Los muertos vivientes
Estos especímenes aparecieron por última vez en los acontecimientos de 2019. Le utilizaron a la Añez, hasta quemarla totalmente en la cárcel. Luego desaparecieron otra vez. Hasta esperar otra oportunidad oportunista.
Empiezan otra vez a resurgir en la palestra política, los muertos vivientes de la política boliviana. Tuto Quiroga y Doria Medina, como capitanes de esa especie extinta pero que no se extingue, creen que otra vez llega su oportunidad de entrar a la historia de este país, por la puerta grande. Jamás aportaron en nada a las ideas de la política, jamás lo harán; pero por alguna razón estúpida necesitan estar en la palestra. No entienden este país, y no entenderán nunca sino a partir de sus gafas de clases altas sin ubicación alguna.
Estos especímenes aparecieron por última vez en los acontecimientos de 2019. Le utilizaron a la Añez, hasta quemarla totalmente en la cárcel. Luego desaparecieron otra vez. Hasta esperar otra oportunidad oportunista. Hoy aparecieron y empiezan a repetir su repertorio de salvadores de la Patria, desde su liberalismo oscuro y poco comprensible incluso para sus propias especies, o clases sociales.
No vale la pena ni siquiera el de situarles como sirvientes del impero, sitial que se encargarán de recordarles sus primos hermanos de las izquierdas latinas blancoides. Lo que sí debemos subrayar es su anecdótica forma de hacer política, en un país donde la pobreza y la miseria son pasto de la cotidianidad, estos señoriales sueñan en el progreso y desarrollo desmedido para que la riqueza chorree de sus mesas a la boca de los pobres. Pues ellos son tan caudillos como a los que critican.
Lamentablemente el tiempo en este país muchas veces no pasa factura. La memoria es corta y el mismo pueblo olvida aquellos acontecimientos pasados, que hirieron y destruyeron al país. Aquella época del neoliberalismo ya está olvidado. Aquella época pasada donde los caudillos de derecha se farreaban el país, en medio de miseria y pobreza de las inmensas mayorías. Caudillos que destruyeron la minería nacionalizada, siempre en nombre de las ganancias y el triunfo del liberalismo anglosajón.
Por supuesto que los pobres son los primeros en exigir creación de riqueza, quizás no de las maneras tradicionales como quisieran los señoriales. La vendedora de pastillas en cualquier esquina de nuestras calles, los niños pobres vendiendo de todo, los jóvenes vendiendo de todo a falta de oportunidades en todos los tiempos y en todas las ideologías de nuestra historia, pues están exigiendo creación de riqueza. No necesitan teorizar o escribir libros, sino las acciones que el hambre y la miseria les exige.
Por supuesto que a estas alturas del partido, descubrir que necesitamos empresas productivas en todos los campos posibles, es solamente repetir repertorios de café cuando las necesidades son inmensas y los jóvenes no tienen espacios donde trabajar. Los municipios tampoco son aquellos espacios de oportunidades, sino traslado de la burocracia brutal con todas sus enfermedades mentales.
Pero los muertos vivientes del neoliberalismo boliviano se empeñarán en mostrarse, con ungüentos postmodernos, como los alternativos para estas épocas complejas, desde sus caudillismos blancoides y absolutamente fuera de foco de las historias de este país.
Probablemente también se ofrezcan a ser representantes de Milei o Bolsonaro. A estos señoriales siempre les faltó autoestima nacional. Eso sí deviene desde enfermedades del siglo XVI. Comportamientos coloniales que no dejan de ser acompañantes, en ausencia de sentido nacional y boliviano. Incluso rezarán para la victoria del aspirante a emperador: el caudillo gringo Trump.
Pues sí, los muertos vivientes del neoliberalismo criollo boliviano están de vuelta. Ni la vergüenza del paso del tiempo les asecha, ni la falta de ideas, y la total ausencia de referencias teóricas respecto de lo que tenemos por discutir hoy en Bolivia. Nada de eso les interesa, sino la bronca oculta de todos estos años de fracasos, de rotundos fracasos políticos y traiciones al país, pues prometieron ser la diferencia y sólo fueron la otra porquería.
Cómo se extraña la ausencia de nuevos liderazgos, jóvenes voces de las necesidades actuales. De los sueños actuales, de las ideas actuales. De las utopías actuales. Seguimos arrastrando voces de muertos vivientes, que sólo insultan al alma de los pueblos por todos los resultados nefastos hasta hoy. Es una ausencia que duele mucho, que hiere hasta el fondo mismo de nuestro ser. Esa es nuestra dura realidad que se siente en la piel de la política boliviana.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Ojalá despierten los jóvenes, las voces a quiénes les toca por justicia ordenar y reordenar esta Patria. El hambre y la miseria cunden al son de la miseria mental de los muertos vivientes. Ojalá las necesidades de liderazgos obliguen a las nuevas generaciones a reaccionar por esa necesidad Nacional.
Siempre estamos hablando y repitiendo como loros de nuestras potencialidades, casi nunca cumplimos con esa tierra prometida. Cansa esa sensación de problemas y problemas, sin nunca descansar con el país tranquilo y en paz, caminando en la senda precisamente del desarrollo con el presente y el futuro asegurado. ¿Algún día?