Opinión
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Max Raúl Murillo Mendoza
21/08/2024 - 17:08

Felipe Quispe, el Mallku

Un gigante se fue, un gigante del movimiento indianista que fue clave para el país en los últimos veinte años. Sus aportes son importantes respecto de entender en esta época, los aspectos del colonialismo como fenómeno social moderno.

El movimiento indianista perdió a su mayor representante teórico y militante, cuando la muerte del Mallku hace ya unos años. He tenido la suerte de conocerle algunos años, en la UPEA de colegas en la carrera de Historia. Siempre me impresionó su fuerte personalidad, me decía que no le tenía miedo a nada, en aquellos cafecitos que tertuliábamos después de clases. También tenía sus complicaciones. Era pues un humano más, con virtudes y defectos. Y mejor no hacer un Mito de él, para no degradarlo después como a muchos líderes de este país que oportunistamente les hacen mito, para vivir a nombre de ellos.

Nos encontramos por última vez en plena pandemia del covid, en plenos procesos electorales para la gobernación de La Paz. Me invitó a participar con él; le rechacé por mis terribles miedos a caminar en plena pandemia. Estábamos en el hotel Torino creo que dos semanas antes de su muerte. Me extrañó su muerte, porque en apariencia él estaba bien de salud. Se enojó conmigo porque no iba a acompañarle en las elecciones; pero terminamos como siempre: amigos.

Un gigante se fue, un gigante del movimiento indianista que fue clave para el país en los últimos veinte años. Sus aportes son importantes respecto de entender en esta época, los aspectos del colonialismo como fenómeno social moderno. Porque, como él decía, izquierda y derecha eran tan colonialistas que ni siquiera los progresistas entendían de qué se trataba. Que se colaron a los movimientos indígenas sólo por seguir en las cúpulas de la burocracia. Es decir, para continuar con el colonialismo pero con discursos progresistas.

Escribió algunas de sus ideas. Soñaba con hacer la obra crucial del indianismo. El tiempo le jugó una mala pasada. Soñaba con formar a gente nueva en la carrera de Historia de la Upea; aunque siempre se quejaba de lo poco que leían los alumnos, de lo poco que investigaban y de lo poco que realmente soñaban con el indianismo. Era muy exigente por su experiencia dura de pobreza y peligros constantes en el juego de la política de este país.

Hoy, pues hubiera sido necesario su presencia exigente y coherente con el movimiento indianista. En momentos de crisis de ideas, de posturas políticas, de documentos iluminadores respecto de la Bolivia profunda. Claro que se le extraña al hermano y compañero Felipe Quispe. Su enorme presencia hubiera sido importante en estos momentos, donde las cosas pequeñas y vulgares son las más importantes. En fin, en fin.

Hay que continuar con ese legado. Reflexionar sus aportes, si se puede complementar con las ideas de otros hermanos que decidieron seguir los pasos de Felipe. Somos testigos del reordenamiento señorial por todo el mundo, con el genocidio de Palestina es más que evidente. Por América Latina aparecen señoriales y post señoriales, soñando con la restauración colonial moderna. Tienen los mecanismos y los fracasos de los progresistas, como decía Felipe, para restaurar la colonia. Los tiempos pasan; algunas cosas no cambian sino en la cáscara, sino en la pinta, en los discursos. Los tiempos pasan; las mentalidades perviven en el largo aliento guardadas para salir en los momentos de crisis. Cuando están en peligro los intereses reales y concretos de los más poderosos. En cierto sentido la historia se va repitiendo y repitiendo en el tiempo.

El legado del hermano Felipe debe continuar, sin hacer Mito de él. Sin manguear su figura y su herencia militante. Ese legado de exigencias teóricas, por esas construcciones que hoy no hay, que decía en la UPEA, por los compromisos hacia las ciencias para realmente combatir con los enormes poderes ideológicos y teóricos del sistema. Felipe exigía dejar la burocracia mental colonial, para generar otras prácticas más nuestras.

El legado del hermano Felipe es enorme, es exigente. Me decía también que no hay jubilación para los sacrificios por las Naciones oprimidas. Que si alguien se compromete con las causas de las comunidades, tenía que ser consecuente hasta el final de la vida misma. Eso era Felipe.

Cierto que ha dejado un enorme vacío, por hoy no hay alguien que haya tomado la posta. Ese vacío no es individual y figurativo o endiosado. Felipe no tenía la enfermedad moderna del caudillismo. Su legado es comunitario, de reciprocidades comunitarias. Su legado es de trabajo en Ayni, de complementariedades en las ideas y los aportes teóricos. Aunque tuvo que ser “licenciado en historia” para que la academia le escuche. Sin embargo, estaba consciente que lo más importante venía después junto a las comunidades, junto a la realidad de las culturas ancestrales.

Las crisis profundas de la sociedad destapan las verdaderas necesidades, y desperfectos, de la misma sociedad. El liderazgo de Felipe Quispe es una necesidad actual. Ojalá haya semillas de esperanzas en ese legado, ojalá florezcan por toda la Nación. Felipe Quispe merece no ser olvidado, es decir sólo recordado en los discursos y los oportunismos políticos. Ese liderazgo debe volver a florecer.

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