Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
11/09/2025 - 18:20

¿Sirve de algo la democracia?

Por estos lados del mundo tenemos la misma sensación, de que la democracia no sirve para nada. Es decir, los votos y los millones de dólares que gastamos en esos circos donde en realidad no decidimos nada.

En los Estados Unidos y sus satélites de occidente, la democracia nunca sirvió de nada; esa constatación hoy es más evidente que nunca. Aquellos pueblos votan; pero no deciden nada, absolutamente nada. Son sus élites que a nombre de sus bases, deciden todo a espaldas de sus pueblos. Bombardean países y asesinan millones de inocentes, castigan con sanciones económicas brutales, bloquean fondos económicos mediante sus bancos, destruyen culturas y todo lo que pueden aun sus ciudadanos puedan protestar en las calles día y noche, arrepentidos de haber votado por esos delincuentes de cuello blanco.

Aquellos racistas gobernantes, se dedican a expulsar migrantes con un odio profundo a las culturas distintas, violando sus propias leyes y normativas. Países donde vivir se está convirtiendo en una aventura cruel por los altísimos niveles del costo económico. Tener una casita ya es imposible, pues las oligarquías financieras prefieren el engorde a costa de sus poblaciones.

Por estos lados del mundo tenemos la misma sensación, de que la democracia no sirve para nada. Es decir, los votos y los millones de dólares que gastamos en esos circos donde en realidad no decidimos nada. Seguimos pobres y miserables, es decir no cambian las condiciones económicas miserables por las que supuestamente la democracia tendría que resolver. La dura realidad es que seguimos nomás en las mismas condiciones de marginalidad social y mental.

Las cúpulas gobernantes no escuchan las voces de la sociedad civil, sino de unos cuantos pillos a nombre de asesores o cercanos a los reyes. Esa ceguera política condena en la postración económica a las mayorías. En Bolivia, los rotundos fracasos históricos de la derecha neoliberal y las izquierdas de toda laya, siguen nomás arrastrándonos en la historia de la miseria, de la pobreza y la corrupción de las cúpulas gobernantes.

Por todo el mundo donde el sistema democrático está en vigencia, la pregunta es la misma: ¿Realmente sirve de algo la Democracia? O sólo es una excusa más para el enriquecimiento ilícito de las cúpulas gobernantes. Votamos y no decidimos nada, sólo elegimos a unos cuantos pendejos que harán lo que les venga en gana con el país y nuestras riquezas. Hasta ahora esa es la experiencia que la evidencia empírica nos muestra.

La democracia hasta hoy ha fracasado. No está cumpliendo con los lindos escritos de la Constitución, que son poemas bonitos sin que los gobernantes respeten en nada esos lindos escritos. La Ley es un canto más de chichería barata. Nadie respeta nada porque los de arriba son los primeros en no respetar nada. En las calles ni siquiera el semáforo es respetado, vivimos en un desorden brutal donde el más fuerte e ignorante pone sus condiciones. Donde la policía es la institución más corrupta del mundo, y pues sólo agudiza la tragedia cotidiana de nuestra sociedad.

La democracia no ha resuelto los problemas estructurales de nuestra sociedad. El hambre y la miseria siguen siendo las lacras constantes, ante la ciega forma de los análisis de los capos de izquierda y derecha. Nuestras ciudades se han transformado en antros de violencia generalizada, ausencia de oportunidades de trabajo y desarrollo, con bajos niveles en la calidad de vida. Estos temas estructurales no son las prioridades de los gobernantes, sino el cómo asaltar las arcas del Estado junto a sus compinches.

Este ritmo insostenible de democracia sólo nos conducirá a extremos sociales peligrosos. Si añadimos a esto los graves grados de desinstitucionalización en las esferas estatales y privadas, pues ya nos estamos comparando con países como Haití. No es exagerado semejante comparación.

Nadie vive de discursos. Ninguna sociedad del mundo puede soportar sacrificios humanos, en nombre de democracias que no funcionan. La politiquería se alimenta de discursos folklóricos y engañosos. Los discursos son parte de la inutilidad e ineptitud de los gobernantes politiqueros. Ese circo está agotado hace mucho tiempo; pero por estos lados del mundo sigue nomás de moda por la pasividad de nuestros tejidos sociales. Somos nosotros los que permitimos semejante circo romano. Pues sí, somos también culpables por no actuar en consecuencias junto a nuestros tejidos sociales.

Es verdad por supuesto que las dictaduras tampoco son las soluciones a las demandas sociales. De eso tenemos experiencia en nuestra historia, hasta hoy no se ha hecho nada por las víctimas de las dictaduras militares, porque la inutilidad de las autoridades judiciales ha sido la constante en democracia. Inutilidad corrupta por donde se vea, ante tal demanda de justicia de familiares y sobrevivientes de gente que dio todo por este país.

Ese es el dilema de nuestra época. El rotundo fracaso del proceso de cambio, por lo que se soñó con creces, produce incertidumbre en las generaciones actuales y futuras en Bolivia. Porque dicho proceso se dio en democracia.

Si la democracia no responde a las demandas de la sociedad, que son estructurales y legítimas, no sirve de nada. Habrá que pensar en otro sistema más justo, humano y viable.

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