Blog de Armando Méndez Morales

Devaluar ¿Sí o No?

Ha surgido el planteamiento de que el tipo de cambio en Bolivia debería seguir el comportamiento devaluatorio que está viviendo la región, por lo que es importante reflexionar sobre lo acertado, o no, de este planteamiento.

Sin embargo de lo anotado, las expectativas de devaluación son bajas. Según los analistas económicos, a los cuales el Banco Central de Bolivia encuesta, se podría tener un tipo de cambio de Bs. 7, para fines del año 2015 y de Bs. 7,2 para fines del año 2016. En concreto, una variación no significativa.

Es evidente que las monedas de la región se están devaluando fuertemente. V.gr, anualmente y hasta el mes julio del año en curso, Colombia devaluó su moneda en 47 %, Brasil en 44 %, México en 22 %, Uruguay y Paraguay en 20 %, Chile en 16 %, Perú en 14 %. Argentina en 12 % y Bolivia nada. Argentina tuvo devaluaciones ya fuertes en los años anteriores. Este comportamiento trae consigo una conclusión general. La economía boliviana está perdiendo competitividad, lo que es lo mismo decir que es una economía que incentiva las importaciones y no las exportaciones.

El comentario anterior y su conclusión están referidos a lo que los economistas denominan comportamiento del tipo de cambio nominal. Pero, lo que en verdad interesaría es el tipo de cambio real, entendido como aquel tipo de cambio que toma en cuenta el comportamiento tanto de los precios externos como internos. Esto es medido por lo que se nomina tipo de cambio real multilateral (TCRM).

Si observamos datos desde inicio del siglo XXI, encontramos que el TCRM más alto al que Bolivia llegó fue durante el año 2006, después de lo cual vino cayendo continuamente. Si consideramos el periodo 2015-2006 se concluye que el TCRM, para el país, habría caído en un 40 %. Esto confirma, para un tiempo más largo, que Bolivia está perdiendo competitividad internacional.

Si nos referimos al comportamiento del tipo de cambio real bilateral y para los mismos países sobre los que se hizo el comentario sobre tipos de cambio nominales, se tienen las siguientes conclusiones. Se habría perdido competitividad, en  el periodo 2015-2016, de la siguiente manera: con Argentina en un 57 %, con Brasil y con Chile un 42 %, Perú (32%), Colombia (31 %), México (24 %), Uruguay (11%) y Paraguay (4 %).

El análisis numérico realizado apuntalaría a que Bolivia debería seguir el camino de la devaluación del tipo de cambio. Sin embargo, si se considera otros indicadores, como es el comportamiento de la cuenta corriente en balanza de pagos, la conclusión es otra.

Históricamente Bolivia siempre fue un país deficitario, sin embargo, esto no fue acompañado con la devaluación de su moneda, debido a que Bolivia siempre siguió una política de tipo de cambio fijo, manejado muy políticamente, hasta la implementación del DS 21060 del año 1985. Recién a partir del “bolsín” Bolivia siguió una política de tipo de cambio fijo “deslizante”, que seguía de cerca, primero, el comportamiento de la inflación interna y, luego, el comportamiento del TCRM.

Dicha política cambiaria se la podría calificar de acertada dado que Bolivia mantenía relaciones comerciales deficitarias con el mundo. Pero esto cambio drásticamente a partir del año 2003 cuando apareció –levemente primero- superávit en cuenta corriente de balanza de pagos, conducta que se hizo fuerte en los años siguientes, lo cual permitió a Bolivia acumular reservas internacionales, a un nivel jamás antes conocido, que incluso coloca a Bolivia como el país, en la región, de la mayor magnitud de reservas internacionales con respecto al PIB. Llegó un momento a un indicador del 50 %.

El tipo de cambio nominal más alto al que se llegó fue Bs. 8,1 por dólar en junio del año 2005, el mismo que se movió a Bs. 6,96 para noviembre del año 2011. Desde entonces no se volvió a mover el tipo de cambio, aunque continuó con el superávit en balanza de pagos.

La política cambiaria del país a partir de año 2012 pudo continuar con la apreciación cambiaria dado que se mantenía el exceso de oferta de dólares en el país, pero se prefirió mantenerlo fijo. Incluso ahora la venta de dólares por parte del Banco Central es mínima, el otro hecho que explica el elevado nivel de reservas internacionales.

En el periodo 1995-2002, aunque el tipo de cambio nominal subía constantemente, el tipo de cambio real no seguía esta misma tendencia. Incluso llegó a bajar, conclusión que hace pensar que las devaluaciones nominales no siempre son efectivas en Bolivia, lo que avala la conclusión de que para el país es mejor una política de tipo de cambio fijo, en las actuales circunstancias, que el otro seguido por nuestros vecinos que es de flotación.

El 95 % de lo que exporta Bolivia corresponde a materias primas, cuyo comportamiento de precios puede ser altamente cambiante. Una caída de precios, como la que se está viviendo ahora, es imposible compensar con una modificación del tipo de cambio. Las exportaciones de materias primas dependen, fundamentalmente, de sus precios internacionales, que suelen ser volátiles. No es posible compensarlas con devaluaciones. Aun más, para el caso boliviano, una pequeña devaluación no tendría ningún impacto real sobre la economía pero podría desencadenar expectativas no esperadas. Una gran devaluación, tampoco socialmente sería tolerada por la población.

Si lo indicado es acertado, quiere decir que mejorar la competitividad económica de Bolivia no pasa por una política de devaluación cambiaria, sino por otro tipo de políticas que impida la presencia tanto de inflación de costos (doble aguinaldo, aumento de salarios) como de inflación de demanda (gasto público creciente).

La Paz, 17 de agosto de 2015

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.

Economía de Mercado
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Romanticismo confrontacional Vs Realidad

Los graves acontecimientos vividos recientemente con motivo de las demandas del Comité Cívico de Potosí (Comcipo), que ha contado con amplio apoyo, es un tema que debe llevarnos a una profunda reflexión, acerca de las competencias que debe tener un Estado y sus posibilidades de hacerlas efectivas. El gobierno, ya en el año 2010, se había comprometido con Potosí hacer realidad 26 pedidos; entre ellos se destacan los  compromisos de construir fábricas, hidroeléctricas, hospitales, caminos, un aeropuerto internacional. Adicionalmente, proveer de energía eólica, hacer exploración de yacimientos mineros y petroleros, ítems para salud y educación, etc.

Seguramente, en el seno del gobierno, nadie pensó que ese reclamo, que comenzó en los primeros días del mes de julio, alcanzase la magnitud que se ha visto, el mismo que vino acompañado de violentas manifestaciones y bloqueo de caminos.

¿Cuál es el problema de fondo? Lamentablemente en estos casi diez años, el gobierno del Presidente Morales generó una imagen de que en Bolivia se había dado un gran salto en su capacidad productiva, lo que lamentablemente no es cierto. Es cierto que se tuvo una buena tasa de crecimiento económico, superior a la observada antes, pero esto no cambio la estructura económica del país, pero sí aumentó el ingreso per capita.  Pero seguimos siendo una economía atrasada especializada en exportar pocas materias primas lo que nos permite financiar las imprescindibles importaciones para que toda nuestra actividad económica funcione. Bolivia es una economía de mercado, con agentes económicos dominantemente informales donde sus participantes tienen una baja productividad. Esto viene acompañado con la presencia de una administración pública harto ineficaz.

Según datos que procesa el Banco Mundial, para el año 2013, Bolivia alcanzó un ingreso nacional per cápita de $us. 2,550, ocupando el lugar 159 en un total de 219 países y regiones. El país con más alto nivel de ingreso per cápita supera los 100 mil dólares americanos.

A esto hay que sumar la aprobación, por referéndum, de una Constitución Política del Estado que no solo promete a los bolivianos “vivir bien” sino que pasa la responsabilidad de todo al Estado. Por esto la gente ahora espera todo de él, sin percatarse que el bienestar económico es un proceso evolutivo que descansa en el continuo esfuerzo de todos y cada uno de los ciudadanos de un país, organizados en una economía competitiva de mercado, con bajos impuestos y con una administración gubernamental que cumpla bien sus específicas funciones. El siglo XX fue testigo del completo fracaso de la ideología socialista que creía que se podía alcanzar el ansiado desarrollo económico transfiriendo las actividades económicas al Estado.

Los extraordinarios precios alcanzados de las materias primas que exportamos, en particular el gas, permitieron al gobierno en sus diferentes niveles incrementar el gasto público, el mismo que a nivel de gobierno general (excluyendo empresas públicas) alcanzó el año 2014 un preocupante 40 por ciento del PIB. Pero este año comenzó la significativa disminución del ingreso gubernamental proveniente de los impuestos a los hidrocarburos, el cual debería venir acompañado por una disminución del gasto gubernamental, si es que se quiere impedir peligrosos problemas en el futuro. Pero en este contexto, las regiones  quieren que el gobierno les asegure mayores recursos para financiar sus enormes necesidades. No se percatan que ningún gobierno estaría en posibilidades de atender todos los requerimientos de las regiones. Incluso hay destemplados planteamientos, en algunos gobiernos departamentales, que están viendo la forma de que la ley les permita crear nuevos impuestos para de esta manera financiar sus gastos, sin percatarse que el país, dada su baja productividad, ya tiene altas tasas impositivas, lo que a su vez incentiva y hacer crecer, cada vez más, a la economía informal. Pero esta economía que no paga impuestos, genera ingresos, lo que permite a los pobres tener el pan de cada día.

Los “cientistas” políticos que más parecen “cuentistas” abstractos suponen que la política es la actividad por medio de la cual las sociedades avanzan. Por eso la obsesión por ampliar la participación política de la gente. Creen que cuando más politizada está la sociedad es mejor.

Los “cuentistas” políticos creen en procesos históricos “racionales”, que alcanzan el bienestar general, cuando la racionalidad fundamental de la política es conseguir poder, mantener y acrecentarlo. Su fe es ciega en el poder de la política, por lo que sus divisas son el fortalecimiento del Estado, están a favor de las nacionalizaciones y expropiación de empresas. Cuando más presencia tenga el Estado sobre la actividad económica creen que es mejor.

La solución para los cuentistas políticos es politizar a la sociedad, bajo el lema de que: “hay que dar mayor representatividad a la gente”. Producto de esto vendría luego las propuestas de políticas para que los gobiernos implementen. ¿Cuáles? Si esto se logra, entonces avanza la democracia y se resuelven los problemas. ¿Cuáles?

Son amigos de la “democracia participativa”. Como los problemas se resuelven políticamente, “idealmente” buscan la participación de todos, cuando la realidad demuestra que cuando esto sucede todos llevan el agua a su molino, generándose el caos. Como el caos no puede ser permanente, en definitiva llega la imposición violenta del que tiene más poder sobre los demás, dando por concluidos los angelicales procesos de democracia participativa.

La Paz, 1º de agosto de 2015

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

 

 

Economía de Mercado
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Grecia hacia la privatización

La realidad se impuso y la “troika” (Comunidad Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) aprobó un tercer programa de rescate para Grecia, el cual contempla reiniciar el paralizado proceso de privatización, el mismo que debe ser implementado por su parlamento.

Aunque el resultado del referéndum realizado recientemente en Grecia se opuso a las denominadas políticas de austeridad, el congreso griego ha dado su conformidad al tercer programa de rescate. Esas políticas son de ineludible obligación para ese país si se quiere enfrentar con éxito la grave depresión económica en la que se insumió desde el año 2008, como consecuencia de un desmedido y creciente gasto público financiado con deuda, que generó un ficticio “estado del bienestar”.

La recesión económica en Grecia, que había comenzado en 2008, se acentuó en los años siguientes y como consecuencia de la disminución e ineficiencia del gasto público. Lo que sucede es que la factura se paga después de consumir. El año 2009 el gasto gubernamental había alcanzado su nivel más alto, 54 % del PIB, año en que también alcanzó el déficit fiscal más alto, ¡15% del PIB!

Un indicador de la ineficiencia del gasto público se tiene precisamente el año 2009, cuando la caída del PIB, que había sido del orden del 0,5 % un año antes, se tradujo en una caída de casi el 5 por ciento. En los años siguientes claramente la economía griega vivió en depresión económica, con fuertes caídas de su producción y del nivel de empleo, hasta que apareció la luz al final del túnel el año 2014, con un crecimiento del orden del uno por ciento, junto a una muy dificultosa reducción del gasto fiscal (46% del PIB)  y, por tanto, del déficit fiscal. Para el año 2014 presentó un déficit del orden del 3 por ciento del PIB.

Pero desde el inicio del gobierno de Tsipras, en lugar de seguir avanzado por el doloroso camino de la recuperación económica, en este primer semestre del año todo se agravó. Esto explica por qué al final el gobierno de Grecia está aceptando las racionales condiciones de la troika para lograr obtener el oxígeno que imprescindiblemente requiere.

La inmensa deuda pública se tradujo en un continuo déficit comercial internacional tanto en bienes como en servicios. Grecia exportaba menos de lo que importaba. Y esto era posible porque se importaba con financiamiento proveniente de la deuda.

En el pasado hubo deuda pública. Los gobiernos en todo tiempo han gastado por encima de la captación de impuestos. Y estas deudas también eran entre países. En el pasado, cuando un país deudor no quería –no podía- pagar su deuda, era invadido militarmente por el país acreedor, para de esta manera saldar las cuentas. La terrible Segunda Guerra Mundial se dio en un marco donde Alemania no quiso pagar su deuda a los ganadores de la Primera Guerra Mundial. Alemania, prefirió dedicar sus recursos públicos para armarse en lugar de pagar su deuda externa.

Fue la conclusión de la Segunda Guerra Mundial que llevó a los países miembros de la Organización de Naciones Unidas a fundar el FMI, con el fundamental propósito de que las deudas entres países se resuelvan pacíficamente  y no por medio de la guerra.

Cabe la pregunta: ¿Dónde está el problema? ¿En el deudor o en el acreedor? El problema lo tiene el deudor porque por alguna razón no puede honrar su compromiso. Un eslabón fundamental de la economía es la relación ahorro-inversión. En toda economía es posible producir bienes de capital porque hay gente que ahorra y que presta al inversionista, quién es el que compra los bienes de capital, imprescindibles para el crecimiento económico. Si los deudores no pagan lo que deben se destruye la relación ahorro-inversión y, con ello, la actividad económica.

Por esta razón cuando un país tiene problemas para honrar su deuda externa acude al FMI – y en este caso al BCE- para que le preste un soporte financiero y para que le otorgue un aval ante el mundo señalando que sus problemas de impago son temporales. Por este motivo el país deudor que no está pudiendo honrar su deuda hace un acuerdo con el FMI, mediante el cual se compromete, ante todo, a reducir el déficit fiscal, única manera de no aumentar su deuda. Y esto se logra aumentando impuestos y reduciendo el gasto público. Ambas medidas son siempre impopulares. Implican las odiadas políticas de austeridad.

El problema fundamental de Grecia fue y es su elevado y continuo déficit fiscal. Para enfrentar esto no queda más que reducir el gasto público y aumentar los ingresos. Para lo primero, Grecia, se compromete a reformar su muy generoso sistema de pensiones y, para lo segundo, se compromete a aumentar los impuestos. En el programa acordado con la troika, Grecia, se compromete también a obtener ingresos extraordinarios por 50,000 millones de Euros, por una sola vez y por la venta de activos públicos. Esto a su vez reducirá el gasto público porque su administración pasará a ser gasto privado.

La Paz, 19 de julio de 2015

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

 

 

Economía de Mercado
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Los enemigos del progreso

Quienes hacen más daño a la humanidad son los denominados “revolucionarios”, son aquellos que piensan que todo se puede cambiar de inmediato para asegurar la “felicidad” de los pueblos. En verdad son crónicamente románticos, mientras no toman el poder en los gobiernos, momento en el cual se convierten en duras dictaduras, que hacen retroceder a los países. Ejemplos en la historia abundan, basta citar el caso soviético, la Alemania nazi, y en la región, Cuba. La ideología revolucionaria no se percata de que todo en la vida es un proceso que toma su tiempo. Que todo avance, que es un beneficio, tiene costos. No hace más de tres siglos que el 85 por ciento de la humanidad vivía en pobreza, hoy se ha reducido al 14 %, gracias al desarrollo de la economía.

Hoy, en el mundo, ya no tiene mayor atracción el marxismo ni el socialismo. Ya no se escucha pregonar el principio de la “lucha de clases”, como el motor de la historia. Los revolucionarios, hoy han tomado partido en “defensa del medio ambiente”, a como de lugar. Su versión más extrema plantea parar el desarrollo económico, parar la actividad industrial, para que el hombre viva como en el pasado, bajo la ilusoria creencia que vivirá bien. No se percatan que así fuera, en poco tiempo, la insatisfacción de las necesidades y deseos nos llevaría a catástrofes inimaginables.

Es evidente que las actividades agrícola, ganadera, minera e hidrocaburífera, tienen efectos sobre el medio ambiente, como lo tiene también el transporte, y lo que se está haciendo es desarrollar tecnologías que minimicen sus efectos contrarios.

Lo que los medioambientalistas no se percatan es que el avance del conocimiento y de la ciencia está logrando que se alimenten cada vez más gente con menos cantidad de tierra explotada. La agricultura en el mundo no supera el 3 por ciento del producto mundial y la industria el 27 por ciento, pasando a ocupar el primer lugar la actividad de servicios con el 70%. Hoy este sector es el que da empleo masivo a la gente.

Hace poco se ha realizado la “Cumbre Agropecuaria” en Santa Cruz, donde no se ha podido aprobar el pleno uso de los denominados “transgénicos” que, en rigurosidad, su nombre es: “0rganismo Genéticamente Modificado” (OGM), y que es la consecuencia de la aplicación del conocimiento y de la ciencia a la producción agropecuaria. En Bolivia, predominantemente se está utilizado OGM en la producción de soya, lo que nos permite ser competitivo en esta producción y, por tanto, vender al mundo.

Tampoco los medioambientalitas se han informado que los cultivos de soya en Santa Cruz, están enriqueciendo el suelo con el nitrógeno que incorpora al suelo, que luego sirve para la producción de maíz, trigo, sorgo, girasol y chía, bajo el sistema de rotación de cultivos, todo esto a precios competitivos a nivel mundial. Todo esto lleva a una cadena de creación de valor manteniendo “un adecuado equilibrio de nutrientes en el suelo”.   

La biotecnología comenzó empleando organismos para obtener un producto útil para la industria. La biotecnología moderna se viene desarrollando ya hace más de 30 años en base a la ingeniería genética. Hoy, todo lo que comemos proviene fundamentalmente del mejoramiento de la producción agrícola y no sólo de la naturaleza. Se busca mejorar la calidad de lo que la naturaleza produce. Muy pocos deben saber que el brócoli es un OGM, lo mismo sucede  con las variedades de maíz. Los mejoramientos se hacen por cruzamiento y selección y por otros medios. El cultivo de papa que utiliza OGM es de mejor calidad. Lo mismo sucede con el arroz.

Cada año, en el mundo, aumenta las zonas cultivadas con OGM e incrementan los agricultores sus beneficios. Contrariamente a lo que sostienen sus retractores, esta producción agrícola tiene  un menor impacto ambiental negativo junto a una mayor productividad. Si no hubiese habido este tipo de producción, se hubiese requerido adicionar, en el mundo, 18 millones de hectáreas para producir el mismo volumen alcanzado durante el año 2013.

Las plantas transgénicas tienen mayor resistencia a enfermedades y plagas, a los insectos, mayor tolerancia a herbicidas, a heladas, sequías y salinidad y, por tanto, ofrecen un mayor rendimiento. Adicionalmente eliminan o disminuyen factores antinutritivos y toxinas. “Reducen las emisiones efecto invernadero como consecuencia  de un menor uso de combustibles y un almacenamiento adicional de carbono en el suelo”. En el periodo 1996-2013, esta reducción equivale haber retirado “doce millones de automóviles de las calles”.

Santa Cruz y todo el oriente boliviano pueden constituirse en una zona productora de alimentos para el mundo, sólo si los productores aplican OGM y todo aquello que la biotecnología y la ingeniería genética está descubriendo, porque esta es la única manera de ser competitivos. Una gran producción de alimentos que pueda generar Bolivia se justifica sólo si su horizonte es el mercado mundial. Hay que tomar en cuenta que la producción de alimentos agropecuarios está sujeta a una fuerte competencia, cuyo índice de precios, a nivel mundial, está cayendo a partir del año 2013.

La Paz, 3 de julio de 2015

 

“Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

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Las distorsiones del gasto público

En cualquier país existe el gasto gubernamental, el mismo que debería financiarse con los impuestos recaudados. Todo Estado tiene funciones y atribuciones que significan costos económicos. Cuánto mayores sean sus funciones mayores serán los costos en que incurre. Estos costos se subdividen en gasto corriente y en gasto de capital (inversiones).

El gasto que realiza el gobierno es parte de la “demanda interna”, por lo que su aumento, también la incrementa. Todo gasto público beneficia a personas y a empresas. Todos los que son empleados públicos se benefician con el pago de salarios que hace el gobierno. Todas las empresas que le venden bienes y servicios al Estado también lo hacen. Y las empresas distribuyen los ingresos obtenidos, por la venta de bienes y servicios a los gobiernos, a los participantes en el proceso productivo, entre ellos están los trabajadores, quienes a su vez adquieren bienes y servicios de otras empresas. ¡Aleluya! Todos se benefician ¡Viva el gasto público! Esta situación genera lo que se denomina “intereses creados”, que es muy difícil revertirlos en el futuro.

Pero el aumento del gasto no viene acompañado con el correspondiente aumento de los impuestos. A la gente no le gusta pagar impuestos porque eso reduce sus ingresos. Se hace crónico el déficit fiscal y, con ello, el aumento continuo de la deuda pública.

La actividad económica siempre tiene dos caras, la una es la de la demanda  y la otra es la de la oferta. No siempre que aumenta la demanda aumenta la oferta y mucho menos cambia la composición de la oferta cuando cambia la composición de la demanda. Esta realidad suele resolverse gracias a las importaciones. Cuando aumenta un determinado gasto público que no puede ser satisfecho por la producción nacional, sale en su auxilio las importaciones. Y esto es relevante cuando una economía es más abierta, lo que es lo mismo decir, cuando son importantes sus exportaciones e importaciones con relación al PIB. Bolivia tiene la economía más abierta de la región.

La estructura económica del PIB, por el lado de las actividades económicas, se modifica lentamente en el tiempo y no con la rapidez que puede cambiar la demanda interna como consecuencia del aumento del gasto público. Pero con el tiempo pueden aparecer empresas nacionales que satisfagan la demanda pública, con lo cual se modifica la estructura económica. El problema con esto es que cuando el gobierno decida disminuir sus gastos se encuentra con la oposición de los beneficiados, sean personas y empresas.

La terrible Segunda Guerra Mundial obligó a EE.UU. a modificar su estructura económica de una que producía predominantemente bienes para la paz, en situación de depresión, a otra que tenía que producir armas, lo que la dinamizó. La Segunda Guerra Mundial eliminó el enorme desempleo que había generado la Gran Depresión de los años 30, convirtiendo a la gente joven en soldados.

Los historiadores de la economía resaltan la gran depresión económica de los EEUU como consecuencia de la Crisis de 1929, pero no hacen lo mismo con la gran depresión que vino una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. Lo que pasó, es que de pronto la industria para la guerra ya no tenía comprador. que era el gobierno norteamericano. Esa industria, con lentitud tuvo que retomar su papel de productor de bienes y servicios para la paz. Y esto tomó su tiempo, tiempo en que la economía estadounidense entro, otra vez, en depresión. Pero nunca perdió importancia la industria armamentista en EE.UU.

¿Cono financió EEUU el gasto público requerido para armarse?  No fue con impuestos sino con una enorme deuda pública, que la inflación, con el tiempo, la fue reduciendo substancialmente, hasta ubicarla a un nivel aceptable para su gran aparato económico. Esta deuda, otra vez creció de manera notable en los años recientes como consecuencia de la crisis económica del año 2007, deuda que se generó por los continuos y elevados déficits fiscales que comenzó a presentar ese gran país.

Pero el gasto público no solo genera “intereses creados” muy difícil de revertirlos, sino que genera corrupción. No hay un solo país en el mundo donde no se de este fenómeno. Transparency International, que continuamente hace un seguimiento de este hecho confirma lo indicado. Los datos señalan que en los países más desarrollados hay menos corrupción que en los países menos desarrollados. La explicación vendría porque en los primeros existe mayor institucionalidad y empleados públicos meritocráticos, que en los segundos. Pero lo que podría estar sucediendo es que en los primeros la corrupción se realiza con mayor “habilidad” que en los segundos. Cabe la pregunta ¿Quiénes financian las millonarias campañas electorales en los países desarrollados? ¿No son acaso, los “intereses creados”, las empresas que venden bienes y servicios al Estado?

En la región el tema que ha recibido mucha atención periodística ha sido la corrupción de la gran empresa “Petrobrás”, en Brasil. En el país, en los últimos días, ha hecho noticia la alcaldía de la ciudad de El Alto, donde los dirigentes de los “movimientos sociales” se habrían beneficiado con los recursos públicos de dicha alcaldía. Esto no sería un hecho aislado, sino la muestra que confirma la regla.

En un comentario periodístico reciente, de El País de Madrid, titulado: “La mafia devora Roma”, sostiene que: “los romanos descubrieron que la degradación crónica de su ciudad obedecía en gran parte a la existencia de una organización mafiosa dirigida por un viejo terrorista de extrema derecha y un empresario de izquierda que habían logrado meter en nómina, por las buenas o por las malas, a decenas de políticos y funcionarios municipales” para hacerse adjudicar los contratos de obras públicas más suculentos.” ¡En todas partes se cuecen habas!

La Paz, 19 de junio de 2015

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

Economía de Mercado
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Hacia la trampa del estatismo

En un reciente artículo de opinión de mi autoría, con el título, “La trampa del estatismo”, planteo que el creciente gasto público, que busca dinamizar la economía e impedir cualquier recesión económica, al final termina en recesión, porque no es sostenible una continua expansión del gasto público. Llega el momento que se tiene que frenarlo, lo cual lleva a las impopulares políticas de austeridad, que significa freno al gasto público. 

La Zona del Euro que se caracteriza por sus altos niveles de gasto de gobierno y que llegó en un momento a representar más del 50 % por ciento del PIB, no está pudiendo bajar este indicador. Grecia que había alcanzado un  insostenible 54 por ciento del PIB, ha llegado a reducir hasta el 46 %, pero con un gran rechazo social, lo que explica la llegada al gobierno de alguien que ha propuesto parar las políticas de austeridad.

Pero los que llevan la batuta en esta materia son Finlandia con el 58% y Francia con el 57%. Italia está con el 52%. Estos países no saben cómo reducir el gasto gubernamental.

No saben cómo aplicar políticas de austeridad. Saben que son impopulares y nadie se anima a poner el cascabel al gato.

¿Y cómo estamos en la región? Para el año 2009 América Latina tenía un gasto gubernamental a PIB del orden del 32%, para 2014 se calcula que estuvo en el orden del 34 %. Este indicador, como el referido a los países europeos, no incluye a empresas públicas. ¿Y Bolivia? En el año 2009 el gasto de gobierno era del orden del 36 % y el Fondo Monetario Internacional ha calculado, para el año 2014 casi el 42 %, sólo superado por Venezuela (44%).

Cuando nos referimos al gasto público es importante diferenciar lo que corresponde a gobierno general de lo que corresponde a las empresas públicas. La suma de ambos se conoce con el nombre de Sector público no financiero.

Según información disponible, el año 2014 el sector público cerró con un elevado déficit del orden de los 7,700 millones de bolivianos, luego de haber mantenido superávit durante ocho años. El año 2005 se tuvo un  déficit del orden de los 1,700 millones de bolivianos.

Si se desagrega el balance fiscal entre lo que es gobierno general y lo que son empresas se tiene el siguiente panorama. Estas últimas están presentando un  déficit creciente en  los tres últimos años, lo cual, por principio, no es un hecho negativo, porque simultáneamente la empresa estatal más grande, que es YPFB, alcanzó el año 2014 una utilidad del orden de los 6,700 millones de bolivianos, que es el 91 % de las utilidades que han  generado  las empresas estatales. Por principio, las empresas en general son deficitarias porque para realizar inversiones tienen que captar el ahorro de otros. Por esta razón es que las empresas son las principales deudoras de los bancos. En el caso del país, las empresas públicas están recibiendo préstamos del Banco Central para financiar sus inversiones, razón por la cual muestran déficit como lo hace cualquier empresa privada. El conflicto radica en que son préstamos a muy largo plazo y a tasas de interés muy bajas.

El problema actual estriba en el gasto deficitario del gobierno general, que de mostrar un  superávit del orden de los 2,900 millones de bolivianos el año 2013, ha cerrado el año 2014 con un déficit del orden de los 5,700 millones.

El gobierno del Presidente Morales ha creado una imagen de que el Estado, y su gobierno, no tienen restricciones presupuestarias, por lo que de todas partes surgen pedidos de recursos para gastar lo que no será posible atender. Oficialistas y opositores están con el mismo discurso: “El Estado tiene que gastar más”.

Pero en la medida que el gobierno vaya cediendo a las presiones se caerá en la “trampa del estatismo”, porque todos los sectores sociales, los empresarios y los “movimientos sociales”, esperan, ahora, que el gobierno revierta la desaceleración económica aumentando sus gastos, lo cual llevará a Bolivia a endeudarse, deuda que hoy no es problema, pero que lo será en el futuro.

El país ha vivido un periodo muy bonancible, pero que concluyó, y el gobierno no quiere aceptar esta realidad por lo que se ha propuesto impulsar la economía para que crezca en un 5 por ciento este año, fundado en el gasto público, cuando los indicadores para el año 2014, ya son claras señales de que llegó el momento de parar dicha dinámica. Si no lo hacemos, en unos años más, como en Europa, estaremos obligados a aplicar las impopulares políticas de austeridad.

La Paz, 8 de junio de 2015

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

 

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La trampa del estatismo

En economía es conocida la teoría de la “trampa de liquidez” planteada por Keynes. Según este enfoque hay momentos en las economías nacionales que los agentes económicos privados no están dispuestos a gastar su dinero, menos a invertirlos, lo cual lleva a una contracción de la economía, que cuando se agrava deviene en recesión y hasta en depresión económica. Ante esta situación los economistas keynesianos consideran que los gobiernos deben impulsar el gasto fiscal, para de esta manera impedir que se desacelere la demanda interna. En mi opinión esto lleva a la “trampa del estatismo”.

Si el aumento del gasto fiscal impide que la demanda agregada caiga y con ello la producción y el empleo, se habría conseguido el objetivo de impedir la recesión. Para ello el Estado tiene que prestarse los recursos de los ahorristas, para de esta manera impedir su atesoramiento. De esta manera, se cae en lo que se denomina déficit fiscal, los gobiernos gastan por encima del nivel de recaudaciones por impuestos. ¿Cómo lo hacen? Acudiendo al endeudamiento público, que gustosamente los ahorristas privados están dispuestos a financiar. El problema surge cuando la gente vuelve a gastar su dinero. Por tanto, la demanda se incrementa aun más, convirtiendo la fase de recesión económica en una de auge. En este escenario los ahorristas en lugar de volver a invertir sus recursos en nuevos proyectos empresariales, prefieren seguir prestando al Estado, dado que estos préstamos son seguros. Además, estos préstamos denominados bonos, que se venden continuamente en las bolsas de valores, tienden a subir de precio por el continuo aumento de su demanda.

El aumento del gasto público, que debió ser circunstancial, se convierte en permanentemente creciente, con lo que endémicamente se tiene déficit fiscal lo que, a su vez, continuamente aumenta la deuda pública.

Al incentivar a que el ahorro privado se dirija para financiar el gasto público se desincentiva la creatividad empresarial y con ello el desarrollo económico. Es conocido que estos recursos bajo la administración del Estado no gozan del atributo de la eficiencia, que está presente entre los privados, porque ya no rige la competencia al momento de asignar los recursos ni el objetivo de rentabilidad. El continuo déficit fiscal con su correspondiente expansión de la deuda pública denomino “trampa del estatismo”, porque, en definitiva, está impidiendo un mayor crecimiento económico. Es fácil caer en déficit fiscal, lo difícil es bajarlo.

El planteamiento keynesiano se impuso en el mundo después de la Gran Depresión económica de los años 30, que comenzó en EEUU y luego se difundió por todo el planeta. Hasta el día de hoy no hay consenso si la política fiscal expansiva impuesta en el mundo hubiese sido la respuesta adecuada para superar la gran depresión. Hay economistas que sostienen que la gran depresión fue superada sólo con el advenimiento de la dramática segunda guerra mundial.

Pero quedó la creencia que una buena política económica que impidiese las recesiones económicas y, por tanto, asegurase la continua expansión de la producción debía ser acompañada con un creciente gasto público. Como esto no fue posible acompañar con un genuino paralelo financiamiento con impuestos que recaigan sobre los ahorristas privados, los países incurrieron en déficit fiscal, lo que llevó a lo ya dicho: continuo endeudamiento público. Hoy, el problema es el elevado nivel de deuda pública, principalmente en los países económicamente más desarrollados y, en particular, en los países europeos. Cayeron en la “trampa del estatismo”. Y salir de esto implica las impopulares políticas de austeridad.

A partir del año 2012, América Latina ingreso a un proceso de desaceleración económica, luego de haber vivido un periodo expansivo, gracias a los buenos precios de las materias primas que la región exporta. Como esto se acabó también se acabó el periodo de bonanza.

Bolivia es uno de los países que se destacó en este periodo porque sus tasas anuales de crecimiento económico se ubicaron entre las primeras de la región. Si se analizan los componentes de la demanda global interna se puede colegir que subió tanto el gasto privado como el gasto público. De manera particular, hay que destacar que el gasto público fue muy fuerte en los años 2013 y 2014, lo cual se puede calificar de un “gasto pro cíclico”, que aceleró demasiado la economía y eso explica las altas tasas de crecimiento del 6,8 por ciento para el año 2013 y del 5,4 por ciento para el año 2014. Desde el punto de vista estrictamente económico este proceder no fue el adecuado. Se puede justificar un gasto público creciente cuando está flojo el gasto privado, siguiendo el razonamiento keynesiano, lo que no se dio en Bolivia. En economía cuando se refiere a gasto esto engloba tanto el consumo como a la inversión.

Los gobiernos buscan administrar la demanda interna para impedir el auge o la recesión  concentrándose en la pública. Si se reconoce que el país vivió un periodo de auge, impulsado por el gasto fiscal, no es aconsejable insistir en este proceder. Lo razonable es reconocer que la economía se debe frenar, -como lo están haciendo los países de la región- y no continuar fomentando el auge, porque estamos cayendo en la “trampa del estatismo”.

La Paz, 24 de mayo de 2015

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas. 

Economía de Mercado
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La distorsión del salario mínimo

Ya se ha hecho una costumbre que cada primero de mayo el gobierno anuncie el aumento salarial con el beneplácito de los trabajadores asalariados, que en Bolivia son una minoría.

Antes de la llegada al gobierno de Evo Morales ya se acostumbraba el aumento anual de los salarios, tanto al mínimo como a la masa salarial.

Luego de superado el gran problema de la hiperinflación de los años 80 y cuando la economía entró a desenvolverse en un ambiente de relativa estabilidad del nivel de precios, el salario mínimo siempre se elevó por encima de la inflación.

Desde el año 1986 y hasta el año 1996 el salario mínimo subió algo más de cuatro veces y la inflación, medida por el Indice de Precios al Consumidor (IPC), algo más de tres veces. Esto quiere decir que en este periodo ya el salario mínimo había incrementado su capacidad de compra.

Es evidente que en el periodo 2002-2005 se dio el menor incremento del salario mínimo, incluso en los años 2004 y 2005 no se lo incrementó en absoluto. Esto fue consecuencia de que en los primeros años del siglo XXI la economía boliviana tuvo un pobre desempeño, como consecuencia de la crisis económica que asoló a la región, de la cual Bolivia no  pudo salir inmune.

A partir del año 1996 y hasta el año 2014 el salario mínimo se incrementó hasta 5,5 veces mientras la inflación medida por el Indice de precios al consumidor (IPC) sólo lo ha hecho en 3 veces, lo cual indica que la capacidad de compra de este salario aumentó substancialmente.

Si el análisis se lo hace no sólo con referencia al comportamiento del salario mínimo, sino al conjunto de salarios en el sector privado formal, se concluye  que durante todo este tiempo se ha generado una redistribución del ingreso al interior de los asalariados. Mientras en el año 1996, el salario promedio representaba seis salarios mínimos, para el año 2013 cae a tres salarios mínimos, situación a la que se llegó paulatinamente año tras año. Esta conducta se hace más intenso cuando se relacionan los salarios del personal ejecutivo de las empresas privadas, que para el año 1996 representaban, en promedio, 25 salarios mínimos; para el año 2013 sólo constituyen 12 veces. Esto denota una gran redistribución de ingresos al interior de los trabajadores en favor de la mano de obra menos calificada y en desmedro de la mano de obra más calificada.

Desde un punto de vista socialista, “igualitarista” lo señalado puede calificarse de exitoso porque disminuye la desigual distribución del ingreso, pero desde el punto de vista de la eficiencia económica puede significar lo contrario. ¿Por qué? Los que reciben el salario mínimo son la mano de obra menos calificada. Si estos mejoran substancialmente su capacidad de compra y no así la mano de obra más calificada, la señal que se está dando es: ¿para que estudiar una profesión, para que esforzarse para alcanzar puestos ejecutivos si la remuneración no compensará el permanente sacrificio, que significa mejorar continuamente la capacidad laboral?

La determinación del salario mínimo se generalizó durante el siglo XX. Fue la consecuencia del dominio de la ideología socialista en el mundo y de la idea marxista de que el obrero es explotado. Fue el resultado de suponer que en la relación laboral la parte débil está dado por los oferentes de mano de obra, que son los trabajadores, y la parte fuerte -y abusiva- estaría dado por los demandantes, que son las empresas. Hoy, son pocos los países donde el salario mínimo no existe. Hace poco Hong Kong lo ha introducido.

En el contexto señalado hay que destacar un hecho: Los salarios mínimos, comparativamente, son menores en los países asiáticos que en los demás países, hecho que viene acompañado con que el desempleo es mucho menor en los países asiáticos que en  el resto, lo que confirma lo que la teoría económica enseña.

Una conclusión de la ciencia económica es que la generalización del salario mínimo ha ocasionado en el mundo un  enorme desempleo. Al elevarse políticamente los salarios, se ha conducido a las empresas ha sustituir la mano de obra por el capital y la tecnología, en riguroso cumplimiento a las leyes económicas. Por tanto, ante salarios vigentes impuestos políticamente, se produce el fenómeno económico del permanente exceso de mano de obra que nadie esta dispuesto a contratarla.

¿Quiénes son los más perjudicados? Son los jóvenes, que aunque tengan formación profesional, que por lo general es teórica, no están en condiciones de competir con gente de mayor edad, que con profesión y experiencia, son preferidos al momento de la contratación a los salarios vigentes impuestos por los gobiernos y no como resultado de la competencia salarial que debería prevalecer en el mercado del trabajo, como los precios  lo hacen en cualquier mercado competitivo.

Un dato concreto que avala lo indicado es el caso español, donde la tasa de desempleo llegó al 25 %, junto al desempleo juvenil que alcanzó al doble.

 

La Paz, 8 de mayo de 2015

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

Economía de Mercado
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Frenar la expansión del gasto público

En pocos meses los escenarios económico y político se modificaron en el país.

En lo económico el panorama está cambiando. Se nota una gran inquietud y preocupación entre los agentes económicos privados así como en los medios de comunicación social. Todos quieren saber cómo se comportará la economía durante este año.

No existen todavía cifras oficiales sobre el PIB para el año 2015, pero se estima que su crecimiento estuvo por el orden del 5,4 por ciento, que es una excelente tasa, la más alta de Sud América.

Pero la enorme caída del precio del petróleo a partir de octubre del año pasado, y que a la fecha se ubica en un 50 por ciento por debajo de lo que rigió, en promedio, para el año 2014, determina que nuestras exportaciones al basarse fundamentalmente en el gas, que se envía a la Argentina y al Brasil, caiga en un 27 por ciento, en el primer bimestre del año en comparación a igual periodo del año anterior. Esto conlleva a una drástica caída de los ingresos fiscales dado que el Estado absorbe la mayor parte de la renta petrolera.    

Pero simultáneamente cayeron las importaciones de bienes. Para el primer bimestre del año en relación al igual periodo del año anterior se redujo en un diez por ciento, lo que ha permitido mantener un insignificante superávit comercial.

Si se considera la última información sobre las relaciones comerciales de Bolivia con el mundo, visto a través de la balanza de pagos, para el año 2014, que ha difundido el Banco Central de Bolivia, se nota que si bien se mantuvo un superávit comercial, prácticamente desapareció el superávit en cuenta corriente, debido al permanente y creciente déficit que se mantiene en cuanto a la importación de servicios.  Por tanto, se puede esperar que el año 2015 Bolivia retorne a algo que fue habitual en el pasado, déficit en su cuenta corriente de balanza de pagos.

No hay información oficial sobre la situación fiscal para fines del año 2014, pero se puede estimar que se cerró con un déficit fiscal alto en lo que se denomina gobierno general, situación que se puede mantener este año debido a que el gobierno insiste en realizar una fuerte inversión pública para contrarrestar algo que es inevitable, la caída en la dinámica del crecimiento económico.

Inicialmente, antes de valorar el impacto que tendría la reducción del valor de las exportaciones del gas, el gobierno pronosticó una elevada tasa de crecimiento y del orden del 5,9 por ciento para este año. Luego redujo esta estimación a un 5 por ciento, que sigue siendo elevada para el nuevo escenario económico externo en que Bolivia se está moviendo. Esto ya ha sido evaluado por los organismos internacionales que han proyectado un crecimiento del 4,5 por ciento, según el Banco Mundial, y de un 4,3 % según el Fondo Monetario Internacional. En mi opinión, estas proyecciones siguen siendo optimistas.

En este escenario el gobierno debería aceptar la ralentización de la economía, como lo están haciendo, Chile y Perú, por citar dos ejemplos cercanos, y no seguir activando el gasto público como lo ha hecho en los años 2013 y 2014, porque de hacerlo lo que se conseguiría es recalentar aun más la economía, retornando a los elevados déficits fiscales que caracterizaron al país en el pasado. La experiencia nos enseña que es fácil caer en déficit pero muy difícil eliminarlo.

Sin duda disciplinar el gasto público siempre es difícil. Más aún, en estos años todos: gobierno central, gobiernos departamentales y municipales, se acostumbraron a incrementar continuamente el gasto. Hoy se añade el hecho político, porque será más difícil, como consecuencia de los resultados electorales recientes, convencer a la oposición de esta necesidad. El partido de gobierno, el MAS, obtuvo en las recientes elecciones para gobernadores departamentales tan solo el 37 por ciento del total de votos emitidos a nivel nacional, en un rango entre un máximo del 61 por ciento, que corresponde a Pando, y un mínimo de 29 por ciento en Santa Cruz.

El resultado de las elecciones para las diez alcaldías que corresponden a las nueve capitales de departamento y a la ciudad de El Alto fue el siguiente. En el total, el partido de gobierno obtuvo tan solo el 30 por ciento de los votos. De estas diez ciudades el MAS sólo ganó en dos: Sucre y Potosí.

Este nuevo escenario político, en un ambiente económico ya no bonancible, aconseja al gobierno rehacer el presupuesto de inversión pública para atender sólo lo prioritario y, si es posible, frenar la expansión en el gasto corriente, e iniciar un acercamiento con la oposición; así dar por concluido el largo periodo de enfrentamiento con el propósito de que todos aporten, aceptando la disminución de la dinámica del gasto público y de la economía en general. Si el gobierno actúa de esta manera las generaciones futuras se lo agradecerán.

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

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La Tragedia Griega

El ya famoso Alexis Tsipras participó en las elecciones nacionales de Grecia, encabezando una coalición de izquierda, y como no tuvo la mayoría requerida fue elegido Primer Ministro por el congreso de su país, en enero de 2015, y gracias al apoyo decisivo de un partido minoritario denominado “Griegos Independientes”. En su juventud fue militante del Partido Comunista. Desde los años 80 del siglo pasado Grecia fue gobernada por socialistas.

Las primeras decisiones que tomó fue paralizar el proceso de privatización, ofreció sanidad universal, ayuda para los más pobres, reingreso de funcionarios a sus puestos y paga extraordinaria a las pensiones mínimas y decidió con acabar con lo que se denomina la “política de austeridad”. Todo esto suena atractivo para la gente en general y para quienes no comprenden la dramática situación de la economía griega.

Algunos importantes indicadores económicos de Grecia son los siguientes: En el periodo 1994-2007 tuvo un crecimiento de su producción promedia anual del 3,6 por ciento, un crecimiento modesto, periodo en el cual lo salarios se dispararon, por decisiones políticas. Esto redujo su ya baja competitividad entre los países europeos desarrollados, con los cuales tenía que competir. Grecia se caracteriza por ser un país con un alto intervencionismo gubernamental. Durante mucho tiempo Grecia vivió en una burbuja muy por encima a sus posibilidades reales. “Durante años, y pese a tener un PIB per cápita muy inferior al de España, el salario mínimo en Grecia era un 50% superior”.

En 1980 el gasto público en Grecia con relación a su PIB representaba el 28 %. De aquí adelante  su comportamiento fue de continuo crecimiento. El año 1990 ya era del 43 por ciento, sube al 47 por ciento en el año 2000, llegando a su cenit el año 2009 con un gasto a PIB del orden del 54 por ciento. ¿Que implicó esta situación? Por supuesto que los impuestos no siguieron este ritmo, por lo que continuamente comenzó a expandirse el déficit fiscal. Un déficit  fiscal de dos dígitos se hizo normal en el periodo 1988-1993, llegando a un ¡15%! el año 1990. Si bien en los años siguientes fue bajando este insostenible nivel déficit fiscal, volvió a un déficit de dos dígitos en los años 2009 y 2010.

¿Qué significa déficit fiscal? Que los gobiernos gastan por encima a su capacidad de captar impuestos. ¿Cómo se logra esto? La respuesta es simple, endeudándose. En 1980 la deuda pública de Grecia representaba un modesto 23 por ciento del PIB, indicador que continuo creciendo en la medida que años tras año Grecia enseñaba déficit fiscal. Para el año 2000 había superado el 100 por ciento, llegando a su cenit del ¡175%! el año 2013. El Estado griego tiene activos valorados en 300 mil millones de euros  que los podría vender para atender esta inmensa deuda pública. Puede también privatizar islas y playas.

Grecia ha sido calificado como un país quebrado y uno de las más pobres y menos desarrollados de Europa. El origen de la tragedia griega no radica en la “austeridad” que se habría impuesto en los últimos años sino en su “desbocado e insostenible sector público” creado antes. Los bancos griegos se vieron en aprietos porque en su portafolio mantenían deuda pública que continuamente se desvalorizaba, lo que generó la desconfianza de los depositantes, lo cual a su vez generó la contracción del crédito, tan necesario para el crecimiento económico. Como en cualquier parte del mundo, ante esta situación se tuvo que inyectar dinero a los bancos en Grecia para salvar a los depositantes, dinero que vino de Europa, dado que Grecia ya no tiene dinero propio, en virtud a su ingreso voluntario a la Zona Euro. Es decir, los depositantes griegos fueron rescatados con el dinero de la “troika”. La culpa de este catastrófico escenario recae sobre del Estado y no de los bancos.

Ejemplos patéticos de derroche en Grecia hay muchos: Uno de los principales hospitales de Atenas llegó a tener 45 jardineros para cuidar cuatro macetas que se ubicaban en la entrada. Algunos organismos públicos contaban con 50 conductores por vehículo. “El gasto en educación, sanidad y política social fue, de lejos, el que más aumentó hasta el estallido de la crisis de deuda, superando el 31% del PIB en 2012”

Uno de los grandes problemas que enfrenta Grecia es el excesivo empleo público. Los funcionarios públicos, en promedio, llegaron a ganar más que los funcionarios alemanes. Hasta el estallido de la crisis griega, los griegos podía jubilarse a los 61 años de edad obteniendo una pensión equivalente al 96 por ciento de su sueldo.

Ante este dantesco escenario no le quedaba más a Grecia que regirse por una rigurosa política de austeridad, lo que significa un freno al excesivo gasto público, con todas las consecuencia negativas que esto trae, como es la contracción de la actividad económica en el corto plazo. Desde el 2008 hasta el 2013 Grecia vivió una depresión económica, con continuas caídas en su producción. Pero la luz al final del túnel se vio el año 2014, cuando Grecia obtuvo un crecimiento del 0,6 por ciento del PIB y se estimaba, -antes de la llegada de Tsipras- un crecimiento del 2,9 % para este año.  Esta salida a la crisis, hoy, se encuentra en serio riesgo por las decisiones equivocadas que vaya a tomar el nuevo gobierno.

La Paz, 10 de abril de 2015

 

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas

 

 

 

 

 

 

 

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