Blog de Valeria Silva

La pregunta que hoy muchos se hacen: ¿Y si realmente no hubo fraude?

Ayer The New York Times, probablemente el periódico más influyente del mundo actual, publicó un extenso reportaje cuestionando las afirmaciones de la OEA y de los políticos conservadores bolivianos respecto al mentado “fraude” de 2019. De partida, es imposible decir que el NYT es partidario de Evo Morales o del MAS, así como tampoco podrá decirse que este artículo responde a la financiación de algún político progresista de Latinoamérica como se dijo cuando el MIT publicó su estudio, mismo que según los impulsores del derrocamiento de Morales, fuera financiado por el ex Presidente ecuatoriano Rafael Correa. 

Lo cierto es que al día de hoy, no se ha podido demostrar desde ningún punto de vista que los resultados hubieran sido manipulados en favor de la sigla liderada por Morales, simplemente porque no lo fueron. Dice el reportaje: “Los investigadores descubrieron que la conclusión de que los votos a favor de Morales aumentaron inexplicablemente una vez que el conteo se reanudó estuvo basada en datos incorrectos y técnicas estadísticas inapropiadas.”. Bastaron opiniones de algunos políticos y un par de entrevistas a activistas antimasistas para que toda posibilidad de seriedad en el análisis del proceso electoral pase a segundo plano. 

También se menciona que “La caída de Morales allanó el camino a un gobierno provisional de extrema derecha, liderado por Jeanine Áñez Chávez, que aún no ha cumplido el mandato de supervisar nuevas elecciones. El nuevo gobierno ha perseguido a los partidarios del expresidente, silenciando a la disidencia y trabajado para consolidar su control del poder.”. Así, aquella consigna que decía oponerse a la "dictadura" de Morales y buscaba "devolverle la democracia" a Bolivia fue en verdad la plataforma de despegue de un régimen autoritario, despótico y corrupto.

Hoy en Bolivia se viven días muy distantes de lo que se denomina democracia y esto ha sido posible, como dice la nota, gracias a Carlos Mesa y Fernando Camacho -hoy ambos candidatos a la presidencia de Bolivia- quiénes comandaron las movilizaciones golpistas y pactaron con las fuerzas del orden para concretar el golpe. Al respecto, el NY Times dice: “Carlos Mesa, el principal candidato de la oposición, y Luis Fernando Camacho, uno de los principales líderes de las protestas, citaron la afirmación de la organización al justificar sus llamados a la acción callejera.”. Por tanto, la responsabilidad del mal manejo gubernamental de hoy, por ejemplo la clausura del MInisterio de Culturas calificado por Áñez como un “gasto absurdo”, debe ser repartida en justa medida también entre estos señores.

A casi 7 meses del Golpe de Estado, 38 muertos, cientos de heridos, detenidos y perseguidos, los elementos que muestra este reportaje aclaran algunas dudas que todavía tiene cierta porción de la población boliviana. Por ejemplo, que no hubo fraude y que la extrema derecha usó ese discurso para acabar con un proceso político incluyente; o que Carlos Mesa y Fernando Camacho, que hoy pretenden marcar su diferencia con el fascismo de Áñez, fueron quienes hicieron posible que la señora y su entorno destruyan Bolivia en tan poco tiempo.
 

Opinión
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De Minneapolis a Palacio Quemado: El racismo en la agenda política internacional

No ha transcurrido ni una semana del criminal asesinato de George Floyd en Minneapolis, Estados Unidos y de la consecuente indignación y denuncia de buena parte de analistas, activistas y políticos del mundo al respecto. Por supuesto, otros personajes de la política se mantuvieron explícita o implícitamente de lado del FBI, con silencios o con justificaciones en nombre del orden. Esta correlación de fuerzas se sitúa en medio de la concreción de una agenda política dictada desde Washington para el continente, la cual tiene como pilar constitutivo al racismo.

Reinstalar sin pudor la idea de que unos valen más que otros y que este valor se otorga en función del color de la piel es parte de la estrategia que busca desposeer a las sociedades de su soberanía, a cambio de la recomposición del modelo neoliberal y con esto, del fortalecimiento del Modo de Producción Capitalista. La agenda opera en Minneapolis o en Senkata, no importa la latitud, es la misma; hoy en Bolivia ejemplo estelar de esto es el torpe discurso de un ministro de Estado, hasta hoy desconocido y hoy hecho tendencia por su desfachatez.

La concreción de un diseño geopolítico regional requiere indispensablemente de elementos discursivos enunciados desde el poder y desde el denominado monopolio legítimo del uso de la fuerza. A esto, entre otras cosas, deben sumarse acciones decisivas y claras por parte de los Estados.

Dentro de este esquema, caben perfectamente los tuits de Donald Trump o el adjetivo “salvajes” que usó Jeanine Áñez para referirse a los sectores campesinos y populares en Bolivia. De la misma manera, calza perfecto la impunidad de la que gozan los agentes del FBI, como Dereck Chauvin -asesino de George Floyd- quien tiene en su historial 18 denuncias previas de las cuales sólo dos fueron resueltas pero sólo con amonestaciones. A día de hoy en Bolivia no se ha iniciado una sola acción contra los responsables de la treintena de muertes durante el Golpe de Estado en Bolivia en noviembre del año pasado. Así, el motor de la disposición de encapsulamiento del Chapare -a costa de la vida de sus habitantes-, del decreto que coarta la libertad de expresión y el encarcelamiento injusto de cientos de ciudadanos por pensar diferente se explican dentro de este proyecto regional. Esto es acción estatal funcional racista, funcional a una agenda política internacional de saqueo inhumana y racista.

La sinfonía se completa con el enunciado de Fernando Vazquez, titular de Minería del Gobierno de Jeanine Áñez y completamente desconocido hasta ahora. Su consideración -pública- respecto a que por el color de sus ojos y otros rasgos fenotípicos es incompatible con el MAS resulta ser otra más de las formas en la que se presenta el verdadero paradigma del Gobierno autoritario actual. Su problema no es sólo contra el MAS, es contra el deseo incontrolable que poseen de no volver a ver nunca más a una piel cobriza dirigiendo algo, mucho menos a la sociedad. Visto desde afuera, parece ser el discurso de un orate que vive por fuera de su realidad.

Bolivia es uno de los países con mayor presencia indígena del continente y que tiene una historia marcada por su identidad amerindia: levantamientos y ejércitos indígenas durante la colonia, potentes insurrecciones y revueltas campesinas durante la república temprana y revoluciones obrero campesinas determinantes en el largo siglo XX. Desconocer el pasado siendo autoridad pública no es poca cosa, sin embargo no es inusual ejercitar el “vaya y pase” en estas circunstancias; pero negarse a uno mismo para agradarle más a la que manda es vergonzoso. Un ministro de Estado casi nunca se para frente a un micrófono en contrasentido del análisis político que hace el Gabinete del que es parte, excepto que se encuentre en un proceso de ruptura política; este no es el caso.

El silencio de Áñez ante las declaraciones de su ministro, así como el de sus colegas de gabinete, comunican mucho más que cualquier palabra. En efecto, concuerdan, aceptan y secundan las palabras de Vázquez. La impunidad que otorga Áñez a su Ministro es de complicidad y objeto de placer para ella, quien bajo la misma filosofía se esfuerza por esconder el color de sus cabellos, de su piel y de su sangre. No se trata, pues, sólo de un grupo de amigos que comparte afinidades, se trata de la agenda política internacional de control de territorio y recursos, misma que es incompatible con la vida y con las identidades no funcionales a este proyecto.

La agenda opera en Minneapolis, en Senkata, en Sacaba, en el discurso contra El Alto y en toda acción de Gobierno tendiente a desmembrar a las sociedades, en favor de más poder para los que más tienen. El racismo hoy ocupa abiertamente un importante sitial en el discurso conservador y, tristemente, la afrenta antiracista no logra ganar la batalla. La realidad es que son casi nulas las diferencias entre la mentalidad de Dereck Chauvin y la de Fernando Vázquez; uno lleva su razonamiento al asesinato, el otro podría hacerlo en cualquier momento pues ya lo tiene aceptado y perdonado en su entorno. Salvo el color de sus ojos y otras diferencias físicas, por dentro son lo mismo.

 

Opinión
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#8M como pulmón de la discusión política

El 8M ha evidenciado que el feminismo y la despatriarcalización son los pulmones de la discusión política y significan la posibilidad de mayor oxígeno y avance hacia un mundo más justo y más humano. La contundencia del 8M ha modificado los escenarios de discusión, tanto en los espacios institucionales como en los informales. A día de hoy es preciso valorar que las discusiones que hemos empezado las mujeres han irradiado en los debates inherentes a la reproducción cotidiana de la vida. Además, en medio de titulares electoralistas recurrentes, sostenidos y permanentes, la mirada de los medios de comunicación parece haberse volcado, al menos parcialmente, a una de las principales demandas de las mujeres: el derecho a vivir una vida libre de violencia.

Dos ejemplos de la modificación de los escenarios institucionales pueden mencionarse a manera de ilustración. El primero se está dando al interior de la Asamblea Legislativa Plurinacional, donde hasta la semana pasada iba a aprobarse una ley de abreviación del sistema procesal penal, misma ley que hoy ha vuelto a su instancia de trabajo técnico en comisión, con el mandato de incorporar una serie de medidas que fortalezcan la lucha contra la violencia hacia las mujeres. El segundo, es la creación del Servicio Plurinacional de la Mujer, que ya cuenta con una directora capaz de entender las necesidades de la sociedad con perspectiva de género, Tania Sánchez. Cabe mencionar que ambos ejemplos citados emanan de las demandas de las mujeres en general, y de la Alianza de Mujeres en específico, las cuales han sido canalizadas por el presidente Morales y comprometidas por él mismo, en un acto que trasluce el compromiso de su gestión gubernamental con la agenda de las mujeres.

En la esfera no institucional es quizás donde más retumban los tambores del 8M. Los escritos feministas en los muros, los pañuelos verdes colgando de las mochilas y las carteras, los almuerzos familiares con debates acalorados, las discusiones en grupos de whatsapp y la cantidad de contenidos multimedia explicativos respecto al feminismo y la igualdad que circulan en las diversas redes sociales son algunas evidencias de que el 8M no ha pasado como un día más. Gracias a estas discusiones -que las estamos las mujeres- hoy mismo hay otras mujeres y hombres de distintas generaciones que están empezando a hacer-se preguntas en torno a los privilegios que otorga el patriarcado a los hombres, en desmedro de las mujeres. Sin embargo, es menester reconocer la fuerza que significan las mujeres jóvenes y adolescentes en esta revolución de pensamiento crítico. Es lógico que la persona que empieza a cuestionar una dimensión de desigualdad habilita su raciocinio para identificar cualquier otra desigualdad, así ésta se presente en una dimensión distinta a la inicial.
Está claro que estamos presentes en el nacimiento de una era. De aquí en adelante es imposible que alguna persona que pretenda liderar esta sociedad, a distintos niveles, vale decir ser autoridad o influencer en el ámbito que sea –político, deportivo, periodístico, religioso, etc.- sea un vulnerador de los derechos de las mujeres. El siglo XXI es mujer y el futuro, por tanto, será digno y justo. El 8M ya no es sólo una fecha conmemorativa, a 2019 ha vuelto a ser lo que planteaban en 1910 las mujeres comunistas: la posibilidad internacional de organizar al mundo.

Opinión
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