Estados fallidos y Estados criminales
Los Estados fallidos son tan peligrosos como los Estados criminales. Son caras de la misma moneda: capitalismo.

Se llaman Estados fallidos a aquellos que ya no tienen control de nada en sus territorios: sin ley, corruptos, sin institucionalidad, donde no funcionan los encargados de la fuerza pública y donde la economía es de sobrevivencia total. En América Latina el ejemplo lamentable es Haití, más allá de las explicaciones históricas, lo cierto es que este país sufre todos los males posibles de desestructuración y criminalidad.
Se llaman Estados criminales a aquellos como Israel, donde la complicidad con los asesinatos selectivos, los bombardeos a civiles desarmados en nombre de Dios, el odio racial y religioso son la constante. Todo eso promovidos por los Estados Unidos y países europeos, en sus ventas de armas absolutamente criminales y anti éticos. Pero el capitalismo querido de estos países, les ordena ejecutar para cumplir los propósitos del mercado total: ganancias al infinito aun sea por encima de millones de cadáveres y sufrimiento del mundo.
Por el sur del mundo los Estados fallidos son muchos. El telón de fondo de estos escenarios son la corrupción política, judicial y económica. Ambientes ideales para desestructurar países enteros, donde la ausencia de leyes y normas básicas, simplemente destruyen instituciones como tejidos sociales. Los Estados funcionan, si es que funcionan, por inercia; pero no con normas y leyes. Las poblaciones sobreviven con economías informales al margen del Estado y al margen de toda normativa económica real.
Sin embargo, lo que debe preocupar al mundo son los Estados Criminales como Israel. Porque el peligro de las mentalidades guerreristas y sanguinarias, simplemente de lejos son abrumadoras respecto de los Estados fallidos. Los judíos bombardean el país que les da la gana, donde los odios son más fuertes, o donde les dice su Dios guerrero y sanguinario. El mundo está totalmente a merced de estas mentalidades sanguinarias y con sed de venganza constante.
En todo caso no es una novedad. La historia mundial tiene experiencia de sangre, que es en definitiva la esencia de la historia occidental. Corea, Vietnam, Camboya, Irak, Afganistán, etc. Los bombardeos criminales son clásicos de sangre en la historia de occidente. Millones de muertos, destrucción total de regiones enteras y millones de heridos por todo el mundo. Hoja de ruta sangrienta en las mentalidades cavernarias de occidente.
De hecho, actualmente sólo las guerras son los negocios más lucrativos de los Estados criminales como Israel o Estados Unidos. Sin guerras empezarían crisis en esos países insostenibles. Por donde se vea la criminalidad del sistema, al mando de los países con Estados criminales, raya en el total sin sentido, pasando todos los límites posibles del entendimiento humano.
Las élites económicas mundiales, que son las más corruptas de la historia del capitalismo, han perdido el rumbo del sentimiento humano, si es que alguna vez lo tuvieron. No les interesan los niños asesinados, las mujeres y ancianos asesinados. No les interesan la destrucción total de ciudades, regiones, pues lo más importante son las ganancias lucrativas al infinito. Esa es la esencia del capitalismo.
En suma, si bien los Estados fallidos son preocupantes; los Estados criminales como Israel son peligrosos para la humanidad. Dotados por supuesto de los arsenales militares, científicamente brillantes, que les asigna soberbia brutal y asesina absolutamente impune. No hay institución alguna en el mundo capaz de parar las masacres mundiales. Porque ellos son también dueños de esas instituciones como las NNUU, donde los diplomáticos de los Estados criminales mienten y tergiversan los hechos, como parte de sus trabajos criminales: justificar las matanzas mundiales en nombre de las ganancias del capitalismo total. Y sus bonitas palabras sólo son ecos criminales de los generales y presidentes que comandan aquellos Estados.
Tenemos que tomar en cuenta, por otro lado, que los sistemas de inteligencia de los Estados criminales son artefactos con licencia para matar en todo el mundo. No hay ley ni norma en el mundo, con autoridad para frenar esos asesinatos secretos cotidianos, dizque en nombre de la seguridad nacional de los Estados criminales.
Los Estados criminales tienen costumbres asesinas, incluso idealizadas en las películas de occidente. Donde los criminales son héroes. Cuanto más asesinos, tienen más carta de ciudadanía y son ejemplos para sus ciudadanos. Ese es el grado de degradación humana de las mentalidades de dichos Estados.
Pero es cierto, por estos lados del mundo, tiene que preocuparnos los Estados fallidos. Porque son escenarios ideales para los delincuentes de cuello blanco, politiqueros corruptos, caudillos ignorantes o letrados por igual, que siembran terror y destrucción institucional para generar ganancias ilícitas. Es decir, para generar hambre, miseria, desigualdad y ausencia de oportunidades. Está claro que estos delincuentes son cómplices del sistema capitalista salvaje.
Los Estados fallidos son tan peligrosos como los Estados criminales. Son caras de la misma moneda: capitalismo. Viven y conviven de la destrucción humana, de la insensibilidad humana, de la degradación humana en su máxima expresión, de la ausencia de solidaridad. Y si todavía tiene sentido la existencia humana, pues detener las corrientes asesinas de esos Estados son actos humanos realmente revolucionarios, éticos y consecuentes con la naturaleza real humana.