El Papa Francisco presidió la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro en la que consagró el óleo que será utilizado durante todo el año para los distintos sacramentos en las parroquias de Roma.

Durante la homilía, el Santo Padre se dirigió a los sacerdotes y los llamó a contribuir a incultural  la misericordia de Dios, para hacer que cada persona la viva como una experiencia personal:

“Y como sacerdotes, nosotros somos testigos y ministros de la Misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que «pasó haciendo el bien» (Hch 10,38), de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar —creativamente— en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia y también de su persona”.

El Papa también les advirtió sobre espiritualidades light y mundanalidad virtual que aprisionan el alma y les pidió que no se dejen llevar por la fascinación del consumismo para que puedan ser libres y así guiar a sus hermanos.

“Sentimos que nuestra alma anda sedienta de espiritualidad, pero no por falta de Agua Viva —que bebemos sólo en sorbos—, sino por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light” 

“También nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click”. 

Además se refirió a los migrantes, como “ese pueblo descartado” y oprimido con el que los sacerdotes deben identificarse:

“Como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen”

Por la tarde, el Papa celebrará  la Misa in Coena Domini, en el Centro de Acogida para los solicitantes de Asilo, de la localidad romana de Castelnuovo di Porto, donde lavará los pies a 12 refugiados. Será la primera vez que el Pontífice no realice esta celebración del Triduo Pascual en la propia Roma si no a las afueras, en la Diócesis de Lazio.