Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
28/08/2024 - 12:23

El vivir bien hoy en el caos de la Postmodernidad

Sobre todo por el sur del mundo, las ciudades son conglomerados de violencia cotidiana, de violencia estructural, de injusticias cotidianas y por supuesto desestructuración de las herencias rurales, que fueron sostenibles durante miles y miles de años.

En resumen, la modernidad y su hija postmodernidad, se plasman en las ciudades de todo el mundo. En el norte más modernas y ricas; en el sur pobres, en general, y desestructuradas. Pero en definitiva son producto del sistema capitalista, desde el siglo XVI, aunque las ciudades tienen quizás miles de años de nacimiento. Las ciudades como tal, rompieron lógicas rurales de convivencia por todo el mundo. Rompieron con maneras de vivir, con maneras de ver el mundo, con maneras de concepción del mundo, con Dioses e ideologías milenarias.

Increíblemente las ciudades se han convertido en un atractivo para miles de millones de habitantes, por todo el mundo. Pues ya no ofrecen nada, sino violencia estructural, corrupción, hambre, miseria, marginalidad y mendicidad. Pero, aun así, se han convertido en atractivo porque la modernidad con los paradigmas del desarrollo y progreso se impusieron como ideologías en estos siglos del sistema. Sus consecuencias han matado las lógicas rurales de convivencia.

Sobre todo por el sur del mundo, las ciudades son conglomerados de violencia cotidiana, de violencia estructural, de injusticias cotidianas y por supuesto desestructuración de las herencias rurales, que fueron sostenibles durante miles y miles de años. Sin exagerar, las ciudades son ahora totalmente peligrosas para la convivencia humana. Las ciudades han convertido a los humanos en cavernarios modernos, violentos y con lenguajes totalmente cavernarios. Fruto del individualismo: fruto del sistema capitalista que convierte a los humanos, consciente o inconscientemente, en seres totalmente, enfermizamente, individualistas.

En las ciudades ha muerto el sentido comunitario de lo rural, con aquellas lógicas grupales de sobrevivencia pero totalmente humanas y solidarias en sus lógicas económicas. Las ciudades han  matado el espíritu humano comunitario. El homo citadinus es el monstruo más individualista posible, que pisa todo los demás para cuidar sus rinconcitos e intereses totalmente fragmentados.

Lamentablemente las tendencias por todo el mundo siguen siendo suicidas. Es decir, se siguen engrosando con miles de millones de habitantes todas las ciudades. Ni siquiera la información actual frena esa tendencia suicida. Los Estados también se han sumido en este tipo de pensamiento suicida.

El Vivir Bien se resume, en su complejidad, en el rescate de las mentalidades ancestrales que fueron sostenibles por miles de años. El Vivir Bien se rompió, fue destruido, por la modernidad en el siglo XVI. La colonización y los imperios modernos posteriores fueron destructivos respecto del Vivir Bien. Hoy, la postmodernidad como continuidad de la modernidad sólo son escenarios de más destrucción: de la naturaleza y del espíritu humano.

En este siglo XXI y nuevo milenio, sólo tenemos continuidad de la modernidad, del sistema capitalista en sus fases de crisis sistémicas. Ni siquiera los avances impresionantes de las nuevas ciencias, de las tecnologías más fascinantes, están frenando la locura de la destrucción humana. Del suicidio humano colectivo, que son las ciudades por todo el mundo. La política es nomás una parte de la modernidad. Sean de izquierda o derecha coinciden en sus posturas de amar a la modernidad y la industrialización como brazo operativo. Por eso no prometen nada para la humanidad, sino discursos de salvación como en la religión; nada más.

El Vivir bien como Paradigma, como propuesta frente a los acontecimientos modernos que arrastramos desde el siglo XVI, puede ser la salvación de la humanidad si es que tomamos consciencia de lo que sucede hoy, por todo el mundo. El vivir Bien es en definitiva el rescate de aquellas lógicas milenarias, rurales, en lo económico y cuidado de la naturaleza que convivieron con las civilizaciones antiguas.

Las teorías de la reciprocidad en la economía, que eran parte de nuestras costumbres antes de la llegada de occidente, son pruebas de que hubieron otros sistemas económicos totalmente distintos, fuera de la racionalidad de occidente. Dichos sistemas eran sostenibles, sin la mercantilización de occidente. Increíblemente, dichos sistemas económicos siguen funcionando en varios rincones de nuestro país, como el trueque por ejemplo.

Es hora de revertir la locura del sistema insostenible de la economía occidental. Es hora de pensar y repensar en serio otros tipos de sistemas, reflexionando sobre las herencias ancestrales que fueron sostenibles por miles y miles de años.  Es hora de frenar, desde nuestras experiencias históricas, a las ideologías del desarrollo y progreso que por siglos están destruyendo el planeta, están contaminando la Pachamama, matando todo ser viviente de la tierra.

Se está intentando revertir incluso desde occidente, pues también allá hay grupos conscientes de la tragedia; sin embargo, somos nosotros por el sur del mundo quiénes todavía tenemos el recuerdo de la experiencia, de la sabiduría en las prácticas ancestrales de las comunidades. Prácticas que tenemos por sistematizar, por intentar hacer ciencia en beneficio de todo el mundo. Tarea colosal y nada sencillo. Tarea urgente porque la vida agoniza por todos lados del mundo, y la locura de occidente ya no tiene sentido alguno. Es tan evidente su fracaso y sus rituales ideológicos, en la izquierda y la derecha, que sólo profundizan la muerte del planeta Tierra.

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