anatomìas
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Victor Hugo Romero
09/01/2015 - 09:23

Charlie Hebdo

En medio de la insensata muerte de los colegas de Charlie Hebdo y aún si poder comprender en sí mismo este tipo de hechos, se me vinieron a la mente muchas estampas de cuán intolerantes somos y cómo hemos logrado que nuestra intolerancia sea considerada como normal en el estante de nuestra cotidianidad. 

En medio de la insensata muerte de los colegas de Charlie Hebdo y aún si poder comprender en sí mismo este tipo de hechos, se me vinieron a la mente muchas estampas de cuán intolerantes somos y cómo hemos logrado que nuestra intolerancia sea considerada como normal en el estante de nuestra cotidianidad.

Ahora que el mundo entero expresa su total respaldo a la libertad de expresión, también es bueno considerar que dentro de este libertario concepto se incluye el respeto a las cultura y la fe de la personas. Está claro que una viñeta no mata, pero también es evidente cuánto afecta, en mi vida tengo acumuladas muchas anécdotas al respecto, cuando laburaba en los medios como periodista iconográfico, que es el término adecuado para quién hace humor gráfico.

Les cuento algunas de las anécdotas, en una ocasión realice una galería de retratos (todos tenían el mismo perfil) de los comandantes policiales, todos excepto el último (el recién nombrado) tenían el sello de “investigado” encima. La viñeta reflejaba con mucho humor la realidad policial y sus altos niveles de corrupción, el jefe me pidió que no saliera, temía que los policías se molesten con el periódico.

Un día hice el retrato de Kim Jong Un, el líder norcoreano. Él se hallaba en primer plano y de reojo veía uno de los fastuosos desfiles militares que suelen montar en su país, sólo que desfilaban soldados, aviones y tanques de juguete, suponiendo que a su corta edad, los percibía así.  El editor me dijo que temía que la viñeta pudiese provocar una molestia con la representación diplomática de ese país en Bolivia, más allá de tener que hacer el nuevo “humor” de reemplazo a la volada, me sentí halagado, de alguna manera consideraron que podía provocar una ruptura de relaciones o incluso una guerra.

En otra ocasión denuncié a tiempo un insulso monumento que querían hacer en la ciudad, me enteré por casualidad del proyecto y lo dibujé, no vale la pena contar de qué se trataba, pero la publicación de la viñeta evitó la construcción, puesto que la autoridad asumió que era un interesante adelanto del cómo la ciudadanía se burlaría del irrisorio homenaje al ego edil, mi travesura gráfica logró salvar el paisaje urbano de la llajta. 

También tuve la oportunidad de ver cómo mis viñetas impactaban en los lectores, un viejo amigo se me acercó en el “café”, para mostrarme mi viñeta recortada, la misma que había mostrado a medio mundo. En ella se recreaba la entrega de las coloridas luces que hoy alumbran al Cristo de la Concordia, recuerdo que la alcaldía hizo tal bulla que por poco declara feriado nacional, el monumento en sí estaba dentro de una tele y al pié de él, bien chiquito, casi insignificante el alcalde: Manfred.  Rematando el cuadro una flecha gigantesca hacía notar quién era el punto con jopo y bigote. Algunos amigos me contaron que en los pasillos del municipio me mentaron la madre muy duro.

Así pasan los días y yo sigo haciendo ese humor, de hecho me he ganado muchos enemigos, más ahora que cuento estas anécdotas, aún no perdí la vida, pero sigo dibujando y debatiendo conmigo mismo cuáles son los límites de la libre expresión que hoy defienden incluso aquellos que no tienen la menor idea de lo que se trata,  lejos de estas reflexiones hay cosas que me preocupan mucho más como responder a la violencia con más violencia, al racismo con racismo, efectos secundarios pero no menos peligrosos como los que hemos visto y sufrido en la redacción de Charlie Hebdo. 

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