Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
29/10/2024 - 17:57

Sobre llovido regreso conservador y totalitario

Este regreso de lo más conservador y retrógrado, no tiene fronteras ni culturas. Está sucediendo en Estados Unidos, como en Bolivia. Las razones ciertamente son distintas; pero increíblemente los parecidos son asombrosos.

Por todo el mundo está sucediendo algo impensable sólo hace unos 20 años atrás. El retorno de mentalidades conservadoras y totalmente tradicionalistas, intentando enterrar todo lo avanzado en derechos básicos, en derechos políticos, en derechos laborales. Las excusas son variadas, desde los fracasos de los gobiernos de izquierda hasta el desorden total en las instituciones, estatales y privadas, en el mundo. Es un regreso a mentalidades que se suponían ya superadas y enterradas en la historia.

Este regreso de lo más conservador y retrógrado, no tiene fronteras ni culturas. Está sucediendo en Estados Unidos, como en Bolivia. Las razones ciertamente son distintas; pero increíblemente los parecidos son asombrosos. Ambientes donde los caudillos se sienten atraídos, necesarios y totalitariamente urgentes. En pocos días tendrán un examen como sociedad en los Estados Unidos. Prácticamente se jugarán el destino de su democracia, pues tendrán que elegir entre el brutal caudillo anglosajón Trump y una mujer del partido demócrata.

Si bien el partido demócrata norteamericano, no es precisamente la esperanza o la alternativa para un mundo mejor, al menos es en lo tradicional un muro a locuras como Trump. Este caudillo gringo representa a lo más racista y xenófobo, que no cree en democracia alguna sino en la imposición del poder total sobre el mundo. Es la reencarnación de Calígula o Hitler, en un país con las tecnologías y ciencias de punta al servicio de las industrias de la muerte: armas y bancos.

Lo que sucede en el mundo, no lo habían previsto ni lo más visionarios de películas de ciencia ficción. Enfermos mentales vistos por la sociedad como gobernantes. Ignorantes vistos como ejemplos para las instituciones. Desequilibrados psicológicos elegidos democráticamente. Las excusas son de las más diversas, desde los fracasos políticos hasta los desencantos por los avances de derechos sociales, como en el tema de género, que han provocado estupor en sectores conservadores de todas las sociedades.

Lo cierto es que tenemos en marcha una restauración de las mentalidades conservadoras. Hechos que no tienen ideologías concretas; son mezclas complejas en la pelea por el poder y el manejo de la cosa pública por todo el mundo. El Estado se convierte en la codicia más requerida, pues la corrupción es la compañera ideal de estas mentalidades.

Es cierto que la profunda crisis de valores, que produce enfermos mentales colectivos, sea probablemente una de las raíces más importantes de esta destrucción institucional mundial. Valores que al parecer ya no significan nada, en sentido ético y moral, en un mundo que corre hacia al abismo del azar y la desinstitucionalización total. Dejando las puertas abiertas a caudillos que se sienten dioses o mitos, para comandar orden y restauración social.

El peligro enorme de todo esto es dejar, por las masas inconscientes en su desesperación, en manos de desequilibrados y depravados la gestión de los Estados. Eso estamos viendo en Estados Unidos. Una clara muestra de la degradación total al que el imperio ha llegado, ni siquiera en tiempos de Calígula se dio semejante degradación social e institucional.

Por el tercer mundo también padecemos dichas enfermedades, colectivas e individuales. Enumerar países y supuestos líderes pues nos haría gastar hojas y hojas. Lo terrible es que en nuestro caso, donde las oportunidades económicas no existen y la miseria es un fenómeno normal y cotidiano, donde nuestras instituciones brillan en su mediocridad y lentitud colonial, los caudillos aumentan la tragedia y el sufrimiento de millones de habitantes.

Sobre llovido mojado, la restauración conservadora está a la vuelta de la esquina. Las masas cansadas y desesperadas por la ausencia de trabajo y el hambre, llevarán a cualquier ignorante que prometa cielo y tierra en esas cegueras tercermundistas ya conocidas, incluso por la literatura en América Latina. Como en los Estados Unidos, las paradojas son parecidas a pesar de las distintas condiciones sociales y económicas.

En esto cruciales momentos, sólo nos queda fortalecer los tejidos sociales de nuestros pueblos y ciudades. Mussolini y Hitler a su turno precisamente aprovecharon la debilidad de los tejidos sociales, su desorganización, para encumbrarse en el poder y luego destruir sus países junto al mundo. Aprovecharon el hambre y la miseria de sus países. Todo lo demás ya lo conocemos por la historia mundial.

Esos personajes siniestros de la historia están de retorno. En otros momentos y coyunturas históricas; pero con parecidas circunstancias económicas y sociales. Hitler como Mussolini eran de clases bajas y miserables; pues no son las clases ni las ideologías las que garantizan nada. Son los momentos y sus desequilibrios sociales los que conducen a la locura humana. Peligrosamente estamos pasando por esos desequilibrios sociales por todo el mundo, que nos están llevando otra vez a cometer errores que suponíamos ya estaban superados.

Sobre llovido, las nuevas generaciones no activan a sus líderes y pues los escenarios de la historia empeoran hacia lo negativo: lo viejo tampoco es garantía ética ni moral por todo el mundo.

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