Blog de Victor Hugo Romero

Pasajero, el principal enemigo

Desde los atentados contra las Torres Gemelas el mundo cambió drásticamente, aquel 11 de septiembre dejamos der ingenuamente normales, dimos inicio a un largo y sistemático proceso de pérdida de nuestros derechos humanos y ciudadanos, a título de seguridad reducimos al mínimos el valor de nuestra vida privada y empezamos a considerar a todo extraño como sospechoso.

Con el tiempo la paranoia se institucionalizó al extremo de convertirse la seguridad extrema en un elemento de lo más normal, los grandes países, aquellos que se sienten constantemente amenazados, especialmente los Estados Unidos, empezaron a fortalecer sus gigantescas redes de espionaje llegando a vulnerar una serie de normas y protocolos, ayudados por la tecnología cibernética iniciaron una escalada de espionaje en busca de secretos que no sólo los ayuden en su lucha contra el terrorismo también económicamente, más de una vez se conoció que se obtuvieron ilegalmente secretos sobre transacciones empresariales que beneficio a los capitales de terceros.

Desde que esos dos aviones se estrellaron contra Las Torres el universo aéreo también fue afectado, la seguridad se primó a tal extremo que se consideró el método del ataque como una norma con tendencia a réplica y se fortalecieron las medidas de control contra el pasajero llegando al extremo de camuflar un policía como pasajero, siendo entonces el usuario el principal enemigo, aquel que estaba sentado en el vuelo, en clase económica y que tan sólo necesitaba llegar de un punto a otro lo más rápido que se pueda, volando.

La vida se complicó para el usuario, puesto que se le redujeron al mínimo los pocos privilegios que tenía, se controló su ingreso, se requisaron sus pertenencias en busca de un objeto que podría usarse como cuchillo, de bacterias peligrosos entre sus alimentos, de una posible bomba, si hubiera sido posible habrían exigido una examen sicológico antes de todo abordaje, más allá de escanear todo su cuerpo en busca de la peligrosidad de su alma. Con esta actitud se fomentó la discriminación, suficiente tener un apellido medio árabe o una pinta islámica, como una barba larga para que los ojos del Gran Hermano se posen sobre el sujeto y lo sigan hasta que poco a poco vayan descartando su aparente peligrosidad.

Pero a contra mano de este exceso de control, había un segundo grupo que gozaba de todos los favores posibles, que sorteaba todos los controles, que estaba muy por encima de los pasajeros, que veía con desdén su oficio y además se hallaba constantemente protegido, nos referimos a los pilotos y azafatas, en nuestro mundo local, con solo hacer un viaje podemos ver cómo gozan de esa libertad que usuario no tiene, se pasean por ahí cruzando los límites que impiden al resto de los mortales un libre acceso.

Resulta que ahora el mundo ha vuelto a cambiar, a dar un giro en caída libre, después de la muerte de 150 personas en un avión alemán sobre los Alpes franceses, porque el copiloto decidió suicidarse, estrellándose contra las montañas sin dar explicación alguna y afectando a cientos de familias y por ende a todos sus compañeros, puesto que ahora se va conociendo de lo frágil que habían sido las medidas de control y seguridad hacia los pilotos, lo vulnerables que son las propias empresas aéreas, especialmente la suya que permitió que un piloto asuma la responsabilidad de volar en teoría sumido en una profunda depresión, que estaba con un tratamiento siquiátrico un día antes de cometer este asesinato múltiple, si es que esa verdad oficial no es la tapadera de otra mucho más oscura que en aras de proteger al mundo a unos poderosos está siendo ahora callada.

Pase lo que pase, se seguirá manteniendo la máxima que volar es la manera más segura de viajar, de hecho sí, en comparación a los miles de accidentes carreteros, pero como el mundo no aprende, más allá de los resarcimientos económicos, ahora los ojos de ese Gran Hermano se posarán en los pilotos y las azafatas en busca de aquella depresión que pueda provocar la caída no del sistema, sino la estridencia en el modelo de seguridad al que ya estamos sometidos.

 

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Cuestión de Oxígeno

Las cosas de la vida han hecho que mi tranquila rutina se rompa abruptamente, de la noche a la mañana me arrancaron de mi pasiva existencia y me colocaron en un escenario intenso y complejo. Este giro laboral me permitió acceder, cual cronista, al mundo  de las “oficinas”.

Alrededor del centro paceño existen una serie de micro universos, los puestos callejeros, no sólo tienen dulces y chocolates, también todo lo que un servidor público pudiera requerir en caso de emergencia: cepillo de dientes, peines, pasta dental, papel higiénico, tintes para el pelo y por poco tónicos para la calvicie. Sólo les falta fusionarse con los puestos de celulares: carcasas, pen drives y cables USB.

Se nota la ausencia de un supermercado 24 horas, que le permitan al trabajador acceder al vuelo a una infinidad de cosas, que nuestros hijos piden a último momento, cuando es tarde y todo está cerrado, material escolar y para manualidades Evitarían a los padres estar “inventando” a contra reloj las demandas del profe o que tengan que crear una especie de cadena de oración familiar en busca del preciado objeto que podría significar salvar del aplazo a nuestros hijos.

También están los que venden desayunos al paso, desde linazas hasta chocolatadas, en bolsita y con bombilla, con empanada o marraqueta, son también emocionalmente motivadores, cuando se pasa por ahí, las caceras lo bañan en una serie de piropos, desde “vidita servite” hasta “papacito tomá tu chocolate”. Si uno se halla desmotivado, una vuelta por esta área es de lo más reconfortante.

Alrededor del Km Cero existen una serie de “esquinitas” clave, espacios pequeños y medio camuflados, en los que se puede comprar una poderoso sándwich de chola (En el subsuelo de un edificio, al que se entra por la Mercado y se sale por la Colón), cuadras más arriba (Loayza esquina Colón), unos sándwiches de marraqueta con carne molida y mayonesa. Ni qué decir de los espectaculares “desayunos de todo el día” del Mercado Camacho, carne tostada con chorrellana y salsa soya, sutilmente llamados “Macho Camacho”. Sin olvidar a las decenas de salteñerías, heladerías, salones de té, restaurantes y comida rápida que hay en la zona al gusto y bolsillo del cliente.

Mis espacios favoritos son los puestos de periódicos, me encanta ver por la mañana a las portadas expuestas y comparar sus tendencias mediáticas o el tratamiento que le dieron a una noticia, ejercicio enriquecedor que revela la personalidad opositora, oficialista o de centro derecha/izquierda del medio. Además de ver si salió el nuevo Le Monde, el cómic de Spiderman o si hay una nueva promoción, se pueden leer los titulares entre trenes y transformers.

No puedo dejar de mencionar a mi amigo que vende libros piratas por peso, se ubica frente Shoping Norte, es una pequeña gran revistería en la que se puede encontrar la última Rolling, Vogue o el Gráfico, además de historietas, libros, cds, me gusta entrar y perderme entre los muchos títulos, allí encontré unas joyas como un libro y un cd de Elvis, la nueva versión de Animal Man, ensayos sobre la guerra y la paz de Hobsbawn o una novela corta de Modiano.

Espacios que me permiten en el ajetreo diario, encontrar un respiro a lo “open mind”, que ayudan a oxigenar y poner en orden las ideas, para así poder regresar a las agotadoras reuniones en las que la concentración es interrumpida cuando alguno de los presentes empieza a sonar porque se olvidó silenciar su celular. 

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El amarillo patito

Hay cosas en la vida que deberían ser sencillas, pero, como siempre, nos empeñamos en complicarlas más allá de todo sentido común. Si nos ponemos a hacer una lista, nos daremos cuenta que en lo cotidiano nos hemos acostumbrados a aceptarlas como si fueran de lo más normal. No las cuestionamos, simplemente  callamos y por un factor de comodidad, seguimos adelante.

Una de esas cosas, en apariencia superflua, nos tocó resolver desde hace varias semanas, en apariencia la misión se tornaba fácil y sencilla, estábamos equivocados, incluyo en el contexto a mi compañera, que al final tuvo que cargar el peso en su espalda y concluir la controvertida faena. Estoy hablando sobre la lista de útiles.

Mi pequeño hijo que ingresó este año al pre-kinder, seguro que más de un lector acabada de recordar la terrorífica pesadilla que significa la lista, no sólo por su costo, también por su lo difícil que es adquirirla y las múltiples demandas que conlleva. En nuestro caso, la nuestra implicaba 75 elementos.

Uno creería que con ir a una librería bien equipada se resuelve a velocidad de un rayo, pero no, resulta que se debe ir a diferentes secciones de un mercado, abarrotes, telas, pinturas, juguetes e incluso de herramientas. Pasamos a detallar, en alimentos pidieron medio kilo de sal, una libra de fideo, un kilo de harina y una libra de pepas de zapallo, que no suelen vender así nomás, ni en zapallolandia; las caseras ante el pedido señalaron que las pepas se las bota y que hay que ir antes que lo hagan, en la mañana y que aun así son tan frágiles que se deshacen, se debe adquirir la procesada, la semilla, que tiene un costo aproximado de doscientos bolivianos.  La profesora ante la explicación, recomendó que nos compremos un cuarto de zapallo al igual que otros papás, vegetal que no alcanzaríamos a consumir ni siquiera en quince días, cocinando guisos y sopas.

Otro pedido fue el de un punzón, arma letal que utilizará mi hijo de cuatro años para no sé qué cosa, de la misma manera sobre de colorantes vegetales anaranjado, verde, azul, café, amarillo, morado, rosado y rojo, sospechamos que un día llegará a casa con una de esas poleras multicolor estilo hippie, aunque no nos pidieron una, pero sí medio metro de tela galleta. El más extraño es el de cien vasos descartables, según la explicación que se halla en la lista, la profe señala que según su experiencia los niños piden agua aproximadamente dos veces en su turno, o sea que calculando los doscientos días trabajados…

Aquí va el motivo de la columna, exigieron para guardar el material de aseo: dos rollos de papel higiénico, cepillo de dientes, toalla pequeña, pasta dental, jaboncillo, vasito resistente, una bolsita de tela color amarillo patito. Cuándo pregunté si podía ser otra me dijeron que no, que podía comprarla en la Max Paredes, cruzar toda la ciudad en minibús, trepar cuestas e invertir al menos tres horas de viaje para resolver el asunto, aunque también fueron generosas al decirme que podía ser otro tono siempre y cuando sea amarillo. Ante mi reclamo me aclararon que al momento de la inscripción firmé un contrato que debía cumplir. Socializando mi pena, descubrí que así siempre había sido, que cada año es peor, que antes no era así. Padres al fin… todo sea por nuestros hijos o por las profes.

 

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¡Pinches minibuseros!

“El mundo gira y gira y cuando gira es chico”, cantaba con mucha sabiduría Leo Dan. Algo así me ocurrió en los últimos días, cuando de la noche a la mañana me vi obligado a utilizar con mayor frecuencia el transporte público, de manera que volví a someterme a una intensa y ahora, cotidiana tortura física y sicológica que me impulsó a llegar a la conclusión que mi voto para la alcaldía será para el candidato que proponga regular y mejorar este desastroso servicio.

Ocurre que una de las primeras torturas es subir y acomodarse en un minibús. Al haberle retirado los asientos originales y ser reemplazados por unos hechizos, el pasajero se ve obligado a acomodarse en una verdadera lata de sardinas, suficiente con ser un poco más gordo y alto de lo habitual para que uno no entre en el lugar asignado, tenga las rodillas clavadas en la espalda del pasajero del frente y corra el riesgo de fracturarse el cuello.

Ante el excesivo uso y poco mantenimientos de estas latas con ruedas que se trasladan de un punto a otro destartalándose de parada en parada, sus asientos se han convertido en peligrosas herramientas que pueden dejar al cliente sin dedos al desdoblarlos, con dolores de espalda e incluso una hernia de disco, al hacer equilibrio y sortear los baches o te dañas la espalda o rompes la cabeza. Al subir e intentar acomodarse, el minibús parte raudamente encajonándote al fondo o encima de otro pasajero, provocando más lesiones.

Más allá de llevarte este servicio hasta cierto punto, también te roba, bajo la excusa del “sueltitos nomás” o “no tengo cambio”. Entonces, el pasajero debe ir cediendo los centavos, resultado que confirma su estrategia de contar e imponer siempre una tarifa que te obligue a dar un cambio de diez centavos, pero como “no existen” ya esas mágicas moneditas, se lo embolsillan o directamente te cobran redondeando la cifra.

A estos choferes no les importa cuán apurado o necesitado se esté, paran y aceleran cuando les conviene. Si uno reclama lo manda a jalar, lo echan y todavía lo riñen por no haber tomado un taxi o trufi. En una ocasión, subí al minibús temprano, estaba lleno, reinaba la tranquilidad, muchos pasajeros dormitaban otros dormían profundamente, el conductor conducía relajado, de la radio brotaba música clásica, pensé que esa podría ser una solución, mediante ordenanza imponer a los conductores a escuchar música clásica, soñar no cuesta nada.  El chofer de se dio cuenta de lo ocurría, rápidamente cambió de dial y volvió la estridencia de siempre.

Hasta el momento no he visto un alcalde que haya logrado ponerle un freno ante tanto maltrato. Electoralmente son considerados como una fuerza con poder de decisión, absurdo razonamiento electoral que obliga a los candidatos a no pelearse con determinados sectores, temen el voto castigo, mil choferes son más importantes y valiosos que cien mil ciudadanos.

Es increíble como las autoridades municipales se arrodillan ante estos maltratadores y se rinden, diseñan nuevos sistemas de transporte, les legalizan las tarifas, oficializan el trameaje, no los regulan, ahora plantean convertir sus sindicatos en empresas, creyendo que así podrán mejorar el servicio, lo único que ofrecen es amplificar el descontrol. Es probable que el mal del transporte público sea una de las peores desgracias en el país. Yo votaré por el candidato comprometido en mejorar esta maldición, de lo contario, nulo nomás. 

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Nocheros del morbo

Acabo de terminar de ver Nightcrawler, una estupenda película que retrata el universo nocturno del peor periodismo que puede existir, aquel que se concentra en el dolor, al que podríamos calificar como el periodismo morboso, ya no se trata simplemente de retratar el horror, el dolor que un ser humano infringió a otro, cómo una persona se lastimó así misma a partir de un infortunio o un simple designio del destino, lo que se quiere es capturar el preciso instante o los inmediato posteriores de la desgracia.

Hace unos años, cuándo me ganaba la vida como periodista de crónica roja, me tocó ser testigo de cómo el universo periodístico en el que me desenvolvía a diario comenzaba a mutar, cuando los medios de comunicación comenzaron a competir entre ellos superando las fronteras que solían diferenciarlos, la radio, la televisión y los periódicos llegaron al extremo de perder las gratas diferencias que los hacían distintos entre sí.

¿Es posible que la televisión, la radio y el periódico puedan a competir entre sí, cuando son formatos distintos? Lo hacen intentando atrapar el paradigma de la inmediatez, el instante, el momento preciso, el Hace mucho que los medios han  abandonado aquella clásica y metafórica posición que los ubicaban “detrás de las noticias”, cuando a partir del hecho noticioso se buscaba precisar cuál era la noticia, hoy simplemente buscan aprisionar a esa “brevísima porción de tiempo” abandonando toda sustancia, entendiendo a lo efímero como el mantra que ahora guía sus producciones.

La noticia es ahora una simple y llana producción, ya no se la narra tal y cómo se generó, al contrario se la produce, llegando a niveles de edulcoración y maquillaje nunca antes vistos, no todo lo que se ve, se lee o se escucha, es necesariamente la captura de la realidad, la verdad no existe, es la que los medios quieren que creas. La noticia al ser busca provocar la tensión necesaria como para que deje tras de sí, una estela de repercusiones que le garantizan incrementar su existencia y buscando ese hálito noticioso que le permita construir la telenovela noticiosa que tanto busca y anhela en un mundo cada vez más distraído, distante y atribulado.

El punto de inflexión se dio con la llegada de los nocheros, mote criollo que califica a cazadores de noticias, que conectados con la Policía, cazan desgracias toda la noche, están a la espera de filmar un accidente, un atraco, una pelea, muchas muertes, todavía no hemos llegado al nivel de venta de estas imágenes al mejor postor, los medios aún no le han puesto a este precio pero lo harán cualquier rato, siempre en busca del “instante”. Es así como el periodismo cambió, la radio comenzó a competir con los periódicos y ambos con la tele, perdiendo calidad, apostando por la instantaneidad de la noticia y no por su análisis e interpretación, situación que se mantiene y que ha contaminado las demás áreas de cobertura.  

De pronto, muchos periodistas, como yo, nos vimos obligados a competir en desventaja, mis jefes querían la foto. Bo les importaba la historia, la imagen se impuso al texto que no sólo redujo su importancia también su extensión, con ello la valoración informativa del hecho noticioso, se ingresó en un campo tan competitivo que empezó a atropellar los derechos ciudadanos y humanos de los actores de la noticia a cambio de unas gotas de sangre, unos cuantos pesos o puntos en el rating del morbo.

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La inconclusa realidad del tiempo

Es tiempo de propuestas. Son tiempos electorales, también es hora de poner lo inconcluso en el tapete, aclarando que sólo los grandes genios se han dado el lujo de dejar obras inacabadas, por falta de tiempo o por que la muerte les arrebató esos minutos que necesitaban para terminarlas, en nuestro caso la situación es distinta, aquí no suelen ser los genios, los que dejan sus obras inconclusas.

Mozart, Gaudí, Da Vinci, Dickens, Tiziano, Saramago, Kubrick, Welles, Sade y muchos otros más dejaron obras inconclusas, aun así sin acabarse son grandes expresiones del arte y la cultura, forzando el paralelo en Bolivia tenemos un exceso de obras inacabadas, sus autores poco tienen de genialidad, son autoridades que en apariencia sienten mucho placer dejando las cosas a medias.

Ahora que se vienen las subnacionales, vale la pena preguntarse de cuántas autoridades inconclusas nos estamos deshaciendo, quiénes permanecen y p qué candidatos prometen, retoman lo inacabado como argumento programático a título de continuidad de gestión.  La lista es larga, también lo serán los discursos electorales llenos de promesas y buenas intenciones, sin importar sean de derecha o izquierda, el contexto y objetivo será el mismo cautivar al electorado.

En mi más reciente periplo por el país, me tocó estar de paso por varios capitales de departamento, en Oruro fui testigo de lo inacabada que se halla su circunvalación y no es que sea desde hace poco, sino desde hace rato, siempre que paso por ahí me encuentro con los mismos baches, charcos, basura, sólo que ahora todo estaba en aparente refacción, con vía cortadas y desvíos, generando la clásica sensación de que en la tierra del carnaval todo está pendiente.

Llegó a Potosí y el panorama es similar, las protagonistas son las calaminas que encubren o protegen  lo inacabado, fragmentando el paisaje colonial con placas de zinc, dentro se hallan las obras inconclusas en el Boulevard, por Entel, en la ex terminal.  Pasamos a Sucre y en apariencia todo está terminado, la magia de la Ciudad Blanca se acaba en el preciso momento que decidimos visitar a los dinosaurios, te alejas del centro y en el camino aparecen escombros y basurales, como las vías sin terminar, está tan dañada la avenida que nos lleva al cretácico museo que los conductores se resignan a los baches, fingiendo que también son parte de las huellas que pronto iremos a admirar.

De ida a Cochabamba, paso por una vez más por el calvario de la circunvalación orureña, hasta que llegó a la tranca y lo inacabado nos recibe, la inconclusa doble vía que arranca desde Parotani, Vinto, Quillacollo, hasta la Blanco Galindo, no veo que nadie trabaje en ella y si lo hay son pocos obreros, que tampoco hacen mucho, siendo el reflejo indefinido de esa autoridad, sea alcalde, gobernador, al que en teoría le encantan las cosas sin terminar, tanto que puede dejarlas a medias mucho tiempo, como si ese eterno “estar haciendo” se tradujera para las personas en un encriptado, constructivo y apocalíptico mensaje que afirma:  “Peor sería que no estuviésemos haciendo nada” y condena al vecino a vivir incómodo y respirando polvo.

Hemos pasado del “ahora es cuando” al “ahora que es entonces”, tiempos de gestión que nos hacen creer en  la transición de las teorías de Sthepen Hawking al terror de Sthepen King, que se traduce en el desgatado, misterioso y terrorífico eslogan del: Estamos trabajando para Ud., no sabemos cuánto tiempo porque genios no somos. 

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La descolonización no llegó a la Casa de la Moneda

No es fácil ser guía de turismo, en Bolivia. Los tenemos por todos lados, suelen ser invisibles, aparecen cuando uno viaja a Potosí y Sucre como es mi caso. Te los encuentras haciendo su trabajo, en los museos, un laburo sacrificado y valioso porque son ellos los que te abren la puerta de ingreso a nuestra historia.

En mi más reciente visita a la Casa de la Moneda (a donde voy cada vez que llego a la Villa Imperial, porque uno puede redescubrir muchas cosas), pude admirar los muñecos de cera que han sido añadidos en el recorrido con el fin de ilustrar con mayor precisión el tipo de trabajo (explotación) que se hacía en el pasado. O como me ocurrió en Sucre al revisitar el parque de los dinosaurios y descubrí que la vegetación que allí existe es también concordante con el tiempo de estos impresionantes animales.

Volviendo al tema de la Moneda, la guía que me tocó  fue de lo más sui generis, se aceleró tanto que suprimió una serie de detalles en su “historia” de lo más sabrosos. Consideró al maestro Melchor Pérez de Holguín un pintor más en la historia latinoamericana, exceso total. Holguín fue quien hizo historia al plantear y crear una escuela que proyectó una tendencia en todo el continente y que llegó a España, existiendo allí varias obras del pintor potosino, quizás las más estelares, que confirman la dimensión de su talento.

En el recorrido se ponderó la presencia española y el esfuerzo de la “Corona”, se expuso la capacidad de la Moneda para hacer no cientos, sinos miles de monedas, olvidando lo que significó para el país: el saqueo de nuestra riqueza, además de la explotación de nuestra gente, además del racismo y exclusión que reinó ese tiempo. No se hizo hincapié en estos tristes detalles, en una lógica de que los trapos sucios se lo lavan en casa o en una posición de herencia española, que magnificaba el “glamour” colonial en la consideración histórica de la conquista como factor positivo y no en un contexto equilibrado de lo que realmente significó para nuestros pueblos: muerte y humillación.

Contó sobre el barco que se hundió en el océano con monedas potosinas, que luego fue hallado por un norteamericano que reclamó el tesoro, con tristeza vimos que como muestra nos enviaron un par de monedas, se aclaró que existiría una ley que le permite a las personas que encuentran un tesoro reclamarlo como propio, un turista vasco preguntó si Evo Morales no había hecho el pedido de devolución a los Estados Unidos, la guía respondió que “Evo estaba volando”, dando a entender que no era de interés del presidente, ciñéndose a una crítica que suele hacer la oposición a la gestión del mandatario.  La guía emitió criterio, respondió con un antievismo y no como funcionaria, no contó por ejemplo que el Estado recuperó hace poco la Illa del Ekeko de Suiza que hace muchos años fue robada en Bolivia, luego de un gran esfuerzo diplomático.

Está claro que uno puede pensar como quiera pero cuando se halla en funciones, como el caso de la guía explicando la historia boliviana, se tiene que tener cuidado y tacto, como también el Estado Plurinacional en el marco del Proceso de Cambio con las instancias culturales como la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia y la propia dirección de la Casa de la Moneda tiene que considerar criterios de descolonización y aplicarlos, revisar estos guiones turísticos y contextualizarlos,  para que se deje  vender gato por liebre o lo que es peor invasor perverso como conquistador amoroso.  

 

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La Paz - Oruro – Potosí

A fines o comienzos  de año, me toca hacer un periplo viajero de lo más largo y divertido. Mi familia y yo viajamos a Potosí y de ahí nos pasamos a Cochabamba con el propósito de visitar a nuestros parientes más cercanos; el periplo lo hacemos por tierra y en nuestro carro, asumiendo, como en el Dakar, que es una práctica extrema de traslado.

A medida que se acerca el día fijado para la partida, nos ponemos nerviosos, las noticias sobre los accidentes carreteros impactan más de lo necesario, también la intensidad de las lluvias; de por medio también está la renovación del SOAT, la inspección vehicular y la revisión de los líquidos vehiculares: freno, embrague, motor... Regresan a mi memoria los recuerdos de los anteriores viajes, especialmente los detalles más feos, uno ingresa en una peregrinación interior de los más existencial y espiritual.

Llega el momento de la partida y lo que solía ser uno de los primeros obstáculos, pasar por El Alto y llegar a las trancas, se resuelve de manera mágica e inmediata. Antes, formábamos parte de una larga caravana que tenía que soportar a los minibuseros, surubís, camiones, floteros, hasta llegar al punto en el que un malhumorado policía luego de preguntarte de mala manera si llevas botiquín, triángulo y extintor, daba la orden de partida iniciando así una loca carrera para llegar a destino.

Debo confesar que en los muchos viajes que hice, vi en la carretera La Paz Oruro, un sinnúmero de accidentes, muchos de ellos debido a la imprudencia de los conductores y que estos hechos en su gran mayoría quedan impunes.

En esta oportunidad, la situación fue distinta, sólo existe un pequeño tramo entre una y  dos poblaciones antes de llegar a Caracollo en el que aún no está lista la Doble Vía, pero en el resto sí; es una maravillosa carretera que no sólo disminuye la cantidad de accidentes también el tiempo de llegada a Oruro. Sin correr, a menos de cien por hora, llegamos en dos horas y media. Ahora debo admitir que gracias a los choferes imprudentes, disminuye el placer de viaje, como el flotero que no daba paso y se colocaba en el carril de la izquierda o los famosos surubís que corren como locos, arriesgando no sólo sus vidas, también la de los demás. ¿La Policía? Bien gracias.

Llegamos a Oruro y todo sigue igual, lleno de barro, basura, escombros,  charcos, de deterioro y abandono. No debería ser tan difícil llegar a la carretera hacia Potosí, del Casco del Minero a la izquierda, hasta el nudo vial y otra vez a la izquierda, pero no. Todo cortado, ya sea por la imposibilidad del paso debido a la gran cantidad de huecos o a una serie de obras inconclusas en las que no se sabe si están siendo acababas o han sido paralizadas, obstáculos que nos obligaron a dar largas vueltas de desvío en desvío hasta llegar a la tranca hacia Potosí.

El camino a la Villa Imperial estuvo tranquilo, pero no libre de las vicisitudes climáticas, llovió, nevó y salió el sol, como preludio de llegada.  No fue nada sencillo enfrentarse al clima; luego del riguroso charque de llama en Challapata, arrancamos hacia la tormenta, reduciendo siempre la velocidad y tomando con precaución las peligrosas curvas del tramo en cuestión, curva y contra curva en  pendiente y descenso que de asumirlas distraído pueden provocar que se pierda el control de auto. Cada cierto tiempo la expresión “¡Mirá a ese loco!” nos volvía a confirmar que en toda carretera hay imprudentes. 

Luego de siete horas llegamos, allí nuestros familiares nos esperaron con un sabroso ají de gallina, el cafecito de rigor y luego a descansar. Tuve descansar nomás luego de haber sido censurado al demandar una potosina bien fría, esa noche dormí con una, con el motivo de mis viajes a esta tierra en la que el tiempo no existe. Ahora que es de mañanita me voy en busca de la Potosina pilsener, siempre amparado en el anonimato de las masas. 

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Charlie Hebdo

En medio de la insensata muerte de los colegas de Charlie Hebdo y aún si poder comprender en sí mismo este tipo de hechos, se me vinieron a la mente muchas estampas de cuán intolerantes somos y cómo hemos logrado que nuestra intolerancia sea considerada como normal en el estante de nuestra cotidianidad.

Ahora que el mundo entero expresa su total respaldo a la libertad de expresión, también es bueno considerar que dentro de este libertario concepto se incluye el respeto a las cultura y la fe de la personas. Está claro que una viñeta no mata, pero también es evidente cuánto afecta, en mi vida tengo acumuladas muchas anécdotas al respecto, cuando laburaba en los medios como periodista iconográfico, que es el término adecuado para quién hace humor gráfico.

Les cuento algunas de las anécdotas, en una ocasión realice una galería de retratos (todos tenían el mismo perfil) de los comandantes policiales, todos excepto el último (el recién nombrado) tenían el sello de “investigado” encima. La viñeta reflejaba con mucho humor la realidad policial y sus altos niveles de corrupción, el jefe me pidió que no saliera, temía que los policías se molesten con el periódico.

Un día hice el retrato de Kim Jong Un, el líder norcoreano. Él se hallaba en primer plano y de reojo veía uno de los fastuosos desfiles militares que suelen montar en su país, sólo que desfilaban soldados, aviones y tanques de juguete, suponiendo que a su corta edad, los percibía así.  El editor me dijo que temía que la viñeta pudiese provocar una molestia con la representación diplomática de ese país en Bolivia, más allá de tener que hacer el nuevo “humor” de reemplazo a la volada, me sentí halagado, de alguna manera consideraron que podía provocar una ruptura de relaciones o incluso una guerra.

En otra ocasión denuncié a tiempo un insulso monumento que querían hacer en la ciudad, me enteré por casualidad del proyecto y lo dibujé, no vale la pena contar de qué se trataba, pero la publicación de la viñeta evitó la construcción, puesto que la autoridad asumió que era un interesante adelanto del cómo la ciudadanía se burlaría del irrisorio homenaje al ego edil, mi travesura gráfica logró salvar el paisaje urbano de la llajta. 

También tuve la oportunidad de ver cómo mis viñetas impactaban en los lectores, un viejo amigo se me acercó en el “café”, para mostrarme mi viñeta recortada, la misma que había mostrado a medio mundo. En ella se recreaba la entrega de las coloridas luces que hoy alumbran al Cristo de la Concordia, recuerdo que la alcaldía hizo tal bulla que por poco declara feriado nacional, el monumento en sí estaba dentro de una tele y al pié de él, bien chiquito, casi insignificante el alcalde: Manfred.  Rematando el cuadro una flecha gigantesca hacía notar quién era el punto con jopo y bigote. Algunos amigos me contaron que en los pasillos del municipio me mentaron la madre muy duro.

Así pasan los días y yo sigo haciendo ese humor, de hecho me he ganado muchos enemigos, más ahora que cuento estas anécdotas, aún no perdí la vida, pero sigo dibujando y debatiendo conmigo mismo cuáles son los límites de la libre expresión que hoy defienden incluso aquellos que no tienen la menor idea de lo que se trata,  lejos de estas reflexiones hay cosas que me preocupan mucho más como responder a la violencia con más violencia, al racismo con racismo, efectos secundarios pero no menos peligrosos como los que hemos visto y sufrido en la redacción de Charlie Hebdo. 

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Un libro para regalar

Acabo de regresar de Venezuela. En el corto tiempo que tuve para dar unas vueltas por esa Caracas que respira Chávez, me fui de librería en librería, al final me traje tantos libros que dejé parte de mi ropa, pues no todo entraba en mi maleta. Al pasar por la aduana, su sistema aleatorio me derivó a revisión, la muchacha que chequeó mi valija, al ver que sólo una delgada chompa cubría los libros que estaban dentro me miró con desdén y decepcionada me dio la orden del “pase nomás”.

Comentando lo ocurrido con mis compañeros de viaje, uno de ellos me aclaró que la funcionaria esperaba encontrar equipos electrónicos, debido a que la mayoría, cuando sale de viaje se trae celulares, tablets, cámaras fotográficas y demás variantes tecnológicas, lo paradójico fue que miembros de la delegación boliviana que participamos en el Décimo encuentro de la Red de Intelectuales por la Defensa de la Humanidad nos trajimos sólo libros.

Parecía que participábamos de una cacería libresca, puesto que en Venezuela las leyes de promoción de la lectura hacen que los libros sean  realmente accesibles, con precios bajos, incluyendo los importados y ni qué decir de los producidos por la Fundación Editorial El Perro y la rana del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, cualquier oportunidad para salir a dar una caminata por las caraqueñas calles, terminaba inevitablemente haciendo paradas en una librería y comprando libros.

Una de las paradas que hicimos fue en Librerías del Sur, impresionante librería que es parte de una red que tiene como propósito ofrecer no sólo literatura a sus lectores, también política, contando con un inmenso catálogo, con una colección de poesía y narrativa de autores latinoamericanos, ni hablar de la siempre vigente Biblioteca Ayacucho. La otras librerías, contaban con fondos editoriales igual de sabrosos, siendo la constante los precios bajos, de acuerdo al bolsillo boliviano que en éste rubro salía con ventaja, los diez o doce libros originales que me compré, con un costo aproximado de veinte dólares, en Bolivia implica la adquisición de al menos dos, un grueso y otro delgado para ser más gráfico, si de piratas hablamos unos cinco, mal impresos y comprimidos.

En lo que respecta a nuestro territorio, los libros siguen siendo inaccesibles, por mucha Ley de Libro que tengamos, los costos son elevados, por si fuera poco, la mayoría de los títulos que se traen son comerciales, quiere decir que se acomodan a la exigencia del lector por una lectura rápida y ligera, el mercado libresco está saturado de títulos de autoayuda, para adolescentes o los clásicos de siempre. Los realmente buenos, los que exigen un poco más de razonamiento, llegan pero muy pocos, unos cuantos ejemplares que además cuestan un ojo de la cara. Esfuerzos como la colección de las 15 novelas fundamentales o de los 200 títulos de la flamante Biblioteca Bicentenario son políticas dignas de aplaudirse.

Las razones de este soliloquio alrededor del libro se justifica cuando en estos tiempos de consumismo navideño se sugiere regalar un libro, original o pirata, pero que no sea de los facilones, sino de los exigentes, porque además no sólo promoverá el hábito a la lectura, también le hará bien a un mercado que ante la demanda buscará bajar sus precios, los estantes están llenos de las obras de Patrick Modiano (Nobel francés 2014), de Tolkien y sus aventuras, la más reciente de Milan Kundera, las crónica sobre el mundo de la droga de Saviano y demás títulos, autores que prometen historias y no consuelos. 

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