Blog de Victor Hugo Romero

La “imprescindibilidad” de Carlitos

Hace años, cuando laburaba en una empresa periodística y ésta entró no solo en crisis económica sino también en una situación de conflictividad con personal, el gerente nacional recriminó a todos, especialmente a los que tenían pugnas, repitiendo en más de una ocasión, que nadie es imprescindible.

Esa sentencia se me quedó grabada, tanto que siempre la menciono en alguna de las novelas que escribo, no dejo de considerar la existencia de un personaje que la diga, porque me parece que retrata y define a nuestra sociedad, la del enjambre, la del deshecho. Cada vez que escucho a alguien repetirla, regresa a mí  la misma sensación corporativa, que considera al resto de los obreros, trabajadores, servidores, en simples números, ecuaciones de productividad.

Cuando  Carlos Mesa tuiteó lo siguiente: “Presidente, lo que ha dicho el voto de los bolivianos es que no hay personas imprescindibles, solo hay causas imprescindibles”, puede que en el marco de la falsa moralidad de los políticamente correcto, tenga razón, pero no en el llano,  creo que a partir de esta frase, Mesa se mostró a Bolivia como lo que en realidad es, una persona de carne y hueso, con envidias y ambiciones iguales que el resto de los mortales.

En estos casi 140 caracteres, no se pronunció el periodista, el analista, historiador, político, literato, estadístico deportivo, expresidente, vocero; lo hizo el humano, el hombre tras la palabra, aquel que responde a partir de su construcción social, contextualizada en un universo conservador, letrado y hasta con sesgos elitocráticos, o sea básicamente “liberal”, quizás no definible como “neo”, sino como “supre”,  ¿supremoliberal?,  que no sólo añora los tiempos republicanos, sino que entroniza sus  luces, recayendo siempre con una mirada trillada sobre sus grises coloniales.

Lo que esa sentencia quiere decir es que todos somos prescindibles, palabra que viene del latín “praescindĕre”, que está relacionada con los conceptos de separar y hasta desgarrar, por tanto, desde una visión corporativa, se establece que en la realidad, se quiere establecer que la empresa es más importante que la persona, que la marca es lo que vale, que los humanos, no pertenecemos a esa “bolsa de valores” en la que se pesa la productividad por sobre la militancia, la ideología y creo que esa es la parte que nos diferencia, yo no creo en lo prescindible de las personas, pero sí en su consecuencia, activismo y lealtad a sus ideales, si hablamos de causas, algo que por lo visto Carlos Mesa, hasta ahora no ha visibilizado, a no ser con generalidades nacionalistas en torno a un sentimiento patriótico por demás vanidoso.

Asumiendo siempre la constante de la subjetividad y especulación que realizo, en la interpretación de esta sentencia, me pregunto si en la valoración que Mesa hace de Andrés de Santa Cruz, pesa también el concepto de lo prescindible, no lo creo, por tanto su célibe frase - en términos políticos - , es nomás una impostura, de hecho y siendo concretos para el país, desde una mirada crítica y descolonizada de la historia, sí hubo y habrá multitudes, personas, líderes imprescindibles, porque su presencia influyó el pensamiento de generaciones enteras, trascendió más allá de la coyuntura tuitera de un domingo por la noche. 

Me temo, siendo honestos, que todavía no hemos visto, ni proyectado en su verdadera dimensión la imprescindibilidad de Evo Morales, en nuestro tiempo y en el histórico, que no podríamos hablar de un post-evismo, sino de una era Evo. Jugando a la botellita de jerez y todo lo que digas se te haga al revés: ¿Mesa es prescindible en la causa marítima?  

Anatomías
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Sucio

A estas alturas no podemos andar con rodeos. Uno ya ha decidido su voto. O por el Sí o por el No, en mi caso no es ningún secreto, milito en el Sí, por tanto no pretendo justificar el porqué de mi decisión, allá tú, acá yo, con este tema. De lo que sí voy a hablar es del racismo.

Como ya lo ha dicho más de un analista, esta es la primera vez en Bolivia que las redes sociales juegan rol en la actual campaña electoral, de hecho no creo que sea determinante, pero tampoco es como para manejarla política y comunicacionalmente con indiferencia.

Tampoco es ningún secreto, que se han establecido juegos políticos de campaña, que ya no juegan en el tablero de lo políticamente correcto, sino en el concepto de la “guerra sucia”, arma o instrumento que permite bajar o subir al candidato o como en este caso, posición, esté a la cabeza o en la cola.

A lo largo de la historia, hay demasiados ejemplos, de cómo ese juego sucio ha cambiado el curso de los resultados electorales, o los confirmó o defenestró, en todo caso muchos coinciden que la guerra sucia suele ser un disparo al aire, nadie sabe dónde va a impactar y en espacial cómo, si herirá de muerte o redimirá al héroe.

En estos momentos, se está viviendo en el país una estrategia electoral que responde a esta dinámica, sumergiendo al país en un escenario político reprochable. No es la primera vez que vivimos un tiempo similar, con recordar las campañas electorales previas al 2006, veremos que estas acciones eran pan de cada elección, tanto que no podríamos hablar de un modelo para hacer política, sino de un modus operandi.

El tiempo, el voto juzgará estos hechos, el elector decidirá soberanamente frente a la urna su posición, la campaña llegará hasta la puerta y se callará, luego llegará el período de la angustiosa espera, de las especulaciones, en fin… hasta que llegue la hora del conteo y todos empezamos a comernos las uñas, a la espera de los resultados.

Mientras tanto, hasta el día de la votación, la campaña seguirá existiendo, puede que falten pocos días, pero me temo que seguirá en la misma dinámica, sucia, especialmente en las redes sociales, siendo lo más preocupante cómo ha derivado en la actitud más odiosa de nuestra historia, el racismo.

Con tristeza, al navegar en mi muro del “face” he visto cómo muchos amigos o gente, ha compartido, le ha dado me gusta, a un estado, una imagen un video, con contenido racista, he podido ver una vez que la estrategia opositora no ha polarizado políticamente, sino racialmente, está buscando que la sociedad defina su voto en base a su origen, a su clase social,  juego peligroso, que deriva en hechos y actitudes discriminadoras y racistas, como lo que está ocurriendo con la figura del Presidente Evo y ahora con la de la señora Gabriela Zapata.

Debo confesar que me ha preocupado que las instancias llamadas a defender los derechos, en este caso de los niños, de las mujeres, de las personas, no se hayan manifestado con contundencia, o lo haya hecho tibiamente, sin embargo he visto con felicidad que mucha gente se ha indignado y lo ha expresado, porque lo político no está más allá de lo humano y como cualquier otra actividad tiene sus límites y la redes también las tienen, con la diferencia que nosotros somos los censores. Vota si o vota no, lo realmente importante aquí es argumentar, no insultar, no seas racista

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No mentirás

No mentirás es el octavo mandamiento, pero tal parece que el mundo político y marquetero, la cosa no es tan rigurosa. Esta semana desde las esferas oficialistas se ha hecho hincapié en lo mentirosa que se está poniendo la campaña, especialmente la del NO.

No voy a cometer el error de enumerar las mentiras, a estas alturas todas ya las conocen empezando por la guagua inexistente, pasando por la factura de peluquería y la más reciente la del falso “Pablo”, pero si de algo estoy seguro es que esta “línea” será tendencia, no sólo porque está diseñada así, sino que el NO, como ya lo dije antes, se halla en desventaja al no tener un líder, al carecer de un plan, estar dividido y al no contar con argumentos creíbles, como el que ahora refieren que la Nueva Constitución Política del Estado, es suya, puesto que al defender su postura,  hablan de “nuestra” Constitución. Si lo vemos desde un lado positivo, muy bien que la asuman como propia, pero hay que recordarles a su vez que durante mucho tiempo, desde la Constituyente, esta Carta Magna fue rechazada por ellos, sino acuérdense de los dos tercios y demás hechos.

En fin, dejando a un lado el tema político y marquetero, el asunto de las mentiras, me lleva a considerar que la mentira como “Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”, está relacionada a la impostura, porque ahora no sólo se “niega con vehemencia lo dicho por otro”, también lo hecho, o sea que se estaría intentando asumir algo así como lo que hizo por Rubén Costas, que también cumple diez años de gobierno, lo celebra, como es norma y rigor pero además hace campaña por el NO, asumiendo un discurso antiprorrogista, ¿me pregunto si en un futuro al ver que no tiene impacto nacional como para ser presidente del país, optará por continuar en la gobernación cruceña?  Como verán he vuelto al tema político cuando prometí no hacerlo, cometí una impostura.

Hablaba de las mentiras, por tanto vale la pena preguntarse cuántas veces mentimos a diario. Si es una manera de actuar, por ejemplo, cuando estoy en el minibús, no falta quien diga “ya estoy llegando” e inmediatamente añada el lugar en el que supuestamente está, cuando en realidad estamos pasando por otro, con semejante  mentira al aire y en movimiento nadie se sonrojó, será porque la consideramos como oficiosa, que es aquella “ que se dice para obtener un provecho o ventaja sin producir daño a otro”, podríamos calificarla de noble, pero también las hay de las buenas, como las piadosas, que se miente para no hacerle daño a nadie,  recordando que hay diferencia sustanciales entre una buena mentira y una mentira buena, que no es lo mismo, la buena es que no te pesquen y la otra que implique, si se quiere, un beneficio al resto. Algo así como una mentira filantrópica, acepciones y categorías a la mentira podríamos hallar muchas,  siendo lo único cierto para nuestra desgracia, que toda mentira es mala y que para los cristianos, encima es pecado.

Pero como se podrá ver, la mentira a lo largo de la humanidad ha demostrado fervientemente que no podemos vivir sin ella. Cuánto de lo que nos cuentan o leemos es mentira, sin ir muy lejos los libros de historia, casi siempre escritos desde la mirada de los ganadores, ni qué decir en la poesía o la música, la mentira vive con nosotros en todos los ritmos posibles, mucho más ahora, que se pone de moda, como alguna vez lo cantaron los chilenos de La Ley definiéndola magníficamente como: “Mentira servida en vino y pan de cada día./Mentira atrevida/bolero de mi corazón./Amarga saliva/sabor a culpa y agonía”.

 

 

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Vivito y coleando

Hoy es 31, el último día del año, del 2015, y me pongo a recordar a todos los que se nos fueron, a los cuates, a los ídolos de siempre, lo que dejamos. En fin… tantas cosas ocurren al año, que luego de 365 días, da la sensación que no tuvimos mucho tiempo para regalarles, es hora entonces de ponerse triste, de llorarlos, porque lueguito nomás nos agarra el 2016 y volvemos a empezar, siempre con la constante de no saber qué nos deparará el futuro.

Esta época es de hecho la más fiestera, a ratos todo es trago ¿Pero qué más nos queda? ¿acaso hacernos cortos o hacernos rogar para tomar uno? Yo no me la pienso mucho, porque soy de los convencidos que todo año llega con lo que tiene, con buenas y mala noticias con deseos y frustraciones, triunfos y derrotas, porque de eso se trata la vida, aún lado quedan la consignas exitistas de un mundo feliz y amable consigo mismo. Nada más falso. Este mundo suele ser en más de las veces, cruel e indiferente, por tanto un buen trago en nombre de todas las alegrías pequeñitas o grandes es lo que nos merecemos.

Vale la pena echarse a perder en Año Nuevo, porque es probable que el que viene ya nomás nos traiga sus crisis, cambios climáticos, transgénicos, azúcares elevados, dolores de huesos, obesidad grado tres, dietas y ensaladas, en fin toda una serie de penurias en lo que único cierto es que la en la vida, todo lo que comas o bebas, tarde o temprano,  te va a terminar matando y eso es algo que no podemos permitir que suceda, morir sin hacer nada, vivir sin beber, que no es lo mismo que beber hasta morir.

Se acaba entonces el año y empiezan las cuentas. Qué hice en enero, qué me trajo febrero, qué haremos en Semana Santa, hasta que uno se da cuenta que en el país se empieza a trabajar en serio después del seis de agosto, cuando todos los feriados se acaban y esperamos desesperados el descanso de Todos Santos o la fecha cívica de rigor, que a parte del desfile nos permitirá la excusa departamental de meterle un trago a nombre de las viejas calles de nuestro terruño, de los viejos amores, de lo lejanas que están.

Nuestros recuerdos se hallan, en más de las veces, enlazados con la velocidad del tiempo en el que vivimos, los disfrutamos más a medida de que nos hacemos más lentos o, simplemente tengas una pega exigente o relajada o para colmo de los colmos, hayas decidido hacer de tu vida un poncho. En mi caso, este año me tocó vivir sin tiempo, salir temprano y llegar tarde, todo se fue muy rápido, tanto que ya pasando la noche vieja, me tocan nuevas jornadas de laburo extremo, pero que conste no me quejo, por eso a este año lo despido con un buen vino sino es con un Jack Daniels, que sea con un ron añejo de oferta con su cola incluida. Sin embargo, para otros, como algunos cuates cercanos, la vida se les pasa lento, leyendo, escribiendo, enseñando, a ratos apresurados, pero de ahí a perder el aliento en la faena es algo que suele sucederles, sólo en Año Nuevo, cuando combinamos fuerzas por esa bebida que nos libera de la presión que se va.

Bueno, que más nos queda, acompañar el brindis con unos buenos temas, con Caetano Veloso y su Fina Estampa, con una Sodade de Cesaria Evora, evocar las rancheras y boleros de don Pedro Vargas, Pedro Infante y Javier Soliz, darse una vueltita por los ochenta con un Julio Iglesias y Puma en su plenitud, entre el Hey y el Dueño de nada, saltando entre Calamar, Ceratti, Jarabe de Palo hasta un decadente Eros Ramazzoti. Vale la pena, también saltarse a los “rockandroles” con un Bob Dylan, el clásico Cat Stevens, Leonard Cohen o finalmente las más dulces baladas del siempre número uno, Elvis.  Todo me indica que este años, será como el anterior o como los otros, lo único que lo hace diferente esta expectativa por un futuro que nos permita llegar siempre más lejos de lo que se debe y puede. ¡Salud por eso!.

 

 

 

 

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Carmina Rock’in

Parafraseando a los Kjarkas, de un tiempo a esta parte, el universo musical, entre coros y sinfónicas, ha dado un salto cualitativo importante. Las propuestas que surgen dejaron de ser clásicas y permiten una opción, no sólo comercial, también popular, pequeño gran detalle que ahora le permite al gran público disfrutar del talento musical.

Hace años tuve la chance de alucinar con la puesta en escena de la Guerra de las Galaxias con la sinfónica paceña, que hizo un sabroso repaso a la propuesta musical de esta mítica película, con pantallas gigantes incluidas en las que aparecían imágenes de todos los episodios, los seis. Además su director, emulando a un Darth Vader, salía al escenario con capa y casco acompañado por la marcha imperial. Alucinante.

Algo similar pasó en la Llajta hace poco. Como también se dieron excelentes saltos musicales a otras bandas sonoras, ya en el plano de la música universal, de la que solíamos conocer como clásica, el repertorio de las sinfónicas aceptó el reto de incluir propuestas exigentes como el Requien de Mozart o las sinfónicas de Beethoven, de alguna manera su calendario se enriqueció invitando no sólo al público selecto, también al otro, al que gusta de la música, pero no se halla tan especializado como los melómanos de la exquisitez.

Dentro de estas alternativas. El pasado domingo me tocó participar de la versión en rock sinfónico de Carmina Burana vale la pena señalar que estuvo impresionante, que el costo de la entrada valió la pena, puesto que la orquesta estuvo acompañado por grandes músicos rockeros, que le dieron el tono necesario para que se sienta un aire profano y épico en la sala paceña. Espero que puedan ir pronto a otras ciudades y transmitir estas emociones en formato Carl Orff Rocker.

Por otra parte también se están presentando los musicales, como Cats de Andrew Lloyd Weber o sin ir muy lejos, Chicago, entre otros, todavía les falta puesta en escena, calidad interpretativa, mayor riqueza en el escenario, como también un mejor elenco, da la sensación  que son los mismos de siempre, detalles que no reducen para nada el inmenso esfuerzo que realizan para montar una de estas obras, por tanto vale la pena apoyarlos, como también exigir cada vez más, un mejor desempeño y hasta propuestas netamente bolivianas.

Estoy muy contento con el hecho de que podamos contar con estas opciones culturales que enriquecen nuestras agendas. De hecho no está demás convocar a las instituciones municipales de gobernación y estatales a extremar esfuerzos para apoyar estas iniciativas, no es fácil trasladar cien músicos de un departamento a otro, tiene su costo y logística, por tanto es aquí donde el “Estado” debe intervenir, puesto que le permite al gran público disfrutar, interactuar y acceder a un consumo cultural de alto nivel y para todos los gustos. Otra área que está en ascenso es el teatro, como nunca uno puede elegir una obra para ir a verla el fin de semana, algo espectacular implica que hay ahora más nuevas generaciones que están apostando por la actuación.

Se podría decir que la cultura casi siempre fue exclusiva de una élite que además gozaba de ciertos privilegios económicos, era difícil acceder a ella, si es que no tenías un carné de biblioteca o un amigo con contacto afuera que tenía los discos que uno quería escuchar, encontrar un cómic o un libro era toda una aventura, esa era también su magia. Los tiempos son otros, uno puede hallar estos productos con mayor facilidad, comprarse una película clásica, adquirir o descargarse un cd/archivo con las nueve sinfónicas de Beethoven en mp3 dirigidas por Karajan o ver la serie de moda en Youtube ¿Por qué no entonces nuestros productores y creativos culturales van a poder reproducir, mejorar su propuestas y por supuesto ampliar el mercado de llegada? Bolivia es un país rico culturalmente hablando, por tanto tiene las condiciones para emprender cualquier tipo de festival, así que esperemos que nadie nos detenga y este arranque, junto a la estabilidad política, social y económica de la que ahora gozamos, no se detenga para el gozo de nuestro espíritu. 

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Los Otros

Ahora que ya hemos entrado en campaña se pueden apreciar las primeras líneas discursivas de los que van por el SI y los que están con el NO. Los que van por la afirmación positiva a la repostulación Evo ya tienen prácticamente construida su plataforma, en lo político, económico y social, mientras que los opuestos, NO.

Establecemos que los SIs están bien, se tienen que preocupar básicamente por reposicionar sus triunfos luego de un desgaste natural producto de cerca de diez años de gestión continua. Son pocos los toros que van a sortear en contra, su preocupación no será tan intensa como la de la oposición, si en algo deben concentrarse es en informar comparativamente los cambios obtenidos, especialmente a las nuevas generaciones, a la generación que nació o formó conciencia política en tiempos de Evo.

La razón de esta columna es la oposición, los NOs, esa otredad política que desde hace una década se halla extraviada, su rol nada propositivo se va a evidenciar más que nunca. Si hiciéramos una encuesta que los evalúe, les iría como en la guerra, una derrota fatal. Creo que esta oposición furibunda y rabiosa que soportamos todos los días, no es la verdadera, que existe otra, que no ha sacado la cabeza aún y que está a la espera de encontrar la antítesis a la figura presidencial del Presidente Morales, mientras tanto no queda otra opción que aguantar a la que tenemos.

La oposición actual se desagrega en varios niveles, están los de siempre, aquellos que desde una plataforma política, asamblea o el consejo, se oponen durísimamente al gobierno, se los puede reconocer fácilmente, cada vez que declaran utilizan adjetivos, una buena parte de ellos tiene presencia en las redes sociales. También están los líderes políticos que a partir de su representatividad se dedican a emitir criterios en el rango de lo que ellos, creen es lo políticamente correcto, rechazando toda acción gubernamental, dándole la vuelta, buscándole el retruque, distorsionando el mensaje oficialista. No olvidemos a los disidentes, a los que pertenecieron al oficialismo y por diferencias abandonaron el barco para emitir criterio negativo duro sobre él, bajo la premisa básica del “yo estuve ahí y sé de lo que hablo”. Finalmente los actores políticos que hacen campaña por el NO desde los medios, aquellos que mal utilizan el ejercicio periodístico para incidir políticamente.

Como se verá, en ningún momento en este análisis hemos señalado que existe en la oposición una posición política clara que no sea el NO a secas.  No han logrado en cerca de diez años elaborar una propuesta seria, contundente y alternativa al Proceso de Cambio que tanto aborrecen. Su postura está basada en la figura presidencial de Evo, buscando las contradicciones de su quehacer político y no así proponiendo una opción B por la que se puede apostar, si es que uno se define en la acera del frente. La constante construcción de medias verdades no es una buena salida o estrategia, tu electorado te las cobra, cuando descubre que has insultando su inteligencia. La oposición no dice la verdad, tampoco plantea otra.

Ideológicamente los NOs tampoco son sinceros, no terminan de definirse, si son o no neoliberales, proimperialistas, si se hallan al centro, o qué harían con esta gestión si fueran gobierno, profundizan o la reelaboran, es un misterio.  Cuando los vemos intervenir su diatriba apunta contra Evo, viven pensando en Morales obsesivamente. Jugando un poco, qué pasaría y cuál sería su rol, si Evo no existiera, continuarían con el mismo juego, el del NO, dependiendo si están en el poder: dentro, fuera o a medias. ¿Qué penita, no?

 

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Si el taxista lo dijo...

Estoy seguro que a más de uno le tocó escuchar las conclusiones a las que pudo haber llegado un taxista anónimo, sobre más de un tema en particula. Lo chistoso es que quién replica la versión del chofer no solo amplifica, también incrementa su nivel de veracidad, al extremo de transformarla en la más absoluta de las verdades.

Hace poco un amigo taxista me contaba con cierta desazón que una de sus pasajeras le contaba que  luego del paro obrero de una conocida pollería, las presas ahora eran más grandes y que había perdido su sabor tradicional; en la oficina, horas después, un colega saboreaba uno de sus combos y le pregunte qué tal estaba, me respondió que “muy bueno”. A lo largo de mi vida, me tocó escuchar a muchos compañeros que para justificar su análisis citaban al famoso taxista como referente, señalando que al estar él en contacto con mucha gente tenía una percepción mayor, sin darse cuenta que aceptaba que no estaba en contacto con las bases.

Hace poco me encontré con otro amigo. Me dijo se iba de viaje a un país vecino para dar una charla sobre la situación política en el país, entramos en debate, en medio del contrapunteo apareció el taxista con un dato trascendental para mi cuate, que se pudo revertir rápidamente por ser insostenible. Hasta ahí, no pasa nada, pero sí sucederá algo, hipotéticamente hablando, si mi cumpa apela a ese dato y le da crédito oficializándolo en su charla como si se tratara de un valor definitivo para ponderar o defenestrar una política de estado o si lo utiliza para reforzar una posición previamente concebida; se estaría haciendo daño a una gestión de gobierno. Las consecuencias a las que la lengua del taxista anónimo nos puede conducir, son imprevisibles.

En lo personal me gusta charlar con los taxistas o conductores, cuando tengo la oportunidad de hacerlo les pregunto su opinión, para conocer cómo está mirando el mundo, pero eso no quiere decir que se convierta para mí en una referencia absoluta sobre cómo va la tendencia en el llano, es sólo una opinión más para ser considerada y contrastada con otras, recién se podría llegar a una conclusión al respecto, siendo benevolente, porque aún así, tampoco se puede dar los resultados preliminares como una estadística a ser considerada piedra fundamental en una estrategia.

Si asumimos que muchos de los taxistas se la pasan renegando todo el día, estresados e intolerantes en extremo, por qué tendríamos que considerar su opinión si cuenta con una alta dosis de negatividad, por supuesto que para ese punto de vista todo tendría que estar muy mal.  Los taxistas, no todos,  también arrastran en su camino una serie de valores conservadores y coloniales que refuerzan una posición moralista de la vida, su criterio puede ser machista, racista, discriminador, altamente nacionalista o extrema derecha. Es bueno escucharlos, pero malo utilizar sus comentarios como ejemplo para justificar una postura.

El conductor más reciente que escuché, al ver los libros que llevaba me preguntó por qué leía tanto,  me pidió que le recomiende un libro en el que se enseñara a ser un abogado de los malos, que te expliquen de la A a la Z como hacerlo, luego la charla saltó sobre las revista y el acceso a la pornografía irrestricto en la red, finalmente me contó que tiene una chica en Canadá y que practicaron el “sexo virtual”, que no iría allí, pero que ella al tener plata debería venir a Bolivia porque además está casado.   ¿A qué conclusiones podríamos llegar?

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El complejo

Si algo ha salido a flotar en estos tiempos de demanda marítima es el complejo de inferioridad que algunos sectores de la sociedad boliviana todavía arrastramos este trauma que se creía superado, está vigente y sale a relucir en los momentos más inoportunos.

La historia colonial que durante décadas nos han contado, ha labrado un sentimiento de derrota en los bolivianos, asumiéndonos siempre como los eternos perdedores, los últimos de la fila, mientras que los otros, adelante y en los primeros lugares. Ahora que Chile se halla contra las cuerdas y  hemos ganado los primeros rounds de una larga pelea, este complejo saltó a la palestra.

Cuándo el Estado Boliviano, atendiendo la iniciativa de un diputado chileno, invitaba a Heraldo Muñoz y Felipe Bulnes a “contar su verdad” en la televisión estatal, la primera reacción fue “quién hará la entrevista”, se especuló con varios nombres, como si ese fuera el punto, cuando en los hechos, tener a dos políticos chilenos en un set boliviano explicando su posición a nombre de su país, respecto a nuestra demanda marítima, es ya una conquista.

Ahora que recularon, porque no les conviene políticamente, debido a que podrían exponer una vez más sus conocidas contradicciones,  es un triunfo. Pero no, ni bien se anunció que se daba por cerrado este caso, algunas voces preguntaron si no se iba a insistir. Chile “aceptó encantado”, luego amagó, gambeteó y retrocedió a su arco, dejando una vez más la pelota en media cancha y en poder de los bolivianos, en ese contexto ¿Tiene Bolivia la obligación de “rogarse” para que vengan?, ¿Entrevistarlos en Chile?, por supuesto que no.

Pasando de la política al fútbol, hace poco nuestra selección se batió en duelo con Uruguay, los changos se rajaron, sudaron la camiseta hasta donde se pudo, les faltó como siempre estrategia y por supuesto la “penúltima” jugada, llegaban a la portería de Muslera y remataban, cuando en realidad tenían que descolocarlo, haciendo un pase más, para que el boliviano que se hallaba libre de marca, meta el gol con el arco prácticamente vacío y el arquero uruguayo vencido.  

Las vacas sagradas, los legionarios, en esta nueva no estuvieron, abandonaron la cancha, ahora quieren volver, sería bueno que se mantengan en consecuencia y no regresen, porque con los changos que ahora tenemos sí podemos llegar mucho más lejos. El partido para los “famous” terminó, así como los primeros noventa minutos de la larga carrera hacia Rusia, con un dos a cero a cuestas, que para nada son el fin del mundo, pero ahí nuevamente vuelve aparecer el complejo, cuando la prensa deportiva empieza a hablar de lo mal que se jugó, que podríamos haberlo hecho mejor, que el fútbol boliviano está mal, que el técnico no leyó bien el partido, que hay corrupción, sólo les faltó decir que hasta los árbitros argentinos eran más bonitos que los nuestros, los triste es que segundos antes de que arranque el cotejo calificaban a esta selección con un alta probabilidad de éxito.

¿Por qué siempre nos sentimos perdedores? Todo es malo, estamos abajo y encima siempre nos rompen, ahora que los historiadores contemporáneos releen nuestra historia con ojos de ganadores, nos damos cuenta que durante años nos vendieron otro charque,  será posible comprender que ganamos la Guerra del Chaco, que con Andrés de Santa Cruz por poco Bolivia se convierte en un imperio, que durante años la resistencia de los pueblos le amargó la sopa a la oligarquía, si volvemos a ver bien, siempre fuimos y seremos guerreros ¿Por qué entonces ahora este amargo complejo nos tiene que obligar a agachar su cabeza? ¿Cómo habríamos respondido si aquel jueves en La Haya, los jueces le decían no a la demanda boliviana? Fácil, con un rotundo: ¡Que se rinda su abuela, carajo!

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La bella y la bestia

Hace poco tuve la oportunidad de visitar una de las más recientes muestras de Fabricio Lara y debo confesar que sentí algo especial, puesto que al verme rodeado de mujeres y caballos me sentí que me hallaba en el interior de un cuento de hadas de lo más surrealista.

Me explico. Dos de los elementos que más presencia tienen en la obra pictórica de Lara, son precisamente las mujeres y los caballos, ambos arrastran una fuerte representación en la historia de las artes, por tanto, desde esta lógica, asumo que se trata de un guiño, sino franco homenaje a la pintura equina, puesto que si nos ponemos a recordar la estampa del caballo en el arte, veremos que siempre ha estado presente, llegando incluso a convertirse en una especialización dentro del arte, pero además en su contexto de “compañero fiel”. Cuán importante era o es el caballo en la evolución de la humanidad, el retrato ecuestre arranca en el preciso momento en el que el ser humano decide contar sus hazañas en la pared de una cueva.

Si de la mujer, hablamos, ni qué decir. No alcanzaría el espacio para enumerar lo que podríamos contar sobre su presencia en el arte, mucho peor si hacemos memoria de lo que inspiró,  lo cierto aquí que “ella” más que un elemento, es una constante, ya sea dentro o fuera de la tela, imaginada, retratada o soñada “ellas” se han encargado siempre de estar ahí.

Es en ese “marco” en el que empecé a ver la obra de Fabricio, entendiendo a estas dos presencias en su representación, siguiendo la línea trazada por madame Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, la de la bella y la bestia, que a su ritmo y cadencia inician una danza pictórica, en la que el flirteo y la seducción podrían ser también considerados como el universo particular de esta relación.

Como si se trataran un arte secuencial, ambos personajes, cuentan su historia desde diversos ángulos, sino tonalidades, algunos tan intensos como apasionados, en los que la bella no sólo seduce a la bestia, también busca dominarla con su etérea figura. En otra secuencia es la bestia transformada en un hidalgo corcel la que se pasea por la galería exhibiendo airoso su triunfo sobre lo efímero de nuestra existencia, galantea con mucha conciencia que será ella la que trascienda, mientras que nosotros, espectadores de un instante, estamos ahí sólo para dar unos cuantos pasos. 

Dentro de este ahora, mágico espacio, tanto la dama como el equino, no sólo habitan un colorido cielo, sino que lo disfrutan a pleno, ahí la paleta de Lara interviene, retratando con habilidad ese paisaje que le dota a ratos el aire de ensoñación que requiere la singular pareja o, la concreta realidad que exigen para mirarnos de arriba abajo, con el franco desdén que sólo la perfección permite. La obra de Fabricio Lara es singular, mágica cuando se presenta inmensa e imponente, exquisita en su formato pequeño y sencillo.

Pese al tiempo transcurrido en el que la imaginación, la creatividad, ya no desborda, porque se halla atrapada en la cruda realidad cotidiana, los cuentos de hadas no mueren, vuelven a representarse, se reinventan porque nosotros, simples mortales los necesitamos, para que nos devuelven esa capacidad de sentir, de sentirnos vivos, al menos hasta donde más no convenga. 

Siempre que puedo recuerdo una de los magníficos diálogos del Joker cuando fuerza a bailar a Vicky Vale en la película de Tim Burton, Batman. El Guasón le dice al oído, mientras la abraza, algo así: “Somos la bella y la bestia, pero si alguien te dice bestia le arranco los riñones”.

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La asfixia

La verdad no sabía muy bien de qué escribir hoy. Le fui dándole vueltas al asunto, evalué varios temas, cuál impactaría más o sobre qué sería más divertido escribir, es en ese contexto que empezó a faltarme aire, sufrí una especie de insatisfacción al no encontrar el tema adecuado, básicamente, empecé a sentirme asfixiado y fue ahí justamente con esta extraña sensación que me puse a divagar sobre este término que tan de moda se puso, mediática y comercialmente hablando, en las últimas semanas.

La primera conclusión a la que llegué es que a diario, todos sentimos la sensación de asfixia. En algún momento del día consideramos que nos falta aire, por ejemplo, al subir una de las calles empinadas de La Paz, llegar a la oficina en cuestión y encima trepar dos o tres pisos a pie o al subir al minibús, todo apretado, sin capacidad siquiera para estirar las piernas, con las rodillas apretándonos el pecho, por culpa del poco espacio entre asiento y asiento - lo que es peor -,  verse obligado a sacar las monedas para el pasaje del bolsillo del pantalón, momento en el que sufrimos una “doble” asfixia. Ni qué decir cuando vamos al banco a pagar las cuentas: mensuales, la pensión, el internet, el teléfono, el agua, la luz, el cable…. ¿No es acaso una buena manera de sentirse asfixiado?

Seguro que si analizamos con lupa, veremos que desde el primer momento en el que alguien nos pide algo, nos sentimos asfixiados, quizás porque no hayamos hecho el deber, ya sea porque nos faltó tiempo o simplemente actuamos con negligencia y siendo todavía más sinceros, porque nos faltó fuerza y voluntad para responder - claro y fuerte -,  que no nos daba la gana de hacerlo.  En el marco de esta tendencia cada vez mayor en el mundo, de decirle a todo NO. Decir “no” varias veces al día también provoca asfixia, no sólo la estaríamos sufriendo nosotros, sino que la estamos provocando al otro, llegamos a la terrible conclusión de que nos estamos asfixiando los unos a los otros, pero como ya es una actitud cotidiana, lo asumimos con naturalidad, tanto que pasa imperceptible, es tiempo de darle su valor.

Sería bueno recuperar este término, por ejemplo desde los medios, para que algunos no se arropen la propiedad del vocablo como plataforma política, sino como algo que vivimos diariamente. Vayamos a los hechos, alguien podría negar que los once jugadores del Bolivar que jugaron el clásico el anterior miércoles, ante la derrota y por consiguiente el triunfo atrigado, no pudieron evitar sentirse asfixiados por el resultado o los hinchas que fueron a ver al Wilstermann que vieron con “tristeza” cómo los policías les incautaban sus martillos, estiletes y demás enseres “propios” de la conformación de una pandilla disfrazada de barra brava.

Incluso en el cine se puede llegar también sentirse asfixiado, cuando te toca una película de esas largas, alternativas, contemporáneas en las que el director es el único que sabe lo que está haciendo, el hecho de sentarse a verla es una asfixia total o sin ir muy lejos ver cómo Mad Max abandona a la heroína, mutilándose la oportunidad de volver a amar en un escenario postapocalíptico es también una asfixia o desde el otro lado de la tortilla, cuando alguien quiere decirle a otro ser que la ama desesperadamente, ya sea porque las palabras sencillamente no le alcanzan o porque la intensidad del sentirse fundido en un abrazo, no sólo lo deja mudo, sino sumergido en una deliciosa asfixia que lo hace sentir amado.

No toda asfixia es negativa y no está rodeada de gases lacrimógenos, al contrario hay asfixias positivas, incluso irreales como las que se pusieron de moda hace poco. En términos concretos sentirnos asfixiados puede ser también una bellísima señal del “sentirnos vivos”.  Zygmunt Bauman habla sobre la sociedad líquida, yo creo que más allá del estado acuático y/o sólido en el vivimos, tendríamos que añadir el vaporítico, el de la asfixia, sea interior o externa, como un factor de existencia sobre todo factico. Así que amigo lector, cada vez que se sienta asfixiado, ya sea por cualquier razón, recuerde que el mundo en sí mismo le está diciendo “siéntase vivo” y agradezca que todavía hay chance, porque peor sería pasar al estado siguiente,  el dejar de respirar y  ahí sí, no tendríamos otra chance que esperar la resurrección zombi que tanto estamos evocando. 

Anatomías
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