Blog de Gary Rodríguez Álvarez

Lo que la Inteligencia Artificial dice sobre Bolivia

En los tiempos que vivimos, cuando los indicadores económicos se mueven en la dirección no esperada por el gobierno y la población lo único que quiere es vivir en paz, tener previsibilidad de su futuro y progresar, toda opinión con relación a la situación de la economía, más allá de las estadísticas gubernamentales de las que muchos analistas y políticos desconfían, puede ser tildada como interesada hacia el lado oficialista u opositor, siendo uno de los puntos de discordia, si en Bolivia hay o no hay, una crisis de balanza de pagos. 

Para resolver tal intríngulis y evitar caer en los extremos de que “todo está bien” o que “estamos raspando la olla”, decidí hacer el experimento que varios colegas columnistas han realizado ya, esto es, recurrir al auxilio de la Inteligencia Artificial (IA) para dilucidarlo, confiando en que la IA “se basa en algoritmos y modelos matemáticos que permiten a las máquinas aprender de datos y tomar decisiones o realizar acciones de manera autónoma”, de ahí que la IA lleva a la eliminación de juicios de valor y puede acercarnos a la “verdad verdadera”. 

Entonces, le pedí a la IA que en primer término defina qué se entiende por “balanza de pagos”, respondiendo que se trata de un registro contable que documenta todas las transacciones económicas entre un país y el resto del mundo en un período específico. Seguidamente, le pregunté, qué se entiende por crisis en balanza de pagos, a lo que contestó que ello ocurre cuando un país enfrenta dificultades significativas para financiar sus déficits o para mantener el equilibrio en su cuenta corriente, lo que puede deberse a un alto déficit en esta última, la fuga masiva de capitales, una baja en las reservas de divisas extranjeras o una pérdida de confianza en la estabilidad económica. 

Requerido su análisis específico para el caso de Bolivia, la IA dijo que la caída de los precios de sus principales exportaciones como el gas natural y los minerales, así como el aumento de las importaciones y la gestión de las Reservas Internacionales Netas contribuyeron al desbalance de dicha cuenta. 

Le pregunté entonces qué se debía hacer para dar solución a un déficit en balanza de pagos y esta fue su respuesta: 1) Fomentar las exportaciones: Promover a los sectores exportadores con incentivos fiscales, mejoras en la infraestructura, logística, y programas de apoyo a las empresas para aumentar la competitividad y diversificar los productos exportados; 2) Disminuir las Importaciones: Implementar medidas para fomentar el consumo de productos nacionales (¿sustitución competitiva de importaciones?); 3) Ajuste Fiscal: Disminuir el gasto público y mejorar la recaudación de impuestos para reducir el déficit fiscal que puede estar contribuyendo al desbalance de pagos; 4) Atraer Inversión Extranjera: Crear un entorno favorable para captar capitales externos con reformas regulatorias, incentivos fiscales y un marco legal sólido para fomentar el flujo de capital; 5) Estabilizar la Moneda: Con políticas monetarias adecuadas, indicando que un tipo de cambio estable puede ayudar a reducir la presión sobre la balanza de pagos; 6) Incrementar el Turismo: Promover esta actividad como fuente de ingresos de divisas extranjeras, desarrollando estrategias de marketing y mejorando la infraestructura para atraer más visitantes: 7) Mejorar la Productividad: Implementar reformas que ayuden a reducir los costos de producción y a hacer los productos nacionales más competitivos en el mercado internacional; 8) Gestionar la Deuda Externa: Negociar con los acreedores para reestructurar las obligaciones de los créditos, obteniendo condiciones más favorables para aliviar la carga del servicio de la misma; 9) Promover la Diversificación Económica: Desarrollar la base productiva para reducir la dependencia de pocos sectores que pueden ser vulnerables a fluctuaciones del mercado global; 10) Fomentar el Ahorro Nacional: Incentivar el ahorro interno para reducir la necesidad de financiamiento externo y fortalecer la estabilidad económica general. 

Viendo tantas respuestas coincidentes con mis pensamientos, consulté entonces a la IA cuál sería la causa de la crisis en Bolivia y me respondió que es multifacética, con factores interrelacionados: 1) Inestabilidad política; 2) Conflictos sociales; 3) Problemas económicos; 4) Corrupción y mala gestión; 5) Tensiones entre regiones del país que exacerban la crisis política y económica. 

Finalmente, curioso como soy, le pregunté por qué Bolivia, teniendo tantas potencialidades no se había desarrollado, comprobando que, lo que decimos desde el sector privado, coincide con su análisis: 1) Alta dependencia de recursos naturales; 2) Inestabilidad política; 3) Infraestructura deficiente. ¿Clarísimo, no? 

Esta columna va dedicada a quienes tienen la alta responsabilidad de administrar el Estado, asimismo, a quienes pretenden conducirlo en un año más: Si no creen lo que dicen los privados, por su propio bien, crean lo que, sobre Bolivia, dice la Inteligencia Artificial…

Buscando la verdad
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Escasez de dólares, de combustibles y “soluciones estructurales”

Una vez más, Bolivia ve impávida cómo cuatro millones de hectáreas de incendios forestales devastan ecosistemas, acaban con animales, plantas y microorganismos, y provocan la muerte de seres humanos (“Dos personas aparecen calcinadas en un vehículo mientras se sofocaban los incendios forestales cerca de Roboré”, EL DEBER, 27.07.2024). Qué decir de la humareda que afecta la salud de pueblos enteros en el campo y de comunidades indígenas, y la contaminación ambiental en gran parte del territorio, a lo que se suma un doloroso daño económico ¡cuánta gente lo perdió todo! 

Duele ver al país otra vez convulsionado por insufribles bloqueos, como si la cultura del bloqueo nos hiciera bien, llegándose a hablar incluso de no dejar pasar alimentos a las ciudades ¿hasta cuándo lo permitiremos? 

En el ámbito económico: La inflación trepó al 4,61% hasta agosto, rebasando la meta de 3,60% para todo el año; la escasez de dólares hace subir el costo de importación de manera generalizada; muchos productos salen al exterior de contrabando, al no tener ya un “Boliviano fuerte”, siendo que la moneda fuerte ahora es el dólar; la producción de alimentos ha caído por la sequía, inundaciones y heladas; el crecimiento del PIB, con 1,31% a marzo está muy lejos del 3,71% proyectado para el 2024; hay un nuevo déficit comercial este año y la pérdida de empleos en el sector legal y formal, es terrible. 

Sumemos a ello la pelea al interior del partido gobernante, más las expresiones de disconformidad con los resultados del Censo Nacional de Población y Vivienda 2024, y la consecuencia es un mayor deterioro de nuestra calificación de riesgo país, llegando a un triste liderazgo latinoamericano. 

El “cherry sobre la torta” fue la expectativa causada por el Presidente del Estado, anunciando que iba a dar una explicación, el domingo 8 de septiembre a las 8.00 p.m., sobre los orígenes y causas de la falta de dólares y combustibles, y las soluciones estructurales. Profundas conjeturas se tejieron temiéndose el posible anuncio de medidas contraproducentes que podrían empeorar la situación. 

Llegó el día y lo visto fue casi una cátedra con una profusión de data y una explicación sin estridencias, como pocas veces en el Primer Mandatario, quien no dudó -en cuanta ocasión pudo- en echar la culpa de lo que pasa hoy, al gobierno de Evo Morales, del que fue Ministro de Economía y Finanzas Públicas, además de gestor del Modelo Económico Social Comunitario y Productivo que hoy cojea. 

Acusó al gobierno de Morales de descuidar la nacionalización y que la falta de inversión en exploración provocó la caída de la producción de combustibles con una dependencia creciente de su importación, a mayores precios en el tiempo; habló de un “sabotaje y bloqueo en la Asamblea Legislativa Plurinacional” al no aprobar créditos por 1.077 millones de dólares y dijo que, compramos cada vez más caro del extranjero, por la inflación mundial. 

Las “soluciones estructurales” fueron, el deseo de aumentar la producción nacional de combustibles fósiles y biocombustibles, y las medidas de corto plazo, facilidades para exploración y explotación de hidrocarburos; control de abastecimiento de combustibles; negociaciones con países proveedores; incentivos a la exportación; levantamiento de restricciones a los criptoactivos y la creación de la Ventanilla Única de Comercio Exterior. 

Las reacciones por las redes no se hicieron esperar, superando las críticas a las alabanzas, diciendo que lo expuesto no soluciona la falta de divisas, la inflación y la provisión de combustibles, además que no habló del déficit fiscal, pero sí de 170 empresas públicas, cuando lo deseable es ir a una disciplina fiscal. 

En lo que a mí respecta, me llamó la atención que no se hable de otra Ley de Hidrocarburos; también, que la planta de biodiésel HVO se instalaría en Puerto Suárez, frontera con Brasil, cuando el mayor consumo está en el hinterland de Santa Cruz; cabe recordar que IBCE y CAINCO propusieron hace 16 años que se autorice al sector privado producir biocombustibles sostenibles para el país. 

Respecto a aquello de que los privados no generan suficientes dólares para importar, de ser cierto eso (siendo que no es abierta tal información), los empresarios no han podido producir ni exportar mucho más por la inseguridad jurídica (avasallamientos); restricciones a la exportación (prohibiciones, cupos); no autorización del uso de biotecnología (productividad); negativa a los Acuerdos de Libre Comercio (mercados); irregular provisión de diésel; falta de un Fondo de Promoción de Exportaciones como el que hay para sustituir importaciones; burocracia estatal y reticencia a un trabajo público-privado, p. ej., para convertirnos en un gran país agroexportador, siendo que más del 90% de los alimentos consumidos en Bolivia, lo producen los privados ahorrándole divisas al Estado…

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¡Somos Santa Cruz, somos Bolivia!

José Martí dijo cierta vez: “Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”. El poeta se refería al legado que dejaremos al partir de este mundo. Nuestras obras darán cuenta de ello. En lo que a mí respecta, con el favor de Dios, planté más de un árbol; tengo dos hijos y sus esposas son dos hijas más para mí; y, escribí más de un libro. De tal manera que debo considerarme una persona muy bendecida, especialmente, cuando, respecto a lo tercero, fui coautor del libro “Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito”, el mismo que superó de lejos, muy de lejos, lo esperado. Sé que no soy el mejor y tampoco pretendo parecerlo, por eso, todo lo atribuyo a Dios: Él es bueno conmigo, demasiado, diría yo; es por su gracia que soy lo que soy, para la gloria y honra del Altísimo. 

Pero si hay algo por lo quisiera que un día se me recuerde es, primeramente, porque fui un seguidor de Jesucristo y traté de agradar a Dios; en segundo lugar, por mi entrega a Santa Cruz, que me acogió de pequeñito, de sólo 6 años, cuando llegamos del interior con mi mamá Emma y mis dos hermanas para encontrarnos con mi papá Héctor que había migrado años antes para trabajar. 

No voy a decir que las cosas fueron fáciles al principio, pero, a estas alturas de mi vida, haciendo un recuento -viendo a la región y al país, además- puedo dar fe que es más doloroso ser pobre en otros lugares, que ser pobre en Santa Cruz. 

Ciertamente, esto es lo que los autores del libro quisimos reseñar al momento de escribirlo, siendo que los cuatro verdaderamente “migramos” a la capital cruceña -Oscar Soruco, desde Brasil; Pablo Mendieta, desde Potosí; Carlos Hugo Barbery, desde Montero, y, yo, desde Cochabamba- por tanto, sabemos lo que decimos, nadie nos lo contó, lo vivimos: Hablamos de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser y hacer, porque ¡somos Santa Cruz, somos Bolivia! 

Por eso decidí escribir esta columna, porque una vez más llega septiembre, el mes de la Efeméride de Santa Cruz y hoy más que nunca resulta imposible no hablar del modelo de desarrollo cruceño, porque en medio de todas las turbulencias que afectan al país, nuestro futuro, nuestra forma de ver y hacer las cosas, de una u otra manera están en juego, por eso, ahora más que nunca, quienes vivimos en esta generosa tierra, debemos pensar en serio: 

¿Quiénes somos? ¿Qué hemos hecho en el pasado? ¿Qué nos resta hacer para engrandecer aún más a Santa Cruz y desde Santa Cruz a Bolivia, siendo que el futuro de nuestros hijos y el de los hijos de nuestros hijos está de por medio? 

Cuando escribimos el libro mostramos con hechos históricos y cifras socioeconómicas irrefutables que la región es una verdadera tierra de oportunidades, la tierra prometida para muchos, porque en ella se puede “hacer” dinero (progreso económico), pero no solo eso, Santa Cruz permite llegar a ser “ser” (realización personal) por medio del “espíritu cruceño” que es emprendedor, que lleva a la gente a ser empresaria. 

Dijimos que el modelo cruceño existe, que no es perfecto, pero es exitoso porque no solo dan cuenta de ello las cifras económicas, sino también las demográficas y de calidad de vida, por eso la migración interna no para, habiendo llegado Santa Cruz de la Sierra, de ser una inhóspita aldea, hace 70 años, a ser una ciudad cosmopolita ¡una potente señal de que el modelo funciona! 

Dijimos también que Santa Cruz destaca a la hora de crear instituciones gracias a su “alma instituyente”, llevando al Departamento a ser resiliente frente a las adversidades, haciéndolo capaz de resolver por sí mismo sus necesidades, pero también, a su gente, aguda y despierta, a capitalizar las oportunidades que se presentan. De ahí que, quien trabaja esforzadamente en la región, progresa y no quiere volver a su lugar de origen porque ha pasado a ser un cruceño más, siendo que, como definimos en la obra, el “ser cruceño” no sólo es quien nace en Santa Cruz, sino, todo varón o mujer que ama y respeta a la región. 

Finalmente, explicamos que el modelo de desarrollo cruceño se basa en 5 factores (recursos naturales, humanos, financieros tecnológicos e institucionales) y está sustentado en 5 valores (libertad, individualidad, competitividad, cooperativismo e integración), existiendo claras evidencias de su funcionamiento que demuestran que existe y que es exitoso, aunque, como toda obra humana, puede ser perfeccionado. 

Van a cumplirse tres años desde que el 22 de septiembre de 2021 el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) y la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz (SEGH-SC) -la insigne entidad que lanzó el célebre Memorándum de 1904- pusieran en circulación el libro “Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito”, con un inédito abordaje histórico, filosófico, social y económico, queriendo enamorar a Bolivia. Le invito a descargar el libro y, si puede, reenvíe el link, por favor: https://t.ly/dEJqa

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Bolivia crece menos, no hay dólares, cuesta más importar…

El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que la economía boliviana creció apenas 1,31% entre enero y marzo del 2024, un bajo desempeño que debe llamarse a la reflexión, siendo que la comparación se hace contra un año en el que el crecimiento fue del 3,1% durante toda la gestión 2023. 

Según el INE, la explicación tiene que ver con la desaceleración de la economía global; el rebrote inflacionario mundial y las medidas contractivas derivadas; el cambio climático que golpea y afecta a todos; y, la no aprobación de créditos externos por la Asamblea Legislativa, afecta proyectos de inversión pública. 

Pese a ello, las siguientes actividades habrían crecido entre el 6% y casi el 9%: Servicios (electricidad, gas y agua; servicios domésticos, comunales, sociales y personales) y Construcción , por las mayores ventas de cemento impulsadas desde el sector público. . . . Crecieron también, aunque a tasas menores, el sector Financiero; Transporte y Almacenamiento; Administración Pública; Agropecuaria; Comunicaciones y Minería. Quienes cayeron fueron: Comercio (-0,4%), Industria Manufacturera (-2,9%) por la alta incidencia de la agroindustria (-5,5%), pero, lo que en verdad duele es el derrumbe del Petróleo y Gas Natural (-14%). 

Haciendo igual análisis por tipo de gasto, en números redondos, el Consumo de la Administración Pública subió 2% seguido del Consumo del Sector Privado que creció 1,3%. De ahí en más, todo es una lágrima. La Importación de Bienes y Servicios cayó un 19% mientras que la Exportación bajó un 5,4%; la Inversión disminuyó 6,4% por la falta de dólares en el sector privado para importar bienes de capital, y porque los créditos externos para proyectos de infraestructura duermen el sueño de los justos en la Asamblea Legislativa, por razones políticas. 

La explicación del pobre desempeño económico desde lo “macro” tiene mucho que ver con el sector externo, siendo una pena que durante tantos años no se haya entendido y atendido al sector productivo y exportador, como debería, para no llegar a esta situación, y esto apenas comienza. Ahora, intentamos un abordaje del tema con un análisis desde lo “micro”. 

Pocas, poquísimas veces a lo largo de mis 37 años de trabajo en el campo del comercio exterior he visto tanta gente preocupada por la falta de dólares y la subida de su precio; doy fe, también que nunca antes en todos estos años, vi a tantos importadores, exportadores, productores, transportistas, comerciantes, prestadores de servicios y, cada vez más a gente de a pie, angustiados por este estado de cosas, siendo que la subida del precio de la divisa estadounidense los afecta directa o indirectamente. Veamos algunos ejemplos. 

Para no ser subjetivo en mi apreciación me di un “baño de realidad” y pregunté los precios en el mercado libre, comprobando que prácticamente todo lo importado o lo que se fabrica en el país con insumos importados, está subiendo, no en unos centavos o en un pequeño porcentaje, lamentablemente. 

Cuando el consumidor reclama por el alza de precios, la respuesta calcada es que “el dólar está subiendo”, en gerundio, denotando una carga de expectativas negativas, que algunos la tildan de especulación. Pero ¿cómo no va a subir lo importado si el dólar en Bolivia ha aumentado de Bs6,96 a más del doble en su momento? Quedé azorado por la tendencia alcista, desde un mínimo de 30% hasta en ciertos casos el 100% (cuando no hay producción nacional sustitutiva). Veamos algunos ejemplos, sin referir marcas, por razones obvias. 

Un chocolate que al detalle costaba Bs2,5 pasó a Bs4; el de Bs4,5 a Bs6 y el de Bs12 a Bs15, mientras que el precio de otro, por caja, subió más del 60%. Igual pasa con las galletas importadas que han trepado hasta el 50%. El material escolar ha subido también, los marcadores, p. ej., un 40%; la alza de los detergentes está entre 33% y más del 60%. Cierta marca de café instantáneo cuesta hoy casi 30% más; ni los chicles se salvaron de una subida superior al 50%, en tanto que una pasta dental escaló un 75%. Preguntará Ud. ¿semejantes precios son con factura? La respuesta es, no, comercio informal, puro y duro, gran parte de ello, de contrabando. 

La gente sufre porque el pan con harina no subsidiada subió de precio y, el que no subió, bajó de tamaño y peso. ¡Cuánto duele que suban los medicamentos! 

Otro tanto o peor pasa en el agro, donde el productor debe comprar los insumos importados a un altísimo costo, pero su producción la debe vender al precio del dólar oficial, porque así está regulado. 

¡Esto no se va a solucionar con el control de divisas “a lo Huarachi” o con el control de precios que siempre fracasa! 

Para crecer más con estabilidad, para que abunden los dólares que ansiamos y para que haya más empleo e ingresos para las familias y el Estado, apoyar la actividad privada, la legalidad y la formalidad, facilitar la inversión, la producción, la importación legal de lo que precisamos y estimular la exportación ¡es la tarea! (sabiendo que la gente se enoja cuando el costo de vida sube y la pasa mal). 

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“¿Nos ponemos la soga al cuello y nos colgamos solitos?”

El Mensaje Presidencial del 6 de Agosto de 2024 tuvo derivaciones inesperadas a partir de la convocatoria al empresariado boliviano a un “Diálogo Nacional por la Economía y la Producción” para hablar el 14 de agosto sobre el “tipo de cambio, exportaciones e importaciones”, un eufemismo para tocar la escasez de dólares y la subida de su precio en el país. Lamentablemente, convocó también al denominado “Gabinete Social” para abordar lo mismo, un día antes que los empresarios, lo que cambió todo para mal. 

Juan Carlos Huarachi, Secretario Ejecutivo de la otrora gloriosa Central Obrera Boliviana (COB), fiel a su estilo de provocar zozobra cada vez que habla, la tarde previa al encuentro del empresariado con el Gobierno, salió abanderando a las “organizaciones sociales” para pedir nada más y nada menos que el control de divisas, generando una enorme preocupación (“Gabinete Social pide control de las divisas de las exportaciones para garantizar la circulación del dólar”, EL DEBER, 13.08.2024). Las reacciones no se hicieron esperar. 

El Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), a través de su Presidente Alan Camhi Rozenman, salió al frente lamentando que semejante pedido se diera justo antes del Diálogo Nacional: “Como entidad técnica de promoción del comercio exterior, a la luz de la álgida situación en la que se encuentra la economía en general y las exportaciones e importaciones, en particular, no podemos, sino, manifestar nuestra profunda preocupación, ante el desatinado pedido del Gabinete Social ya que los resultados que acarrea el control del comercio exterior serán funestos para la ciudadanía”. 

Como posibles consecuencias, advirtió que el dólar se dispararía en el mercado negro, la inflación subiría, habría escasez de productos, caería la inversión, el crecimiento y el empleo, y aumentaría la desconfianza en la moneda nacional, en línea con la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB) y la Cámara de Industria, Comercio, Servicios y Turismo de Santa Cruz (CAINCO) que rechazaron la posible medida. 

Con tan penoso antecedente inició el Diálogo Nacional por la Economía y la Producción, a la que más de treinta entidades privadas asistieron esperanzadas en soluciones a la realidad económica del país, particularmente de su sector externo. Lo que pasó ahí sólo lo saben los presentes, especialmente en cuanto a la propuesta gubernamental de crear un comité para el control y asignación de divisas, además de responsabilizar al empresariado de la situación, provocando su desazón y la necesidad de un cuarto intermedio hasta el 16 de agosto. 

Y, aunque el Ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro, se esmeró en aclarar posteriormente, por cuanto medio de comunicación fue posible, que el Gobierno “no tiene planificado aplicar el control de divisas de exportación” y que “jamás se ha hablado de control de divisas”, ante las nefastas consecuencias que dicha medida -de implementarse- pudiera ocasionar contra el aparato productivo en general y el comercio exterior, en particular, se produjo una escalada de pronunciamientos, que derivaron en dos momentos culminantes. 

CAINCO decidió no asistir a la reunión del 16 de agosto, argumentando el haberse sentido oídos, pero no escuchados, además que el Gobierno presentó una interpretación de la situación económica alejada de la realidad que enfrentan las empresas, los trabajadores y la sociedad, sin soluciones estructurales. A ello siguió la “Declaratoria de emergencia del sector exportador” por la Cámara Nacional de Exportadores de Bolivia (CANEB) y el “Estado de extrema alerta y emergencia nacional” por la Cámara Nacional de Industrias (CNI), a cuyas voces se sumaron otras entidades empresariales. 

Desarrollada la segunda sesión -con menor presencia de entidades privadas- a su conclusión fue emitido el documento “Acuerdos del Diálogo Nacional por la Economía y la Producción”, con 17 compromisos, recibiendo el beneficio de la duda, de unos, y la crítica de otros, por no encararse temas de fondo como el déficit fiscal y el funcionamiento del modelo económico gubernamental. En todo caso, si hay algo qué destacar de dicho encuentro es que, por el bien de Bolivia, se habría garantizado que “no habrá control de divisas”. 

Enhorabuena que sea así, a la luz de lo declarado por el Viceministro de Coordinación y Gestión Gubernamental, Gustavo Torrico, en conferencia de Prensa en La Paz, el mismo 16 de agosto de 2024: 

“El Gabinete Social no impone, el Gabinete Social propone; el Gabinete Social ha hecho una propuesta, ésa, no es aceptada por el Gobierno, control de las divisas es un suicidio colectivo, no se lo puede hacer; tienen razón los empresarios, se lo digo muy de frente, el control de las divisas lo único que podría acarrear es una profundización, más bien, de la falta de las mismas (…) ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos la soga al cuello y nos colgamos solitos? No, no es así, eso no está en los planes gubernamentales, bajo ningún punto de vista, el control de la divisa”

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Baja del dólar, superávit comercial y mensaje presidencial

En los tiempos que vivimos, no es ya una novedad decir que gran parte de la población está pendiente de lo que pase con el dólar estadounidense. Atrás quedaron los años cuando la orgullosa repetición del “Boliviano fuerte” afrentaba al “dólar debilucho”, producto del exitoso proceso de “bolivianización”. Hay que recordar que al inicio de gestión de la Administración Morales, en 2006, el dólar oficial costaba Bs8,08 y no fue sino hasta dos años después que bajó de los Bs8 para seguir declinando y llegar a Bs6,96 en 2011, nivel en el que se mantiene hasta hoy, aunque es casi imposible conseguirlo a ese precio. El problema es que, siendo que el dólar paralelo se ha fortalecido, el “debilucho”, ahora, es el Boliviano. 

¿Cómo se explica que en tan poco tiempo se haya dado una brecha tan grande entre el dólar oficial y el paralelo, al extremo de llegar a duplicarlo en el “mercado negro”? Simple cuestión de oferta y demanda. 

Cuando Bolivia casi nadaba en dólares, gracias al macrociclo de precios altos que vivió el mundo entre 2004 y 2014, prodigando cuantiosos ingresos al país por el aumento de la exportación de gas al Brasil y Argentina, a la par que los minerales marcaban récords al venderse a los países desarrollados, sumándose a ello el esfuerzo productivo y exportador no tradicional que aportó una enorme cantidad de divisas, con las agroexportaciones como punta de lanza, las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB) treparon hasta superar los 15.000 millones de dólares en 2014. 

Pero, cuando los ingresos por exportación del país empezaron a bajar a partir del 2015 -principalmente los del gas natural, en el sector público- a la par que subían dramáticamente las importaciones, principalmente de combustibles -en el sector público, también- se produjo el desequilibrio y todo cambió. 

Con exportaciones a la baja e importaciones en alza, no podía esperarse otra cosa, sino, que suba el precio de la divisa, máxime, si a ello contribuyó el cambio de expectativas provocadas por políticos y analistas que exacerbaron los ánimos en los agentes económicos, siendo hoy los importadores bolivianos quienes están pagando tan alta factura, sin dejar de lado que la subida del costo de la divisa impacta ya en la formación de precios de los productos nacionales y la oferta de bienes extranjeros en el mercado interno. 

Lo cierto es que, como dije al principio, hoy por hoy, por una u otra razón -real o imaginaria- todo el mundo anda con “el Jesús en la boca” por la volatilidad del dólar y su ascendente cotización, de ahí que la gran noticia de los últimos días resultó, que el dólar empezó a bajar, dándose, entonces, las más variadas explicaciones de entendidos y adivinos, que comentaron el hecho (“El dólar baja tras tocar los Bs15; ahora se cotiza entre Bs10 y 13,5 en las calles del eje central”, EL DEBER, 7.08.2024). 

Esta inesperada situación, no prevista en los sesudos cálculos y pronósticos alcistas, vendría explicada por la reciente caída de las bolsas de valores en el mundo; la pérdida de valor del dólar y otras monedas; la apertura del gobierno al dólar digital y criptomonedas; la baja de la demanda de la divisa por el feriado nacional; la llegada de diésel al país; el anuncio de superávits consecutivos en el comercio exterior durante los últimos meses y, el Mensaje Presidencial por el 6 de Agosto, anunciando varias medidas, además de convocar al empresariado boliviano a un Diálogo Nacional por la Economía y la Producción, donde el tipo de cambio, las exportaciones e importaciones serán temas centrales. Para mí, de todas las posibles explicaciones dadas, las dos últimas deben ser tomadas muy en cuenta. 

¿Qué contribuyó al superávit comercial? La tendencia declinante de las importaciones con preocupantes bajas en el primer semestre: Equipos de Transporte (-260 millones de dólares), Bienes de Capital (-195) e Insumos (-186). Mucho cuidado con esto, porque todo ello tiene que ver con la producción, el comercio y los servicios, de ahí que su caída puede traer problemas. 

En segundo lugar, se repite lo que se dio el 19 de febrero de 2024. ¿Recuerdan que pasó cuando los Ministerios de Economía y Finanzas Públicas, y de Planificación del Desarrollo, junto al BCB y la ASFI se reunieron con varias entidades del empresariado privado para forjar un Acuerdo con 10 medidas? La gente se tranquilizó en el país y hasta los bonos de Bolivia repuntaron en Wall Street, por el cambio favorable de las expectativas. De ahí que, a la hora de opinar, hay que tener sumo cuidado a fin de no soliviantar los ánimos de la población. 

Siendo que la sicología juega un rol decisivo, a la hora de tomar decisiones -p. ej., respecto al precio del dólar- las señales que mande el Gobierno a los empresarios -en particular- y a la ciudadanía, en general, serán determinantes para confirmar esperanzas o temores; de ello dependerá, también, la eficacia de las futuras políticas públicas, así como, que el dólar baje más o vuelva a subir, inevitablemente...

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Exportar, más que una aspiración, una urgencia…

No resulta exagerado afirmar que la exportación de los varios cientos de productos que realiza cada año el país, principalmente a partir de la actividad empresarial privada, resulta una bendición para Bolivia ya que gracias a tal actividad se generan incontables beneficios, muchos de los cuales pasan desapercibidos y no nos percatamos de ello hasta que se pierden, por tanto, tampoco es exagerado decir que, si les va mal a los exportadores, nos irá mal a todos. 

Una economía con una orientación fuertemente exportadora, por definición, crecerá mucho más que si lo hiciera basada solamente en la dinámica del mercado interno, porque este último tiene una dimensión incomparablemente menor al mundo de posibilidades que reporta la demanda internacional para abastecer a más de 200 mercados en todo el planeta y, como “nada está escrito en piedra” en el ámbito del comercio exterior, las innumerables oportunidades las aprovechan aquellos países que se preparan adecuadamente para ello. 

De otra parte, exactamente como ocurre hoy, cuando sentimos la escasez de dólares y la consecuencia es que su cotización aumenta y no para de subir, complicando de una u otra forma la vida de todos -estén o no ligados al comercio internacional- queda demostrada la importancia de las exportaciones como generadoras de las divisas necesarias para ser utilizadas al momento de pagar las importaciones, lo que normalmente se hace en dólares. 

De tal suerte que, un país que depende altamente del abastecimiento externo y que no genera suficientes divisas para financiar sus necesidades de pagos al exterior por bienes y servicios, sufrirá las inevitables consecuencias de un incremento de costos, subida de precios y, posiblemente, un retroceso en su crecimiento y una baja del nivel de empleo. 

De ahí que, un tema no menor es que las exportaciones son coadyuvantes a la estabilidad económica y del tipo de cambio -en otras palabras- ayudan a que no haya una mayor inflación en el país, motivo que sería más que suficiente para que los exportadores bolivianos merezcan -si no, un monumento- por lo menos la mayor de las consideraciones de parte de las autoridades que conducen la nave del Estado, especialmente cuando a estas alturas nadie puede dudar ya que exportar es bueno y necesario, aunque, lamentablemente no sea fácil el hacerlo desde Bolivia, no solo por su enclaustramiento geográfico que implica incurrir en costos adicionales en materia de logística y transporte, sino también, tan estratégica actividad se encuentra fuertemente limitada por otros condicionantes estructurales, entre los cuales destaca la falta de una visión pro exportadora en el país que, en muchos casos, al afectar a las propias autoridades, perjudica y hasta inviabiliza una mayor actividad en este campo. 

Exportar implica invertir para producir por encima de la demanda interna, pero también, desarrollar la producción exclusivamente en función del mercado externo, y todo este proceso devenga una virtuosa cadena de valor a lo largo de la cual se genera empleo, ingresos, impuestos, riqueza, divisas y una mejora del “estado del arte” en el país, así como también, de la calidad de vida de quienes están inmersos en el cumplimiento de exigentes estándares de competitividad, responsabilidad social y sostenibilidad ambiental que se van imponiendo en el mercado internacional, implicando para el agente económico el tener que ocuparse de ganar la confianza del comprador extranjero, lo que demanda tiempo y dinero. 

Nadie en su sano juicio podría negar que el dinamismo del “motorcito de la demanda interna” es importante, pero tampoco se puede negar que éste resulta bastante limitado comparado a la inconmensurable demanda mundial. De otra parte, la atención de la demanda interna prodiga el pago en Bolivianos -moneda nacional- a diferencia de la demanda externa, que provee los dólares que resultan necesarios para relacionarnos con el mundo, por tanto, no solo se trata de una diferencia cuantitativa, sino cualitativa, también, entre ambos “motores”. 

De ahí que, sin descuidar el mercado interno, el país debería apostar fuertemente por la exportación, muy especialmente por las Exportaciones No Tradicionales que, basadas en la actividad privada, de incentivárselas -en vez de frenarlas con cupos o medidas restrictivas de igual efecto- la inversión empresarial podría aumentar, la capacidad de gasto e inversión pública subiría; se garantizaría el financiamiento de las importaciones sin necesidad de endeudamiento; crecería el empleo digno; se fortalecería la posición de las Reservas Internacionales Netas; subiría el Ingreso Per Cápita y el poder de compra en la población porque Bolivia crecería mucho más, pero además, de manera sostenida y sostenible. ¿Qué se precisa para ello? Tres “seguridades”: Seguridad jurídica para invertir; seguridad de mercado o libre exportación y seguridad de buenas políticas públicas para facilitar la tarea exportadora, apuntalar la competitividad y conquistar mercados externos, tan solo eso…

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Un botón basta de muestra, los demás… ¡a la camisa!

La falta de dólares en Bolivia, desde 2023, viene generando efectos negativos de orden económico, profundizándose en la presente gestión con la subida del costo de importación de una forma alarmante. Pero, esto no es lo peor que puede pasar, pues el problema podría desembocar en una baja del abastecimiento si disminuye la oferta de bienes extranjeros, así como también de productos nacionales fabricados con insumos importados, lo que ya empieza a ocurrir, llevándolos a su encarecimiento y una menor disponibilidad en el mercado.

Bien sabido es aquello de que no hay precio más alto por pagar, que el de un producto que no está en el mercado -nos pasó ya en un pasado mediato y quiera Dios que no nos vuelva a pasar- en las manos de las autoridades está evitarlo, con acciones positivas en lugar de medidas coercitivas como el control del comercio exterior.

Ante la severa escasez de dólares en un mercado “formal” regulado donde rige el tipo de cambio oficial de Bs6,96 por dólar, por una parte, y la inexistencia de un mercado “libre” que le compita, siendo que no puede funcionar por encima de Bs6,97 -por otra- quien desee comprar dólares debe recurrir al “mercado negro” o a los “mercados digitales” donde el dólar en físico o virtual se vende en Bs10.- o más, reflejando entre otras cosas, la realidad de la oferta y la demanda de la divisa en el país, su valor de mercado, así como las expectativas de la gente.

La consecuencia es que, por angas o por mangas, se perciben dos fenómenos: En primer lugar, casi todo está subiendo de precio, desde los medicamentos para uso humano, hasta los veterinarios; desde los insumos agrícolas e industriales, hasta la maquinaria y repuestos, todo lo que tiene que ver directa o indirectamente con la importación está aumentando de precio. En segundo lugar, la dificultad de acceder a los dólares hace que la importación esté cayendo, no sólo en valor, sino, también, en volumen, lo que es grave porque puede llevar a una menor oferta y subida de precios en el mercado interno.

Según datos del INE, en 2023 las compras externas del país, que bordearon los 11.500 millones de dólares por 5,8 millones de toneladas de importación y casi 6.000 bienes importados, pese a que empezó a escasear y a subir el dólar, no tuvieron un notorio descenso por la existencia de stocks y el sacrificio del margen de utilidad para seguir en el mercado, pero en 2024 todo ha cambiado.

Los datos de importación a mayo son elocuentes: Los cuatro principales rubros de los que dependemos -Suministros Industriales, Combustibles y Lubricantes, Bienes de Capital y Equipos de Transporte, que significan el 83% del total- muestran importantes caídas, preocupando que los volúmenes de tres de ellos son los menores de los últimos tres años, lo que impactará en la inversión, producción y comercio de bienes y servicios en el país.

Los Equipos de Transporte, bajaron 33% en valor y 27% en volumen; los Bienes de Capital cayeron 19% y 23%, respectivamente; Suministros Industriales disminuyeron casi proporcionalmente, en 12% y 11%; y, Combustibles y Lubricantes cayeron 11% en valor y 8% en volumen. Todo está cayendo…

¿Por qué es tan importante prestar atención, más que a la caída del valor que podría darse por un menor precio del bien extranjero -que no es el caso- sino, a la baja del volumen? Porque podría significar que no se cuenta con los dólares suficientes para seguir importando la misma cantidad de antes, lo que está pasando con las pequeñas unidades productivas y comerciales; que el dólar ha subido tanto, que saca al producto del mercado o que la venta de productos importados se ha frenado.

Veamos ahora, como ejemplo ilustrativo, el caso de la importación de vehículos que entre enero y mayo del presente año declinó un 43% en valor y 34% en volumen:

“La Jefe de la Unidad de Gestión Técnica del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Mónica Solares confirmó que, a mayo de esta gestión, la importación de vehículos de transporte de pasajeros, de uso industrial, no industrial y otros cayeron en 43%. En los primeros cinco meses de 2023 las importaciones llegaron a $us 506 millones de dólares y para el mismo lapso de tiempo en 2024 se registra $us 288 millones”, informó (“Cae la importación de todo tipo de vehículos en más del 40%”, EL DEBER, 18.07.2024).

Ahora, la explicación de por qué hay que preocuparse por tal situación: De las tres categorías mencionadas, los vehículos para uso industrial cayeron mucho más: 57% en valor y 42% en volumen, “en facilito”: Si en 2023, hasta mayo, el país importó 100 vehículos para uso industrial, este año, sólo 58 unidades, por tanto, más que la caída del valor (gasto), debe preocupar la disminución del número de unidades adquiridas (inversión), por su negativo impacto sobre la producción, el comercio, el empleo, la recaudación tributaria y el crecimiento.

Pero, esto es apenas un ejemplo, como decía la canción de Sandro: Un botón basta de muestra, los demás… ¡a la camisa! (para el caso ¿botones importados?).

Buscando la verdad
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Adhesión de Bolivia al Mercosur... ¿Déjà vu?

El  sabio Salomón dijo una vez que nada nuevo hay bajo el sol, mientras que el comunista Karl Marx habría dicho que la historia se repite dos veces. Todo parece indicar que ambos tenían razón a la luz de la reciente apuesta por incorporar a Bolivia al Mercado Común del Sur (Mercosur) que, estrictamente hablando, luego de 33 años de existencia está muy lejos de ser tal, pese a que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se habían propuesto lograrlo en 4 años a partir de su fundación en 1991. Recuerdo que haciendo mis “primeros pininos” como negociador internacional, desahucié tal posibilidad y el tiempo me dio la razón.

Amén de aquello, hay quienes todavía creen en este proyecto integracionista, cuyo sesgo proteccionista tiene en Paraguay y Uruguay a dos pequeñas naciones que quieren flexibilizar al Mercosur para negociar bilateralmente acuerdos de libre comercio con países desarrollados, siendo que no solo les impide hacerlo por la obligatoriedad de actuar en bloque, sino que, pese a haber firmado Mercosur dos acuerdos -luego de 20 años de negociación con la Unión Europea y 5 años con Singapur- siguen sin entrar en vigor, mientras que países como Chile, México, Colombia, Perú o Ecuador, consolidaron sendos acuerdos de libre comercio a favor de sus exportadores para vender a mega mercados como Estados Unidos de América, Unión Europea y China. El pedido de Paraguay y Uruguay de “abrir” el Mercosur, encuentra ahora un fuerte respaldo en Argentina, por lo que el futuro del bloque podría entrar en conflicto.

Pese a ello, gran alborozo causó el reciente “ingreso” de nuestro país al Mercosur, como entusiastamente lo reflejó la prensa nacional e internacional bajo estos titulares: “Bolivia dice que su adhesión al Mercosur dará “beneficios” más allá de lo económico”; “Con la entrega de la ley de adhesión, Bolivia ya es miembro pleno del Mercosur”; “Adhesión de Bolivia al Mercosur generará “grandes beneficios” en comercio, salud y educación”; “La adhesión de Bolivia al Mercosur fortalecerá el comercio bilateral y la cooperación económica”; “Bolivia promulga adhesión plena al Mercosur y destaca beneficios”, aunque también hubo la disonancia de que “Bolivia entra al Mercosur en un contexto de conflicto diplomático”, notas todas derivadas de la 64° Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, llevada a cabo en Asunción, Paraguay, donde Bolivia depositó el Instrumento de Ratificación del Protocolo de Adhesión al Mercosur, el 8 de julio de 2024, para su entrada en vigor en treinta días.

Lo cierto es que, de aquí en más, habrá que negociar en los próximos 180 días el cronograma por el que el cúmulo de compromisos que se está asumiendo en materia arancelaria, aduanera, comercial, libre circulación de capitales, personas y servicios, adecuación de políticas públicas, entre otras, se internalice en un plazo de cuatro años, lo que entusiasma a algunos y preocupa a muchos.

Por eso la alusión a Salomón y a Marx, en el primer párrafo, porque una situación similar como ésta se dio entre 1994 y 1996, cuando de una manera insólita, sin escuchar las advertencias y recomendaciones que públicamente realizó la generalidad del empresariado privado boliviano, Gonzalo Sánchez de Lozada -tozudo y obstinado como era, mal asesorado desde la Cancillería, además- se empecinó en negociar, entre desiguales, un Acuerdo de Libre Comercio con Mercosur. ¿Cuál fue el resultado? No podía ser otro que lo mostrado por las cifras oficiales.

“Desgasificando” la relación comercial con dicho bloque, como corresponde, ya que la exportación de gas a la Argentina data de los años ´70 y la venta de gas al Brasil se firmó en 1985 -muy lejos del Acuerdo de Libre Comercio negociado por “Goni” en 1996- el resultado que se ha dado desde la entrada en vigor de la construcción de la zona de libre comercio con Mercosur en 1997, hasta el 2023, es francamente lamentable. Se supone que una pequeña economía como Bolivia debería ser la beneficiada, sin embargo, no fue así, más bien, quien cada vez sale más ganancioso es Mercosur, confirmando así los temores que fueron ignorados: El romántico sueño de Goni & Compañía, se tornó en una pesadilla. Atrás quedó la narrativa del “mercado de más de 200 millones de consumidores que nos compraría todo”, algo que no ocurrió y de que “la producción mercosuriana no invadiría el mercado boliviano”, lo que efectivamente ha ocurrido.

Entre 1997 y 2023 -sin contar el gas- Bolivia vendió al Mercosur poco más de 9.000 millones de dólares, cifra que palidece frente a los casi 52.000 millones que le compramos, por lo que, un pequeño país como el nuestro ha transferido cerca de 43.000 millones de dólares a los felices productores argentinos, brasileros, paraguayos y uruguayos, mientras que los productores bolivianos pierden mercado, no pueden exportar libremente lo que quisieran y enfrentan trabas de acceso a tan gigante bloque. De ahí la pregunta del “Déjà vu”: El sueño incumplido de que nos iba a ir bien con Mercosur… ¿No se irá a repetir?

Buscando la verdad
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Esto no es un adiós, más bien, un hasta pronto…

Habían pasado tan solo cinco días desde nuestro último encuentro en la Reunión de Directorio del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), cuando, de una forma inesperada, se produjo el infausto suceso que marcaría la vida de muchísima gente. El 29 de junio de 2024, cerca de la media noche, alguien muy querido en Santa Cruz y respetado en todo el país, dejó intempestivamente este mundo produciendo una herida en el corazón de su madre, esposa, hijos y familiares, así como de quienes en vida conocimos al Lic. Antonio Rocha Gallardo (QDDG). 

A lo largo de mis 37 años de ejercicio profesional en el campo del comercio exterior, compartí durante más de tres décadas un sinnúmero de actividades con mi querido amigo Antonio, a nivel técnico, empresarial, institucional y académico, de ahí que su partida me conmocionó como a muchos otros, ya que si había alguien que tenía la innata capacidad de relacionarse, era Antonio, siempre con una sonrisa a flor de piel (aunque la procesión fuera por dentro) y la mano extendida para hacer el bien, sin mirar a quién. 

Antonio Rocha Gallardo era Licenciado en Administración de Empresas, por la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA); Magister en Comercio Internacional, por la Universidad NUR; con Postgrado en Administración y Gestión de Empresas (Colombia) y en Negociaciones Internacionales (Ecuador). Como profesional comprometido con la educación, fue un admirado catedrático de Pre y Postgrado en la UPSA y la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (UAGRM) e Instructor y Conferencista Internacional. 

En el rubro empresarial privado se desempeñó como Agente Despachante de Aduana; fue Presidente Ejecutivo del Grupo ARG; Gerente General de TAMENGO S.R.L. – Despachantes de Aduana y Socio Director de Continental Logística S.A. Estaba feliz porque su sueño de internacionalización se había cumplido. 

En el ámbito institucional -un campo que verdaderamente le apasionaba y al cual le dedicó gran parte de su tiempo y capacidad- como buen exponente y activo protagonista del exitoso modelo de desarrollo cruceño fue Presidente de la Cámara Regional de Despachantes de Aduana de Santa Cruz (CRDA SC); Presidente de la Cámara Nacional de Despachantes de Aduanas (CNDA); Director de la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (CADEX); Presidente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior y Miembro del Consejo de Asesores del Directorio del IBCE. 

Como Consultor y Asesor, participó de importantes estudios sobre integración, comercio exterior, tributación aduanera y competitividad, atendiendo la invitación de prestigiosas entidades nacionales e internacionales como ALADI, PNUD, USAID, SECO, entre otras y, de la Aduana Nacional de Bolivia, como Miembro del Tribunal Examinador. 

En el campo intelectual, fue coautor de varios libros, destacando los siguientes: “El contrabando en Bolivia – Una visión heterodoxa” (SECO-IBCE, 2005); “Valoración Aduanera y Defraudación Fiscal” (SECO-IBCE, 2006) y “Visión Bolivia Productiva y Exportadora” (IBCE, 2007), presentado ante la Asamblea Constituyente, en Sucre. 

Bonachón, dicharrachero, entusiasta y, como todo fraterno, bromista empedernido; como hombre de negocios era un optimista de la vida al ver más allá del común de los mortales; siempre proyectaba una imagen de tranquilidad y seguridad, al extremo que, estoy seguro, cuántos de quienes hoy leen esta columna pensaban -como yo- que Antonio sería quien nos enterrara un día, aunque, lamentablemente, no fue así... 

La inesperada partida de Antonio nos sorprendió a todos, no solo sacudió a sus familiares -a los que siempre atendió y por quienes nos enteramos del gran valor que otorgaba a los “juntes” para compartir una comida o momentos de esparcimiento- sino que, nos golpeó también con suprema dureza a todos quienes nos relacionamos con él desde muy jóvenes, hecho corroborado por los cientos de personas que al publicar en mi muro de Facebook el anuncio de su deceso, me llamaron o escribieron incrédulos y dolidos por semejante noticia; otro tanto ocurrió con la numerosa presencia humana en su desgarrador funeral y posterior sepelio. 

El legado de Antonio Rocha Gallardo, fallecido tempranamente a los 57 años de edad, es vasto, definitivamente, no solo como gran dirigente institucional, destacado profesional, experto aduanero, sino, como el empresario que dedicó gran parte de su corta existencia a trabajar por la facilitación del comercio exterior con valiosos aportes en materia de aduanas, logística, transporte y competitividad. 

Antonio fue un entrañable amigo, de los que se puede contar en cualquier momento; alguien de quien aprendí cosas nuevas, cada vez que conversábamos. ¡Cómo olvidar a mi incondicional compañero de marras en las durísimas negociaciones comerciales internacionales de las que participamos en el exterior del país trabajando sin parar con las delegaciones gubernamentales desde el desayuno hasta la cena a media noche! Descansa en paz, querido Antonio, esto no es un adiós, más bien, un hasta pronto…

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