Blog de Juan José Toro

Cerebros laminados

Los cruceños tuvieron razón al reaccionar como reaccionaron frente a unas láminas que circularon impunemente desde 2008 denigrando a las madres y mujeres de los llanos.

Una simple revisión a ese texto —que no vale la pena reproducir— demuestra que, en efecto, existe un contenido racista que ameritó disculpas y el anuncio de procesos.

Y aunque las láminas hubieran sido menos ofensivas, la reacción se justificaba. Demás está decir que no se puede ofender públicamente a la mujer y menos aún a la madre porque esta es, ni más ni menos, fuente de vida.

Pero como bien se apuntó en los análisis que se hicieron en el oriente del país, lo que desnudaron esas láminas son los prejuicios que persisten en nuestra sociedad y ese es, precisamente, el fondo del asunto.

De un tiempo a esta parte, desde la vigencia de un modelo gubernamental que se autodenomina “del cambio”, abundan los escribidores que, a título de “revolucionarios”, deslizan sus prejuicios en textos escritos y los publican impunemente, como sucedió con las láminas de marras.

Uno de los casos que conozco, y que involucra a mi gremio, es el de un periodista que ha confundido su papel de informador con el de activista y periódicamente emite textos, generalmente por correo electrónico, en los que injuria a los medios que, según él, son “reaccionarios” o de derecha. Este escribidor ha llegado a tal punto que incluso publicó un libro sobre la propiedad de los medios de comunicación con datos que, según me consta por trabajar en uno de ellos, están errados. No se sabe cuáles fueron sus fuentes porque, por lo menos en el caso del periódico donde presto servicios, jamás hizo consulta alguna, ni siquiera telefónica.

Por ello, no sorprende que haya publicaciones como la injuriosa lámina que por lo menos sirvió para que muchos pongamos atención en los prejuicios que impiden un normal desarrollo de la sociedad boliviana.

Sí. Somos racistas y prejuiciosos y, por más juicios que haya, ninguna ley cambiará nuestra mentalidad porque esa es labor de las familias.

Pero quienes criticaron a las “láminas de la infamia” tendrán que admitir que los prejuicios también persisten en la región de los llanos donde el apelativo “colla” sigue teniendo connotación de desprecio. Es allí donde, por ejemplo, tiene su epicentro la organización de Miss Bolivia, un certamen de belleza en el que los juzgadores se guían más por los estereotipos que por el valor del ser humano.

Es llamativo que, hasta ahora, ninguna potosina haya ganado ese concurso.

Y es también Santa Cruz la ciudad en la que las mujeres fueron insultadas públicamente de manera más notoria en los últimos meses por las acciones de un alcalde que, hasta ahora, no respondió ni por las palabras insultantes que salieron de su boca ni por los toqueteos a los que expuso a sus víctimas. Curiosamente, la misma ciudad que se indignó por las “láminas de la infamia”, reeligió a ese alcalde en una actitud tolerante hacia su misoginia pero implacable contra los errores de quienes mantienen su visión racista simplemente porque tienen el cerebro laminado de prejuicios.

Surazo
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Ellos no

La censura es al periodismo lo que la hediondez al perfume. Lo curioso es que, pese a su antonimia, ambos son hermanos porque no solo nacieron juntos sino también del mismo padre.

El periodismo moderno tiene su antecedente más cierto en el Acta Diurna, aquella publicación manuscrita y varias veces copiada que Cayo Julio César mandó elaborar con el fin de que el pueblo romano se enterara de todo cuanto se trataba en el Senado.

Sin embargo, la historia del periodismo enseña que César no pretendía informar al pueblo sino restarles poder a los senadores. Por ello, la información que se incluía en el Acta Diurna pasaba previamente por su control y solo se publicaba lo que al dictador le convenía. Así, periodismo y censura nacieron juntos y bajo el influjo de las pugnas políticas.

Debido a ese origen, el poder político intentó controlar al periodismo en todo tiempo y lugar. Esa actitud es la que Vladimir Hudec denomina el “deseado control”.

Bolivia no fue ni es la excepción. Al instaurar la libertad de prensa en el país, mediante la primera Ley de Imprenta promulgada el 7 de diciembre de 1826, el presidente Antonio José de Sucre introdujo más artículos para controlarla que para permitirla.

El “deseado control” de la prensa mantuvo confrontados a gobernantes y periodistas hasta 1925, cuando se promulgó la Ley de Imprenta que continúa vigente. La pugna no acabó sino simplemente se atenuó. De cuando en cuando, el poder intentó controlar a la prensa y hasta lo consiguió en la noche de las dictaduras. El retorno de la democracia significó el restablecimiento de las libertades ciudadanas y la de prensa tiene su sustento jurídico en la ley de 1925 que, entre sus escasas ventajas, incluye el secreto de la fuente.

Es por eso que los periodistas defienden la Ley de Imprenta a rajatabla. Están conscientes de que la norma necesita actualizarse pero saben que, si se deja ese trabajo a los políticos, estos no cederán a la tentación de introducir artículos destinados a lograr el “deseado control”.

Que entre senadores y diputados haya periodistas no es garantía de que las reformas se realicen sin contaminación. Nuestra historia reciente está plagada de casos en los que periodistas que incluso lucharon en las calles por la defensa de la Ley de Imprenta se convierten en sus verdugos cuando llegan al poder. Tampoco podemos culparles porque, al final de cuentas, ya no pueden pensar como periodistas desde el momento en que asumen papeles políticos.

Como parte de su estrategia para permanecer el mayor tiempo posible en el poder, el gobierno del MAS es uno de los más interesados en controlar a la prensa y es por ello que, luego de negarlo durante nueve años, por fin ha admitido que intentará “actualizar” la Ley de Imprenta.

Por ello es que repito, esta vez con argumentos históricos, que cualquier reforma a la Ley de Imprenta debe pasar primero por manos de los periodistas. Una vez que el sector apruebe los cambios, recién estos deberían pasar al legislativo.

Proceder de otra forma sería admitir que solo se busca el “deseado control” para evitar un periodismo incómodo cuando el MAS intente prorrogarse en el poder.

 

 

Surazo
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¿Excesiva?

Es probable que la ministra de Comunicación, Marianela Paco, haya tenido excesiva libertad de prensa cuando trabajaba como periodista de radio Aclo en Sucre. Es probable, también, que esa experiencia —breve, según me refieren los colegas capitalinos— haya sido la que le motivó a afirmar que los periodistas bolivianos nos beneficiamos de esa supuestamente excesiva libertad y, pese a ello, no hacemos patria.

Yo no sé si hice patria o no en los 27 años que llevo de labor ininterrumpida en la prensa. Lo que sí sé es que conocí a muchos periodistas que hicieron patria enfrentándose a las dictaduras y, debido a ello, conocieron el destierro y el confinamiento. Uno de ellos, Juan León, falleció hace poco sin que sus colegas sindicalizados le hayan rendido un homenaje.

También sé que, en efecto, en nuestro país está vigente la libertad de prensa pero ésta es utilizada por los periodistas con la mesura que les exigen sus normas deontológicas.

En otros países, la libertad de prensa es abusada a tal extremo que los periodistas suelen involucrarse hasta en los detalles más íntimos de los personajes públicos. El caso referencial más conocido es el de la princesa Diana cuya vida fue eternamente ventilada por la denominada “prensa del corazón” que llegó al extremo de empujarla a la muerte cuando varios paparazzis la persiguieron y provocaron su accidente.

Si los periodistas bolivianos abusaran de su libertad de prensa, las relaciones íntimas del presidente Evo Morales hubieran sido de constante dominio público y sus hijos habrían estado expuestos a la opinión pública desde hace mucho tiempo. Como al mandatario le consta, sus hijos, particularmente Eva Liz, aparecieron en los medios de manera discreta y siempre en el marco del respeto. 

Si los periodistas bolivianos abusaran de su libertad de prensa, los supuestos vínculos entre el jefe de Estado y la ministra Achacollo hubiesen sido explotados hasta el hartazgo, particularmente cuando estalló el escándalo del fondo indígena. Como se sabe, esos rumores solo fueron manejados entre los políticos de oposición cuyas declaraciones tampoco alcanzaron la repercusión que ellos buscaban.

Lo que existe en Bolivia es una tolerancia que suele quebrantarse con bastante frecuencia, especialmente en declaraciones como las de la ministra Paco. El gobierno no cierra medios de comunicación pero los asfixia siempre que puede. Por eso es que rebusca en el Servicio de Impuestos Nacionales y otras entidades con el fin de verificar si existe incumplimiento a la norma. Ni siquiera espera a confirmar sus datos y actúa aplicando multas. Ejecuta, entonces, un estrangulamiento económico que, según la capacidad del medio, podría conducir a su cierre.

Existe mucha tela por cortar en el caso de la libertad de prensa. Es lógico que existen medios en los que los propietarios intentan imponer su manera de pensar pero son más los casos en los que los periodistas resisten esos embates.

Lamentablemente, la mayoría de los críticos de la prensa hablan de memoria y, como me consta, incluso llegan al extremo de publicar libros sin verificar sus datos. Me imagino que la ministra habló de ellos, de esos pocos malos periodistas.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

Surazo
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Rajaduras

El intento de procesar a la periodista Amalia Pando por una supuesta vulneración a la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación es una prueba más de que uno de los objetivos de esa norma es el control de los contenidos que se difunden por la prensa.

No es el primero ni será el último. Todo está enmarcado en la pretensión, no solo del MAS sino de cualquier otra organización política, de controlar al periodismo.

Ese intento de control nació con el periodismo y, en el caso de América, estuvo presente en todas las normas vinculadas a la comunicación. La corona española promulgó hasta 22 leyes que garantizaban la seguridad de la correspondencia y, al mismo tiempo, fijaban nomas y procedimientos tanto para el envío de cartas como para las comunicaciones oficiales con sus colonias. Era, entonces, una eficaz forma de censura.

En Bolivia, la primera Ley de Imprenta fue promulgada por el mariscal Antonio José de Sucre el 7 de diciembre de 1826 y, más allá de instaurar legalmente la libertad de prensa, lo que hacía era fijar restricciones. Llegaba al extremo de sancionar los delitos de imprenta con “la pena de seis meses a un año de destierro fuera del territorio de la República, y perderán para siempre sus destinos, si fuesen empleados”.

Por tanto, no debería de sorprendernos que los gobiernos, los nuestros y los ajenos, traten de controlar a la prensa. Nuestra historia está plagada de intentos de restricciones que fueron resistidos por los periodistas que consiguieron, a duras penas, mantener sin cambios la Ley de Imprenta de 1925. Cada vez que algún gobierno intenta tocar esa ley, el sector reacciona para evitarlo y la fórmula resultó hasta el intento de promulgar una nueva que fue proyectada por un senador de la desaparecida ADN.

La “Ley mordaza” de Rolón Anaya intentó perforar la libertad de prensa cambiando la Ley de Imprenta. Como no resultó, los gobiernos optaron por otra estrategia: en lugar de hacer agujeros, comenzaron a causar rajaduras.

Así, varios artículos que restringen la libertad de prensa fueron hábilmente deslizados en muchas leyes nuevas. Por ejemplo, el Código del Niño, Niña y Adolescente incluyó la prohibición de publicar fotografías de menores que sean sujetos de procesos. La ambigüedad de esa norma dio lugar a varios intentos de juicio contra periodistas y medios de prensa.

Cuando se debatía la Ley 045, las organizaciones de prensa se opusieron no porque estén en contra de la lucha contra el racismo y la discriminación sino porque ese instrumento legal contiene normas que darían lugar a juicios por la vía ordinaria. Lo de Amalia Pando no es el primer caso ni será el último.

La diferencia entre el MAS y los que le precedieron en el gobierno es que aquel logró imponer sus rajaduras y los periodistas no pudimos impedirlo. Hoy en día, los medios incluso están obligados a transmitir actos oficiales y publicar mensajes “de concientización” sobre ciertas normas pese a que eso es tanto como obligar a trabajar sin percibir una justa retribución.

Intentan juzgarnos y nos quejamos pero, extrañamente, no hacemos nada para rellenar las rajaduras que el actual gobierno le ha causado a la libertad de prensa.

(*) Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

 

 

 

 

Surazo
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Las precisiones de Carlos

La semana pasada anoté las imprecisiones en las que incurrieron dos grandes medios de prensa como son la Agencia France Presse (AFP) y la British Broadcasting Corporation (BBC) en dos informaciones referidas al asesino del Che Guevara.

El Che es uno de los personajes más mediáticos de la historia y, por ello, todo cuanto se publica de él no pasa desapercibido. Además, el aura que rodea a su imagen lo ha convertido en objeto de culto, incluso para los periodistas que lo investigan.

Uno de ellos es Carlos Soria Galvarro, periodista e historiador cochabambino que ha investigado, entre otros temas, la masacre de San Juan, el golpe de García Meza y la presencia del nazi Klaus Barbie en Bolivia. De entre los temas que maneja, el que más le apasiona es el del legendario guerrillero, tanto que, además de una serie en cinco volúmenes, mantiene un cibersitio denominado “El Che en Bolivia”.

Precisamente por ello, le mandé una copia del artículo sobre las imprecisiones y, maestro de periodismo como es, él me lo devolvió con correcciones en rojo que estaban presentadas de manera tan respetuosa y acertada que decidí retransmitirlas mediante esta columna.

Si critiqué las imprecisiones de la AFP y la BBC, mal haría en callar las que se me deslizaron en el artículo de la anterior semana.

Corrijo, entonces: el artículo decía que el que comandó las operaciones para la captura del Che fue Mario Reque Terán pero Carlos dice que “era Luis Antonio Reque Terán y comandó la IV División asentada en Camiri (el yunque) en tanto que la 8a. comandada por Zenteno Anaya, venía de Santa Cruz (el martillo), el batallón "Ranger" de Gary Prado que capturó al Che, pertenecía a la 8a.”.

En sus correcciones, Soria Galvarro también detalla la línea de mando a través de la cual circularon las órdenes para ejecutar a los guerrilleros: “La orden fue emitida por (el presidente René) Barrientos, transmitida a Zenteno Anaya y este a su vez a Miguel Ayoroa quien seleccionó a los  ejecutores, Bernardino Huanca ejecutó a Simeón Cuba (Willy), un tercero que podría ser el peruano Juan Pablo Chang (Chino), y Mario Terán ejecutó al Che. Esto no era tan desconocido, lo dijo alguna prensa de la época…”.

Pero mientras Carlos tiene detalles sobre la gesta del Che, otros solo manejan generalidades y por eso se entiende que la AFP y la BBC se hayan equivocado al identificar al asesino del Che. Antonio Arguedas, por ejemplo, lo identificó como Mario Terán Ortuño y no faltó quien, como el editor de la BBC, llegó a publicar que un inexistente Mario Reque Terán fue quien lo mató.

La BBC también se equivocó cuando publicó que “la hija del hombre que mató al Che Guevara es la primera generala de Bolivia”. El artículo se refería a Gina Reque Terán, hija de Luis Antonio, que ascendió a generala de división recientemente. Y el dato tampoco era preciso porque Gina, la primera generala de carrera en la historia de Bolivia, ya había ascendido antes al grado de generala de brigada, el año 2012, cuando hubo menos cobertura de prensa pero con mayor precisión.

 

Surazo
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En casa del periodista

Que las elecciones de la Federación Universitaria Local (FUL) de La Paz se hayan suspendido por hechos tan irregulares como sustracción de ánforas por parte de enmascarados que incluso utilizaron granadas de gas lacrimógeno ya es, de por sí, bastante grave. La Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) es una de las más importantes del país no sólo porque alberga a unos 80.000 estudiantes repartidos en 54 carreras y 13 facultades sino por toda la historia que carga a sus espaldas. Aun así, la cobertura que tuvo el conflicto por parte de la prensa paceña fue, y sigue siendo, marginal. Creo que eso es más grave todavía.

La universidad boliviana forma parte de la historia del país. Las corrientes de pensamiento que la transformaron se incubaron inicialmente en sus aulas. Para nadie es desconocido, por ejemplo, que la insurrección que dio lugar a la Guerra de la Independencia fue fraguada intelectualmente en la universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Por eso es que preocupa que, hoy en día, la prensa boliviana haya descuidado la cobertura del acontecer universitario.

Los periodistas informamos poco sobre lo que ocurre en las universidades estatales y, cuando lo hacemos, informamos mal.

Las universidades cambian constantemente porque, así sea teóricamente, pasan por una renovación generacional cada cinco años. Por ello, las universidades de hoy ya no son ni remotamente parecidas a aquellas que lucharon contra las dictaduras, ni siquiera a las de los primeros años de la democracia. Una prueba de ello fue que, en las elecciones subnacionales, partidos que habían sido marginados de la vida política universitaria, como el MNR, pudieron hacer campaña libremente, por ejemplo, en los edificios de la universidad Tomás Frías de Potosí.

¿Cuánto han cambiado las universidades? Hasta hace poco, los estatutos eran sagrados pero, al parecer, hasta estos sufrieron alteraciones en los últimos años en las conferencias nacionales, Por ello, hoy es posible que catedráticos interinos, o invitados, puedan ser elegidos dirigentes de las federaciones universitarias de docentes.

Es mucho lo que ignoramos porque es poco lo que informamos. La desinformación (¿o autocensura?) ha llegado a tal punto que, actualmente, una de las carreras más conflictivas de la UMSA es la de Comunicación Social, donde la pugna está a la orden del día, pero la prensa de La Paz casi no informa de ello pese a que, también en teoría, la mayoría de los periodistas de ese Departamento se ha formado en sus aulas.

En casa del herrero, cuchillo de palo o, mejor, en casa del periodista, silencio de piedra. Así, y solo así, se explica que en la Carrera de Comunicación Social de la UMSA pasen muchas cosas pero se sepa poco, casi nada.

Si eso pasa con Comunicación Social, es lógico que haya poca información sobre lo que ocurre en otras carreras o, a nivel general, con la FUL de La Paz.

Las aulas de la UMSA, otrora guardadas celosamente por los universitarios que no admitían que se les falte el respeto, fueron mancilladas por acciones vandálicas. En medio de gases, golpes y enmascarados, las elecciones para la FUL se suspendieron y los periodistas, incluso los que se formaron en sus aulas, no nos explican lo que está pasando.

Surazo
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¡A botar!

Escribir “votar” (sufragar) con “b” le costó el puesto a un funcionario del Tribunal Supremo Electoral (TSE). La decisión administrativa hubiera pasado a formar parte del anecdotario de los procesos electorales bolivianos de no mediar dos detalles, uno de forma y otro de fondo. El error de forma fue el que se cometió en las anteriores elecciones, las presidenciales, en las que miles de papeletas salieron con el encabezado de “Estado Plurinominal de Bolivia” cuando lo correcto era “Estado Plurinacional de Bolivia”. Esa equivocación se resolvió reemplazando las papeletas con otras, con el consiguiente gasto extra para las arcas del Estado.

El error de fondo es haber confundido “botar” (arrojar, tirar, echar fuera a alguien o algo) con “votar”.

Y es que, después de lo sucedido con candidatos como Rebeca Delgado, en Cochabamba; Eduardo Maldonado, en Potosí, y, más recientemente, con Ernesto Suárez y sus más de 220 candidatos en el Beni, los bolivianos tenemos derecho a preguntarnos si para el TSE es lo mismo “votar” que “botar”.

Lo que vimos hasta ahora es que el evidentemente parcializado tribunal electoral ha botado candidatos antes de que los electores vayamos a votar. Los botó, arrojó, tiró, los echó fuera. No importa que sus razones se basen en normas que parecerían haberse promulgado para ese propósito, la sensación que nos queda a los bolivianos es que candidatos por los que muchos iban a votar fueron previamente botados por el TSE. Para incrementar nuestras sospechas, los botados gozaban de la preferencia de muchos ciudadanos que estaban dispuestos a votar por ellos. Los iban a votar pero los vocales electorales se adelantaron y los botaron.

Ante esa evidencia, ¿qué es lo que vamos a hacer los bolivianos el próximo domingo? En teoría, iremos a votar pero, en el imaginario popular, también existe la posibilidad de ir a botar. Me explico: una vez frente a las papeletas electorales, ejercitaremos el poder que cada uno de nosotros, los votantes, tenemos a la hora de formar los poderes públicos. Nuestro voto, sumado al de los demás ciudadanos, decide quiénes serán nuestros gobernantes. Pero también puede decidir lo contrario; es decir, podemos botarlos.

¿Cómo botamos a los candidatos? No votando por ellos o cruzando el voto. Podemos marcar la casilla de un candidato a alcalde pero elegir al de otro partido para concejal y lo mismo podemos hacer con las papeletas para la Gobernación. Somos dueños de nuestro voto y tenemos que administrarlo bien.

Pero eso es teoría. A la hora de la verdad, los resultados pueden mostrarnos una realidad diferente que aquella con la que jugamos a la hora de votar. Así, en un municipio como Potosí, donde hubo una huelga de 19 días contra el gobierno de Evo Morales, el ganador podría ser el candidato del MAS. El caso más patético podría ser Santa Cruz, cuyo favorito en las encuestas es Percy Fernández, una persona con evidentes problemas mentales que; sin embargo, podría ser reelegido sin muchos problemas.

¿Cuál será el mensaje de las urnas? Lo sabremos la noche del Domingo de Ramos, cuando conozcamos los resultados oficiales del TSE que se especializó en botar. Sólo entonces sabremos si nosotros votamos o botamos.

 

 

 

  

 

  

Surazo
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Quisbert, un grano de arena

El 1 de enero de 2011, Dilma Vana da Silva Rousseff se convertía en la primera mujer que asumía la presidencia del Brasil. Fue en ese momento, cuando era una estrella rutilante y en ascenso, que lanzó la frase que, como ella, pasó a la historia: “prefiero el ruido de la prensa libre que el silencio de las dictaduras”.

Como todos los personajes históricos, Dilma pasará, dejará su lugar a otros, u otras, y solo quedará su obra. En su legado estará esa frase que resume la actitud que un buen gobernante debería tener frente a la prensa.

Y es que la prensa es parte indivisible de la sociedad y no se puede prescindir de ella. Donde haya cualquier tipo de transferencia de información, ahí encontramos al periodismo, esa actividad humana que consiste en recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información.

Claro que, al ser una actividad humana, la prensa está sometida a las debilidades de esa raza. No solo es manipulable sino que fácilmente puede ser usada como un arma al servicio de intereses sectarios. De hecho, hubo guerras, como la de la independencia de América, por ejemplo, en las que la imprenta era parte del arsenal de los ejércitos y se usaba de esa forma. Simón Bolívar, a quien se debe la fundación de más de un periódico —el más antiguo es el “Correo del Orinoco” —, había comprendido el poder de la prensa y la usó desde muy temprano. En 1817, en una carta enviada a un amigo en Europa le decía: “Sobre todo, mándeme Ud. de un modo u otro la imprenta que es tan útil como los pertrechos (de guerra)”.

Pero si bien el periodismo es manipulable, hay que admitir que, al evolucionar como una ciencia que se estudia en las universidades y debe estar sometida a los avances de su sociedad, fue cambiando al extremo que es cada vez menos controlable.

Más allá de los ladridos de los áulicos que creen que ser revolucionario es defender al gobierno que se considera como tal, la verdad es que cada vez es más difícil controlar la redacción de un periódico o la manera de pensar de un periodista o un grupo de periodistas. Si alguien intenta manipular una información, saltan los cuestionamientos, sean técnicos o éticos, y solo se puede torcer la orientación de una noticia haciendo uso de algún tipo de fuerza.

Pero los chupamedias del gobierno no entienden eso. Para ellos, cualquier periodista o medio que no baile al ritmo que se escucha en Palacio es un reaccionario, derechista, oligarca, enemigo del proceso de cambio, así que hay que anularlo. Esa versión, repetida prácticamente a diario desde enero de 2006, ha calado tanto en los áulicos que ya no esperan instrucciones para actuar contra la prensa. Proceden y punto.

Esa es la única explicación posible para la estupidez que fue la detención del periodista del periodista Carlos Quisbert. ¿Cómo justificar el arresto del informador por el mero hecho de entrevistar a una persona detenida? Los argumentos leguleyos no cuentan, porque son fácilmente rebatibles, ni siquiera la posibilidad de que el fiscal sea un tremendo ignorante. Lo que se hizo fue seguir la línea de un gobierno que lo quiere controlar todo: si la prensa informa, que lo haga bajo nuestras reglas.

El gobierno que prefiere el silencio de las dictaduras no es democrático. El caso Quisbert es apenas un grano de arena en un desierto que cada vez se hace más evidente: el futuro control de la prensa.

Surazo
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Ese Grillo…

Cuando Carlo Collodi publicó “Las aventuras de Pinocho”, hace 132 años, incluyó a un grillo que habla en el episodio IV.  El grillo reprende al títere por sus primeras travesuras, el reprendido se enoja y lo aplasta con un martillo de madera.

Me imagino que esa versión —que es la original— podrá ser sorpresiva para quienes no leyeron la novela y solo se atienen a la versión animada de Disney, aquella en la que el grillo ejerce el papel de la conciencia de Pinocho.

Muchas de las cosas que pasan en nuestro país y se vinculan a la discriminación, como el famoso juicio de la alcaldesa de Oruro contra una presentadora de televisión, me suenan como grillos en la cabeza porque no me gustan, siento que debo escribir sobre ellas pero, al final, no lo hago porque a veces me gana la coyuntura y otras el miedo.

¿Miedo? Sí porque, de un tiempo a esta parte, cuando alguien quiere descalificar algo, salta lo de la discriminación. Ahí está, como ejemplo más reciente, el de la candidata que se siente discriminada porque la vinculan con un supuesto caso de corrupción en el fondo indígena.

Debido al cariz que tomaron las presentaciones de bolivianos en la categoría folklore del festival de Viña del Mar, estuve atento a la presentación de Pasión Andina. Ni bien escuché los primeros acordes de “Morena”, lancé mi verdad: “No me gusta”. Y no es que yo sepa de música. Por el contrario: lo único que sé tocar es puertas y mis conocimientos en ese arte se limitan al gusto por tal o cual canción, como cualquier ciudadano de a pie. No me pasó lo mismo con los bolivianos de festivales anteriores. Me gustó el “Misk’i simi” de las Qolqe T’ikas desde el primer momento y lo mismo me pasó con el “Rompemonteras” de María Juana. Mas aún, la canción que me encantó desde el primer acorde fue “Boquita de miel” de Chila Jatun y por eso estoy convencido que este grupo debió ganar, más que ninguno, en la polémica competencia.

Pero la “Morena” de Pasión Andina no me gustó. Probablemente el grupo orureño tenga mejores canciones y su calidad artística sea muy alta —eso no lo puedo decir yo por mi desconocimiento sobre música— pero ese tema en particular, elegido por los organizadores del festival, no apuntaba precisamente a ganador.

Sin embargo, muchos de los bolivianos se deshicieron en elogios en las redes sociales y cuando alguien surgió con una voz disonante lo atacaron. Ese fue el caso de Rodrigo Villegas, un Grillo que solo puede celebrar su cumpleaños en año bisiesto y tuvo la ocurrencia de decir la verdad, su verdad, respaldada no sólo por sus conocimientos musicales sino por su vasta experiencia en el arte de Euterpe.

Pero… ¿qué fue lo que le pasó a este Grillo cuyo único delito fue decir lo que pensaba?... lo aplastaron como al grillo del Pinocho original.

Y si el grillo de Collodi se murió, el de Llegas no se dejó intimidar, se reafirmó y justificó. ¡Valiente!... Como el grillo de Disney, ejerció de nuestras conciencias.

Sus detractores dan pena, tanto como el país que prefiere la autocomplacencia a la verdad. Lamentablemente, nuestro chovinismo mal entendido, reflejado de manera grotesca en las redes sociales, nos convierten en un país tan mentiroso como el títere grosero y mata grillos.

 

Surazo
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Descuido interno

Una de las razones por las que se creó una empresa estatal que ofrece servicios turísticos es la necesidad de fomentar el turismo interno en un país con atractivos tan variados que merecen estar al alcance de la mayoría de sus habitantes.

Sin embargo, el turismo interno no se limita a organizar paquetes de ofertas o vender pasajes aéreos. Según me dijeron los entendidos en la materia, lo primero que se debe hacer es alentar a los bolivianos a viajar dentro de su país para conocer tanto los atractivos más publicitados como aquellos que sólo son difundidos por programas o publicaciones especializadas.

¿Y cómo incentivamos a los bolivianos a viajar dentro de Bolivia? La respuesta no es inventarse feriados —recuérdese el retroceso del gobierno en el asueto para el Dakar 2015—, ni siquiera bajar el precio de los pasajes aéreos, sino ofrecer comodidad y seguridad.

Y es que el tema del transporte en este país es un problema endémico, particularmente en fechas de gran movimiento de pasajeros como las fiestas de fin de año o el todavía vigente carnaval.

El principal problema de las aerolíneas son las postergaciones de vuelos. Si el pasajero llega al mostrador con algunos minutos de retraso, la empresa es drástica y no tiene empacho en impedirle subir al avión. Le habla de normas y es inflexible. No pasa lo mismo cuando la que incumple es la aerolínea. Se posterga un vuelo, se comunica el hecho a los pasajeros y punto. No les importa si alguno tiene una combinación en otro aeropuerto o si optó por el avión por razones de tiempo. Como miles de pasajeros saben, las empresas de transporte aéreo fallan y nadie les sanciona. Con ese panorama, ¿cómo se puede programar un viaje corto de, digamos, tres días? Una postergación de vuelo puede tener a los pasajeros varados en el aeropuerto hasta por horas.

El transporte terrestre es peor. La ventaja de viajar por la noche, durmiendo mientras el bus devora kilómetros, casi no existe en Bolivia debido a que la mayoría de las empresas, denominadas “flotas”, tienen buses con fallas en los que no es posible dormir porque, o bien falla la calefacción, en el occidente, o la ventilación, en el oriente, así que permanecer dentro del vehículo es una tortura.

Hablar de las incomodidades de quienes utilizan el servicio de las flotas requiere no sólo el espacio de un artículo de opinión sino trabajos más extensos, ensayos y quizás hasta tesis. El problema es que, mientras lo hagamos, el Estado no ofrece soluciones.

El control sobre las empresas de transporte interdepartamental ha vuelto a ser una pantomima. Haga la prueba y presente una queja a la Autoridad de Fiscalización de Transportes y Telecomunicaciones. Le harán llenar un formulario, le entregarán una copia y le dirán que le llamarán para comunicarle el estado de su trámite pero nunca lo harán. Entretanto, el servicio seguirá sumido en el caos, manejado por personas sin educación que te quitan las ganas de viajar por el país.

Entonces, el fomento al turismo interno no es simplemente cuestión de paquetes o pasajes. Es, fundamentalmente, educación por parte de operadores y usuarios para utilizar adecuadamente los servicios turísticos. Cuando comprendamos esa verdad de Perogrullo, estaremos listos para conocer Bolivia sin tener que arrepentirnos por ello.

 

Surazo
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