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“Lecciones aprendidas” durante la guerra comercial en curso

La decisión del presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, de declarar “emergencia nacional” e imponer “aranceles recíprocos” a las importaciones del mundo, con pocas excepciones, ha sido la nota episódica desde el 2 de abril. Parafraseando a los medios de comunicación, lo que está pasando es una “noticia en desarrollo”, sabiendo cómo es que empezó este asunto, sin que nadie sepa, cómo es que va a terminar.

El anuncio de Trump, de imponer un arancel de importación del 10% a la generalidad de países; 20% a la Unión Europea; 34% a la China, y niveles especiales a otros, motivó dos duras respuestas: de la Unión Europea, un 25% a productos estadounidenses por 21.000 millones de euros, y, de la China, un castigo análogo del 34% a las importaciones de Estados Unidos (EE. UU.).

La Orden Ejecutiva de Trump está respaldada por un documento de la Casa Blanca, que dice que los altos y crecientes déficits comerciales que sufre EE. UU. por años, se deben a la falta de reciprocidad en el intercambio con sus socios, a los altos aranceles y barreras no arancelarias discriminatorias que castigan a sus exportaciones, además, de los subsidios, regulaciones técnicas restrictivas, manipulación de monedas y otras maniobras, mientras EE. UU. ofrece una baja protección a las importaciones cediendo su mercado a costa de su industria y la pérdida de millones de empleos (“Regulating Imports with a Reciprocal Tariff to Rectify Trade Practices that Contribute to Large and Persistent Annual United States Goods Trade Deficits”, The White House, Washington, 2.04.2025).

Algo “bueno” que se dio el 9 de abril, en medio de la escalada arancelaria desatada, fue este anunció posteado por Trump:

“Basado en el hecho de que más de 75 países han llamado a representantes de los Estados Unidos, incluidos los Departamentos de Comercio, Tesoro y el Representante Comercial de los Estados Unidos, para negociar una solución a los temas que se están discutiendo con relación al comercio, las barreras comerciales, los aranceles, la manipulación de divisas, y aranceles no monetarios, y que estos países, siguiendo mi consejo, no han tomado represalias de ningún tipo contra los Estados Unidos, he autorizado una pausa de 90 días y un arancel recíproco sustancialmente reducido durante este período, del 10%, también con efecto inmediato”

Así, EE. UU. aplicará un arancel universal del 10% a la importación de bienes, excepto a los de México cobijados en el Tratado de Libre Comercio (T-MEC) y, a los de China, a quien subió el castigo arancelario al 145%, recibiendo a cambio un retruque del 125%.

La segunda “buena noticia” de estos días fue que la Unión Europea, en una medida-espejo a la de EE. UU., suspendió también su represalia por 90 días, además de lanzar su oferta de aplicar “arancel cero” recíproco al comercio de bienes industriales.

La tercera noticia alentadora la dio el Secretario del Tesoro de los EE. UU., al anunciar negociaciones con Japón, India, Vietnam y Corea del Sur, lo que, de tener éxito, podría llevar a una oleada de conversaciones en pro del libre comercio… ¡Dios quiera que sea así! Trump no duda de la eficacia de su posición negociadora, cuando, respecto a su gran rival comercial, la China, sentenció: “Creo que va a querer llegar a un acuerdo, creo que eso va a suceder, recibiremos una llamada telefónica en algún momento y todo estará listo, será una gran cosa para ellos, será genial para nosotros, será algo bueno para el mundo y para la Humanidad” (“Trump, convencido de que llegarán a un acuerdo con China: "Recibiremos una llamada telefónica", El Mundo, YouTube, 10.04.2025).

En este nuevo escenario, todo el mundo hace cálculos de impactos. En lo que hace a Bolivia, un análisis del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), basado en las excepciones previstas por la Orden Ejecutiva, reveló que el 90% de los 263 productos vendidos a los EE. UU. en 2024 serían afectados por el nuevo arancel del 10%, equivalente al 50% de los 271 millones de dólares exportados, quedando libres de tal cobro, el estaño, óxido de antimonio, wolframio, demás antimonios y manufacturas, cobre refinado, plata en bruto aleada, aleaciones de estaño, bismuto y manufacturas, fuel oil; maderas perfiladas, aserradas o desbastadas, molduradas, tablillas y pisos de madera; libros, impresos y similares.

Finalmente, como de lo malo siempre se puede sacar algo bueno, el IBCE, en conferencia de prensa, refirió cuatro “lecciones aprendidas” en esta crisis comercial: 1) Los desequilibrios comerciales permanentes y crecientes, causan inestabilidad; 2) Nunca se debe ignorar a un socio comercial, en especial, tratándose de la primera potencia mundial; 3) Muchas veces, como ahora, la realidad puede superar a la imaginación; 4) De haber negociado Bolivia, en el pasado, el libre comercio con megamercados complementarios como la Unión Europea, países asiáticos o el propio EE. UU., hoy sería menos vulnerable y tendría una mayor capacidad de negociación.

¡Para tenerlo muy en cuenta!

Opinión
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Las crisis son oportunidades

Se le atribuye a Albert Einstein la frase de que las crisis son oportunidades. Pero lo utilizaron también varios pensadores, cuando sus análisis precisamente en las crisis sociales mundiales. Actualmente vivimos una profunda crisis económico social, no sólo en Bolivia que es ya costumbre e inercia en nuestra historia, sino también por el mundo. Dicen que el mundo cambiará totalmente cuando pase esta crisis; no sabemos a dónde vamos realmente.

En todo caso sería interesante que Bolivia por fin se acomode en serio, y resuelva de una buena vez sus problemas estructurales, para sentar las bases de una sostenibilidad en el tiempo, que sea duradera y sostenible económicamente. Después de dos siglos de turbulencias e inseguridades terribles, pues el país merece algo de seguridad y algo de paz.

Sería imprudente decir recetas al respecto, no existen. Sólo recomendaciones globales que son parte de la experiencia, compartiendo ideas con grupos o amigos preocupados en el bien del país.

En estas crisis sistémicas, espero que encontremos caminos institucionales sostenibles y con vías académicas en el largo plazo en nuestras universidades. Porque la politiquería y el compadrazgo generalizado, en todo el sistema, sólo favorece a la mediocridad y la poca competitividad generalizada. Por todo eso, pues, nuestras universidades no aportan en absolutamente nada a las enormes necesidades de la sociedad. Son islas totalmente al margen de la realidad. Y con enormes aportes económicos del Estado central.

Ojalá podamos también por fin construir un Estado moderno, institucionalizado, al servicio del país profundo, que priorice a los mejores profesionales de todas las regiones del país.

Ojalá construyamos políticas de Estado al menos modernas, apoyados con todas las tecnologías de punta que el mundo ofrece. Así, curemos de una buena vez instituciones como la policía que son las más corruptas del mundo. En definitiva, por fin como Estado podamos sentirnos seguros, apoyados para realizar negocios y empresas en nuestro propio país.

Para empezar,  cranear desde los municipios en el tema de soberanía alimentaria. Ni siquiera podemos producir trigo para nuestro pan de cada día. Pasar hambre es parte de nuestra historia, como vemos hoy las calles de nuestras ciudades que están abarrotadas de mendigos y pobres. Miles y miles de familias, junto a sus niños pidiendo limosna. O vendiendo cualquier cosa para ganarse algo de comida.

No tenemos carreteras transitables todo el año. Unas lluvias de más destruyen todo el asfalto de las carreteras porque no están bien construidas. La calidad no es precisamente algo que perseguimos. Nos contentamos con tan poco, en todo, que dejamos pasar las exigencias de alta calidad. Al menos construyamos buenas carreteras en el tramo central, pues favorecería en mucho al comercio y los viajes de la ciudadanía.

Los jóvenes no tienen oportunidades casi en nada. Lo poco que hay y precario, con sueldos miserables y de consuelo, no animan a las nuevas generaciones a quedarse en el país. Los que pueden y tienen contactos abandonan el país, aun tengan que hacer enormes sacrificios en otros lugares; pero al menos ganan más y mejor que en el nuestro.

El Estado no ha sabido hasta hoy construir políticas de Estado, hacia el comercio ambulante y lo que se llama informalidad. Son el 80% de nuestros compatriotas que se ganan la vida, como sea, en este sector sin ningún apoyo del Estado. Existen experiencias mundiales al respecto, al menos para copiar y adaptar a nuestras realidades y mejorar considerablemente la calidad de vida de millones de bolivianos. Además de mejorar las oportunidades económicas.

Tenemos millones de compatriotas también fuera del país, que en ausencia de oportunidades en Bolivia, simplemente se han ido sin pensar dos veces. Eso debería no sólo avergonzarnos, sino tomar consciencia de que hacemos tan mal las cosas que sólo expulsamos habitantes de este país. Expulsamos talentos, soñadores, constructores de presente y futuro. Pero no tenemos consciencia de eso ni mínimamente.

Pues sí, en estas coyunturas de crisis mundial y sistémica no nos queda más remedio que ponernos las pilas. Sino pues, seguiremos nomás siendo el furgón de cola en todo. Sumidos en la mediocridad absoluta en todo. Mezclando alegremente politiquería con todo. Folklorizando todo, sin consideraciones básicas institucionales. Tomándolo a la ligera, de manera irresponsable. Funcionando por inercia y como zombis alcoholizados. Y siempre, por tanto, en la periferia de la periferia incluso en nuestra región latinoamericana.

Es urgente salir de la pobreza material y mental en la que nos encontramos. No hay recetas, sino consciencia de cómo estamos. Si no queremos ser Estado fallido, es la oportunidad de ponernos las pilas, en medio de esta crisis mundial. Aprovechar que el mundo se está reestructurando, y encontrar un lugar donde nos permitamos ser nosotros mismos; pero de manera responsable y cuidando nuestra casa común que es Bolivia.

Opinión
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De los errores cupulares a la unidad necesaria

El tiempo ayuda a disipar las dudas, una vez constituido el Bloque Opositor de Unidad, fueron sus propios integrantes los encargados de develar que nunca hubo unidad ni deseo de obtenerla. Solo se aproximaron firmando un acuerdo técnico para elegir a su candidato, vale decir concluyeron que una encuesta debía resolver lo que le corresponde a la política, eludieron debatir la causa compartida y se conformaron con querer elegir al mesías, con la dificultad de que todos suponían que lo eran.

Los aspirantes a mesías disolvieron con brutalidad la esperanza que generaron,  pasaron a ser el thinner de las ilusiones populares con argumentos poco consistentes, en su afán personal  reaccionaron tardiamente, uno se dio cuenta que le tomaban el pelo  porque las encuestas son ilegales, además, sospechó que el que las financiaba podría inclinar la balanza a su favor. El otro se plantó en seco y le metió no más logrando ser elegido candidato fraccional, jura que seguirá buscando la unidad, pero bien sabe que los que lleguen tendrán que adherirse como lapas a su majestad, en medio del desencuentro no faltó el representante de la generación de cristal, que ante la trifulca aprovechó para renunciar, siempre lo hace, es su especialidad, porque el hacer política odiando la política es insatisfactorio y cualquier resquicio debe ser aprovechado para disparar y evitar un sufrimiento al que estuvo voluntariamente sometido desde hace años. 

No les importó lo que piense el pueblo, igual tendrá que ir a votar así sea por exclusión como ha sucedido en varios paises. Revivieron con su conducta un grafitti pintado en una muro de Quito que decía “te odio Abdalá (Bucaram) me obligas a votar por Rodrigo (Borja)”. 

La ausencia de una causa que enamore a la ciudadanía provocará que el voto no sea por convicción, la inexistencia del partido político que debería frenar las tentaciones de los mesías terminará por desnudar al autoritario parecido a los que se van y, para completar el desastre, las decisiones políticas tomadas por técnicos los llevará al fracaso. 

Mientras tanto el oficialismo navega con tranquilidad, porque las aguas turbulentas en las que estaba, han sido amainadas por los opositores, la pugna oposición vs oficialismo ha desparecido, por lo menos de momento, ahora se discute si el joven Andrónico es mejor que el viejo Evo o el destartalado Luchito, como si todos ellos no compartirían la misma ideología y la complicidad de los latrocinios cometidos en estos cerca de 20 años de gobierno masista. La edad es milagrosa perdona delitos y pecados, genera simpatías y convierte a uno de los conductores del fracaso plurinacional en alternativa.  

También están felices los paraoficialistas que se ufanan de no haber sido parte de ningún proyecto unitario, en definitiva, se sienten liberados de cualquier compromiso cohesionador, se pintan como una posibilidad light y neutra.  

En paralelo el país sigue un curso conflictivo y de crisis, sin que nadie haga  nada por enfrentarla desde ahora, todo esta postergado hasta agosto. Las actitudes de los pre o candidatos no prestan atención a la situación, están en otro mundo.  

La fracción que eligió un candidato está eufórica porque cree que al imponer a su ficha en la pugna interna ganó al resto, sin embargo, es recomendable que una vez pasado el festejo miren más allá de su entorno y se enteren que la oposición en su conjunto perdió frente a los otros contendientes, fue una victoria pírrica y desdibujada al patear el tablero que estaba empezando a armarse, el germen unitario ha sido herido de muerte, solo siguen respirando unidad los ciudadanos, que no les perdonarán si no rectifican su rumbo. 

Quien tiene sobradas razones para festejar es el oficialismo, todo esto le cayo como anillo al dedo, utilizó muy bien el embrollo para mover sus fichas de acuerdo a sus intereses.  

Su desalmada lucha interna pasó a un plano menor, le dio un respiro al gobierno que secundarizó la crisis, posicionó a Rodriguez como candidato viable, Evo se reactivo y se revitalizo el terrorismo de estado con la persecución a intelectuales acusados de haber sido parte de la aventura del Gral Zúñiga en junio del pasado año.  

El ministro de gobierno recurre a tan torpes como deleznables argumentos que en cualquier estado de derecho no serían tomados en cuenta ni para la broma. Él recién se percata de la existencia de otros implicados en una clara búsqueda de chivos expiatorios que justifiquen una futura represión a otros candidatos con cualquier pretexto, la estrategia Nicaragua está en curso, quieren barrer a todo lo que sea una amenaza a sus deseos. 

Mientras el poder político es condescendiente con Evo Morales y varios de sus exministros por los delitos cometidos, dejándolos en la impunidad, la policía nacional y el ministerio público son eficaces en perseguir y apresar a ciudadanos inocentes siguiendo las órdenes de la dictadura.  

La debilidad en la  que se encuentra el bloque opositor le impide implementar acciones de protesta y defensa por la persecución ilegal que ha desatado el gobierno nacional, con lo que se mantiene el divorcio entre su posicionamiento electoral y la lucha política cotidiana. Estos impulsos electorales no serán frenados, pero es necesario que esas aspiraciones se enraícen en las reivindicaciones democráticas ciudadanas y frenen las arremetidas de la dictadura.  

Como van las cosas la estrategia de ataque en abanico del MAS que hará todo lo posible para sacar del ruedo a cualquier proyecto que ponga en riesgo su reproducción del poder. En el pliegue electoral, cuenta con que  ninguno de los candidatos opositores llegará al 20 % de la votación,  el oficialismo, dividido o no, tiene un voto duro que sobrepasa el 25 %, si el paraoficialismo accede a una votación aceptable, cuidado que Quiroga y Doria Medina no lleguen ni a la segunda vuelta, y si lo hacen y ganan las elecciones, deberían saber que serán un gobierno debilucho con la necesidad de alianzas que les hará tragarse su soberbia a riesgo de tener una corta gestión gubernamental y el retorno del masismo como sucedió en el pasado. 

Están obligados a aterrizar en la realidad, la distancia que media desde ahora hasta agosto estará llena de sorpresas, el MAS no descansará un segundo en su esfuerzo copador, es un tramo que no debe ni puede ser descuidado por la 
oposición. 

Si finalmente, los mesías sobreviven hasta el mes de agosto en condiciones relativamente saludables tendrán que pasar a la siguiente fase, que debe ser inevitablemente unitaria. 

Desde el Sur
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Reconciliación, la verdadera unidad de Bolivia

“La unidad”, todos la nombran, nadie la ha visto y ciertamente nadie sabe cómo luce. Nuestros injubilables políticos, con su habitual oportunismo, la pronuncian con un tono esperanzador, cínico y manoseado. Quieren hacernos creer, que la unidad es una tarea que solo ellos pueden encabezar y usan la unidad como un eslogan de campaña.

En las últimas cuatro elecciones se habla de la unidad como necesaria, imprescindible… pero nunca pensamos en cómo se consigue realmente. Porque claro, para los políticos noventeros, unidad es juntar sus miserias en una lista electoral, repartirse cargos, seguir odiándose en privado y después traicionarse. Y ahora, la izquierda boliviana, se ha sumado a esta tendencia.

La verdadera unidad, la que nos interesa a los ciudadanos de bien, no está en los abrazos falsos de conferencia de prensa, está en algo mucho más difícil y que solemos pasar por alto segados por odios y prejuicios de uno y otro lado. Hablo de la reconciliación.

Reconciliarse no es fácil. Requiere humildad, requiere aceptar que el otro existe, piensa distinto, vive distinto, pero tiene el mismo derecho que uno a ser parte de este país. Reconciliarnos es mirarnos a la cara y decir “No pienso como vos, pero quiero vivir en paz con vos. Porque este país es tan mío como tuyo.”

Bolivia es plural. No todos son empresarios, ni todos son campesinos, no todos son de izquierda, ni todos son de derecha. Nadie tiene que renunciar a su pasado y su historia, pero todos debemos acordar un futuro común.

El problema es que somos gobernados por los peores bolivianos. Líderes que no lideran nada, caudillos que solo saben dividir, gritar, victimizarse, traicionar y amenazar. Son ellos, de ambos bandos, los que han vivido mejor, mientras todos los demás vivimos peor y enojados entre nosotros. 

Es por eso que necesitamos sentarnos a pensar Bolivia entendiendo sus particularidades. Con ideas de izquierda y de derecha, pero con sentido común, con respeto, con ganas de resolver la economía, pobreza, salud, educación, trabajo y seguridad. Hablemos de las necesidades sociales y combinémoslas con libre mercado. ¿Por qué no? Creo que el país ya no soporta más ideologías enlatadas que vienen del extranjero, necesitamos la nuestra propia.

La reconciliación no es un acto de buena voluntad, es un acto de inteligencia, es la revolución necesaria, porque Bolivia no entra en un solo molde, necesitamos un acuerdo donde todos quepamos sin aplastarnos. Menos caudillos, rabia, división, odios y más constructores de puentes y propuestas.

 

Este pensamiento alude a los años que vienen, no a las elecciones de agosto. Es un camino largo que hay que empezar a andarlo. Reconciliemos Bolivia.

 

Marcelo Ugalde Castrillo

Político y empresario

Opinión
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Semana Santa en un mundo violento

En estos días el mundo católico recordará la pasión de Cristo. Es decir, el sufrimiento de Cristo en manos de las oligarquías judías que después le asesinaron en la cruz. Eliminaron a un hombre que decía las cosas por su nombre, denunciaba las injusticias de su tiempo y condenaba toda opulencia rica corrupta, como el manejo de la religión en favor de los más poderosos. Era en definitiva un revolucionario de su tiempo.

Pero precisamente los poderes de este mundo, convirtieron a Cristo en un santulón cristiano. Aquel que sólo rezaba y rezaba para resolver los problemas estructurales de su tiempo. En realidad, era un hombre que no rezaba para auto contemplarse, sino para desafiarse en medio de problemas: hambre, miseria, hipocresía, corrupción e impunidad de las oligarquías judías y del imperio romano ocupante de los territorios de Palestina.

Cristo no fue un santulón que perdía su tiempo rezando. Exigía que si creían en Dios, transformen el mundo. Que arriesguen sus vidas en cambiar las injustas estructuras sociales de las sociedades. Ese fue el verdadero mensaje de Cristo, no lo que hoy se hace en su nombre: rezar y ser cómplice de las injusticias sociales. Porque las cúpulas cristinas, sólo encubren a los poderosos, pues ellos pueden sólo rezar y rezar mientras sus mesas están llenas de comida lujosa, y viven en palacios de lujo. Por supuesto que pueden rezar felices y contentos, no les hace falta nada materialmente.

El mundo de hoy no es el mismo de hace miles de años, cuando Jesús llegó al mundo. Sin embargo, las condiciones económicas y de injusticias siguen siendo las mismas. Tenemos otros imperios coloniales, como el romano en tiempo de Jesús, tenemos injusticias estructurales que se expresan en hambre, miseria, explotación laboral y expoliación de riquezas de los países más poderosos, sobre la miseria de los países más pobres.

En estos tiempos violentos, donde la fuerza bruta y soberbia es la constante de los comportamientos humanos por todo el mundo, se necesita gente de mensajes para la esperanza de la humanidad. Cristo era en sí mismo una esperanza, porque se puso en favor de los más desposeídos de su tiempo, por eso lo asesinaron los judíos de las clases altas. Ofreció los cielos a quiénes no se rindan en la vida, y condenó a los poderosos y ricos de su tiempo.

Ese Cristo histórico, sin embargo, fue convertido en un personaje sin sentido que sólo rezaba y contemplaba el mundo sin hacer nada. Lamentablemente, hoy Cristo es sinónimo de un santulón que sólo sirve para rezar, para  perdonar a los corruptos, a los impunes del poder, a los asesinos de la historia. El Cristo actual sólo es un instrumento para encubrir a los más poderosos de las sociedades, para adormecer a las consciencias de todo el mundo. Para no hacer nada, sólo rezar y rezar hasta el fin de los tiempos sin hacer nada por los marginados y el mundo.

Las religiones seguirán siendo una parte importante en nuestras culturas. Pero no pueden convertirse ideológicamente en instrumentos de explotación. Los resultados de siglos de manipulación y de haber convertido a Cristo, en sólo un ser que se dedicaba a rezar a hecho mucho daño por todo el mundo. Ese adormecimiento de las mentes y mentalidades del mundo, sólo ha producido religiosidades que encubren a los más poderosos del mundo. Que encubren la impunidad y la corrupción mundial.

En estos tiempos violentos, de restauración imperial conservadora, de democracias totalmente devaluadas y prostituidas, ciertamente se requieren religiosidades activas para transformar la sociedad. Religiosidades que den esperanzas a la humanidad, no sólo religiosidades de contemplación y de autoflagelación espiritual. Se requieren otros Cristos, que animen a sus feligreses a la lucha cotidiana de hacer de este mundo, pues un mundo mejor.

Lamentablemente las jerarquías religiosas, nos mostrarán otra vez en esta semana santa a un Cristo santulón y de rezos al infinito. A un Cristo que perdona a criminales y asesinos. A un Cristo manipulado y hecho parte de las oligarquías actuales, por todo el mundo.

Pero hay que saber que ese Cristo nunca existió. Sino fue felizmente un Cristo combativo, exigente moralmente con los gobernantes corruptos, exigente con las sociedades hipócritas, denunciaba las injusticias y las contradicciones de la ley judía. Hay que saber que lo mataron por todo eso. Para Cristo los rezos servían sólo para pedir fuerzas a Dios, y seguir en las trincheras de la vida en función de hacer de este mundo el cielo y el paraíso.

Ni modo, tendremos que soportar otra vez en semana santa rezos y mensajes sin sentido alguno. Fuera de la realidad de este mundo. Fuera de la coyuntura histórica de este mundo. Y los feligreses en general, están también sometidos a estos mensajes anti cristianos, es decir que encubren adormecidos las injusticias estructurales de nuestro mundo.

Opinión
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¿Cómo hacer frente a la subida de aranceles en los EE. UU.?

El 2 de abril de 2025 no pasará desapercibido para el mundo, en especial para los Estados Unidos de América (EE. UU.), luego que el presidente Donald Trump anunciara la aplicación de “aranceles recíprocos” a los productos que importa de casi todos los países del orbe, derivando ello en serios desbalances: el déficit comercial en 2024 superó el billón de dólares (1.202.872.000.000 de dólares). 

La medida consiste en imponer un arancel adicional del 10% a la importación de bienes, de forma general; del 20% a los de la Unión Europea y del 34% a los de China. 

EE. UU. es el mayor importador mundial; el pasado año compró productos por la estratosférica suma de 3,3 billones de dólares (3,3 millones de millones de dólares); de otra parte, es el segundo mayor exportador -después de China- con ventas de 2,1 billones de dólares; la diferencia refleja el déficit de 1,2 billones de dólares ya comentado, siendo esta preocupación la que impulsó a Trump a optar por la subida de aranceles para defender su mercado de quienes, a su entender, impiden que las empresas estadounidenses les exporten más. La medida preocupó a casi todos, con pocas excepciones, ya que -vaya uno a saber por qué- Rusia, Corea del Norte, Bielorrusia y Cuba, no fueron afectadas. 

Más allá de que la medida pueda ser denunciada ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) como un incumplimiento, el grave riesgo de una guerra comercial con los principales protagonistas del comercio internacional es alto. Como era de esperar, China respondió con un arancel recíproco del 34% adicional para las importaciones desde EE. UU., profundizando aún más la conmoción a nivel global, poniendo en rojo los mercados bursátiles en el mundo. 

Algunos dirán que la motivación de Trump tiene que ver con la baja competitividad de la industria estadounidense, pero: ¿Qué si Trump tiene razón al decir que ese mercado estaba casi abierto arancelariamente y cumplía los compromisos de facilitación del comercio, mientras que los países que lo aprovechan imponen trabas a las exportaciones de los EE. UU.? 

A decir del Presidente Trump, la medida apunta a equiparar las condiciones de competencia, aplicando aranceles adicionales que reflejen las dificultades que enfrentan sus exportadores: protección arancelaria en frontera; barreras no arancelarias, como prohibiciones, obstáculos aduaneros y entorpecimiento del comercio; y, las trabas paraarancelarias en cuanto a barreras técnicas, sanitarias y fitosanitarias aplicadas inconsistentemente; falta de transparencia, y discriminación en las compras gubernamentales; irrespeto de la propiedad intelectual y competencia desleal de las empresas estatales, entre otras. 

La esperanza de Trump es que la protección del gigantesco mercado estadounidense, de más de 300 millones de consumidores con un alto poder de compra, equipare las condiciones de acceso con países que no solo protegen, sino, sobreprotegen sus mercados; también, que esta medida promueva la inversión, la industria y la tecnología en su nación, en aras de la “seguridad económica y nacional”, y genere mejores oportunidades para sus sectores productivos así como para los trabajadores, siendo la apuesta final, en sus palabras, recibir “ofertas fenomenales”, vale decir, mejores condiciones para sus exportadores, utilizando para ello el arancel como arma de negociación (“Trump está abierto a negociar los aranceles tras el cierre de Wall Street con una caída del 14%”, Euronews, 4.04.2025). 

Pero, podría haber algo más: ¿Se imaginan el descomunal incremento de recaudación por los mayores aranceles, aunque suban los precios y quien pague sea el consumidor? Sólo con aplicar un 10% adicional, obtendría unos 300.000 millones de dólares. De no provocar ello una abrupta caída de la importación no solo ayudaría a bajar su déficit comercial y fiscal, sino, su deuda pública. 

¿Afectará esta medida a nuestras exportaciones a los EE. UU.? Claro que sí, más que a muchos. Un arancel adicional del 10% nos restará competitividad frente a quienes estén exentos de tal cobro, como México, gracias a su acuerdo de libre comercio tripartito con Canadá; o, a los que negocien futuras rebajas arancelarias o lleguen con menores costos de transporte a ese país. 

Por cierto, las exportaciones de Bolivia a EE. UU. en 2024 sumaron 271 millones de dólares y las importaciones desde dicho país, 809 millones. Prácticamente nada, comparado con la República Socialista de Vietnam que, pese a su ideología y a una guerra con EE. UU., le vendió 136.000 millones de dólares (casi 3 veces nuestro PIB y 15 veces nuestras exportaciones) y le compró 13.000 millones, logrando un generoso superávit de 123.000 millones. Pragmatismo, se llama eso… 

Es de esperar que a nadie se le ocurra una “retaliación” contra EE. UU., al contrario, restablecer las relaciones diplomáticas rotas el 15 de diciembre del 2008 por la expulsión del Emb. Philip Goldberg, sería algo inteligente, con la mira puesta en lograr un trato especial de parte de la primera potencia mundial.

Bucando la verdad
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Dunn y Paz, a la sobra de los egos

Mientras los de siempre siguen repartiéndose micrófonos, renuncias y traiciones, hay dos figuras que se han mantenido al margen del circo central de la política boliviana, son dos jovenzuelos de 57 añitos. Hablo de Rodrigo Paz Pereira y Jaime Dunn, que bien podrían representar una alternativa, algo distinto para el segmento de votantes anti MAS, mismo que es engañado y decepcionado una y otra vez, y se ha visto obligado a votar por el ungido de turno proveniente de las encuestas. Le guste o no.

Rodrigo Paz ha hecho política desde hace años, no es necesariamente nuevo. Fue diputado, alcalde de Tarija (gestión a la que no me referiré), hoy senador, tiene trayectoria y experiencia concreta en gestión pública. Ha demostrado habilidades políticas, ha visitado casi todos los municipios del país, algo que no todos pueden mostrar. Tiene buena oratoria y un nombre en la política nacional. Pero a pesar de eso, no ha logrado hacerse notar lo suficiente. La atención sigue secuestrada por los que siempre defraudan.

Jaime Dunn viene del mundo económico, el académico. Tiene una carrera sólida y destacada fuera del país y una participación activa como analista y columnista. Es claro, riguroso, y ha sabido explicar la economía con solvencia. No tiene formación política en el sentido tradicional, pero eso, en este contexto, no es un defecto que lo excluya, porque muchos que están en política tampoco la tienen. El problema de Dunn, igual que el de Paz, es la soledad. No se les ve respaldados por un equipo o una estrategia clara de proyección nacional.

Y es que, sin estructura, aunque sea circunstancial y poco sostenible en el tiempo (como suelen ser), en un país donde la política se mide por encuestas antes que, por contenido, es muy difícil hacerse escuchar. Esa es una de las grandes trabas para cualquier figura que no esté dentro del club de la vecindad del chavo. Pero esa misma falta de estructura también los libera, no tienen que negociar con el pasado ni con oportunistas, ni rendir cuentas a jefes políticos oxidados. No cargan la mochila de las derrotas pasadas, ni las sospechas de pactos implícitos con el oficialismo.

A Dunn podría reclamarle que clame por un liberalismo importado que nada tiene que ver con la realidad de Bolivia. Paz la tiene algo más clara.

La solución no se puede encontrar en el problema. La discusión sobre liderazgo opositor se sigue centrando en los que ya fracasaron, en los que, por acción u omisión, han sostenido al MAS durante dos décadas. Frente a eso, cuesta entender por qué no se apuesta por perfiles como los de Paz o Dunn. No son un proyecto político como tal, pero, si alguien nos va a engañar o sorprender, que sea alguien nuevo.

Opinión
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9 de abril a pesar del tiempo y la historia

Está claro que la Revolución del 9 de abril de 1952, protagonizada por mineros, obreros, campesinos y clases medias pobres en armas, fue el único acontecimiento que dio vuelco a la tortilla de nuestra historia. Tuvo que ser una Revolución, para que millones de compatriotas sean por fin reconocidos como habitantes reales, como bolivianos integrados con derechos y deberes. Destruyendo a la vez las visiones coloniales y marginadoras de la historia tradicional oligárquica.

Tuvo que ser sangrienta, con enormes sacrificios de parte de los sectores pobres y obreros. La ceguera y testarudez de los sectores oligárquicos, frente a una realidad absolutamente objetiva de millones de desplazados, de marginados del sistema educativo, marginado de la economía, marginados de sus básicos derechos, ya no era sostenible a mediados del siglo XX.

Sin embargo; oh sorpresa, mineros y campesinos armados y dueños de la Revolución, entregan en bandeja de plata su conquista histórica a clases altas que nada tenían que hacer en aquellos momentos históricos. Quizás el miedo a los manejos burocráticos; quizás el miedo a construir o reconstruir totalmente las instituciones y el Estado. Lo cierto es que las masas armadas y dueñas de ese proceso, entregaron el poder a quiénes no debían.

En todo caso, la historia seguirá debatiendo aquel acontecimiento importante. Y ojalá el aprendizaje y las lecciones de aquellos hechos, con sus luces y sombras, tomen relevo en las nuevas generaciones. Pues, aquella Revolución nos mostró con claridad, que las clases altas y medias no tenían consciencia real del país. Sobre todo, del país profundo. Todos los hechos posteriores: dictaduras militares y civiles, fueron didáctica del conocimiento sobre la consciencia de las clases pudientes, respecto del país.

Pero es cierto también, que las sombras de la Revolución fueron enormes. El racismo congénito de un país colonizado hasta los tuétanos, la discriminación hacia las mujeres, no se resolvieron. En un país de mentalidades conservadoras y retrógradas no se pudo avanzar más allá de sus propios límites.

Si para mantener la libertad, los derechos humanos, y todo lo que ha logrado aquella Revolución y los procesos sociales de avanzada que han venido después, se requiere otra Revolución, pues que así sea. El ejemplo del 9 de abril seguirá siendo una llama en el firmamento de los sectores marginados.

En estos años de barbarie occidental gringa, donde todo se ha degradado hasta niveles insospechados, requerimos elevar nuestros grados de consciencia patriótica. Vamos siglos y siglos repitiendo errores que siempre nos llevan a derrotas, a sacrificios de sangre e inhumanos que no son justos. El capitalismo se hace cada vez más sanguinario y peligroso. El genocidio en Palestina y la guerra de Ucrania, muestran precisamente los grados inhumanos a los cuáles están cayendo quiénes son los gendarmes del sistema mundial capitalista. La experiencia nos dice que los sirvientes por el sur del mundo, simplemente se prestarán a esta tarea homicida.

Que la Revolución del 9 de abril de 1952, alumbre en la esperanza de que siempre es posible que los pueblos sean libres, frente a la degradación humana de la explotación y la expoliación de las riquezas. La Revolución de 1952 abrió en la historia una enorme puerta a los cambios y transformaciones sociales, frente a las visiones retrógradas, racistas y coloniales que siguen imperando en el mundo.

Pues en momentos de barbarie occidental gringa, acudir a nuestra memoria histórica de cambios y transformaciones para no quedar en la trampa del miedo y la cobardía. Transformaciones que han sido los motores para construir un país más justo, un país más nuestro y algún futuro claro hacia las nuevas generaciones.

Pero el aprendizaje y la experiencia sobre los errores que se cometen, que el pueblo paga muy caro, deben ser lecciones concretas en las nuevas generaciones. La Revolución del 52 nos muestra con nitidez esos errores, que no aprendimos y cometimos los mismos errores en otros momentos de cambios sociales. Retrasando procesos económicos y sociales, que sólo nos debilitan como Nación y nos hacen más dependientes del capital internacional.

Recordemos a la Revolución del 9 de abril de 1952, como el gesto más importante de una gran parte del pueblo boliviano, para cambiar las estructuras económicas y las mentalidades que devenían desde la colonia. Aquellos heroicos hechos, sobre la base de muertes y sufrimiento, abrieron las posibilidades de sueños y realizaciones que jamás habían contemplado las élites republicanas.

El 9 de abril del 52 es la bandera más clara y el ejemplo más preciso, para seguir en los derroteros de construir Estado en serio, y Nación para todos. Ese abril revolucionario del 52 tiene que ser el estandarte que guíe en los distintos caminos, de construcción económica y de justicia social. Estandarte para buscar mejores oportunidades económicas, sociales y de sueño en nuestra Patria. Y que los fracasos de aquella revolución, no opaquen los legados que hasta hoy tenemos en el país.

Opinión
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“Solo el pueblo salva al pueblo”: versos para una patria que aún resiste

Hay momentos en que una nación se mira al espejo y no se reconoce. Ve en su reflejo una tierra rota por dentro, tan golpeada que tiene el rostro desfigurado, una patria cansada de promesas, un pueblo que carga siglos de pobreza. Bolivia vive hoy ese instante suspendido en el tiempo, ese cruce de caminos donde el alma colectiva busca respuestas y trascendencia, mientras quienes nos “lideran” se pierden en la miseria de quién se aprovechan de la desorientación, desdicha y desmoralización de un pueblo que entre sollozos y lagrimas no entiende porque es tan desgraciado.

Pero en medio del ruido, entre las grietas del desánimo, hay una frase que se vuelve canto, eco, tambor en el pecho: “Solo el pueblo salva al pueblo.”

Y no es consigna. Es verdad sembrada en la tierra, verdad tallada en la memoria de nuestras luchas, en la memoria de nuestras heridas, de nuestros muertos, el tejido social que necesita reencontrarse en las calles con vecinos, familia, amigos, pero también desconocidos. Claro que sí, nuestros telares comunitarios llegan cargados de memoria viva, en las canas de nuestros abuelos, en la angustia de nuestros padres que se organizan cuando el Estado no llega, cuando los discursos ya no alcanzan. El pueblo es, ha sido, y siempre será nuestra última línea de defensa ante los abusos, indiferencia y excesos del poder.

Porque mientras la gente con dinero se atrinchera en sus cálculos sectarios, el pueblo hoy teje redes invisibles de convivencia, conciencia y resistencia. Mientras discuten los viejos caudillos de izquierda-derecha sobre quién tiene el derecho divino a regir, el pueblo alimenta a sus hijos, comparte el pan, inventa soluciones.

Bolivia no necesita más salvadores mesianicos. Necesitamos prender fuego a nuestros corazones, ese fuego que hace posible la transformación. La unidad viva que nace del dolor compartido, de ese rostro lleno necesidades que te mira a los ojos, y te extiende la mano en la calle en busca de ayuda. La unidad nos recuerda que somos parte de algo más grande y que nuestra rabia o nuestros miedos no son aislados, somos parte del otro, y si el otro cae, yo también caigo, todo es cuestión de tiempo.

El país sangra, sangra en su economía, en sus instituciones, en la moral de quienes nos lideran. Pero aún late, y late porque aún hay pueblo, porque aún hay voces valientes que no han sido silenciadas, manos que siguen sembrando, ojos que no han dejado de mirar a los costados, a nuestros hermanos que sufren como nostros.

LA UNIDAD no es una opción, ES NUESTRA PRIORIDAD, es prioridad volver a reconocernos en el otro, es prioridad volver a hablar sin odio, es prioridad volver a mirarnos como iguales, es prioridad identificar a los verdaderos enemigos, es prioridad recordar que esta tierra nos pertenece, es prioridad volver simplemente a ser pueblo. Porque al final del día, cuando todo arda, seremos nosotros los que vamos a decidir los destinos de en nuestra amada patria.

Opinión
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MNR, 73 años después de la revolución nacional

Hace 73 años, el Movimiento Nacionalista Revolucionario rompía roscas y hacia tronar cañones, los milicianos se atrincheraban, y estallaba la revolución que sacudió los cimientos de la vieja república. Nacionalizó las minas, impulsó la reforma agraria, universalizó el voto. Fue el partido más influyente de la historia boliviana. Pero esa fuerza movimientista se extinguió por obra de sus propios herederos.

El glorioso partido ha sido reducido, en algunos “comandos”, a un pasatiempo de jubilados, en otros, a un mero instrumento de canje en tiempos electorales, y en general, se ha reemplazado la política por el pleito fratricida. Un partido en litigio donde ya no se generan ideas, ya no se persigue el poder. Quienes lo manejan no son líderes, sino meros operadores que no han sabido estar a la altura de su conducción.

Yo crecí y me formé en ese partido. Lo vi en el gobierno, lo viví en campaña, aprendí de grandes nombres escritos en la historia. Eran tiempos en que ser movimientista era una identidad que se llevaba con orgullo. Hoy, lo veo derrumbarse por la torpeza de los que olvidaron sembrar nuevas generaciones, y que, por sentirse avergonzados, poco capaces o lo que fuera, no supieron creer que el partido podía levantarse. La última camada formada por el MNR fue la mía, y paradójicamente, fuimos los primeros en ser desechados por estructuras anquilosadas que no toleraban ni el cambio ni la crítica, y que no soportó nuestra revolución generacional.

La política boliviana sufre de una enfermedad que ha propiciado la falta de formación de liderazgos y la incapacidad de mirar más allá del cálculo inmediato. Todo esto por la ausencia de partidos políticos construidos desde la lealtad a los principios, a los pensamientos y la visión de país. El MNR cayó víctima de ese mal nacional, y lo hizo con una dignidad menguante, traicionando su historia y olvidando su promesa de futuro.

Muchos compañeros aún creen en su resurgir y lo comparan con el ave fénix, pero no advierten que el mito sólo se sostiene si hay fuego y cenizas listas para ser avivadas. La música dejó de sonar hace años, quizá desde aquel error histórico de no participar en las elecciones de 2009. Fue una decisión que, no solo marcó la ausencia en la papeleta por primera vez en más de 50 años, sino que provoco el exilio voluntario de la política. Desde entonces, el partido dejó de existir como fuerza activa y comenzó a mutar en memoria y nostalgia. La sigla esta cansada, manoseada, y no se siente capaz de llenar nuevamente los libros de la historia.

La prensa ya no menciona a los líderes del MNR, porque no los hay. Menciona a “el jefe del MNR”, ese eufemismo burocrático que encierra la ausencia de existencia. Un partido con mística, pero sin rostro, sin propuestas, es solo una herramienta en busca de un usuario. Y una herramienta vacía, en manos incorrectas, es un instrumento de prestamistas, no de constructores.

No sé si el MNR resurgirá. No sé si volverá a ser la fuerza histórica que alguna vez fue. Lo que sí sé, es que fue el partido más grande que este país ha tenido. Y aunque hoy ya no formo parte de sus filas, aunque camine por otros senderos, no se me quita lo mono y mi corazón siempre será movimientista.

Opinión
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