9 de abril a pesar del tiempo y la historia
Sin embargo; oh sorpresa, mineros y campesinos armados y dueños de la Revolución, entregan en bandeja de plata su conquista histórica a clases altas que nada tenían que hacer en aquellos momentos históricos.

Está claro que la Revolución del 9 de abril de 1952, protagonizada por mineros, obreros, campesinos y clases medias pobres en armas, fue el único acontecimiento que dio vuelco a la tortilla de nuestra historia. Tuvo que ser una Revolución, para que millones de compatriotas sean por fin reconocidos como habitantes reales, como bolivianos integrados con derechos y deberes. Destruyendo a la vez las visiones coloniales y marginadoras de la historia tradicional oligárquica.
Tuvo que ser sangrienta, con enormes sacrificios de parte de los sectores pobres y obreros. La ceguera y testarudez de los sectores oligárquicos, frente a una realidad absolutamente objetiva de millones de desplazados, de marginados del sistema educativo, marginado de la economía, marginados de sus básicos derechos, ya no era sostenible a mediados del siglo XX.
Sin embargo; oh sorpresa, mineros y campesinos armados y dueños de la Revolución, entregan en bandeja de plata su conquista histórica a clases altas que nada tenían que hacer en aquellos momentos históricos. Quizás el miedo a los manejos burocráticos; quizás el miedo a construir o reconstruir totalmente las instituciones y el Estado. Lo cierto es que las masas armadas y dueñas de ese proceso, entregaron el poder a quiénes no debían.
En todo caso, la historia seguirá debatiendo aquel acontecimiento importante. Y ojalá el aprendizaje y las lecciones de aquellos hechos, con sus luces y sombras, tomen relevo en las nuevas generaciones. Pues, aquella Revolución nos mostró con claridad, que las clases altas y medias no tenían consciencia real del país. Sobre todo, del país profundo. Todos los hechos posteriores: dictaduras militares y civiles, fueron didáctica del conocimiento sobre la consciencia de las clases pudientes, respecto del país.
Pero es cierto también, que las sombras de la Revolución fueron enormes. El racismo congénito de un país colonizado hasta los tuétanos, la discriminación hacia las mujeres, no se resolvieron. En un país de mentalidades conservadoras y retrógradas no se pudo avanzar más allá de sus propios límites.
Si para mantener la libertad, los derechos humanos, y todo lo que ha logrado aquella Revolución y los procesos sociales de avanzada que han venido después, se requiere otra Revolución, pues que así sea. El ejemplo del 9 de abril seguirá siendo una llama en el firmamento de los sectores marginados.
En estos años de barbarie occidental gringa, donde todo se ha degradado hasta niveles insospechados, requerimos elevar nuestros grados de consciencia patriótica. Vamos siglos y siglos repitiendo errores que siempre nos llevan a derrotas, a sacrificios de sangre e inhumanos que no son justos. El capitalismo se hace cada vez más sanguinario y peligroso. El genocidio en Palestina y la guerra de Ucrania, muestran precisamente los grados inhumanos a los cuáles están cayendo quiénes son los gendarmes del sistema mundial capitalista. La experiencia nos dice que los sirvientes por el sur del mundo, simplemente se prestarán a esta tarea homicida.
Que la Revolución del 9 de abril de 1952, alumbre en la esperanza de que siempre es posible que los pueblos sean libres, frente a la degradación humana de la explotación y la expoliación de las riquezas. La Revolución de 1952 abrió en la historia una enorme puerta a los cambios y transformaciones sociales, frente a las visiones retrógradas, racistas y coloniales que siguen imperando en el mundo.
Pues en momentos de barbarie occidental gringa, acudir a nuestra memoria histórica de cambios y transformaciones para no quedar en la trampa del miedo y la cobardía. Transformaciones que han sido los motores para construir un país más justo, un país más nuestro y algún futuro claro hacia las nuevas generaciones.
Pero el aprendizaje y la experiencia sobre los errores que se cometen, que el pueblo paga muy caro, deben ser lecciones concretas en las nuevas generaciones. La Revolución del 52 nos muestra con nitidez esos errores, que no aprendimos y cometimos los mismos errores en otros momentos de cambios sociales. Retrasando procesos económicos y sociales, que sólo nos debilitan como Nación y nos hacen más dependientes del capital internacional.
Recordemos a la Revolución del 9 de abril de 1952, como el gesto más importante de una gran parte del pueblo boliviano, para cambiar las estructuras económicas y las mentalidades que devenían desde la colonia. Aquellos heroicos hechos, sobre la base de muertes y sufrimiento, abrieron las posibilidades de sueños y realizaciones que jamás habían contemplado las élites republicanas.
El 9 de abril del 52 es la bandera más clara y el ejemplo más preciso, para seguir en los derroteros de construir Estado en serio, y Nación para todos. Ese abril revolucionario del 52 tiene que ser el estandarte que guíe en los distintos caminos, de construcción económica y de justicia social. Estandarte para buscar mejores oportunidades económicas, sociales y de sueño en nuestra Patria. Y que los fracasos de aquella revolución, no opaquen los legados que hasta hoy tenemos en el país.