Ya sea un tranvía aéreo o un teleférico –los tranvías van y vienen, las cabinas circulan por estaciones– pocas emociones rivalizan con la sensación de flotar a través del cielo, ver abismos y valles miles de pies abajo, olvidando que todo lo que hay entre tu persona y el suelo es un paquete de cables colgados entre una serie de postes.