Hasta el año pasado, era un ídolo en Bolivia, donde jugaba en el Jorge Wilstermann. Un futbolista con el número ’10’, con el talento íntegro que impactó al país entero. “Me convirtieron en un icono publicitario, de marcas de trajes y hasta de la BMW”. La admiración creció hasta lo infinito en Cochabamba, a 2.600 metros de altitud, la ciudad que se emocionó a su lado, la que lo convirtió en un ídolo de masas y, en definitiva, la que no quería cambiarlo por nadie. Pero tuvo que hacerlo, hoy es un taxista en Madrid