Blog de Martín Diaz

Los Sí y los No que quedaron en el camino

Tanto el SÍ como el NO son afirmaciones absolutas y cartesianas, ambas obligan a una toma de partido polarizante e indiscutible. Esto hace que en el camino queden muchos claroscuros que es necesario definir. En el referéndum del pasado 21 de febrero, la pregunta sobre la modificación del artículo 168 tuvo muchas interpretaciones y esta es una lectura muy personal de los resultados del domingo.

NO le dijo el 51% a la reelección del presidente. No a un revocatorio ni a un fin anticipado de gestión: simplemente no a pasar más tiempo en el poder del que la constitución lo permite. Respeto a las reglas de juego establecidas y a la alternancia que es parte de la vida democrática.

SÍ le dijo el 48% a una aprobación de la gestión de Evo Morales, cifra que en la práctica, lo dicen las encuestadoras, es mayor. El país es consciente de que durante el gobierno de Evo se ha operado un cambio profundo no solo en la forma del Estado, sino en la sociedad, en la economía y en el mismo paradigma de vida de los bolivianos. Ignorarlo es parte de una ceguera en la que la oposición estaba (¿está?) empantanada hace bastante tiempo.

NO a un mayor deterioro del mando, manifestado en escándalos de corrupción, malos manejos y violaciones continuas a la ley. El poder corrompe y los miembros del cuerpo gobernante no han sido –no han querido ser– la excepción. Corresponde investigar de manera seria a los actores y a las acciones de quienes han envilecido su función pública: funcionarios que desviaron fondos, asambleístas que gozan del poder pese a estar siendo procesados por violencia de género, servidores públicos que no cumplen con sus funciones… el acumulado de estos errores y su impacto en la opinión pública es también una de las causas de la derrota oficialista en las urnas.

SÍ a una profunda reflexión sobre las acciones pasadas y a una corrección de errores en el futuro para los actores que nos van a gobernar hasta 2020. La victoria en las urnas hace poco más de un año y medio no les da un cheque en blanco, sino un crédito que, ahora lo saben, se les puede acabar.

NO a la xenofobia y discriminación que afloraron como pus de la herida en las etapas finales de la campaña electoral, como si no hubiesen pasado 10 años de un gobierno que ha hecho especial hincapié en la eliminación de dichas actitudes. Pintadas en las paredes y afirmaciones temerarias en cuentas de redes sociales destilaron racismo para todos lados, causando molestia y susceptibilidad. Si algo sabemos los bolivianos es que no queremos volver al pasado de segregación y exclusión previas al establecimiento del Estado Plurinacional.

SÍ a la búsqueda de nuevos liderazgos. No es posible que los rostros que se asumen como probables candidatos a la presidencia en 2020 sean los mismos que veíamos en la papeleta electoral de 2002 y 2005. Así como hemos votado por la alternancia en el poder, debemos interesarnos vivamente como sociedad en la generación de nuevas opciones de liderazgo, para que tengamos de dónde elegir y nunca caigamos en el conformismo de decir “es lo que hay”.

Somos un país que vive la política intensamente. Con cada proceso electoral crece nuestra cultura de participación y nuestra conciencia colectiva; aprendamos también de este pasado referendo para ser mejores.

 

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El miedo a saber

“¡Uy, miren al sabiondo!”

Barack Obama, primer presidente afroamericano de la nación más poderosa del mundo, llegó a la Casa Blanca en 2008 tras una memorable campaña propagandística que ligaba su figura a la esperanza. “Hope” decían sus coloridos carteles en duotono: después de ocho años de tener en el despacho oval a George W. Bush, un vaquero con 80 de coeficiente intelectual que había llevado a los americanos a un par de guerras millonarias (creando un déficit fiscal de cifras groseras) Obama, un abogado formado en lo que se conoce como las universidades “Ivy League” del noreste de los Estados Unidos, llegaba precedido de un récord académico impecable, ocupando antes de entrar a la política altos cargos en distintas universidades.

Pero ese no es el problema.

Neil deGrasse Tyson es famoso a varios niveles. Es astrofísico, escritor y uno de los principales divulgadores científicos del mundo, formado en las universidades de Harvard, de Texas en Austin y de Columbia. Su lista de libros cubre temas desde aspectos de la cosmología y astronomía galáctica hasta los ámbitos de la filosofía de la ciencia. Tiene una larga lista de doctorados honoríficos y distinciones, y sus constantes apariciones en medios se consolidaron en 2014 cuando fue el presentador de “Cosmos”, secuela de la serie del mismo nombre que había presentado en los ochentas uno de sus mentores, el Dr. Carl Sagan. Por cierto: muchos lo conocen por el meme “badass over here”, en español más conocido como “uy sí, uy sí”.

Pero ese no es el problema.

El problema es que no pudiendo Obama lanzarse a una reelección, sea testigo de una batalla verbal entre los candidatos republicanos que navegan entre negadores del cambio climático, quienes sostienen que los actuales desajustes del clima son responsabilidad de la naturaleza y no del ser humano, defensores de las armas (generalmente pagados por el poderoso lobby de las empresas armamentistas y la NRA, National Rifle Association) y, por increíble que parezca, creacionistas, quienes hacen una lectura literal de la Biblia y por tanto sostienen que el universo tal como lo conocemos tiene no más de 6 mil años. Ellos, al igual que muchos opositores a Obama (léase: Tea Party, Sarah Palin) no dudaron a lo largo de estos años de calificarlo como un soberbio por sus logros académicos.

El problema es que en pleno 2016, deGrasse Tyson deba tomarse el tiempo para aleccionar al rapero B.o.B. acerca de que la Tierra es redonda y no plana. Sí, el cantante de mediana fama había publicado varios tuits haciendo pública su creencia en la tierra plana y diciendo que tiene pruebas fotográficas concluyentes: el horizonte siempre es plano y no hay curvatura que se vea. Incluso le dedicó a Tyson una “diss track”, una composición rápida para dejarlo mal parado. El científico no solamente respondió con una mejor pista de rap, sino con un duro discurso: “Hay un creciente esfuerzo anti-intelectual en esta nación que puede resultar en el principio del fin de nuestra democracia informada. En una sociedad libre, puedes creer y pensar lo que quieras. Si quieres pensar que el mundo es plano, adelante. Pero si piensas que el mundo es plano y tienes influencia sobre otros (…) entonces estar equivocado es estar haciendo daño a la salud, la riqueza y la seguridad de nuestra ciudadanía”.

Así es, Estados Unidos vive al parecer una ola de anti-intelectualismo, fenómeno curioso y amplificado por las redes sociales. El problema es que es la nación más poderosa del mundo. Y ese sí es un problema.

 

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El miedo a saber “¡Uy, miren al sabiondo!”

Barack Obama, primer presidente afroamericano de la nación más poderosa del mundo, llegó a la Casa Blanca en 2008 tras una memorable campaña propagandística que ligaba su figura a la esperanza. “Hope” decían sus coloridos carteles en duotono: después de ocho años de tener en el despacho oval a George W. Bush, un vaquero con 80 de coeficiente intelectual que había llevado a los americanos a un par de guerras millonarias (creando un déficit fiscal de cifras groseras) Obama, un abogado formado en lo que se conoce como las universidades “Ivy League” del noreste de los Estados Unidos, llegaba precedido de un récord académico impecable, ocupando antes de entrar a la política altos cargos en distintas universidades.

Pero ese no es el problema.

Neil deGrasse Tyson es famoso a varios niveles. Es astrofísico, escritor y uno de los principales divulgadores científicos del mundo, formado en las universidades de Harvard, de Texas en Austin y de Columbia. Su lista de libros cubre temas desde aspectos de la cosmología y astronomía galáctica hasta los ámbitos de la filosofía de la ciencia. Tiene una larga lista de doctorados honoríficos y distinciones, y sus constantes apariciones en medios se consolidaron en 2014 cuando fue el presentador de “Cosmos”, secuela de la serie del mismo nombre que había presentado en los ochentas uno de sus mentores, el Dr. Carl Sagan. Por cierto: muchos lo conocen por el meme “badass over here”, en español más conocido como “uy sí, uy sí”.

Pero ese no es el problema.

El problema es que, no pudiendo Obama lanzarse a una reelección, sea testigo de una batalla verbal entre los candidatos republicanos que navegan entre negadores del cambio climático, quienes sostienen que los actuales desajustes del clima son responsabilidad de la naturaleza y no del ser humano, defensores de las armas (generalmente pagados por el poderoso lobby de las empresas armamentistas y la NRA, National Rifle Association) y, por increíble que parezca, creacionistas, quienes hacen una lectura literal de la Biblia y por tanto sostienen que el universo tal como lo conocemos tiene no más de 6 mil años. Ellos, al igual que muchos opositores a Obama (léase: Tea Party, Sarah Palin) no dudaron a lo largo de estos años de calificarlo como un soberbio por sus logros académicos.

El problema es que en pleno 2016, deGrasse Tyson deba tomarse el tiempo para aleccionar al rapero B.o.B. acerca de que la Tierra es redonda y no plana. Sí, el cantante de mediana fama había publicado varios tuits haciendo pública su creencia en la tierra plana y diciendo que tiene pruebas fotográficas concluyentes: el horizonte siempre es plano y no hay curvatura que se vea. Incluso le dedicó a Tyson una “diss track”, una composición rápida para dejarlo mal parado. El científico no solamente respondió con una mejor pista de rap, sino con un duro discurso: “Hay un creciente esfuerzo anti-intelectual en esta nación que puede resultar en el principio del fin de nuestra democracia informada. En una sociedad libre, puedes creer y pensar lo que quieras. Si quieres pensar que el mundo es plano, adelante. Pero si piensas que el mundo es plano y tienes influencia sobre otros (…) entonces estar equivocado es estar haciendo daño a la salud, la riqueza y la seguridad de nuestra ciudadanía”.

Así es, Estados Unidos vive al parecer una ola de anti-intelectualismo, fenómeno curioso y amplificado por las redes sociales. El problema es que es la nación más poderosa del mundo. Y ese sí es un problema.

 

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Decepciones de un aspirante a cinéfilo

–¿Vamos al cine?

Hay muchas aventuras que comienzan con esa sencilla proposición y terminan con una charla sobre la vida, la muerte y el amor, o en el mejor de los casos inspirando y cambiando la vida de quien acaba de ver esas dos horas de ilusión. Así es el cine, que siempre nos encandilará y nos hará volar con sus historias.

O tal vez no.

Hace unas cuántas noches, escuché ese “vamos al cine” después de mucho tiempo. Como era día de semana, tomé mi saco para abrigarme en la sala, donde a veces el aire acondicionado supera cualquier sentir externo. Primer detalle: la gente llegando a media película. ¿No era el Puma Rodríguez el que cantaba esa canción que decía “llegar tarde ya no es llegar”? Incluso para ubicarnos mejor valdría la pena, pero claro, no estamos hablando de apreciación cinematográfica, sino de nuestra puntualidad, un problema de idiosincrasia nacional. Segundo detalle: la estéril solicitud de silenciar los celulares. Todo tipo de cantares de bolsillo siguen invadiéndonos después de que la luz se ha apagado: notificaciones, mensajes y hasta alguna llamada que algún desconsiderado contesta. Tercer detalle: no sé quién no educó a quién, pero se supone que uno tiene que estar en silencio mientras dure la función. Los comentaristas de media película me hacen pensar que así como hay miles de directores técnicos yendo a los estadios, tenemos nuestras salas repletas de críticos de cine (“Ay, era evidente que eso iba a pasar”) o de descubridores de obviedades en voz alta (“¡Uy, se murió! Te dije que se iba a morir”).

De repente me comienzo a fijar en el costado de la pantalla y me doy cuenta de que está descolorido, teñido de verde. Espero un par de escenas para cerciorarme. Me levanto y se lo hago notar a uno de los empleados del cine, quien me dice que sí, que hay un error en la proyección pero que ya comenzada la película es tarde para hacer algo. Recuerdo entonces la ocasión en la que, en un cine de la competencia, la proyección 3D estaba tan oscura y borrosa que pedí por favor que me devuelvan mi entrada y el encargado de turno lo hizo sin chistar, ya que al parecer fui el único que se dio cuenta del error técnico. Y la cereza de la torta es, desde luego, la lamentable pereza mental de nuestra gente que, convertida en mercado, ha preferido ceder ante las películas dobladas después de generaciones enteras de ver obras en idioma original, para las cuales ahora hay que pagar el sobreprecio de las salas VIP.

El actor Alan Rickman, recientemente fallecido, dejó una hermosa frase por ahí: “Es una necesidad humana contar historias. Mientras más seamos gobernados por idiotas y no tengamos control de nuestros destinos, más necesitaremos contarnos historias acerca de quienes somos, por qué somos, de dónde venimos, y qué es posible para nosotros”. Así es el cine, antes solo “la pantalla grande” y ahora la primera de esta gran cultura de multipantallas en la que vivimos, así descrita por estudiosos como Justo Villafañe y Kevin Roberts. Por mucho que haya una multitud quejándose de que “la gente ya no lee”, el cine es nuestro escape del continuum diario, es la pantalla que no tocamos pero la que mejor sabe tocarnos. Y a título personal, últimamente prefiero matar la ansiedad de los estrenos y que esas emociones me lleguen en la comodidad de mi sala con la tecnología del Blu-ray para así evitar malos ratos, que si les voy a pedir a los dueños de las salas que hagan algo por “la cultura”, ya los veo riéndose en mi cara.

 

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Nosotros contra las máquinas

“La próxima vez que critiques a tu madre porque no sabe manejar su celular, recuerda que ella te enseñó a sostener una cuchara”, dice ese sabio meme. ¿Meme? ¿Qué es eso? Es una de las nuevas formas de transmisión de conocimiento, de hecho una de las más básicas. Pasa que el rato que no nos dimos cuenta, mucho antes que este 2016 llegara, la tecnología se había vuelto un tema del cual hablamos día a día. ¿Se acuerda cómo era antes? Uno abría el periódico y había una sección de política, otra de economía, la de deportes en la contratapa o en su propio suplemento. Pero ahora, de tecnología hablamos en la mesa y en los tiempos cortos: “mi amigo se compró el iPhone 6S y su cámara hace time lapse”. “Mamá, con una Smart TV cambiamos de canal desde el celular”. “Me cambié a LTE y se agotaron rápido mis megas”.

Oh dulce humanidad, que alucina con un iPad Pro pero que no puede aprender a usar el guiñador cuando conduce. Humanidad que pide una computadora con procesador Intel Core i7 de doble núcleo con 8 GB de RAM, solo para hacer trabajos de Word. Sí, hemos aprendido a convivir con las máquinas pero hay algo en ellas que todavía nos asusta. Gracias a ese miedo es que se han hecho ficciones como Terminator, Yo Robot, Matrix y otras, ¿qué va a pasar si un día las máquinas se dan la vuelta contra nosotros, si se cansan de nuestra humanidad y deciden gobernarnos ellas? Si le parece un miedo infundado, hace poco un experimento de Google llegó a un resultado sorprendente: cuando se le hacía varias veces la misma pregunta a la inteligencia artificial, ésta comenzaba a dar resultados con mal humor. Sí, se enojaba y comenzaba a dar respuestas sarcásticas, el tipo de respuesta usualmente para el que se requiere más inteligencia.

Humanidad que sigue poniendo en duda los resultados de una búsqueda de Google, pero que si le dicen que deja de llover cuando se ponen cuatro huevos en las esquinas de una casa, lo hace sin chistar. Misma humanidad que tiene en su bolsillo, desde cada aparato móvil, acceso al mayor registro de conocimientos de la historia, pero que decide en lugar de ello sacarse una foto, ironizando así a Sócrates.

Uno de los principios básicos para el manejo de cualquier tipo de tecnología debería ser el siguiente: “la máquina nunca me podrá dominar a mí; yo soy el que domina a la máquina”. Piense en ello la próxima vez que quiera bajar una nueva app, crear una cuenta en alguna red social o incluso cuando esté manejando su auto. Puede parecer chistoso que una señora de edad no logre entrar a Facebook desde un iPhone y pida ayuda para hacerlo, pero cada vez que esa señora dice “ay no, es que yo soy tonta para esto” está poniendo distancia con los avances que nos hacen progresar (sin que sea su culpa) y está haciéndose un daño no consciente por calificarse como “tonta”. Tal vez lo que está faltando es un nuevo tipo de educación, una que nos permita estar más abiertos al cambio: cuando les digo a mis alumnos que yo no llegué a usar Internet en el colegio, me miran estupefactos pensando cómo eso fue posible. Y la verdad sea dicha, muchos nos sentimos viejos al saber que un celular de hace solo tres años (¡3 años, válgame!) ya es obsoleto. Mientras los obsoletos no seamos nosotros, estará bien.

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Un 2015 resumido a la fuerza

La fuerza de las balas. Donde terminó 2014 parecía haber un punto de inflexión. Entonces se hablaba de una película, “La Entrevista”, comedia en la que James Franco y Seth Rogen entrevistaban al nefario Kim Jong-un, el poco tolerante jefe de estado norcoreano que muy suelto de cuerpo, amenazó de muerte a quien se atreva a verla no solo en su suelo, sino en los Estados Unidos. Para los ejecutivos de la Sony quedará si la amenaza fue real o un movimiento táctico de promoción de la película, que no pasó de una regular calificación. Pero ahí donde se comenzó a hablar sobre la libertad de expresión, ocho caricaturistas franceses fueron asesinados el 8 de enero por el mal llamado “Estado Islámico”, que de estado no tiene nada y es lo más antiislámico que existe. La muerte por hacer chistes. El mismo grupo terrorista mató a 130 inocentes e hirió a otros 350 la noche del 13 de noviembre, castigándolos por el solo hecho de vivir en París como parisinos.

La fuerza de la estupidez. “Construiré un muro en la frontera con México y se lo haré pagar a los mexicanos” y otras frases que sería más fácil calificar de demenciales, si no fuera porque lo han catapultado a encabezar las encuestas preelectorales, son las que usa Donald Trump para abrirse camino en las primarias republicanas de EEUU con la intención de alcanzar la Casa Blanca. Este país que suele castigar las actitudes abiertamente racistas, esta vez premia al empresario inmobiliario con un impulso que asusta incluso a la derecha más rancia y conservadora. Detallito: las solicitudes de entrada al infame Ku Klux Klan se han incrementado notoriamente desde la aparición de Trump en la palestra política. Para su descargo, habrá que subrayar lo poco rescatables que son sus contendientes republicanos, entre creacionistas, hijos de inmigrantes que se oponen a la migración y negacionistas del cambio climático. Estados Unidos cierra con oprobio un año en el que ha contabilizado tantas masacres por armas de fuego como días hubo en el calendario, sin intención alguna de establecer controles y regulaciones sobre su gran vicio nacional.

La fuerza de una imagen. El cuerpo de Aylan Kurdi, de 3 años, yace sin vida en una playa de Turquía. Ya no es uno más de los miles que el Mediterráneo se ha tragado. Se ha vuelto el símbolo del mayor éxodo humano en Europa desde el fin de la segunda gran guerra. Se ha vuelto el espejo en el que la raza humana no quiere mirarse: la vergüenza de que dejemos morir a un niño, a un pueblo, negándole el muy humano derecho de escapar de donde su vida corre peligro. 18 mil voces ya sin voz reclaman el fin de una guerra que nadie tiene la decisión de acabar.

La fuerza de la razón. Por 14 votos a 2, el Tribunal Internacional de La Haya dice “sí, hay asuntos pendientes entre Chile y Bolivia, sí, me declaro competente para tratarlos”. El país festeja aunque no sabe exactamente qué festejar. Se alegra con mesura, pero se alegra. Nuestro emisario es invitado a hablar del tema en la televisión chilena y hace una defensa que más parece una goleada, un manejo conceptual brillante que reafirma la fuerza de una idea tan simple como difícil de llevar a cabo: queremos volver a nuestra cualidad marítima. Queremos hacerlo dialogando.

Hallamos fuerza en muchas cosas de la naturaleza, en la misma naturaleza humana cuando se propone alcanzar grandes metas. Omito en estas líneas muchos eventos y acontecimientos relevantes del año que termina pero anoto los que a este servidor le han marcado con energía propia. Que ese mismo impulso nos lleve a conducir los destinos de 2016 con fuerza pero con sabiduría.

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Por qué Star Wars nos gusta tanto

“Papá, ¿me cuentas un cuento antes de dormir?”

Todas y todos hemos dicho esa frase alguna vez. Desde luego, nos gusta que nos cuenten una buena historia. El finado Eduardo Galeano lo decía: "Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias". Las buenas narraciones despiertan nuestra imaginación, nos ayudan a construir nuestro lenguaje y nuestra cultura, guían nuestra moral. Pero no todas las historias tienen el poder de vencer al tiempo y a los medios, de saltar de una generación y de un soporte a otro. Así que, ¿cuál es la seducción que ejerce la historia de Star Wars (ya casi nadie le llama “La Guerra de las Galaxias”) en el público, y cómo ha hecho para ganarle al paso de los años?

Hay muchos factores para explicarlo. Primero, que llegó en el momento adecuado. El Episodio IV apareció en 1977, en un momento en que la sociedad todavía estaba entendiendo aún la importancia de haber llegado al espacio. Esa ampliación del horizonte humano fuera de los límites de nuestro planeta dio lugar a muchas expresiones culturales, y a muchas narrativas en audiovisual: terror en el espacio (Alien), la humanidad explorando y colonizando otros planetas (Star Trek), de modo que la narración de una historia épica desarrollada en otros planetas simplemente venía a cuento. Era como tomar esas viejas historias de caballeros, princesas y dragones y preguntarse “¿qué pasaría si esto ocurriera en el espacio?”

Tiene buenas fuentes de inspiración: muchos decían y dicen aún que lo que hizo George Lucas fue un “western espacial”. Es cierto, se puede notar en la construcción de la historia muchos préstamos de filmes del lejano oeste, así como de las películas de combate que salieron después de la segunda gran guerra. Lucas nunca ha negado la fuerte influencia de Akira Kurosawa y de las cintas japonesas de samuráis en la construcción de su imaginario galáctico, cuyo testimonio gráfico más evidente es el casco de Darth Vader. La misma moral de la orden de los Jedi es mejor comprendida desde un punto de vista oriental.

Es una historia humana y universal: es el cuento del bien contra el mal, luz contra oscuridad, representado en personajes con los que uno puede identificarse fácilmente. Luke es el héroe alrededor del cual gira todo, un elegido como Harry Potter, que debe enfrentar sus limitaciones para hallar su destino. Leía, la princesa sin trono que encarna el poder femenino en un mundo ­–bueno, una galaxia –de hombres. Han Solo es la dualidad del anti-héroe siempre tentado a volverse villano. Y desde luego, Darth Vader/Anakin Skywalker es la representación del mito mesiánico y de la redención.

La música: los movimientos sinfónicos creados por John Williams son tan inolvidables como la saga misma, narran por sí solos la historia y a sus personajes. Incluso la fanfarria de la Fox (ausente desde esta entrega, distribuida por Disney) se ha vuelto parte de la forma de recordar la música de la serie.

Si queremos ser más científicos, habrá que decir que la historia de Star Wars cumple a cabalidad con los arquetipos definidos por el mitógrafo estadounidense Joseph Campbell en su obra “El héroe de las mil caras”, un  manual de lectura obligada para los guionistas de películas épicas. El Padrino, Harry Potter, Titanic y Avatar son algunas de las películas que responden a esta estructura predefinida, tan abierta como voluble. El monomito o el viaje del héroe, como también es conocido, habla de las etapas por las cuales el protagonista de una historia debe transitar: separación, iniciación y retorno.

Hay muchas razones más, desde luego, y tal vez muchas responden al corazón, porque es ahí donde llega esta historia que desde hoy nos encandila con un nuevo episodio. //

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Francia, del terror al viraje hacia la derecha

Al finalizar el domingo muchos comentaban en las redes sociales la victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias de Venezuela, pero otro proceso electoral un poco más al norte daba también sus resultados: el Frente Nacional de Marine Le Pen lograba en las elecciones regionales de Francia un 30%, la mayor votación histórica de la ultraderecha. Una victoria aplastante a tal grado que en varias localidades los socialistas de Hollande decidieron retirar para la segunda vuelta a sus candidatos, quienes perdieron su situación de privilegio: de gobernar 21 de las 22 regiones metropolitanas solo conservarán 3 de las 13 que estaban en disputa. “La votación confirma las previsiones que los analistas no querían reconocer: el Frente Nacional es el primer partido de Francia pese a su escasa representación parlamentaria”, afirmaba Le Pen.

¿Por qué resultan preocupantes estos resultados? Porque Marine Le Pen representa el conservadurismo más rancio y radical de Europa, que incluye actitudes xenófobas, antieuropeas y antimigratorias que hoy en día florecen gracias al caldo de cultivo dejado por los ataques terroristas de Charlie Hebdo en enero y los del 13 de noviembre, que marcaron con sangre el calendario del 2015 en Francia. En octubre, la líder ultraderechista había comparecido ante un tribunal de la ciudad francesa de Lyon acusada de “incitar al odio racial” contra los musulmanes, un presunto delito que data de diciembre de 2010 cuando, a la vista de que algunas comunidades musulmanas rezaban en la calle los viernes, Le Pen afirmó: “Lo siento, pero para todos esos a los que tanto les gusta recordar la II Guerra Mundial, si se trata de hablar de la Ocupación, se podría comparar. Porque esto es una ocupación del territorio. Cierto, no hay blindados, tampoco soldados, pero es igualmente una ocupación”.

Años antes había tenido que lidiar con la nada disimulada xenofobia de su padre, Jean-Marie Le Pen, famoso por algunas declaraciones como “el señor ébola nos puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses”. El líder y fundador del partido eventualmente fue expulsado por su propia hija para desmarcarse del voto radical y buscar atraer a un mayor número de votantes, cosa que consiguió con todo éxito en estos comicios: el 43% de los obreros votó por la ultraderecha, así como el 35% de los que tienen entre 18 y 24 años, que prefirieron el FN frente a opciones de izquierda (27%) y derecha (27%). También los asalariados (36%) han optado mayoritariamente por el partido de Marine Le Pen en la primera vuelta de estas elecciones en las que hasta el expresidente de derecha Sarkozy (pese a haber salido también beneficiado en la votación), ha advertido: “Les digo a quienes han votado por el Frente Nacional que escuchamos sus preocupaciones, pero no obtendrán respuestas de un partido cuyas propuestas empeorarán dramáticamente la situación del país”.

Si el año 2000 había preocupado el ascenso al poder del ultraderechista Jörg Haider en Austria, hoy gran parte de ese discurso radical es asumido casi con normalidad. Con una tasa de desempleo de 10,6% y una sociedad sacudida por los actos terroristas, Francia ahora lidia con la presencia política real de un partido que se ha movido de la toxicidad radical a la aceptación de la ciudadanía y, más preocupante aún, a la simpatía de los jóvenes, quienes no han hallado en los republicanos ni en los socialistas las respuestas ante la confusión política que vive su país y el momento de tensión reinante en Europa.

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Donald Trump, guía del supervillano moderno

Muchas teorías nos ayudan a entender los fenómenos políticos y sociales de la realidad. Nuestro deseo de descifrar ha hecho que exploremos varias ramas del pensamiento: filosofía, sociología, política, psicología social. ¿Pero qué tal si en vez de recurrir a Marcuse y Habermas o a Marx y Engels, le menciono a John Byrne y a Grant Morrison?¿Qué tal si en vez de Bauman o Sloterdijkle menciono a Frank Millery a Bill Everett? ¿Le suenan los nombres? Son algunos de los más destacados escritores y dibujantes en la industria del cómic. Y si los cito es porque la realidad ha superado a la ficción otra vez, nos enfrentamos a un supervillano real y sin identidad secreta: Donald Trump.

Piensa que el dinero todo lo puede, al igual que Lex Luthor.El archienemigo de Superman apareció en 1941 como un genio criminal, pero en 1986 John Byrne lo reinventó como una encarnación del mal más amenazadora y real: un hombre de negocios de los 80, que llegó a ser presidente de los Estados Unidos. A Donald Trump el poder político es el único que hasta ahora se le ha negado.

Tiene conducta sociópata, como Ra's Al Ghul. El enemigo más poderoso de Batman sueña con un mundo mejor, solo que para lograrlo propone que lo ideal sería hacer una “limpieza general” y matar a dos tercios de la población mundial.Trump propone construir un muro en la frontera con México y hacérselo pagar a los mexicanos, así como llevar un registro de los musulmanes en EE.UU. “por motivos de seguridad”; una pérdida total de la noción de las normas sociales.

No tiene escrúpulos, como Magneto. En la ficción, el poderoso mutante con dominio sobre el metal justifica sus crímenes en nombre del sufrimiento de los de su especie. En cuanto a Trump, es increíble la forma descarada en la que miente, ya sea en Twitter o en sus alocuciones públicas. Lo peor es que los medios, en lugar de confrontarlo con datos que demuestren la verdad, lo comentan sólo como “polémico” por miedo a ser tildados de parcializados. Dos ejemplos son las falsas cifras que expuso sobre crímenes cometidos por afroamericanos (usando datos falsos de un supremacista blanco) y las supuestas celebraciones de los atentados de las Torres Gemelas por parte de “miles” de musulmanes.

Anda buscando su límite, como el Guasón. El enemigo más famoso de Batman no hace el mal por un motivo particular, simplemente mata y tortura porque se divierte. Trump hace chistes misóginos, es abiertamente racista y hace poco llegó a burlarse de un reportero discapacitado del New York Times, pero nadie lo detiene. Su última ocurrencia: pedir a la gente que reporte a sus vecinos si los ven en actividades “sospechosas”. Nazismo total.

Pero ante todo, ¿por qué compararlo con un villano de cómic? Por su característica más peligrosa: la simplicidad de su discurso.Si el cómic ha alcanzado popularidad es porque la lectura inferencial, combinación de texto e imagen, es fácilmente asimilable. Vuelva a leer, líneas arriba, las propuestas de Trump: nada de discursos demagógicos ni complejidades, sencillez y facilidad de reproducción para cada mensaje. Al final, Trump actúa como ese villano narcisista tan seguro de su plan que no tiene problema en contárselo al héroe, convencido de poder salirse con la suya. Y hasta ahora, lo está logrando. ///

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Cosas que aprendí la semana pasada con los atentados en París

 

  1. La sensibilidad está mal vista. ¿Te sentiste consternado por los atentados del viernes 13?¿Pusiste la bandera de Francia en tu perfil de Facebook? Pues muy mal. Debiste haber leído que antes hubo atentados y un montón de muertos en Nigeria, Siria y otros lugares. ¿Quién te crees para identificarte con la Torre Eiffel? ¿Por qué no pusiste la bandera de Siria o la de Líbano, esa que tiene un arbolito? Varios nos llamaron hipócritas, ridículos y poseros, pero día antes no sabían dónde estaba Beirut en el mapa ni qué pasaba allí.
  2. Entender el conflicto sirio es más difícil que hacer callar a Justin Bieber. Aquí va un intento a riesgo de ser reduccionista: Siria no tiene mucho petróleo, pero es un lugar privilegiado de tránsito de hidrocarburos al Mediterráneo desde Oriente Medio, lo que la hace apetecible por las potencias. Desde 2011 con la primavera árabe, tiene un conflicto interno que ha ido escalando hasta convertirse en guerra civil, enfrentando a varias facciones. Por un lado, el presidente Bashar Al-Assad, musulmán chií, controla menos de un tercio del país y tiene el apoyo de Rusia, Irán y China; sus opositores (el ejército libre de Siria o FSA, musulmanes suníes) controlan algo menos del 10% del país y reciben el apoyo de Estados Unidos, Francia, Turquía, Gran Bretaña y Arabia Saudita. Luego están los Kurdos, que controlan el norte, otro 10%. Y finalmente están Al-Nusra (Al-Qaeda) y DAESH (ISIS), grupo terrorista que controla varias zonas de Irak y Siria. Tienen en su poder más del 50% del territorio. Ganan un millón de dólares al día por la explotación del petróleo iraquí, vendiéndolo en el mercado negro de Turquía y de Arabia Saudita. Los gobernantes de estos dos países se hacen a los locos.
  3. Llamar al grupo terrorista DAESH “Estado Islámico” es legitimarlo. Es lo que su propaganda pretende. No son un estado y están degradando la cultura islámica. DAESH es un nombre que los desacredita y los insulta. Según el politólogo Gilles Kepel, especialista francés en el mundo árabe, lo que desean es provocar una guerra civil que levante en armas a los musulmanes en Europa. Odian en especial a Francia por haber firmado en 1916 el colonialista acuerdo Sykes-Picot, que definió las “fronteras artificiales” de Siria e Irak.
  4. DAESH odia lo occidental. Sacudir París un viernes en la noche, cuando hay gente disfrutando de un “demi” en las terrazas de los bares, de un concierto de rock o de un Francia-Alemania en el Stade de France es un mensaje muy fuerte. Aún así, “le temen más a nuestra unidad que a un bombardeo”, dice Nicolás Hénin, francés que fue su rehén.
  5. Este es un nuevo tipo de guerra. En represalia, Francia bombardeó Raqqa (enclave de DAESH) matando a inocentes, tal como ellos querían. La respuesta debe ser más inteligente y política; tampoco sirve de nada reforzar el código penal contra quienes están dispuestos a inmolarse. Si occidente cae en la trampa, esto no habrá hecho más que empezar.
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