Blog de Gary Rodríguez Álvarez

Las prioridades de la Agenda Económica 2022

El Capítulo Bolivia de la Cámara de Comercio Internacional (ICC, por sus siglas en inglés) reunió a un selecto grupo de instituciones y profesionales para perfilar "Las prioridades de la Agenda Económica 2022" para el país. La organización del evento desarrollado virtualmente el 28 de enero pasado estuvo a cargo de la Comisión de Política Económica de la ICC, presidida por el Lic. Pablo Mendieta, Director del Centro Boliviano de Economía (CEBEC/CAINCO).

Los ponentes fueron: Alejandro Ponce Bueno, Presidente de la Cámara Boliviana de Hidrocarburos y Energía; Demetrio Soruco Henicke, Presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior y Javier Arze Justiniano, Gerente General de la Cámara de la Construcción de Santa Cruz. Jean Pierre Antelo, Presidente de la ICC Capítulo Bolivia y de la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz, tradujo las conclusiones en la Agenda Económica 2022.

En el punto de partida se dijo que Bolivia -como país vulnerable a la pandemia- sufrió una severa afectación de su economía, resultando insuficientes las políticas de apoyo; el alza del PIB del 6% en 2021 produjo una recuperación parcial, situándolo un 3% por debajo del PIB del 2019; los organismos internacionales prevén una desaceleración del crecimiento en todo el mundo; las Reservas Internacionales Netas no cayeron más gracias al superávit comercial, la subida de precios internacionales, un menor dinamismo de las importaciones, y un repunte de las remesas de los bolivianos en el exterior; la brecha fiscal cayó, principalmente por la baja ejecución de la inversión pública.

En relación a las miradas sectoriales, respecto al sector hidrocarburífero quedó señalado que el mundo apunta a las energías renovables y menos contaminantes, lo que Bolivia podría aprovechar dada su gran capacidad productiva; a corto plazo se prevé precios altos para el petróleo; y, aunque Argentina y Brasil han hecho grandes esfuerzos para producir gas, el mercado brasilero sigue creciendo y tiene mucha necesidad del energético, pero Bolivia debe bajar sus costos de producción y mejorar drásticamente las reglas de juego.

Por el lado del comercio exterior la preocupación es cómo impedir una mayor caída de las RIN en aras de la estabilidad, trabajar la competitividad sistémica; apostar por la agrobiotecnología para aprovechar la demanda de alimentos que pese a las crisis y pandemias seguirá creciendo, y por el sector maderero que tiene enormes oportunidades de expansión; es mejor sustituir importaciones y atraer capitales, que endeudarse con tasas de interés en alza; respecto al contrabando, hacer entender que es pan para hoy y hambre para mañana, y que la responsabilidad de combatirlo no solo es del gobierno sino de la sociedad.

En el área de la construcción la recuperación fue parcial, no hubo un crecimiento real, considerando la baja del consumo de cemento respecto al 2019; se debe resolver la informalidad y mejorar el registro en el ámbito inmobiliario; finalmente, privilegiar la contratación de empresas constructoras bolivianas.

Jean Pierre Antelo dijo que la coordinación público-privada es la mejor forma de impulsar proyectos y generar políticas que beneficien a todos los bolivianos; las alianzas deben iniciar con el diálogo y la voluntad de trabajar en conjunto para dar certidumbre, mejorar el clima de inversión y aportar a la seguridad jurídica, y la institucionalidad privada puede aportar de forma técnica y propositiva al objetivo de la dinamización económica, favoreciendo a la industria nacional y el comercio formal.

Los 4 ejes prioritarios para la reactivación económica, serían: 1) Promover la sostenibilidad y el cambio de la matriz energética; 2) Apertura y búsqueda de nuevos mercados para productos bolivianos, en pro del empleo; 3) Garantizar el Estado de Derecho y una buena gobernanza; 4) Impulsar la innovación, la economía digital para el crecimiento económico y la equidad de género.

Nada del otro mundo -por tanto- perfectamente posible de hacer. O…¿qué dice Ud.?
 

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A un año de gestión gubernamental

La pandemia del COVID-19 golpeó al planeta en 2020 provocando la peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial. Bolivia no fue la excepción: el PIB del país cayó 8,8% registrando su peor desempeño económico desde 1953, un año después de la Revolución Nacional cuando bajó 9,5%.

El 8 de noviembre de 2020 asumió el gobierno actual con la urgente tarea de reencaminar al país por la senda del crecimiento y el desarrollo económico. Difícil pero no imposible labor, siempre y cuando se la haga bien. Es cierto que la recuperación económica, no siendo fácil, está en marcha; pero, también, que no va todo lo rápido que se esperaba.

Según datos oficiales, el crecimiento económico de Bolivia a junio pasado fue del 9,4% mientras que otra variable clave de la economía, el desempleo, bajó al 6,3% hasta septiembre, implicando que aún hay 282.000 desocupados en el país, eso sí, bastante lejos de la altísima tasa del 12% registrada en julio de 2020 con casi 420.000 desocupados.

Otro elemento que da cuenta de la recuperación es el aporte del comercio exterior al país, al registrar una balanza comercial favorable a septiembre por 1.500 millones de dólares, una muy buena noticia, ciertamente, ya que este superávit se da luego de 6 años de consecutivos déficits que restaron más de 5.000 millones de dólares a las Reservas Internacionales Netas del Banco Central de Bolivia entre 2015 y 2020. Tres factores explican este logro: la subida del valor exportado en 67%, el aumento de su volumen en 15% y la mejora del precio promedio  en un 45%. Las importaciones también subieron, 32% en valor y 38% en volumen, pese a que su precio promedio bajó 5%; hay que destacar que más del 60% de lo importado son insumos, bienes de capital y equipos de transporte.

Respecto a la inversión extranjera directa neta, que en 2019 y 2020 arrojó un preocupante cuadro de desinversión por la mayor salida que el ingreso de capitales, a junio del 2021 muestra una recuperación con un valor positivo de 314 millones de dólares, algo bueno, porque se precisa más inversión privada para que el país se endeude menos.

¿A qué se debe la recuperación en curso? ¿A un mejor contexto internacional o a las políticas públicas implementadas desde noviembre del pasado año? Se dice que cuando algo sale bien, todos quieren ser el padre del éxito, pero no cuando las cosas van mal.

Por honestidad intelectual habrá que admitir que, stricto sensu, así como en 2020 el negativo impacto de la crisis de la pandemia a nivel internacional y la falta de mejores políticas públicas sumieron a Bolivia en su peor desempeño económico en 67 años, igual hoy, la recuperación se debe tanto a un mejor contexto mundial signado por el alza de precios de los minerales, hidrocarburos y alimentos que exportamos, así como también, a las medidas adoptadas por el gobierno, reconociendo que, de haberse tomado en cuenta varias políticas públicas sugeridas, se pudo haber crecido muchísimo más.

Tomando en cuenta lo anterior…¿cuáles son los desafíos de aquí en adelante?

En abril del 2020 se advirtió al gobierno que si no se ocupaba simultáneamente de la economía y la pandemia, la crisis sanitaria podría desembocar en una crisis económica, lo que efectivamente ocurrió. Hoy, el desafío es tomar urgentes medidas para reactivar más rápido la economía, precautelar la estabilidad y evitar una futura una crisis social.

Para lograrlo, un trabajo sinérgico público-privado resulta definitivamente inexcusable, porque, ni el gobierno ni los empresarios privados podrán revertir, por sí solos, la caída del 8,8% del PIB del año 2020, así como tampoco la tendencia declinante de la tasa de crecimiento de la economía, que disminuyó desde 6,8% en 2013 hasta 2,2% en 2019.

Dar las condiciones mínimas necesarias a quien arriesga e invierte para generar riqueza y empleos, es el camino para garantizar la estabilidad de la economía, alejar la posibilidad de una devaluación y combatir la pobreza en el país. Solo así se podrá garantizar la paz social en Bolivia.
 

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¡Cuidado que la sangre llegue al río!

Dos veces he estado frente a gente armada y -como víctima- doy fe de lo que se siente al estar amenazado. Escribo esta columna, a propósito de los insufribles avasallamientos a predios productivos que se están dando en Santa Cruz, una práctica al margen de la ley que ha derivado en enfrentamientos, heridos y secuestros por gente armada, en una clara actividad delincuencial.

Recuerdo que en 2013 los avasallamientos a más de 100 predios en producción motivó al periódico estatal “CAMBIO” a realizar una investigación “in situ”. Admirador y defensor de la actividad agropecuaria cruceña, indignado -además- por la agresión al sector agroproductivo, me ofrecí a acompañar dicha labor periodística, sin ver el peligro que entrañaba.

El 7 de noviembre de 2013 fuimos al encuentro de una columna de avasalladores y hallamos sus vehículos en Limoncito, al Norte de Santa Cruz, a 100 km de la capital; pero, antes de darnos cuenta -Jorge Mamani, fotógrafo de “CAMBIO” y mi persona- nos vimos rodeados por una turba con armas de fuego y machetes, que nos zarandeaban y golpeaban queriendo arrebatarle la cámara fotográfica a él, y a mí, mi celular con el que filmaba; solo por la gracia de Dios y el grito de “¡Estado Plurinacional, Estado Plurinacional!” proferido por la periodista Karem Gandarillas, que se abrió paso mostrando su identificación del Ministerio de Comunicación, nos salvó de ser víctimas de aquel centenar de avasalladores y traficantes de tierras. Confieso que sentí temor, rabia e impotencia, por la agresión. El hecho indignó a las autoridades y se ordenó una profunda investigación.

La segunda vez que me vi amenazado por un arma fue el 4 de abril del 2014, a las 20:45 horas, en la plazuela del Barrio Avaroa, en Santa Cruz de la Sierra, pese a la potente luz de los faroles y 7 personas sentadas en derredor, que no hicieron nada para defendernos; uno de los asaltantes me puso el revólver a la altura de la nariz, mientras el otro inmovilizaba a mi esposa Jannet. Grande fue el susto, primero, y la impotencia después, porque nos robaron prácticamente todo. Sentamos denuncia ante la FELCC, pero no recuperamos nada. El consuelo fue que, gracias a Dios, “la sacamos barata” porque el daño pudo haber sido peor.

Hago este relato solidarizándome con mis amigos productores del agro cruceño agredidos por los avasalladores, así como también, con mis colegas y amigos de la prensa Silvia Gómez, Mauricio Egüez, Jorge Gutiérrez, Sergio Martínez, Nicolás García y Percy Suárez, hechos rehenes, amenazados y torturados por encapuchados el pasado 28 de octubre en Guarayos, solo por cumplir con su labor de investigar sobre los avasallamientos. He visto sus rostros atemorizados y sus lágrimas, he escuchado sus dramáticos relatos y su dolor, por eso esta columna...

No es un tema menor. El Comandante de la FELCC confirmó que había como 70 hombres armados en Las Londras, donde se produjo tan nefasto hecho. Caldeados los ánimos como están, cuidado que la sangre llegue al río...

Volviendo al suceso del 2013 en Limoncito y la investigación realizada, dice Karem Gandarillas: “La gente armada fue detenida gracias al registro de prensa y a periodistas decididos a comunicar la verdad, cuya labor se hizo patente mediante una serie de trabajos de investigación que ayudaron a hacer justicia, tanto en los estratos judiciales, como con la Ley 477, contra el avasallamiento y tráfico de tierras del 20 de diciembre de 2013. El trabajo de prensa es una labor peligrosa, pero ante todo, un apostolado que lleva luz allá donde nadie se atreve a llegar; es, por tanto, uno de los más altos servicios a la Patria y a sus hijos”.

Se ha dicho que el secuestro y la agresión a periodistas, civiles y policías en Las Londras no quedarán impunes (“Gobierno advierte que será implacable contra aquellos que entran a propiedades y secuestran personas”, boliviaaldia.bo, 29.10.2021). Ojalá así sea, como en 2013, cuando se entendió que, de parar los avasallamientos dependía el normal abastecimiento de alimentos…

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Esfuerzo, sacrificio y fracaso, antes del éxito

Santa Cruz no es la panacea, sin embargo, para mucha gente es la tierra de las oportunidades, donde -como dice el Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), Ing. Luis Barbery Paz- el “sueño boliviano” se ha hecho realidad para decenas de miles y miles de compatriotas que migraron buscando mejor suerte. Siempre habrá quienes lo nieguen, pero a la luz de la estadística, el progreso en la región cruceña es real y para evitar las subjetividades, están los números que dan cuenta de los resultados, fruto del exitoso modelo de desarrollo cruceño.

La incidencia de la pobreza en Santa Cruz es la más baja del país: mientras en Bolivia de cada 100 personas 39 son pobres, en Santa Cruz lo son 23; en otros departamentos el nivel de incidencia de la pobreza incluso llega al 65% y 57%.

La migración de personas y empresas del interior del país a Santa Cruz, como “polo de atracción”, no se detiene. En términos demográficos, el Censo del 2012 mostró que la región cruceña casi igualó a La Paz con cerca de 2,7 millones de habitantes, pero según las proyecciones del INE desde hace algunos años ya superó a la población paceña y, para el año 2025, estará con 500.000 personas por encima.

Este crecimiento tiene su correlato en el espíritu emprendedor cruceño que apuntala su economía haciendo que: el PIB regional crezca hasta superar los 12.000 millones de dólares en 2019; aporte ese año con cerca del 30% al PIB nacional; con más del 40% al PIB agropecuario del país y que la dinámica del PIB regional jale a la economía boliviana al crecer más que ésta; por eso Santa Cruz es la locomotora del país, de ahí que si a Santa Cruz le va bien, le irá bien a Bolivia ya que el eje económico se ha trasladado al oriente.

Gracias al modelo de desarrollo cruceño, basado en la actividad privada agropecuaria, agroindustrial y la agroexportación, Bolivia es autosuficiente en casi todos los rubros alimenticios, excepto el trigo: 74% de los alimentos los genera la región; Santa Cruz significa 30% de las exportaciones totales; 70% de las no tradicionales y 78% de las agroexportaciones. La exportación de soya y derivados aportó con casi 15.000 millones de dólares por 39 millones de toneladas vendidas desde que se la produjera experimentalmente en los años ´80, para subir con fuerza en los ´90 produciendo a escala con, la mira en los mercados de la Comunidad Andina, coadyuvando a ello el único evento biotecnológico autorizado en 2005 (soya RR), para mejorar su productividad.

Pero, a la hora de hablar de resultados del modelo de desarrollo cruceño es bueno ver también a la gente: en 2020 la pobreza en Bolivia era del 39% y la extrema de casi 14%, en Santa Cruz del 23% y 7%, respectivamente. La electrificación que tenía una cobertura del 46% en 2006 ha pasado al 98%; el acceso al agua potable es hoy del 96%; sus carreteras suman 6.300 km, gracias al inédito modelo redistributivo de las regalías que implementó el Gobierno Autónomo Departamental de Santa Cruz con 50% de las mismas para obras en provincias productoras de hidrocarburos, 40% para las no productoras y 10% para los pueblos indígenas.

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) cruceño, como indicador de la situación del individuo respecto a la esperanza de una vida larga y saludable con acceso al conocimiento y un nivel de vida digno, ha ido en ascenso, por encima del IDH de Bolivia (0,682 versus 0,675 el año 2012). El Índice de Gini (desigualdad de ingresos) regional mejoró de 0,59 en el 2000 al 0,40 en 2019, superando al de Bolivia, aunque bueno sería avanzar más en ello.

¡Cuántas veces se mira el éxito cruceño y se lo niega, envidia, minimiza o ridiculiza, ignorando el esfuerzo, el sacrificio, incluso el fracaso, antes de llegar al triunfo! Santa Cruz es tierra de oportunidades -es verdad- pero también, de duras y estoicas batallas a librar.

(Basado en el libro “Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito”, IBCE / SEGH-SC, 2021. Se lo puede descargar de: www.ibce.org.bo)
 

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Carta abierta a la Central Obrera Boliviana (COB)

Habiendo tomado conocimiento del Instructivo C.O.B. – CEN Nº 019/2021, por el que el Comité Ejecutivo Nacional de la Central Obrera Boliviana (COB) establece un Cronograma de Cumbres para la “Reconstrucción Económica y Productiva del Estado Plurinacional de Bolivia”, con una estrategia de participación activa de las organizaciones obreras, campesinas y sociales en los nueve Departamentos del país, me dirijo a ustedes con todo respeto, como un simple ciudadano y un trabajador más que sueña con una Bolivia sin pobreza, con buena salud, mejor educación, empleos dignos y oportunidades para todos.

Luego de casi 35 años trabajando en el país y por el país, me animo a lanzar la presente carta pública con el mejor ánimo de contribuir con ideas en un importante y  al mismo tiempo delicado sector, como es el comercio exterior, con planteamientos que deberían ser respaldados por todos los bolivianos, tomando en cuenta la enorme importancia que tienen las exportaciones e importaciones para la economía boliviana.

Considerando que no solo la estabilidad de la moneda, sino de la economía misma, depende en gran parte de lo que pase con el tipo de cambio, recomiendo que en las siguientes Cumbres se puedan abordar estas cinco medidas en función de una rápida reactivación económica y productiva; un alto crecimiento con mayor bienestar social; generación de empleos e ingresos para las familias; y, más impuestos y divisas para el Estado:

 

  1. Promoción selectiva de exportaciones: Enfocarse en sectores productivos de rápida reacción como el agropecuario/agroindustrial y forestal/maderero, resulta altamente prioritario para captar la mayor cantidad de dólares y así fortalecer las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB).
  2. Sustitución competitiva de importaciones: Profundizar el D.S. 4424, que el IBCE aplaudió públicamente calificándolo de acertado, tomando en cuenta que fue concebido con la finalidad de evitar la salida de dólares, fortalecer las RIN del BCB y, al mismo tiempo, recuperar el mercado interno en favor de la producción nacional.
  3. Lucha frontal anti-contrabando: Es sumamente urgente incorporar a la sociedad civil al combate del contrabando que tanto daño hace a la economía del Estado, por la pérdida de tributos; a los productores y comerciantes legalmente establecidos, por la pérdida de mercados; a los trabajadores, por la pérdida de empleos en el sector formal; y a la población, por la pérdida de su salud a partir de alimentos y medicinas que entran sin control sanitario; la sociedad civil debe apoyar a la Aduana, al Ejército Nacional y a la Policía Boliviana, que están siendo atacados por los contrabandistas en varios distritos.
  4. Promoción del consumo de la producción nacional: Es necesario llevar a cabo una campaña de largo aliento de concientización ciudadana, en función de apoyar lo “Hecho en Bolivia”, haciendo entender que cuando la gente compra un producto nacional, está pagando no solo el esfuerzo de los productores en la ciudad y el campo, sino también, y principalmente, los sueldos y salarios de los trabajadores bolivianos.
  5. Firma de un Gran Pacto Social Productivo: Un acuerdo de buena voluntad Gobierno-Empresarios-Trabajadores resulta urgente para: establecer objetivos y metas de corto, mediano y largo plazo; hablar todos un mismo idioma; dar certidumbre al operador económico nacional y extranjero; y, a partir de ello, que haya más inversión privada nacional y extranjera, que derive en empleos dignos y sostenibles para los ciudadanos.

Si los bolivianos aprendemos a mirarnos como hermanos dejando de lado lo que nos divide y actuamos en unidad -puestos los ojos en el bien mayor que no puede ser otro que abatir la pobreza- muy fácilmente podríamos salir de la crisis, con la posibilidad de crecer y generar tal cantidad de empleos, como nunca antes en la historia. ¡Forjemos la Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana, que añoramos! Se los digo con el corazón en la mano. Un abrazo y bendiciones.
 

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Bolivia: Un amor desenfrenado de libertad

Cada 6 de Agosto se recuerda el Día de la Independencia proclamada en 1825, dando lugar a la República Bolívar, nombre ideado en homenaje al Libertador Simón Bolívar, artífice de su emancipación con otro gran militar, Antonio José de Sucre. ¿De dónde sale, entonces, el nombre de Bolivia? Ocurre que a los pocos meses de su creación, la propuesta del Presbítero Manuel Martín Cruz -"Si de Rómulo, Roma; de Bolívar, Bolivia"- fue aceptada por la Asamblea Deliberante y pasó a llamarse así el 3 de octubre de 1825 (“La República de Bolivia”, Jorge Mier Hoffman). Con toda seguridad, el Libertador se sintió muy feliz por ello.

Pero…¿qué diría Bolívar si pudiera ver cómo está su Bolivia amada, el día de hoy? ¿Se sentiría satisfecho de nuestros logros y grandezas, como también, nuestros fracasos y miserias? ¿Qué diría -parafraseándolo- de “su pequeña pero valiente Bolivia, su hija predilecta, la más aparente débil de sus creaciones, pero grande en sus orígenes de lucha”?

Bolívar recordaría que el país nació con 2.363.769 km2 y lamentaría ver que hoy tiene apenas 1.098.581 km2 siendo que perdió más de la mitad de su territorio.

Respecto a la población que por aquel entonces bordeaba el millón de personas, le alegraría saber que según proyecciones del INE somos cerca de 12 millones pero seguramente preguntaría por qué tantos bolivianos viven en el exterior, muchos trabajando en condiciones infrahumanas, aunque gracias a ello el país recibe cada año más de 1.000 millones de dólares en remesas que llegan en apoyo a sus familiares.

En cuanto a nuestra magnitud económica, se informaría que el PIB, en términos nominales, registró a un máximo histórico de 41.193 millones de dólares en 2019, con una caída cercana al 9% del PIB real en 2020, por la pandemia; entonces consultaría si Bolivia brilla aún con luz propia, como en sus tiempos, cuando el mundo se fijaba en nosotros y hasta se había acuñado la frase “vale un Potosí”.

Con seguridad le gustaría saber de qué vive hoy el país, siendo que en su tiempo prácticamente dependía solo de la minería; le llamaría la atención que el mayor aporte sea Servicios de la Administración Pública con casi 17% del PIB, seguido del Sector Agropecuario, con 12%; el Sector Financiero con 11% y la Industria Manufacturera con cerca del 11%, configurando un 50% del PIB el año 2019.

Recordaría que por aquel entonces Bolivia destacaba en el planeta como el principal exportador de oro y plata, y seguro estoy que le maravillaría saber que su querida Bolivia no solo exporta hoy unos pocos minerales e hidrocarburos, sino que el 26% de las ventas totales se debe a cientos de productos y que no solo se autoabastece por el esfuerzo de sus productores agrícolas, pecuarios y agroindustriales, sino que genera excedentes por cerca de 3 millones de toneladas para alimentar a millones de personas en todo el orbe.

Naturalmente, se entristecería a la hora de enterarse de la pobreza que aún existe en el país, así como de la disparidad del ingreso; las deficiencias en salud y educación; la altísima informalidad y la desocupación, y cuestionaría: ¿Por qué un país con más de un millón de kilómetros cuadrados; con todos los pisos ecológicos, climas y microclimas; con un gran acervo de recursos naturales (minerales, hidrocarburos, tierras, bosques, agua dulce, aire sin contaminar); siendo una de las naciones con mayor biodiversidad del mundo; con infinitas posibilidades de desarrollo para el turismo por su ubicación envidiable como el Corazón del Sur, aprovechable también para efectos del comercio de servicios; con trabajadores laboriosos y con capacidad de adaptación, como son los bolivianos…por qué no ha crecido y desarrollado mucho más, tal como los tigres asiáticos?

Viendo la Bolivia de hoy -confrontada, sin paz ni armonía, sin unidad ni hermandad- el Libertador lloraría…

“¿Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad”, dijo Bolívar. Bolivia solo será libre cuando se reconcilie, cuando deje atrás el odio y tenga a Dios por delante...
 

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El abrazo del sombrero de saó al poncho rojo

“El hábito no hace al monje” -dice el adagio- dando a entender que no es lo externo, sino lo interior, lo que cuenta en una persona. Así las cosas, no es el vestir “fashion” lo que da valor a la gente ya que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda... Lo que dice bien de alguien, no es su apariencia, sino, su carácter, su forma de ser y la coherencia entre lo que predica y practica…

Un reciente acto de corte académico-productivo llevado a cabo en La Paz, Bolivia, causó un revuelo periodístico. En medio de tantas malas noticias que se repiten a diario por la pandemia del COVID-19 y la difícil situación económica, los principales medios de comunicación del país ofrecieron inusuales titulares como: “Los Ponchos Rojos y empresarios del oriente se abrazan y fijan pasantías” (PÁGINA SIETE); “Ponchos Rojos y empresarios de la CAO en Achacachi sellan pacto por el desarrollo productivo nacional” (INNOVAPRESS); “CAO y productores 'ponchos rojos' estrechan lazos y acuerdan transferencia tecnológica para fortalecer la agricultura en Achacachi” (EL DEBER); “Ponchos Rojos de Achacachi compartieron un apthapi con sus visitantes del agro cruceño” (UNITEL); “Empresarios del oriente y Ponchos Rojos se abrazan y firman acuerdo en Achacachi” (ATB), entre otros. Hasta aquí, la dicha de ver a dos realidades distintas hablando el mismo idioma; a los diversos, aceptándose como tales; a los que quieren un mejor futuro para sus hijos, comprometiéndose a ayudarse.

Pero -de pronto- la bronca ante la inexplicable reacción de ciertos dirigentes del lugar, arrogándose el derecho de decidir lo que está bien o mal, en este caso, que los Ponchos Rojos no están para prestarse a “juegos políticos” ni “aventuras personales”, cuando de forma pública, impúdica, aviesa y ofensiva, eso es exactamente lo que hacen, abusivamente.

¿Cómo entender que el “uso del poncho” tenga mayor valor que el acuerdo de cooperación firmado entre el Rector del Instituto Tecnológico Jach’a Omasuyos, Guillermo Villavicencio, y el Presidente de la CAO, Oscar Mario Justiniano, para que los estudiantes de dicha repartición se beneficien con pasantías en Santa Cruz, en el Departamento productor de alimentos por excelencia en el país? ¿Vestir un poncho vale más que la complementación de experiencias y saberes, para que el resultado el día de mañana sea la mejora de la calidad de vida de los productores del Altiplano, gracias a la transferencia tecnológica prometida desde el Oriente? (“Ponchos Rojos piden la renuncia del Rector que firmó acuerdo con empresarios del oriente”, ERBOL, 30.06.2021).

Una verdadera lástima que haya dirigentes de tal nivel, con una mirada tan miope y una actitud tan torpe, reclamando que se hubiera regalado ponchos rojos a los dirigentes de la CAO pasando por alto que éstos les dieron en reciprocidad el emblemático “sombrero de saó” y ¡nadie se rasgó las vestiduras por dicha causa!

¿O es que, el poncho de Occidente vale más que el sombrero del Oriente?

¡Cuánta mezquindad y cuán poca visión la de ciertas personas para quienes los argumentos no valen, pero sí el chicote que siempre llevan consigo, con el que amenazan y cuántas veces agreden a quienes piensan diferente a ellos!

Lo acontecido en Achacachi debería entenderse como una señal de buena voluntad del agro cruceño hacia sus pares de Occidente, en el afán de complementar esfuerzos como “una señal muy potente que se lanza en una sociedad, que, hay que decirlo así, lamentablemente se encuentra fracturada y muchas veces partida en dos, por cuestiones ideológico-políticas”; y, como en toda relación de conflicto o de quiebre “alguien debe dar el primer paso”, en este caso “ha sido el oriente, tendiendo su mano amiga, su mano de hermano hacia occidente” (“Agro da «señal potente» para unir lazos en vez de confrontar”, Página Siete, 28.06.2021).

Éste es mi pensamiento, y espero que el suyo también, para que un día tengamos una mejor Bolivia, unida en su diversidad sin importar el poncho, pero sí la rojo, amarillo o verde...

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Si los rusos lo dicen…

De un tiempo a esta parte, todos los medios de comunicación en el mundo reportan malas noticias, ya sea por la pandemia del COVID-19 y la crisis económica generalizada derivada de ella, así como también por los dramas derivados de la pérdida de empleos que desestabilizan a los hogares, llegando a ser parte de la explicación del aumento de muertes por esta última razón; ocurre en diferentes partes del planeta y Bolivia no es la excepción.

Sin embargo, como en medio de las nubes -o cuando pasa la lluvia- siempre aparece radiante el sol, igual -en medio de las arideces- una buena noticia…

Este es el caso de lo que acontece hoy en nuestro país, cuando, luego de un año para el olvido (o para recordar cuán frágil es el ser humano) en medio de la crisis que afecta a la generalidad de sectores productivos, comerciales y de servicios, aparece una luz de esperanza: el buen desempeño del comercio exterior, dando la pauta de lo que podría llegar a ser una lección aprendida y consagrar a futuro un crecimiento económico sin precedentes en el país.

“Auge agroexportador en Bolivia muestra vía de salida de crisis”, tituló la nota de la Agencia de Noticias Rusa Sputnik (11.06.2021), mostrando los sorprendentes resultados reportados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) en relación al excelente desempeño del sector agroalimentario nacional, con base en datos oficiales del INE, destacando que:

“El comercio internacional agroalimentario boliviano en el cuatrimestre enero-abril de este año dejó un superávit de 430 millones de dólares, determinante en gran medida del superávit global de 453 millones registrado en ese período (…) los exportadores de alimentos lograron estos resultados, que consolidan el crecimiento advertido ya en 2020, pese a la pandemia de COVID-19, dificultades logísticas y altos costos del transporte internacional”

Efectivamente, contra viento y marea, pero con la firme determinación que caracteriza a los agroproductores, este sector no para de apostar por el país y qué bueno que así sea, pues de otra forma los alimentos escasearían y subiría su precio afectando a los más pobres; aunque para que nuestra mesa esté bien servida y millones consuman alimentos bolivianos en el exterior, deba mediar no solo el sacrificio de las madrugadas diarias, el ataques de plagas, la inclemencia del tiempo, sino, además, la pérdida de vidas, de lo cual doy fe al haber visto partir a varios amigos del agro debido al Covid, desde el 2020.

Gracias a ellos y sin que falte en absoluto alimento para los bolivianos, el sector agropecuario/agroindustrial generó hasta abril pasado casi 600 millones de dólares por la exportación de cerca de 924.000 toneladas, subiendo 49% en valor y 11% en volumen respecto a igual lapso de la pasada gestión. No faltará quien diga que tal comparación se da frente a un mal año, por lo que cabe aclarar que las agroexportaciones hasta abril son las más altas en cinco años, tanto en términos de valor cuanto en volumen, de ahí que no se trata de un “efecto rebote” como pasa con los hidrocarburos, minería, comercio, etc., que hoy crecen mucho respecto al 2020, cuando cayeron estrepitosamente.

Al paso que van las exportaciones de alimentos se encaminan a un nuevo récord, algo bueno para Bolivia porque con un previsible superávit comercial en el rubro por más de 1.000 millones de dólares, ello implicará un gran aporte para robustecer las Reservas Internacionales Netas del BCB, en momentos en que el gobierno se apresta a comprar oro nacional seguramente para exportarlo y conseguir dólares, para igual efecto.

De ahí que el destacable enfoque de Sputnik, es correcto: la forma de salir de la crisis económica y generar empleos de calidad en el país, dada la alta capacidad de reacción a corto plazo del sector, tiene nombre y apellido -AGROEXPORTACIÓN- sin desatender el mercado interno boliviano. Todo un mérito, como para apoyarlo en todo, en vez de ponerle cortapisas con la biotecnología o restricciones a la exportación, ¿verdad?
 

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¡Cacería de brujas!

Recuerdo una experiencia -un mal momento que pasé hace mucho tiempo ya, en la época republicana- cuando, habiendo sido convocado a una gran reunión en un Ministerio del Estado en la ciudad de La Paz, un funcionario público, en respuesta a un planteamiento mío, me espetó delante de los platinados de Harvard, Cambridge, etc.: “¡Eso sería una cacería de brujas!”. Por supuesto que rechacé aquello y expliqué, por qué no era así, sabiendo además que una cacería de brujas o caza de brujas, es la expresión que se usa “metafóricamente para referirse a la persecución de un enemigo percibido (habitualmente un grupo social no conformista) de forma extremadamente sesgada e independiente de la inocencia o culpabilidad real” (Wikipedia.org).

Para que se entienda el motivo de lo dicho anteriormente, traigo a colación un suceso reciente en la ciudad de El Alto, Departamento de La Paz, donde la Aduana Nacional realizó un megaoperativo anti contrabando por el cual “100 militares, 100 efectivos aduaneros, 90 policías y 8 fiscales decomisaron 1.500 fardos de ropa usada que era comercializada en la feria 16 de Julio de El Alto, asestando un golpe económico de 1,5 millones de bolivianos a los dueños de esa mercadería”, operación que, sin embargo, fue resistida por los comerciantes afectados quienes reaccionaron violentamente, hasta intentar el secuestro de dos fiscales (“Aduana incauta Bs 1,5 millones en ropa usada; Mypes destacan acción”, EL DEBER, 26.05.2021).

No es la primera vez que nuestra Aduana Nacional -tan criticada por todo y nada, y tan pocas veces valorada en sus aciertos, como el caso referido- es agredida por quienes operan al margen de la ley, lo que resulta lamentable, tratándose de una entidad operativa del Estado que solo hace su trabajo. La Aduana no es algo abstracto, sino, una realidad concreta de seres humanos que tienen familia y que deben sufrir las consecuencias de ir contra la delincuencia; viendo tanto reclamo al respecto ¿no se entiende que el contrabando es una actividad al margen de la ley, por tanto, un delito, y que quien incurre en él, un delincuente?

El problema es que los contrabandistas utilizan a la gente necesitada que, sin opciones de trabajo, comercializa su mercadería mal habida y -a sus ojos- los contrabandistas pasan a ser los “buenos”; la Aduana y las fuerzas del orden, “los malos” y, entonces, no reparan en agredir a la autoridad.

Siempre se ha criticado la falta de voluntad política para enfrentar el contrabando; sin embargo, los reiterados golpes que viene dando la Aduana contra dicha actividad y particularmente el reciente operativo con 17 allanamientos, podrían empezar a hacer cambiar tal percepción, al mostrar su determinación y valentía para afectar al mismísimo centro neurálgico del contrabando en el país.

Hay que destacar también el muy pertinente respaldo del Ejército y de la Policía en los operativos, en función de las reacciones violentas de los contrabandistas y comerciantes, como ocurrió en dicho operativo con el comiso de nueve camiones y buses que debieron “salir en quinta” al ser agredidos con armas, petardos y piedras. No hay que dejar sola a la Aduana en la difícil pero urgente tarea de combatir el contrabando que tanto daño causa, como la ropa usada que no puede importarse legalmente al país, ni tampoco comercializarse, por existir Decretos que lo prohíben.

Lo triste del caso es que, sabiendo que esa ropa es contrabandeada y sin certificación sanitaria, ignorando que podría haber sido rescatada de muertos y enfermos de los hospitales, en el país de origen, la compran no solo los pobres sino también “gente bien”, solo para andar fashion…

Volviendo ahora al primer párrafo, la reunión que mencioné era para ver cómo combatir el contrabando, ante lo cual propuse realizar una campaña de concienciación ciudadana para denunciar al contrabandista a cambio de una recompensa. Fue ahí que el funcionario dijo que eso ¡acabaría en una cacería de brujas! Entonces le corregí: “De brujas, no, de contrabandistas”

Buscando la verdad
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“Fue desgarrador…”

“Acá llegan CV de profesionales buscando ser operarios. Hace un par de meses sacamos un anuncio para jornaleros, llegaron más de 80 CV en 2 horas y algunos querían quedarse a trabajar gratis, por la comida. Fue desgarrador...” (relato de una empresaria amiga, el 13.05.2021). Yo le creo a mi amiga porque, en mi caso, casi a diario recibo solicitudes de trabajo y ¡cómo duele el alma, no poder ayudar!

Lamentablemente, la situación está así -no para algunos sino para mucha gente- y no solamente en Bolivia, sino en el mundo entero, por causa de la crisis sanitaria que ha provocado terribles dificultades económicas en todo el orbe.

Lo evidente es que hay preocupación por la situación de la economía del país: el ciudadano de a pie siente que la reactivación económica no va a la velocidad deseada; mucha gente está desempleada, endeudada y le preocupa lo que pasará a partir de julio cuando las empresas y particulares deban volver a pagar sus créditos, pudiendo provocar ello más desempleo.

En lo que hace al sector empresarial productivo, comercial y de servicios, un Congreso de Emergencia convocado por la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia acaba de lanzar un clamoroso pedido, al sentir que no es atendido por el gobierno pese a ser el mayor generador de empleo, lo que se interpreta como una falta de voluntad para dialogar, pese a su interés de coadyuvar a la reactivación económica del país.

Los entendidos en la materia saben lo importante que son las expectativas para el éxito de las políticas públicas, de ahí que las señales que se emiten pesarán mucho a la hora de la esperada recuperación económica; determinaciones como la restricción a las exportaciones de alimentos (queriendo que el mercado interno esté abastecido primero) no son bien recibidas por el sector primario ni el industrial, al desincentivar una mayor inversión por parte de los productores y exportadores, cuando la solución es muy sencilla: si se garantiza la libre exportación, la consecuencia será producir mucho más para garantizar el autoabastecimiento. Por el contrario, una mayor restricción podría ocasionar una menor producción: sin la seguridad de exportar los excedentes, la producción como la exportación de alimentos podría bajar, como ya ocurrió antes -y ojalá no se vuelva a dar- porque si hay algo que Bolivia precisa, es exportar más para que las divisas aumenten y no se vea obligada a devaluar.

Por tanto, producir más para garantizar el abastecimiento interno es la solución, y la forma ideal para que no falte alimento en el mercado interno o que no suba su precio, es incentivar al sector agropecuario a producir mucho más, algo que implicaría generar más empleo.

Sin embargo, para producir más, se precisa contar con las condiciones mínimas necesarias como seguridad jurídica, garantía de exportación y el poder utilizar la biotecnología para lograr más y mejores alimentos. Ya lo dijimos y lo repetimos: triplicando la producción de alimentos hasta el 2025, como se propuso al gobierno en el 2013, las exportaciones crecerían siete veces y se generaría un millón de nuevos empleos.

Con unas pocas y sencillas políticas públicas el PIB de Bolivia podría crecer a cortísimo plazo al 7% o más. ¿Cómo hacerlo? Alentando a que el sector privado -por su cuenta y riesgo- invierta en sectores de rápida reacción como el agrícola, pecuario, agroindustrial y forestal/maderero; estimulando la exportación así como la mayor producción para sustitución de importaciones; combatiendo el contrabando y recuperando el mercado interno con una campaña a favor del consumo de productos nacionales, la economía crecería mínimamente al 7%.

En ese escenario las empresas serían las desesperadas por contratar más personal, ofreciendo un mayor salario a los trabajadores -especialmente a los de mayor productividad- y no como ahora, cuando unos 150.000 jóvenes se incorporan cada año al mercado laboral, compitiendo con sus propios padres que perdieron su empleo o no encuentran la posibilidad de trabajar…
 

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