Blog de Marcelo Arequipa Azurduy

La peligrosa incertidumbre

Una de las palabras que probablemente define bien los tiempos que vivimos es la “incertidumbre”, en todo aspecto de nuestras vidas hoy manifestamos estar menos seguros que antes, si ya veníamos cargados de escepticismo por la política y los políticos, la pandemia hizo detonar en nosotros una sociedad tipo distópica que ve en el presente y en el mañana los miedos más profundos que tenemos.

Por eso, el futuro no se nos antoja como algo prometedor y sobre lo cual vale la pena arriesgar. Al contrario, se nos presenta como algo que queremos en lo posible evitar, y esto nos lleva entonces a la idea de que quizá nuestro refugio se encuentra en el pasado, en aquel momento en que nos sentíamos de alguna forma cómodos y donde podíamos enfrentar el presente con mejor instrumental que ahora.

Por eso las figuras en nuestra política que regresaron de ese momento previo en el que sentíamos que estábamos bien, en parte pudieron triunfar en elecciones. Lo pongo con dos ejemplos: Uno, Manfred Reyes Villa en Cochabamba apelando constantemente al momento en el que era alcalde de esa ciudad y que casi su denominativo fue la ciudad jardín, prometiendo a los citadinos de esa urbe retornarlos a ese momento de seguridad y comodidad. Dos, Luis Arce Catacora traduciendo en su discurso electoral el mensaje principal de que es la garantía de la estabilidad económica que el país necesitaba luego de una desastrosa gestión de Áñez.

Ese discurso de retorno a lo seguro en el caso del Presidente Arce le valió la posibilidad de que el centro político se volcara a su favor y obtuviera ese cincuenta y cinco por ciento de apoyo electoral, o lo que es lo mismo, así hizo épica en la política. Sin embargo, a seis meses de gestión de gobierno era importante contar con un balance de la sensación de la gente sobre la administración de esa épica, aquí es cuando nos encontramos con la encuesta de CELAG que tiene una pregunta central para debatir esto.

Ante la pregunta de: ¿Cuál de las siguientes palabras describe mejor su sensación respecto a la situación actual del país?, las respuestas que suman una valoración positiva entre esperanza y confianza tienen el 35,4%; mientras que las que reúnen sensaciones negativas que van del enojo a la angustia son el 27,3%. Pero también están para sorpresa nuestra las sensaciones de indiferencia e incertidumbre, que suman el 35,8%, este último dato es el que llama la atención porque se ubica justamente al centro de las sensaciones y la hipótesis que me atrevo a lanzar es que son personas más cerca de traducir su incertidumbre e indiferencia en aspectos negativos más que positivos por las razones expuestas al inicio respecto del futuro.

Es decir, la épica político electoral con la que llegó al poder el Presidente Arce a seis meses de gestión lleva un desgaste de veinte puntos cuantificables, que en términos cualitativos corre el riesgo de transformarse en problemas efectivos de gobernabilidad en la calle con los sectores sociales, y de descrédito cada vez más evidente con la opinión pública por los evidentes problemas de política comunicacional que tienen y por los retrocesos en las medidas que quieren tomar, de las que dicho sea de paso son más que notorias al interior de su organización política últimamente porque no pueden aprobar iniciativas de ley ni mucho menos lograr hacer nombrar embajadores.

Opinión
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La disputa política continuada

Normalmente, en los ciclos políticos, cuando las autoridades electas son posesionadas en sus cargos, se abre un periodo en los primeros años de gestión en los que estos desplieguan sus herramientas y acciones que tienen que ver con hacer cumplir de alguna forma aquello que prometieron en campaña electoral, teniendo en mente que los últimos años de sus respectivas gestiones el foco principal de trabajo será la coordinación política de cara a las próximas elecciones para volverse a postular al mismo puesto o quizá a otro que le brinde al político mejores perspectivas.

Eso pasaba en condiciones normales, pero dado que ya hace años que en absolutamente nada estamos en condiciones normales, la disputa política no escapa a este tema. La lucha política comenzó incluso antes de que se les diera las credenciales de autoridades, ya vimos cómo Santos Quispe en pleno acto de entrega de credencial de gobernador rompió con su agrupación política, o como Camacho discurseaba desde Santa Cruz deslizando la idea de posicionarse como una suerte de principado con poder suficiente como para advertir al Gobierno nacional que mejor se cuide porque le podría pasar lo del 2019.

Una breve nota adicional para el señor Camacho, al haber deslizado la idea de federalismo dio por cerrada toda posibilidad de aspirar a la candidatura presidencial exitosa para el 2025, porque está claro que si algo no trasciende políticamente más allá de Santa Cruz, muy poco en Potosí y menos aún en Tarija, es justamente el discurso del federalismo, porque para el resto de departamentos es sinónimo de separatismo y regionalismo recalcitrante. Por lo tanto, Camacho tocó su techo político con esta Gobernación.

Por otro lado, el Gobierno nacional calificó a estas autoridades electas como “rupturistas”, cuando en realidad ninguno de ellos llegó a ser gobernador o alcalde gracias a una interpelación dura al Gobierno o al sistema político; al contrario, todos tenían la cara más visible y mejor conectada con perfiles de políticos expertos en hacer gestión y en cumplir las obras que estaban prometiendo.

Es decir, lo que debía ser el inicio de una cierta tranquilidad una vez que se resolvió la crisis política que vivíamos hasta antes de las elecciones, se aceleró en una serie de movimientos que de alguna forma expresan los dilemas internos que viven en el masismo y en el antimasismo. Estos problemas internos en el antimasismo, por ejemplo, tienen un común denominador, que es la disputa por ver cuál de ellos será ungido como la cabeza de la oposición política, porque tenemos en el campo de las oposiciones políticas un espacio muy fragmentado y disperso que por ahora no le alcanza a ninguno de sus líderes a representar el referente político de este bloque, por eso, por estrategia andan interpelando y pidiendo audiencia con el presidente, porque saben que el primero que logre una reunión con él, podrá ser autoproclamado como líder del antimasismo.

Mientras tanto, en el masismo, lo que se debate ahora mismo es una suerte de dilema traducido en el sentido de ver cuál es la identidad propia del Gobierno de Arce y Choquehuanca, porque hasta ahora en seis meses de gestión existe un vacío comunicacional que generó una doble ilusión. Por una parte, de que no se tiene un plan claro para encarar lo económico y social; y por otra, de que habría una suerte de poder dual que estaría compuesto por Arce y Morales. Es decir, la disputa política y la polarización que estaba en nivel máximo, en adelante estará en nivel de medio a alto durante todos estos años.

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Los actores de veto en Bolivia

A menudo solemos escuchar aquello de que en el país las cosas se terminan resolviendo en última instancia en la calle, porque tenemos una sociedad civil fuerte con un Estado débil. Más aún, teniendo en los últimos años movilizaciones sociales importantes cuyo contenido no era popular en las capitales de departamento y que no salían reclamando por un tema económico, que forma parte de nuestra tradición de protestas, sino por un asunto político.

Si nos preguntamos entonces cuáles son los actores con capacidad de veto y poder efectivo en el país a la hora de determinar el curso de la política, nos daremos cuenta de que este campo está constituido por: la Asamblea Legislativa como un actor pasivo formal. Después también se encuentran todos los actores que integran el campo multiorganizacional que tenemos, desde las organizaciones sociales indígenas y campesinas hasta los comités cívicos y plataformas ciudadanas, todos estos como actores activos informales de veto.

En el sector de los actores activos de veto tampoco hay que olvidar a los empresarios del país. Hasta aquí, es tarea del gobierno nacional encarar complejos procesos de negociación constantes con todos estos actores de veto, con la salvedad de entender que todos estos generan escenarios de inestabilidad política que no necesariamente llevan al extremo de desplazar al gobierno nacional del poder político.

En cambio, existen actores de veto que pueden generar escenarios de inestabilidad más comprometedora a nivel de lograr crisis de gabinetes de gobiernos o incluso desplazar del poder al Presidente. En primera instancia encontramos a la policía, esta actúa como un grupo corporativo homogéneo en todos los gobiernos y casi siempre cruzando la frontera entre ser actor activo de veto y actor pasivo de veto, son un grupo que constantemente están negociando sus propios intereses y actuando al mismo tiempo sigilosamente en caso de que la situación lleve al extremo de tener que presionar para la salida del Ministro más cercano a ellos o incluso llegar a la instauración de un motín policial.

Finalmente, se encuentran como un actor pasivo de veto, pero no menos importante, a las fuerzas armadas, no actúan como los policías, pero su papel en cuanto se vuelven actores activos es determinante y definitivo porque su presencia en escenarios de inestabilidad política y social se debe a que el Ejecutivo o se pone a practicar el ejercicio legítimo de la fuerza sobre la población, o las fuerzas armadas deciden retirar el apoyo al gobernante de turno y con eso generar como resultado un punto de quiebre que se traduce en una verdadera crisis de Estado.

Si revisamos los acontecimientos de las últimas semanas en torno al tema del golpe de Estado y su judicialización, veremos que respecto de estos dos últimos actores de veto, policías y militares, se decidió acometer acciones más duras y estrictas contra las fuerzas armadas que con la policía, a día de hoy los miembros de la policía involucrados en este caso tienen a lo sumo detención domiciliaria, frente a los militares que se encuentran con detención preventiva en cárceles. Por supuesto que esto como se dijo antes, obedece a un proceso complejo de negociación y ejercicio del papel del tipo de actor al que pertenece el grupo corporativo, sea pasivo o activo; y está claro que en la medida que seamos conscientes del peso específico político que juegan tanto policías como militares en la política hoy no es neutral, sino que tiene que ver al igual que el resto de actores simplemente con un cálculo de intereses específicos.

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Los saltos hacia adelante del MAS

El pasado 7 de marzo, fecha de las elecciones subnacionales, debía marcar en el MAS una suerte de momento definitorio de sus fichas políticas internas. En gran medida porque el resultado que obtuviesen podía resolver esa disputa que ya estábamos viendo entre la dirigencia del partido (el evismo) y las bases sociales que componen el partido, un evento muy intenso y que iba de ida y vuelta.

Sin embargo, al bajo desempeño del MAS, que más allá de hablar del resultado viendo el mapa de municipios del país y cuán azul es este, la evidencia electoral del MAS en cantidad de votos nos muestra que respecto de la misma elección subnacional de 2015 obtuvieron seis puntos menos a nivel nacional, es decir, pasaron del 39% al 33%. En este escenario, cuando el partido mismo se disponía a querer hablar de los errores estratégicos y políticos del evismo, este grupo sacó una carta más, probablemente su última, para tener vigencia dentro del partido, a esta carta la llamó: golpe de Estado.

Dos efectos ocasionaron que se hablara de golpe de Estado justo después de las elecciones subnacionales, uno externo al MAS, que tiene que ver con que la opinión pública ya hablaba de un Evo en debilidad o al menos cuestionado por sus partidarios, pero luego de la detención de la señora Áñez, automáticamente o mejor dicho mecánicamente, la opinión pública empezó a hablar de que Evo y el evismo estaban siendo fuertes y casi gobernando el país. Esto revela hasta hoy día un antimasismo de mass media con un ataque de ansiedad constante.

El efecto interno, que es el que me parece más importante es que al hablar de golpe, el evismo logró que de nuevo el MAS cierre filas en torno a una única causa y que los cohesionó en la pasada elección general de 18 de octubre del 2020, al cerrar filas en torno a esto lograron imponer disciplina interna porque quien se pusiera a observar la estrategia desplegada podría ser fácilmente tratado de traidor y por tanto luego incluso ser expulsado del partido. Entonces se impuso un relato que más que resolver los dilemas internos del partido, los ocultó debajo la alfombra.

El otro relato que chocó dentro de este efecto interno fue el que encabezó el Presidente Arce, alguien que hasta ahora demuestra tener el mínimo perfil político, de repente busca erigirse como quien ejerce poder imponiendo un tipo de orden específico. Lógicamente que esta reacción tiene mucho que ver con las presiones al interior del partido de las organizaciones sociales que le reclaman acción contra los opositores del 2019. Pero lo que no termina por entender nuestro Presidente es que las acciones de los políticos no se miden por la premura con la que se activan, sino por la negociación y la planificación de las decisiones con un norte estratégico claro.

Pueden existir más relatos enfrentados al interior del MAS hoy día, estoy casi seguro, porque la heterogeneidad de ese movimiento político sumado al cálculo de intereses que todos los actores involucrados tienen es algo que forma parte de la vida misma de cualquier organización política que busque disputar el poder. Mientras tanto, no nos damos cuenta como opinión pública por fuera del masismo que cuando están hablando de golpe de Estado lo hacen para ellos mismos, porque no buscan convencer a sus opuestos de lo contrario; y esto es muy peligroso porque por ahora el MAS ha decidido poner en riesgo la estabilidad social y política del país a condición de ordenarse por dentro.
 

Opinión
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El vacío del centro político

No voy a comparar rendimientos electorales entre una elección presidencial y otra subnacional, no es el objetivo aquí porque metodológicamente no es correcto y luego en términos del análisis no es apropiado, salvo que se quiera simplemente opinar que es legítimo, pero no analizar.

El efecto político entre esas dos elecciones es el que me llama la atención. Por un lado, en el bloque antimasista, la derrota electoral que sufrieron en la elección general se tradujo también en una derrota moral del electorado. En ese contexto quien se suponía debía re-encauzar las aguas opositoras y tomar la iniciativa política proactiva, no reactiva, era CC y Carlos Mesa, pero está visto a día de hoy que el señor Mesa es vehemente y emotivo solamente cuando se tocan sus intereses y no los de la nación; recuérdese por ejemplo sus discursos por el caso Quiborax y cuando dejaron una citación judicial en su domicilio mientras estaba de viaje.

Este vacío del centro político (de centro derecha) provocó que el electorado antimasista encontrara refugio en la derecha, de ahí tenemos como resultado esquemáticamente hablando a los siguientes líderes locales y regionales más relevantes: Poppe de Sucre en la extrema derecha, Camacho con un pie en una derecha regionalista y un populismo de derecha, y Manfred junto con Iván Árias en el cuadrante del populismo de derechas.

Al frente, lo que tenemos es la siguiente conformación, un MAS que llegó cohesionado a la elección de octubre del año pasado y que después de esa victoria electoral decide abrir la competencia interna por la posición de los actores entre la dirigencia partidaria (el evismo) y las bases sociales que componen ese partido. Ojo que esta dinámica es de ida y vuelta. Esa competencia interna se vió reflejada en las posiciones que ocuparon las candidaturas del MAS en las elecciones subnacionales, en las que salieron al frente algunas disidencias locales en municipios que terminaron encontrando un canal de salida en otras siglas partidarias que se encuentran muy cerca del masismo y nunca cruzando la línea a la derecha.

Tenemos entonces los dos bloques de masismo y antimasismo claramente diferenciado y que están devolviéndonos lentamente a la polarización social y posiblemente política en los siguientes años. No es aún polarización política en el caso de las subnacionales porque no existen líderes regionales fuertes como lo eran aquellos que congregaban lo que se conocía en su momento como la media luna, ahí solamente el señor Camacho es la figura más descollante frente al resto de gobernaciones en las que están presentes perfectos desconocidos; este no es un dato menor porque da cuenta de la limitación práctica del antimasismo partidario para fungir como dique de contención al gobierno nacional o como oposición efectiva. Más parece que la oposición efectiva al actual gobierno volverá a instalarse en las calles como lo fue desde el 2016.

En esta suerte de recomposición del campo político masista y antimasista entramos ahora sí de lleno a la transición política que al parecer estará fuertemente determinada por la variable económica, porque tanto las gobernaciones como los municipios saben que sin ser fuertes políticamente como bloque, necesitan del gobierno nacional, y ahí la negociación por separado de estas regiones y municipios es lo más importante con el nivel central del Estado, aquello le permitirá a este último mantenerlos a raya para seguir determinando el curso de la política en lo venidero, sin dejar de echarle un vistazo a la calle porque lo más previsible es que hacia el 2025 algo emerja efectivamente desde ahí con una fuerza extrema; ya no desde el centro político, que posiblemente seguirá vacío.

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El entretenimiento político

Confieso que pensaba escribir sobre los poco más de cien días del gobierno de Arce-Choquehuanca, pero cuando veo mi balance llego a la conclusión de que mi columna sería aburrida por mi prosa y por el espíritu mismo del actual gobierno. Es más, sino era por la discusión sobre el escudo nacional no nos habríamos enterado que tenemos gobierno.

No me refiero a la gestión pública que realiza en relación al problema sanitario, sino al posicionamiento comunicacional de los temas y a marcar agenda política; no hay nada de eso, mejor entonces husmear en otros temas, y justamente a propósito de las elecciones subnacionales es importante darle un vistazo a los fenómenos políticos que fueron apareciendo y lo que nos deja eso como aproximación en los siguientes años.

En esta elección más que en ninguna otra entramos de lleno a vivir el momento del mercado del entretenimiento de la política, en un contexto en el que las discusiones de los ciudadanos no gira en torno a la contraposición de verdades verificables, sino de medias verdades que coinciden con mis aspiraciones y convicciones, vivimos alimentados con la idea de querer apreciar a un político que tenga una dote excepcional de caudillismo mediático.

Aquí los candidatos han contratado con especial dedicación más asesores de imagen y community managers que escribidores de discursos políticos. Esto los ha desplazado hacia los medios de comunicación presentándose como una mercancía a consumir, como un bien que se expone en una vitrina cuya particularidad es que capten nuestra atención la mayor cantidad de veces en tiempos muy cortos.

Vemos esto y luego nos preguntamos por qué no quieren asistir a debates los candidatos, simplemente porque en los debates no pueden llamar la atención como lo hacen en sus intervenciones individuales en las que a menudo se les pregunta por temas personales, familiares, se les pide que bailen, que recuerden el momento más incómodo de sus vidas, etc. es decir, el menú que vamos a consumir está servido en distintas degustaciones de morbo y personalismo.

Por eso esta elección nos arroja verdaderos fenómenos políticos electorales, que no es lo mismo que fenómenos políticos históricos. Los más expertos en comunicar algo en formas banales y sencillas son los que valen y de paso si nos muestran que no son el perfil del político de los últimos cinco años mejor aún.

Aquí recuerdo una frase de las recientemente publicadas memorias de Obama: no basta con lo que dices o haces, lo que importa es lo que haces sentir. Y esto es justamente el círculo vicioso en el que nos embarcamos hoy, políticos que buscan hacernos sentirnos divertidos, no reflexivos con las distintas opciones que tenemos al frente, sino que vivimos en un mundo feliz en el que evidenciamos que el entretenimiento es una constante y que a costa de regalarnos un beso de negro de chocolate, podemos olvidar lo que hicieron y mejor aún para ellos, no preguntar lo que harán en caso de ser electas como autoridades.

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Primarias electorales, la reforma política necesaria

El proceso electoral general de 18 de octubre pasado y el que se viene este 7 de marzo debería llevarnos a revisar algunas cosas que en los últimos años las estuvimos tocando pero muy a la rápida y quizá sin la profundización necesaria. Uno de estos temas creo que tiene que ver con el proceso de selección y elección de candidatos para los distintos puestos que se tienen que elegir mediante el voto en elecciones.

El año pasado, y este, las organizaciones políticas tropezaron con el hecho de que sus candidatos renunciaron o fueron renunciados a sus candidaturas, vimos también desafortunada y tristemente que otros candidatos fallecieron y entonces las propias organizaciones políticas tuvieron que replantearse la posibilidad de sustituirlos. O lo que raya en la ironía más grande, a la primera señal de amenaza de posible inhabilitación del candidato, se introduce una demanda al Tribunal Constitucional Plurinacional para que se paralice la denuncia y siga en competencia.

Este marco descrito nos lleva a la necesidad de replantearnos la idea de las primarias en las organizaciones políticas. Pero no unas primarias al estilo más general Occidental o anglosajón que se conoce. Sino unas primarias que sepan conjugar dos mundos de la representación política boliviana.

El primer mundo de la representación política, está contenido en toda la dinámica que las estructuras políticas manejan, es decir, liderazgos que pertenecen al partido, que forman parte de la misma militancia, miembros invitados por la alta dirigencia política, etc. El segundo mundo de la representación política, lo contiene todo el campo organizacional, me refiero desde comités cívicos, colegios de profesionales, hasta organizaciones sociales urbanas y rurales.

Ambos mundos de la representación política pertenecen a nuestra realidad. Por un lado, podemos estar agremiados a alguna corporación pero al mismo tiempo simpatizamos con alguna organización política. Por otro lado, algún partido puede tener en su interior el apoyo de organizaciones sociales, o haber nacido a partir de un movimiento social urbano tipo comité cívico. Por tanto, no hay duda que esto forma parte de nuestra dinámica política.

La experiencia vivida hasta ahora del año pasado y este en el que nos encontramos nos lleva a pensar en que esos dos mundos de la representación política deben conjugarse y materializarse en una propuesta de reforma político electoral de cara a las elecciones que vengan en el futuro. Por otra parte, si bien es cierto que la actual ley de organizaciones políticas contempla la idea de unas primarias cerradas para elegir candidatos, sin embargo sigue pensando en primarias con una carga demasiado formalista y separada de la dinámica que tenemos, por eso entre otras cosas cuando se las quiso implementar fueron duramente criticadas.

Trabajar una reforma política que permita a las organizaciones políticas y a sus militantes seleccionar y elegir en mejores términos a sus candidatos nos ahorraría todo este momento previo que llega a empañar las campañas electorales porque seguimos anclados en la denuncia de las candidaturas que no fueron consensuadas, en que las candidaturas fueron impuestas desde la dirigencia, o en que incluso hayan candidaturas que sienten que tienen un derecho hereditario para estar ahí. Y no se trata de reescribir la historia, sino de aquello que en clave alentadora dice Safranski: la democracia vive solamente si comienza siempre de nuevo consigo misma.

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La política de inmunización

El problema de salud pública en el que se ha convertido la pandemia del coronavirus, ha abierto debates amplios y complejos en relación a lo que hacen las farmacéuticas en el mundo, los gobiernos de los Estados y el comportamiento de los ciudadanos. Pareciera que con la experiencia que llevamos acumulada, algo más deberíamos haber aprendido los tres actores mencionados; sin embargo, esto tiene sus matices, en gran medida porque el espectro de los intereses es muy extendido y complejo. Por eso ante el escenario de segundas y terceras olas de la pandemia, un elemento clave es la obtención de las vacunas y si es posible que los actores privados puedan importar para inmunizar junto con el Estado a su población.

Algunos ejemplos al lado nuestro, nos muestran que en el caso del Brasil, su Asociación de clínicas de vacunas, que alberga a empresarios privados de ese país avanzan en negociaciones para adquirir una vacuna de la India, lógicamente previa aprobación de la calidad de la vacuna por su respectivo ente regulador de medicamentos que depende del Estado. Aparte de la vacuna que el gobierno se encargará de distribuir de manera gratuíta, y de paso de tener la licencia para la producción de la vacuna Oxford.

En el caso del Perú, además de inmunizar desde el Estado con la vacuna China y la de Oxford. El gobierno de ese país acaba de aprobar un reglamento que permite un registro sanitario condicional por un año a medicamentos y vacunas que dan lugar a una emergencia nacional declarada por el gobierno. Esta decisión fue cambiada respecto del año pasado en la que se aseguraba que ningún privado podría importar vacunas porque la incertidumbre aún en ese entonces sobre estas era importante.

En el caso de México, también existe un avance importante a la apertura de la importación privada de vacunas, dado que su presidente López Obrador hace pocos días atrás dijo públicamente que no habría oposición si los privados y autoridades regionales quieren importar vacunas, el espíritu es que se vacunen todos y pronto.

Volvemos a nuestro contexto, al igual que los otros casos mencionados, el Colegio Médico de Bolivia pidió que se pudiera abrir la importación de vacunas, existe a la fecha un Decreto Supremo firmado por el presidente Arce en el que faculta a los entes estatales y privados a la importación de respiradores y equipos clínicos para atender la pandemia. Pero es importante que el gobierno se abra a mantener una acción coordinada y formal con la empresa privada además de con las autoridades regionales y locales.

Es de sobra conocido que tenemos un mercado “negro” o informal de todo tipo de productos, en este contexto por ejemplo los hay desde las mascarillas que se pueden comprar en cualqueir esquina de los barrios hasta las medicinas que las farmacias no tienen y que otros las importan vía contrabando. Incluso pensando en que el gobierno autorice la comercialización de la vacuna a los privados lograría con eso que no aparezcan en el mercado informal y de paso recaudar impuestos por estas que deberían ir para la compra de más vacunas gratuitas a la población.

Seguramente existirán personas que no estén de acuerdo con la venta de la vacuna, sin embargo, en tiempos tan catastróficos como los que estamos viviendo tenemos que pensar en que los empresarios privados son aliados útiles que pueden ayudarnos a levantarnos de manera conjunta como país. Finalmente, ya que estamos hablando también en estos tiempos de salud y de crisis económica, hay que recordar que a la empresa privada también le importa tener a sus trabajadores vacunados porque el costo de que no puedan ir a sus fuentes laborales es más alto, por eso igual salimos ganando todos.

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Justicia para todos

Llevamos desde por lo menos un año en la discusión respecto de que la emergencia de un acuerdo o pacto entre las fuerzas políticas sobre temas urgentes para la sociedad es algo muy importante, es decir, la semilla del pacto político de Estado fue plantada por la población, no por la clase política. 

Primero para reclamar que las fuerzas políticas antimasistas se unan en torno a un proyecto político posmasista, ya se sabe que eso no tuvo resultado, hoy la clase política tiene una oportunidad más, antes que la gente comience a prescindir de los partidos y establezcan por sí mismos la instalación de pactos políticos y sociales entre los muchos grupos corporativos que componen nuestra sociedad. Esa oportunidad se llama reforma de la justicia.

La percepción generalizada de que el sistema judicial no funciona es un asunto sobre lo que ya basta y sobra hablar, porque es algo que tiene un correlato de ida y vuelta entre los políticos y los operadores de justicia. Ocurre eso cuando hay por un lado una politización de la justicia, lo que significa que es algo que ocurre cuando los políticos, sean del partido que sean, intentan inmiscuirse en las decisiones del poder judicial; por otro lado, se presenta la judicialización de la política, que ocurre cuando los operadores de justicia rebasan sus atribuciones y se inmiscuyen o influyen manipulando las normas en las decisiones de los políticos.

Vivimos este fenómeno de judicialización de la política y de politización de la justicia desde hace mucho tiempo, un círculo vicioso que lleva alimentando la sensación generalizada de injusticia e impunidad, y esto no es que sea calamitoso y definitivo, sino que nos lleva a un estado constante de anarquía institucional, que refuerza la sociedad jerarquizada y desigual por encima del empuje que tuvo el país hace poco más de una década atrás de movilidad social importante.

Y es que una cosa es clara, para salir del círculo vicioso tenemos que entender que los países con mayor movilidad social tienden a empujar políticas de mayor igualdad, en este sentido, vale más que comencemos a bajar la intensidad de comprensión respecto a que los méritos propios y personales hacen que tengamos acceso a educación, salud y justicia; no, lo que vale aquí es la vuelta a una sintonía de que el sentido común colectivo se construye en base a pactos y alianzas.

Por eso es que la reforma de la justicia es también la oportunidad para engarzar dos elementos importantes para la construcción democrática: la racionalidad a través de las políticas concretas, y la subjetividad a partir de lo aspiracional; porque todos queremos y aspiramos que funcione una justicia injusta. El círculo vicioso de ida y vuelta descrito antes nos arroja hoy día una factura muy alta de pagar, pero necesaria, esa factura se traduce en que tenemos una brecha muy profunda de persecusión política en la que se dio muerte civil a gente que podría no haber cometido delitos, por eso la reforma de la justicia planteada desde el Ministro de Justicia tiene un lazo directo y muy fuerte con el proyecto de reconciliación nacional que se encuentra empujando el Vicepresidente Choquehuanca.

Los círculos viciosos se pueden detener y volver círculos virtuosos, para eso no basta solamente con la transformación normativa de aquello que está mal, sino las señales que de la clase política de oficialismo y especialmente en este caso de oposición, porque en la medida que se involucren en esto aportando no simplemente reaccionando como hasta hoy, habrán logrado tener un primer cable de conexión con la gente común y conseguiremos dejar de ser el país que compite en el mundial de desconfianza interpersonal e interinstitucional.

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Las piezas del antimasismo

Entrando en la carrera preelectoral de marzo del siguiente año para elegir gobernadores y alcaldes, dos dilemas importantes asoman al bloque antimasista, no desde hace poco, sino desde hace bastante tiempo. El primero es el factor del desconocimiento de la sociedad que se quiere representar, el segundo la falta de estrategia política.

En el primer dilema, en cuanto a desconocer la sociedad que se quiere representar, el antimasismo sigue repitiendo los siguientes mensajes: hubo fraude el 18 de octubre pasado, al MAS se le debió prohibir participar en las elecciones, es Evo el que gobierna, el problema de Bolivia sigue siendo un asunto de orden legal y político. Esos líderes gastan tiempo y energías en hablar del fraude o del golpe. 

No existe aún pista alguna de que se quiera conectar con las preocupaciones más inmediatas de la población, más aún tratándose de una elección en la que el factor territorial es el que importa. Hasta ahora, ni Comunidad Ciudadana, que piensa que introduciendo recursos al Tribunal Constitucional es sinónimo de conectar con el ciudadano, ni Creemos, que sigue sin definirse si entrar a competir del todo en el sistema de partidos o seguir desde la trinchera de la calle, pueden salir del tránsito poselectoral que vivimos.

En el segundo dilema, la falta de estrategia política, los resultados del pasado 18 de octubre siguen sin ser procesados plenamente por los sectores antimasistas, pareciera que continúan en proceso de negación sin poder asumir autocríticamente sus propios errores, resistiéndose a hacerse cargo de los mismos. Y este momento les llegó repentinamente con la convocatoria a elecciones subnacionales de marzo próximo para las que no estaban preparados. Sin solucionar su primer momento de crisis tras las elecciones de octubre, difícilmente encararán las siguientes elecciones.

Hasta ahora, lo que se evidencia en este segundo dilema es el hecho de que Comunidad Ciudadana y Creemos, partidos con representación parlamentaria, es que decidieron ir en solitario en aquellos espacios territoriales en los que tuvieron una votación expectante, la ciudad de La Paz y el departamento de Santa Cruz, respectivamente.

Además de estas organizaciones políticas existen otras varias que tienen como mensaje principal el que escuchamos en los últimos procesos electorales: intentar la unidad en un solo bloque para enfrentar al MAS, es decir, es el antimasismo lo que los une, no la búsqueda de la representación del proyecto posmasista.

En suma, si se considera que estamos viviendo una transición política que cerrará un ciclo político iniciado en 2006, tenemos que mirar hacia la propuesta de este bloque antimasista porque en el recambio generacional, y no hablo de juventud, de la clase política hacia 2025 estará entre quienes sean electos en marzo y quienes realicen un trabajo destacable en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

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