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Revolución como solución a los desastres

El regreso de los fascismos por todo el mundo, pone en tela de juicio a la democracia de tinte occidental. Democracia que sólo ha demostrado encubrir los intereses de los ricos, de las empresas de armamento, de los Bancos que son lo peor para la convivencia mundial, de la delincuencia de cuello blanco por todo el mundo. Si ese regreso de las mentalidades más tradicionales es evidente, como del conservadurismo ideológico, es entonces legítimo el regreso de la posibilidad de las Revoluciones sociales y obreras.

Las Revoluciones en la era moderna han sido soluciones radicales; pero legítimas frente al desastre de los modelos políticos que sólo destruían a los más pobres, en función de unos pocos ricos. La Revolución francesa fue precisamente un hito histórico cuando volcaron la tortilla, destruyeron a las clases sociales nobles de reyes, obispos corruptos, señores feudales que pues mantenían a un país totalmente sumido en la corrupción: social, económica e institucional. Dicha Revolución llevó a Francia a modernizarse, con leyes más inclusivas y justas, con sistemas políticos democráticos, sobre todo con un sistema en favor de los más pobres. 

Las democracias de modelo occidental simplemente ya no dan oportunidades a las nuevas generaciones. La corrupción ha ganado terreno por todo el mundo. Con ello se ha destruido la institucionalidad y las clases gobernantes se han corrompido totalmente. Por eso la llegada de los neofascismos, con cuello blanco libertario, y el retorno de las mentalidades ultra tradicionales y conservadoras. Por estos lados del mundo, seguimos teniendo defensores torpes y poco inteligentes alabando a las democracias occidentales. Generalmente de clases altas y acomodadas, es decir al margen de nuestras realidades de la Bolivia profunda.

En cambio, la pobreza y la miseria siguen creciendo en medio del show de discursos. Nuestras calles se han llenado de niños y mujeres pobres y miserables, de ancianos pidiendo limosna. En medio de trifulcas políticas que sólo alargan el sufrimiento cotidiano, de millones de compatriotas que poco a poco se cansan de esta democracia occidental. 

Cierto también que algunas revoluciones se prostituyeron con el tiempo, se corrompieron en contra de las masas y el pueblo. Por eso la literatura liberal ya no lo considera como posibilidad en el mundo. Creo lo contrario, pues la miseria campante por todo el mundo, el crecimiento de la pobreza y el hambre, simplemente nos están acercado otra vez a la posibilidad de Revoluciones en el mundo. 

En Bolivia, la memoria larga nos mantiene en guardia. La Revolución del 52 fue un hecho histórico contundente. Boicoteado totalmente desde adentro por las burocracias clase medieras. Sin embargo, ya tenemos un aprendizaje al respecto. Sabemos exactamente que clases sociales sólo boicotean y son cómplices destructivas contra los procesos sociales de avanzada. Esa experiencia es fundamental para avanzar en las próximas escaladas, en los próximos procesos de cambio. El otro elemento es la corrupción. Corrupción totalmente destructiva y en contra de los pueblos, en contra de la moral y ética básica de la política y del sentido común de los pueblos. Porque es cierto que hay gente sólo oportunista, absolutamente en contra de los procesos de avanzada que exigen las masas.

Las paradojas de la historia mundial son por cierto interesantes. Las promesas de la modernidad han fracasado totalmente. Ni las inteligencias artificiales, ni las revoluciones industriales y tecnológicas son suficientes para mejorar la calidad de vida en el mundo. Todo lo contrario, la miseria y el hambre son apocalipsis actuales y son el freno a los sueños humanos. Pues mejor que vengan Revoluciones, como retornos ante el desastre generalizado del mundo, producto del sistema degradado y corrupto. 

Pensar en esa posibilidad: Revolución, es otra vez una real alternativa. Ojalá esta vez, podamos ver las cárceles lleno de burócratas, como muestra del destino cuando las Revoluciones estallan. Cuando las fuerzas de la naturaleza humana hablan, en función de la justicia, en función de la ética y moral para volver al carril de las utopías humanas. La sangre no es una necesidad de los cambios; pero cuando no hay ya posibilidades para el pueblo, cuando la miseria y el hambre empujan a la calle, ni modo. Sacrificios que riegan el futuro del mismo pueblo.

El mundo se acerca a precipicios impensables sólo hace 10 años. La locura del desastre viene sobre todo del occidente cavernario, que muestra sus dientes guerreros y sangrientos por todo el mundo. Dueños del sistema, dueños del sistema financiero injusto y totalmente pirata frente al mundo, dueños de las instituciones de la NNUU, que sólo defiende los intereses de los más poderosos y fuertes en armas y bombas atómicas. 

En esos escenarios totalmente contra la humanidad, contra las posibilidades de convivencia realmente civilizada y democrática, sólo queda esperar otra vez el sueño de las Revoluciones. Pero con experiencias del pasado reciente, para no cometer tantos errores que sólo cuestan sangre a las masas. Sobre todo con las experiencias de las tragedias de la burocracia, y de la corrupción sangrienta.

Opinión
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La entelequia de ser el corazón de Sur América

El triste espectáculo que nos obligó a presenciar el TSE en el pasado encuentro multipatidario, se constituyó en el sumun de las contradicciones de un sistema político decadente y que visiblemente ha agotado su ciclo. 

Mientras este circo romano se alimenta de una creciente violencia, inclusive con la sangre de algún alcalde mirón y desubicado, de a poco se diluye una de las mayores posibilidades que tiene Bolivia en el gran proyecto de integración y articulación geopolítica regional. 

Nuevamente presenciamos la posibilidad de que Bolivia pierda la ventaja natural que nos da ser el corazón de Sur America, esa cualidad natural geopolítica que nos convierte en el epicentro de esa articulación regional tan ansiada por todo nuestro continente. 

No obstante, este gran desafío requiere de inversiones millonarias, inversiones serias con las que hoy no cuenta el Estado, Bolivia necesita invertir urgentemente para convertirnos en el Hub Logístico de la región, inversiones en infraestructura caminera, un sistema de ferrocarriles integrado, aeropuertos que se conviertan en nodos de la economía regional, así como nuestras hidrovias que hasta hoy no cuentan con el suficiente ancho, dragado y accesibilidad como para ser una vía eficiente de interconexión con el atlantico. Sí a esto le sumamos nuestra cultura del bloqueo, terminamos por axficciar nuestra posibilidad de convertirnos en las venas por donde fluya el comercio de la región. 

La exclusión de Bolivia del Corredor Bioceánico con un costo de 10.000 millones de Dólares, constituye un hecho dramático para los intereses nacionales, consolidando nuestra meditarreneidad, aislándonos de nuestra propia región, postergando así la posibilidad de inversiones multimillonarias que a su vez generarián empleo, crecimiento y diversificación económica.

Mientras por un lado hacemos esfuerzos de integración, puesto que ahora somos miembros plenos del MERCOSUR y en esa condición somos el único país que también forma parte de la CAN, da la impresión que estos esfuerzos no forman parte de una Política de Estado sería, planificada y que busque una forma de integrarnos eficientemente dentro los circuitos globales del comercio internacional.

Los bolivianos somos gente trabajadora, gente que madruga todos los días para llevar un plato de comida a nuestra mesa. No podemos ser rehenes de un pequeño grupo miope de politiqueros que lo único que buscan es defender sus ambiciones personales e intereses de corto plazo, a costa del futuro de nuestra amada patria.

Es necesaria una Ley que prohiba los bloqueos, no hablamos de eliminar el derecho a la protesta, que sin duda tiene que evolucionar a otras vías que no perjudiquen al crecimiento y progreso de nuestra amada Bolivia.

Opinión
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Bicentenario: preguntas clave

Nuestro Bicentenario debería ser un profundo examen de nuestra historia. Pero no lo será, sino más de lo mismo en la historia tradicional. En todo caso, hay que rescatar a la historia crítica, es decir a aquella que al menos interroga y relata los acontecimientos de manera que la verdad, a pesar de todo, sea rescatada para las nuevas generaciones. 

Una de las preguntas clave es si es que hemos tenido libertad y justicia, después de los quince años de guerra de los guerrilleros patriotas junto a  varios militares patriotas, contra el poder del imperio español. No hemos tenido libertad, porque aquella guerra por la independencia fue aprovechada para reemplazar a la burocracia realista, por la burocracia republicana que eran hijos de los españoles, nietos, sobrinos, parientes del poder realista. Además tenían experiencia de sobra en el manejo del poder estatal.

Por todo eso es ridículo tener una “casa de la libertad” en Sucre. Ese invento de las oligarquías republicanas, como parte de la burocracia estatal republicana. Un gesto totalmente anti popular, anti indígena y anti obrero por todo lo que sucedió después de la guerra por la independencia. De hecho, los patriotas como el Tambor Vargas o Juana Azurduy de Padilla, no estuvieron en la firma por la independencia, quiénes firmaron fueron los mismos burócratas del realismo convertidos oportunistamente a las filas de la independencia.

Otra de las preguntas es sobre el Estado republicano. Un Estado anti indígena, anti obrero y anti popular por esencia. Por eso las organizaciones sociales a lo largo de la historia, tienen experiencia de organización contra el Estado precisamente. Pues teníamos que defendernos del Estado y su poder corrupto. Un Estado republicano racista, pigmentocrático, marginador absoluto de los derechos básicos del pueblo. Estado que cambió en algunos aspecto recién en el año 1952, cuando la revolución de aquel año, producto de la bronca histórica de mineros, obreros e indígenas contra ese Estado.

La otra pregunta clave es sobre la realidad de la sociedad civil. Sociedad civil que heredó castas privilegiadas y racistas desde la colonia, contra todo lo demás. Que hasta hoy no hemos podido romper esas terribles costumbres clasistas y de visiones totalmente segmentadas, totalmente al margen de las realidades de la Bolivia profunda. Si bien hemos avanzado en estos últimos años, no hemos resuelto definitivamente estos traumas históricos que por supuesto afecta en la práctica del funcionamiento institucional: burocracia estatal actual. Afecta en el funcionamiento de la globalidad de la sociedad civil.

En definitiva, tenemos enormes problemas estructurales herencia de la historia tradicional que no terminamos de enfrenarlo, de resolverlo y consensuar colectivamente. El peligro que corremos, al no enfrentarlo correctamente, es seguir desestructurados socialmente. Además, todavía peor el mayor peligro que corremos es enfrentarnos brutalmente, como en otras realidades de dimensiones parecidas. Es decir, no tenemos otras salidas que el de consensuar y ponernos de acuerdo por el bien de las generaciones jóvenes, por el bien del país y de nuestra historia. Y pues, el Bicentenario podría ser una excusa importante para reflexionar abiertamente de todos estos traumas no resueltos en nuestra historia.

Estar a la altura de estos acontecimientos es una necesidad crucial. Los líderes y políticos de todas las tendencias tienen que ponerse las pilas, tienen que escuchar a la historia desde abajo, desde donde siguen las demandas desde el nacimiento mismo de la Nación. Hay demasiada miseria y egoísmo en varios supuestos líderes, que no están a la altura de estos enormes acontecimientos estructurales. 

En los demás países que festejaron a su turno sus bicentenarios, realmente no pasó nada extraordinario. Fueron eventos otra vez tradicionales, banales, para la foto y los tontos discursos de ocasión. Hubieron también Bicentenarios paralelos, de sectores alternativos o críticos con las historias tradicionales; pero sin mucha influencia regional. Se realizaron investigaciones sobre aquellos Bicentenarios, la mayoría no están todavía a disposición para las reflexiones respectivas.

A pocos meses de estos festejos, pues nos encontramos otra vez con problemas sobre visiones políticas e ideológicas. Prueba de lo desestructurados que seguimos, que ni siquiera hemos logrado niveles de nacionalismos patrióticos. Seguimos nomás sin consensos sociales, sin capacidad de definir estrategias conjuntas que nos permitan sobrevivir como colectivo. Ya estamos en el siglo XXI; pero nuestras costumbres están estancadas en el siglo XIX. La modernidad no nos ha tocado, sino como adornos superficiales sin influir en casi nada: en lo mental y material.

Estamos a pocos meses del Bicentenario. Pocos meses que es poco tiempo para consensos mayores. Al menos que nos sirva para tomar conciencia de nuestros estructurales problemas, sin tener la capacidad de resolver desde hace siglos. Postergándolos a las calendas griegas, con excusas varias pero sobre todo con inutilidad política. Qué poco respeto hemos tenido por los patriotas guerrilleros, entre ellos Tambor Vargas, que sacrificaron sus vidas en beneficio del país profundo; sin que las generaciones posteriores hayamos hecho algo.

Estamos a pocos meses del Bicentenario, ocasión de reflexión y toma de posturas en bien de la Nación y sus distintos pueblos, que heredamos historias no entendidas y no comprendidas por la república. 

Opinión
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El gran mercado desaprovechado de los Estados Unidos de América

Hace poco más de diez años escribí, desde lo más profundo de mi corazón, una columna titulada “La amenaza verdadera”, basada en el Foro “Claves para una Economía Innovadora, próspera e inclusiva” al que gentilmente fui invitado por CAINCO (29/AGO/2013); me referí a la Conferencia “Innovación para el desarrollo – Políticas públicas exitosas para países emergentes” ofrecida por el Dr. Juan Enríquez Cabot, de la Universidad de Harvard, científico y asesor de varios gobiernos, co-fundador de Synthetic Genomics, y a su gran sentencia: “La competencia para nuestros países no será Estados Unidos”. 

Enríquez explicó que los pobres en las naciones asiáticas se esfuerzan por estudiar en centros privados de alta tecnología, gracias a lo cual, India llegó a ser la segunda productora mundial de software, de ahí que la excelencia en la educación no debe ser un lujo, sino, una prioridad estratégica para mejorar la posición competitiva de un país. Para el científico estaba claro que, más allá de la ideología y la política que afiebran las mentes, la verdadera amenaza no reside ya en las armas, sino, en la calidad del capital humano que está bien capacitado. Este necesario prolegómeno guarda relación con otra columna titulada “Ese gran mercado llamado Estados Unidos”, que escribí el mismo año, refiriéndome a este gran país que detenta el liderazgo mundial y que en tal condición recuerda el 4 de Julio del 2024, su 248 Aniversario. 

Con más de 330 millones de habitantes, Estados Unidos de América se caracteriza por su diversidad étnica y cultural, gracias a un fuerte componente migratorio que históricamente aportó a su engrandecimiento hasta convertirlo no solo en una potencia económica y militar, sino, en el mercado más apetecido del mundo, algo que nadie en su sano juicio puede negar. 

Según el Trade Map del Centro de Comercio Internacional, dicho país volvió a ser el primer importador del orbe en 2023, por la friolera de 3.172.533.000.000 de dólares americanos (tres billones ciento setenta y dos mil quinientos treinta y tres millones de dólares americanos), superando a la China (2,6 billones) y a Alemania (1,5 billones). Estados Unidos de América, por sí solo, representa casi el 14% de las compras totales de mercancías del mundo. 

Es tan grande la vocación de consumo -y tan alta la capacidad de pago que tiene este país- que, para tener una idea del frenesí consumidor de su mercado, las compras al mundo el pasado año las realizó a una razón de casi 8.700 millones de dólares/día; 362 millones de dólares/hora y 6 millones de dólares/minuto, esto es: ¡100.000 dólares por segundo durante todo el año! Así las cosas, Estados Unidos de América podría comprar en apenas un día todo lo que Bolivia exportó al mundo en 2023 -casi 11.000 millones- mientras que los 224 millones de dólares que vendimos a EEUU equivalieron apenas a 37 minutos de importación. 

Si eso le parece una enormidad, mire cuánto nos separa la capacidad productiva anual de bienes y servicios entre ambos países: Siendo que el Producto Interno Bruto de Bolivia es 602 veces más pequeño que el estadounidense, a dicho país le bastarían 5 días para importar absolutamente toda la producción nacional y menos de 15 horas, para consumirla. 

El gran mercado de los Estados Unidos de América debería ser aprovechado por Bolivia de una mejor manera, pero, lamentablemente nuestra presencia exportadora en esa plaza se ha venido abajo. Atrás quedaron los años de los superávits comerciales logrados por vender más que lo que importábamos de ese país. Después de haber logrado las mejores ventas de confecciones textiles, marroquinería, maderas trabajadas, artesanías, etc., enviando productos por cientos de millones de dólares con alto valor agregado -el trabajo de las manos bolivianas- la pérdida de las preferencias arancelarias del ATPDEA en 2008 frustró su continuidad, particularmente en el sector textil, provocándole una severa crisis. 

Tampoco nos fue mejor con la exportación de recursos extractivos y no renovables -minerales e hidrocarburos- pues, luego de lograr un hito de 2.000 millones de dólares en 2014 se dio luego una permanente caída hasta 224 millones de dólares el pasado año, retrocediendo a niveles de hace 20 años atrás. Comparativamente a las ventas al mercado estadounidense del 2008, nuestras exportaciones del 2023 bajaron en 263 millones y 134 productos, y, el déficit comercial bilateral, de casi 66 millones de dólares, creció a 557 millones. 

El gran mercado “está ahí”, solo de nosotros depende aprovecharlo… 

Como dijo el citado conferencista, cuando el bienestar de la gente está de por medio, no valen los apasionamientos de la mala política y la ideología que llevan a una retórica insulsa contra la primera potencia mundial, postergando además la educación y la tecnología que lleva a los países a ser competitivos y a ganar mercados, tal como hacen la China comunista o la República Socialista de Vietnam, para quienes el gran mercado de los Estados Unidos de América es de importancia vital…

Buscando la verdad
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¿En qué somos competitivos?

Quizás en lo cultural en sentido amplio. Tenemos artistas y grupos de música de alto nivel, exportables. Pintores y escultores de calidad internacional. Exportamos ponchos indios, mantas de vicuñas, chompas de alpaca y otras prendas también del oriente boliviano de mucha calidad. Pero en todo lo demás: ciencia, educación, investigación, profesionalismo, estamos tan lejos de la media que lamentablemente ya es una costumbre. No tenemos intelectuales de exportación y peor científicos de exportación en las ciencias exactas. Sencillamente no somos competitivos, ni siquiera para estándares medios. Nuestra mediocridad generalizada nos sigue persiguiendo desde tiempos inmemoriales, como en el futbol.

Ni reformas educativas, ni reformas de todo tipo que nos inventamos a cada rato resultan para responder a nuestras propias realidades. Las nuevas generaciones reciben herencias institucionales, costumbres y normas de conducta totalmente mediocres, sin posibilidades de mejoras ni sueños de competencia sana. La inercia y el contentarse con poco, a nada, es lo terrible de nuestras idiosincrasias bolivianas.

Lo poco que logramos en algunos momentos de esperanza, son sólo desahogos momentáneos que no son escuela para seguir en rutas de triunfos. Ciertamente es desconsolador como demoledor. Sin embargo, no podemos seguir con esas costumbres que sólo nos hacen daño colectivo, nos condenan a la inacción de todo para no mejorar en nada.

Este país tiene talentos individuales de sobra. Por todo el mundo hay bolivianos y bolivianas que sobre salen en muchos campos, que a falta de oportunidades en nuestra Patria han tenido que buscar otros espacios en países lejanos. Y ni siquiera esa dura realidad no hace cambiar el rumbo de nuestro destino como país, como historia.

Es verdad también que en los últimos años se han democratizado más las instituciones, son definitivamente más inclusivos, menos pigmentocráticos. Pero no hemos cambiado en lo esencial: competitividad y lugar a los mejores profesionales, técnicos, obreros bolivianos, sean de cualquier cultura. Porque al final, estos errores lo pagan muy caro los más pobres de la sociedad, aquellos que cotidianamente necesitan de unas instituciones veloces, al menos modernas, eficientes y eficaces. 

Tenemos que preguntarnos como sociedad, pues la crítica es revolucionaria, por qué varios aspectos no cambian en nuestra historia, a pesar de los procesos de cambio. Las razones de fondo tienen que ser consensuadas entre todos, para dar pasos seguros en la línea de mejorar siempre ojalá con calidad. La inercia de la mediocridad es insostenible, sólo nos empobrece totalmente, en lo material y en lo espiritual.

Marx lo dijo. Son las condiciones materiales las que nos permiten desarrollar y avanzar como sociedad. Sin esas básicas condiciones no podemos hacer nada, por muy buenas ideas que tengamos. Lo mediocre no son buenas condiciones, sólo nos llevan a retrocesos inmensos como sociedad. Sobre todo a nivel de la autoestima colectiva, que los bolivianos no tenemos ya casi nada. Pero las condiciones materiales tenemos que proporcionarnos nosotros mismos, desde el Estado y la sociedad civil.

En Bolivia siempre hubo experiencias novedosas en educación, en salud, y en otros campos; pero lamentablemente nunca hemos sido capaces de replicar esas novedades, que se pierden para siempre por inutilidad nuestra y de la burocracia colonial republicana. Experiencias incluso que son ejemplos a nivel internacional.

Por supuesto que talento nos sobra. Basta ver los concursos de robótica en los colegios de todo el país. Sin embargo, todo ese talento que se encuentra disperso y abandonado no sirve para nada, si es que no somos capaces de dar la oportunidad hacia la sociedad, hacia el colectivo de la comunidad. Ese talento de jóvenes bolivianos, que puede ser muy bien aprovechados en todas las instituciones productivas y de servicios.

Definitivamente no seremos nunca competitivos, si es que no somos realmente democráticos con las oportunidades a los mejores de nuestra sociedad. Eso sería también revolucionario, para conseguir cambios profundos en los comportamientos de la sociedad. En definitiva, es ahí donde nuestras universidades tendrían sentido, y no serían sólo inercia social costumbrista como son ahora. Porque nuestras universidades ni siquiera son competitivas en lo social revolucionario, como antaño. Y no es raro que estén tan perdidas en sus rumbos nada científicos. 

Sí, como crítica básica y sencilla reconocer que no somos nada competitivos y en casi nada, tiene que llevarnos a tomar consciencia de muchas cosas. De demasiadas que no estamos haciendo bien, en lo colectivo y comunitario. Que las equivocaciones pagamos todos muy caro, sobre todo los más pobres como siempre. Que la burocracia mediocre y colonial, sólo alimenta a los de siempre: las tradicionales mentalidades coloniales absolutamente nada competitivas y poco democráticas. 

Pues sí, no somos competitivos casi en nada como país. Realidad que debería sacudirnos en la consciencia, para cambiar nuestras prácticas totalmente nubladas y contaminadas de mediocridad. Ni siquiera nos avergonzamos frente a los vecinos, que sí están corriendo en la competencia de tener los mejores resultados, en todos los campos posibles. Pues, las nuevas generaciones tienen que estar muy decepcionadas de los constantes fracasos que les dejamos, sin ni siquiera dejarles balances de esos fracasos. En fin.

Opinión
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Y ahora… ¿qué hacemos?

El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha dado a conocer los resultados del comercio exterior boliviano al primer cuatrimestre del 2024, con cifras poco auspiciosas, por cierto. Sin considerar las reexportaciones ni efectos personales -que no generan divisas- entre enero y abril, comparativamente a igual lapso del 2023, el país registró un déficit comercial por 531 millones de dólares, las exportaciones cayeron 977 millones y las importaciones, 512 millones de dólares. Estos datos llaman a la preocupación, ya que en toda la gestión pasada -en números redondos- el déficit fue de 700 millones de dólares, las exportaciones cayeron 2.800 millones y las importaciones cerca de 400 millones. 

Hay varias explicaciones al preocupante desempeño de esta área tan importante de la economía que, día que pasa, muestra lo trascendental que resulta para todos. La relativa escasez del dólar derivada de la estrepitosa caída de las exportaciones en 2023 impacta ya, de tal forma, que aún quienes desdeñaron la actividad como una “economía de rebalse”, lamentan hoy su craso error porque el dólar que deviene de la exportación -como toda mercancía que no abunda en el mercado- sigue subiendo de precio provocando el alza de los costos de producción y de los bienes extranjeros.

Le duela a quien le duela, el comercio exterior para cualquier país, capitalista o comunista, es mucho más importante de lo que se pueda imaginar; primero, porque las exportaciones hacen que un país crezca y se desarrolle mucho más de lo que lo haría basándose solamente en el “motorcito de la demanda interna”, siendo que genera un enorme efecto multiplicador para la economía, crea fuentes de empleo e ingresos para la ciudadanía, tributos para el Estado y divisas para el país, todo ello, gracias al incomparable “motor de la demanda externa”, vale decir, el portentoso mercado internacional que se agranda día a día por el mayor consumo de una población en permanente aumento.

La exportación crea riqueza y bienestar para quienes apuestan inteligentemente por ella, especialmente cuando se aprovecha de los recursos naturales renovables de forma sostenida y sosteniblemente.

De otra parte está la importación, que se financia con los dólares de los exportadores para, como se da en nuestro caso, traer del extranjero desde combustibles hasta insumos, maquinaria y equipos de transporte que utilizamos para producir bienes y servicios; asimismo, las divisas que prodigan las exportaciones se emplean para importar los más diversos bienes de consumo, duradero o no, que de una u otra forma todos disfrutamos.

Hecha esta necesaria explicación -para comprender por qué debemos preocuparnos y tomar acción para revertir la delicada situación de nuestro comercio exterior- volviendo al informe del INE, hay varias razones por las que las ventas externas han bajado tanto, entre ellas: la ralentización del crecimiento de la economía mundial, las altas tasas de interés en el extranjero, el menor dinamismo de China, la subida del costo del transporte internacional y la baja generalizada de precios de las materias primas, a lo que lamentablemente se debe añadir, en lo interno: los insufribles bloqueos de carreteras, el negativo impacto del cambio climático, la caída de la oferta exportable y el agitado ambiente político que distrae la atención del gobierno de temas que son trascendentales.

En cuanto a las importaciones, su descenso tiene que ver, inocultablemente ya, con la relativa escasez de dólares en el país. ¿Por qué relativa escasez? Porque dólares hay, pero cada vez más caros. De otra parte, se dice que la baja en el sector importador deriva de la desaceleración económica que empieza a advertirse en el país; lo cierto es que las menores compras externas, tanto en valor y en volumen, son incontrastables: los Equipos de Transporte cayeron 144 millones; los Bienes de Capital, 110 millones, y los Suministros Industriales, 107 millones, lo que debe llamar a la reflexión para la acción.

Otro tanto ocurre con la exportación, como dice la canción, “todo se derrumbó”. Un efecto-precio negativo y el desplome de la venta de oro hizo que los minerales caigan 691 millones de dólares pese a que su volumen subió casi 122.000 toneladas; los hidrocarburos bajaron 165 millones, proporcionalmente a su menor cantidad. Las Exportaciones Tradicionales disminuyeron 856 millones de dólares, mientras que las Exportaciones No Tradicionales bajaron 121 millones, siendo la soya la principal explicación, al caer su valor casi el doble, por causa de una merma de su volumen por cerca de 300.000 toneladas.

Es verdad que en los próximos meses subirá la exportación y el ingreso de dólares, pero no menos cierto es que un sector principal de la agroexportación, como la soya, sufrirá un bajón de al menos 500 millones de dólares hasta fin de año, por la sequía. Viendo este panorama y recordando todas las advertencias y recomendaciones que se hizo en el pasado para evitar tal situación, la gran pregunta es: Y ahora… ¿qué hacemos?

Buscando la verdad
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Golpe de Estado y geopolítica

El mundo está girando hacia la derecha más conservadora posible. Es una realidad inobjetable y objetiva. Trump posiblemente sea el próximo emperador de los Estados Unidos, ese es el escándalo de esta época: pervertidos y corruptos elegidos democráticamente. En todo el mundo este giro hacia el conservadurismo tiene sus raíces en los errores que se cometió cuando el mundo giró hacia la izquierda. Errores que aun no se han evaluado por irresponsabilidad de las dirigencias, y la ausencia de pensadores. Ese giro hacia la ultraderecha terrible tiene sus resultados crueles como la guerra de Ucrania y el genocidio en Palestina.

Hace unas horas hubo un intento de golpe de Estado en nuestro país. Más allá de las conjeturas, simplistas en la mayoría de los casos, fue un acto para este nuevo escenario mundial de reacomodo de las fuerzas políticas hacia los intereses del conservadurismo mundial. De hecho, también América del Sur gira hacia la derecha, en algunos casos hacia la ultraderecha sin ningún matiz de por medio. Nosotros solo somos un engranaje más del sistema, sobre todo si seguimos siendo tan débiles por nuestros propios errores internos. 

Por supuesto que nunca faltarán quiénes siempre están dispuestos a ser serviles de intereses anti bolivianos. Esto lamentablemente es una costumbre en sectores del ejército y la policía. Instituciones que viven al margen del país, privilegiados por donde se lo vea y con sus propias leyes más allá del país. 

La memoria corta nos recomienda no ser ingenuos ni tontos, el 2019 sigue fresco y no ha pasado. La memoria larga tiene que recordarnos que los golpes de Estado son instrumentos terriblemente sangrientos, corruptos y totalmente coloniales porque obedecen a oficinas de emperadores fuera de nuestras fronteras. 

En estas coyunturas mundiales cuando los reacomodos del sistema viran a la derecha, nuestro país no es isla y tiene atractivos importantes desde siempre: materias primas, agua, bosques y espacio vital. La guerra de Ucrania ha despertado a los demonios guerreros de occidente, es decir, sus industrias de la muerte necesitan materias primas y Bolivia será un objetivo claro y meridiano en esos poderosos intereses.

Además, no cambiamos de rumbo desde la república con desorden generalizado, bloqueos de caminos destructivos, sin mercado interno, desunidos políticamente, sin estrategias de Estado ni siquiera a medio plazo en nada. Es decir, con los condimentos necesarios para que las potencias hagan su negocio con nuestra Patria. Pues somos una presa fácil para cualquier golpista incluso aprendiz.

Felizmente en el este último golpe de Estado, fue la reacción de las organizaciones sociales, que en su larga experiencia política e histórica, las que detuvieron la asonada militar. Organizaciones que siguen siendo la garantía de nuestra sobrevivencia como país. Sólo la noticia de que las organizaciones sociales salían a paralizar el país, frenó a quiénes estaban entre las sombras esperando fuerzas a su favor.

Sacar lecciones de estas amargas experiencias sigue siendo importante. A pesar de que no aprendemos de la historia, sino es con sangre. Sangre que viene de los más pobres de la sociedad; pero que después se les olvida desde las cúpulas políticas o sindicales. Es preciso sacar lecciones que nos sirvan en la experiencia política y el fortalecimiento de la Patria. En esa línea, si seguimos como tercermundistas y desestructurados institucionalmente no podremos resistir absolutamente nada. Y los pobres seguirán siendo carne de cañón de las aventuras golpistas y politiqueras.

Se viene el próximo golpe de Estado, este último sólo fue un ensayo y estamos siendo estudiados como siempre. Pero si no aprendemos de los errores (y brutales errores), seremos nomás rebasados por los tanques y las mentalidades coloniales. Si no ajustamos el timón de nuestro destino como país, pues el mismo pueblo cansado apoyará el próximo golpe de Estado. Los discursos son los discursos: aguantan todo como el papel; sin  embargo, no sirven de nada. Es la dura realidad la que debemos cambiar como bolivianos. Y ni siquiera queremos ver la inmensa pobreza de nuestras calles. La inmensa miseria de niños, mujeres y ancianos.

No podemos permitirnos tantos errores, tanta burocracia, tanta soberbia entre nosotros mismos. Pisándonos entre bolivianos y compatriotas. Destruyendo nuestros propios patrimonios. Viviendo en medio del desorden generalizado, simplemente estamos cansando al pueblo que puede después abandonar el barco del proceso. 

Si no somos conscientes de nuestros propios errores, seremos cómplices del desastre que se venga. Ya tenemos eso registrado en nuestra historia: golpe de Banzer (por errores parecidos), llegada del neoliberalismo (por errores muy parecidos). Si no aprendemos de nuestra memoria larga, otra vez repetiremos el mito de Sísifo por los siglos de los siglos.

Ojalá que esta última intentona golpista nos haga despertar de la ingenuidad, de la estupidez, de la burocracia mental colonial, del triunfalismo tonto y barato. Pisemos tierra y por fin empecemos a trabajar con todos los bolivianos, con todos los sectores que pueden aportar en grande en lo económico y social. No dejemos en el discurso de ocasión lo que sucedió el día del golpe, es otra oportunidad  más como país para enmendar errores y trabajar por la Patria, por todos, por la Nación que requiere con urgencia soluciones trascendentales.

Opinión
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Dólares y combustibles en Bolivia: Un recuento de los hechos

Bolivia se ha convertido en un país altamente consumidor de combustibles líquidos extranjeros. En 2005 la importación de gasolina no llegaba a 40.000 dólares y con el diésel gastaba menos de 190 millones de dólares, importándolos. La escalada de compras inició en 2008, llegando el diésel a superar los 700 millones en 2011; rebasó los 1.000 millones en 2021 y 2.000 millones en 2022; por su parte, la gasolina superó los 100 millones de dólares en 2010 y 1.000 millones en 2023. Desde 2006 a marzo del 2024, Bolivia gastó cerca de 20.000 millones de dólares importando combustibles líquidos, a saber: 14.500 millones en diésel y casi 5.400 millones en gasolina. 

La vertiginosa importación se debió a la mayor actividad productiva, comercial y de servicios; el incremento de la clase media y las facilidades de acceso al crédito para la compra de vehículos; la subida del poder adquisitivo de la gente; el fortalecimiento del Boliviano frente al dólar, derivado del tipo de cambio fijo desde 2011; el incremento de los autos “chutos”; la disminución de la producción de combustibles en el país; la subida del precio internacional del petróleo y la alta subvención que provoca la salida del diésel y la gasolina a países vecinos. 

El sector del transporte es el principal consumidor de combustibles, superando de lejos a la minería, agropecuaria, construcción, industria, hidrocarburos y servicios. 

Durante el auge no hubo problema para importar combustibles gracias al superávit de la balanza comercial hidrocarburífera, p. ej., de más de 5.000 millones de dólares en el año 2013 y 2014; los dólares provenían de la exportación de gas, urea y GLP, lo que superaba holgadamente la importación de combustibles líquidos. 

Pero, cuando la exportación de hidrocarburos empezó a caer y la importación de combustibles fue subiendo, cambió la situación; desde 2022 el saldo comercial es deficitario, haciendo mermar las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB), complicando su normal provisión al mercado interno. 

La falta de inversión en exploración provocó la caída de la producción de combustibles líquidos, situación que devino del paulatino agotamiento de los campos en los cuales las empresas petroleras transnacionales dejaron de invertir, luego del cambio de las reglas de juego derivadas de la “nacionalización de los hidrocarburos” en 2006. 

Producto de ello, Bolivia pasó a convertirse en importador nato de combustibles, como recientemente confirmó el Presidente del Estado, indicando que el 85% del diésel y el 56% de la gasolina que consumimos, es importado, para suplir la falta de producción nacional. 

El problema es su financiamiento y, en lo estructural, cómo hacer que las petroleras vuelvan a invertir en el país, para lo que se precisa una nueva Ley de Hidrocarburos, como desde hace tres años viene proclamando el actual Ministro de Hidrocarburos y Energías, Franklin Molina; finalmente, un golpe de timón en las políticas públicas, que probablemente lleve a una revisión de la política de subvención. 

YPFB, que tiene el monopolio de la comercialización de combustibles en el país, sufre el pesado lastre de tener que gastar casi 3.000 millones de dólares/año por su importación, y quien debe proporcionarle los dólares al tipo de cambio oficial es el BCB, pero, debido a los sucesivos déficits comerciales en el sector de bienes tangibles y el déficit crónico en el de servicios; el pago del servicio de la deuda externa; el contrabando, que ha adquirido dimensiones colosales; el financiamiento a las empresas estatales, entre otros, ha hecho que las reservas del BCB bajen hasta poco más del 10% de su nivel del 2014, siendo una pequeña parte de ellas, divisas líquidas. 

Los dólares del BCB que conforman sus RIN provienen de las exportaciones de las empresas públicas (hidrocarburos, minería, alimentos y energía eléctrica); préstamos internacionales; compra de oro nacional y bonos en dólares, que son insuficientes para financiar las propias necesidades de divisas del sector público. 

La solución estructural demandará tiempo, mientras que garantizar la provisión de combustibles importados, a corto plazo, pasa por tener el BCB los dólares suficientes; controlar el contrabando; dar todas las facilidades para que los privados importen combustibles directamente sin pagar impuestos, ni siquiera el IVA; permitir su venta interna; idealmente, que el gobierno subvencione para bajar el costo de importación; y, que el sector privado produzca su propio biodiésel sin restricciones. 

La mayor disponibilidad de dólares en el sector público pasa por la aprobación de créditos externos en la Asamblea Legislativa; negociar swaps o préstamos en monedas nacionales para el comercio bilateral y, gestionar un apoyo a la balanza de pagos; en el sector privado, seguridad jurídica; libre exportación; acceso a la biotecnología; un Fondo de Promoción de Exportaciones; seguridad jurídica e incentivos a la inversión; y, un gran Pacto Social Productivo que refrende todo esto.

Buscando la verdad
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Palestina o el ocaso de Occidente

Desde hace muchos años se escribe por todo el mundo sobre el ocaso de occidente. Al parecer por fin llegó ese momento. Ha tenido que ser con sangre y genocidio del pueblo palestino, que occidente se hunda en su propia podredumbre moral, podredumbre humana que al haber destruido el mundo desde siempre, hoy vean su espejo propio: hipocresía y real politik con sangre y colonialismo frente a otras culturas y maneras de ver el mundo.

El genocidio de Palestina es el ejemplo brutal más importante de la historia moderna, que nos muestra de manera sencilla y didáctica lo que en realidad fue la historia moderna, es decir la historia del capitalismo, es decir la historia del colonialismo. Ese colonialismo que requirió clases altas y oligarquías en el sur del mundo, totalmente esclavas y sumisas al capitalismo. Clases altas sin patria ni Nación, totalmente analfabetas de las realidades de los países colonizados pero explotadoras en función de esos interesantes del capitalismo central.

El genocidio de Palestina demuestra con total claridad a la política de occidente. Con bellas palabras democráticas de solidaridad con el mundo; pero crueles y totalitarios respecto de sus brutales intereses. No les interesa la vida, pueden asesinar impunemente niños y ancianos como en Palestina. Porque lo geopolítico y económico son para ellos lo más importante. Para ellos somos sólo víctimas colaterales: migrantes, racismo, castigos económicos a países enteros. Las NNUU son un instrumento en esos intereses, como siempre demostraron en estos tantos años de esa institución totalmente inútil para los pueblos colonizados.

Sin embargo, caminar a otro mundo más justo es todavía lejano. El capitalismo es muy fuerte, y muchos de los líderes del sur del mundo simplemente son payasos del sistema, o ignorantes de estos tremendos problemas. No tenemos todavía alternativas al sistema vigente. El Vivir Bien podría ser una alternativa; pero nuestros dirigentes no piensan al respecto, sometidos a la mentalidad actual y al sistema.

Necesitamos pensar con sentido propio. Necesitamos deshacernos de toda la modernidad que ofreció mucho y no hizo nada por la vida. De eso tenemos ejemplos demasiados en Bolivia: la llamada oposición política, que pensar es exigirles mucho. También en filas de la izquierda, pues siguen en esquemas tradicionales e incluso cavernarios respecto de lo que está hoy sucediendo en el mundo.

La sangre de los palestinos ojalá sea por fin un cambio de época. Un cambio que tardará mucho en hacerse realidad. La toma de consciencia de los pueblos tarda en materializarse en hechos políticos. Pero que la sangre de los palestinos sea el inicio de un cambio real y paradigmático, porque la destrucción del mundo es cotidiana y fundamentalmente injusta. El sistema capitalista sólo multiplica la explotación, la expoliación, la destrucción del mundo y la  hipocresía de la política real.

Necesitamos ser nosotros mismos y no pantomima del sistema. Eso es por cierto pensar desde nuestras propias realidades, desde nuestras propias visiones del mundo. Hasta hoy sólo copiamos al sistema, sólo remedamos a sus ciencias. No hemos hecho el salto que tenemos que hacer: pensar con sentido propio.

Ojalá las nuevas generaciones curen por fin las enfermedades de la modernidad: mediocridad, hipocresía, flojera en el pensar y estudiar, no hacer heterodoxia con el conocimiento sino sólo ortodoxia por la flojera en el pensar. Las mentes son esclavas de la era moderna colonial. Las nuevas generaciones tienen que hacer la revolución en  liberar a las mentes de la esclavitud del sistema, para pensar con sentido propio. Eso es mucho trabajo serio por nuestras propias ciencias.

La sangre de los palestinos ojalá sirva por fin para un cambio real del mundo colonizado por el capitalismo sangriento e hipócrita. Ese capitalismo que bombardea pueblos enteros todos los días, y después reza a Jesucristo por los muertos que ellos producen. La sangre de los palestinos que no sea en vano.

La sangre de los palestinos tiene que servir en el tiempo, para un antes y un después en la historia del mundo, sobre todo en nuestra historia. Historia plagada de esclavos de occidente, que sólo ven con ese ojo colonial o republicano, que además fracasaron estrepitosamente en la conducción de nuestra patria. Y vemos en estos días su fracaso en todo el sentido de la palabra por todo el mundo.

El ocaso de ese occidente cavernario es evidente en Palestina. Ese occidente que dizque es civilizado, educado, tecnologizado, cristiano, ético y moral. Pero que su mentalidad sigue siendo el cavernario y troglodita: bombas atómicas, física cuántica sólo para construir armas de destrucción masiva. Porque reemplazaron sus piedras y palos por bombas atómicas y robots de inteligencia artificial para destruir al prójimo, si es entiende qué significa prójimo.

El genocidio de Palestina debe dar lugar a un nuevo tiempo. A una nueva Pacha. Hacia un caminar a un mundo mejor y menos contaminado por occidente. Que el genocidio de Palestina sea el inicio de un nuevo despertar, cultural, civilizado, democrático por fin. Que la sangre de los niños y mujeres de Palestina sea realmente una toma de consciencia humana.

Opinión
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¡Crecer 50 veces en volumen y 100 veces en valor, no es poca cosa!

“¡Quién iba a pensar que, en tan poco tiempo, la exportación de carne bovina y derivados llegara a ocupar el segundo lugar a nivel de las Exportaciones No Tradicionales (ENT) de Bolivia!”, dice con asombro la Gerente de Promoción del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Lic. Mónica Jáuregui Antelo, en su Editorial de la revista titulada “Bolivian Natural Beef conquista mercados en el mundo” (“Comercio Exterior” No. 319, IBCE, mayo de 2024). Y, no es para menos, siendo que la exportación cárnica ha tenido un vertiginoso crecimiento. 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre 2005 y 2023, la exportación de carne bovina y derivados creció 5.000% en volumen y 10.000% en valor, pasando de 1.000 a poco más de 50.000 toneladas y de 2 millones a 200 millones de dólares, el pasado año, convirtiéndose en el segundo rubro más importante de las ventas no tradicionales de Bolivia. ¡Crecer 50 veces en volumen y 100 veces en valor, no es poca cosa! Lo mejor es que, esto, apenas empieza. 

Algo importante que señala la ejecutiva del IBCE es que, semejante logro se dio gracias a un trabajo público-privado, sin descuidar el abastecimiento del mercado interno, llegando a posicionarse solo por debajo de la “reina de las exportaciones” -la soya y derivados- superando a los principales exponentes de las ENT del país, como son el girasol y derivados, castaña, maderas, azúcar, quinua, bananas, alcohol, leche, chía y confecciones textiles. 

Las exportaciones de carne bovina deshuesada -fresca, refrigerada o congelada- más los despojos comestibles y derivados -como hamburguesas, conservas, harina, polvo y pellets- sumaron 200 millones de dólares y casi 51.000 toneladas, superando el pasado año todos los hitos precedentes, récord que pudo ser mayor, de no mediar la limitante de los cupos de exportación que determina el gobierno, en su preocupación de garantizar el abastecimiento interno. 

Bajo el sello de “Bolivian Natural Beef”, concebido por los dirigentes del sector como rasgo distintivo que identifique a la carne boliviana, la misma pasó a ser muy apetecida en diversas partes del mundo. A no dudarlo, la exitosa incursión de la carne nacional en el exigente mercado internacional no hubiera sido posible de no mediar un destacable trabajo sinérgico gobierno-privados, para lograr la certificación “libre de aftosa” del país, primero, y, para abrir mercados, después. 

China y Hong Kong -principalmente- así como Ecuador, Perú, Vietnam, Congo, Malasia, Ghana, Rusia, Costa de Marfil, Gabón, Paraguay, Angola, Guinea, Brasil y Liberia, han saboreado y comprobado ya, la deliciosa carne boliviana. 

En momentos en que urge captar dólares para lograr las divisas que precisa el país para importar bienes de capital, insumos, equipos de transporte y otros, el éxito productivo y exportador del rubro cárnico debería entusiasmarnos a todos los bolivianos, porque este logro no solo beneficia al sector ganadero y exportador, o solamente a Santa Cruz y Beni -Departamentos productores de ganado bovino por excelencia- sino, a toda Bolivia, porque la inversión privada realizada, que genera un enorme movimiento económico, empleos y divisas, se ha dado pensando en el país, de ahí que sus resultados benefician a todos. 

Para muchos, era una quimera pensar en posicionar en semejante sitial al sector, considerando el enclaustramiento geográfico del país, las dificultades de transporte y logística, y la desconexión entre los actores de tan importante cadena productiva, pero, pudo más la visión de meritorios dirigentes, empresarios nacionales y extranjeros, y la institucionalidad, para avanzar resueltamente en los ámbitos de sanidad, genética, pasturas, confinamiento, desarrollo de recursos humanos, cadenas de frío, etc., para poder trascender la tradicional exportación a la región sudamericana, y llegar a mercados tan distantes como los del Asia y África. 

No resulta una “utopía” decir que, de darse las condiciones al sector, Bolivia podría exportar 600 millones de dólares a corto plazo. Quien dude que ello es posible, deberá saber que Paraguay, un país apenas más grande que Santa Cruz, el año pasado vendió carne al mundo por más de 1.500 millones de dólares. 

Nuestra gratitud y reconocimiento a los productores ganaderos; a CONGABOL, FEGASACRUZ y FEGABENI; al SENASAG, Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, y Ministerio de Relaciones Exteriores; a la Embajada de China y a su Consulado General en Santa Cruz; a los frigoríficos certificados internacionalmente (BFC, FRIDOSA, FRIGOR) y a toda institución y empresa de esta virtuosa cadena productiva por contribuir, con su trabajo de excelencia, a forjar una mejor Bolivia. 

La revista “Bolivian Natural Beef conquista mercados en el mundo” publicada por el IBCE con el apoyo de CONGABOL, contiene valiosa información sobre la producción y exportación nacional del rubro, el mercado mundial de la carne, avances tecnológicos, etc. y se puede descargar gratis desde https://ibce.org.bo/ibcemail/index.php?id=3242

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