Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
10/02/2025 - 11:30

La pequeña burguesía inquieta

La pequeña burguesía inquieta, de clases medias, gozaron en farras revolucionarias y puestos altos en el Estado. Pero nada hicieron por el país profundo. Los resultados son demasiado evidentes: pobreza y miseria constante.

Marx, el gran clásico de las teorías revolucionarias, identificó con claridad a la pequeña burguesía. Aquella clase que no puede ser revolucionaria porque tiene que preservar sus intereses privados, es decir sus relaciones de propiedad y de clase social. Esa terrible inestabilidad de esta clase, le hace traidora por esencia. Que por cierto pueden ser también de izquierda; pero sólo para cuidar sus intereses de clase. Fundamentalmente se inclinan a formas fascistoides.

El último proceso de cambio del país nos mostró, entre tantos fenómenos sociales a investigar, que la pequeña burguesía clase mediera, se coló al proceso oportunistamente como en otros procesos revolucionarios. La burocracia es ámbito preferido de esta clase social. Ciertamente que se convierten en revolucionarios radicales. Como en la revolución del 52, fue uno de los obstáculos mayores que frenó el proceso de cambio. Actitudes absolutamente infantiles y totalmente burocráticos, que poco a poco deslucieron lo que las organizaciones sociales y sus bases planteaban al país: cambiar las reglas de juego de la historia y la Nación.

La pequeña burguesía inquieta, de clases medias, gozaron en farras revolucionarias y puestos altos en el Estado. Pero nada hicieron por el país profundo. Los resultados son demasiado evidentes: pobreza y miseria constante. Nuestras instituciones no construyeron políticas de Estado, seguimos siendo un país insostenible en todos los sentidos posibles. Ni siquiera somos autosuficientes en alimentos. Sin embargo, las excusas de la pequeña burguesía inquieta son inmensas, inmensas en su fracaso histórico.

No aportaron ni intelectual ni con las prácticas en las instituciones. Su frivolidad frente a los cambios que los sectores sociales exigen, pasan sólo como anécdotas para estas clases sociales. Y duermen viendo al imperio hasta en sus sueños más pesados. Pues en el fondo están enamorados del imperio: es su excusa perfecta.

Las lecciones que tenemos que sacar son importantes, como la identificación concreta de aquellos personajes de las pequeñas burguesías, y sus características sociales históricas, que en muchos momentos sólo perjudican los avances de los sectores populares y pobres. No para arrinconarlos sino para ayudarles en sus terribles ausencias de bolivianidad, de identidad con el país profundo. Porque siguen siendo nomás clases a medias, sin proyecto de clase y sin capacidad de ver nuestras realidades de manera democrática y recíproca.

Pues ni modo, la pequeña burguesía inquieta no aprende de sus potencialidades, de que sus raíces tienen que ser plantadas en este país. No sólo aprovecharse de los momentos populares, que cierto está bien; pero no quedarse como hijitos de papi, aprovechándose de momentos populares, sólo para seguir acomodados en la burocracia sin profundizar los anhelos de las clases más desfavorecidas.

Estas reflexiones nada tienen que ver con personas de buen corazón, que siempre hay en todas las clases sociales, sino con los comportamientos colectivos, conscientes e inconscientes, de clase social. Como corpus social, como proyecto y trayectoria histórica de clase. Y en el caso de las pequeñas burguesías bolivianas, racistas, pigmentocráticas; aunque radicalizados y supuestamente de izquierda, mantienen nomás ese halo de ascenso burgués en sus formas de adueñarse de espacios institucionales, siendo que las conquistas han sido obra y esfuerzo de los sectores populares. Pues no son muy democráticos en sus actos. Todavía peor: no hay aportes después en los campos intelectuales y de gestión institucional. No tienen capacidad para resolver las demandas del país profundo.

En el fondo mantienen la continuidad de las herencias pasadas. Que les dan ventajas en el manejo burocrático sin cambiar absolutamente nada, sino el discurso. Ni qué decir de sus ausencias en la crítica. Sus costumbres totalitarias no han cambiado, el miedo a la crítica es una constante de clase que se mantiene latente a lo largo de todos los tiempos.

Lecciones y aprendizajes. Lecciones de fracasos y sangre que también son parte del patrimonio proletario, popular y obrero. Son parte de nuestra historia. Avanzar en las conquistas de derechos no ha sido precisamente una historia lineal, sino todo lo contrario. Ha sido y sigue siendo una historia de derrotas, de traiciones, de confianzas no recíprocas. Lo mismo que en la experiencia de la revolución del 52, que fue destruida y boicoteada desde adentro por estas mismas clases, no se sacó lecciones que eran necesarias para las experiencias posteriores.

La emancipación del proletariado será obra de ellos mismos. Diríamos también, que la emancipación de las naciones oprimidas será obra de sus propios esfuerzos. Confiar y entregar esfuerzos ganados a otros sectores, pues vemos que no es lo más conveniente si es que se requiere avanzar en serio.

Sistematizar experiencias, ganar aun las derrotas, acumular experiencias a pesar de las duras circunstancias históricas. Siguen siendo constantes a lo largo de la historia de las naciones oprimidas, de los proletarios, de los sectores populares. Esas inmensas mayorías siempre confiadas y entregando sus triunfos a otros sectores; que después deben tragarse la bronca del derroche de los triunfos.

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