Blog de Gary Rodríguez Álvarez

¡Crecer 50 veces en volumen y 100 veces en valor, no es poca cosa!

“¡Quién iba a pensar que, en tan poco tiempo, la exportación de carne bovina y derivados llegara a ocupar el segundo lugar a nivel de las Exportaciones No Tradicionales (ENT) de Bolivia!”, dice con asombro la Gerente de Promoción del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Lic. Mónica Jáuregui Antelo, en su Editorial de la revista titulada “Bolivian Natural Beef conquista mercados en el mundo” (“Comercio Exterior” No. 319, IBCE, mayo de 2024). Y, no es para menos, siendo que la exportación cárnica ha tenido un vertiginoso crecimiento. 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2005 y 2023, la exportación de carne bovina y derivados creció 5.000% en volumen y 10.000% en valor, pasando de 1.000 a poco más de 50.000 toneladas y de 2 millones a 200 millones de dólares, el pasado año, convirtiéndose en el segundo rubro más importante de las ventas no tradicionales de Bolivia. ¡Crecer 50 veces en volumen y 100 veces en valor, no es poca cosa! Lo mejor es que, esto, apenas empieza. 

Algo importante que señala la ejecutiva del IBCE es que, semejante logro se dio gracias a un trabajo público-privado, sin descuidar el abastecimiento del mercado interno, llegando a posicionarse solo por debajo de la “reina de las exportaciones” -la soya y derivados- superando a los principales exponentes de las ENT del país, como son el girasol y derivados, castaña, maderas, azúcar, quinua, bananas, alcohol, leche, chía y confecciones textiles. 

Las exportaciones de carne bovina deshuesada -fresca, refrigerada o congelada- más los despojos comestibles y derivados -como hamburguesas, conservas, harina, polvo y pellets- sumaron 200 millones de dólares y casi 51.000 toneladas, superando el pasado año todos los hitos precedentes, récord que pudo ser mayor, de no mediar la limitante de los cupos de exportación que determina el gobierno, en su preocupación de garantizar el abastecimiento interno. 

Bajo el sello de “Bolivian Natural Beef”, concebido por los dirigentes del sector como rasgo distintivo que identifique a la carne boliviana, la misma pasó a ser muy apetecida en diversas partes del mundo. A no dudarlo, la exitosa incursión de la carne nacional en el exigente mercado internacional no hubiera sido posible de no mediar un destacable trabajo sinérgico gobierno-privados, para lograr la certificación “libre de aftosa” del país, primero, y, para abrir mercados, después. 

China y Hong Kong -principalmente- así como Ecuador, Perú, Vietnam, Congo, Malasia, Ghana, Rusia, Costa de Marfil, Gabón, Paraguay, Angola, Guinea, Brasil y Liberia, han saboreado y comprobado ya, la deliciosa carne boliviana. 

En momentos en que urge captar dólares para lograr las divisas que precisa el país para importar bienes de capital, insumos, equipos de transporte y otros, el éxito productivo y exportador del rubro cárnico debería entusiasmarnos a todos los bolivianos, porque este logro no solo beneficia al sector ganadero y exportador, o solamente a Santa Cruz y Beni -Departamentos productores de ganado bovino por excelencia- sino, a toda Bolivia, porque la inversión privada realizada, que genera un enorme movimiento económico, empleos y divisas, se ha dado pensando en el país, de ahí que sus resultados benefician a todos. 

Para muchos, era una quimera pensar en posicionar en semejante sitial al sector, considerando el enclaustramiento geográfico del país, las dificultades de transporte y logística, y la desconexión entre los actores de tan importante cadena productiva, pero, pudo más la visión de meritorios dirigentes, empresarios nacionales y extranjeros, y la institucionalidad, para avanzar resueltamente en los ámbitos de sanidad, genética, pasturas, confinamiento, desarrollo de recursos humanos, cadenas de frío, etc., para poder trascender la tradicional exportación a la región sudamericana, y llegar a mercados tan distantes como los del Asia y África. 

No resulta una “utopía” decir que, de darse las condiciones al sector, Bolivia podría exportar 600 millones de dólares a corto plazo. Quien dude que ello es posible, deberá saber que Paraguay, un país apenas más grande que Santa Cruz, el año pasado vendió carne al mundo por más de 1.500 millones de dólares. 

Nuestra gratitud y reconocimiento a los productores ganaderos; a CONGABOL, FEGASACRUZ y FEGABENI; al SENASAG, Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, y Ministerio de Relaciones Exteriores; a la Embajada de China y a su Consulado General en Santa Cruz; a los frigoríficos certificados internacionalmente (BFC, FRIDOSA, FRIGOR) y a toda institución y empresa de esta virtuosa cadena productiva por contribuir, con su trabajo de excelencia, a forjar una mejor Bolivia. 

La revista “Bolivian Natural Beef conquista mercados en el mundo” publicada por el IBCE con el apoyo de CONGABOL, contiene valiosa información sobre la producción y exportación nacional del rubro, el mercado mundial de la carne, avances tecnológicos, etc. y se puede descargar gratis desde https://ibce.org.bo/ibcemail/index.php?id=3242

Buscando la verdad
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¿Por qué resulta tan difícil entender algo tan sencillo?

Según la ONU, la población mundial en 1950 era de 2.500 millones de habitantes y pasó a 6.000 millones, cincuenta años más tarde. En 2022 llegó a 8.000 y para el 2050 se acercará a 10.000 millones de personas. El problema es, cómo alimentar tanta gente sin afectar al planeta, siendo que el vertiginoso incremento poblacional ejerce ya una fuerte presión sobre los recursos naturales. Lo grave es que, quien no come o no come bien, se enferma o muere. La alimentación, es vital. 

Con un recurso “tierra” muy limitado, ya que menos del 3% del globo tiene vocación agrícola, y con cada vez más bocas por alimentar, urge incrementar la producción sostenible de más alimentos. Frente a la imposibilidad de ampliar infinitamente la frontera agrícola, la ciencia y la tecnología -la biotecnología- es una ayuda eficaz para aumentar la productividad y la producción, a fin de evitar una futura crisis social derivada de una previsible escasez y la subida de precios de los alimentos. 

El uso de la biotecnología en el agro puede ser de gran beneficio para la Humanidad, por el menor consumo de agua y diésel utilizados para rociar productos que combaten las plagas y hierbas, que al tornarse resistentes a los plaguicidas y herbicidas, provocan su uso excesivo, cuyos residuos pueden llegar a contaminar los alimentos. Frente a este problema, la biotecnología, como aseveran abiertamente 168 Premios Nobel, puede ayudar a producir alimentos más sanos. ¿Clarito, no? 

Sequías, inundaciones, erosión eólica e hídrica, es la tónica. Crecen los desiertos, cambian los patrones de producción, aumentan las plagas, aparecen nuevas enfermedades, bajan las cosechas y suben los precios de los alimentos. Si se suma a ello el alza del consumo mundial ¡se viene una “tormenta perfecta”! 

Cuando no hay alimentos suficientes y estos se encarecen, se produce una crisis alimentaria. ¿Cómo se soluciona? Aumentando la oferta a precios razonables y mejorando la capacidad de acceso a los alimentos. Pero, su mayor producción enfrenta limitantes, como la escasez de agua dulce, la disponibilidad y calidad de la tierra, y el cambio climático que, con las plagas, medran los cultivos. 

Frente a tan lóbrego panorama, en Bolivia deberíamos dar gracias a Dios por nuestros productores del agro, por llevarnos de la “seguridad alimentaria” a la “soberanía alimentaria” con su esfuerzo; asimismo, por las condiciones objetivas y la capacidad humana que tenemos, para exportar alimentos. 

Gran parte del camino ya está recorrido, somos autosuficientes en casi todos los rubros básicos, pero, como seres humanos preocupados por millones de seres humanos en el mundo, bien podríamos ayudar, generando más alimentos para ellos. 

Un país que produce sus propios alimentos y sustituye su importación, generando importantes saldos para exportar, se beneficia a sí mismo y beneficia al mundo. El Departamento de Santa Cruz, en el Oriente boliviano, es un paradigma de ello. Su desarrollo productivo y la alta generación de empleo están asociados a la agropecuaria con orientación industrial y comercial, mirando siempre al mercado. 

Los productores agropecuarios entienden que, si a su propio esfuerzo -conscientes de su rol, como actores del desarrollo que invierten, arriesgan, cultivan la tierra y producen carnes, generando alimentos por encima de las necesidades del país- se sumaran políticas públicas inteligentes para garantizar su labor, se lograría una actividad económicamente viable, ambientalmente sostenible y socialmente responsable, bajo la ecuación “esfuerzo privado + esfuerzo público = soberanía alimentaria”, llevándonos a ser un gran país agroexportador. 

Bolivia tiene un enorme potencial agroproductivo dormido, pese a ello, genera más de 20 millones de toneladas de alimentos básicos cada año y exporta más de 3,5 millones de toneladas de soya y derivados, girasol y derivados, carne bovina, azúcar, quinua, bananas, alcohol, lácteos, chía, sésamo, frejol, maní, palmitos y café, por citar algunos ejemplos, superando de lejos su valor exportado al de los hidrocarburos, y, sin mucho esfuerzo, podría rebasar igualmente a los minerales, dejando de depender de recursos extractivos no renovables. 

Mucho de esto tiene que ver con Santa Cruz, donde bolivianos de todo lado, forjan cada día la seguridad con soberanía alimentaria del país. 

Dados los pisos ecológicos y climas con que contamos, bien podríamos producir más granos, cereales, legumbres, tubérculos, forrajes, superalimentos como la quinua, kañawua, tarwi, amaranto; verduras y hortalizas de contraestación; frutas, incluso nativas; carnes rojas, blancas y magras; flores, hierbas medicinales, aceites esenciales y, con un aprovechamiento forestal/maderero sostenible, llegar a exportar 10.000 millones de dólares/año. ¿Está clarito, verdad? 

Pero, con tamaño potencial desaprovechado -y tantos pobres que aún tenemos- tal parece que somos un país no desarrollado porque no se entiende lo que se debe hacer; no se lo quiere hacer o, como dijo alguien, porque lo merecemos…

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El sector exportador nunca fue el problema, más bien, es la solución

¿Quién no habla hoy sobre la escasez del dólar en Bolivia? De un tiempo a esta parte, no hay un solo día en que la prensa no refleje tal situación con una creciente preocupación y subida de tono, al extremo de producirse -quién lo diría- marchas de protesta y bloqueos reclamando por la falta de dólares en el país. La escasez de la divisa ha mostrado -de una u otra forma, directa o indirectamente, se lo quiera aceptar o no- la importancia que tiene, no solo para el empresario ¡para el ciudadano de a pie, también! 

Y, no es que la “bolivianización” de la economía no haya funcionado, de hecho, más del 90% entre depósitos y cartera en el sistema financiero está en moneda nacional, pero el dólar toma un mayor protagonismo en las noticias, porque, por angas o por mangas, está presente en nuestras vidas. Es que, casi todo tiene que ver con el comercio exterior, pero cuando no se entiende esto o se minimiza la importancia de exportar e importar, se cometen errores. 

Es triste decirlo, pero, semejante escasez de dólares, bien se pudo evitar.

Bolivia compra miles de productos extranjeros para consumo directo, así como para producir bienes y servicios, de ahí que la complicación de su importación al país se traduce en un incremento de su costo, provocando una subida de precios y algo peor aún, la falta, p. ej., de repuestos para maquinarias, semillas, fertilizantes, etc., lo que lamentablemente golpea ya a la producción de alimentos en el país.

Una amiga me comentó que en un mercado mayorista de Cochabamba, donde la gente acude a comprar verduras directamente del productor del agro, se sorprendió por la baja de la oferta de tomate, cebolla, arveja, zapallo y pimentón, la explicación fue que el costo de los insumos agrícolas importados subió tanto, que hizo insostenible producir más, por eso la subida de precios en el mercado. Mi esposa me dijo exactamente lo mismo. La escasez del dólar está afectando.

¿Cómo enfrentar esta situación que preocupa cada vez más a los bolivianos, a unos subjetivamente, dadas sus expectativas y, a los más, por lo que van sufriendo, tal el caso de los importadores o quienes deben viajar al exterior para una atención médica o enviar dólares a sus hijos que estudian en el extranjero.

La situación sería diferente si funcionara el “mercado libre” para que aparezca parte de los 10.000 millones de dólares que se dice hay en el país, pero fuera del sistema financiero, los que podrían tranzarse con su oferta y demanda a un mayor precio que en el mercado formal -donde en teoría hay un dólar barato pero en la práctica no- y a un precio menor que el dólar del mercado negro.

En una reciente entrevista se me consultó que debería hacer el gobierno a corto plazo para resolver sus propias necesidades de dólares; respondí que ello pasaba por acceder a los créditos internacionales que la Asamblea Legislativa debe aprobar; lograr nuevos empréstitos externos; colocar más bonos en dólares; bajar sus importaciones y exportar mucho más, de todo lo cual, lo último es vital, aunque no todo lo factible que fuera deseable. Pero, dije algo más…

Si de intentar una solución estructural se trata, no queda otra que el país exporte mucho más, como una vez sentencié: “Exportar, exportar y exportar, hasta que nademos en dólares”, solo así no faltará la divisa y bajará su precio por su sobreabundancia.

Ahora que el gobierno ruega que los exportadores vendan más y que “traigan sus dólares al país”, el reciente anuncio de un acuerdo con el sector azucarero para agilizar la exportación y vender más de 4 millones de quintales de azúcar, el doble del 2023, me hizo recordar cómo Chile, para superar su extrema dependencia del cobre, impulsó desde los ´70 un arsenal de medidas inteligentes, consumando un gran impulso a la exportación no tradicional.

Mi ex compañero del Colegio Alemán, Kurt Klein Céspedes, que en los ´80 estudiaba Ingeniería Electrónica en Chile, me enviaba por correo recortes de periódicos de ese país -por entonces no había Internet, fax o celulares para enterarse de lo que pasaba en el mundo- y en uno de ellos supe del frenesí comercial chileno que impulsaba hasta lo inimaginable para su exportación: arañas, cabello, víboras, cuernos de bovinos, entre muchos otros.

Viendo ese ejemplo, dado el gran potencial agropecuario, agroindustrial, forestal, maderero, manufacturero y de turismo del país: ¿Cómo es que Bolivia llegó a esta situación, en la que muchos sufren hoy por la escasez del dólar, cuando, el incentivar la exportación, en vez de restringirla; promocionarla, en lugar de prohibirla y un trabajo público-privado nos llevaría a nadar en dólares y a bajar su precio dada su mayor oferta?

El sector exportador nunca fue el problema, al contrario, siempre fue y será fundamental para una solución estructural a la baja inversión, producción, crecimiento y generación de empleo digno en el país. De nosotros depende que no empeore esta situación, pero, más que de los privados, del gobierno, siempre y cuando dé las condiciones para ello…

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¿Sabe Ud. quién es el primer socio comercial de China?

Hace un par de meses revelé algo que para muchos era desconocido: el hecho que la República Popular China pasó en 2023 a ser el primer socio comercial de Bolivia. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, nuestro país exportó al mercado chino casi 1.200 millones de dólares e importó poco más de 2.400 millones, con lo que dicha nación es ya el tercer mercado en importancia para nuestras exportaciones -luego del Brasil, India, y por encima de la Argentina y Colombia- consolidándose, además, como el primer país abastecedor de Bolivia, superando al Brasil, Argentina, Chile y Estados Unidos. 

A quienes no les gustó saber que un país comunista, como China, había adquirido semejante peso en el país, les dije que en materia de negocios la ideología no cuenta y que, así como están las cosas, la posibilidad de que los números con la China se acrecienten era real y añadí, “ojalá no solo por la vía de las importaciones, sino también, por una mayor colocación de productos bolivianos en ese gigantesco mercado de más de 1.400 millones de habitantes”. 

Como no todos entienden esta lógica, decidí escribir sobre el tema para mostrar que lo que pasa entre Bolivia y China no es la excepción, sino la regla, ya que el país asiático se está comiendo los mercados del mundo, tal como lo muestran algunos ejemplos, tomando como fuente de información el Trade Map del Centro de Comercio Internacional. 

¿Sabe Ud. quién fue el mayor exportador del mundo en 2023? Nada más y nada menos que la China comunista, con casi 3,4 billones de dólares (millones de millones de dólares), superando a Estados Unidos que exportó 2 billones de dólares, 40% menos que China. De otra parte ¿quién fue el mayor importador en 2023? Nuevamente, China con 3,2 billones de dólares, por encima de Estados Unidos que sumó 3,1 billones. 

¿Se anima a adivinar cuál fue el país al que China exportó más en 2023? Nada más y nada menos que Estados Unidos, al que le vendió 502.004 millones de dólares y le compró 166.000 millones, logrando un cuantioso superávit a su favor. 

¿Sabe quién fue el primer socio comercial de China en 2023? Estados Unidos, ni más ni menos, el país capitalista por excelencia fue su primer mercado de exportación; su segundo proveedor y, en el comercio global, su principal socio. 

Por su parte, China fue el tercer mercado más importante para la exportación de Estados Unidos (luego de Canadá y México) y su segundo proveedor (después de México). China es el tercer socio comercial para Estados Unidos luego de sus miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), confirmando que para hacer negocios poco pesan las diferencias ideológicas. 

En el Foro titulado “Oportunidades Comerciales y Cooperación Bolivia-China” desarrollado el 8 de abril pasado en la Universidad Tecnológica Privada de Santa Cruz de la Sierra (UTEPSA), donde fui Expositor, el Cónsul General de China en Santa Cruz, Wang Jialei, Expositor también en el evento, señaló que “China no sólo es el primer socio comercial de Bolivia, es el primer socio comercial de más de 140 de los 193 países que hay en el mundo. Eso se debe a que China posee el sistema industrial más completo del planeta (y) es el productor manufacturero más grande del mundo, por eso, cuando se dice que China es la Fábrica del Mundo, no es una metáfora”. 

Lo dicho concuerda con un reciente reportaje que dio cuenta del enorme crecimiento del intercambio de bienes entre América Latina y China, llegando a superar los 480.000 millones de dólares en 2023 cuando a principios de siglo era de 14.000 millones, destacando la venta a dicho país de soya y carne bovina, cobre, hierro, cátodos e hidrocarburos; siendo Brasil el principal aportante con 181.000 millones de dólares al intercambio bilateral, de los que 122.000 millones fueron exportaciones, logrando un superávit de 63.000 millones de dólares, superando de lejos a Chile, Perú, México y Ecuador (“Conoce al país de Sudamérica que más exporta a China: no es Perú ni Chile”, La República, 2.05.2024). Pero, esta historia no acaba aquí… ¿Sabe por qué México ha pasado a ser el primer exportador a Estados Unidos? Gracias a que muchos productos Made in México derivan del fenómeno conocido como nearshoring o deslocalización cercana, esto es, la instalación de fábricas chinas al Norte de México para producir y exportar a dicho país beneficiándose del NAFTA para su libre ingreso a ese gigantesco mercado, con lo cual ganan muchos: China, por sus ventas; México, por los empleos que se generan; y, los consumidores de Estados Unidos, al poder comprar productos baratos de calidad (“Cómo China utiliza a México como "puerta trasera" para ingresar sus productos en EE.UU.”, BBC, 1.05.2024). 

¿Sabía que todo este éxito deriva de la deslocalización productiva que se dio hace unas pocas décadas, con el traslado a la China de fábricas de Europa, Estados Unidos, Japón y otros, para aprovechar su apertura al mundo, confirmando que la integración y el comercio son instrumentos claves para el desarrollo?

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Lo que de ninguna manera se debería hacer…

En momentos cuando más certidumbre precisa el país para volver a crecer como antes y no retroceder en la lucha contra la pobreza que afecta a millones de bolivianos; cuando más acciones contundentes espera el empresariado nacional para invertir, producir y exportar más, una desafortunada expresión del Primer Mandatario del Estado provocó interrogantes adicionales hacia el futuro; me refiero a que ante la “Escasez de dólares: Arce advierte a exportadores con “sacar alguna medida para que traigan el 100% de las divisas” (EL DEBER, 10.05.24). 

Es innegable que hay un problema por resolver en el país -la relativa escasez de dólares- y digo relativa, porque si bien el tipo de cambio oficial sigue en Bs6,96 en el mercado oficial, este dólar barato escasea y, como no funciona el mercado libre, puesto que quien lo venda por arriba de Bs6,97 corre el riesgo de ir preso, rige el mercado negro donde el dólar abunda a más de Bs8,50 con lo que la importación de insumos, bienes de capital, equipos de transporte, etc., se encarece por la inevitable subida de la comisión de transferencia en la banca.

Para intentar una solución, resulta indispensable una lectura adecuada de la realidad, entender por qué llegamos a esta situación, cómo salir airosos de la misma y, sobre todo, lo que de ninguna manera se debería hacer para no profundizar el problema.

Lo que vivimos hoy es resultado de las decisiones del pasado y lo que acontezca a futuro dependerá de las buenas o malas decisiones que se tomen hoy. Quien no aprende de los errores del ayer tiende a repetirlos y a enfrentar problemas adicionales que luego podrían tornarse inmanejables.

¿Por qué escasean los dólares en el país? En 2022 no hubo dificultad para atender la demanda de divisas, es más, Bolivia registró un superávit de 1.700 millones de dólares, por lo que la exportación de bienes tangibles atendió, de lejos, las necesidades de la divisa para las compras externas.

El empresariado privado pagaba sus importaciones por su propio esfuerzo, con los dólares de sus ventas externas y el sector público tampoco tenía dificultades, mientras la renta petrolera por la exportación de gas, urea y GLP, minerales y algún producto no tradicional, cubría la importación de combustibles, el servicio de la deuda externa y otros.

El problema se genera cuando la exportación de hidrocarburos comienza a bajar, y sube la importación de combustibles, bienes de capital para las empresas públicas y el pago de la deuda externa, provocando la caída de las Reservas Internacionales Netas del Banco Central de Bolivia (BCB), algo que, habiendo sido ácidamente criticado por los políticos y analistas -en su mejor intención, tal vez- produjo un cambio en las expectativas de la gente por el temor de una devaluación, ocasionando procesos especulativos, y que el dólar desaparezca y suba de precio por la mayor demanda de quienes pretendían refugiarse en la divisa estadounidense para precautelar el poder adquisitivo de sus ahorros, aunque se sabe que cuando las expectativas se tornan negativas, la eficacia de las políticas públicas se neutraliza y eso es lo que ocurrió.

Para agravar la situación, en 2023 las exportaciones bolivianas cayeron 2.800 millones de dólares; el país perdió 700 millones de dólares por el déficit comercial y, como no hubo el superávit de 1.700 millones del 2022, los recursos faltantes superan los 5.000 millones de dólares, de ahí que, no es que los exportadores no traigan su dinero al país y no es que los exportadores tengan la culpa de lo que está pasando, mucho más, cuando el sector sigue apostando por Bolivia pese a lo agreste del contexto externo, los insufribles bloqueos internos y la falta de una agenda público-privada de corto, mediano y largo plazo.

¿Cómo solucionar la falta de divisas? Exportando más, en el sector privado, hasta inundarnos de dólares y que baje su precio por la abundancia. En el sector público, lo propio, aunque para ello debería invertir más, pero como no hay tiempo, quedan como opciones: Bajar sus importaciones, v. gr., dando todas las facilidades para que los privados importen combustibles sin pagar tributos, ni siquiera el IVA; mejorar la tasa de los bonos en dólares del BCB permitiendo que personas jurídicas nacionales inviertan en ello y, subir el endeudamiento externo.

Lo que de ninguna manera se debería hacer es, controlar el comercio exterior, no solo porque podría llevarnos a repetir la nefasta historia de hace 40 años con la hiperinflación, sino, porque la entrega obligatoria de divisas termina afectando a la exportación, y la asignación de divisas para importar, acaba siempre en corrupción.

De ahí que, entre la poco feliz advertencia del Presidente del Estado, que cayó como un balde de agua fría sobre los exportadores, y la posterior aclaración del Ministro de Economía y Finanzas Públicas, me quedo con esta última, por el bien del país, cuando dijo, “Montenegro: No vamos a aplicar ninguna medida de obligatoriedad para traer divisas al país”

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Acerca del Mensaje Presidencial por el Día del Trabajador

El Mensaje Presidencial pronunciado por el Primer Mandatario del país, en ocasión del festejo del 1º de Mayo de 2024, trajo bastante tela por cortar, con reacciones en el ámbito político, pero, también, empresarial. Como era de esperar, el discurso tuvo un fortísimo enfoque político e ideológico, además de consagrar por Decreto lo que aguardaba la otrora gloriosa Central Obrera Boliviana (COB), presente en el Acto Oficial: el incremento del 5,85% al Salario Mínimo Nacional y del 3% al Salario Básico, obligatorio para el sector empresarial que trabaja en el campo de la legalidad y la formalidad. 

¡Todo el discurso fue para los trabajadores, nada para los empleadores que deberán soportar esta carga en momentos muy complicados, cuando importante hubiera sido escuchar a quienes son los verdaderos protagonistas del desarrollo siendo que no hay lugar a la disquisición sobre “el huevo o la gallina”, ya que de los empresarios dependen los empleos dignos para los trabajadores! 

En este contexto y por su importancia, voy a dedicar esta columna a proyectar el sentir de un profesional y dirigente del sector agropecuario, quien tuvo la gentileza de compartir conmigo sus preocupaciones que, con seguridad, reflejan el pensamiento del sector agropecuario nacional, me refiero al Lic. Mario Moreno Noorthoorn, Presidente de la Asociación Nacional de Productores de Maíz, Sorgo, Frijol y Cultivos Alternativos (PROMASOR), un sector estratégico para la alimentación, tanto humana como animal. 

La primera observación de Moreno tuvo que ver con la parcialización y el sesgo que notó en el Mensaje Presidencial, abiertamente direccionado a sectores que lo apoyan, para él, por un oportunismo de los dirigentes de la COB y de otros sectores amparados en la política barata tradicional que tanto daño hace al país, y que es de nunca acabar: vivir aprovechándose de la burocracia estatal, malversando los escasos recursos e imponiendo inversiones improductivas, que bien podrían ser usados para atender prioritariamente necesidades importantes en cuanto al servicio público social y/o para inyectarlos al aparato productivo privado, a fin de garantizar un mejor resultado, generar una rotación dinámica de reposición y su retorno para la reinyección al sistema, en el menor lapso posible. 

Al productor del agro no le gustó “nadita” que, mientras el sector privado que goza de independencia política y tiene capacidad de reacción productiva inmediata, arriesgando y generando su propia economía con sus iniciativas, asumiendo riesgos y aplicando su ingenio para la inversión, la Administración Pública “está en otra” y no acompaña el quehacer del desarrollo productivo, aunque, pese a tal adversidad, sigue insistiendo y produciendo, aportando fuentes de empleos dignos a lo largo de la gran cadena de servicios conexos al sector. 

Moreno cuestiona: “¿Qué podemos hacer para ser escuchados y que se nos dé la debida atención, cuando a otros sectores que son afines políticamente se los atiende y alaba, sin importar que sean improductivos y, además, una carga social? Es lamentable que se nutran políticamente de tales sectores que circunstancialmente tienen vigencia y usufructúan del poder; vivimos en un círculo vicioso, no cambiamos; cada nueva Administración gubernamental hace y deshace las políticas públicas de acuerdo a su conveniencia y línea político-partidaria; pero, no somos ni tontos ni miopes para no darnos cuenta del daño que se hace al país, postergando generaciones que se desilusionan y buscan nuevos horizontes, migrando a otras naciones en busca de oportunidades. Es incomprensible que, cuando a los gobernantes se les brinda abiertamente propuestas de alianzas público-privadas para un trabajo conjunto, no se avance”. 

Según Moreno, el sector del agro -particularmente el que él representa- se siente discriminado -excluido del Mensaje Presidencial del 1º de Mayo- direccionado solo a un segmento de la población, con claras intenciones políticas en función de las próximas Elecciones Nacionales del 2025, de ahí que recomienda tener cuidado a la hora de actuar como sector agropecuario independiente, a fin de no ser utilizados solo “para la foto” haciendo creer a la sociedad que se está en sintonía con el Gobierno, en el sentido positivo y productivo, pese a que el diálogo no da fruto. 

Y, concluye: “¿Acaso la álgida situación que estamos viviendo no es producto de las malas inversiones y toma de decisiones, expresiones ellas de una deficiente política económica que provoca la escasez de divisas y la reducción de las Reservas Internacionales del país, que volverán luego como un `boomerang` y provocarán un estancamiento económico? Espero que no sea demasiado tarde para tomar buenas decisiones de política económica y que no reaccionemos de manera tardía para la recuperación de nuestra fortaleza; ojalá no quedemos entrampados con compromisos internacionales en cuanto a un endeudamiento externo que signifique postergar el desarrollo y frustrar el futuro de muchas generaciones”.

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¡Felicidades a los trabajadores y a los empresarios trabajadores!

¿Qué se celebra cada 1º de Mayo? En el mundo entero se recuerda el “Día Internacional de los Trabajadores”, en Bolivia y en otros países, el “Día del Trabajador”. Pero, si tal festejo está dedicado solamente a los obreros, oficinistas y burócratas -empleados, todos- y se excluye a quienes son los que generan las fuentes de empleo, surgen dos preguntas adicionales: Los empresarios ¿no trabajan? Y si de veras trabajan ¿cuándo se hará un merecido homenaje a quienes lo arriesgan absolutamente todo para producir bienes y servicios, crear riqueza, pagar impuestos al Estado y dar empleo a los trabajadores? 

El justificativo histórico para que el 1º de Mayo sea dedicado exclusivamente a los trabajadores tiene que ver con las luchas reivindicatorias y conquistas de la clase trabajadora, el movimiento obrero, los proletarios y obreros que al no tener medios de producción, su sueldo resulta de la venta de su trabajo, de su “desgaste sicofísico”, una retórica aplicable a la era de la Revolución Industrial, hace varios siglos atrás. Entonces, otra pregunta: ¿El empresario no se desgasta sicológica y físicamente, cuando arriesga a la hora de invertir y producir? 

Sinceramente, me duele tal discriminación, no porque los compañeros asalariados no tengan el derecho de festejar sus victorias sociales, sino, porque, estrictamente hablando, me animaría a decir que, casi por definición, en la generalidad de los casos, un empresario, hombre o mujer -micro, pequeño, mediano, grande- trabaja muchas más horas que sus dependientes, incluso hasta comprometer su salud sin que a sus empleados les importe un bledo. 

No lo digo despectivamente, de ninguna forma, porque los obreros, oficinistas y burócratas, absolutamente todos merecen mi mayor respeto en su condición de seres humanos, tal cual son, los empresarios. De ahí que, me gustaría escuchar por una vez en la vida, que un gobernante que se precie de estadista, visionario y, sobre todo, equilibrado en sus conceptos, manifieste la valía de los empleadores y no exalte solo a los empleados, así lo primero no sea políticamente correcto, pues se haría justicia al decirlo. Mi papá fue militar, instructor, obrero, profesional y empresario, sé de lo que hablo… 

Que los empresarios tengan que “ganar”, no debería ofender a nadie, ni producir envidia en quienes no crean empleo, porque a diferencia del empleado, que a fin de mes tiene asegurado su sueldo y lo haga bien o mal, cobrará su paga, pues la ley así lo establece, el empresario debe sudar la gota gorda para ello y, les aseguro, no es una tarea fácil. 

Cuando alguien se emplea para “vender su trabajo” sabe a qué atenerse, no depende del mercado sino de las leyes que obligan al empleador a pagarle, le vaya bien o le vaya mal. 

Es triste oír que cuando se dice “obrero” o trabajador, inmediatamente se piensa en alguien super esforzado, pobre, triste y hasta explotado, pero cuando se dice “empresario”, todo cambia, el imaginario vuela, se visualiza a un potentado, un explotador de las masas nadando en dinero, exitoso, siempre alegre, descansado como si el dinero cayera del cielo. Pero, no es así, y es una injusticia dar un errado protagonismo a quien no es el principal actor. 

¿Quién tiene la visión para hacer negocios? El empresario. ¿Quién arriesga su capital, su patrimonio familiar o saca un crédito para un emprendimiento? El empresario. ¿Quién organiza la producción de los bienes y servicios que consumimos? El empresario. ¿Quién se preocupa de abastecer el mercado? El empresario. ¿Quién planifica para exportar los excedentes y lograr divisas para el país? El empresario. ¿Quién ayuda al crecimiento y a la estabilidad económica? El empresario. ¿Quién paga impuestos para que el Estado pueda financiar su política social? El empresario. ¿Quién genera fuentes de empleo? El empresario. ¿Quién aporta a la seguridad social de sus contratados? El empresario. ¿Quién contribuye a nuestro bienestar? ¡El empresario! 

Cuando un empleado entra a la fábrica, oficina o comercio donde trabaja, solo se debe preocupar por él y su familia, no así el dueño de esa fábrica, oficina o comercio, que debe preocuparse, además de sus empleados, por sus familias. 

Al empresario todos le reclaman una y otra cosa; raramente alguien se jugará por él; nadie le perdona una deuda, así el negocio esté mal; si el exceso de trabajo pasa factura a su salud, no lo consentirán; nadie reconoce ni valora su sacrificio, al contrario, hasta hablan mal de él; si las cosas van bien, habrá aduladores, pero nadie a su lado si las cosas no funcionan, pese a su esfuerzo; nadie lo ayudará, muchos lo criticarán y el Estado no le perdonará un peso. 

“Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar y muy pocos lo miran como el caballo que tira el carro”, dijo Winston Churchill, ex Primer Ministro del Reino Unido. ¡Qué pena! 

En este 1º de Mayo, felicito a los trabajadores, pero no solo a los empleados, sino, también, a los empleadores… ¡A los empresarios!

Buscando la verdad
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¿Cuál debería ser nuestro sueño, como bolivianos?

“Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, fue la inspiradora y memorable frase acuñada por el empresario, animador y productor de cine estadounidense, Walt Disney, quien no solo llegó a crear un verdadero emporio a nivel de la industria cinematográfica, sino también, a revolucionar el mundo del entretenimiento. Se dice que su sueño fue logrado después de cerca de 300 intentos y fracasos, pero… ¡lo hizo! 

Así como Disney, cada ser humano tiene sueños y aspiraciones, pero no todos llegan a cumplirlos ya que no solo se trata de imaginar o soñar -algo que es fácil y lo hace cualquiera- sino, de esforzarse al máximo para hacerlos realidad, lo que implica acción, esfuerzo y constancia, sabiendo la diferencia que hay entre “motivación” y “disciplina”, y, como digo siempre, entre “aptitud” y “actitud”, ya que lo primero, sin lo segundo, resulta insuficiente para alcanzar el éxito. 

El sueño de todo empresario es invertir para producir y vender bienes y servicios, de tal manera que el premio a su capacidad para satisfacer las múltiples necesidades de la sociedad sea una merecida ganancia. 

En tal virtud, lo primero que hace es analizar el mercado, para luego idear el producto o el servicio a prestar. Queriendo hacer realidad su sueño arriesga su ahorro; de no contar con ello, adquiere una deuda con terceros; y, de ser necesario, compromete su patrimonio familiar y hasta su salud, para hacer las contrataciones necesarias a fin de pasar de lo intangible del sueño a hacer del emprendimiento, una realidad. 

¿Recuerda Ud. quién acuñó el célebre pensamiento, de que el éxito depende en “1% de inspiración y 99% de transpiración”? Fue Thomas Alva Edison quien lo dijo, un inventor, científico y empresario estadounidense, también, para quien ese 1% le llevó a idear una lámpara eléctrica incandescente, mientras que el 99% significó 1.000 intentos fallidos, ya que el foco se le quemaba siempre. Cuando le preguntaron por qué había fracasado tantas veces, respondió que no había fracasado, más bien, había descubierto 999 formas de cómo no hacer un foco. ¿Interesante perspectiva, verdad? 

Lo cierto es que, como ocurre con toda obra humana, es posible que al empresario no le vaya bien en los inicios de su emprendimiento, pero, gracias a Dios, el determinado espíritu que tiene lo anima una y otra vez a vencer la adversidad; a levantarse, si hubiera caído y a seguir adelante con la fe puesta en lograr su sueño. ¡Triste y grave fuera si todos los empresarios se rindieran ante la primera adversidad y levantaran las manos! Las consecuencias serían nefastas, no solo para ellos, que lo arriesgan todo, sino también, para la sociedad. 

El primer impacto de perder a nuestros empresarios sería el desabastecimiento del mercado nacional, con la inevitable y creciente dependencia del abastecimiento externo, conllevando ello un menor crecimiento económico por el languidecimiento de la actividad productiva. 

Desde el punto de vista social, el deterioro empresarial implicaría que mucha gente pierda sus fuentes de empleo, a partir de lo cual los jefes de hogar sufrirían por no poder generar los recursos necesarios para atender a sus dependientes en sus múltiples necesidades de alimentación, salud, educación, etc. 

En lo que hace al Estado, ocurriría que no solo la inversión privada bajaría y el consumo familiar caería, sino que disminuiría la recaudación de impuestos, afectando las finanzas públicas, por tanto, su capacidad de gasto e inversión, lo que llevaría a un deterioro del bienestar en detrimento de la ciudadanía. 

Todo lo contrario pasaría, si desde el Estado se apoyara abiertamente la actitud emprendedora, innovadora y visionaria de quienes saben y quieren hacer empresa en el país, utilizando su imaginación y capacidad para asumir riesgos comerciales en la búsqueda de atender las demandas del mercado interno y de los mercados exteriores, a través de procesos productivos, comerciales y de prestación de servicios basados en la inversión, la tecnología y el conocimiento. 

La consecuencia de ello sería un mayor movimiento económico con más fuentes de empleo digno y sostenible en el tiempo; un mayor dinamismo en el mercado interno, por los ingresos generados para las familias; una mayor recaudación tributaria para atender las necesidades del Estado; finalmente, mayores posibilidades de ahorro privado para ser canalizado a nuevos procesos de inversión. 

¡Este círculo virtuoso de realizaciones debería ser nuestro sueño, como bolivianos! Que el esfuerzo empresarial, inspirado en la búsqueda de una genuina utilidad, devengue a lo largo de la cadena de valor incontables oportunidades de empleo e ingresos para la gente y una mejora del bienestar social, con lo cual, el reiterativo sueño de un mejor país se lo pueda lograr con un Estado que promueva y garantice la iniciativa privada, dentro de la legalidad y la formalidad. Solo entonces, aunque hayamos fracasado tantas veces en el pasado, el sueño de una “Bolivia digna, productiva, exportadora y soberana” podría hacerse realidad.

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El calvario del incremento salarial en Bolivia

Se avecina el festejo del 1º de Mayo y con ello un nuevo dolor de cabeza para las empresas que producen, comercian y prestan servicios en el marco de la legalidad y la formalidad, ya que con motivo de tal celebración, se anuncian prerrogativas para la “clase trabajadora” -curiosa denominación, por cierto- como si quienes en verdad lo arriesgan todo en beneficio del país -su capital, su patrimonio y hasta su salud- no trabajaran… 

La otrora gloriosa y hoy venida a menos Central Obrera Boliviana (COB), como estila hacer cada año, entregó ya su pliego petitorio al gobierno con una aspiración de incremento del 8% al salario mínimo nacional y 7% al básico, diferenciándose de los líderes de la combativa COB de antes, que no solo pedían aumento, sino también, políticas de reactivación en función del país, no como ahora, que su actuación y cálculos políticos sólo tienen que ver con agradar a sus bases… 

Como era de esperar, tal irracionalidad, a la luz del desempeño económico del 2023, cuando no hubo segundo aguinaldo por el magro crecimiento, y el hecho que organismos internacionales vaticinan que este año el PIB podría crecer menos del 2%, varios sectores elevaron el grito al cielo. El sentir del empresariado es que el incremento planteado es desproporcionado, tomando en cuenta la baja inflación y el bajo crecimiento del 2023, advirtiendo que afectaría a la inversión y el empleo, al encarecer el producto nacional, favoreciendo al contrabando que compite ilegal y deslealmente al no pagar tributos, de ahí que hasta plantearon “congelar” los salarios en 2024. 

Hay que recordar que en 2023 el incremento salarial determinado por el gobierno fue del 5% al mínimo y 3% al básico, considerando la inflación del 2022 que llegó al 3,12%; de ahí que, siendo que la inflación del pasado año fue del 2,12% de ninguna manera correspondería siquiera repetir el incremento del 2023. 

Es bueno traer a la memoria, también, que el incremento salarial obligatorio solo se aplica a las empresas legalmente establecidas, en un país en el que según organismos nacionales e internacionales, la informalidad se campea a tal punto que, entre el 80% y 85% de los empleos se dan en tal situación, por lo que quienes tienen que competir contra empresas que no pagan altos tributos ni tienen rígidas obligaciones sociales, lo hallan injusto y alzan su voz de reclamo. 

Con relación a esto último, está la preocupación del efecto “en cascada” que produce el aumento salarial, pudiendo llegar a significar una carga superior al 40% para el empleador, sin que suba en igual proporción la productividad del trabajador o las ventas para generar los recursos adicionales necesarios, al subir también las obligaciones sociales como son los aportes patronales para salud, aguinaldo, jubilación, bono de antigüedad, pago de feriados y dominicales, primas, entre otros, pudiendo ocasionar, como consecuencia, la reducción del empleo formal y el cierre o mayor informalización de las empresas para poder sobrevivir. 

La baja dinámica económica, la tendencia a un menor crecimiento, la escasez del dólar y su encarecimiento, el mayor costo de los insumos importados, el grave impacto del cambio climático en el agro y la agroindustria, la caída de los precios internacionales de los bienes de exportación, el desborde del contrabando y la informalidad, la inestabilidad política que vive el país, entre otros, configuran un escenario adverso para pensar en incrementos salariales. 

Bolivia, es miembro de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde 1919, habiendo ratificado 50 Convenios con recomendaciones fundamentales para que el remedio no resulte peor que la enfermedad y un buen deseo no termine perjudicando a los trabajadores. Así, en materia salarial, la cláusula 21 del Diálogo Social y el Tripartismo, sentencia que “no pueden lograrse términos equitativos de empleo, condiciones de trabajo decente, seguridad y salud en el trabajo y desarrollo para el beneficio de todos sin la participación activa de trabajadores, empleadores y gobiernos mediante el diálogo social”. Este diálogo, p. ej., debería llevar a flexibilizar la legislación laboral para que los jóvenes, universitarios, madres solteras, etc. trabajen por horas, sin generar sobrecostos laborales, con lo que ganarían todos, como pasa en muchos países. 

Es de esperar que, cumpliendo con la fe del Estado comprometida ante la OIT, el proceso tripartito gobierno-empresarios-trabajadores pueda darse, para que lo que se decida no sea una imposición derivada de una decisión unilateral o un acuerdo bilateral, sino, más bien, de un diálogo donde se escuche al trabajador pero, también, al empleador, para que prime la sensatez, la prudencia y, sobre todo, la empatía de gobernantes y trabajadores, hacia quienes lo arriesgan todo al invertir en procesos productivos, comerciales y de servicios. De no ocurrir esto, un aumento igualitario y obligatorio sería discriminatorio, al darse un trato igual a los diferentes o un trato diferente a los iguales...

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¿Qué hacer frente a un año tan, pero tan complicado?

Es triste decirlo, pero el comercio exterior boliviano empezó el año con el pie izquierdo. Sin embargo, como de toda situación indeseada puede surgir una oportunidad, cuando se la encara adecuadamente, es de esperar que la preocupación del sector privado coincida con la de las autoridades, y se puedan tomar las medidas que el caso amerita. 

Según un último reporte del Instituto Nacional de Estadística, Bolivia inició la gestión 2024 con un saldo deficitario de 171 millones de dólares en su intercambio con el mundo: El valor de las exportaciones cayó 29%, pese a que su volumen bajó sólo un 1%, infiriéndose que ello podría derivar de un efecto-precio externo negativo. 

En términos absolutos, las ventas externas del país, comparadas a enero del 2023, cayeron 243 millones de dólares, y apenas cerca de 12.000 toneladas en volumen, algo que debe llamar la atención, dado que dicho balance se hace contra un mal resultado que se dio por razones externas, como la caída de las cotizaciones internacionales de las materias primas, así como también, por causa de los problemas internos que, como en el caso de los bloqueos, impactaron negativamente en el sector. 

En lo que hace a las importaciones, en el primer mes de este año, también bajaron un 10% en valor y 3% en volumen, destacando que un 82% de las compras externas tuvo que ver con insumos (27%), combustibles (23%), bienes de capital (20%) y equipos de transporte (13%), todo lo cual no se puede dejar de importar porque coadyuvan a producir bienes y servicios, tanto para el mercado interno como para la exportación, de ahí que la importación no es mala, sin embargo, el tema es, cómo financiarla. 

El resultado de ambos comportamientos a la baja observados en enero, con las ventas externas cayendo más que las importaciones, fue el déficit comercial, en otras palabras: lo exportado por el país no alcanzó para pagar lo que compramos desde el exterior. 

El desbalance en el primer mes del 2024 debe llamar profundamente a la reflexión, ya que, más allá de que el déficit se haya podido producir por causas externas que no controlamos -al ser tomadores de precios, por ejemplo- hay cosas que sí podemos hacer en lo interno para impedir su acentuamiento a lo largo del año, en aras, sobre todo, de aumentar el ingreso de dólares al país, porque, no con poco dolor, todo el mundo sabe ya que la divisa estadounidense había sido importante para moros y cristianos… 

A estas alturas del partido, los importadores enfrentan graves situaciones para poder desarrollar sus actividades con normalidad, ya que en ausencia de un “mercado libre” (donde está prohibido vender la divisa por encima de Bs6,97) se encuentra entre dos posibilidades: Hacer cola para conseguir dólares “regulados” -que son escasos- o recurrir al “mercado negro” que no debería haber, pero existe, donde el cielo es el límite… 

Frente a este problema, no queda otra posibilidad que optar por las exportaciones como fuente principal de divisas para la economía nacional, aclarando que no solamente los importadores, sino también los propios exportadores, precisan dólares para contratar servicios en el exterior -transporte, seguros, puertos, forwarders, etc.- de ahí que un dólar escaso o más caro con seguridad va a impactar negativamente sobre su competitividad e ingresos, como está pasando con los particulares, para viajar al exterior por diferentes motivos, como estudiar en el extranjero, hacerse atender la salud, etc. 

Las consecuencias de esta indeseada realidad ya se están empezando a sentir: el ritmo de las importaciones está empezando a caer, lo que podría conllevar problemas de abastecimiento, sabiendo lo que pasa con los precios cuando un producto escasea en el mercado; los costos de los bienes extranjeros están empezando a subir (con el agravante de que más del 80% no se puede dejar de importar, por lo dicho más arriba) de tal forma que los productores verán subir sus costos de producción, al igual que los consumidores. ¿Qué hacer para que no empeore la situación? Algo muy sencillo… 

Dar al sector exportador el lugar que le corresponde -cuidarlo, apoyarlo e incentivarlo en su esfuerzo- es lo que corresponde, muy especialmente cuando de él depende la solución estructural a este problema; mucho más, considerando que el mismo viene de ser muy golpeado en 2023 por su caída en 2.800 millones de dólares frente al año precedente y, porque en enero le fue mal… 

Los minerales cayeron 216 millones de dólares, los hidrocarburos bajaron 53 millones y quienes una vez más sacaron la cara por el sector, fueron las Exportaciones No Tradicionales que subieron 26 millones gracias al aumento de su volumen en 50%, derivado del esfuerzo productivo e inversión del sector agroalimentario, principalmente, que ayudó a compensar la caída de precios. Precisamente, es a este sector al que hay que escuchar en sus necesidades para que invierta, produzca y exporte más, y sus dólares financien las importaciones, especialmente cuando enfrentamos un año tan, pero tan complicado…

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