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¿“Agarrar del cuello” a los exportadores?

Abunda en las redes sociales una profusa terminología derivada de la expresión “agarrar del cuello”, pronunciada recientemente por el exvicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, quien sugirió tal acción para obligar a los exportadores del país a que entreguen al Banco Central de Bolivia las divisas que -contra viento y marea, en lo externo e interno- les cuesta lograr por la venta de sus productos en el extranjero. A partir de dicha expresión surgieron otras más, como, “agarrar del cogote”, “acogotar” y “cogotero”… 

Según la Real Academia Española (RAE), el cuello es la parte de nuestro cuerpo que une la cabeza con el tronco, siendo sinónimos: pescuezo, garganta y cogote. La RAE dice, además, que el cogote es la parte superior y posterior del cuello; Wikipedia, por su parte, dice que “el estrangulamiento es la acción de apretar el cuello para comprimir las arterias carótidas o la tráquea; puede causar desmayo, y seguidamente la muerte por asfixia”; finalmente, para Wikcionario, acogotar es “agarrar por el cogote a alguien para controlarlo” ¿feíto, no? 

Más allá de que agarrar del cuello implique, también, atemorizar y dominar a una persona, tal expresión nos hace recordar el grave sufrimiento y la enorme angustia que siente una gallinita cuando alguien la sujeta por la fuerza y pasa el filo del cuchillo por su cogote a fin de matarla por desangramiento… 

Durísima palabra, la vertida por el exvicepresidente, por varias razones, principalmente porque, así sea metafórica, nuestros empresarios -inversionistas, productores, exportadores, prestadores de servicios, etc.- de ninguna manera merecen ser víctimas de afiebrados pensamientos que no hacen, sino, enturbiar, aún más, el incierto futuro que nos espera, salvo que la idea sea “destruirlo todo para construirlo todo”, como algunos anacrónicos insisten en proclamar. 

Llevo trabajando cerca de 40 años en el campo del comercio exterior, por lo que puedo dar fe de la imprudencia de tales declaraciones, especialmente en el álgido momento que vive el país. Duele ver que seguimos tropezando, una y otra vez con la misma piedra, como dice la canción. ¿Cuándo se entenderá la enorme importancia del comercio exterior, y que la exportación, por su vasto efecto multiplicador, no es una economía de rebalse, especialmente para Bolivia, que sufre lo reducido de su mercado interno para lograr un mayor desarrollo? Exportar es vital, pero no es fácil y, en el país, una odisea. 

Las divisas provienen de la exportación al gigantesco mercado externo, cuya conquista demanda mucho trabajo, esfuerzo, tiempo y recursos, pudiendo implicar años el lograrlo. Pero todo lo conseguido a costa de un enorme sacrificio se puede perder por los bloqueos, paros, prohibiciones y cupos de exportación que perjudican a nuestros exportadores, principalmente a los de productos agrícolas, agroindustriales, forestales, madereros y manufactureros, ya que la competencia en el mercado mundial es fuerte, el riesgo de pérdida, alto, y el margen de utilidad, bajo. 

El exportador boliviano que debe generar por su propia cuenta y riesgo oportunidades de venta para los productos que fabrica o intermedia -haciendo toda clase de pagos en dólares fuera del país- no merece un maltrato, al contrario, por su importancia estratégica, debería ser la “niña de los ojos” del Estado. 

Pero, quien ignora que hay dos circuitos en el comercio exterior -uno, en el que el sector privado genera los dólares por exportación para cubrir sus necesidades de importación, y, otro, el del Estado, como exportador e importador- erróneamente piensa que el empresario debe resolver, p. ej., el pesado lastre de importar y subvencionar los combustibles, que se autoimpuso el Estado. 

Recuerdo otro exabrupto de un exfuncionario público, también -en 2007, creo- quien dijo que exportar era malo pues hacía depender al país de los precios internacionales, por lo que propuso controlar la exportación. Lo cierto es que la historia ha demostrado que cuando de “agarrar del cuello” al empresario y “controlar” el comercio exterior se trata, las cosas acaban mal, muy, pero muy mal. 

El ciudadano merece saber que a la política de entrega obligatoria de divisas al Estado le sigue otra política de asignación de divisas y, a ésta, la inevitable corrupción, ya que en tanto el hombre sea hombre -así sea socialista, comunista, etc.- ganará siempre la raíz de todos los males: el amor al dinero. 

El trágico resultado del control de divisas en el gobierno izquierdista y populista de la Unidad Democrática y Popular (UDP) entre 1982 y la renuncia del presidente Hernán Siles Zuazo, en 1985, fue la caída de la exportación, la fuga de capitales y la intempestiva subida de las importaciones por su sobrevaloración para obtener divisas baratas. ¿La consecuencia? Un grave desbalance comercial, menos dólares, menos inversión, menos empleos, menos ingresos para las familias y menos dinero en el bolsillo por la inflación. 

La gente quiere paz, no zozobra; seguridad, no temor; trabajos dignos, no deudas; pero, desaprensivas expresiones como la comentada solo exacerban más las preocupaciones, muchas de ellas atribuibles al gobierno del exvicepresidente. Lo que hoy vivimos es la cosecha de la siembra pasada, p. ej.: Se agarró del cuello a las transnacionales diciéndoles “queremos socios, no patrones” y, ahora, todo el país paga la factura. ¡Ojalá no se produzcan malas decisiones adicionales que desmejoren el entorno! Quien ha demostrado un buen dominio del tema es el Ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro, pues no sólo sumó al vendaval de críticas contra García Linera su público rechazo a lo planteado, sino que le refutó abiertamente por los medios de prensa: “¿Por qué no aplicó su receta cuando era vicepresidente?”. ¡Esa sí que fue una excelente señal! 

Es de esperar que el Primer Mandatario, como economista, reflexione sobre tales riesgos y no se meta en “camisa de once varas” que pueda complicar más la situación. ¡Dios salve a Bolivia!

Buscando la verdad
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Nuevo desorden mundial

Los civilizados y educados gringos están destruyendo su democracia, además de llevar al mundo a un desorden total, donde probablemente la barbarie y los bucaneros modernos serán los líderes políticos más importantes. De hecho, los Estados Unidos ya son una muestra palpable. En este escenario cabe preguntarse si todavía es ético y moral, considerar la continuidad del sistema democrático, pues sus resultados no son precisamente los más positivos.

Incluso en la periferia de la periferia, donde está Bolivia, los cuestionamientos al sistema democráticos son muchos. A pesar de los avances políticos y de inclusión social, no se ven avances en la inclusión económica. La pobreza y la miseria siguen siendo el talón de Aquiles de nuestro país. Requerimos de nuevas estrategias de país, de Estado, de sociedad civil para vencer los desafíos más importantes y que siguen persiguiéndonos como fantasmas desde el siglo XIX.

El escenario internacional no es en esta coyuntura una oportunidad. El racismo como lenguaje político ha regresado, poniéndonos en evidencia que esas enfermedades mentales regresan cada vez que se sienten superados por los avances sociales. Dialogar y consensuar con esos seres supremacistas, es pedir peras al olmo. Esos bucaneros y piratas buscan esclavos políticos, o sirvientes dispuestos a agachar la cabeza por unos cochinos dólares.

Sin embargo, es también un momento para evaluar lo nuestro. En sentido de mirarnos al espejo, con crítica de altura, para ver nuestros avances y nuestros errores. Como sociedad no solemos, lamentablemente, estar acostumbrados a la crítica y la evaluación, sino al encubrimiento ideológico, como en la edad media, de lo que realmente está sucediendo.

Estamos desordenados en muchos sentidos. Nuestros tejidos sociales desestructurados, fracturados, quebrados incluso en las facetas más cotidianas. En momentos de crisis económica, muchos comerciantes aprovechan el pánico para ganar sobre el hambre de la gente. No existe ya la solidaridad de clase, ni de ningún tipo. Aquí es sálvense quién pueda. Como en las instituciones del Estado y quizás también en las instituciones privadas.

La incertidumbre está carcomiendo todos los tejidos sociales, junto al azar de las determinaciones de sociedad. Lo peligroso de este ambiente, es que el mensaje hacia las nuevas generaciones es de fracaso total. Es decir, sálvense quién pueda. Las únicas oportunidades en el desorden social es la delincuencia, el contrabando, el narcotráfico, el engaño al Estado a toda costa vía desvío de impuestos, etc. Porque nada es seguro, todo es incierto, no hay presente y futuro que soñar, sólo la sobrevivencia absoluta y total a cualquier costo.

Hace demasiado tiempo se requiere de urgentes cirugías ideológicas, políticas, éticas y morales en nuestros tejidos sociales. Los parlanchines y héroes no sirven de nada, sino quiénes realmente son ejemplos y referentes éticos en la sociedad, en los barrios, en las organizaciones sociales. Referentes en los ejemplos concretos de servicio social, de trabajo comunitario y barrial.

El mundo ya no es referente de nada en estos momentos. Quiénes se decían ejemplos de democracia y solidaridad internacional, muestran su lado más inhumano posible hacia el mundo. Es la época de la globalización del racismo, de la pigmentocracia, del imperialismo más brutal posible.

En cierto sentido, la crisis del sistema nos permite una nueva oportunidad de ser nosotros mismos. Para luego ser universales. Sin embargo, es lo económico que no estamos haciendo bien. No tenemos estrategias de Estado, no tenemos visiones en el largo plazo. Vivimos de la coyuntura en medio de la miseria y pobreza franciscana, sin soñar alcanzar metas más exigentes. La mediocridad es el reino de los cielos en nuestro país.

En todo caso no hay muchos secretos en la historia. Los consensos sociales, los acuerdos de objetivos conjuntos, y pues el patriotismo como prioridad seguirán siendo los protocolos más importantes también en estos tiempos. Los caudillismos tienen que ser enterrados en el basurero de la historia. Los daños que han causado a la Patria son inmensos y profundos.

En estos tiempos cuando el sistema capitalista ha quedado en evidencia, con sus raíces racistas y supremacistas, tenemos que buscar con urgencia consensos de sociedad para sobrevivir de mejor manera. Eso es por supuesto sanar los traumas terribles en nuestros tejidos sociales, que ahora están destruidos y desestructurados. Los consensos sociales son exámenes de sociedad, en función de objetivos superiores y de conjunto.

Soñemos también con la aparición de líderes nuevos, jóvenes en lo posible para renovar totalmente la política, las ideas de lucha, las ideas de construcción de Patria y Nación que no podemos realizar y cerca del Bicentenario, pues, no hemos cumplido como país. Todas las anteriores generaciones se han aplazado históricamente.

En tiempos de Desorden Mundial y regreso de los racismos supremacistas más retrógrados, tenemos la urgencia de revisar lo nuestro. Pero desde posiciones críticas y valientes. Intelectualmente patrióticas y con el corazón en el pueblo.

Opinión
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El fin no justifica los medios…

“Quisiera su opinión sobre esto”, me dijo hace poco cierta amistad. “Tal cual, así es, una lacerante realidad que de verdad golpea, y mucho”, le respondí. “Es que, siempre lo leo o escucho a favor de la exportación y en eso incluye también la minería”, me dijo. Le contesté: “Correcto, siempre estaremos a favor de la exportación, pero no a cualquier costo, de hecho, la égida del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) es, económicamente viable, ambientalmente sostenible y socialmente responsable; si no cumple con esa tríada, no apoyamos", le respondí. 

La pregunta en cuestión tenía que ver con el artículo titulado “Doce horas en la mina para extraer todo el oro posible: ascender a costa de la salud y el planeta”, publicado por Caio Ruvenal en la Sección América Futura del periódico “El País”, en España, el 16 de febrero de 2025. Como mi respuesta le agradó, quedamos en tomar un cafecito para hablar sobre nuevas posibilidades de desarrollo para Bolivia, como el turismo sostenible, en lugar de ese tipo de minería. 

La investigación de Ruvenal, nacido en Brasil, criado en Bolivia y formado en Comunicación Social, daba cuenta de la inhumana labor de cientos de trabajadores bolivianos, principalmente en la minería ilegal del oro, poniendo como ejemplo de su preocupación la zona tropical de Los Yungas en La Paz, que, “históricamente una región destinada a la agricultura, ha sucumbido en las últimas décadas a la fiebre del oro”, provocando que cientos de campesinos ya no cultiven papa, chuño, cítricos y hoja de coca, al convertirse en mineros. 

Basado en uno de los testimonios del investigador Fernando Alcons, en su artículo científico titulado “Extractivismo aurífero y organización del trabajo: dinámicas territoriales en la minería aurífera cooperativizada en Los Yungas, Bolivia”, publicado a fines del 2024, Ruvenal da cuenta, “cómo los jornaleros -trabajadores que reciben un salario por hora o día, y el estrato más bajo en la cadena de trabajo de la minería- explotan la mina hasta por 15 días consecutivos con el objetivo de escalar en la jerarquía laboral de la cooperativa. En el camino del sacrificio no solo queda el desgaste del entorno ambiental, sino también el de la fuerza de trabajo”. He aquí, cómo ejemplifica, el autor, tal situación: 

“Cuando eres jornalero, estás obligado a trabajar dentro de la mina, en el interior del socavón y los túneles (…) Tienes que trabajar todos los días sin fallar; si no, te dicen: ‘Te vas a ir’. Pero cuando eres socio, estás mejor: cada uno asume su propia responsabilidad y se cuida también de los accidentes”, comenta Huanca, nombre ficticio que utilizó su entrevistado a fin de evitar represalias. 

El boom aurífero boliviano deviene del hecho que el precioso mineral ha trepado más de 10 veces su cotización internacional en este siglo, un dulce demasiado apetitoso para poder ignorarlo, habiendo llegado a ser el principal rubro de exportación del país en 2022, superando al gas natural, aunque se especula que gran parte de aquello tuvo que ver, también, con el contrabando de oro peruano. 

Sea como fuere, el alza de la cotización del oro hizo proliferar las cooperativas mineras que, de acuerdo con el indicado autor suman ya 2.300 con 130.000 socios, según cifras del Viceministerio de Cooperativas Mineras, con un negativo impacto, principalmente de la minería aluvial en los ríos, además de la deforestación en las laderas de los valles y la devastación de áreas protegidas. 

El impacto medioambiental, según había reportado anteriormente Alcons en su estudio “Enclaves de devastación y minería aurífera en el departamento de La Paz, Bolivia”, en junio de 2024, destacaba, además, el impacto sobre la vida misma, ya que las jornadas de trabajo por una paga inestable y muchas veces insuficiente, cuando la extracción del oro no rinde lo esperado, hace que el jornalero se autoimponga trabajos de más de ocho horas y hasta por 15 días en la mina, mal alimentado y en condiciones verdaderamente precarias. 

A decir del investigador, el sueño de los jornaleros es llegar a convertirse en accionistas para tener un ingreso fijo mensual y bajar el riesgo de salud, dados los elementos químicos que se utilizan para purificar el mineral. Ahora, mi opinión personal… 

La actividad minera del oro aluvional está fuertemente cuestionada por el daño ambiental, dado el indebido uso del mercurio, además de cundir la explotación ilegal, por ejemplo, en el Río Madre de Dios, Riberalta, Beni, donde en cierto momento se dio cuenta que más de 25 dragas operaban al margen de la ley. Han sido frecuentes los reclamos violentos de los mineros para explotar oro en áreas protegidas, entre otras de sus reivindicaciones, sin embargo, no todo lo que brilla es oro, dice el adagio. 

Más de una vez aclaré mi apoyo a toda actividad que sea económicamente viable, pero también, ambientalmente sostenible y socialmente responsable, de ahí mi rechazo a sus protestas con dinamita y la explotación de áreas protegidas: El fin no justifica los medios…

Buscando la verdad
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El país de los pobrecitos

Bolivia no avanza, se repite. Es un país donde el pasado no es historia, sino un déjà vú. Octavio Paz, en “El laberinto de la soledad”, describió al mexicano como alguien que desconfía de su propio destino, que teme el cambio porque lo obliga a mirarse en el espejo. En Bolivia, la historia no nos inquieta, nos acomoda muy bien. Nos gusta la nostalgia revolucionaria, el discurso de la dignidad, la idea de que siempre hay algo por lo que luchar, aunque ganar no sea un fin en sí mismo. La redención es un negocio y el desarrollo un riesgo que preferimos evitar, estamos dispuestos a empezar de cero una y otra vez.

Si el mexicano descrito por Paz sospecha de su propio éxito, el boliviano lo sabotea activamente. Aquí, cada intento de desarrollo es mirado con desconfianza, como si fuera un mal presagio o una traición. Nos llenamos los oídos con discursos sobre soberanía mientras venden el país en cómodas cuotas. Antes se lo rifaban a los europeos, luego a los gringos, y ahora somos una colonia sin uniforme del Partido Comunista Chino. Nos jactamos de nuestra dignidad, pero se firman contratos para entregar el litio y otros tantos recursos al peor postor, con la esperanza de que nos dejen al menos un resabio para no sentirnos tan ultrajados. No importa que la historia nos haya enseñado que los imperios someten a las economías chicas, nosotros nos mantenemos con la fe intacta de que esta vez será distinto, de que los nuevos patrones serán más generosos y que, aunque los beneficios solo lleguen a un puñado de personas de muy malos hábitos, el neoimperialismo chino nos dará lo que nos corresponde.

En Bolivia gobierna el miedo. Miedo a perder el subsidio, miedo a quejarse en voz alta, miedo a que la historia demuestre que estábamos equivocados y, sobre todo, miedo a estar en el camino correcto. Porque aquí nadie quiere progreso, todos quieren redención. Preferimos ser los pobrecitos antes que el protagonista de nuestro destino. Nos han convencido de que siempre habrá otro golpe de Estado, otra crisis, otro enemigo externo al que culpar, y que mientras sigamos esperando que un gobierno nos resuelva la vida, estamos a salvo de hacernos cargo nosotros mismos.

Octavio Paz entendió que la soledad del mexicano venía de su desconfianza en los demás. La del boliviano es peor, porque viene de su incapacidad de confiar en sí mismo. Somos el país de los pobrecitos. Seguimos creyendo que alguien más nos salvará, que el Estado nos lo debe todo, que el desarrollo llegará, por diestra o siniestra, en un avión extranjero con una receta enlatada. Pero la historia ya nos ha dado la respuesta, y no la queremos escuchar.

Opinión
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El Papa y su silencio ante el mundo

El Papa Francisco ha sido sin duda alguna un rotundo fracaso, como líder espiritual y como latinoamericano en medio de occidente. Después de su LAUDATO, que ha sido una promesa importante, nada más ha hecho para renovar a la iglesia católica. Sobre todo a la iglesia latinoamericana, que le hace mucha falta ponerse al día en absolutamente todo respecto a las coyunturas mundiales actuales.

En esa línea la iglesia católica boliviana es una muestra de lo que sucede en el Vaticano. Una iglesia lastrada por sus problemas internos: abusos sexuales y retrógrada en asuntos políticos y de compromiso real con sus feligreses. Cerrada totalmente al mundo de Bolivia. Y sus líderes unos viejitos sin idea alguna de lo que sucede en Bolivia, dando discursitos y palmaditas a todos los otros viejitos que asisten a sus misas, en algunos domingos aburridos y surrealistas fuera de lo que realmente sucede en Bolivia.

No sabemos qué realmente hace el cardenal, nombrado por su rostro y ascendencia indígena; pero totalmente inútil para los propósitos de las feligresías bolivianas. Cardenal burócrata y probablemente rezando en su finca todos los días, de manera hipócrita como la mayoría de los líderes del mundo católico en Bolivia.

Sabemos por tradición de las obras sociales que tiene la iglesia católica. Hubieron tiempos gloriosos por los años 70 y 80 del anterior siglo, cuando la resistencia como institución a las dictaduras militares. Esos tiempos ya han pasado. En estos tiempos turbulentos y de incertidumbre total en Bolivia, cuando la población busca respuestas a su presente y futuro, la iglesia católica camina más perdida que la misma sociedad. Lo más grave: cerrada ante toda posibilidad de ideas y propuestas que vengan de la sociedad.

En estos tiempos turbulentos y violentos, Dios es utilizado por todos lados de las guerras. Criminales como Trump, Netanyahu o Vance utilizan a Dios en sus rezos piadosos para ordenar bombardeos y asesinatos de niños y mujeres. Dios está prostituido y manipulado por todas las ideologías de la muerte. No es raro el crecimiento de las iglesias evangélicas, todos buscan protección en sus egoísmos y pecados modernos o postmodernos. Definitivamente son tiempos violentos y piadosos en la hipocresía moderna, bajo el paraguas de las iglesias.

Se pensaba hace doce años, cuando se nombró al gaucho Francisco como Papa, que la iglesia católica cambiaría y se renovaría para enfrentar los nuevos y complejos desafíos del mundo. Esas esperanzas se han derrumbado totalmente. Ya viejo y decrépito se resigna a terminar sus días de manera rendida y cobarde. Dejará a la iglesia católica a la deriva; para que el próximo Papa sea un nuevo Trump y condene para siempre al Vaticano al retrógrado mundo de los rezos y sentimentalismos inútiles cristianos.

En Bolivia los obispos y el cardenal burócrata, sólo llegarán a viejos inútiles y nada harán para que cambie la iglesia católica. Por supuesto que rezan todos los días, como si eso resolviera los problemas que tienen. Es realmente triste que una institución tan importante sea manejada y mantenida de manera tradicional, en sentido de inercia y pérdida total de esperanzas en cambios y transformaciones que necesita Bolivia con urgencia.

Estoy absolutamente seguro que el desánimo generalizado de la feligresía es total. El silencio al respecto es contundente en estos años. Los obispos y cardenal prefieren cerrar las puertas a sus bases, dejando al olvido cambios, transformaciones, esperanzas y buenas nuevas que se requiere en la sociedad. Lamentablemente no hay elecciones al interior de la iglesia católica, pues los dueños y señores de la jerarquía también demuestran poca capacidad democrática, poca capacidad de cambio y poca capacidad de escucha a las demandas de su pueblo.

El Papa gaucho pasará a la historia sin pena ni gloria. Con más pena que gloria. Es una decepción total para el mundo cristiano, sobre todo para las nuevas generaciones que requieren por cierto buenas nuevas. En un mundo cada vez más egoísta, violento, guerrero y corrupto, necesitamos de instituciones que alumbren e iluminen caminos de esperanzas. El Papa gaucho no ha sido el mensajero que se esperaba, sino un burócrata más del montón.

Las religiones seguirán siendo el consuelo espiritual para los humanos. En estas coyunturas de peligrosos piratas y bucaneros occidentales imperiales, rezar frente a la muerte y destrucción humana de alguna manera desahoga los sentimientos hacia la resignación. El misterio de Dios jamás sabremos si es cierto; pero es un equilibrio contra los asesinos en serie imperiales y brutales.

A estas alturas del partido, hay pocas esperanzas que la iglesia católica boliviana cambie. Pocas esperanzas para que abran las ventanas y ventilen renovando sus ideas y propuestas. Sobre todo en sus obras educativas, donde sería prudente que las nuevas generaciones se alimenten de esperanzas y sueños en un mundo mejor y al menos más solidario.

Opinión
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La COB murió, hace años ya

Si la COB estuviera viva, no estaría pidiendo aumentos salariales. Estaría pidiendo la cabeza de Luis Arce en bandeja, con un paro indefinido, un cerco nacional y un ultimátum con fecha de caducidad. No son buenas prácticas, pero así solía ser. Si la COB tuviera el espíritu de antaño, este gobierno ya habría sido devorado y escupido, como ya ocurrió en la historia boliviana, donde los sindicatos nacían desafiantes y terminaban sepultando a los mismos líderes que ayudaron a encumbrar. Pero la COB de verdad, la de Lechín o Delgadillo, la de Solares, la temida, la intransigente, la que hacía temblar palacios, ya no existe.

La COB de hoy es una vergüenza para su historia, es apenas una oficina más, una repartición del Estado. Un grupo de dirigentes que han cambiado las trincheras por los comunicados transmitidos por Bolivia TV, las marchas por los almuerzos ministeriales y la furia obrera por aumentos salariales negociados en mesas donde el menú es más importante que la agenda. Son sindicalistas que defienden su propio bienestar, no el de los trabajadores. Se preocupan más por sus viáticos que por el desempleo, más por sus bonos que por los que trabajan sin derechos ni contratos.

El desastroso dirigente, Juan Carlos Huarachi, tiene el descaro de exigir aumentos en un país donde el 80% sobrevive en la informalidad, donde no hay seguridad social ni estabilidad laboral para los que realmente sudan por el sustento diario. Pero ellos siguen exigiendo más, como si el país no estuviera agotado por tantos parásitos.

Perdió la fuerza y la credibilidad. La COB se ha convertido en una reliquia que nadie teme ni respeta. Ya no es un contrapeso del poder, sino su mascota. Si los sindicatos fueron alguna vez el motor del cambio en Bolivia, ahora son solo una excusa para que unos cuantos se repartan beneficios a costa de los trabajadores que ya no tienen voz.

Hoy toca hacer lo que se hace con todo lo inservible, desecharlo. Enterrémosla con honores y recordemos su gloria. Señores, la COB, ha muerto (hace años ya).

Opinión
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Los cálculos del Arcismo

Cuando el gobierno nacional anunció que daría un mensaje, generó en la ciudadanía expectativa, habida cuenta de la grave crisis por la que atraviesa el país. Arce Catacora, nos dejó con sabor a poco. 

Si el presidente pretendía tranquilizar a los bolivianos tomando decisiones de estado en temas delicados, su mensaje fue un fracaso, sembró más dudas que certezas. 

Empero, si dicho mensaje es analizado  no como un acto aislado del gobierno presionado por las circunstancias sino como parte de una estrategia en vistas a la reproducción del poder, se podría concluir de una manera diferente. 

Arce Catacora estuvo rodeado de sus ministros, todos con trajes desprolijos más que informales, parecían que los arrancaron de sus dulces sueños, tal vez, por eso tenían miradas ausentes como si los temas anunciados no les importaran, al finalizar su alocución le otorgaron un opaco aplauso que retumbó en la soledad de semejante espacio, la foto fue más importante que lo dicho.  

Mostrar a sus ministros reunidos más no cohesionados, en torno al presidente, parecía una respuesta y un desmentido a los chismes del evismo sobre las intimidades del arcismo.  

Los diez puntos anunciados no son de fondo son puras medidas administrativas que bien pudieron ser anunciadas por cualquier instancia media del gobierno. Arce Catacora optó por la alharaca y como siempre sin ningún sentido autocritico de su responsabilidad, no abandonó su retórica confrontacional que identifica al enemigo político como el culpable de todo y advirtió que existen sectores que quieren convulsionar al país. 

Sin inmutarse, anuncia que mantendrá la subvención a los hidrocarburos, que no devaluará el boliviano, que la falta de dólares es un artificio creado por la no aprobación de empréstitos en el parlamento, agrega, que no renunciará, y para concluir, deja de ser presidente y habla como candidato al acusar a sus pares opositores de hipócritas y doble discurso. No da respuesta a las exigencias ciudadanas ni transmite la decisión de enfrentar la crisis generalizada. 

Como Arce Catacora y su entorno han tomado la decisión de promover su candidatura, que es una locura porque en un evento electoral más o menos transparente recibiría una paliza histórica, nos deja la duda de ¿que es lo que los induce a insistir en una candidatura en estas condiciones? Sólo y únicamente  su afán de reproducirse en el poder a cualquier costo.  

Vistas las cosas de esta manera la crisis les beneficia, es parte de una estrategia perversa, que tiene varios escalones, primero, de tanto golpear al pueblo muchos sectores cansados de los agravios son domésticados y caen en la resignación afirmando de qué las cosas no cambiarán de rumbo como sucede en Cuba, Nicaragua y Venezuela, que han demostrado tener la capacidad de utilizar a su avor las debacles económicas, políticas y sociales, segundo, la crisis, se debe a las acciones de sus enemigos políticos que deben pagar con encarcelamientos y sanciones extralegales. Tercero, deben dar una imagen de que son democráticos convocando a elecciones en las que el voto envilecido y las urnas fraudulentas les garantizarán su permanencia en el poder, sin embargo si la ciudadanía indignada termina rebelándose como sucedió el 2016 o el 2019, al no contar con una conducción política será vulnerable. 

Finalmente, al victimizarse a la par que alimentan la crisis, suponen  que unos meses antes de las elecciones, se probarán los créditos en el parlamento y conseguirán algún colchón adicional que les permitirá sobrevivir hasta el día de la elección, con lo que las victimas se transformarán en salvadores que supieron confrontar todas las penurias y ataques. 

Finalmente sin todo esto no se cumple, les queda todavía la estrategia a lo Maduro, en la que si pierden abrumadoramente en las urnas, no importa no abandonaran el poder.  

Suponer que la candidatura de Arce Catacora, se someterá a las reglas de juego democráticas y respetará la voluntad ciudadana, es otorgarle un manto de pureza y eximirlo de sus responsabilidades liberándolo del manejo abusivo manejo económico como ministro y como presidente que permitió la instalación de una dictadura que seguimos sufriéndola los bolivianos. 

Todo esto, es el deseo del arcismo, que subestima una posible respuesta ciudadana que ha aprendido de los sucesos del pasado y tratará de no repetir los errores, olvidan que Bolivia tiene sus propias particularidades que impedirán la aplicación de recetas, tenemos una larga tradición de lucha  que ahora esta al frente del autoritarismo masista.  

Las colas en busca de carburantes, la subida de precios de la canasta familiar, el freno a la actividad productiva por la ineptitud del gobierno y los anuncios de movilizaciones de varios sectores, se tornan explosivas.  

Calcularon mal, todo esta en su contra, pese a sus deseos, se aproxima su derrota que puede ser histórica. 

Si solo habría una pequeña conducción política esto seria diferente. 

Desde el Sur
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El estadista y el impostor

En la historia de Bolivia, pocos momentos han sido tan dramáticos como aquellos en los que un país al borde del abismo ha debido confiar su destino a quienes lo gobiernan. El caso de Hernán Siles Zuazo en los años ochenta y el de Luis Arce en la actualidad, nos ofrece un contraste elocuente entre lo que define a un estadista que ama a su país y lo que delata a un simple burócrata impostor que se sirve de las arengas patrióticas. Ambos heredaron economías devastadas (en el caso de Arce, la heredo de él mismo), ambos enfrentaron descontento social, pero solo uno entendió que gobernar no es solo administrar el presente, sino proyectar el futuro.

Siles Zuazo no era un iluso ni un improvisado. Bolivia salía de una seguidilla de regímenes dictatoriales. Comprendía que la democracia era frágil y que su consolidación exigía sacrificios. Gobernó en un tiempo en el que la inflación devoraba salarios en cuestión de horas, en el que los sindicatos paralizaban el país y las conspiraciones militares acechaban en las sombras. No tenía la solución mágica ni el poder absoluto, pero tenía algo más valioso y era una convicción democrática inquebrantable. Cuando vio que su presencia en el poder podía llevar al país a un colapso mayor, entregó el mando antes de tiempo. Su grandeza no estuvo en mantenerse a flote, sino en saber cuándo hacerse a un lado.

Arce, en cambio, enfrenta su propia crisis con una ceguera voluntaria. Su gobierno no es un proyecto de reconstrucción, sino una huida hacia adelante. No busca soluciones, busca culpables. No toma decisiones difíciles, las posterga. La única conspiración militar que tuvo fue el ridículo teatro (mal montado) del 26 de julio. Mientras Bolivia se desliza hacia un colapso, un estancamiento del que costara muchísimo salir, el presidente se aferra a fórmulas agotadas, a recetas ideológicas importadas de países más miserables que el nuestro, a un estatismo que no es sinónimo de justicia social, sino de ineficiencia burocrática. La tibieza de Arce, es solo comparada con la de Mesa.

La diferencia entre un líder y un burócrata es la capacidad de ver más allá de su propio tiempo. Siles Zuazo entendía que su misión no era ganar la siguiente elección, sino sentar las bases de una democracia que sobreviviera generaciones. En cambio, Arce gobierna con la vista puesta en el inmediato plazo, en la siguiente jugada política, en la preservación de un poder que ya no es un medio, sino un fin.

Gobernar un país no es solo una cuestión de números, decretos y discursos tibios y pedorros. Es, sobre todo, un acto moral. Es la voluntad de construir algo que nos trascienda y nos sobreviva, de dejar una nación mejor de la que se recibió. Siles Zuazo lo comprendió, y por eso su nombre pertenece a la noble historia. Arce ha sido víctima de sí mismo, es un mandatario sin legado y está condenado a la irrelevancia. Es el peor presidente de la historia de Bolivia.

Opinión
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Milei o el caballo de Troya del Apocalipsis

Es cierto que el gobierno anterior a Milei, fue un auténtico desastre lleno de politiqueros con discursos bonitos, incluso en favor de la revolución. Absolutamente corruptos y sin ideas respecto de la economía. Destruyeron lo poco que habían conseguido avanzar los sectores populares de la Argentina profunda. Por supuesto que tenían también la costumbre de culpar de todo al imperio, a ese imperio que sólo vio desde el palco la destrucción del país vecino.

Entonces la Argentina se volcó en favor de Javier Milei. Quién encarna las ideas del Trumpismo, anti movimientos woke, recalcitrantes anti comunistas, anti feministas, racistas en esencia. Que están restaurando los sueños señoriales de los imperios del siglo XIX, abiertamente contra los derechos humanos más elementales, como estamos percibiendo en los Estados Unidos donde expulsan incluso a niñas enfermas con cáncer, desde los hospitales hasta los aeropuertos militares.

Entonces, pues la Argentina empieza a sufrir las consecuencias de los trumpistas lacayos de América Latina. Es decir, aquel pueblo que nunca tiene la palabra sino mediante sus politiqueros mediocres, que hoy pasan hambre y miseria como siempre, porque las ideologías de la Argentina no pueden resolver los temas estructurales de la historia Argentina.

Argentina sufre en carne propia la ausencia de crítica de sus élites políticas, sean estas de cualquier moda ideológica. Esas élites tercermundistas que no aprender de la experiencia ni de su historia. Dando baldazos bruscos entre las obsoletas derechas e izquierdas, que sólo se adueñan del poder en función de sus intereses y no de las demandas de la Argentina profunda.

Por supuesto que Javier Milei no resolverá los problemas de las clases oprimidas, sino de las clases altas y oligarquías racistas alienadas con la restauración imperial de Donald Trump. Ya vemos esa tendencia con las represiones violentas en las calles en estas semanas.

Milei es el odio profundo de los trumpistas a mujeres con sus derechos, Milei es el odio profundo a las ideas progresistas y de derechos humanos, que además fueron conquistas mundiales en más de cien de años de luchas y sangre a lo largo del mundo. En definitiva, Milei es el caballo de Troya de ese reordenamiento imperial de las oligarquías financieras del norte de este mundo.

El señor Milei acaba de anunciar que la Argentina se retirará del MERCOSUR. Sueña un convenio con su patrón Trump. De esa manera también destruirá lo poco que América del Sur hizo respecto de la integración. Los países periféricos y expoliados por el capitalismo como el nuestro, no son de interés de este señor. Responde claramente a las retrogradas ideas de los siglos XVI o XVII, cuando el saqueo de nuestras riquezas se basaban en la miseria y muerte de millones de esclavos por estos lados del mundo.

Las ideas de progreso y desarrollo que eran los sueños del norte, como triunfo del modelo capitalista del siglo XX sobre otras alternativas, hoy son a todas luces lo más tenebroso que estamos viendo. Esta restauración desconoce el cambio climático, como todo lo avanzado en contra del calentamiento global. Esta forma cavernaria de capitalismo acelerará la destrucción de nuestra casa común: el planeta tierra.

Si la sociedad civil y los tejidos sociales de la Argentina, no reaccionan en consecuencia contra este atentado a la humanidad, lo que se viene es simplemente apocalíptico. Incluso la destrucción de la sociedad civil y los tejidos sociales de la Argentina. Más allá de las ideologías de ultraderecha de Milei, lo que debería preocupar a la sociedad Argentina, es el odio pleno y justificado de estos trumpistas latinos a la historia profunda de Argentina.

Latino América tiene experiencia en resistencia, paciencia y estoicismo frente a las brutales dictaduras militares que hemos tenido. Las nuevas dictaduras “democráticas” que se vienen son más peligrosas. Porque la sofisticación de las tecnologías de la información, permiten a los dictadores, realmente lavar el cerebro de las masas en la justificación de las dictaduras. Precisamente eso hicieron los trumpistas en los Estados Unidos con los sectores pobres de aquel país.

En Bolivia tenemos que estar atentos y despiertos. Ojalá con ideas de renovación y nuevas en función de las luchas sociales. Atentos a los nuevos lacayos de las ideas de dominación y expoliación mundial. Los discursos siempre encubren otras intenciones, como los discursos lindos de Milei para modernizar y desarrollar a la Argentina.

En Bolivia aparecerán los Milei autóctonos. Ofreciendo sueños y cambios por doquier. Aparecerán los señoritos y lacayos para restaurar Bolivia a imagen y semejanza del emperador Trump. Y si nos encuentran desunidos, destruidos y desanimados como en la Argentina, pues lamentablemente tendremos a un representante de Trump en nuestra propia patria.

El apocalipsis mundial se ha desatado. Los caballos de la muerte están sueltos. Sólo la unidad y consciencia de los pueblos puede frenar este apocalipsis. Sino, pues seremos nomas devorados por el sistema capitalista trumpista, racista y antihumano.

Opinión
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¿Estamos ante una inminente guerra comercial?

Un verdadero revuelo internacional causó la orden ejecutiva emitida el 1 de febrero de 2025 por el Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, para imponer aranceles del 25% a los productos importados de México y Canadá, así como un gravamen del 10% a los bienes originarios de China, a lo que se sumó el anuncio de que tal determinación podría extenderse a Europa, apuntando todo ello a una imprevisible guerra comercial que, de una u otra manera afectará, negativa o positivamente, de forma directa o indirectamente, a todos los países que hacen parte del sistema multilateral de comercio, a unos más que a otros, según estén más o menos preparados para enfrentar dicha contingencia, reactiva o proactivamente. 

Las justificaciones esgrimidas por Trump tienen que ver con la inmigración ilegal, el grave problema que supone el narcotráfico y el creciente consumo del fentanilo en su país, además del interés subsidiario de proteger su gigantesco mercado para inducir un mayor consumo de bienes estadounidenses y generar con esto más crecimiento y fuentes de empleo. 

En efecto, la Administración Trump dispuso la aplicación de aranceles del 10% a la importación de productos chinos y del 25% a los de México y Canadá. Si bien hubo una primera moratoria de 30 días para estos dos últimos hasta inicios de marzo -gracias a los acuerdos logrados en materia migratoria y de narcotráfico- y, luego de dos días de su aplicación en marzo, un nuevo aplazamiento hasta abril para no afectar a los productos cobijados por el Tratado de Libre Comercio Estados Unidos-México-Canadá (ex NAFTA), no ocurrió lo mismo con la China, quien anticipó una represalia con aranceles del 10% y 15% a partir del 10 de febrero contra los productos estadounidenses, en el rubro de alimentos, principalmente, además de anticipar una denuncia ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). 

Si a ello se suma la posibilidad de una aplicación futura de aranceles a Europa, todo apunta a una inminente guerra comercial en la que habría muchos afectados, desde el comercio internacional hasta el mercado de valores, por las repercusiones sobre la economía mundial, dado el contexto globalizado en que vivimos. 

Por la gracia de Dios, tuve el privilegio de que CNN en Español me entrevistara para abordar el tema enfocándome en México y Bolivia, habiendo expresado que la posibilidad de una mayor tensión comercial entre Estados Unidos con varios países -México, principalmente- no deja de ser una preocupación al estar hablando de la primera potencia económica mundial, y, además, de aliados comerciales y vecinos que, en el caso de México implica tener a Estados Unidos como su primer socio comercial y, recíprocamente, de igual forma, ya que México llegó a desplazar a la China, logró un gran superávit comercial con los Estados Unidos y es su segundo mayor comprador, además de ser quien más exporta a ese gran mercado. 

El peso que tienen las ventas a tan importante plaza para el PIB mexicano me llevó a recomendar hacer bien las cosas utilizando la diplomacia para un acercamiento y una mejor relación con su principal socio comercial. Me animé a dar tal consejo, considerando su enorme dependencia del mercado estadounidense, ya que en 2023 por lo menos el 80% de las exportaciones mexicanas fueron a los Estados Unidos, superando los 465.000 millones de dólares y más del 60% de ello con un altísimo valor agregado, expresado principalmente por la mano de obra, llegando a significar casi la cuarta parte de su PIB. 

En lo que hace a Bolivia, informé que Estados Unidos es su octavo socio comercial, ocupando el decimotercer lugar como país destinatario para las exportaciones nacionales y la quinta plaza como proveedor internacional del país. 

Reflexioné, también, sobre la alta necesidad de mercados externos para los países en desarrollo y sugerí mejorar la productividad, la competitividad, la diversificación de mercados y la negociación de nuevos acuerdos comerciales, como una estrategia para intentar bajar la dependencia de un mercado al que todos aspiran, empezando por la China que aprovechando del mismo, hizo tantos cambios e innovaciones, progresando comercial y económicamente. 

Para concluir ¿podrían las medidas asumidas por Estados Unidos beneficiar a Bolivia? Claro, siempre que tenga la capacidad de exportar sin restricciones los bienes afectados con aranceles a un gran mercado que de la noche a la mañana podría pasar, de la libre importación derivada del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, a una sobreprotección del 25% generando una ventaja que se podría aprovechar, sin descartar, eso sí, la posibilidad de un desvío de comercio a favor de países que -como Chile, Perú, Colombia y otros- pueden exportar sin pagar tan altas tarifas arancelarias gracias a los acuerdos de libre comercio suscritos. Como Bolivia no negoció un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, no goza de tal prerrogativa para poder ingresar allí con “arancel cero”, lamentablemente…

Buscando la verdad
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