Blog de Max Raúl Murillo Mendoza

Hacia el multipolarismo justo

En un mundo destruido respecto de las instituciones herederas del siglo XX, como de aquellas que se crearon en la era de la globalización, al parecer se camina hacia nuevas estructuras multipolares o multilaterales. Con claridad la globalización fue el escenario para que países distintos, sobre todo de Asia, se pongan las pilas competitivas en lo económico y científico tecnológico. Fenómeno que ahora no aceptan las potencias tradicionales, como los Estados Unidos, que prefieren quedarse en los siglos XIX y XX siendo los matones del barrio y sin competencia posible.

En esta desestructuración y desorden mundial, todos los países buscarán un lugar en las nuevas estructuras que salgan de esta crisis. De hecho, los llamados BRICs, tienen enormes oportunidades para consolidar sus esfuerzos como una nueva organización, pues ojalá en la línea de intercambios económicos más democráticos, más sostenibles en el sentido de vencer a la lacra de la pobreza y la miseria.

Sin embargo, no será fácil ni mucho menos encontrar un lugar en las nuevas estructuras. Bolivia ni siquiera sabe dónde está. Tiene que encontrarse a sí mismo, para lanzarse al mundo en mejores posiciones. Es decir, tenemos que resolver problemas estructurales históricos, si es que realmente queremos sobrevivir como país. El desorden institucional, el caos caminero por los bloqueos irracionales y anti económicos, el inútil e inservible sistema judicial, y en definitiva ponernos al menos en las filas del siglo XX, nos daría mejores perspectivas de los que hoy tenemos.

Necesitamos también gobernantes que sepan en qué país están. No sólo favoreciendo a sectores corporativos y cuasi mafiosos, sino a todos los sectores que consoliden sentimientos patrióticos en la economía y en la reconstrucción del país. Hacer un país por fin inclusivo, en lo social como en lo económico. Hacer un país donde gobiernen los mejores, profesionales y técnicos en todas las ramas. Hacer un país competitivo, saliendo de la indolente e injusta mediocridad politiquera en donde nos estamos hundiendo. Al menos igualarnos a los países vecinos, menos Argentina, que han mejorado sus tasas de inclusión social y económica sin tanto show político, sin tanta alaraca discursiva que no ha servido para nada.

Otra vez tenemos mucho trabajo. Si bien la historia no ayuda mucho, respecto de la experiencia, las necesidades urgentes de no pasar hambre, de no tener justicia en nada, de no tener auto estima como país, tiene que forjarnos a seguir adelante con más empeño en mejorar nuestras instituciones. De erradicar el desorden injusto y anti nacional en el que estamos. Desorden que sólo destruye el alma del país, destruye las esperanzas de los más humildes, destruye lo poco que avanzan las pequeñas empresas dando trabajo a sus obreros.

El mundo al final tiene que seguir avanzando, sea como sea. Eso nos dice la historia. Los ignorantes y piratas como Trump ya pasarán. Solo hay que resistir. Pues los pueblos del mundo tienen experiencia suficiente en estas arremetidas de monstruos, de inconscientes y enfermos mentales. Tener paciencia y sabiduría. Después de estas crisis mundiales emergerán algún tipo de nuevas instituciones. Ojalá para esos escenarios estemos preparados. En mejores condiciones y mejores circunstancias institucionales. Con políticas de Estado serias y hacia el largo plazo.

Los rotundos fracasos históricos a los cuáles estamos acostumbrados, que nos sirvan de base para considerar a los futuros cuadros bolivianos, políticos y profesionales, que sean los encargados de guiarnos en los destinos futuros. Está claro que tenemos que reconstruir todo de nuevo. Está claro que los errores cometidos, deben ser corregidos, mejorados y superados con creces en los desafíos que ya se vienen. No podemos permitirnos seguir sobreviviendo como mendigos y politiqueros enfermos, sólo arreglando al azar lo urgente. Postergando al pueblo a terribles sacrificios que no son justos.

Bolivia puede ser parte de los esfuerzos mundiales, por crear espacios económicos multilaterales, multi polares. Espacios de negocios justos, con reciprocidades justas. No los intercambios injustos que hay ahora con el capitalismo salvaje y destructor del mundo. Pero si nuestro país ni siquiera puede ordenar su casa, pues difícilmente podremos al menos opinar hacia el mundo. Seguiremos siendo la periferia de la periferia, sólo insumos para estudios de antropólogos de la tragedia.

Las crisis son también oportunidades. Si es que trabajamos las condiciones reales y conscientes para salir del atraso, de la pobreza, de la brutalidad politiquera, de la ignorancia generalizada, de la ausencia de espacios para generar emprendimientos empresariales, económicos, intelectuales y de crecimiento en el alma del país: autoestima espiritual.

Ser nosotros mismos, para ser universales. Por ahora ni siquiera somos nosotros mismos. Seguimos nomás en la miseria y el desorden del siglo XIX. Desorden y caos que nos condena a la miseria generalizada, donde los maleantes y pendejos aprovechan para seguir saqueando y destruyendo el país.

Sí, las crisis pueden ser oportunidades de mejorar y tomar consciencia de nuestra tragedia. Sino, seguiremos nomás acompañados de lo peor que pueden tener los países sin alma, sin destino y condenados a la miseria por los siglos de los siglos.

Opinión
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Pepe Mújica y su legado ético

Murió hoy día Pepe Mujica, en su Uruguay querido y en su casita sencilla muestra de que no se corrompió, que fue coherente con sus ideas, con su tiempo y sus compromisos revolucionarios en su patria, hacia el mundo. Muere esa izquierda de aquellos tiempos, cuando la ética y la moral eran valores humanos revolucionarios y de entrega a los pueblos hambrientos, precisamente en solidaridad con los desposeídos y marginados del mundo.

En comparación sobran los “revolucionarios” de discurso, de pinta, de café, de chupas y más discursos. O de aquellos que escriben sus desahogos existenciales, cuando ni siquiera están en las marchas contra el genocidio en Palestina. Sobran esos oportunistas de escritorio, militantes de la mentira y el boicot a los movimientos populares.

Muere Mujica dejando un enorme legado contra las prácticas “pragmáticas” de los “revolucionarios” postmodernos. Del montón y la mediocridad absoluta patrimonialista.

Muere Mujica, ese guerrillero comprometido en su coherencia concreta, en las calles, en la miseria donde están las verdaderas trincheras de un revolucionario. Que después fue apresado por la dictadura uruguaya, del Plan Cóndor, para ser torturado y humillado en la cárcel. Pero que no le doblegaron en el alma, que no le hicieron un vengativo y renegado, sino todo lo contrario: más revolucionario y hecho presidente después por su país.

Como presidente absolutamente ejemplar, un servidor del pueblo uruguayo siendo la primera autoridad. Que no necesitaba guardaespaldas, ni autos de lujo, ni fiestas o farras para que los lacayos le adoraran. Mujica enseñó al mundo cómo gobernar si es que realmente se es revolucionario, si es que realmente se está al servicio del pueblo.

También fue un intelectual. Un pensador positivo y equilibrado. No un fanfarrón de la revolución, como tantos en estas épocas oscuras. Le importaban mucho los jóvenes, las nuevas generaciones siempre postergadas en nombre de la falta de experiencia. En nombre de tantas trampas de la razón hegeliana, que sólo bloquean a los jóvenes en todos los rincones del poder.

Su coherencia y claridad ética, le sirvió también para criticar a otros de la izquierda. Con nombres y apellidos. Porque la cobardía es el sello rutinario y la bandera de la hipocresía actual. Por supuesto que podía hacerlo, pues su vida fue un ejemplo de comportamiento revolucionario, de práctica revolucionaria. Entonces podía mirar de frente a los ojos de los demás, y criticar la corrupción de estos tiempos tramposos, de ausencia total de ética y moral. Era un Quijote, cierto, un ser de otros tiempos en dónde no había moda de pose revolucionaria.

Mujica deja un enorme legado ético y moral como revolucionario. Ejemplar ser en función de los más desposeídos y marginados de este mundo. Pero no hay que convertirlo en caudillo, ni en “modelo revolucionario” para no ensuciarlo con las poses postmodernas de los “revolucionarios” actuales. Mujica sólo era coherente como revolucionario: hacer y pensar en consecuencia.

En tiempos violentos e imperiales, donde la consigna es ser pragmáticos y violentos incluso a nombre de la revolución, en tiempos donde la brutalidad es carnet de presentación, en tiempos donde las ideas y los debates han dado lugar a la brutalidad y la ignorancia, extrañaremos a Pepe Mujica. Extrañaremos a ese Quijote de las causas revolucionarias, de las causas por las que valen la pena entregar la vida.

Vivimos tiempos difíciles e injustos. Tiempos de caretas y poses de pantomima, en medio del hambre, de la miseria y de ausencia de justicia en todo el sentido de la palabra. Tiempos en que faltan las palabras de aliento, de esperanza revolucionaria que puedan ser al menos brisas de consuelo para los desamparados.

Pues la muerte es una manera de triunfar en estos territorios desestructurados. La  muerte es una manera de vencer a los fantasmas de la injusticia, de la soberbia y la inutilidad institucional de la justicia. Mujica vencerá con el tiempo y los recuerdos a esos monstruos de la historia, sean coloniales o imperiales, que todavía están disfrutando con la muerte de los sin nombre, de quiénes no pueden hacer nada para defenderse y encontrar algo de justicia y paz.

Los poetas y los artistas se encargarán de mostrar las bondades espirituales de Mujica. Las letras de la literatura o la historia, tienen insumos necesarios para recordarle como revolucionario ejemplar y consecuente. En definitiva, hemos tenido la suerte de escuchar o conocer un ser ejemplar. Quizás con errores por supuesto; pero no con traiciones a las ideas de la coherencia, a las exigencias de los compromisos éticos y morales si es que se es en serio un revolucionario.

Descansa en paz maestro. En el patio de tu casita sencilla, a pesar de haber sido presidente de un país latinoamericano, y no te corrompiste ni te ensuciaste con dineros del Estado, es decir del pueblo. Pues has sido un verdadero revolucionario. Paz en tu tumba.

Opinión
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Armas y desarrollo humano

Los civilizados, educados y cultos occidentales, otra vez están condenando al mundo a una carrera armamentista en nombre de su seguridad nacional. Astronómicas sumas de dinero, se destinarán en artefactos para matar y asesinar poblaciones enteras. Los más sofisticados cohetes e instrumentos de la muerte, serán fabricados demostrando en realidad el verdadero rostro de la civilización occidental: apocalipsis.

Es cierto que las estrategias del capitalismo desde siempre fueron también acudir a las fábricas de armas, para resucitar o recomponer sus economías en tiempos de crisis. Sus políticos se encargan de inventar guerras a lo largo del mundo, pues lo que se fabrica tiene que venderse. Las guerras son negocios simplemente, no importan las vidas humanas.

En estas coyunturas de la historia, sólo verificamos aquella historia repetida desde el siglo XVI. Las potencias capitalistas y no capitalistas, derrocharán enormes cantidades de dinero en fabricar armas; pero otra vez, quedarán postergadas las demandas mundiales respecto del desarrollo humano: salud, educación, trabajo y vivienda. Miles de millones de habitantes del mundo, tendrán que seguir sufriendo en este mundo las consecuencias del sistema capitalista.

Las mentalidades retrógradas de la política, avanzan poco a poco por todo el mundo. Mentalidades conservadoras y poco democráticas; que sólo entienden el lenguaje de la violencia y la fuerza bruta, como los instrumentos cavernarios más viables, pues la razón y los valores democráticos no son sinónimos de convivencia humana. Los genes imperiales de los civilizados occidentales, están sueltos y libres por el mundo: genocidio de Gaza.

Son épocas de paradojas. En pleno siglo XXI y con los supuestos avances más importantes de las ciencias, del pensamiento humano y del desarrollo, nos volvemos a encontrar con los fantasmas de los imperios y colonialismos. Fantasmas que corroen las mentalidades de los países ricos, que los carcomen y les convencen en función de la destrucción humana.

La pobreza y miseria del mundo, que es resultado del capitalismo, es vista como costumbre por las mentalidades conservadoras. Consideran que el destino humano está sellado en sectores que tienen todas las ventajas económicas del sistema; y por las mayorías que se merecen la pobreza por ese destino. Y la violencia es el único artefacto de diálogo real entre clases, culturas y grupos humanos.

También es cierto que el capitalismo salvaje, sedujo a las nuevas generaciones a comportamientos individualistas terribles. Individualismos consumistas, capitalistas y egoístas, que destruyeron poco a poco lo colectivo, o la solidaridad como comportamiento normal de los humanos. El sálvense quién pueda, es la norma y conducta actual, justificada por todos y asumida totalmente por las nuevas generaciones.

Aquellas consignas del desarrollo humano, como sueños mundiales, que se discuten en las NNUU, no se cumplirán por supuesto. Las armas y el odio son lo más importante para occidente. No el diálogo o la solidaridad mundial. No la posibilidad de compartir la riqueza, que además es producto del saqueo de siglos por el capitalismo.

Sin embargo, la experiencia mundial nos señala que los más pobres y marginados del mundo, no son estáticos ni dejan pasar la historia como simples esclavos. Todo lo contrario. La miseria y pobreza genera precisamente rebeldías, que muchas veces son semillas de cambios y transformaciones en la historia. Porque la búsqueda de dignidad es la semilla más importante, de todos los pueblos sometidos o explotados del mundo.

En esta línea, recordamos la derrota de los EUA frente a Vietnam en el anterior siglo. Como la derrota de estos mismos imperiales, en Afganistán hace muy poco. Pues, la dignidad de los pueblos es la bandera más importante, aun eso sea sinónimo de muerte o sufrimientos distintos de pueblos enteros. Al parecer, no hay impunidad total en la historia. Es cierto que varias veces no se hace nada para reivindicar a los muertos, a los torturados o violentados en sus derechos. Pero se sabe quiénes son los culpables del apocalipsis humano.

Las ideas y pensamientos en función de alternativas al capitalismo, siguen su curso. Probablemente duren muchos años, pues seguimos en esta lucha por más de 500 años. Generaciones de sacrificados, ni siquiera recordados por la historia o por las horas cívicas, que han ofrendado sus propias vidas y la de sus pueblos, para continuar en la búsqueda de alternativas por un mundo mejor: al menos más solidario y algo más humano.

Por ahora las armas y el odio son los valores más importantes de occidente. Poco han cambiado respecto del siglo XVI. Solo queda continuar con aquello que empezaron los ancestros allá en siglo XVI. Consolidar con el tiempo la consciencia de que no será fácil, como antes, encontrar la dignidad y el sentido de vida en este mundo.

Pero es preciso continuar, vemos como las mentalidades del odio y la destrucción siguen nomás vigentes. La impunidad no puede ser carta de ciudadanía mundial, sino la construcción de valores universales de la solidaridad, de la convivencia entre distintos y el cambio hacia el cuidado del mundo, donde el capitalismo sea un recuerdo de las tragedias humanas más increíbles.

Opinión
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Hora de los balances históricos

Cerca del Bicentenario por supuesto que es preciso realizar balances, al menos de manera sucinta y resumida, pues la sobrevivencia histórica de este país nunca nos deja pensar en serio y con prudencia nuestra historia, nuestro presente y peor nuestro futuro. Existen esfuerzos al respecto; pero no estructurales ni mucho menos. Es decir, balances de la economía, de la política, de la ideología, del Estado y la sociedad civil en su conjunto. Todo eso nos daría importantes insumos, para diseñar los próximos cincuenta años. No tendremos ese lujo, al menos tenemos que desahogarnos con balances superficiales y típicamente bolivianos.

Los discursos, por cierto, siempre son las alternativas ante la ausencia de datos, de ciencia, de investigación historiográfica. Eso ya tenemos en abundancia en las aburridas y anti pedagógicas horas cívicas escolares y universitarias.

Personalmente quisiera arriesgarme a considerar algunos cambios, producidos desde la Revolución de 1952. La única que hemos tenido como país, para cambiar realmente las estructuras económicas y sociales de nuestra historia. A pesar de sus limitaciones y sombras, ha removido tectónicamente las capas profundas de nuestra historia. Cambiando los ejes del mismo Estado, como la destrucción de ese Estado oligárquico de 1880 que fue la respuesta a la tragedia de la derrota del Pacífico. Con el mundo indígena al margen de todos los pocos beneficios que tenía la sociedad en general: educación, salud, acceso a la vivienda y el derecho al trabajo.

Años después se intentó cerrar ese círculo con el llamado Proceso de Cambio. Ya vemos también sus resultados y terribles limitaciones. Si bien hubo esfuerzos en la inclusión social; no fue lo mismo con la inclusión económica, pues seguimos siendo el país más pobre del continente vergonzosamente.

La Revolución del 52, que todavía tiene que investigarse en profundidad en sus luces y sombras, fue un quiebre total de época. Las fotos de aquella epopeya son evidentes: mineros e indígenas en armas, custodiando al Estado y cuidando ese proceso emancipatorio para el conjunto del país. Pero cierto que aquella epopeya popular y proletaria fracasó totalmente, no sólo por contubernios internacionales, como los actuales con los aranceles imperiales, sino también por errores internos: políticos, técnicos y de conspiraciones autóctonas de las débiles y poco nacionalistas clases altas y medias altas. Para estas clases el comunismo era un demonio al que había que combatir hasta su exterminio. Fueron los cruzados de aquella época, contra los sindicatos mineros vistos como rojos y peligrosos.

Al final, aquel sacrificio popular y proletario nacionalizó la minería en bien del país, posibilitó el voto universal de millones de bolivianos y universalizó la educación. Ese sacrificio popular y proletario terminó en manos de las dictaduras militares más crueles, sanguinarias en muchos casos, que se prestaron a rifar otra vez las arcas del Estado a intereses foráneos, como a intereses internos de las nuevas oligarquías autóctonas.

Muchos años después, considerando sacrificios sociales, masacres, exilio, muertes de mártires, los proletarios, campesinos, indígenas y clases medias pobres citadinas, abrieron otro boquete a la historia tradicional para imponer un proceso de cambio. También con muchas esperanzas, con mucha alegría y fe en que se abrirían posibilidades de transformaciones económicas y sociales. Otra vez, los errores de concepción de partidos políticos de izquierda, peleas internas de copamiento de espacios estatales, pocas estrategias de largo plazo en la economía, y pues emborrachamiento del poder, como resumen, dicho proceso de cambio termina en la cuneta de la historia. Aunque, aun no se cierra este círculo, sus posibilidades son mínimas por las coyunturas internacionales totalmente conservadoras, el desgaste interno del mismo proceso, y la falta de nuevas ideas de renovación del proceso.

En definitiva, seguimos estancados estructuralmente en lo económico como en lo social. No encontramos los caminos posibles, como país, para encontrarnos entre distintos y por fin construir instituciones serias, modernas, sostenibles en el tiempo, con leyes y normas que se respeten al menos durante medio siglo.

El desorden heredado de la república del siglo XIX, hemos ido arrastrando en estos siglos como costumbre terrible y violenta, con bloqueos mentales y camineros cotidianos, que sólo nos bloquea a todos en el derecho a la convivencia pacífica, económicamente sostenible y con los sueños a cuestas. Dejando en la orfandad total a las nuevas generaciones, que sólo ven en la pobreza y las pocas posibilidades de oportunidades como únicos terribles caminos, para seguir el rito de la sobrevivencia: típicamente boliviano.

Entonces, pues, somos también un país que expulsa cientos de miles de compatriotas a todo el mundo. Tienen que irse no por gusto, sino por necesidad. Porque nuestra patria no es capaz de generar y crear futuro y sueños en estos lados. Que los sacrificios, muertos, exiliados, olvidados y marginados de toda la vida, no sirven para nada al final de cuentas. Y ni siquiera se les hace justicia a nuestros muertos, torturados, exiliados y destruidos en tantas dictaduras.

Entonces, pues, seguimos nomás lamentándonos por los siglos de los siglos. Como decimos todos los bolivianos de a pie: teniendo un país rico y bondadoso en todo, no podemos cuidar bien la casa común. Incluso somos muy audaces para destruirlo y justificar las actitudes destructivas como normales.

Los cambios que nuestra sociedad ha logrado, sobre todo los más pobres y trabajadores, han costado demasiados sacrificios. Cada milímetro de conquistas están bañados en sangre y dolor. Pero no aprendemos. Nuestra memoria es frágil y poco solidaria. Ojalá que la conmemoración del Bicentenario nos de luces e inteligencia, para cambiar nuestro ser y por fin construir un país con oportunidades para todos. Con sueños para todos.

Opinión
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Hora de los balances históricos

Cerca del Bicentenario por supuesto que es preciso realizar balances, al menos de manera sucinta y resumida, pues la sobrevivencia histórica de este país nunca nos deja pensar en serio y con prudencia nuestra historia, nuestro presente y peor nuestro futuro. Existen esfuerzos al respecto; pero no estructurales ni mucho menos. Es decir, balances de la economía, de la política, de la ideología, del Estado y la sociedad civil en su conjunto. Todo eso nos daría importantes insumos, para diseñar los próximos cincuenta años. No tendremos ese lujo, al menos tenemos que desahogarnos con balances superficiales y típicamente bolivianos.

Los discursos, por cierto, siempre son las alternativas ante la ausencia de datos, de ciencia, de investigación historiográfica. Eso ya tenemos en abundancia en las aburridas y anti pedagógicas horas cívicas escolares y universitarias.

Personalmente quisiera arriesgarme a considerar algunos cambios, producidos desde la Revolución de 1952. La única que hemos tenido como país, para cambiar realmente las estructuras económicas y sociales de nuestra historia. A pesar de sus limitaciones y sombras, ha removido tectónicamente las capas profundas de nuestra historia. Cambiando los ejes del mismo Estado, como la destrucción de ese Estado oligárquico de 1880 que fue la respuesta a la tragedia de la derrota del Pacífico. Con el mundo indígena al margen de todos los pocos beneficios que tenía la sociedad en general: educación, salud, acceso a la vivienda y el derecho al trabajo.

Años después se intentó cerrar ese círculo con el llamado Proceso de Cambio. Ya vemos también sus resultados y terribles limitaciones. Si bien hubo esfuerzos en la inclusión social; no fue lo mismo con la inclusión económica, pues seguimos siendo el país más pobre del continente vergonzosamente.

La Revolución del 52, que todavía tiene que investigarse en profundidad en sus luces y sombras, fue un quiebre total de época. Las fotos de aquella epopeya son evidentes: mineros e indígenas en armas, custodiando al Estado y cuidando ese proceso emancipatorio para el conjunto del país. Pero cierto que aquella epopeya popular y proletaria fracasó totalmente, no sólo por contubernios internacionales, como los actuales con los aranceles imperiales, sino también por errores internos: políticos, técnicos y de conspiraciones autóctonas de las débiles y poco nacionalistas clases altas y medias altas. Para estas clases el comunismo era un demonio al que había que combatir hasta su exterminio. Fueron los cruzados de aquella época, contra los sindicatos mineros vistos como rojos y peligrosos.

 

Al final, aquel sacrificio popular y proletario nacionalizó la minería en bien del país, posibilitó el voto universal de millones de bolivianos y universalizó la educación. Ese sacrificio popular y proletario terminó en manos de las dictaduras militares más crueles, sanguinarias en muchos casos, que se prestaron a rifar otra vez las arcas del Estado a intereses foráneos, como a intereses internos de las nuevas oligarquías autóctonas.

Muchos años después, considerando sacrificios sociales, masacres, exilio, muertes de mártires, los proletarios, campesinos, indígenas y clases medias pobres citadinas, abrieron otro boquete a la historia tradicional para imponer un proceso de cambio. También con muchas esperanzas, con mucha alegría y fe en que se abrirían posibilidades de transformaciones económicas y sociales. Otra vez, los errores de concepción de partidos políticos de izquierda, peleas internas de copamiento de espacios estatales, pocas estrategias de largo plazo en la economía, y pues emborrachamiento del poder, como resumen, dicho proceso de cambio termina en la cuneta de la historia. Aunque, aun no se cierra este círculo, sus posibilidades son mínimas por las coyunturas internacionales totalmente conservadoras, el desgaste interno del mismo proceso, y la falta de nuevas ideas de renovación del proceso.

En definitiva, seguimos estancados estructuralmente en lo económico como en lo social. No encontramos los caminos posibles, como país, para encontrarnos entre distintos y por fin construir instituciones serias, modernas, sostenibles en el tiempo, con leyes y normas que se respeten al menos durante medio siglo.

El desorden heredado de la república del siglo XIX, hemos ido arrastrando en estos siglos como costumbre terrible y violenta, con bloqueos mentales y camineros cotidianos, que sólo nos bloquea a todos en el derecho a la convivencia pacífica, económicamente sostenible y con los sueños a cuestas. Dejando en la orfandad total a las nuevas generaciones, que sólo ven en la pobreza y las pocas posibilidades de oportunidades como únicos terribles caminos, para seguir el rito de la sobrevivencia: típicamente boliviano.

Entonces, pues, somos también un país que expulsa cientos de miles de compatriotas a todo el mundo. Tienen que irse no por gusto, sino por necesidad. Porque nuestra patria no es capaz de generar y crear futuro y sueños en estos lados. Que los sacrificios, muertos, exiliados, olvidados y marginados de toda la vida, no sirven para nada al final de cuentas. Y ni siquiera se les hace justicia a nuestros muertos, torturados, exiliados y destruidos en tantas dictaduras.

Entonces, pues, seguimos nomás lamentándonos por los siglos de los siglos. Como decimos todos los bolivianos de a pie: teniendo un país rico y bondadoso en todo, no podemos cuidar bien la casa común. Incluso somos muy audaces para destruirlo y justificar las actitudes destructivas como normales.

Los cambios que nuestra sociedad ha logrado, sobre todo los más pobres y trabajadores, han costado demasiados sacrificios. Cada milímetro de conquistas están bañados en sangre y dolor. Pero no aprendemos. Nuestra memoria es frágil y poco solidaria. Ojalá que la conmemoración del Bicentenario nos de luces e inteligencia, para cambiar nuestro ser y por fin construir un país con oportunidades para todos. Con sueños para todos.

Opinión
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La degradación ética y moral de Occidente

Los gobernantes de Washington, cristianos confesos y militantes, deben estar rezando en estos días sentimentales. Después de bombardear y destruir Yemen, con cientos de muertos y ciudades destruidas, dando rienda suelta a los criminales de Israel, expulsando migrantes de sus territorios, y pues despertando a los demonios del occidente racista y pigmentocrático, que estaban disimulando en estos tiempos; pero hoy están sueltos causando dolor y muerte por todo el mundo.

La cobardía de los gobernantes europeos, que son los padres de los EUA, es evidente y ya no asombra porque es claro que dependen de los negocios de EUA. Dejan abierta e impunemente que los judíos se salgan con la suya en el genocidio de Gaza, como en la expulsión de migrantes. Además de los crímenes en Yemen y otros crímenes en tantos lugares del mundo.

La degradación moral y ética es directamente proporcional a los asesinatos en masa en Gaza, como en la manera de referirse al mundo de parte de los cavernícolas de Washington. En esa línea asistimos también a los hijos putativos de occidente, como en Argentina de los Milei. Compartiendo la restauración imperial bañado en sangre en el mundo.

Así, pues, se confirman con letras de sangre lo que en realidad fueron las historias de conquistas, de colonialismos e imperialismos en estos siglos de degradación mundial. Si algo todavía quedaba, en las reflexiones cultas de la filosofía occidental, mostrando una supuesta superioridad universal, simplemente se han enterrado por la realidad de la política imperial de estos meses.

Así, ese occidente cristiano-marxista, ya no tiene nada que enseñar y promocionar al mundo. Su degradación moral y ética es total. Ni siquiera los emperadores más sanguinarios romanos llegaron a esos extremos. Porque la peligrosidad de los actuales emperadores es de lejos, criminal. Tienen armas legales a su gusto, políticas y armamentistas que están utilizando en contra de todo el mundo.

Ojalá la inteligencia de los descendientes occidentaloides, en América Latina, sea la suficiente para despertar a esta dura y objetiva realidad. Que los anglosajones racistas, no les necesitan y incluso les odian. Que no les queda otra para compartir estos territorios junto a los pueblos indígenas, junto a quiénes fueron mestizados y empobrecidos en estos territorios. Es decir, que tienen que construir Estado y convivencia en nuestros territorios.

Esos bolsones de racistas latinos, ya no tienen vigencia y sostenibilidad. Los cavernarios de Washington les expulsan también a los blancoides latinos. Veremos si con estos golpes los blancoides latinos, al fin empiezan a ver nuestros países como propios y legítimos. Y eso les permita al fin pensar y repensar, para progresar y hacer de sus vidas parte de las vidas de las culturas en estos territorios.

En realidad, somos nosotros quiénes nunca les necesitamos a los anglosajones del norte. Ellos llegaron a estos territorios a asaltar y robar nuestras riquezas, siempre encubiertos por sus ejércitos, por sus Estados imperiales, por sus leyes en función de sus intereses. Desde hace siglos los bucaneros y piratas gringos, están acostumbrados a robar y asaltar en nombre del capitalismo, del desarrollo y progreso.

Por supuesto, existe en todas las culturas, hay personas de buen corazón. En todas partes se cuecen habas. En todas partes hay corruptos y honestos, en todas las culturas. No hay cultura humana que se salve de la tragedia humana: ausencia de ética y moral. Felizmente hay los herejes, los solidarios con las causas nobles, con los pobres y marginados de la tierra.

Vivimos tiempos convulsos donde los demonios de occidente están sueltos. Quieren venganza y muerte, como en varias ocasiones de la historia mundial. Pero también son tiempos para repensar la historia. Para regresar a nuestros propios tiempos, porque nunca les necesitamos a los cavernarios del norte. Eso es tomar consciencia, personal y colectiva, para reconstruir nuestras historias fuera de las concepciones occidentales.

Es cierto, sin embargo; que el sistema es muy fuerte. Económicamente vemos que el mercado más importante del mundo es USA, y todas las regiones del mundo están en función de ese mercado. Por lo que reconstruir otros mercados en el mundo no será sencillo. Nosotros también nos veremos afectados por estos movimientos tectónicos de la economía mundial.

Pero a los cavernarios del norte, no les interesamos ni mucho menos. Eso está más claro como nunca. Si eso es así, por fin los sectores descendientes de los blancoides tienen la oportunidad histórica de reconstruirse en estos territorios, en estas historias del sur.

La degradación ética y moral de occidente es evidente. Ya no es teoría o especulación literaria. La degradación ética y moral de occidente, puede permitirnos una nueva valoración de nuestras culturas, de nuestros valores y de nuestras posibilidades de construir aquellos sueños y mitos prehispánicos; junto a las visiones actuales de justicia, igualdad, fraternidad, y convivencia más humana por el sur del mundo.

Opinión
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Las crisis son oportunidades

Se le atribuye a Albert Einstein la frase de que las crisis son oportunidades. Pero lo utilizaron también varios pensadores, cuando sus análisis precisamente en las crisis sociales mundiales. Actualmente vivimos una profunda crisis económico social, no sólo en Bolivia que es ya costumbre e inercia en nuestra historia, sino también por el mundo. Dicen que el mundo cambiará totalmente cuando pase esta crisis; no sabemos a dónde vamos realmente.

En todo caso sería interesante que Bolivia por fin se acomode en serio, y resuelva de una buena vez sus problemas estructurales, para sentar las bases de una sostenibilidad en el tiempo, que sea duradera y sostenible económicamente. Después de dos siglos de turbulencias e inseguridades terribles, pues el país merece algo de seguridad y algo de paz.

Sería imprudente decir recetas al respecto, no existen. Sólo recomendaciones globales que son parte de la experiencia, compartiendo ideas con grupos o amigos preocupados en el bien del país.

En estas crisis sistémicas, espero que encontremos caminos institucionales sostenibles y con vías académicas en el largo plazo en nuestras universidades. Porque la politiquería y el compadrazgo generalizado, en todo el sistema, sólo favorece a la mediocridad y la poca competitividad generalizada. Por todo eso, pues, nuestras universidades no aportan en absolutamente nada a las enormes necesidades de la sociedad. Son islas totalmente al margen de la realidad. Y con enormes aportes económicos del Estado central.

Ojalá podamos también por fin construir un Estado moderno, institucionalizado, al servicio del país profundo, que priorice a los mejores profesionales de todas las regiones del país.

Ojalá construyamos políticas de Estado al menos modernas, apoyados con todas las tecnologías de punta que el mundo ofrece. Así, curemos de una buena vez instituciones como la policía que son las más corruptas del mundo. En definitiva, por fin como Estado podamos sentirnos seguros, apoyados para realizar negocios y empresas en nuestro propio país.

Para empezar,  cranear desde los municipios en el tema de soberanía alimentaria. Ni siquiera podemos producir trigo para nuestro pan de cada día. Pasar hambre es parte de nuestra historia, como vemos hoy las calles de nuestras ciudades que están abarrotadas de mendigos y pobres. Miles y miles de familias, junto a sus niños pidiendo limosna. O vendiendo cualquier cosa para ganarse algo de comida.

No tenemos carreteras transitables todo el año. Unas lluvias de más destruyen todo el asfalto de las carreteras porque no están bien construidas. La calidad no es precisamente algo que perseguimos. Nos contentamos con tan poco, en todo, que dejamos pasar las exigencias de alta calidad. Al menos construyamos buenas carreteras en el tramo central, pues favorecería en mucho al comercio y los viajes de la ciudadanía.

Los jóvenes no tienen oportunidades casi en nada. Lo poco que hay y precario, con sueldos miserables y de consuelo, no animan a las nuevas generaciones a quedarse en el país. Los que pueden y tienen contactos abandonan el país, aun tengan que hacer enormes sacrificios en otros lugares; pero al menos ganan más y mejor que en el nuestro.

El Estado no ha sabido hasta hoy construir políticas de Estado, hacia el comercio ambulante y lo que se llama informalidad. Son el 80% de nuestros compatriotas que se ganan la vida, como sea, en este sector sin ningún apoyo del Estado. Existen experiencias mundiales al respecto, al menos para copiar y adaptar a nuestras realidades y mejorar considerablemente la calidad de vida de millones de bolivianos. Además de mejorar las oportunidades económicas.

Tenemos millones de compatriotas también fuera del país, que en ausencia de oportunidades en Bolivia, simplemente se han ido sin pensar dos veces. Eso debería no sólo avergonzarnos, sino tomar consciencia de que hacemos tan mal las cosas que sólo expulsamos habitantes de este país. Expulsamos talentos, soñadores, constructores de presente y futuro. Pero no tenemos consciencia de eso ni mínimamente.

Pues sí, en estas coyunturas de crisis mundial y sistémica no nos queda más remedio que ponernos las pilas. Sino pues, seguiremos nomás siendo el furgón de cola en todo. Sumidos en la mediocridad absoluta en todo. Mezclando alegremente politiquería con todo. Folklorizando todo, sin consideraciones básicas institucionales. Tomándolo a la ligera, de manera irresponsable. Funcionando por inercia y como zombis alcoholizados. Y siempre, por tanto, en la periferia de la periferia incluso en nuestra región latinoamericana.

Es urgente salir de la pobreza material y mental en la que nos encontramos. No hay recetas, sino consciencia de cómo estamos. Si no queremos ser Estado fallido, es la oportunidad de ponernos las pilas, en medio de esta crisis mundial. Aprovechar que el mundo se está reestructurando, y encontrar un lugar donde nos permitamos ser nosotros mismos; pero de manera responsable y cuidando nuestra casa común que es Bolivia.

Opinión
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Semana Santa en un mundo violento

En estos días el mundo católico recordará la pasión de Cristo. Es decir, el sufrimiento de Cristo en manos de las oligarquías judías que después le asesinaron en la cruz. Eliminaron a un hombre que decía las cosas por su nombre, denunciaba las injusticias de su tiempo y condenaba toda opulencia rica corrupta, como el manejo de la religión en favor de los más poderosos. Era en definitiva un revolucionario de su tiempo.

Pero precisamente los poderes de este mundo, convirtieron a Cristo en un santulón cristiano. Aquel que sólo rezaba y rezaba para resolver los problemas estructurales de su tiempo. En realidad, era un hombre que no rezaba para auto contemplarse, sino para desafiarse en medio de problemas: hambre, miseria, hipocresía, corrupción e impunidad de las oligarquías judías y del imperio romano ocupante de los territorios de Palestina.

Cristo no fue un santulón que perdía su tiempo rezando. Exigía que si creían en Dios, transformen el mundo. Que arriesguen sus vidas en cambiar las injustas estructuras sociales de las sociedades. Ese fue el verdadero mensaje de Cristo, no lo que hoy se hace en su nombre: rezar y ser cómplice de las injusticias sociales. Porque las cúpulas cristinas, sólo encubren a los poderosos, pues ellos pueden sólo rezar y rezar mientras sus mesas están llenas de comida lujosa, y viven en palacios de lujo. Por supuesto que pueden rezar felices y contentos, no les hace falta nada materialmente.

El mundo de hoy no es el mismo de hace miles de años, cuando Jesús llegó al mundo. Sin embargo, las condiciones económicas y de injusticias siguen siendo las mismas. Tenemos otros imperios coloniales, como el romano en tiempo de Jesús, tenemos injusticias estructurales que se expresan en hambre, miseria, explotación laboral y expoliación de riquezas de los países más poderosos, sobre la miseria de los países más pobres.

En estos tiempos violentos, donde la fuerza bruta y soberbia es la constante de los comportamientos humanos por todo el mundo, se necesita gente de mensajes para la esperanza de la humanidad. Cristo era en sí mismo una esperanza, porque se puso en favor de los más desposeídos de su tiempo, por eso lo asesinaron los judíos de las clases altas. Ofreció los cielos a quiénes no se rindan en la vida, y condenó a los poderosos y ricos de su tiempo.

Ese Cristo histórico, sin embargo, fue convertido en un personaje sin sentido que sólo rezaba y contemplaba el mundo sin hacer nada. Lamentablemente, hoy Cristo es sinónimo de un santulón que sólo sirve para rezar, para  perdonar a los corruptos, a los impunes del poder, a los asesinos de la historia. El Cristo actual sólo es un instrumento para encubrir a los más poderosos de las sociedades, para adormecer a las consciencias de todo el mundo. Para no hacer nada, sólo rezar y rezar hasta el fin de los tiempos sin hacer nada por los marginados y el mundo.

Las religiones seguirán siendo una parte importante en nuestras culturas. Pero no pueden convertirse ideológicamente en instrumentos de explotación. Los resultados de siglos de manipulación y de haber convertido a Cristo, en sólo un ser que se dedicaba a rezar a hecho mucho daño por todo el mundo. Ese adormecimiento de las mentes y mentalidades del mundo, sólo ha producido religiosidades que encubren a los más poderosos del mundo. Que encubren la impunidad y la corrupción mundial.

En estos tiempos violentos, de restauración imperial conservadora, de democracias totalmente devaluadas y prostituidas, ciertamente se requieren religiosidades activas para transformar la sociedad. Religiosidades que den esperanzas a la humanidad, no sólo religiosidades de contemplación y de autoflagelación espiritual. Se requieren otros Cristos, que animen a sus feligreses a la lucha cotidiana de hacer de este mundo, pues un mundo mejor.

Lamentablemente las jerarquías religiosas, nos mostrarán otra vez en esta semana santa a un Cristo santulón y de rezos al infinito. A un Cristo que perdona a criminales y asesinos. A un Cristo manipulado y hecho parte de las oligarquías actuales, por todo el mundo.

Pero hay que saber que ese Cristo nunca existió. Sino fue felizmente un Cristo combativo, exigente moralmente con los gobernantes corruptos, exigente con las sociedades hipócritas, denunciaba las injusticias y las contradicciones de la ley judía. Hay que saber que lo mataron por todo eso. Para Cristo los rezos servían sólo para pedir fuerzas a Dios, y seguir en las trincheras de la vida en función de hacer de este mundo el cielo y el paraíso.

Ni modo, tendremos que soportar otra vez en semana santa rezos y mensajes sin sentido alguno. Fuera de la realidad de este mundo. Fuera de la coyuntura histórica de este mundo. Y los feligreses en general, están también sometidos a estos mensajes anti cristianos, es decir que encubren adormecidos las injusticias estructurales de nuestro mundo.

Opinión
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9 de abril a pesar del tiempo y la historia

Está claro que la Revolución del 9 de abril de 1952, protagonizada por mineros, obreros, campesinos y clases medias pobres en armas, fue el único acontecimiento que dio vuelco a la tortilla de nuestra historia. Tuvo que ser una Revolución, para que millones de compatriotas sean por fin reconocidos como habitantes reales, como bolivianos integrados con derechos y deberes. Destruyendo a la vez las visiones coloniales y marginadoras de la historia tradicional oligárquica.

Tuvo que ser sangrienta, con enormes sacrificios de parte de los sectores pobres y obreros. La ceguera y testarudez de los sectores oligárquicos, frente a una realidad absolutamente objetiva de millones de desplazados, de marginados del sistema educativo, marginado de la economía, marginados de sus básicos derechos, ya no era sostenible a mediados del siglo XX.

Sin embargo; oh sorpresa, mineros y campesinos armados y dueños de la Revolución, entregan en bandeja de plata su conquista histórica a clases altas que nada tenían que hacer en aquellos momentos históricos. Quizás el miedo a los manejos burocráticos; quizás el miedo a construir o reconstruir totalmente las instituciones y el Estado. Lo cierto es que las masas armadas y dueñas de ese proceso, entregaron el poder a quiénes no debían.

En todo caso, la historia seguirá debatiendo aquel acontecimiento importante. Y ojalá el aprendizaje y las lecciones de aquellos hechos, con sus luces y sombras, tomen relevo en las nuevas generaciones. Pues, aquella Revolución nos mostró con claridad, que las clases altas y medias no tenían consciencia real del país. Sobre todo, del país profundo. Todos los hechos posteriores: dictaduras militares y civiles, fueron didáctica del conocimiento sobre la consciencia de las clases pudientes, respecto del país.

Pero es cierto también, que las sombras de la Revolución fueron enormes. El racismo congénito de un país colonizado hasta los tuétanos, la discriminación hacia las mujeres, no se resolvieron. En un país de mentalidades conservadoras y retrógradas no se pudo avanzar más allá de sus propios límites.

Si para mantener la libertad, los derechos humanos, y todo lo que ha logrado aquella Revolución y los procesos sociales de avanzada que han venido después, se requiere otra Revolución, pues que así sea. El ejemplo del 9 de abril seguirá siendo una llama en el firmamento de los sectores marginados.

En estos años de barbarie occidental gringa, donde todo se ha degradado hasta niveles insospechados, requerimos elevar nuestros grados de consciencia patriótica. Vamos siglos y siglos repitiendo errores que siempre nos llevan a derrotas, a sacrificios de sangre e inhumanos que no son justos. El capitalismo se hace cada vez más sanguinario y peligroso. El genocidio en Palestina y la guerra de Ucrania, muestran precisamente los grados inhumanos a los cuáles están cayendo quiénes son los gendarmes del sistema mundial capitalista. La experiencia nos dice que los sirvientes por el sur del mundo, simplemente se prestarán a esta tarea homicida.

Que la Revolución del 9 de abril de 1952, alumbre en la esperanza de que siempre es posible que los pueblos sean libres, frente a la degradación humana de la explotación y la expoliación de las riquezas. La Revolución de 1952 abrió en la historia una enorme puerta a los cambios y transformaciones sociales, frente a las visiones retrógradas, racistas y coloniales que siguen imperando en el mundo.

Pues en momentos de barbarie occidental gringa, acudir a nuestra memoria histórica de cambios y transformaciones para no quedar en la trampa del miedo y la cobardía. Transformaciones que han sido los motores para construir un país más justo, un país más nuestro y algún futuro claro hacia las nuevas generaciones.

Pero el aprendizaje y la experiencia sobre los errores que se cometen, que el pueblo paga muy caro, deben ser lecciones concretas en las nuevas generaciones. La Revolución del 52 nos muestra con nitidez esos errores, que no aprendimos y cometimos los mismos errores en otros momentos de cambios sociales. Retrasando procesos económicos y sociales, que sólo nos debilitan como Nación y nos hacen más dependientes del capital internacional.

Recordemos a la Revolución del 9 de abril de 1952, como el gesto más importante de una gran parte del pueblo boliviano, para cambiar las estructuras económicas y las mentalidades que devenían desde la colonia. Aquellos heroicos hechos, sobre la base de muertes y sufrimiento, abrieron las posibilidades de sueños y realizaciones que jamás habían contemplado las élites republicanas.

El 9 de abril del 52 es la bandera más clara y el ejemplo más preciso, para seguir en los derroteros de construir Estado en serio, y Nación para todos. Ese abril revolucionario del 52 tiene que ser el estandarte que guíe en los distintos caminos, de construcción económica y de justicia social. Estandarte para buscar mejores oportunidades económicas, sociales y de sueño en nuestra Patria. Y que los fracasos de aquella revolución, no opaquen los legados que hasta hoy tenemos en el país.

Opinión
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Aranceles, saqueo y expoliación

El gobierno neofascista del emperador Trump, empuja al mundo de manera peligrosa a una guerra comercial, imponiendo aranceles que en la mayoría de los casos son injustos y por demás fuera de toda consideración diplomática. Bolivia también está en su lista negra, y tiene que pagar aranceles por sus exportaciones lo que nos empobrecerá más todavía.

Pero es pertinente recordarles a los neofascistas de la casa Blanca, que su país vivió casi siempre saqueando y expoliando nuestras riquezas, sean estas minerales y otras. Recordar, por ejemplo, que durante la segunda guerra mundial, nuestro país fue obligado a exportar estaño a bajísimos precios, con la excusa de “aportar a las causas de la guerra”.

Por cierto, no eran consensos ni acuerdos de caballeros ni mucho menos. Eran órdenes imperiales bajo amenazas punitivas de sanciones y otras mañas, típicas de la política exterior imperial de los USA.

Así, Bolivia tuvo nomás que regalar su estaño para esas causas nobles de la guerra; aun a costa de enormes sacrificios sociales que costaron sangre a mineros, a obreros y clases medias pobres. Por esos motivos nobles se produjo la masacre de Catavi en 1942, pues los salarios de los trabajadores eran miserables; pero el estaño se regalaba a los norteamericanos.

Sería prudente que nuestra diplomacia haga los esfuerzos, ojalá sea posible, para reclamar a los gringos que nos paguen los precios justos por el estaño, robado y saqueado desde siempre, y ni siquiera nos pagaron aranceles por eso. Sería prudente recordarle algo de historia a ese ignorante comerciante que tienen como presidente los estadounidenses.

Ahora el mundo entero tiene por fin la visión real y objetiva, de lo que siempre fue normal desde los imperios del norte: los hechos económicos y saqueo mundial de los pueblos del sur del mundo. La pasividad, la complicidad del silencio, sobre todo el no molestarles a los imperiales de parte de gran parte del mundo desarrollado, pues tapaba y encubría el saqueo de riquezas.

Todas esas injusticias significaron masacres obreras, masacres de sectores pobres y campesinos. Los magnicidios, los golpes de Estado sangrientos, y las imposiciones de la ilegalidad sobre historias y pueblos enteros, han estado estrechamente ligados al saqueo de nuestras riquezas. Quizás en eso se resume la historia moderna de nuestros pueblos.

Sabemos bien que esta historia no se resolverá en favor de las naciones saqueadas. Estamos siendo testigos, otra vez, que esos señores de la casa Blanca sólo tienen una manera de ver el mundo: de manera perversa y en función de sus ganancias económicas imperiales. Todo lo demás sólo disfraza para que la historia sea algo más contable.

Si bien el mundo cambia y corre por estos tiempos modernos y desarrollados, los intercambios comerciales injustos siguen siendo la correa de transmisión, entre la diplomacia mundial. Además, ahora son las oligarquías financieras las encargadas del saqueo mundial. Eso añade por supuesto una forma más letal en las formas del saqueo, porque se hace abstracto y más invisible la muerte y la miseria humana.

En esta historia lineal, o teleológica, donde los retornos son cada más constantes, pues el retorno de los fascismos imperiales nos muestra que la historia occidental, no precisamente es objetiva ni mucho menos. El mito del desarrollo y progreso fue sólo para ellos. Para el sur del mundo, todas las historias son de saqueo y expoliación de nuestras riquezas.

Ojalá el mundo tome consciencia por fin. Que el sistema y sus derivados de saqueo, por demás injustos y sangrientos, no ha hecho un mundo donde la vida sea atractiva para miles de millones de seres humanos. Sino un valle de lágrimas, donde cotidianamente se lucha como animales para sobrevivir, para justificar en algo el haber abierto los ojos en el nacimiento, en este mundo.

Ojalá los pueblos del mundo tomen consciencia, de lo insostenible que son las relaciones comerciales, donde los más poderosos siempre son los que más ganan, sobre los más pobres y miserables del mundo. Esa insostenibilidad nos empuja después a sangre y reclamos incluso de venganza justa. La miseria siempre generará guerrilleros, combatientes en defensa de los más desamparados a lo largo del mundo.

Los aranceles imperiales de estos días, sólo generará más miseria y pobreza. Pero pues, los occidentales no aprenden de su propia historia. Por la periferia del mundo, también se producirán mayores desajustes económicos, es decir pobreza y miseria. Sin políticas de Estado, o con Estados débiles y sin gente experimentada para estos desastres, tenemos nomás el apocalipsis en las puertas.

Veremos también si la sociedad civil estadounidense despierta de su letargo. La comodidad y los lujos tienen sus inconvenientes, cuando toca la puerta la necesidad de seguir viviendo aun compartiendo el mundo, con la miseria y la pobreza.

La sociedad civil y el pueblo estadounidense no pueden dejar impune a unos pillos que han tomado el poder, a nombre de la democracia y los valores sagrados de los USA.

Opinión
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