No mentirás
: “Mentira servida en vino y pan de cada día./Mentira atrevida/bolero de mi corazón./Amarga saliva/sabor a culpa y agonía”.
No mentirás es el octavo mandamiento, pero tal parece que el mundo político y marquetero, la cosa no es tan rigurosa. Esta semana desde las esferas oficialistas se ha hecho hincapié en lo mentirosa que se está poniendo la campaña, especialmente la del NO.
No voy a cometer el error de enumerar las mentiras, a estas alturas todas ya las conocen empezando por la guagua inexistente, pasando por la factura de peluquería y la más reciente la del falso “Pablo”, pero si de algo estoy seguro es que esta “línea” será tendencia, no sólo porque está diseñada así, sino que el NO, como ya lo dije antes, se halla en desventaja al no tener un líder, al carecer de un plan, estar dividido y al no contar con argumentos creíbles, como el que ahora refieren que la Nueva Constitución Política del Estado, es suya, puesto que al defender su postura, hablan de “nuestra” Constitución. Si lo vemos desde un lado positivo, muy bien que la asuman como propia, pero hay que recordarles a su vez que durante mucho tiempo, desde la Constituyente, esta Carta Magna fue rechazada por ellos, sino acuérdense de los dos tercios y demás hechos.
En fin, dejando a un lado el tema político y marquetero, el asunto de las mentiras, me lleva a considerar que la mentira como “Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente”, está relacionada a la impostura, porque ahora no sólo se “niega con vehemencia lo dicho por otro”, también lo hecho, o sea que se estaría intentando asumir algo así como lo que hizo por Rubén Costas, que también cumple diez años de gobierno, lo celebra, como es norma y rigor pero además hace campaña por el NO, asumiendo un discurso antiprorrogista, ¿me pregunto si en un futuro al ver que no tiene impacto nacional como para ser presidente del país, optará por continuar en la gobernación cruceña? Como verán he vuelto al tema político cuando prometí no hacerlo, cometí una impostura.
Hablaba de las mentiras, por tanto vale la pena preguntarse cuántas veces mentimos a diario. Si es una manera de actuar, por ejemplo, cuando estoy en el minibús, no falta quien diga “ya estoy llegando” e inmediatamente añada el lugar en el que supuestamente está, cuando en realidad estamos pasando por otro, con semejante mentira al aire y en movimiento nadie se sonrojó, será porque la consideramos como oficiosa, que es aquella “ que se dice para obtener un provecho o ventaja sin producir daño a otro”, podríamos calificarla de noble, pero también las hay de las buenas, como las piadosas, que se miente para no hacerle daño a nadie, recordando que hay diferencia sustanciales entre una buena mentira y una mentira buena, que no es lo mismo, la buena es que no te pesquen y la otra que implique, si se quiere, un beneficio al resto. Algo así como una mentira filantrópica, acepciones y categorías a la mentira podríamos hallar muchas, siendo lo único cierto para nuestra desgracia, que toda mentira es mala y que para los cristianos, encima es pecado.
Pero como se podrá ver, la mentira a lo largo de la humanidad ha demostrado fervientemente que no podemos vivir sin ella. Cuánto de lo que nos cuentan o leemos es mentira, sin ir muy lejos los libros de historia, casi siempre escritos desde la mirada de los ganadores, ni qué decir en la poesía o la música, la mentira vive con nosotros en todos los ritmos posibles, mucho más ahora, que se pone de moda, como alguna vez lo cantaron los chilenos de La Ley definiéndola magníficamente como: “Mentira servida en vino y pan de cada día./Mentira atrevida/bolero de mi corazón./Amarga saliva/sabor a culpa y agonía”.