¿Izquierda vs derecha o democracia vs dictadura?
El oficialismo impuso sus consignas, el proceso de cambio denigró el pasado histórico y a sus actores eclipsando de un solo golpe a luchadores sociales y a instituciones democráticas, instalaron habilmente y con la ayuda de toda la oposición la contradicción añeja entre izquierda y derecha desechando la principal entre dictadura y democracia.

Las líneas en la coyuntura están lanzadas, por un lado, la electoral y por otro, la realidad social, son caminos paralelos que hasta ahora no pudieron converger y parece que así no más será. Mediáticamente el proceso electoral tambaleante, esta victorioso, es más importante que las necesidades ciudadanas que han pasado a un segundo plano.
En el proceso electoral no se vislumbran causas ni proyectos de largo aliento, los técnicos han reemplazado a los políticos, el mesías es el gran protagonista, la ciudadanía desdibujada y apática es la base sobre la que los actores políticos navegan en aguas superficiales.
El masismo sabe lo que hace, se da el lujo de pugnar internamente de manera desalmada sin perder de vista su objetivo de poder, en tanto la oposición pelea internamente sin constituirse en alternativa, a lo sumo llegan a conformar equipos electorales.
El oficialismo impuso sus consignas, el proceso de cambio denigró el pasado histórico y a sus actores eclipsando de un solo golpe a luchadores sociales y a instituciones democráticas, instalaron habilmente y con la ayuda de toda la oposición la contradicción añeja entre izquierda y derecha desechando la principal entre dictadura y democracia.
Los opositores no ofrecen mayores esperanzas, los aspirantes presidenciales están contribuyendo a no ser parte de la solución sino de la crisis que arrasará con todos ellos. No terminan de comprender que en cualquier contienda política es necesario debilitar al contrincante en lugar de ayudarlo o potenciarlo.
La oposición en sus afanes electorales concluye visibilizando y legitimizando al MAS como si fuese una organización política democrática sin responsabilidad alguna de su conducta fraudulenta y autoritaria y a las cabezas de sus fracciones como adalides de la democracia que pueden convulsionar al país sin sufrir ninguna consecuencia.
Persisten en negar u ocultar el final del estado plurinacional porque temen ocasionar reclamos violentos de los movimientos sociales o reacciones adversas en el ánimo electoral de algún sector social y ser un perjuicio a sus aspiraciones, cuando por el contrario, es el momento de saldar las cuentas y abrir un nuevo periodo histórico con todos los riesgos que esto implica, otorgando al ciudadano cansado de veinte años de autoritarismo, una luz esperanzadora al final del camino. Mantener en la indefinición el debate sobre un nuevo modelo de estado evita el objetar el manejo dictatorial del poder político.
El complemento ideal, que evita desnudar la verdadera identidad del MAS son los efluvios liberales que buscan visibilizarse instalando la contradicción entre totalitarismos, se tragaron la píldora enterita al creer que lo que hizo el masismo esta vinculado a la esencia del socialismo o el comunismo marxista, cuya retórica engañosa fue efectiva y les dio un manto ideológico para disfrazar su verdadera identidad dictatorial.
De este modo, gana el MAS cuando se le otorga el mote de socialista o de izquierda porque evita que se les diga lo que son: una dictadura, la falsa disputa ideológica con el liberalismo le da la posibilidad de seguir en la consolidación de lo que son sin mayores objeciones y les permite posicionar un discurso que los beneficia. En tanto que, desnudar su condición dictatorial los confronta con la democracia, dejándolos sin discurso.
Lo dicho no es un acomodo pragmático, es determinar la contradicción principal como elemento central en la lucha por la disputa del poder y la reposición de la democracia.
La dictadura instalada por el MAS, es diferente a las que hemos experimentado en el pasado, es astuta, progresiva, construida en el tiempo, no es un facto y recurre al envilecimiento del voto para consolidarse.
El proceso de cambio es una careta con rasgos democráticos, con la que el autoritario puede lidiar con posibles objeciones de la comunidad internacional y resolver las dudas de los opositores despistados que se niegan en reconocer que el estado plurinacional dirigido por una dictadura ha llegado a su fin.