Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
15/05/2025 - 15:13

Pepe Mújica y su legado ético

Muere Mujica dejando un enorme legado contra las prácticas “pragmáticas” de los “revolucionarios” postmodernos. Del montón y la mediocridad absoluta patrimonialista.

Murió hoy día Pepe Mujica, en su Uruguay querido y en su casita sencilla muestra de que no se corrompió, que fue coherente con sus ideas, con su tiempo y sus compromisos revolucionarios en su patria, hacia el mundo. Muere esa izquierda de aquellos tiempos, cuando la ética y la moral eran valores humanos revolucionarios y de entrega a los pueblos hambrientos, precisamente en solidaridad con los desposeídos y marginados del mundo.

En comparación sobran los “revolucionarios” de discurso, de pinta, de café, de chupas y más discursos. O de aquellos que escriben sus desahogos existenciales, cuando ni siquiera están en las marchas contra el genocidio en Palestina. Sobran esos oportunistas de escritorio, militantes de la mentira y el boicot a los movimientos populares.

Muere Mujica dejando un enorme legado contra las prácticas “pragmáticas” de los “revolucionarios” postmodernos. Del montón y la mediocridad absoluta patrimonialista.

Muere Mujica, ese guerrillero comprometido en su coherencia concreta, en las calles, en la miseria donde están las verdaderas trincheras de un revolucionario. Que después fue apresado por la dictadura uruguaya, del Plan Cóndor, para ser torturado y humillado en la cárcel. Pero que no le doblegaron en el alma, que no le hicieron un vengativo y renegado, sino todo lo contrario: más revolucionario y hecho presidente después por su país.

Como presidente absolutamente ejemplar, un servidor del pueblo uruguayo siendo la primera autoridad. Que no necesitaba guardaespaldas, ni autos de lujo, ni fiestas o farras para que los lacayos le adoraran. Mujica enseñó al mundo cómo gobernar si es que realmente se es revolucionario, si es que realmente se está al servicio del pueblo.

También fue un intelectual. Un pensador positivo y equilibrado. No un fanfarrón de la revolución, como tantos en estas épocas oscuras. Le importaban mucho los jóvenes, las nuevas generaciones siempre postergadas en nombre de la falta de experiencia. En nombre de tantas trampas de la razón hegeliana, que sólo bloquean a los jóvenes en todos los rincones del poder.

Su coherencia y claridad ética, le sirvió también para criticar a otros de la izquierda. Con nombres y apellidos. Porque la cobardía es el sello rutinario y la bandera de la hipocresía actual. Por supuesto que podía hacerlo, pues su vida fue un ejemplo de comportamiento revolucionario, de práctica revolucionaria. Entonces podía mirar de frente a los ojos de los demás, y criticar la corrupción de estos tiempos tramposos, de ausencia total de ética y moral. Era un Quijote, cierto, un ser de otros tiempos en dónde no había moda de pose revolucionaria.

Mujica deja un enorme legado ético y moral como revolucionario. Ejemplar ser en función de los más desposeídos y marginados de este mundo. Pero no hay que convertirlo en caudillo, ni en “modelo revolucionario” para no ensuciarlo con las poses postmodernas de los “revolucionarios” actuales. Mujica sólo era coherente como revolucionario: hacer y pensar en consecuencia.

En tiempos violentos e imperiales, donde la consigna es ser pragmáticos y violentos incluso a nombre de la revolución, en tiempos donde la brutalidad es carnet de presentación, en tiempos donde las ideas y los debates han dado lugar a la brutalidad y la ignorancia, extrañaremos a Pepe Mujica. Extrañaremos a ese Quijote de las causas revolucionarias, de las causas por las que valen la pena entregar la vida.

Vivimos tiempos difíciles e injustos. Tiempos de caretas y poses de pantomima, en medio del hambre, de la miseria y de ausencia de justicia en todo el sentido de la palabra. Tiempos en que faltan las palabras de aliento, de esperanza revolucionaria que puedan ser al menos brisas de consuelo para los desamparados.

Pues la muerte es una manera de triunfar en estos territorios desestructurados. La  muerte es una manera de vencer a los fantasmas de la injusticia, de la soberbia y la inutilidad institucional de la justicia. Mujica vencerá con el tiempo y los recuerdos a esos monstruos de la historia, sean coloniales o imperiales, que todavía están disfrutando con la muerte de los sin nombre, de quiénes no pueden hacer nada para defenderse y encontrar algo de justicia y paz.

Los poetas y los artistas se encargarán de mostrar las bondades espirituales de Mujica. Las letras de la literatura o la historia, tienen insumos necesarios para recordarle como revolucionario ejemplar y consecuente. En definitiva, hemos tenido la suerte de escuchar o conocer un ser ejemplar. Quizás con errores por supuesto; pero no con traiciones a las ideas de la coherencia, a las exigencias de los compromisos éticos y morales si es que se es en serio un revolucionario.

Descansa en paz maestro. En el patio de tu casita sencilla, a pesar de haber sido presidente de un país latinoamericano, y no te corrompiste ni te ensuciaste con dineros del Estado, es decir del pueblo. Pues has sido un verdadero revolucionario. Paz en tu tumba.

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