Postmodernidad, frivolidad y otras cuestiones
La postmodernidad fue en realidad, sigue siendo, la relativización de la política, de la ideología, de la religión y de toda cuestión que encuadraba nuestras vidas, nuestras maneras y formas de actuar en todas las facetas de la vida.

A estas alturas de la vida y del partido, a todas luces somos testigos de los estragos que ha causado la postmodernidad. Ese triunfo liberal sobre el derrumbe del muro de Berlín, cuando Francis Fukuyama gritaba a los cuatro vientos el Fin de la Historia, allá en 1989-1990. Y empezaba la globalización con el escenario de fondo de la postmodernidad. La modernidad empezaba a ser historia, es decir la muerte de los metalenguajes como comunismo o capitalismo. En cierto sentido, las posesiones éticas y morales de la política y la ideología por todo el mundo.
La postmodernidad fue en realidad, sigue siendo, la relativización de la política, de la ideología, de la religión y de toda cuestión que encuadraba nuestras vidas, nuestras maneras y formas de actuar en todas las facetas de la vida. Pero la estética de la postmodernidad, es decir la pinta en todo el sentido de la palabra, invadió todos los espectros de la vida. No distinguió de ideologías, pues izquierdistas y derechistas son frívolos y de pinta, que reemplazaron lo ético y moral por las posturas de pinta, por las imposturas de los discursos y la sed por el poder.
Los encuentros de música protesta y farra descomunal, fueron las actitudes frívolas en medio de la izquierda. Desahogos existenciales en la pérdida total de identidad ideológica, sobre todo en el alejamiento de la realidad, de los compromisos con los más pobres, con los marginados y los desheredados de la tierra. Es decir, con las prácticas realmente revolucionarias y por supuesto de sacrificio estoico por las causas.
La izquierda se hizo gracias al postmodernismo, de pinta, de caviar, de entrega de libros y discursos de moda. Perdiéndose en la selva del capitalismo salvaje y la globalización, buscando el poder y la burocracia sin rumbo y sin lecturas de la coyuntura actual. Además, con las mismas actitudes del capitalismo práctico: abusando del poder sobre los mismos obreros, acosando laboralmente a quiénes supuestamente defendían en los discursos revolucionarios. Las historias de acosos laboral y sexual son normales en los militantes de izquierda en función de poder.
La derecha siguió también ese rumbo errático de la globalización, junto al retorno de los conservadurismos más tradicionales y ultraderechistas, como reacciones a los terribles errores de la izquierda. Pero también en reacción a los avances de las conquistas sociales, que por supuesto son insultos a las mentalidades coloniales e imperiales desde el siglo XVI.
En Europa se están destruyendo los Estados del bienestar, que han sido símbolos de ese capitalismo de rostro humano e inclusivo, a pesar de los pesares, que han resuelto problemas estructurales en aquellas sociedades como el derecho al trabajo, educación, salud y vivienda. Hoy, las izquierdas y las derechas europeas son cómplices de la destrucción de los Estados del bienestar, con la decadencia terrible de convertirse en colonia de los ultras de EUA. Todo por negocios turbios y guerreros.
Vemos como la pinta y lo estético en sentido burdo, lo grotesco, son insumos pervertidos en los comportamientos de políticos de ultraderecha, como Trump o Milei. La desvergüenza total en los lenguajes, el insulto al contrincante y la impunidad total frente al mundo de manera sanguinaria y cruel. Pues, son nomás el postmodernismo en marcha campante y triunfador. La imposición de una forma grotesca de hacer política sin importar para nada lo ético y moral, sino lo burdo e ignorante en los discursos. Por supuesto desde el poder económico y militar; en el sur del mundo desde el poder y el vasallaje imperial.
Ante estos escenarios decadentes e injustos, las respuestas desde los tejidos sociales, tienen que seguir siendo, como herencia de nuestros ancestros, la potenciación de nuestras organizaciones, la toma de consciencia ante nuestras realidades históricamente saqueadas, donde la miseria y la pobreza material y espiritual son cada vez más degradantes. Cierto, ganando experiencia de los acontecimientos históricos, porque muchos dirigentes sociales se corrompieron y se vendieron por un plato de lentejas, a las veleidades del postmodernismo y el capitalismo salvaje de estos tiempos turbulentos.
Pues bien, las trincheras de lucha que tiene la vida tienen que seguir siendo trincheras de resistencia. No sabemos a donde se dirige el mundo. Quizás a un mundo multipolar. Sólo nos queda seguir confiando en nuestras propias fuerzas, como fue desde siempre. Los traidores e impostores pasarán. Las bases son lo más importante. La sabiduría de nuestros pueblos, con sus cicatrices de tantas batallas de siglos y milenios. Esas son las trincheras donde fortalecer lo político e ideológico, siguen siendo muy importantes.
El postmodernismo también pasará y se agotará, con sus lastres brutales de desestructuración mundial. Las nuevas generaciones sólo tienen que mirar y aprender de las experiencias de luchas, en las huellas de la historia de los tejidos sociales comunitarios, proletarios y de barrios pobres de nuestras ciudades. Ahí están los escritos más importantes, en la memoria y los recuerdos de resistencias de siglos contra la impunidad, y las modas ideológicas de los poderes impunes como corruptos.

