Blog de Juan José Toro

Potosí y las monedas

De Potosí se sabe que fue una de las ciudades más importantes de la colonia gracias a su Cerro Rico. Cierto pero insuficiente.

Para entender lo que fue Potosí habría que decir que fue, en su tiempo, la suma de Londres y Nueva York. Lo que ocurría allí gravitaba en la política mundial y, por tanto, su movimiento económico determinaba cotizaciones y tendencias.

Por ello, no es exagerado decir que, en aquellos tiempos, Potosí era el centro del mundo. Gente de distintas nacionalidades llegaba por millares y, forzosamente, el movimiento cultural también se concentró en la Villa. Es por eso que en Potosí, o en sus poblaciones mineras circundantes, surgieron múltiples manifestaciones culturales que luego pasaron a formar parte de nuestra nacionalidad. En una población del norte llamada Jankonasa, hoy desaparecida, nació la Diablada y la marcha cansina de los esclavos negros que eran trasladados hasta el Cerro Rico dio origen a la Morenada. En Potosí nació el charango, sobre la base de la mandolina, y en esa ciudad fue esculpida la imagen de la Virgen de Copacabana. Su fama fue tal que por lo menos 15 ciudades del mundo adoptaron Potosí como su nombre.

El mineral que salía del Cerro Rico era tal que los habitantes del sur del continente creían que el río que llegaba hasta sus orillas arrastraba polvo de la famosa montaña y lo llamaron “de la plata”. Del latín argentum (plata) surgió el nombre de Argentina por la misma creencia.

Un detalle poco conocido es, por ejemplo, que el dólar americano, que ahora tiene circulación mundial, nació en Potosí. Este hecho fue ratificado por Glenn Stephen Murray Fantom, historiador y numismático norteamericano que ganó el Premio Europa Nostra en 2009.

En perfecto español, pues reside en Segovia, Murray me explicó que las monedas acuñadas en la segunda Casa de Moneda de Potosí circulaban en la mayoría de los países conocidos como “civilizados” en tiempos coloniales y, debido a su alto contenido de plata, eran aceptados sin miramientos para cualquier tipo de transacciones. Lo que no sabía, y el experto me ilustró en ello, es que las monedas potosinas circularon como divisa legal en Estados Unidos hasta 1857 debido a que ese país, muy joven entonces, no tenía suficiente plata para amonedación ni respaldo metálico que le permita imprimir billetes.

La situación duró hasta el descubrimiento de oro y plata en California. A partir del año referido, bancos como los de Manhattan y Filadelfia comenzaron a imprimir billetes pero la gente, acostumbrada a la moneda potosina, no los utilizaba en sus transacciones. Debido a ello, los bancos se vieron obligados a imprimir billetes que incluían imágenes de las monedas potosinas, conforme su valor; es decir, una moneda en el billete de un dólar, cinco en el de cinco y diez en el de diez.

Por ello, no es raro que el símbolo del dólar (la “S” cruzada verticalmente por dos líneas paralelas) se haya originado en las monedas potosinas pues estas tenían el anagrama de Potosí en una sola figura y a sus lados estaban las columnas de Hércules. En el anagrama sobresalía la “S” a la que se juntaron las columnas.

Verdades como estas, y otras aún ocultas, serán conocidas y difundidas en la convención internacional de historiadores y numismáticos que se realizará en octubre en la Villa Imperial. La presentación oficial es este jueves en el patio cultural del Ministerio de Culturas, en La Paz. Valdrá un Potosí cubrir las deliberaciones de la cita que arranca este febrero.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo

Surazo
imagenblog: 

Voto consciente

La campaña política recientemente concluida fue una de las más sucias de nuestra historia.

Ni oficialismo ni oposición se salvan de la repulsa ciudadana porque ambos bandos utilizaron los mismos métodos: insultos, mentiras, denigración y un obvio intento de manipular la conciencia ciudadana con el fin de llevar agua a su molino.

Como es lógico en los tiempos en que vivimos, el terreno de confrontación fue el de los medios masivos. La televisión cumplió con su papel, que incluye una buena dosis de espectáculo, y su complemento perfecto fue el amplísimo y todavía desconocido territorio de las redes sociales. Escudándose en el anonimato, cientos (¿miles?) de personas atacaron a uno y otro bando. Con el fin de influir en la ciudadanía, rebasaron todo límite y tomaron fotografías para trucarlas en el afán de convencer a la gente de verdades que en realidad eran mentiras. La pugna llegó al ataque personal. En la mayoría de los casos, el insulto suplió la falta de argumentos para un debate civilizado. Entendida como “deslustrar, ofender la opinión o fama de alguien”, la denigración fue el método más utilizado y, más allá de réditos políticos, el resultado fue una siembra de odio… guerra sucia.

El grupo social al que se dirigieron las campañas de los políticos es el de los indecisos que, según coincide la mayoría de las encuestas, manipuladas o no, llega más o menos al 20 por ciento. Y lo que pocos dijeron al respecto es que ese porcentaje es vergonzoso.

Veamos: el votante que se enfrente ante la papeleta el domingo tiene, además del sí y el no, las opciones de votar nulo o en blanco. Que el 20 por ciento de la población votante no haya sabido qué hacer hasta el momento de levantarse la última encuesta es un dato en verdad preocupante.

Una consulta popular, sea elección o referendo, tiene el propósito de consultar a la gente qué es lo que opina sobre ciertos temas. Si se trata de una elección, la pregunta es a cuál a cuáles candidatos prefiere. En un referendo, se le pregunta su opinión sobre determinado asunto: ¿acepta?... ¿rechaza? Y, como de democracia se trata, incluso se le da opción de votar en blanco o pifiar su voto. ¿Cómo podemos concebir que haya gente que todavía no sepa por cuál de las opciones inclinarse?

En una democracia ideal, el votante decide su voto en el momento mismo o a las pocas horas de haberse emitido la convocatoria a elecciones o referendo. Lo ideal es que, una vez habilitados todos los candidatos, el votante ya sepa por quién votar. Si se trata de un referendo, lo ideal es que tome una posición inmediatamente después de comprender a cabalidad lo que se le está consultando (y, para ello, resulta muy útil que la pregunta no sea muy complicada o que entrañe ambigüedades).  

Si el votante toma su decisión y no la cambia, sin importar lo que ocurra entre la fecha de convocatoria al plebiscito y la consulta popular misma, el suyo será un voto consciente, uno que no permitirá que los políticos cambien o manipulen.

Si, por el contrario, no toma su decisión de una vez y para siempre, atraerá el interés del político que, al saberlo indeciso, buscará convencerle a votar a su favor. Y entonces no solo vendrán promesas sino también ataques al adversario, descalificaciones, insultos, mentiras, denigración… guerra sucia.

Por tanto, si usted aún no decidió su voto, no se queje si tuvo que tragarse una de las campañas más sucias de nuestra historia. Usted es el culpable. Los políticos solo hicieron su trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

 

Surazo
imagenblog: 

Amantes y presidentes

Un presidente es un ser humano y, por lo tanto, está expuesto a las mismas tentaciones que los demás seres humanos. La diferencia entre uno y otros es que, por el poder que ostenta, un Presidente puede tener lo que se le antoja con más facilidad que los demás seres humanos.

La historia de la humanidad está plagada de casos de gobernantes involucrados con mujeres que, generalmente, se enredaban con aquellos por los beneficios que obtenían. Los ejemplos van desde Cleopatra y sus amoríos con Julio César y Marco Antonio hasta Marilyn Monroe y sus romances con los Kennedy.

Bolivia no es la excepción. Por el contrario, el machismo y la misoginia que imperan en nuestra sociedad dieron lugar a que varios presidentes aprovecharan su poder para tener acceso a muchas mujeres, algunas incluso casadas.

El caso más representativo de mezcla de sexo y poder es el de Mariano Melgarejo que pasó a la historia por un gobierno caracterizado por sus excesos, soberbia, despotismo, violaciones a la ley y un alto grado de autoritarismo. Aunque casado con Rosa Rojas, Melgarejo fue un mujeriego empedernido que, según se dice, tuvo varios hijos ilegítimos. Entre sus muchas amantes se incluye a Gertrudis Antezana, esposa de José María Achá.

Ignorante, promiscuo e impío, este hombre estaba convencido que había nacido para gobernar Bolivia y hasta atribuía su fecha de nacimiento, que fue un Domingo de Resurrección, a un designio divino. Decía que Dios lo había escogido justo cuando resucitaba. Por ello, creía que él era el único que podía gobernar el país y no tenía intenciones de dejar el poder. Tantos fueron sus excesos que varios autores se ocuparon de ellos. Caudillista y rodeado de zalameros que lo alentaban a hacer lo que hacía, Melgarejo creía que podía hacer cuanto se le antoje y eso incluía tomar a cualquier mujer, sin importar su condición o edad.

Tuvo muchas mujeres y a casi todas las hacía espléndidos regalos para premiar sus favores sexuales.

La amante más conocida que tuvo Melgarejo fue Juana Sánchez Campos, peruana y hermana del capitán José Aurelio Sánchez quien había sido condenado a muerte por actos de rebeldía. El tirano la conoció precisamente cuando ella, con apenas 18 años, fue a verlo a rogar por su vida. Diversas versiones históricas dicen que la muchachita tenía una belleza brutal y el Presidente se impactó tanto con ella que no solo perdonó a su hermano sino que lo incorporó al ejército boliviano en el que, gracias a los favores presidenciales, llegó hasta el grado de general. 

La relación de Melgarejo con Juana Sánchez fue tan pública como el súbito enriquecimiento de la familia peruana. Por años, los Sánchez tuvieron influencia y recibieron múltiples favores del gobierno hasta poco antes de la caída de su protector.

Los excesos del presidente fueron tales que el pueblo boliviano no pudo más. En 1870 se levantó Potosí y, aunque Melgarejo aplastó la revuelta con violencia, otras ciudades siguieron su ejemplo poco después. El 15 de enero de 1871 fue derrocado por el pueblo paceño y tuvo que huir hacia Chile.

Cuando se enteró que su examante vivía en Lima fue a buscarla en secreto.

La ubicó en una lujosa vivienda y, al percatarse de ello, se alegró pensando que podría recibir ayuda de aquella familia que tanto le debía. Golpeó a la puerta y el que le abrió fue José Aurelio Sánchez, aquel a quien perdonó la vida e hizo general del ejército boliviano. Preguntó por Juana e intentó entrar pero el exgeneral le dio el mayor agradecimiento por sus favores: un balazo.  

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

 

Surazo
imagenblog: 

Carnaval tributario

El transporte pesado ha alborotado el país con un bloqueo precarnavalero que protesta contra las injusticias tributarias. La medida de presión ha paralizado medio país y provocado fallecimientos en distintas circunstancias. Existe un millonario daño económico que crece conforme pasan los días y podría afectar seriamente al sector turístico si las vías no se despejan antes del carnaval y se evita que los visitantes lleguen a destinos ya consolidados como Oruro y Santa Cruz.

El presidente acusa a los transportistas de movilizarse para pagar menos impuestos y esa es una explicación muy simplista a un problema de fondo que no solo afecta a ese sector. Recuérdese que otros sectores, como el de los comerciantes gremialistas, ya se han pronunciado en contra de las políticas tributarias.

El verdadero problema del contribuyente en general, no solo de los transportistas y gremiales, es que tiene al frente a un Servicio de Impuestos Nacionales (SIN) que, en lugar de alentar la universalidad del tributo, se ha convertido en un órgano casi represivo cuyo objetivo es recaudar lo más posible y, para ello, aplica multas y sanciones por doquier.

El contribuyente es el que el SIN tiene registrado en su base de datos y, por tanto, es fácil de ubicar. Puede hacerle seguimiento y, si se atrasa con el pago de sus impuestos o se equivoca en el llenado de algún formulario, es sancionado implacablemente.

Debido a ello, son muy pocos los ciudadanos que se interesan en obtener su Número de Identificación Tributaria porque saben que, al hacerlo, se vuelven visibles para el SIN y sus multas. Frente a eso, es mejor permanecer en el anonimato y, consiguientemente, no pagar impuestos. Por ello se dice que el Estado no alienta el pago de tributos sino, por el contrario, espanta a los potenciales contribuyentes. Y por eso, también, son cada vez más los sectores que hablan de la existencia de un “terrorismo tributario”.

La Comisión de Planificación, Política Económica y Finanzas de la Cámara de Senadores ha estado trabajando en una modificación del Código Tributario desde antes que estallaran los problemas. En esa labor ha identificado irregularidades como vulneraciones al debido proceso y usurpación de funciones.

El debido proceso es aquel en el que el acusado por la presunta vulneración a una norma es juzgado para ver si es culpable o inocente. Antes de dictar sentencia, se escucha al acusado para conocer sus razones y descargos. Las sanciones que aplica diariamente el SIN atentan contra ese derecho porque, sin escuchar al acusado, se le aplica directamente la sentencia; es decir, la multa.
La usurpación de funciones es aquella actitud en la que habría incurrido el SIN al actuar sobre la base de resoluciones normativas de directorio que, aparentemente, buscaban llenar los vacíos de la legislación tributaria. La comisión senatorial entiende que esa actitud es usurpar funciones propias del Órgano Legislativo que es el que elabora y aprueba las normas que luego son promulgadas por el Ejecutivo.

Con esos razonamientos, la comisión ha presentado una petición de informe a la que debe responder el presidente del SIN. Habrá que esperar los resultados de esa acción fiscalizadora y, entretanto, el conflicto con los transportistas está con diagnóstico reservado.

La comisión tiene una propuesta para atender no solo las demandas de los transportistas sino de todos los contribuyentes: un nuevo Código Tributario. Resta esperar que el Ejecutivo viabilice, de esa manera, una solución al conflicto.

 

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

Surazo
imagenblog: 

Daño permanente

No imagino cuánta enajenación necesita un ser humano para quitarle la vida a otro.

Jorge Clavijo, por ejemplo, estaba borracho cuando le asestó quince puñaladas a Hanalí Huaycho. Era la misma embriaguez, aunque no en la misma medida, que corría por el sistema nervioso de William Kushner cuando asesinó a Andrea Aramayo.

El alcohol es un alucinógeno así que puede privar de juicio al que lo consume. Solo así se explica que Clavijo haya destrozado a Hanalí en presencia de su hijo. Solo así se explica que Kushner no haya tenido ningún reparo en aplastarle la cabeza a Andrea con su automóvil.

¿Y qué pasa con aquellos que matan sin motivaciones? Pienso, por ejemplo, en ese ser humano que aguarda en las sombras que algún incauto se acerque para robarle la billetera. Cuando cae una víctima, el asaltante forcejea y, pese a que ya tiene el dinero en la mano, no duda en hundir su puñal en la humanidad del asaltado. Ya había logrado su propósito… ¿por qué, además, tuvo que matar?

Pero si el asaltante o violador homicida causan asco y repugnación, otro tipo de asesino pulula ahora en nuestras calles: el tratante.

Aunque la jerga policial todavía no incorpora el adjetivo, el tratante es aquel que está inmiscuido en la trata y tráfico de personas. Su actividad consiste en secuestrar seres humanos con el fin de venderlos, enteros o por partes.

El tratante vende un ser humano entero para la prostitución. Si vende a su rehén con fines sexuales, tendrá que entregarlo completo. La venta por partes es el tráfico de órganos. En este caso, hay que matar al o la secuestrada para vender sus partes a quienes pueden pagar por ellas.

La trata y tráfico de personas ha convertido al ser humano en burda mercadería. Los tratantes se olvidan que detrás de cada persona hay una familia, otras personas que sufren y se preocupan por ella.

Cuando una persona desaparece, el sufrimiento de su familia es inmenso. La incertidumbre es un monstruo que puede consumir la vida de una persona con más rapidez que cualquier otra preocupación. De pronto, la rutina diaria se interrumpe con el aviso de que uno de los miembros de la familia, una hija o un hijo, no aparece. Salió a tal hora… iba a encontrarse con tal… las indagaciones son familiares porque la Policía es tal solo de nombre porque, si se trata de esclarecer un crimen, el boliviano debe bancarse solito. Pero él o ella no aparecen. ¿Dónde estará?, ¿qué habrá pasado? Y los segundos se vuelven minutos… y los minutos se vuelven horas… y las horas pueden volverse días… ¿Dónde está?, ¿qué ha pasado?

Las respuestas pueden ser múltiples. A veces, el o la desaparecida no aparecen nunca más. Ahí está el caso de Zarlet, agigantado por la actitud pantagruélica de la Policía que se burla de su madre, o ahí está el caso de Varinia que aparece pero no como persona sino como cadáver… un despojo…

Está pero no está. Es su cuerpo pero no es ella… ella se ha ido para nunca más volver.

Pero, al final de cuentas, si el o la desaparecida aparecen o no ya resulta irrelevante. Si aparece muerta o muerto, se acaba la incertidumbre pero prosigue la pesadilla. Se la extrañará siempre porque partió de pronto, sin despedirse, sin coronar sus proyectos de vida…

Si aparece con vida, la historia no tendrá final feliz porque la secuestrada y su familia tendrán que lidiar con las secuelas que inevitablemente deja el secuestro… Su cuerpo está vivo pero mataron su alma…

No hay daño colateral sino permanente. Por eso es que la trata y tráfico de personas no es un delito sino la suma de muchos y así debe ser combatido.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

Surazo
imagenblog: 

La entrevista como hazaña

Entrevistar a alguien difícil de entrevistar es uno de los sueños de todo periodista. Uno de los sueños, no “el” sueño. La razón para ello es sencilla: cuando una persona se convierte en inalcanzable, el mayor reto es alcanzarla. Es como el Everest para los escaladores: para llegar a su cúspide es necesario prepararse de manera integral, tanto física como mentalmente.

Durante meses, se lee, se investiga, se revisa archivos, se lee, se hace fichas, se cruza datos, se lee, se entrevista personas, se hace vigilancia… Aun así, son miles quienes se preparan adecuadamente pero no logran llegar a la cima. Por eso es un reto. En el periodismo existen muchos Everest. Los hay desde los delincuentes prófugos de la justicia hasta los dictadores rodeados de ejércitos que los protegen, pasando por aquellas estrellas del espectáculo que prefieren alejarse de la vista del público. Augusto Pinochet, por ejemplo, fue un Everest en su tiempo y, cuando el juez Baltasar Garzón lo declaró prófugo de la justicia, su condición de inalcanzable se multiplicó. Por eso es que la entrevista que consiguió hacerle el periodista norteamericano Jon Lee Anderson fue una de las mayores hazañas del periodismo moderno. Y no fue suficiente que Jon se haya preparado convenientemente para escalar aquel Everest; es decir, hacer la entrevista.

Para que Lucía Pinochet, la hija del dictador, accediera a ayudarlo, fue necesario revisar la carrera del periodista que ya tenía en su haber libros tan importantes como la que es considerada la más completa biografía sobre el Che Guevara. Sus antecedentes decían que Anderson era confiable así que se aceptó la entrevista. ¿Hubo riesgos? Desde luego. Si una persona no quiere que la encuentren, es lógico que tome medidas de seguridad. Vulnerarlas significa alertar a sus cuidadores y poner en riesgo la vida del que está buscando. Me pasó a mí, pinche periodista, cuando encontré al asesino del Che Guevara, el mismo al que antes había encontrado Jon, y le hice una entrevista de 27 minutos junto a Ildefonso Olmedo del diario El Mundo de España. Lo que siguió después fue una persecución cinematográfica por el segundo anillo de Santa Cruz. El cuidador del asesino nos siguió durante un tiempo que mi pánico no me dejó determinar en la misma camioneta que vimos durante días en la puerta de nuestro investigado y solo pudimos perderlo de vista gracias a la habilidad de nuestro chofer.

Por eso, estoy seguro de que Sean Penn corrió riesgos al entrevistar al Chapo Guzmán pero también estoy seguro de que no necesitó prepararse como lo hizo Jon en el caso de Pinochet. Para el actor, que parece tener debilidad por fotografiarse junto a personas que son más famosas que él, fue suficiente usar a su colega mexicana Kate del Castillo quien, luego de contactarlo por las redes sociales, recurrió a sus atributos femeninos para convencer al narcotraficante de dejarse entrevistar. Hubo condiciones de por medio… una fue que el Chapo revisaría la versión final de la nota a publicarse. En otras palabras, fue una entrevista a la carta, con censura implícita, algo que jamás debe hacerse.

¿Fue ético o no fue ético? Con la suerte y ayuda necesarias, cualquier persona que no sea escaladora puede coronar el Everest. Habrá logrado una hazaña pero eso no lo convierte en escalador. Sean Penn alcanzó un Everest periodístico pero lo hizo vulnerando principios básicos del oficio. Eso no es periodismo.

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

Surazo
imagenblog: 

Prensa maldita

El 24 de mayo de 2007, el presidente Evo Morales recibió las conclusiones del Quinto Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad realizado en Cochabamba.

El encuentro se realizó bajo la frase “En defensa de la verdad y contra la manipulación mediática” y sentó las bases de la conducta que observaría el gobierno del MAS frente a la prensa. El aviso más claro lo dio el propio jefe de Estado al declarar a los asistentes a la reunión que “el primer adversario que tiene mi presidencia, mi gobierno, son algunos medios de comunicación”.

Y claro que no era cierto. La prensa independiente, aquella que no está alineada ni con el gobierno ni con la oposición, no tiene enemigos pero, en contrapartida, tampoco debería tener amigos. Si un medio simpatiza demasiado con algún gobierno, es lógico que su público sospeche de sus contenidos pero tampoco tiene credibilidad aquel que solo se dedica a atacar a los gobernantes, así sea sin motivo.

La asepsia del periodismo es necesaria debido a que una de sus tareas fundamentales es la fiscalización de los gobiernos, sin importar que estos sean de izquierda, del centro o de la derecha.

El mismo Evo Morales se benefició de esa labor fiscalizadora cuando era dirigente cocalero y férreo opositor a los gobiernos neoliberales. La paliza de muerte que recibió de efectivos de la lucha antidroga lo convirtió en figura pública gracias a la cobertura mediática que tuvo.

El gobierno sabe que la prensa no debe alinearse pero finge ignorarlo. Desde Venezuela, desde los tiempos de gloria de Hugo Chávez, se trazó la estrategia de desprestigiar al periodismo con el fin de debilitarlo.

Es posible comprar medios, generalmente a través de terceros, como pasa en Bolivia, pero es imposible abarcar todos así que hay que atacarlos tan repetidamente que el mensaje se quede grabado en la mente del público inadvertido: los medios mienten o, como dijo recién el presidente, los medios son de la derecha.

Se trata de un obvio extremismo pero bien aplicado. “Si no estás conmigo estás en mi contra”, dijo más de una vez el presidente y de manera pública. La misma lógica se aplica a los medios. En la lógica del gobierno, la prensa no debería informar sobre hechos negativos, mucho menos ocuparse de casos de escandalosa corrupción como el del desaparecido y desbancado fondo indígena. A lo que debería limitarse el periodismo es a echarle flores al jefe de Estado, alabarlo, tratarlo como el elegido, el iluminado, el único capaz de conducir al país por la senda del desarrollo. Quiere que todos los medios sean como los estatales cuyos periodistas no puede escribir contra sus empleadores. Como hay medios que no caen en esa bochornosa conducta, entonces los ataca, los desprestigia: dice que son de la derecha.

“Una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad”, sentenció Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, y los gobiernos del “socialismo del siglo XXI” aplicaron exitosamente la fórmula. Rafael Correa convirtió la mentira en una realidad y consiguió promulgar en Ecuador una ley de medios casi sin oposición alguna porque la gente cree que los medios son de la derecha y buscan desestabilizarlo.

Si el gobierno de Evo Morales no sacó una ley similar de la manga es porque todavía tiene un proceso electoral pendiente, el referendo del 21 de febrero. Una vez que pase, volverá a su estrategia hasta contar, por fin, la ley que le permita controlar a esa prensa maldita que no le deja gobernar a su gusto.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

 

Surazo
imagenblog: 

Dakar, sus verdades

Sí. El rali Dakar es un peligro pero no precisamente por los daños que causa al medioambiente de los países por los que pasa.

Hasta el inicio de la versión 2016, la competencia era el blanco favorito de los ambientalistas locales o de quienes asumen pose de “verdes”. Se hacía hincapié en los daños irreparables a la flora de lugares tan sensibles como el desierto de Atacama y más de uno quiso demostrar el daño que también le causaría al Salar de Uyuni.

De pronto se supo que la Amaury Sport Organisation (ASO), que organiza anualmente la prueba, está en conversaciones con países africanos para que el rali vuelva a ese continente y las críticas menguaron. Y es que, de pronto, la posibilidad de perder esa competencia apareció ante nuestras narices y muchos comprendimos que las cosas no serían iguales sin ella.

Asumámoslo: ninguna campaña publicitaria logrará el efecto que tuvo el Dakar en los últimos tres años. El más grande ejemplo es el portentoso Salar de Uyuni que, aunque aparece cada vez más en revistas y documentales, dio un enorme salto gracias a la competencia, particularmente aquella versión que se corrió por sus orillas.

Entonces, ¿debemos aceptar al rali como un beneficio para nuestros países? Sí y no. Sí porque, indudablemente, ayuda a la promoción turística y no porque, desde el punto de vista medioambiental, efectivamente causa daño.

Pero aceptar a la competencia como un mal necesario no implica hacer berrinches al extremo de obligar a nuestros gobiernos a retirarse de la prueba. Chile y Perú lo hicieron y, aunque la ASO no se mostró afectada, reinició conversaciones con los gobiernos africanos. Claro… a nadie le gusta estar donde no lo quieren y, si las críticas suman, el rali se va y punto. Ya lo hizo antes, y más de una vez. Su recorrido original, que era de París a Dakar, cambió constantemente y, aunque la capital de Senegal era el supuesto punto final de llegada permanente, una vez terminó en Ciudad del Cabo.

Uno de los detalles que los criticones no toman en cuenta es que esta competencia no es precisamente deportiva. Antiguamente conocida como Rally Paris-Dakar, esta prueba es, más bien, una fábrica de billetes porque hay que pagar fortunas para participar en ella. Para que Bolivia sea parte del recorrido, el gobierno de Evo Morales dispuso de buenas cantidades y eso también le acarreó críticas, fundamentalmente de la oposición que no actúa precisamente en plan altruista sino eminentemente político.

La ASO no es una organización deportiva sino una poderosa multimedia que es dueña, entre otros medios, de los periódicos l’Équipe y Le Parisien, de Francia. No solo organiza el rali Dakar sino también el Tour de Francia, la Maratón de París, las carreras ciclísticas París-Roubaix y París-Niza y el Abierto de Francia de Golf. Que el raly Dakar pase por África o Sudamérica, que destruya flora y fauna sensibles o cause la muerte de personas, como la de los 24 pilotos o de esas 13 personas que nada tenían que ver con la competencia, es algo que le importa muy poco. Lo que verdaderamente le interesa son las enormes ganancias que la prueba genera.

Para regiones como Potosí, con atractivos desaprovechados, el rali Dakar es un mal necesario así que lo que habría que hacer es asumir medidas para evitar daños al medio ambiente.

Ponerse en otra pose, como exigir que ya no pase por nuestro territorio, significaría simplemente ahuyentar a la ASO que volvería a África o se iría a alguna otra región donde le paguen igual o mejor. Así de simple.

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

Surazo
imagenblog: 

Ya no vuelve Sebastiana

El 21 de mayo de este triste año que se termina, el inescrutable rostro de Sebastiana Kespi volvió a aparecer en la prensa boliviana.

Volvía Sebastiana. La mujer chipaya que con solo diez años de edad protagonizó la película antropológica por excelencia de Bolivia había llegado a La Paz para recibir la medalla al mérito cultural entregada por una comisión de la Cámara de Diputados con un nombre tan largo que pocos pueden recordarlo completo. 

En algunas imágenes, Sebastiana aparece llorando y la prensa oficialista, aquella que pinta de rosado hasta las imágenes más negras de los gobiernos, afirmó que era de “evidente emoción”. El periodista y escritor Alfonso Gumucio Dagron, que habló con la mujer, reveló que lloraba de pena por el destino de su pueblo, el chipaya, que sigue sumido en la extrema pobreza 63 años después del estreno del documental que lo sacó del anonimato.

“Vuelve Sebastiana. No importa cuán dura sea nuestra vida, algún día la luz también brillará para los chipayas. Vuelve sebastiana, a tus espaldas y hacia el porvenir los siglos te están aguardando”, dice parte del libreto de “Vuelve Sebastiana” que fue escrito y grabado por el entrañable Luis Ramiro Beltrán y quizás ese mensaje caló tan hondo en ella que volvió y se quedó en su comunidad hasta envejecer y tener nietos.

Los años pasaron y se grabaron en su rostro pero el porvenir soñado, aquel en el que el pan y la quinua no iban a faltar en la comunidad chipaya, nunca llegó. Por el contrario, los collas —aquellos a los que se llama aymaras— volvieron a hostigarlos, como en el pasado, y los arrinconaron todavía más con el objetivo de copar más tierras para la siembra de la quinua cuyo precio la ha convertido en un motivo de codicia en el altiplano boliviano.

Cuando hizo su famoso documental, Jorge Ruiz no eligió a la comunidad chipaya por casualidad. El antropólogo y etnobotánico canadiense Wade Davis afirma que “un estudio de más de 5.000 culturas en el mundo reconoce a los chipaya como el pueblo más antiguo y aún vivo de América Latina”. Por su parte, el historiador y antropólogo francés Nathan Wachtel agrega que “los chipayas forman parte del último grupo de los urus sobrevivientes hoy”. Por tanto, los urus son los americanos más antiguos y su historia se plasma en su vestimenta en la que el color azul simboliza el agua de la que dependen para vivir.

En marzo de 2013, los urus de Vilañique y Llapallani marcharon a La Paz denunciando que sus tierras eran avasalladas por los aymaras y el lago Poopó se estaba secando. No les hicieron caso. Quizás porque los denunciados eran aymaras o quizás porque los urus son pocos y no representan un buen bolsón votante.

En este triste 2015 que se termina, el lago Poopó se secó y puso fin al milenario ciclo histórico de los urus, los americanos más antiguos del continente, los qas soñi, los hombres del agua que son el tronco común de chipayas, muratos e irohitos.

Con el Poopó muerto, los urus perdieron su principal sustento y tendrán que quitar el azul de la vestimenta que ellos mismos confeccionan porque ya no hay agua a la que puedan hacer referencia. Con el Poopó muerto, es difícil que la luz brille para los chipayas que, aunque no dependen directamente de él, forman parte de su ecosistema.  Con su enorme medalla que no le sirve para nada, Sebastiana ya no tiene motivo para volver porque, en aquella tierra milenaria que supo derrotar a los siglos, los urus no solo perdieron su pasado y presente sino también su futuro.

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

Surazo
imagenblog: 

Sin paz ni amor

Por su esencia, las familias que deseen reunirse en la Nochebuena tendrán paz y amor por el solo hecho de estar juntas. Lamentablemente, esos sentimientos no pueden extenderse a un país que termina el año más dañado que cuando comenzó.

Sí. Hay estabilidad económica y los reportes del FMI y el Celam dan cuenta que el desempeño de Bolivia fue mejor que el de la mayoría de los países de la región, incluido el gigante Brasil, pero ni siquiera ese indicador positivo nos permite hablar de paz y amor cuando el ambiente en el que vivimos está repleto de violencia y odio.

Culpar al Gobierno es hacerle el juego a la escuálida oposición que se frota las manos creyendo que el declive en el apoyo al MAS permitirá un relevo del poder a mediano plazo. Si hablamos de violencia, esa que es ejercida contra la mujer y cuyo rostro más deleznable se mostró en el caso del suspendido presidente de la Asamblea Legislativa Departamental de La Paz, es justo recordar que denuncias de esa naturaleza también afectaron a los opositores.

La violencia contra la mujer no tiene ideología y se manifiesta de igual forma entre oficialistas y opositores. Ni siquiera una ley de avanzada, y a veces hasta radical, como la 348, puede cambiar la mentalidad de un país machista en el que todavía se cree que la mujer debe vivir bajo la tutela del varón, aunque eso signifique soportar maltratos y humillaciones.

En estos días previos a la Navidad conocí un caso de esos, el de una mujer que vivió 24 años bajo el mando de un hombre golpeador que no le dejaba trabajar ni salir a la calle. En un aparente intento de tenerla encadenada al hogar, procreó seis hijos con ella. Ahora, cuando, cansada de los golpes, decidió dejar al marido, no faltan parientes que le aconsejan volver con él, para no quedarse sola con tantos hijos. Esa es, más o menos, la misma mentalidad que hizo que la mujer golpeada por el asambleísta paceño vuelva con él de manera pública.

Entonces, no puede haber paz en un país tan afectado por la violencia que el 80 por ciento de sus víctimas mujeres desisten de sus denuncias cuando se atrevieron a presentarlas ante las autoridades. ¿Y la violencia invisible, aquella que no se denuncia?

El otro factor de malestar es el odio, opuesto al amor que debería primar en estas fechas.

Aunque nos duela, debemos reconocer que en el país existe una ola de odio motivada principalmente por un Gobierno cuyas principales figuras más parecen vengadores de agravios del pasado.

El odio se percibe cuando nuestros gobernantes aprovechan los micrófonos para denostar a la oposición, insultarla y llenarla de calificativos. Y se percibe cuando se pasa de las acciones a los hechos y se persigue al que piensa distinto y hasta se lo encarcela. Ese odio se advirtió hace años, cuando el presidente Evo Morales maltrató públicamente a un periodista del diario La Prensa por una nota que se había publicado en ese medio y no le gustó al Gobierno. En las fotos del incidente se puede ver el odio en los ojos del jefe de Estado mientras miraba al informador que, para colmo, ni siquiera era el autor de la nota.

Pero la oposición no está lejos de esas acciones porque, aprovechando la impunidad de las redes sociales, también se dedica a destilar odio no solo criticando la gestión de Gobierno sino recurriendo al insulto, a la descalificación y al racismo.

Por ello, es probable que tengamos paz y amor en nuestras familias pero será difícil encontrarlos afuera.

 

 

 

 

 

 

 

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

  

 

  

Surazo
imagenblog: 

El Periódico Digital OXIGENO.BO, es desarrollado y administrado por Gen Film & Crossmedia Ltda. Teléfono: 591-2-2911653. Correo: info@gen.com.bo