Blog de Gary Rodríguez Álvarez

La odisea de producir y exportar alimentos en Bolivia

¿Sabía Ud. que una las actividades productivas que mayor riesgo entraña es la que tiene que ver con nuestra alimentación y supervivencia? ¿Se ha puesto a pensar cómo le afectaría, a Ud. y a su familia, si de improviso -como durante la pandemia del 2020- se detuviera la actividad minera, manufacturera, el turismo, la construcción, la educación, las finanzas, los espectáculos, la diversión y hasta la Administración Pública? En verdad, sentiría algún impacto y hasta incomodidad, pero ¿qué si lo que se detuviera fuera la producción de alimentos? ¿Se imagina lo que acontecería? Resultaría verdaderamente catastrófico, porque la alimentación tiene que ver con la vida misma. 

Mucha gente no repara en esto y no me refiero solamente a la sociedad civil, sino también, a los gobernantes, ya que el pasar por alto tan transcendental actividad equivale a pensar que los productores del agro son unos cuantos aventajados que tienen el “privilegio” o, peor aún, para muchos, la “obligación” de alimentarnos en buena forma -con precios bajos, además- cuando el producir alimentos no es, pues, un chiste, más bien, algo demasiado serio, como siempre digo y defiendo: si fuera sencillo, todo el mundo lo haría, pero no es así. 

Créame que, sin mucho esfuerzo, una persona puede emplearse como obrero u oficinista, pero no cualquiera puede ser un productor agrícola o pecuario ¡se nace para ello! De ahí, la gran injusticia a la hora de tener en poco su importancia o, peor aún, de no apoyar su actividad, cuando deberían merecer las mayores consideraciones, siendo que, así como la medicina ayuda a salvar vidas, la alimentación coadyuva a sustentarla. 

Lo triste es que, pese a que la actividad del campo es una tarea tan noble y vital, la mayor parte de las veces nuestros productores deben realizar su tarea, desde muy temprano en la mañana hasta tarde en la noche, enfrentando incontrolables sucesos que en su gran mayoría la gente desconoce o los gobernantes pasan por alto. Se lo demostraré… Suponga, por un instante, que Ud. es un productor del agro: 

¿No se sentiría impotente frente al cambio climático, que al ocasionar sequías, inundaciones o heladas puede diezmar su cultivo o ganado, afectar su productividad y hasta causar la pérdida total de su producción con un grave impacto económico, quedando Ud. sin dinero y con deudas pendientes de pago por los créditos asumidos para comprar semillas, animales, etc.? 

¿Qué pasaría si los insectos, hierbas, hongos y enfermedades atacan su cultivo o ganado, minando el fruto de su esfuerzo con costos adicionales y altas pérdidas? 

¿Y si la historia no acabara ahí, porque suben los costos de los insumos y combustibles por su escasez o especulación, haciendo crecer sus gastos sin que los precios de su producción puedan aumentar por estar controlados o porque se da una sobreoferta estacional? 

¿Qué si unos avasalladores armados y encapuchados ingresan a su predio productivo y lo toman violentamente para apropiarse de su cosecha, robar sus animales o extorsionarlo, sin que Ud. pueda hacer nada para defenderse? 

¿No sufriría Ud. hasta el llanto, viendo cómo luego de duros meses de trabajo, no puede vender su ganado o alimentos perecederos porque las carreteras y caminos están bloqueados? 

¿Cómo se sentiría si sus ingresos se derrumban por la ilegal competencia del contrabando, por políticas que distorsionan los precios internos o debido a que la exportación de alimentos se limita con cupos o, peor aún, se la suspende? 

¿No le dolería ver cómo sus competidores en otros países -y Ud. no- tienen acceso irrestricto a la biotecnología, financiamiento, seguro agrícola y asistencia técnica para incrementar su productividad y competitividad, reducir su vulnerabilidad, y los riesgos que supone el negocio? 

¿Sabía Ud. que en muchos países se desviven por apoyar la producción de alimentos, por razones de “seguridad nacional”? ¡Hay guerras que se han perdido por la falta de alimentos! ¿Acaso es tan difícil entender que la producción agropecuaria tiene una importancia estratégica y ofrece la posibilidad de un grandioso desarrollo? A continuación, diez buenas razones para que en nuestra Bolivia, bendecida por Dios con varias decenas de millones de hectáreas con vocación productiva desaprovechadas, se apoye -de una buena vez- a nuestros productores del campo para lograr: 1) Seguridad alimentaria (adecuada provisión); 2) Soberanía alimentaria (autosuficiencia, ingreso de divisas); 3) Generación de empleo (para combatir la pobreza); 4) Diversificación económica (recursos renovables); 5) Desarrollo rural (mejora de la calidad de vida); 6) Mayor crecimiento (más inversión, producción, exportación); 7) Innovación (tecnología, eficiencia); 8) Resiliencia (a golpes externos); 9) Desarrollo agroindustrial (agregación de valor) y 10) Sostenibilidad ambiental (buenas prácticas agrícolas). 

No hay por dónde perderse ¿verdad? Pese ello y mucho más, es incomprensible que continúen las prohibiciones y cupos a las agroexportaciones, algo verdaderamente lamentable…

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¿Sabía que Bolivia hace parte del “triángulo alimentario” mundial?

Circula por las redes sociales un interesante reportaje televisivo de Marylin Morales, periodista de Red Uno, sobre un triángulo alimentario en Sudamérica que contempla, nada más y nada menos que a Santa Cruz de la Sierra, São Paulo y Bahía Blanca, como puntos de referencia para la producción de alimentos a fin de satisfacer la insaciable demanda mundial. ¿Conocía Ud. esta visión futurista que data del año 2016? 

En momentos que en Bolivia, día que pasa se caldea más y más el ambiente político en función de las Elecciones Generales del 17 de agosto de 2025, creí pertinente abordar este tema, por dos razones: Primero, porque resulta a todas luces estratégico para el país, desde el punto de vista del desarrollo económico y la autosuficiencia alimentaria a la que deberíamos aspirar, y, segundo, para poner sobre la mesa argumentos contundentes de quienes conocen la vital importancia de la producción agrícola a futuro, asignando a Bolivia en función de ello, un rol gravitante como parte de la solución a la creciente demanda de alimentos en el planeta que, según la FAO, el año 2050 tendrá más de 9.000 millones de bocas por alimentar, frente a la limitada disponibilidad de tierras con vocación productiva, la escasez de agua dulce y el negativo impacto del cambio climático en curso. 

De ahí, la importancia que los políticos deberían dar al “triángulo alimentario del mundo”, concepto evocado en la Jornada Negocios del campo organizada en 2016 por el periódico “La Nación”, en Buenos Aires, en la que los expertos de un panel mencionaron a Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia; São Paulo, en Brasil, y, Bahía Blanca, en Argentina, como los vértices de este triángulo imaginario que, a decir de quienes tienen conocimiento de tan relevante temática, serán determinantes para ampliar la oferta de alimentos a nivel global. 

Este triángulo alimentario comprendería campos fértiles del Oriente de Bolivia, Paraguay, el Sur de Brasil, el Norte de Argentina y una parte del Uruguay, regiones privilegiadas con grandes extensiones de tierra cultivable y disponibilidad de recursos hídricos. Dicha visión motivó este artículo para que nuestros futuros gobernantes abran los ojos, considerando, además, que tal prognosis quedó corta, ya que Bolivia podría aportar mucho más, como explicaré al final. 

El panel que trató la temática indicada en 2016 estuvo conformado por Ricardo Yapur, CEO de Rizobacter; Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo; Ernesto Ambrosetti, Economista Jefe de la Sociedad Rural Argentina; Fernando Zubillaga, Prosecretario de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, y José Del Rio, adscrito como Moderador por la Secretaría General de “La Nación”. 

Para estos peritos en materia alimentaria, “el futuro de la agricultura del mundo pasa por América del Sur” tomando en cuenta que “Estados Unidos consume todo lo que produce, Europa cada día es más un gran jardín y África, si bien tiene agua y tierra, no tiene todavía muchos elementos que le harían falta para ser un lugar productivo", de ahí que el grupo De Sangosse, empresa francesa multinacional especialista en la protección y nutrición de plantas, semillas y control de plagas, proyectó un triángulo imaginario entre São Paulo, Santa Cruz de la Sierra y Bahía Blanca, “desde donde va a salir la comida del mundo porque hay espacio y una población lo suficientemente educada para entender las nuevas tecnologías”, además de gozar de un activo invalorable, como es la paz, para poder hacerlo. 

Según los expertos, la posibilidad de dar saltos de competitividad del 15% al 20% pasará por mejorar los insumos, con miras a una "agricultura más limpia, con más integración de biológicos" apuntando a bajar la presión de fitosanitarios, insistiendo en la privilegiada posición de Sudamérica para producir alimentos a diferencia de otros Continentes (“Agregar valor: frente al desafío de responder al reto de alimentar al mundo”, La Nación, 16.07.2016). 

Hasta aquí la historia, veamos ahora lo que avanzamos en el país… 

Santa Cruz se ha convertido en el primer productor de alimentos en Bolivia, con el 77% del volumen global y es el primer departamento agroexportador del país, con el 88% del total, cifras elocuentes a la hora de valorar el liderazgo de una región que produce para el mercado interno, sustituye importaciones y genera exportaciones de alimentos, todo ello logrado a pesar de ciertas políticas que impiden un mayor desarrollo agropecuario, agroindustrial y agroexportador: Vamos bien, pero podríamos estar mejor. 

Para concluir: ¿Por qué dije que la proclama de Buenos Aires quedó corta? Porque, si Santa Cruz ha hecho tanto con apenas 3 millones de hectáreas ¿cuánto más podría aportar alimentariamente Bolivia al mundo, de subir la productividad con biotecnología e incorporar 9 millones de hectáreas del Beni, bajo la tríada de “alimentos económicamente viables, ambientalmente sostenibles y socialmente responsables” que promueve el Instituto Boliviano de Comercio Exterior?

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“Dato mata relato” (a buen entendedor, pocas palabras)

La preocupación por el alza generalizada de precios en la economía boliviana está en boca de todos, a la par de que las explicaciones y elucubraciones sobre sus causas y efectos, a la orden del día; lo que más llamó mi atención fue que habría una especie de complot con ciertos alimentos de la canasta familiar subidos de precio, que provocó esta desafortunada y tristísima arenga: 

“¿Quiénes producen eso, hermanos? Y, por lo tanto, ¿quiénes especulan con los precios?" ("Arce dice que enfrenta una "guerra especulativa" y apunta a productores de arroz, aceite, carne de res y pollo", Agencia de Noticias Fides, 9.01.2025). Hasta aquí hablamos de percepciones y opiniones, que en la mayoría de los casos son subjetivas, amén del vaivén de precios en el mercado, aunque también pueden tratarse de eufóricos discursos con un cariz político. Pero ¿qué de la “objetividad” de los números? 

El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de informar que la inflación en Bolivia en 2024 fue del 9,97% una cifra no solamente muy distante del pronóstico oficial del 3,6% sino, también, preocupante, por lo que hace a la subida del precio de los alimentos en un 15,4% siendo lo que más impacta en la economía popular, aunque hay quienes aseguran que la inflación fue mayor que la reportada por el INE, aunque eso es harina de otro costal. 

Al ser la inflación una suerte de “impuesto ciego” que castiga a todos, en especial a quienes tienen ingresos fijos y bajos, la motivación principal de este artículo es demostrar que el empresariado de ninguna manera tiene la culpa de lo que está pasando, al contrario, nuestros empresarios -micro, pequeños y grandes productores, comerciantes y prestadores de servicios- sufren el mismo embate como consumidores, pero, además, una inflación adicional, la subida de costos, pero, pese a ello, resisten, persisten y nunca desisten en seguir dándolo todo para generar riqueza, empleos, ingresos para las familias y el propio Estado, en cuántos casos, no solo arriesgando su patrimonio familiar sino hasta su salud, por lo que, más bien, deberían merecer nuestro máximo reconocimiento. 

“Nosotros no conspiramos, nosotros producimos”, fue la serena respuesta que dio el Presidente de la Cámara Nacional de Industrias, Pablo Camacho García, ante tan injusta acusación en contra de sus representados, a tiempo de explicar las razones por las que hay inflación en el país (“Los industriales no le aceptan a Arce ser responsables de la actual crisis o ‘guerra económica’ a la que hizo referencia”, Innovapress, 10.01.2025). 

Es cierto, muy cierto, que quienes arriesgan, apuestan, invierten y se sacrifican 24/7 por este país, no pueden haber provocado la más severa sequía en casi tres décadas, haciendo caer la producción de soya en un millón de toneladas; tampoco ser los causantes de la anormalidad en la provisión del diésel o de la escasez del dólar y su encarecimiento, con la consecuente subida de los precios de los insumos importados, impactando hacia el alza los costos de producción; como tampoco, ser responsables de que los alimentos que producen y que están regulados desde el Estado -subvencionados por el sector privado- sean objeto de acaparamiento, ocultamiento, especulación y contrabando; y, mucho menos del reciente veto a las exportaciones que ocasionó desasosiego entre quienes día a día, literalmente, se juegan por Bolivia ¡porque la aman! 

Curiosamente, todo aquello, a quien más afectó, es a los productores del Oriente y, siendo Santa Cruz el principal generador de alimentos del país, la consecuencia no podía ser otra que la subida de precios, no por una conspiración, sino, por ser víctimas de ello, incluidos los avasallamientos a predios productivos por más de 90.000 hectáreas. 

Corrobora gran parte de este desastre, lo dicho el 5 de enero pasado por el Director del INE, Humberto Arandia: “Bloqueos evistas y su efecto en la especulación representan cerca del 3,77% de la inflación de 2024” (ABI); “Sin bloqueos ni especulación, la inflación acumulada de 2024 sería de 6,2%, según el INE” (LA RAZÓN); “Director del INE dice que bloqueos evistas y especulación significan 3,77% de la inflación de 2024”, (UNITEL); “INE: Cinco factores, desde los climáticos hasta los bloqueos y la especulación, que explican la inflación del 9,97%” (Visión360); “El INE justifica inflación por el clima, la tensión política, el contrabando y contexto externo adverso” (EL DEBER). No dijo nada de una conspiración, más bien, que, pese a todo, los alimentos en el país son mucho más baratos que en otros países de la región: ¡Dios bendiga a nuestros productores! 

“Dato mata relato”, dice el adagio: Según la Real Academia Española, un relato puede ser la “reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político”, mientras que un dato es la “información sobre algo concreto que permite su conocimiento exacto o sirve para deducir las consecuencias derivadas de un hecho” (a buen entendedor, pocas palabras).

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Un año para el olvido que deberemos recordar

Un nuevo año comienza y si aspiramos a un mejor futuro para el país, es bueno saber de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos llegar. “El 2024 fue un mal año para el comercio exterior boliviano y el 2025 depende de un golpe de timón en las políticas públicas”, fue el diagnóstico y el pronóstico exteriorizados en conferencia de prensa por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) al finalizar la pasada gestión, respaldados en datos irrefutables que hasta podrían empeorar cuando sean conocidos los informes pendientes aún por recibir. 

Los resultados del comercio exterior boliviano a septiembre del 2024 ya eran malos, por la caída global de casi 3.000 millones de dólares, fruto de la baja de las exportaciones en 1.643 millones y de las importaciones en 1.337 millones, algo solamente comparable con lo visto durante la pandemia, aunque en 2020 no se dio un déficit mientras que en los tres primeros trimestres del 2024 había ya un desbalance de 429 millones de dólares, consumándose un segundo saldo negativo consecutivo, por eso el menor crecimiento y el mayor desempleo en el país. No solo que “no entraron” más de 1.600 millones de dólares, sino que “salieron” más de 400 millones de la economía, justo cuando más divisas necesita el país. 

De cara al 2025, si se quiere hacer mejor las cosas habrá que cambiar, especialmente cuando el propio Primer Mandatario admite que “se desacelera la economía, pero seguimos creciendo” y que el 2024 fue el año “más duro y complicado que ha enfrentado en lo que va de su gestión de Gobierno”, aunque está seguro que “con la unidad y el apoyo del pueblo boliviano vamos a seguir en esa línea y el 2025 va ser un año mejor que el 2024”, asegurando, respecto a las críticas a las deficiencias del modelo económico social comunitario productivo, que “no existen otras alternativas para el país”, algo que de veras suena presuntuoso, por decir lo menos, a la luz de los resultados objetivamente observados (“Luis Arce descarta recesión pese a que el 2024 fue el “más complicado y duro” de su gestión”, EL DEBER, 23.12.2024) 

Con relación a esto último, convengamos que toda obra humana es perfectible; de ahí que, asimilar las lecciones aprendidas en 2024, frente a la tozuda defensa del “motorcito de la demanda interna” que hoy por hoy funciona a costa de un gran déficit fiscal, recogiendo el análisis realizado por el IBCE al evaluar la gestión pasada, no queda otra que aceptar que: 

  1. Ha sido un grave error soslayar la enorme importancia del comercio exterior, de las exportaciones como generadoras de divisas y de las importaciones como proveedoras de lo que precisamos para producir bienes y servicios.
  2. Cuando las exportaciones bajan, la economía crece menos y decae el empleo, porque “las exportaciones son el sueldo del país”, de ahí que, ponerles frenos es un contrasentido.
  3. Menos exportaciones, implica, menos dólares en Bolivia para financiar sus compras externas.
  4. Por la falta de dólares se encarece la divisa y suben los costos de importación y producción.
  5. Las caídas en la importación de Equipos de Transporte, Combustibles, Bienes de Capital e Insumos, tienen un fuerte impacto negativo sobre la actividad comercial y la producción, tanto en función del mercado interno como del mercado exterior.
  6. Bolivia se ha vuelto fuertemente dependiente del abastecimiento externo, v. gr., en el caso de los combustibles, el 86% del diésel y 56% de la gasolina que consumimos son importados.
  7. Abaratar la importación de lo que precisa el país es urgente, p. ej., no se debería aplicar ningún tributo a la importación ni a la comercialización interna de los combustibles; y, el diésel debe salir de la lista de “sustancias controladas”, por los abusos que ello provoca.
  8. Para no retroceder en la lucha contra la pobreza, el país necesita volver a crecer más y generar más empleos de calidad, a partir del sector privado.
  9. Las exportaciones nunca fueron un problema, siempre fueron la solución; hoy más que nunca, la falta de dólares para importar lo que precisamos, pasa por exportar más y a más mercados.
  10. Para exportar, se debe producir más que para el consumo interno y, para eso, invertir más. 

Bolivia ha llegado a un punto de quiebre con la escasez de dólares que produce inflación e impacta en todo. El gran desafío es que el sector privado pueda invertir más y hacer florecer las Exportaciones No Tradicionales. Para ello, se impone un golpe de timón en el manejo del país, con tres garantías: Seguridad jurídica, seguridad de mercados y seguridad de buenas políticas públicas, en un trabajo sinérgico público-privado con visión y responsabilidades compartidas. 

Construir la Bolivia Digna, Productiva, Exportadora y Soberana, con la que todos soñamos, es posible; pero, si continúan los avasallamientos a predios productivos, los bloqueos de carreteras y los frenos a la exportación, no llegaremos a ninguna parte. “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo", habría sentenciado el genio Albert Einstein.

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Navidad, nacimiento, vida y obra de Jesús de Nazaret

Una vez más, estamos en tiempo de alborozo por la Navidad, un evento mundial que, como todo en la vida y pese a todo el ajetreo que conlleva, será fugaz, pasará y probablemente dejará poca huella en la vida de la generalidad de las personas, cuando, la Navidad, más que un mero recordatorio del nacimiento de Jesús, debería ser un tiempo que nos lleve a meditar sobre lo que es la vida natural y, la principal, la espiritual, la vida eterna, siendo que antes que nos demos cuenta los años pasan y partimos de este mundo. Surge, entonces, la pregunta: ¿Y, después, qué? 

Como ya es costumbre, antes de la celebración de la Navidad, cada 25 de diciembre -fecha que, dicho sea de paso, no coincide necesariamente con el día del nacimiento del Redentor- aparecen los deslumbrantes arbolitos y decoraciones con adornos y brillantes luces que engalanan edificios, plazas y casas, sin embargo, la esencia del festejo no queda clara, en otras palabras, que el centro de la celebración debería ser Jesucristo, quien siendo el Hijo de Dios se hizo hombre por amor a nosotros, viniendo al mundo para nacer sin pecado, vivir sin pecado y hacerse pecado en la cruz del Calvario, muriendo por Ud. y por mí, cargando sobre sí nuestras faltas, en un cruento sacrificio reconciliatorio con Dios Padre, a partir de su gloriosa resurrección. Ése debería ser el recordatorio en Navidad. 

Jesús de Nazaret, partió la Historia en dos con su nacimiento hace 1991 años y para la Humanidad pasó a haber “un antes y un después” en lo que hace a la posibilidad de optar entre la condenación eterna -sin Cristo- y la salvación del alma -con Cristo- y, ojo, eso no lo hizo el Niño Jesús, sino, quien fue torturado, desfigurado, crucificado, muerto, sepultado y resucitado: ¡Jesucristo, hombre! 

Desde su mismo nacimiento, Jesús no pasó desapercibido en el mundo, principalmente en el ámbito político y religioso, tal el caso del sanguinario Herodes que, intentó matarlo siendo niño, sin lograrlo, aunque quien sí lo hizo, muchos años más tarde, fue la casta religiosa que lo desconoció, como estaba profetizado que ocurriría: a lo suyo vino y los suyos no le recibieron, más bien, lo crucificaron. 

Como hombre, Jesús se despojó de su deidad, naciendo en la cuna más humilde, un pesebre, para vivir en santidad a lo largo de sus 33 años en el mundo, siendo su doctrina principal, el cumplimiento de la Ley Real en su máxima expresión: el amor que implica perdón, tolerancia, benignidad, bondad, misericordia, compasión, justicia, caridad con los enfermos, pobres, viudas, huérfanos y desvalidos, motivo por el cual, siendo incomprendido por el establishment de su época, fue insultado, despreciado, agredido, perseguido y, finalmente, asesinado. 

No sé si lo sabía, pero, como suele ocurrir cuando tales facetas se hacen carne en una persona, Jesús experimentó el rechazo de los religiosos que se sabían de memoria las Escrituras, que alababan a Dios con sus labios pero que con sus hechos lo negaban, y, como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, en una inmolación perfecta cargó sobre sí todos los pecados de la Humanidad, los de antes, los de su tiempo y los que sobrevendrían a futuro, llegando a sufrir por ello la más dolorosa soledad en la cruz, al no poder estar Dios en presencia del pecado, siendo que, quien no cometió pecado, se hizo pecado por nosotros. 

En esta Navidad le invito a que pueda pasar de ver al Niño Jesús en su pesebre, a ver a Jesús hecho hombre, crucificado en la cruz. Jesús, el Hijo de Dios, vino a la Tierra para cumplir la voluntad de su Padre, de darse en sacrificio perfecto para quitar el pecado de la Humanidad, porque tal condición nos llevaba a la condenación eterna. Jesús, como la única posible víctima propiciatoria, derramó su sangre y dio su vida, para borrar el pecado del mundo. 

Jesús murió en la cruz, sin embargo, al tercer día resucitó para, después de un breve tiempo, ascender con cuerpo glorificado al Cielo, desde donde un día vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. ¿Está preparado para ello? Hasta antes de Jesús, todos estábamos condenados y camino al infierno, sin embargo, a partir de su obra redentora perfecta, existe la posibilidad de pasar de la muerte a la Vida, de las tinieblas a su Luz admirable, del tormento a la salvación eterna, porque Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida y nadie llega al Padre, sino por Él. La salvación del alma no es por obras, es por gracia, un regalo inmerecido de Dios. 

Si Jesús murió por Ud. para que sus pecados sean perdonados y para que con ello tenga la posibilidad de vivir por la eternidad en la presencia de Dios, y, si para lograrlo el único requisito es rendirse al señorío del Hijo de Dios ¿no valdría la pena que en esta Navidad le diga Ud. de todo corazón: Jesús, perdona mis pecados, entra en mi corazón, cambia mi vida, te recibo como mi Señor y Salvador? 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree, no se pierda mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

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Uno de los días más felices de mi vida

El 7 de diciembre pasado me hicieron feliz al distinguirme como “Economista del Año - Gestión 2024”. ¡Un bálsamo en medio del desierto! En los cinco minutos que me dieron, pude reflexionar sobre varias cosas. He aquí lo dicho: 

“Me siento muy honrado y emocionado por la Distinción que hoy recibo como Economista del Año. No sé si la merezco, siendo que hay muchos colegas con sobrados méritos para recibir tal reconocimiento, en lugar mío. 

Pero, entendiendo que, si al Supremo Creador le plació que fuera yo el elegido, va para Él mi agradecimiento, en primer término, porque fue Dios quien puso en el corazón y en las mentes de quienes tomaron tal decisión, el hacerlo. 

Dicho esto, agradezco al Colegio de Economistas de Santa Cruz por otorgarme este galardón que lo acepto a nombre de todos los colegas que, día a día nos esforzamos con nuestro saber y capacidades adquiridas para ayudar a construir un mejor país, entendiendo que la economía no es solo números y estadísticas, sino un poderoso motor de ideas que impulsa el progreso. De ahí que, recibir este galardón, me compromete a seguir aportando con denuedo a tal propósito. 

Esta Distinción va dedicada a mi familia que siempre me apoya en cada paso que doy en el ejercicio de la profesión. ¡Solo Dios sabe la enorme paciencia que mi esposa Jannet -economista, también- y mis hijos Christian Alexis y Miguel Angel, han tenido conmigo, al sufrir mi ausencia, debido al excesivo trabajo que nos imponen las circunstancias! 

De igual forma, va dirigida a mis padres Héctor y Emma, a quienes agradezco por mi formación y su consejo para salir adelante en momentos difíciles de mi vida. 

Finalmente, va para mis queridos Catedráticos que me inspiraron con su sabiduría y buen ejemplo. 

Como economista, aprendí que el verdadero cambio en un país no solo ocurre a nivel macroeconómico, sino que se construye en cada decisión que tomamos y cada acción que emprendemos, de ahí la gran responsabilidad que tenemos, siendo que nuestra voz impacta, para bien o para mal, en la ciudadanía. 

Bolivia ha experimentado un largo proceso de crecimiento, es cierto, pero los resultados a largo plazo en términos de sostenibilidad no son los esperados. La dependencia de sectores extractivos, como fuente importante de ingresos, ha derivado en una alta vulnerabilidad con una economía poco diversificada, poniendo en entredicho su continuidad, de ahí que se debe encarar medidas inteligentes, valientes y hasta dolorosas, a fin de que las cosas cambien para bien. 

Pasar de una economía extractivista y con una alta informalidad, a otra basada en el conocimiento, que apuntale la manufactura, agropecuaria, tecnología, turismo y servicios, podría transformar al país rápidamente, con un desarrollo sostenido y sostenible, y una altísima generación de empleos de calidad. 

De que hemos avanzado en la reducción de la pobreza, es verdad, sin embargo, millones de bolivianos se van a dormir cada noche con hambre y la desigualdad persiste en cuanto al acceso a servicios básicos y la distribución del ingreso, lo que solo se podrá superar con mejores servicios de salud, educación y oportunidades para crear empleos dignos y sostenibles en el tiempo. 

Debemos apostar por la equidad para mejorar la calidad de vida de los bolivianos y, la forma de ver y hacer las cosas en Santa Cruz, puede ser una buena referencia para ello. El Modelo de Desarrollo Cruceño, con una visión de país que haga converger la sostenibilidad, con la justicia y el desarrollo humano, puede resultar una vía para lograrlo. 

Respecto al rol del economista -basado en lo que dice la Inteligencia Artificial, en aras de la objetividad- permítanme hacer algunas reflexiones al respecto. 

Nuestros análisis deben fundarse estrictamente en la teoría económica, respaldados en datos y evidencia, nunca en ideologías. El centrarnos en los hechos y en la imparcialidad nos permitirá ganar la confianza y el respeto de la sociedad. 

Cuando un economista cae en la tentación de vincular sus análisis con intereses políticos, su credibilidad y objetividad se ven comprometidas. Nuestra función es ofrecer soluciones prácticas a situaciones indeseadas, nunca, posturas políticas. 

Asimismo, la humildad es esencial en nuestro campo. El conocimiento es importante, pero no debe convertirse en una herramienta de arrogancia o soberbia: el conocimiento, aunque poderoso, no debe ser un medio de autoexaltación. En vez de buscar reconocimiento personal o vanagloria, debemos enfocarnos en cómo nuestra opinión puede mejorar las políticas públicas y la vida de los ciudadanos. 

Por todo lo dicho y para concluir mi intervención, al agradecer una vez más por esta inmerecida Distinción, me comprometo a seguir trabajando por nuestro país, entendiendo que la economía puede ser un gran instrumento al servicio de las personas, especialmente cuando es profundamente humana. 

¡Gracias, por este honor! Sigamos adelante, como agentes de cambio, para que con nuestra cotidiana labor, forjemos una mejor Bolivia para todos. Muchas gracias”.

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Avasallamiento de tierras: Muerto el perro, se acabó la rabia…

Cuando hablamos del avasallamiento a predios productivos en el campo nos referimos a gente que, haciendo uso de la fuerza y la violencia, afrenta a la ley y a las instituciones para lograr sus intereses y apetitos personales: No se trata de gente que quiere hacer agricultura o ganadería y trabajar honradamente. Normalmente, es gente contratada para amedrentar y tomar por la fuerza tierras que están en producción en las que, por años de años, se invirtió mucho tiempo y dinero para tal efecto. 

En realidad, este franco asalto a la propiedad privada tiene que ver con la toma violenta de tierras en producción, para su reventa, y, hasta que ello ocurra, se roban la maquinaria y vehículos, cosechan para sí lo que ya está sembrado y extorsionan a nuestros agricultores nacionales o extranjeros, que han hecho familia en el país, “para que puedan seguir trabajando”. ¡Increíble! 

Cuando lo que más precisa Bolivia es inversión para producir y exportar más y así volver a la normalidad de otros años, creciendo y desarrollándonos en base al esfuerzo privado, en general, y, a la alta capacidad de sacrificio de nuestros productores del campo, en particular, los avasalladores se oponen a ello porque les importa un bledo el bienestar de la gente, a ellos, así como a los autores intelectuales de tales hechos delictivos, lo único que les interesa es su billetera. 

Digo esto porque nos había alegrado conocer la noticia que, entre decenas de predios invadidos en el Departamento de Santa Cruz, la propiedad Santa Rita, en la provincia Guarayos, finalmente había sido liberada de manos de tales delincuentes y puesta en custodia, una valorable acción instruida por el Ministro de Gobierno, Dr. Eduardo Del Castillo, destacado para ello más de 250 efectivos, amparado en una investigación previa y los dictámenes del INRA y la justicia, por lo que tal determinación se consideró una señal de respaldo no solo al sector directamente afectado -los productores del agro cruceño- sino, una advertencia a las mafias criminales que atentan contra la propiedad privada, como dijera el Viceministro de Régimen Interior y Policía, Gral. Jhonny Aguilera, que personalmente dirigió la operación el 29 de noviembre de 2024 y para quien también va el destaque del hecho, por su valentía en el cumplimiento del deber. 

Sin embargo, un día después, a media mañana, una gran cantidad de motos con gente encapuchada, alcoholizada y drogada -portando armas de fuego y armas blancas- volvieron a invadir la propiedad, atacando su campamento con petardos de alto poder, agrediendo a los 60 policías que estaban en el lugar, obligándolos a su repliegue luego de sufrir heridos y hasta el secuestro de un efectivo. 

Los avasalladores son tan avezados que “se llevaron vehículos y maquinaria, sin permiso del dueño” e intimidaron a los trabajadores, diciéndoles que acaben de cosechar y se vayan de ahí, porque, si no, tomarían medidas… 

¿Quiénes se creen estos tipos para atropellar la propiedad privada, robar y amenazar a quienes lo único que quieren es trabajar en paz? ¿Quiénes son éstos que hasta intentaron quemar el puente del acceso a Santa Rita, para incomunicarla y que, además, arengan a gente pobre del lugar para que los protejan y se expresen a su favor, por unos pesos? ¡Cuánta maldad, típica de las mafias desquiciadas por dinero y poder! Lamentablemente, esa noche, el predio vecino, San Fernando, fue invadido por 20 motos que agredieron al único trabajador que resguardaba su campamento principal, obligándolo a salir de allí. Es vox populi que el centro de operaciones de estos facinerosos es la propiedad Santagro, víctima también del asalto armado, en su poder desde 2023. 

Frente a la situación, el Ministerio de Gobierno hizo el trabajo que le correspondía con acciones de Inteligencia para recuperar Santa Rita con una nueva incursión. 

No es algo menor que el propio Ministro de Gobierno se ocupe de un asunto que tiene que ver con un sector estratégico -el agroalimentario- en función de la autosuficiencia y la soberanía alimentaria, generando los mayores volúmenes de excedentes posibles de exportación para traer divisas y financiar la importación de insumos, equipos de transporte, bienes de capital, combustibles y otros que son necesarios para garantizar la normal actividad en el campo y la ciudad. 

Por eso, el beneplácito del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) y de la Cámara Nacional de Industrias (CNI), que públicamente han valorado tales acciones, mucho más, cuando un reciente sondeo de percepción ciudadana resultó lapidario para los avasalladores por el frontal rechazo a dicho delito y la crítica al Órgano Judicial, ya que un 89% dijo que la justicia no defiende a los productores del agro frente a los tomatierras y un 99% urgió al Gobierno a tomar medidas valientes; de ahí lo destacable del Ministro Del Castillo con acciones contundentes que, ojalá, acaben para siempre con tal flagelo. 

Atacar a fondo el problema es apremiante, sabiendo que, muerto el perro, se acabó la rabia...

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Avasallamientos, impunidad, indefensión y sanción social

La inseguridad jurídica y el irrespeto de los derechos de propiedad bajan la inversión, la producción y el empleo, pero, también, aumentan la corrupción, la informalidad y la violencia, me dijo hace años un amigo a quien tengo en alta estima y de quien prefiero guardar su identidad por el tema que paso a abordar. Cualquier parecido con nuestra realidad, es mera coincidencia… 

Este profesional de nacionalidad peruana, que trabajó en organismos de altísimo nivel, me recordó que los avasallamientos en el agro, con diferentes intensidades, se han dado en muchos países como Nicaragua, Venezuela, Zimbawe, Mozambique, Angola, entre otros, y, algo parecido pasó en Perú con la Reforma Agraria del gobierno de Velasco Alvarado (1968-1975), que luego derivó en el traslado de gente del campo a las ciudades. 

Me explicó que a partir de las invasiones de tierras, aparecieron los llamados pueblos jóvenes o barrios marginales en el Perú, con agitadores que si bien se mostraban preocupados por los pobres sin techo, pasaron a ser bandas mafiosas que, en combinación con funcionarios corruptos de los registros públicos de propiedad, identificaban terrenos para su invasión, preparándolo todo meticulosamente con planos, para vender los lotes a los futuros invasores. 

Me refirió que el “pago” incluía el transporte y materiales para la invasión. La mafia proporcionaba matones armados, esteras y palos para construir chozas, así como banderas y camiones para llevar a los invasores a asentarse y tomar posesión. Con el tiempo, esa gente lograba que los políticos les dieran títulos de propiedad, luz y agua, a cambio de votos, y los agitadores se hacían ricos con la venta de tierras invadidas, para lo cual compraban a jueces y políticos. 

Dijo, también, que este delictuoso accionar solamente se limitaba cuando la prensa los identificaba, investigaba y denunciaba, obligando al gobierno, por la presión de los medios de comunicación, a portarse un poco más respetuoso de la propiedad privada, logrando aminorarse las invasiones. Finalmente, lamentó que los delincuentes siempre idean nuevas formas de usurpación, porque “las manzanas podridas, aunque las cambien de canasta, siguen podridas”. 

A estas alturas del relato ¿entendió ya el porqué de tan largo prólogo? Ya sabe, cualquier parecido con nuestra realidad, es pura coincidencia… 

Recuerdo que en 2013 se llegó a tener 117 predios productivos avasallados en el Departamento de Santa Cruz, preocupando no solo al sector agropecuario, agroindustrial y agroexportador -como directamente afectado- sino, también, al propio gobierno, porque ello impediría avanzar con la propuesta de triplicar la producción de alimentos hasta el festejo del Bicentenario de Bolivia en 2025. 

Hecha la investigación del caso, el Gobierno descubrió tráfico de tierras y actuó en consecuencia, con la Ley en la mano, en cumplimiento de su altísima responsabilidad constitucional de garantizar la seguridad jurídica, la protección de la propiedad privada y la seguridad ciudadana, esto es, la integridad de los productores del agro, que, me consta lo que voy a decir ¡cuántas veces con sudor y lágrimas riegan la tierra para que no falte el alimento en nuestras mesas! 

Sin embargo, eso ya es historia. Una vez más, Santa Cruz, que aporta con el 77% al volumen total de alimentos del país y con el 88% a las agroexportaciones que generan los dólares que tanto precisamos, sufre una escalada de violencia con el avasallamiento de tierras productivas por gente organizada, encapuchada y armada. Su modus operandi está filmado, documentado y los delincuentes, identificados. Entonces, salta la pregunta: ¿Y el Estado? 

Es tal la indefensión en la que está hoy el productor del agro cruceño -amenazado, extorsionado, asediado- que, a diferencia del 2013, cuando se creó la Asociación de Productores de Predios Avasallados para defenderlos, no quiere denunciar por temor, de ahí que no se sabe cuántos están en tan triste situación como si no tuvieran ya bastante con la escasez del dólar y el diésel; los insufribles bloqueos; las vicisitudes con los precios; la cruda sequía; las plagas, etc. 

El Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), motivado por el derrumbe de la producción agrícola y la agroexportación, hizo un sondeo sobre el tema para conocer la percepción ciudadana, con respuestas más que contundentes: 

El 99% dijo que el avasallamiento de predios productivos daña al desarrollo del país, que la justicia debe sancionar severamente a los avasalladores y, urgió al Gobierno a tomar medidas contra este delito que afrenta la seguridad jurídica. 

Un 98% opinó que los avasallamientos frenan una mayor inversión privada en el agro y el 97% dijo que ello impide producir y exportar más alimentos. 

Un 83% dijo saber que hay gente armada avasallando impunemente, de ahí que el 89% sentenció que la justicia no defiende al productor: Una grave sanción social que se podría revertir castigando a quienes se ríen de la Ley, haciendo pensar mal, a muchos, sobre el accionar del Estado…

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En medio de tantas preocupaciones, una luz de esperanza…

Se había dicho que el 2024 iba a ser complicado para el país en lo económico, político y social, pero ¿alguien se imaginó por todo lo que íbamos a pasar? Como dije alguna vez, “el largo plazo en Bolivia no existe”, ya que vivimos casi con el Jesús en la boca, sin saber lo que pasará mañana. ¿Es o no es así? 

La economía del país crece menos de lo esperado, la estabilidad de precios parece cosa del pasado, aumenta la conflictividad y el ambiente político se caldea cada vez más, desmejorando el entorno, aumentando la incertidumbre e incidiendo negativamente en quienes toman decisiones, derivando ello en una lamentable baja de la inversión, la producción y el empleo formal. 

En efecto, el Producto Interno Bruto (PIB) que cayó 8,7% por la pandemia, el año 2020; para recuperar recién en 2022 su tamaño del 2019 y crecer al 3,1% en 2023; si bien al primer semestre del 2024 logró un 2,58% de expansión, es imposible que logre la meta oficial del 3,71% hasta fin de año. De hecho, los organismos internacionales no son optimistas: el Banco Mundial dice que crecerá 1,4%; el FMI pronostica 1,6% y, la CEPAL, un 1,7%. 

Varios factores externos inmanejables para el país, entre ellos, un contexto internacional complicado por la menor dinámica económica y comercial derivada de conflagraciones bélicas, procesos inflacionarios y recesivos, y la caída de precios de las materias primas, sumándose a ello el negativo impacto del cambio climático en la producción agrícola nacional, son parte de la explicación del bajo desempeño, aunque, ciertamente, meritorio en medio de tanta turbulencia. 

Sin embargo, han sido factores internos los que impidieron un mayor crecimiento, como los insufribles bloqueos de caminos y carreteras; los avasallamientos a predios productivos, incluso con armas de fuego; la escasez del dólar y la subida de su precio hasta llegar a Bs15.- en su momento; el anormal abastecimiento de combustibles, entre otros más, provocando todo ello una declinación de la actividad económica, en general, sumándose a esto la caída de la producción de hidrocarburos, como reportara recién el Instituto Nacional de Estadística (INE). 

La inflación que en 2023 fue del 2,1%, hasta octubre pasado llegó al 7,26%, el doble de la meta oficial del 3,6% esperada para la gestión en curso, algo que de profundizarse, podría resultar un detonante del descontento social en curso, ya que, como tantas veces se ha dicho, la inflación es un impuesto ciego que castiga a todos, pero mucho más, a quienes ganan poco y tienen ingresos fijos, al deteriorarse su poder adquisitivo frente a la subida generalizada de precios. 

Según el INE, el PIB al primer semestre del 2024 creció gracias a un mayor consumo en el mercado interno (2,52%) y al aporte del gasto público (1,54%), mientras que las caídas en la exportación (3,85%), inversión (8,12%) e importación (21,25%), más bien, le restaron dinamismo. 

Siendo esto así, dado que el mercado interno es limitado en tamaño y poder de compra, la salida a esta situación debería ser la drástica mejora del entorno en cuanto a seguridad jurídica e incentivos para reanimar la inversión privada hacia una mayor producción para la exportación, ya que con ello llegarían más divisas al país para financiar la importación de insumos, bienes de capital y equipos de transporte que tanto necesitamos para producir más ¿no le parece? 

El comercio exterior boliviano, producto de los bajos precios de los principales bienes de exportación, la escasez y consecuente subida del precio del dólar en el país, va camino a una severa contracción en esta gestión, comparativamente a un mal año, como fue el 2023, cuando nuestras ventas externas cayeron 2.800 millones de dólares y las importaciones más de 370 millones. 

Efectivamente, según un último reporte del INE, el valor de las exportaciones bolivianas hasta septiembre cayó 20%, lo que en términos absolutos implica un menor ingreso de divisas por poco más de 1.600 millones de dólares, comparadas a igual período del año 2023. Si a ello sumamos la baja de la importación por más de 1.300 millones, se observa que el comercio exterior global cayó casi 3.000 millones de dólares en los primeros nueve meses del 2024. 

En medio de tantas preocupaciones, surge una luz de esperanza a raíz del reciente anuncio del Ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro, sobre la posible captación de 5.000 millones de dólares en 2025, gracias a la monetización de reservas de carbono presentes y futuras de Bolivia, al comprometerse nuestro país con mecanismos de certificación vinculados a la reducción de gases de efecto invernadero, monetizando la baja de sus emisiones de carbono, sin que ello implique un endeudamiento para el Estado boliviano. 

De tener éxito tal operación, se daría “un antes y un después” en el país, pues el ingreso de semejante cantidad de divisas, más que duplicaría la exportación de hidrocarburos, ayudando, sobremanera, a apuntalar las Reservas Internacionales Netas de Bolivia. ¡Dios quiera que sea así!

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Mensaje Presidencial, bochorno previo y reflexiones posteriores

Transcurridos cuatro años de gobierno del presidente de Bolivia, Luis Arce Catacora, el último que tiene por delante no se ve auspicioso por los desafíos en materia económica y el imprevisible ambiente político que vive el país. Una muestra de esto último es el triste espectáculo que ciertos legisladores dieron en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) impidiendo la sesión inaugural de la legislación 2024/2025, en cuyo marco el Primer Mandatario debía brindar su Informe, por lo que se trasladó a la Plaza Murillo donde pronunció luego un furibundo discurso que ha debido llamar la atención a más de uno, sobre todo en el exterior del país (“Tras bochorno en Asamblea, Arce rinde mensaje presidencial de 4 años en plaza Murillo”, OPINIÓN, 8.11.2024) 

Y aunque el Vicepresidente Choquehuanca, en palabras de circunstancia, como Presidente nato de la ALP, pidió “disculpas a la comunidad internacional, a todos los bolivianos, niños, jóvenes, abuelos, ancestros, autoridades militares y policías por la actitud violenta, vergonzosa, bochornosa y antidemocrática que han mostrado esta mañana algunos asambleístas” -como reseña la indicada nota- en honor a la verdad, no es la primera vez que un acto así se da en dicho recinto, devaluando la imagen del país, de un tiempo a esta parte. 

En un escenario supremamente diferente a los de años anteriores, sobre todo a los del auge, cuando se podía hacer gala de rimbombantes indicadores que daban la impresión de que todo iba bien y que las cosas incluso podían mejorar, el Informe del 8 de noviembre de 2024 se dio en medio de uno de los más bajos crecimientos del PIB en dos décadas, con 2,58% al primer semestre, impactado por factores externos e internos; con una escalada del tipo de cambio del 50% en el mercado negro, a consecuencia de la escasez de dólares; una de las inflaciones más altas de los últimos años -del 7,26% hasta octubre- por la subida de costos de producción y precios de bienes importados; y, finalmente, la alta conflictividad signada por bloqueos, preocupaciones, descontento y sectores en emergencia ante la anormalidad del abastecimiento de combustibles en el país. 

¿Dónde están ahora las ONGs que decían “no” a los biocombustibles, “no” a la biotecnología, “no” al agronegocio, “no” a la agroexportación, “no” a la negociación de acuerdos comerciales para abrir grandes mercados externos? 

Del Informe brindado, rescato que el Primer Mandatario rememorara su intención de “reconstruir nuestra Patria”, superar la crisis sanitaria, económica, educativa, política y social post pandemia. Buenas intenciones, todas ellas, por supuesto. 

Destaco, también, su desconcierto: “No logramos prever como gobierno que íbamos a tener cuatro años de asedio sistemático, progresivo y permanente desde todos los frentes, como nunca antes se vio en la historia reciente de nuestro país. Incluso, fenómenos climáticos extremos, con influencia permanente del Niño y la Niña, producto de la crisis climática”. 

Y, como parte de la explicación del bajo desempeño económico: Un contexto internacional complejo, con guerras, inflación, deterioro del comercio mundial y agudización del impacto climático. “¿Podíamos evitar esa realidad?”, preguntó, para luego reclamar fuertemente que las mayores adversidades provienen de fuentes internas que quieren hacer naufragar su gobierno, como la Asamblea Legislativa Plurinacional que bloquea toda iniciativa del Ejecutivo; así como, las marchas, bloqueos y paros constantes que, ciertamente, afectan al crecimiento. 

Una vez más, volvió a criticar que, irresponsablemente se desatendió la nacionalización durante más de una década, por “falta de inversión y visión estratégica en el sector energético”; y, un sinceramiento: “No somos ciegos ni indolentes a los problemas que nos aquejan, como por ejemplo la iliquidez temporal del dólar que enfrentamos y la enfrentaremos hasta resolverla; lo mismo en cuanto a la inflación y la normalización del abastecimiento de combustibles”. 

Reconfirmó su convicción de construir más de 170 plantas industriales en el país, y que Bolivia cuenta con un “Modelo Económico Social Comunitario Productivo perfectible (…) tenemos problemas, sí, pero también esperanzas en los pasos que estamos dando hacia nuestra plena independencia económica y soberanía política”, dijo. 

“En agosto del siguiente año, celebraremos un año más de la fundación de nuestra querida Patria Bolivia. Pero no será un año cualquiera, porque cumpliremos 200 años. Por lo que les pido a las bolivianas y los bolivianos, llegar unidos al Bicentenario”, concluyó. ¡Ojalá que así sea! 

En todo caso, para lograrlo se deberá atender las necesidades de la gente, muchas de ellas urgentes y el empresariado privado resultará parte fundamental para alcanzarlo, siempre que se le den las condiciones necesarias para invertir, generar empleos dignos e ingresos para las familias, divisas por exportación para el país y tributos para el Estado, porque, solamente así, volverá la paz social a nuestra amada Bolivia…

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