser carta de ciudadanía mundial, sino la construcción de valores universales de la solidaridad, de la convivencia entre distintos y el cambio hacia el cuidado del mundo, donde el capitalismo sea un recuerdo de las tragedias humanas más increíbles.

Opinión
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Hora de los balances históricos

Cerca del Bicentenario por supuesto que es preciso realizar balances, al menos de manera sucinta y resumida, pues la sobrevivencia histórica de este país nunca nos deja pensar en serio y con prudencia nuestra historia, nuestro presente y peor nuestro futuro. Existen esfuerzos al respecto; pero no estructurales ni mucho menos. Es decir, balances de la economía, de la política, de la ideología, del Estado y la sociedad civil en su conjunto. Todo eso nos daría importantes insumos, para diseñar los próximos cincuenta años. No tendremos ese lujo, al menos tenemos que desahogarnos con balances superficiales y típicamente bolivianos.

Los discursos, por cierto, siempre son las alternativas ante la ausencia de datos, de ciencia, de investigación historiográfica. Eso ya tenemos en abundancia en las aburridas y anti pedagógicas horas cívicas escolares y universitarias.

Personalmente quisiera arriesgarme a considerar algunos cambios, producidos desde la Revolución de 1952. La única que hemos tenido como país, para cambiar realmente las estructuras económicas y sociales de nuestra historia. A pesar de sus limitaciones y sombras, ha removido tectónicamente las capas profundas de nuestra historia. Cambiando los ejes del mismo Estado, como la destrucción de ese Estado oligárquico de 1880 que fue la respuesta a la tragedia de la derrota del Pacífico. Con el mundo indígena al margen de todos los pocos beneficios que tenía la sociedad en general: educación, salud, acceso a la vivienda y el derecho al trabajo.

Años después se intentó cerrar ese círculo con el llamado Proceso de Cambio. Ya vemos también sus resultados y terribles limitaciones. Si bien hubo esfuerzos en la inclusión social; no fue lo mismo con la inclusión económica, pues seguimos siendo el país más pobre del continente vergonzosamente.

La Revolución del 52, que todavía tiene que investigarse en profundidad en sus luces y sombras, fue un quiebre total de época. Las fotos de aquella epopeya son evidentes: mineros e indígenas en armas, custodiando al Estado y cuidando ese proceso emancipatorio para el conjunto del país. Pero cierto que aquella epopeya popular y proletaria fracasó totalmente, no sólo por contubernios internacionales, como los actuales con los aranceles imperiales, sino también por errores internos: políticos, técnicos y de conspiraciones autóctonas de las débiles y poco nacionalistas clases altas y medias altas. Para estas clases el comunismo era un demonio al que había que combatir hasta su exterminio. Fueron los cruzados de aquella época, contra los sindicatos mineros vistos como rojos y peligrosos.

Al final, aquel sacrificio popular y proletario nacionalizó la minería en bien del país, posibilitó el voto universal de millones de bolivianos y universalizó la educación. Ese sacrificio popular y proletario terminó en manos de las dictaduras militares más crueles, sanguinarias en muchos casos, que se prestaron a rifar otra vez las arcas del Estado a intereses foráneos, como a intereses internos de las nuevas oligarquías autóctonas.

Muchos años después, considerando sacrificios sociales, masacres, exilio, muertes de mártires, los proletarios, campesinos, indígenas y clases medias pobres citadinas, abrieron otro boquete a la historia tradicional para imponer un proceso de cambio. También con muchas esperanzas, con mucha alegría y fe en que se abrirían posibilidades de transformaciones económicas y sociales. Otra vez, los errores de concepción de partidos políticos de izquierda, peleas internas de copamiento de espacios estatales, pocas estrategias de largo plazo en la economía, y pues emborrachamiento del poder, como resumen, dicho proceso de cambio termina en la cuneta de la historia. Aunque, aun no se cierra este círculo, sus posibilidades son mínimas por las coyunturas internacionales totalmente conservadoras, el desgaste interno del mismo proceso, y la falta de nuevas ideas de renovación del proceso.

En definitiva, seguimos estancados estructuralmente en lo económico como en lo social. No encontramos los caminos posibles, como país, para encontrarnos entre distintos y por fin construir instituciones serias, modernas, sostenibles en el tiempo, con leyes y normas que se respeten al menos durante medio siglo.

El desorden heredado de la república del siglo XIX, hemos ido arrastrando en estos siglos como costumbre terrible y violenta, con bloqueos mentales y camineros cotidianos, que sólo nos bloquea a todos en el derecho a la convivencia pacífica, económicamente sostenible y con los sueños a cuestas. Dejando en la orfandad total a las nuevas generaciones, que sólo ven en la pobreza y las pocas posibilidades de oportunidades como únicos terribles caminos, para seguir el rito de la sobrevivencia: típicamente boliviano.

Entonces, pues, somos también un país que expulsa cientos de miles de compatriotas a todo el mundo. Tienen que irse no por gusto, sino por necesidad. Porque nuestra patria no es capaz de generar y crear futuro y sueños en estos lados. Que los sacrificios, muertos, exiliados, olvidados y marginados de toda la vida, no sirven para nada al final de cuentas. Y ni siquiera se les hace justicia a nuestros muertos, torturados, exiliados y destruidos en tantas dictaduras.

Entonces, pues, seguimos nomás lamentándonos por los siglos de los siglos. Como decimos todos los bolivianos de a pie: teniendo un país rico y bondadoso en todo, no podemos cuidar bien la casa común. Incluso somos muy audaces para destruirlo y justificar las actitudes destructivas como normales.

Los cambios que nuestra sociedad ha logrado, sobre todo los más pobres y trabajadores, han costado demasiados sacrificios. Cada milímetro de conquistas están bañados en sangre y dolor. Pero no aprendemos. Nuestra memoria es frágil y poco solidaria. Ojalá que la conmemoración del Bicentenario nos de luces e inteligencia, para cambiar nuestro ser y por fin construir un país con oportunidades para todos. Con sueños para todos.

Opinión
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Hora de los balances históricos

Cerca del Bicentenario por supuesto que es preciso realizar balances, al menos de manera sucinta y resumida, pues la sobrevivencia histórica de este país nunca nos deja pensar en serio y con prudencia nuestra historia, nuestro presente y peor nuestro futuro. Existen esfuerzos al respecto; pero no estructurales ni mucho menos. Es decir, balances de la economía, de la política, de la ideología, del Estado y la sociedad civil en su conjunto. Todo eso nos daría importantes insumos, para diseñar los próximos cincuenta años. No tendremos ese lujo, al menos tenemos que desahogarnos con balances superficiales y típicamente bolivianos.

Los discursos, por cierto, siempre son las alternativas ante la ausencia de datos, de ciencia, de investigación historiográfica. Eso ya tenemos en abundancia en las aburridas y anti pedagógicas horas cívicas escolares y universitarias.

Personalmente quisiera arriesgarme a considerar algunos cambios, producidos desde la Revolución de 1952. La única que hemos tenido como país, para cambiar realmente las estructuras económicas y sociales de nuestra historia. A pesar de sus limitaciones y sombras, ha removido tectónicamente las capas profundas de nuestra historia. Cambiando los ejes del mismo Estado, como la destrucción de ese Estado oligárquico de 1880 que fue la respuesta a la tragedia de la derrota del Pacífico. Con el mundo indígena al margen de todos los pocos beneficios que tenía la sociedad en general: educación, salud, acceso a la vivienda y el derecho al trabajo.

Años después se intentó cerrar ese círculo con el llamado Proceso de Cambio. Ya vemos también sus resultados y terribles limitaciones. Si bien hubo esfuerzos en la inclusión social; no fue lo mismo con la inclusión económica, pues seguimos siendo el país más pobre del continente vergonzosamente.

La Revolución del 52, que todavía tiene que investigarse en profundidad en sus luces y sombras, fue un quiebre total de época. Las fotos de aquella epopeya son evidentes: mineros e indígenas en armas, custodiando al Estado y cuidando ese proceso emancipatorio para el conjunto del país. Pero cierto que aquella epopeya popular y proletaria fracasó totalmente, no sólo por contubernios internacionales, como los actuales con los aranceles imperiales, sino también por errores internos: políticos, técnicos y de conspiraciones autóctonas de las débiles y poco nacionalistas clases altas y medias altas. Para estas clases el comunismo era un demonio al que había que combatir hasta su exterminio. Fueron los cruzados de aquella época, contra los sindicatos mineros vistos como rojos y peligrosos.

 

Al final, aquel sacrificio popular y proletario nacionalizó la minería en bien del país, posibilitó el voto universal de millones de bolivianos y universalizó la educación. Ese sacrificio popular y proletario terminó en manos de las dictaduras militares más crueles, sanguinarias en muchos casos, que se prestaron a rifar otra vez las arcas del Estado a intereses foráneos, como a intereses internos de las nuevas oligarquías autóctonas.

Muchos años después, considerando sacrificios sociales, masacres, exilio, muertes de mártires, los proletarios, campesinos, indígenas y clases medias pobres citadinas, abrieron otro boquete a la historia tradicional para imponer un proceso de cambio. También con muchas esperanzas, con mucha alegría y fe en que se abrirían posibilidades de transformaciones económicas y sociales. Otra vez, los errores de concepción de partidos políticos de izquierda, peleas internas de copamiento de espacios estatales, pocas estrategias de largo plazo en la economía, y pues emborrachamiento del poder, como resumen, dicho proceso de cambio termina en la cuneta de la historia. Aunque, aun no se cierra este círculo, sus posibilidades son mínimas por las coyunturas internacionales totalmente conservadoras, el desgaste interno del mismo proceso, y la falta de nuevas ideas de renovación del proceso.

En definitiva, seguimos estancados estructuralmente en lo económico como en lo social. No encontramos los caminos posibles, como país, para encontrarnos entre distintos y por fin construir instituciones serias, modernas, sostenibles en el tiempo, con leyes y normas que se respeten al menos durante medio siglo.

El desorden heredado de la república del siglo XIX, hemos ido arrastrando en estos siglos como costumbre terrible y violenta, con bloqueos mentales y camineros cotidianos, que sólo nos bloquea a todos en el derecho a la convivencia pacífica, económicamente sostenible y con los sueños a cuestas. Dejando en la orfandad total a las nuevas generaciones, que sólo ven en la pobreza y las pocas posibilidades de oportunidades como únicos terribles caminos, para seguir el rito de la sobrevivencia: típicamente boliviano.

Entonces, pues, somos también un país que expulsa cientos de miles de compatriotas a todo el mundo. Tienen que irse no por gusto, sino por necesidad. Porque nuestra patria no es capaz de generar y crear futuro y sueños en estos lados. Que los sacrificios, muertos, exiliados, olvidados y marginados de toda la vida, no sirven para nada al final de cuentas. Y ni siquiera se les hace justicia a nuestros muertos, torturados, exiliados y destruidos en tantas dictaduras.

Entonces, pues, seguimos nomás lamentándonos por los siglos de los siglos. Como decimos todos los bolivianos de a pie: teniendo un país rico y bondadoso en todo, no podemos cuidar bien la casa común. Incluso somos muy audaces para destruirlo y justificar las actitudes destructivas como normales.

Los cambios que nuestra sociedad ha logrado, sobre todo los más pobres y trabajadores, han costado demasiados sacrificios. Cada milímetro de conquistas están bañados en sangre y dolor. Pero no aprendemos. Nuestra memoria es frágil y poco solidaria. Ojalá que la conmemoración del Bicentenario nos de luces e inteligencia, para cambiar nuestro ser y por fin construir un país con oportunidades para todos. Con sueños para todos.

Opinión
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La degradación ética y moral de Occidente

Los gobernantes de Washington, cristianos confesos y militantes, deben estar rezando en estos días sentimentales. Después de bombardear y destruir Yemen, con cientos de muertos y ciudades destruidas, dando rienda suelta a los criminales de Israel, expulsando migrantes de sus territorios, y pues despertando a los demonios del occidente racista y pigmentocrático, que estaban disimulando en estos tiempos; pero hoy están sueltos causando dolor y muerte por todo el mundo.

La cobardía de los gobernantes europeos, que son los padres de los EUA, es evidente y ya no asombra porque es claro que dependen de los negocios de EUA. Dejan abierta e impunemente que los judíos se salgan con la suya en el genocidio de Gaza, como en la expulsión de migrantes. Además de los crímenes en Yemen y otros crímenes en tantos lugares del mundo.

La degradación moral y ética es directamente proporcional a los asesinatos en masa en Gaza, como en la manera de referirse al mundo de parte de los cavernícolas de Washington. En esa línea asistimos también a los hijos putativos de occidente, como en Argentina de los Milei. Compartiendo la restauración imperial bañado en sangre en el mundo.

Así, pues, se confirman con letras de sangre lo que en realidad fueron las historias de conquistas, de colonialismos e imperialismos en estos siglos de degradación mundial. Si algo todavía quedaba, en las reflexiones cultas de la filosofía occidental, mostrando una supuesta superioridad universal, simplemente se han enterrado por la realidad de la política imperial de estos meses.

Así, ese occidente cristiano-marxista, ya no tiene nada que enseñar y promocionar al mundo. Su degradación moral y ética es total. Ni siquiera los emperadores más sanguinarios romanos llegaron a esos extremos. Porque la peligrosidad de los actuales emperadores es de lejos, criminal. Tienen armas legales a su gusto, políticas y armamentistas que están utilizando en contra de todo el mundo.

Ojalá la inteligencia de los descendientes occidentaloides, en América Latina, sea la suficiente para despertar a esta dura y objetiva realidad. Que los anglosajones racistas, no les necesitan y incluso les odian. Que no les queda otra para compartir estos territorios junto a los pueblos indígenas, junto a quiénes fueron mestizados y empobrecidos en estos territorios. Es decir, que tienen que construir Estado y convivencia en nuestros territorios.

Esos bolsones de racistas latinos, ya no tienen vigencia y sostenibilidad. Los cavernarios de Washington les expulsan también a los blancoides latinos. Veremos si con estos golpes los blancoides latinos, al fin empiezan a ver nuestros países como propios y legítimos. Y eso les permita al fin pensar y repensar, para progresar y hacer de sus vidas parte de las vidas de las culturas en estos territorios.

En realidad, somos nosotros quiénes nunca les necesitamos a los anglosajones del norte. Ellos llegaron a estos territorios a asaltar y robar nuestras riquezas, siempre encubiertos por sus ejércitos, por sus Estados imperiales, por sus leyes en función de sus intereses. Desde hace siglos los bucaneros y piratas gringos, están acostumbrados a robar y asaltar en nombre del capitalismo, del desarrollo y progreso.

Por supuesto, existe en todas las culturas, hay personas de buen corazón. En todas partes se cuecen habas. En todas partes hay corruptos y honestos, en todas las culturas. No hay cultura humana que se salve de la tragedia humana: ausencia de ética y moral. Felizmente hay los herejes, los solidarios con las causas nobles, con los pobres y marginados de la tierra.

Vivimos tiempos convulsos donde los demonios de occidente están sueltos. Quieren venganza y muerte, como en varias ocasiones de la historia mundial. Pero también son tiempos para repensar la historia. Para regresar a nuestros propios tiempos, porque nunca les necesitamos a los cavernarios del norte. Eso es tomar consciencia, personal y colectiva, para reconstruir nuestras historias fuera de las concepciones occidentales.

Es cierto, sin embargo; que el sistema es muy fuerte. Económicamente vemos que el mercado más importante del mundo es USA, y todas las regiones del mundo están en función de ese mercado. Por lo que reconstruir otros mercados en el mundo no será sencillo. Nosotros también nos veremos afectados por estos movimientos tectónicos de la economía mundial.

Pero a los cavernarios del norte, no les interesamos ni mucho menos. Eso está más claro como nunca. Si eso es así, por fin los sectores descendientes de los blancoides tienen la oportunidad histórica de reconstruirse en estos territorios, en estas historias del sur.

La degradación ética y moral de occidente es evidente. Ya no es teoría o especulación literaria. La degradación ética y moral de occidente, puede permitirnos una nueva valoración de nuestras culturas, de nuestros valores y de nuestras posibilidades de construir aquellos sueños y mitos prehispánicos; junto a las visiones actuales de justicia, igualdad, fraternidad, y convivencia más humana por el sur del mundo.

Opinión
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Las crisis son oportunidades

Se le atribuye a Albert Einstein la frase de que las crisis son oportunidades. Pero lo utilizaron también varios pensadores, cuando sus análisis precisamente en las crisis sociales mundiales. Actualmente vivimos una profunda crisis económico social, no sólo en Bolivia que es ya costumbre e inercia en nuestra historia, sino también por el mundo. Dicen que el mundo cambiará totalmente cuando pase esta crisis; no sabemos a dónde vamos realmente.

En todo caso sería interesante que Bolivia por fin se acomode en serio, y resuelva de una buena vez sus problemas estructurales, para sentar las bases de una sostenibilidad en el tiempo, que sea duradera y sostenible económicamente. Después de dos siglos de turbulencias e inseguridades terribles, pues el país merece algo de seguridad y algo de paz.

Sería imprudente decir recetas al respecto, no existen. Sólo recomendaciones globales que son parte de la experiencia, compartiendo ideas con grupos o amigos preocupados en el bien del país.

En estas crisis sistémicas, espero que encontremos caminos institucionales sostenibles y con vías académicas en el largo plazo en nuestras universidades. Porque la politiquería y el compadrazgo generalizado, en todo el sistema, sólo favorece a la mediocridad y la poca competitividad generalizada. Por todo eso, pues, nuestras universidades no aportan en absolutamente nada a las enormes necesidades de la sociedad. Son islas totalmente al margen de la realidad. Y con enormes aportes económicos del Estado central.

Ojalá podamos también por fin construir un Estado moderno, institucionalizado, al servicio del país profundo, que priorice a los mejores profesionales de todas las regiones del país.

Ojalá construyamos políticas de Estado al menos modernas, apoyados con todas las tecnologías de punta que el mundo ofrece. Así, curemos de una buena vez instituciones como la policía que son las más corruptas del mundo. En definitiva, por fin como Estado podamos sentirnos seguros, apoyados para realizar negocios y empresas en nuestro propio país.

Para empezar,  cranear desde los municipios en el tema de soberanía alimentaria. Ni siquiera podemos producir trigo para nuestro pan de cada día. Pasar hambre es parte de nuestra historia, como vemos hoy las calles de nuestras ciudades que están abarrotadas de mendigos y pobres. Miles y miles de familias, junto a sus niños pidiendo limosna. O vendiendo cualquier cosa para ganarse algo de comida.

No tenemos carreteras transitables todo el año. Unas lluvias de más destruyen todo el asfalto de las carreteras porque no están bien construidas. La calidad no es precisamente algo que perseguimos. Nos contentamos con tan poco, en todo, que dejamos pasar las exigencias de alta calidad. Al menos construyamos buenas carreteras en el tramo central, pues favorecería en mucho al comercio y los viajes de la ciudadanía.

Los jóvenes no tienen oportunidades casi en nada. Lo poco que hay y precario, con sueldos miserables y de consuelo, no animan a las nuevas generaciones a quedarse en el país. Los que pueden y tienen contactos abandonan el país, aun tengan que hacer enormes sacrificios en otros lugares; pero al menos ganan más y mejor que en el nuestro.

El Estado no ha sabido hasta hoy construir políticas de Estado, hacia el comercio ambulante y lo que se llama informalidad. Son el 80% de nuestros compatriotas que se ganan la vida, como sea, en este sector sin ningún apoyo del Estado. Existen experiencias mundiales al respecto, al menos para copiar y adaptar a nuestras realidades y mejorar considerablemente la calidad de vida de millones de bolivianos. Además de mejorar las oportunidades económicas.

Tenemos millones de compatriotas también fuera del país, que en ausencia de oportunidades en Bolivia, simplemente se han ido sin pensar dos veces. Eso debería no sólo avergonzarnos, sino tomar consciencia de que hacemos tan mal las cosas que sólo expulsamos habitantes de este país. Expulsamos talentos, soñadores, constructores de presente y futuro. Pero no tenemos consciencia de eso ni mínimamente.

Pues sí, en estas coyunturas de crisis mundial y sistémica no nos queda más remedio que ponernos las pilas. Sino pues, seguiremos nomás siendo el furgón de cola en todo. Sumidos en la mediocridad absoluta en todo. Mezclando alegremente politiquería con todo. Folklorizando todo, sin consideraciones básicas institucionales. Tomándolo a la ligera, de manera irresponsable. Funcionando por inercia y como zombis alcoholizados. Y siempre, por tanto, en la periferia de la periferia incluso en nuestra región latinoamericana.

Es urgente salir de la pobreza material y mental en la que nos encontramos. No hay recetas, sino consciencia de cómo estamos. Si no queremos ser Estado fallido, es la oportunidad de ponernos las pilas, en medio de esta crisis mundial. Aprovechar que el mundo se está reestructurando, y encontrar un lugar donde nos permitamos ser nosotros mismos; pero de manera responsable y cuidando nuestra casa común que es Bolivia.

Opinión
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