Redacción Oxígeno
09/10/2015 - 11:48

El Che a su verdugo: "Póngase sereno, usted va a matar a un hombre"

A 48 años de la muerte del guerrillero por soldados bolivianos, recordamos sus últimas horas.

Foto: LA Tercera

09 de octubre (La Tercera).- El 9 de octubre de 1967, Ernesto Che Guevara fue fusilado sin juicio previo por el ejército boliviano, con presencia de agentes de la CIA.

Había triunfado en la revolución cubana, pero su afán por expandir las guerrillas por el mundo, lo llevaron a renunciar a todos sus cargos, incluso a la nacionalidad cubana, para emprender “la lucha” en otras partes.

El Che partió al Congo, donde intentó replicar la experiencia cubana, pero “fue un desastre”, según terminó confesando el propio Guevara.

Después de unos meses en Europa, decidió llevar la revolución a Bolivia, pero nuevamente la experiencia terminó siendo un fracaso, tanto política como militarmente. El partido comunista boliviano no le brindó apoyo y la población tampoco se sumó a su movimiento guerrillero.

Los últimos días del Che estuvieron lejos de aquella mítica figura que inmortalizan los posters. El grupo de guerrilleros sólo se concentraba en sobrevivir, escapar del ejército y buscar medicamentos para el asma de Guevara.

El 8 de octubre, las fuerzas bolivianas cerraron el cerco sobre el grupo en que se encontraba el Che, en la Quebrada de Churo. Guevara dio la orden de que los enfermos avanzaran y él junto a otra combatientes inician la resistencia. Después de más de tres horas de combate directo, el Che es capturado con una herida leve en la pierna, y es trasladado al poblado de La Higuera.

Las últimas horas

Al día después, el 9 de octubre de 1967, los militares bolivianos recibieron el mensaje clave: “Saluden a papá”. Esto significaba que Guevara junto a su compañero Simón Cuba debían ser asesinados.

Después de ser interrogado por Felix Rodríguez, un agente de la CIA, el sargento Mario Terán recibió la orden de ejecutarlo.

El hombre que mató al Che

El informe que entregó el militar al ministro del Interior de Bolivia, Antonio Arguedas, narra así los últimos minutos del héroe cubano.

“Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme me dijo: "Usted ha venido a matarme". Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Yo no me atrevía a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande. Sentía que se me echaba encima y cuando me miró fijamente me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido podía quitarme el arma. "¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!". Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y comenzó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón...".

Terán fue entrevistado el año pasado por el diario español El Mundo y recién ahí reconoció por primera vez haber sido el asesino del Che.

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