Blog de Gary Rodríguez Álvarez

Si los rusos lo dicen…

De un tiempo a esta parte, todos los medios de comunicación en el mundo reportan malas noticias, ya sea por la pandemia del COVID-19 y la crisis económica generalizada derivada de ella, así como también por los dramas derivados de la pérdida de empleos que desestabilizan a los hogares, llegando a ser parte de la explicación del aumento de muertes por esta última razón; ocurre en diferentes partes del planeta y Bolivia no es la excepción.

Sin embargo, como en medio de las nubes -o cuando pasa la lluvia- siempre aparece radiante el sol, igual -en medio de las arideces- una buena noticia…

Este es el caso de lo que acontece hoy en nuestro país, cuando, luego de un año para el olvido (o para recordar cuán frágil es el ser humano) en medio de la crisis que afecta a la generalidad de sectores productivos, comerciales y de servicios, aparece una luz de esperanza: el buen desempeño del comercio exterior, dando la pauta de lo que podría llegar a ser una lección aprendida y consagrar a futuro un crecimiento económico sin precedentes en el país.

“Auge agroexportador en Bolivia muestra vía de salida de crisis”, tituló la nota de la Agencia de Noticias Rusa Sputnik (11.06.2021), mostrando los sorprendentes resultados reportados por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) en relación al excelente desempeño del sector agroalimentario nacional, con base en datos oficiales del INE, destacando que:

“El comercio internacional agroalimentario boliviano en el cuatrimestre enero-abril de este año dejó un superávit de 430 millones de dólares, determinante en gran medida del superávit global de 453 millones registrado en ese período (…) los exportadores de alimentos lograron estos resultados, que consolidan el crecimiento advertido ya en 2020, pese a la pandemia de COVID-19, dificultades logísticas y altos costos del transporte internacional”

Efectivamente, contra viento y marea, pero con la firme determinación que caracteriza a los agroproductores, este sector no para de apostar por el país y qué bueno que así sea, pues de otra forma los alimentos escasearían y subiría su precio afectando a los más pobres; aunque para que nuestra mesa esté bien servida y millones consuman alimentos bolivianos en el exterior, deba mediar no solo el sacrificio de las madrugadas diarias, el ataques de plagas, la inclemencia del tiempo, sino, además, la pérdida de vidas, de lo cual doy fe al haber visto partir a varios amigos del agro debido al Covid, desde el 2020.

Gracias a ellos y sin que falte en absoluto alimento para los bolivianos, el sector agropecuario/agroindustrial generó hasta abril pasado casi 600 millones de dólares por la exportación de cerca de 924.000 toneladas, subiendo 49% en valor y 11% en volumen respecto a igual lapso de la pasada gestión. No faltará quien diga que tal comparación se da frente a un mal año, por lo que cabe aclarar que las agroexportaciones hasta abril son las más altas en cinco años, tanto en términos de valor cuanto en volumen, de ahí que no se trata de un “efecto rebote” como pasa con los hidrocarburos, minería, comercio, etc., que hoy crecen mucho respecto al 2020, cuando cayeron estrepitosamente.

Al paso que van las exportaciones de alimentos se encaminan a un nuevo récord, algo bueno para Bolivia porque con un previsible superávit comercial en el rubro por más de 1.000 millones de dólares, ello implicará un gran aporte para robustecer las Reservas Internacionales Netas del BCB, en momentos en que el gobierno se apresta a comprar oro nacional seguramente para exportarlo y conseguir dólares, para igual efecto.

De ahí que el destacable enfoque de Sputnik, es correcto: la forma de salir de la crisis económica y generar empleos de calidad en el país, dada la alta capacidad de reacción a corto plazo del sector, tiene nombre y apellido -AGROEXPORTACIÓN- sin desatender el mercado interno boliviano. Todo un mérito, como para apoyarlo en todo, en vez de ponerle cortapisas con la biotecnología o restricciones a la exportación, ¿verdad?
 

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¡Cacería de brujas!

Recuerdo una experiencia -un mal momento que pasé hace mucho tiempo ya, en la época republicana- cuando, habiendo sido convocado a una gran reunión en un Ministerio del Estado en la ciudad de La Paz, un funcionario público, en respuesta a un planteamiento mío, me espetó delante de los platinados de Harvard, Cambridge, etc.: “¡Eso sería una cacería de brujas!”. Por supuesto que rechacé aquello y expliqué, por qué no era así, sabiendo además que una cacería de brujas o caza de brujas, es la expresión que se usa “metafóricamente para referirse a la persecución de un enemigo percibido (habitualmente un grupo social no conformista) de forma extremadamente sesgada e independiente de la inocencia o culpabilidad real” (Wikipedia.org).

Para que se entienda el motivo de lo dicho anteriormente, traigo a colación un suceso reciente en la ciudad de El Alto, Departamento de La Paz, donde la Aduana Nacional realizó un megaoperativo anti contrabando por el cual “100 militares, 100 efectivos aduaneros, 90 policías y 8 fiscales decomisaron 1.500 fardos de ropa usada que era comercializada en la feria 16 de Julio de El Alto, asestando un golpe económico de 1,5 millones de bolivianos a los dueños de esa mercadería”, operación que, sin embargo, fue resistida por los comerciantes afectados quienes reaccionaron violentamente, hasta intentar el secuestro de dos fiscales (“Aduana incauta Bs 1,5 millones en ropa usada; Mypes destacan acción”, EL DEBER, 26.05.2021).

No es la primera vez que nuestra Aduana Nacional -tan criticada por todo y nada, y tan pocas veces valorada en sus aciertos, como el caso referido- es agredida por quienes operan al margen de la ley, lo que resulta lamentable, tratándose de una entidad operativa del Estado que solo hace su trabajo. La Aduana no es algo abstracto, sino, una realidad concreta de seres humanos que tienen familia y que deben sufrir las consecuencias de ir contra la delincuencia; viendo tanto reclamo al respecto ¿no se entiende que el contrabando es una actividad al margen de la ley, por tanto, un delito, y que quien incurre en él, un delincuente?

El problema es que los contrabandistas utilizan a la gente necesitada que, sin opciones de trabajo, comercializa su mercadería mal habida y -a sus ojos- los contrabandistas pasan a ser los “buenos”; la Aduana y las fuerzas del orden, “los malos” y, entonces, no reparan en agredir a la autoridad.

Siempre se ha criticado la falta de voluntad política para enfrentar el contrabando; sin embargo, los reiterados golpes que viene dando la Aduana contra dicha actividad y particularmente el reciente operativo con 17 allanamientos, podrían empezar a hacer cambiar tal percepción, al mostrar su determinación y valentía para afectar al mismísimo centro neurálgico del contrabando en el país.

Hay que destacar también el muy pertinente respaldo del Ejército y de la Policía en los operativos, en función de las reacciones violentas de los contrabandistas y comerciantes, como ocurrió en dicho operativo con el comiso de nueve camiones y buses que debieron “salir en quinta” al ser agredidos con armas, petardos y piedras. No hay que dejar sola a la Aduana en la difícil pero urgente tarea de combatir el contrabando que tanto daño causa, como la ropa usada que no puede importarse legalmente al país, ni tampoco comercializarse, por existir Decretos que lo prohíben.

Lo triste del caso es que, sabiendo que esa ropa es contrabandeada y sin certificación sanitaria, ignorando que podría haber sido rescatada de muertos y enfermos de los hospitales, en el país de origen, la compran no solo los pobres sino también “gente bien”, solo para andar fashion…

Volviendo ahora al primer párrafo, la reunión que mencioné era para ver cómo combatir el contrabando, ante lo cual propuse realizar una campaña de concienciación ciudadana para denunciar al contrabandista a cambio de una recompensa. Fue ahí que el funcionario dijo que eso ¡acabaría en una cacería de brujas! Entonces le corregí: “De brujas, no, de contrabandistas”

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“Fue desgarrador…”

“Acá llegan CV de profesionales buscando ser operarios. Hace un par de meses sacamos un anuncio para jornaleros, llegaron más de 80 CV en 2 horas y algunos querían quedarse a trabajar gratis, por la comida. Fue desgarrador...” (relato de una empresaria amiga, el 13.05.2021). Yo le creo a mi amiga porque, en mi caso, casi a diario recibo solicitudes de trabajo y ¡cómo duele el alma, no poder ayudar!

Lamentablemente, la situación está así -no para algunos sino para mucha gente- y no solamente en Bolivia, sino en el mundo entero, por causa de la crisis sanitaria que ha provocado terribles dificultades económicas en todo el orbe.

Lo evidente es que hay preocupación por la situación de la economía del país: el ciudadano de a pie siente que la reactivación económica no va a la velocidad deseada; mucha gente está desempleada, endeudada y le preocupa lo que pasará a partir de julio cuando las empresas y particulares deban volver a pagar sus créditos, pudiendo provocar ello más desempleo.

En lo que hace al sector empresarial productivo, comercial y de servicios, un Congreso de Emergencia convocado por la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia acaba de lanzar un clamoroso pedido, al sentir que no es atendido por el gobierno pese a ser el mayor generador de empleo, lo que se interpreta como una falta de voluntad para dialogar, pese a su interés de coadyuvar a la reactivación económica del país.

Los entendidos en la materia saben lo importante que son las expectativas para el éxito de las políticas públicas, de ahí que las señales que se emiten pesarán mucho a la hora de la esperada recuperación económica; determinaciones como la restricción a las exportaciones de alimentos (queriendo que el mercado interno esté abastecido primero) no son bien recibidas por el sector primario ni el industrial, al desincentivar una mayor inversión por parte de los productores y exportadores, cuando la solución es muy sencilla: si se garantiza la libre exportación, la consecuencia será producir mucho más para garantizar el autoabastecimiento. Por el contrario, una mayor restricción podría ocasionar una menor producción: sin la seguridad de exportar los excedentes, la producción como la exportación de alimentos podría bajar, como ya ocurrió antes -y ojalá no se vuelva a dar- porque si hay algo que Bolivia precisa, es exportar más para que las divisas aumenten y no se vea obligada a devaluar.

Por tanto, producir más para garantizar el abastecimiento interno es la solución, y la forma ideal para que no falte alimento en el mercado interno o que no suba su precio, es incentivar al sector agropecuario a producir mucho más, algo que implicaría generar más empleo.

Sin embargo, para producir más, se precisa contar con las condiciones mínimas necesarias como seguridad jurídica, garantía de exportación y el poder utilizar la biotecnología para lograr más y mejores alimentos. Ya lo dijimos y lo repetimos: triplicando la producción de alimentos hasta el 2025, como se propuso al gobierno en el 2013, las exportaciones crecerían siete veces y se generaría un millón de nuevos empleos.

Con unas pocas y sencillas políticas públicas el PIB de Bolivia podría crecer a cortísimo plazo al 7% o más. ¿Cómo hacerlo? Alentando a que el sector privado -por su cuenta y riesgo- invierta en sectores de rápida reacción como el agrícola, pecuario, agroindustrial y forestal/maderero; estimulando la exportación así como la mayor producción para sustitución de importaciones; combatiendo el contrabando y recuperando el mercado interno con una campaña a favor del consumo de productos nacionales, la economía crecería mínimamente al 7%.

En ese escenario las empresas serían las desesperadas por contratar más personal, ofreciendo un mayor salario a los trabajadores -especialmente a los de mayor productividad- y no como ahora, cuando unos 150.000 jóvenes se incorporan cada año al mercado laboral, compitiendo con sus propios padres que perdieron su empleo o no encuentran la posibilidad de trabajar…
 

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La solución a la desocupación

El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de lanzar datos preliminares en materia de ocupación en Bolivia, dando cuenta que al primer trimestre del 2021 la población económicamente activa en el área urbana del país llegó a 4.266.000 personas, de las cuales 370.593 estaban desocupadas, aunque en marzo dicho número bajó a 349.369 personas (Boletín Estadístico “Encuesta Continua de Empleo”, INE, mayo de 2021).

La buena noticia de dicho Informe, dando cuenta de cierta recuperación en la economía nacional sería que al primer trimestre de 2021, la tasa de desocupación en el área urbana de Bolivia bajó a 8,7% luego de estar en casi 11% el año pasado, y que “el incremento en el número de ocupados, entre el primer trimestre de esta gestión y la gestión pasada, fue incidido más por la actividad económica de comercio y construcción, con un incremento del 15,7% y 3%, respectivamente; así como en servicios de hogares privados y de organismos extraterritoriales, donde la ocupación subió 2,7%. Aunque en otros sectores la ocupación cayó: Servicios de educación (5,8%), alojamiento y comida (4,8%), administración pública, defensa, etc. (3,9%), transporte y almacenamiento (3,3%) e industria manufacturera (1%).

No hay que dejar de lado en el análisis que tal comparación se hace frente a uno de los peores años de la economía en su historia -el 2020- debido a la pandemia y la cuarentena implantada; y, que los datos corresponden exclusivamente a la población urbana.

De que los números mejoraron, es evidente, especialmente cuando en agosto del 2020 el INE, con datos preliminares a julio, indicaba que "...del total de los desocupados cesantes, 434.000 personas, se puede observar que 289.000 fueron afectados directamente por la pandemia”, mientras que hoy se habla de unos 350.000 (dato del mes de marzo).

El drama es que -así sea uno solo- detrás de cada desocupado hay una familia sin recursos; además, entre los “ocupados” hay muchos que habiendo perdido su empleo o no pudiendo emplearse en su profesión se dedican a vender comida, “hacer taxi”, al delivery o al comercio, estando en situación de subempleo o desempleo encubierto/disfrazado, sin olvidar lo precario de los empleos en el sector informal que, según muchos supera el 70%.

No pierdo la esperanza de ver un día a mi Bolivia ofreciendo empleos dignos que lleven a la realización de la gente; empleos sostenibles, de larga duración, basados en la capacidad y productividad; empleos con todos los beneficios sociales, con atención de salud tanto para la prevención como la solución de las enfermedades; empleos que lleven a una mejor calidad de vida al jefe de hogar y su familia; empleos que permitan al trabajador un horizonte de previsibilidad, por ejemplo, para ser sujeto de crédito y contratar un préstamo para un auto, un lote o una casa, algo que en el sector informal no existe.

No solo eso, en el sector informal, así como en el autoempleo de subsistencia, tampoco hay beneficios sociales, horario de entrada y salida, o algún tipo de cobertura por parte del Estado: son empleos inseguros e inestables que no ayudan a la calidad de vida de la gente.

Precisamos sincerar esta situación, porque ello tiene que ver en la mayoría de los casos, con una competencia desleal e ilegal en contra de las empresas que tributan y son respetuosas de sus obligaciones para con sus trabajadores y el Estado.

La solución no es mágica, pero pasa porque se dé las condiciones mínimas de trabajo a los empresarios y a los propios trabajadores, para que se capaciten. 

Seguridad jurídica para la inversión, para quien arriesga, invierte y apuesta por el país, en todos los sectores; garantía de libre exportación de excedentes; recuperación del mercado interno, del contrabando; y, políticas públicas para ser más competitivos y productivos. Nada del otro mundo. Nada de dádivas, solo condiciones para invertir, producir y exportar más y sustituir importaciones. ¿Acaso dándose esto en el sector formal, no beneficiaría a todos los trabajadores?
 

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Lo peor está por venir…

“Lo peor del coronavirus en Latinoamérica está por venir”, sentencia The New York Times, explicando que “la desigualdad, una tara de larga data que antes de la pandemia se estaba reduciendo, ha vuelto a acentuarse y millones de personas han vuelto a ser arrojadas a la vida precaria que pensaban que habían dejado atrás durante un relativo auge regional” (Semana.com, 30/4/2021).
Es lamentable decirlo, pero un diminuto virus vino a confirmar una indeseada situación, un gran temor.

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su Informe del 2016 titulado “Progreso Multidimensional: bienestar más allá del ingreso”, sin mediar siquiera la premonición de la pandemia en curso, pero tomando en cuenta la fase declinante del ciclo económico que se vivía entonces, se preocupaba ya por las 25 a 30 millones de personas -más de un tercio de la población que salió de la pobreza en Latinoamérica y el Caribe desde 2003- en el sentido de que corrían el riesgo de recaer en la pobreza, según me dijo Dennis Funes, Representante Adjunto del PNUD en Bolivia, en mi reciente visita a La Paz.

Recordé entonces el Informe Anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dando cuenta del incremento del número de pobres en la región, número que trepó a 209 millones a finales de 2020, con 22 millones de “nuevos pobres” más que el año anterior, haciendo retroceder décadas de avance en materia socioeconómica (“Panorama Social de América Latina 2020”, CEPAL, 4.04.2021).

Grave situación, porque a la preocupación del PNUD de hace 5 años, se suma ahora el desasosiego que provoca la pandemia global, cuya expresión en esta parte del Continente -más allá de la muerte y el dolor que provoca- deja a su paso una profunda pobreza, revirtiendo los avances logrados gracias al macrociclo de precios altos que duró hasta 2014 y que, hay que decirlo con todas sus letras, no fue aprovechado por la región latinoamericana y el Caribe para cambiar estructuras productivas, sociales e institucionales, para poder enfrentar con mayores posibilidades de éxito una situación tan complicada como la que se está viviendo hoy, de manera generalizada.

Volviendo al Informe del PNUD referido supra, Funes reflexiona que más allá del ingreso per cápita que no necesariamente refleja el grado de avance de la población, está el Índice de Desarrollo Humano (IDH) como un mejor indicador de bienestar, destacando que lo que en verdad incide para la salida de la pobreza, es distinto a lo que previene que las y los latinoamericanos vuelvan a recaer en ella. “En la década pasada, los mercados laborales y la educación fueron los grandes motores para dejar la pobreza. Sin embargo, es fundamental que las políticas públicas de nueva generación fortalezcan los cuatro factores que impiden retrocesos: protección social, sistemas de cuidado, activos físicos y financieros (como un auto, casa propia, cuenta de ahorro o dinero en el banco que actúan como ‘colchones’ durante las crisis), y calificación laboral. Estos elementos clave componen lo que el IDH denomina canastas de ‘resiliencia’, que es la capacidad de absorber shocks y prevenir retrocesos, lo que es fundamental para la región en este momento de ralentización económica”, concluye.

Lamentablemente, el avance en estos cuatro frentes no se ha dado de una manera generalizada, como se hubiera esperado durante los tiempos de la bonanza, de tal manera que “estamos viendo ahora mismo por el impacto del COVID-19, cómo las personas vulnerables están en picada para recaer a la pobreza por estos temas”, indica Funes.
Duele decirlo pero, esta historia no ha terminado, casi comienza, apenas…

Cabe cuestionar, si estamos haciendo lo suficiente para enfrentar los retos de un entorno que se presenta cada vez más amenazador, al no tener que ver ello solo con la vida, sino con la calidad de vida de la gente. Si las políticas públicas no se enfocan en ello, morir por coronavirus hoy, podría resultar menos doloroso, que morir mañana por pobreza.
 

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Modelo de desarrollo cruceño: Historia, impacto y legado

Pocas veces me emocionó tanto una Conferencia, como la organizada por la Gobernación de Santa Cruz y la Biblioteca Departamental y ofrecida por la socióloga Ana Carola Traverso-Krejcarek: “Modelo de Desarrollo Cruceño: Historia, impacto y legado”. Este es el resumen que la autora hizo de su Exposición:

“La historia cuenta mucho más que la serie de acontecimientos que explican el presente. En la narración de la historia se encuentra la dirección que tomará el futuro. Las sendas y sus variantes que nos llevarán a la grandeza o la miseria se establecen en cómo se hilvanan los hilos que relatan los hechos. Por eso es importante invertir tiempo y recursos en investigar, analizar y principalmente difundir los elementos de nuestro pasado, para no perder la brújula que nos conducirá a buen puerto.

Al tomar la historia cruceña como caso de estudio, destacan tendencias que nos han marcado como pueblo. La búsqueda incansable por el progreso, la marginación-negación desde el Estado boliviano y el desarrollo de una consciencia regional son trazos que fueron alimentando nuestro sentido de identidad política y social. Estos elementos han sido constitutivos en nuestro pasado y han alimentado generación tras generación el proyecto cruceño, dotándolo de las características que hoy nos definen.

Los logros que conseguimos no son para menos. Saltamos de ser un espacio territorial periférico al epicentro de las actividades económicas y al corazón de los principales cambios sociales en el país. A lo largo del siglo XX perfilamos instrumentos y mecanismos de lucha que nos posibilitaron desarrollar nuestro propio modelo de Estado. Y a pesar de embates históricos temporales, el espíritu de lucha pervive, mutando, adaptándose y sobreviviendo.

Es fundamental reconocer cómo hicimos el salto que hoy nos enorgullece. Los cambios que auspiciamos los cruceños los debemos a nuestra capacidad de crear instituciones modernas y articular relaciones entre instituciones para apalancar desarrollo. Algunos ejemplos de estas instituciones son los extintos Comité de Obras Públicas y Corporación de Desarrollo de Santa Cruz. Estas entidades público-privadas lograron un manejo óptimo, racional y ejemplar de las regalías petroleras, creando un modelo de gestión que nos permite hoy, la riqueza de la que gozamos.

Pero nuestra historia institucional tiene importantes lecciones que debemos recordar. Sin importar cuán sólidas sean, las instituciones y sus logros son frágiles y pueden fácilmente desaparecer mañana. No podemos tomarlas por sentadas, y debemos entender que nuestra misión es contribuir a su fortalecimiento.

Asimismo, nos marca la cuestión regional en nuestro relacionamiento con el Estado. Obviarlo es un error común, en especial en líderes desprovistos de formación política e histórica. No obstante, es imprescindible entender que el potencial de nuestra grandeza radica en la capacidad de establecer una dinámica de permanente insubordinación con las estructuras estatales bolivianas.

Finalmente, y la más importante de todas las lecciones se refiere a la imaginación moral. Nuestra lucha se debe a nuestro pueblo y a quienes reivindican un futuro con oportunidades equitativas de desarrollo. La belleza de nuestra historia yace en cómo fuimos capaces de soñar con un futuro en consonancia con las vocaciones y necesidades reales de nuestra gente. Nuestra capacidad de proponer soluciones prácticas, usando algo tan simple como el sentido común y el apego a la cuestión regional, así lo demuestran.

Como se puede ver, la historia y cómo la contamos es una labor imprescindible que marcará a quienes nos seguirán en la lucha por un mañana más digno. Porque en sus anales se encuentran cual pasadizos secretos las claves que explican nuestro presente. Por eso, más que nunca, debemos retomarla como práctica y método. Así podremos imbuirnos de la inspiración necesaria en nuestra eterna búsqueda de justicia social.”

Invito a ver la brillante Conferencia del 28.3.2021 en Facebook.com/FundacionCOTAS
 

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Aprovechar las segundas oportunidades…

Una vez escribí “nunca es tarde para cambiar, a no ser que ya sea demasiado tarde” y más de uno no entendió la sentencia y hasta criticó mi pensamiento, frente a lo cual puse el ejemplo de una relación deteriorada entre dos personas, la que solo se podrá recomponer mientras ambas estén vivas, pero si una de ellas parte de este mundo, entonces no habrá más, la oportunidad de hacerlo.

Lo mismo aplica a otras áreas de la vida, como en el caso de la salud, cuando una persona admite su adicción y decide cambiar a tiempo y dejar la droga o el alcohol, y gracias a ello su cuerpo no sufre irreversibles consecuencias.

Exactamente igual pasa con quien está presa del vicio del juego, del sexo, la avaricia, el engaño o la corrupción: si en algún momento no toma conciencia de sus actos, las derivaciones de ello pueden resultar dolorosas y nefastas, y no únicamente para esa persona, sino también para su familia.

En realidad, pasa con todas nuestras decisiones. Reconocer un error y solicitar ayuda o consejo a tiempo, puede significar la posibilidad de corregir una situación, pero también para conseguir lo añorado o evitar algo no deseado.

Mucha gente no acepta sus errores, no escucha consejos, persiste en ellos, y la consecuencia de su porfía será su posterior lamento y dolor, al no poder revertir ya, lo que una vez pudo cambiar a tiempo; tarde será su arrepentimiento por no haber tomado las mejores y más correctas decisiones en su debido momento.

La vida es un cúmulo de buenas y malas vivencias, es por eso que más de una vez dije a mis hijos en nuestras diferencias: “Créanme, tengo más experiencia que ustedes, porque me equivoqué más veces que ustedes y no quiero que pasen por los mismos errores que yo cometí, y sufran por ello”. Eso en lo particular, pero pasa también en lo colectivo.

¿No se confrontan, acaso, los aciertos y errores en diferentes países a lo largo de la historia? Algunas naciones, habiendo sido pobres por mucho tiempo, decidieron por mano de sus gobernantes dejar de hacer lo que venían haciendo y tomaron la decisión de cambiar e implementar buenas políticas con el resultado de ser hoy países avanzados, con una población que disfruta de una mejor calidad de vida, pero además, de posibilidades ciertas para su desarrollo futuro, porque dieron el correcto “golpe de timón” a tiempo, y no se equivocaron.

Pero también los hay aquellos que habiendo tenido una gran prosperidad en el pasado, hoy sufren de pobreza e inestabilidad social, y su población carga no solo con las consecuencias de las malas decisiones de sus gobernantes en el pasado, sino además, con la insistencia de seguir haciendo lo mismo en el presente, comprometiendo su futuro por no haber cambiado a tiempo.

Conozco a una persona temerosa de Dios que está viviendo una segunda oportunidad y ha decidido poner las cosas en orden, lo cual es bueno pues nadie sabe en qué momento partirá de este mundo; luego de haber estado al borde de la muerte el pasado año decidió cambiar muchas cosas. La cama es buena consejera para ver lo que se estaba haciendo bien o mal en el campo espiritual, familiar, laboral, etc.

Viendo el mundo que le rodea, esa persona cuestiona: ¿De qué vale vestir una costosa corbata, una camisa impecable, un grandioso terno o un polo “de marca”, si internamente las cosas van mal? No vale tampoco hacerse el humilde, disfrazarse o hacer las cosas por aparentar: si no hay un amor verdadero por el prójimo, de nada vale si no hay integridad…

Cuando Dios le dé una segunda oportunidad, no la desaproveche. Si la vida le da la posibilidad de hacer las cosas bien, aprovéchela, pues más temprano que tarde cosechará el fruto de su siembra.

Como dijo el sabio Salomón, luego de sus tantos consejos y desatinos: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. Esta recomendación va tanto para gobernantes como gobernados.
 

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¿Cómo estamos? ¿Cómo vamos?

El 2020 ha debido ser uno de los peores años para el comercio internacional, por el negativo impacto que la pandemia del COVID-19 provocó sobre los flujos de exportación e importación, ocasionando confinamientos generalizados con cierres de fronteras para personas y medios de transporte, golpeando así al intercambio de mercaderías, salvo en casos excepcionales como el de los medicamentos, aparatos e insumos médicos y alimentos, por tener que ver ello con la vida misma.

De lejos, el mayor afectado ha sido el comercio exterior, una actividad altamente incidente para toda economía desde el punto de vista de la exportación, generadora de divisas, y la importación, que complementa el abastecimiento interno, de ahí que la declinación de ambos conspira contra el crecimiento y destruye empleos.

Lo acontecido en 2020 fue verdaderamente dramático para Bolivia: en números redondos, la exportación cayó 1.900 millones de dólares y la importación 2.700 millones, determinando una retracción del comercio exterior por 4.600 millones de dólares, contribuyendo a una de las peores caídas del PIB en décadas y la subida del desempleo a niveles históricos. Pero eso ya es historia, las preguntas recurrentes hoy respecto al comercio exterior, son: “¿Cómo estamos? ¿Cómo vamos?”

Según el INE, el país arrancó el año con un saldo comercial positivo en enero, situación que se repitió en febrero consolidando un superávit de 236 millones de dólares. El problema es que ello se explica por la caída del valor de importación en 14%, antes que por una mayor exportación, ya que ésta prácticamente repitió su valor a febrero del 2020.

Si bien es bueno que el comercio exterior arroje un resultado no negativo para bajar la presión sobre las ya disminuidas Reservas Internacionales Netas del Banco Central de Bolivia, este comportamiento merece algunas consideraciones.

Primeramente, que la comparación se da frente a un mal año, ya que desde inicios del 2020 se empezó a ver el impacto del lockdown internacional. Hay que considerar también el efecto-precio, dado que este año la cotización en ciertos rubros está mejorando, lo que favorece la exportación, sobre todo de alimentos y minerales. Finalmente, observar el desempeño de los volúmenes, para constatar si se está dando un aumento de la producción.

Lo que la estadística muestra es que, si bien el valor de las ventas externas es casi el mismo que el del año pasado (1.465 millones de dólares, por un volumen prácticamente igual) no pasa lo mismo con su composición. Las exportaciones tradicionales han caído 7% en valor y 2% en volumen por el derrumbe de las ventas de hidrocarburos que bajaron 29% en valor y sólo 1% en volumen (efecto-precio negativo), a diferencia de los minerales que pese a caer 9% en volumen, su valor creció 7% (efecto-precio positivo).

En todo caso, quienes se llevan la flor son las Exportaciones No Tradicionales (ENT) que, principalmente gracias a la agroexportación, han crecido hasta febrero un 35% en valor con un incremento del 9% en volumen (mayor producción y efecto-precio positivo, combinado). Con ello, el aporte de las ventas no tradicionales -históricamente una quinta parte de las totales- trepó hasta un 24%.

Alimentos como, derivados de soya y girasol; carne bovina (duplicó su volumen y valor a febrero), castaña, bananas, café, frejol y cacao, por una parte, y las ventas de maderas, por otra, explican el buen comportamiento de las ENT, confirmándose como sectores claves para la rápida recuperación económica -si se apuesta por ellos- dada su rápida capacidad de reacción (ojalá que las autoridades lo entiendan así).

Pero, la preocupación viene por el lado de las importaciones: Siendo que un 70% de las mismas históricamente tuvo que ver con bienes que ayudan a producir otros bienes y servicios, su caída no es un buen augurio para la economía, ya que denotaría una menor actividad productiva, comercial y de servicios.

Efectivamente, en términos de valor y volumen -en ese orden- la importación a febrero de bienes de capital bajó 16% en ambos casos; insumos, en -17% y -22%; equipos de transporte, -41% y -18%; los alimentos bajaron -17% y -20%; artículos de consumo -18% y -23%; casi todo disminuyó, excepto el Talón de Aquiles de Bolivia: la importación de combustibles y lubricantes subió en 61% y 91%, respectivamente.

Auspicioso el inicio del 2021, con un saldo positivo en la balanza comercial, pero preocupante desde el punto de vista de que ese resultado proviene de una baja de las importaciones que tienen que ver con la recuperación económica del país. ¿Cómo estamos? ¿Cómo vamos? Ud. tiene la palabra…
 

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IBCE: 35 años al servicio de Bolivia

Hace 35 años, un 20 de marzo de 1986, la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, la Cámara Agropecuaria del Oriente y la Cámara Nacional Forestal, con la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz como testigo de actuación, y el apoyo de Cordecruz, fundaron el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), sumándose luego como Miembros Institucionales la Cámara Regional de Despachantes de Aduana y la Cámara de Exportadores de Santa Cruz; y, como Miembros Temporales, la Cámara Nacional de Despachantes de Aduanas y la Cámara Regional de Despachantes de Aduana de Cochabamba. Ahora, una hermosa historia…

El IBCE fue creado en medio del duro ajuste estructural que supuso el D.S. 21060, concebido para sacar a Bolivia de la hiperinflación y arreglar lo que los malos gobernantes de la UDP habían arruinado.

Concebido como una entidad eminentemente técnica de promoción del comercio exterior, en sus 35 años de vida el IBCE ha tendido puentes con todos los Gobiernos para abrir mercados, participando en negociaciones de Acuerdos comerciales, a fin de mejorar nuestra inserción internacional; impulsar las exportaciones no tradicionales; defender el mercado interno frente al contrabando, y promover el progreso del país con un desarrollo económicamente viable, ambientalmente sostenible y socialmente responsable, para forjar una Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana.

Al IBCE se le reconoce como referente del comercio exterior por la información que maneja: su revista impresa “Comercio Exterior” tiene 30 años de circulación, con un promedio de 100.000 descargas desde su página www.ibce.org.bo, con más de 2 millones de visitas y 2,5 millones de descargas/año, diseñada por sus propios ingenieros expertos en TIC.

El IBCE y CAINCO impulsaron el “Viaje de Integración por la Hidrovía Paraguay-Paraná” en 1989, navegándola por tres semanas: la Hidrovía moviliza hoy millones de toneladas de carga boliviana de exportación e importación por puertos privados sobre el Canal Tamengo; precisamente, el IBCE acaba de distinguir a Puerto Jennefer, por su gran aporte al país.

Con sede en Santa Cruz y Oficinas en La Paz, el IBCE ha recibido muchos galardones, como la Medalla al Mérito del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, y la Medalla Prócer Pedro Domingo Murillo del Concejo Municipal de La Paz, por haber institucionalizado allá el Foro Permanente de Diálogo con la Sociedad Civil sobre Producción, Comercio Exterior e Integración, habiendo realizado 65 foros en La Paz desde 2007.

Entre las curiosidades cuentan: Un estudio de ALADI sobre agencias de promoción del comercio que catalogó al IBCE como único en su género: es un Instituto, pero no imparte enseñanza; es un ente técnico, pero aglutina a entidades gremiales; no es una entidad gubernamental, pero su accionar es de utilidad pública y, prácticamente, se autosostiene con los servicios que presta.

En sus 35 años de vida ha tenido 20 Presidentes y el actual -Demetrio Soruco Henicke- es hijo de Don Demetrio Soruco Antelo, quien fue Presidente del IBCE hace 25 años. Hasta la fecha el IBCE tuvo 3 Gerentes Generales (Francisco Javier Terceros Suárez, Carlos Fernando Roca Leigue y Gary Antonio Rodríguez Álvarez); la meritocracia y estabilidad son la regla: la gran mayoría empezó desde abajo y llegó a ocupar cargos ejecutivos; su primera funcionaria jubilada en 2018 ingresó como Secretaria y llegó a Gerente Administrativa y Financiera. Un 77% del personal es femenino: las Gerencias Técnica, de Promoción, de Responsabilidad Social Empresarial, la Representación en La Paz y casi todas las Unidades las ocupan mujeres, a tono con el “Triple Sello” concebido por el IBCE: Libre de Trabajo Infantil, Libre de Trabajo Forzoso y Libre de Discriminación.

Al valorar los medios de prensa “la voz” del IBCE, su referencialidad supera las 20.000 apariciones/año: Informar sobre economía, exportación, importación; contrabando; biocombustibles; biotecnología; agroproducción; el mirar más al Atlántico; productividad y competitividad; el exitoso modelo productivo cruceño; la necesidad de un Hub aéreo en Viru Viru; la producción socialmente responsable; la economía de servicios y del conocimiento; la defensa de la libertad, la libre iniciativa, la propiedad privada, son parte de su predicamento, muy valorado también.

35 años de labor ha demandado mucha capacidad y pasión para reinventarse una y otra vez, con la agradecida ayuda de la gente que lo apoya.

Para quien escribe esto, trabajar en el IBCE ha significado una misión de vida: la oportunidad de servir a Bolivia con la mirada siempre puesta en Dios.

Buscando la verdad
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IBCE: 35 años al servicio de Bolivia

Hace 35 años, un 20 de marzo de 1986, la Cámara de Industria y Comercio de Santa Cruz, la Cámara Agropecuaria del Oriente y la Cámara Nacional Forestal, con la Federación de Empresarios Privados de Santa Cruz como testigo de actuación, y el apoyo de Cordecruz, fundaron el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), sumándose luego como Miembros Institucionales la Cámara Regional de Despachantes de Aduana y la Cámara de Exportadores de Santa Cruz; y, como Miembros Temporales, la Cámara Nacional de Despachantes de Aduanas y la Cámara Regional de Despachantes de Aduana de Cochabamba. Ahora, una hermosa historia…

El IBCE fue creado en medio del duro ajuste estructural que supuso el D.S. 21060, concebido para sacar a Bolivia de la hiperinflación y arreglar lo que los malos gobernantes de la UDP habían arruinado.

Concebido como una entidad eminentemente técnica de promoción del comercio exterior, en sus 35 años de vida el IBCE ha tendido puentes con todos los Gobiernos para abrir mercados, participando en negociaciones de Acuerdos comerciales, a fin de mejorar nuestra inserción internacional; impulsar las exportaciones no tradicionales; defender el mercado interno frente al contrabando, y promover el progreso del país con un desarrollo económicamente viable, ambientalmente sostenible y socialmente responsable, para forjar una Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana.

Al IBCE se le reconoce como referente del comercio exterior por la información que maneja: su revista impresa “Comercio Exterior” tiene 30 años de circulación, con un promedio de 100.000 descargas desde su página www.ibce.org.bo, con más de 2 millones de visitas y 2,5 millones de descargas/año, diseñada por sus propios ingenieros expertos en TIC.

El IBCE y CAINCO impulsaron el “Viaje de Integración por la Hidrovía Paraguay-Paraná” en 1989, navegándola por tres semanas: la Hidrovía moviliza hoy millones de toneladas de carga boliviana de exportación e importación por puertos privados sobre el Canal Tamengo; precisamente, el IBCE acaba de distinguir a Puerto Jennefer, por su gran aporte al país.

Con sede en Santa Cruz y Oficinas en La Paz, el IBCE ha recibido muchos galardones, como la Medalla al Mérito del Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra, y la Medalla Prócer Pedro Domingo Murillo del Concejo Municipal de La Paz, por haber institucionalizado allá el Foro Permanente de Diálogo con la Sociedad Civil sobre Producción, Comercio Exterior e Integración, habiendo realizado 65 foros en La Paz desde 2007.

Entre las curiosidades cuentan: Un estudio de ALADI sobre agencias de promoción del comercio que catalogó al IBCE como único en su género: es un Instituto, pero no imparte enseñanza; es un ente técnico, pero aglutina a entidades gremiales; no es una entidad gubernamental, pero su accionar es de utilidad pública y, prácticamente, se autosostiene con los servicios que presta.

En sus 35 años de vida ha tenido 20 Presidentes y el actual -Demetrio Soruco Henicke- es hijo de Don Demetrio Soruco Antelo, quien fue Presidente del IBCE hace 25 años. Hasta la fecha el IBCE tuvo 3 Gerentes Generales (Francisco Javier Terceros Suárez, Carlos Fernando Roca Leigue y Gary Antonio Rodríguez Álvarez); la meritocracia y estabilidad son la regla: la gran mayoría empezó desde abajo y llegó a ocupar cargos ejecutivos; su primera funcionaria jubilada en 2018 ingresó como Secretaria y llegó a Gerente Administrativa y Financiera. Un 77% del personal es femenino: las Gerencias Técnica, de Promoción, de Responsabilidad Social Empresarial, la Representación en La Paz y casi todas las Unidades las ocupan mujeres, a tono con el “Triple Sello” concebido por el IBCE: Libre de Trabajo Infantil, Libre de Trabajo Forzoso y Libre de Discriminación.

Al valorar los medios de prensa “la voz” del IBCE, su referencialidad supera las 20.000 apariciones/año: Informar sobre economía, exportación, importación; contrabando; biocombustibles; biotecnología; agroproducción; el mirar más al Atlántico; productividad y competitividad; el exitoso modelo productivo cruceño; la necesidad de un Hub aéreo en Viru Viru; la producción socialmente responsable; la economía de servicios y del conocimiento; la defensa de la libertad, la libre iniciativa, la propiedad privada, son parte de su predicamento, muy valorado también.

35 años de labor ha demandado mucha capacidad y pasión para reinventarse una y otra vez, con la agradecida ayuda de la gente que lo apoya.

Para quien escribe esto, trabajar en el IBCE ha significado una misión de vida: la oportunidad de servir a Bolivia con la mirada siempre puesta en Dios.

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