Nosotros contra las máquinas
Misma humanidad que tiene en su bolsillo, desde cada aparato móvil, acceso al mayor registro de conocimientos de la historia, pero que decide en lugar de ello sacarse una foto, ironizando así a Sócrates.
“La próxima vez que critiques a tu madre porque no sabe manejar su celular, recuerda que ella te enseñó a sostener una cuchara”, dice ese sabio meme. ¿Meme? ¿Qué es eso? Es una de las nuevas formas de transmisión de conocimiento, de hecho una de las más básicas. Pasa que el rato que no nos dimos cuenta, mucho antes que este 2016 llegara, la tecnología se había vuelto un tema del cual hablamos día a día. ¿Se acuerda cómo era antes? Uno abría el periódico y había una sección de política, otra de economía, la de deportes en la contratapa o en su propio suplemento. Pero ahora, de tecnología hablamos en la mesa y en los tiempos cortos: “mi amigo se compró el iPhone 6S y su cámara hace time lapse”. “Mamá, con una Smart TV cambiamos de canal desde el celular”. “Me cambié a LTE y se agotaron rápido mis megas”.
Oh dulce humanidad, que alucina con un iPad Pro pero que no puede aprender a usar el guiñador cuando conduce. Humanidad que pide una computadora con procesador Intel Core i7 de doble núcleo con 8 GB de RAM, solo para hacer trabajos de Word. Sí, hemos aprendido a convivir con las máquinas pero hay algo en ellas que todavía nos asusta. Gracias a ese miedo es que se han hecho ficciones como Terminator, Yo Robot, Matrix y otras, ¿qué va a pasar si un día las máquinas se dan la vuelta contra nosotros, si se cansan de nuestra humanidad y deciden gobernarnos ellas? Si le parece un miedo infundado, hace poco un experimento de Google llegó a un resultado sorprendente: cuando se le hacía varias veces la misma pregunta a la inteligencia artificial, ésta comenzaba a dar resultados con mal humor. Sí, se enojaba y comenzaba a dar respuestas sarcásticas, el tipo de respuesta usualmente para el que se requiere más inteligencia.
Humanidad que sigue poniendo en duda los resultados de una búsqueda de Google, pero que si le dicen que deja de llover cuando se ponen cuatro huevos en las esquinas de una casa, lo hace sin chistar. Misma humanidad que tiene en su bolsillo, desde cada aparato móvil, acceso al mayor registro de conocimientos de la historia, pero que decide en lugar de ello sacarse una foto, ironizando así a Sócrates.
Uno de los principios básicos para el manejo de cualquier tipo de tecnología debería ser el siguiente: “la máquina nunca me podrá dominar a mí; yo soy el que domina a la máquina”. Piense en ello la próxima vez que quiera bajar una nueva app, crear una cuenta en alguna red social o incluso cuando esté manejando su auto. Puede parecer chistoso que una señora de edad no logre entrar a Facebook desde un iPhone y pida ayuda para hacerlo, pero cada vez que esa señora dice “ay no, es que yo soy tonta para esto” está poniendo distancia con los avances que nos hacen progresar (sin que sea su culpa) y está haciéndose un daño no consciente por calificarse como “tonta”. Tal vez lo que está faltando es un nuevo tipo de educación, una que nos permita estar más abiertos al cambio: cuando les digo a mis alumnos que yo no llegué a usar Internet en el colegio, me miran estupefactos pensando cómo eso fue posible. Y la verdad sea dicha, muchos nos sentimos viejos al saber que un celular de hace solo tres años (¡3 años, válgame!) ya es obsoleto. Mientras los obsoletos no seamos nosotros, estará bien.