Intelectualidad y hegemonía capitalista
En realidad no tenemos intelectuales, pensadores y creadores de ideas. Pero es cierto que la hegemonía capitalista, entendido en esa complejidad de maneras de ver el mundo, ideologías, costumbres, formas de vivir la economía, son demasiado fuertes.
La ausencia casi terrible de debates intelectuales en Bolivia, es un diagnóstico de la situación misma de la llamada intelectualidad. La inmensa mediocridad al respecto, de nuestras universidades, dio paso a la politiquería sucia y baja como práctica inoperante de las casas superiores de estudios. Están lejos aquellas épocas de las dictaduras militares, donde quizás con esa excusa los debates universitarios tenían realmente altura y estatura intelectual. Muchos de esos pensadores tuvieron que salir al exilio después, para nunca más regresar al país.
Y muchos que eran de izquierda aquellas épocas, hoy son vulgares sirvientes del sistema. Es también una generación fracasada, pues la dura realidad les hizo nomás aliados del sistema: familias, becas, pega, poder, etc. Dejaron los sueños y utopías porque sólo eran eso: simples mortales que jugaban a las guerritas y pintas de guerreros.
Es decir, tenemos ausencia de rigurosidad intelectual. En realidad no tenemos intelectuales, pensadores y creadores de ideas. Pero es cierto que la hegemonía capitalista, entendido en esa complejidad de maneras de ver el mundo, ideologías, costumbres, formas de vivir la economía, son demasiado fuertes. Además tienen países enteros como fuente de poder, que son los dueños de la patente capitalista desde el siglo XVI. Inglaterra, Francia, Estados Unidos y otros que han jugado papeles clave como articuladores del capitalismo. Articuladores de esa manera de ver el mundo, desde esas realidades industrializadas y totalitarias en sus formas democráticas.
Eso que llamó Gramci hegemonía, que fue uno de sus aportes conceptuales, se trata precisamente de todo el poder ideológico y de pensamiento del capitalismo. Que hace que los mismos esclavos y obreros, se crean profundamente ese cuento del triunfo capitalista, se crean que son inferiores y esclavos. En definitiva, como también decía Franz Fannon, sean los mismos obreros o colonizados, los que adoren a los dioses del capitalismo. Ciertamente unos poderosos artefactos ideológicos, vía cine, medios de comunicación, arte, música y política, los que se encargan de domesticar a los obreros, explotados y colonizados. Funcionan mejor que la religión.
Por todo el mundo desde la aparición del capitalismo, se buscan alternativas a esa forma de vivir en la modernidad. Varias variantes de la ideología de alternativa, en estas décadas han fracasado. Corrupción generalizada, falta de líderes con altura ética y moral, ausencia de toma de consciencia de las masas, bloqueos económicos del poder imperial capitalista, traiciones de quiénes se decían portadores de las revoluciones, han sido suficientes insumos para esos fracasos brutales. La sangre y los inmensos sacrificios de los pueblos, quedan en la historia como referentes de esos fracasos.
Sin embargo, esa hegemonía capitalista está en decadencia, en crisis sistémica y probablemente como nunca antes, en muerte cercana. Porque los resultados de ese sistema no son sostenibles, ni siquiera en las defensas de los más brillantes defensores que son los pensadores anglosajones. Pues solo con las muestras de la guerra de Ucrania y el genocidio de Palestina, como puntas del iceberg de lo que en realidad son aquellas llamadas democracias y sus historias modernas. Teatros de la destrucción, del totalitarismo liberal, de la ficción económica, que sólo es para unos pocos del mundo sobre la inmensa pobreza del mundo.
Pero, por estos lados del mundo, no hacemos mucho para pensar en serio en alternativas reales, ante la caída de ese modelo moderno de cómo gestionar el planeta. Seguimos nomás como típicos tercermundistas, importando modelos fracasados y repitiendo como loros o haciendo show tontos y pobres. Pues nuestras casas superiores de estudios, no son laboratorios de pensamiento, sino agencias de empleo que sabemos ninguna idea propia y genuina saldrá de sus aulas.
La hegemonía capitalista es muy fuerte. Tomar consciencia de ese fenómeno implica demasiados sacrificios académicos, para pensar con sentido propio. Para pensar desde nuestras propias realidades. Para hacer heterodoxia de las ciencias, con los aportes importantes que por supuesto hay en el mundo.
Los fetichismos individualistas tampoco aportarán en mucho, si es que las ideas no se socializan vía debates y aportes comunitarios. Pues eso es precisamente acercarse a los pensamientos estratégicos de Nación, o al menos de Región. Porque la ausencia de escuelas de pensamiento, o grupos de tendencias de pensamiento son demasiado notables en nuestro país. Síntoma de nuestro rotundo fracaso de generación, dejando enormes boquetes de ausencias de pensamiento a las nuevas generaciones.
Pero tenemos que seguir soñando, a pesar de los pesares. Sobre la base de la experiencia, de los varios fracasos que sufrimos desde el anterior siglo. Sobre la base de las ausencias de pensamiento propio. Se trata al final de nuestra sobrevivencia, de nuestros aportes a la región de la patria grande. Y no partimos de cero. Por ejemplo el paradigma del Vivir Bien, que avanza a pesar de nuestras debilidades notables. El Vivir Bien es un pensamiento alternativo al sistema capitalista. Su sistematización científica, que por ahora no existe sino como acercamiento a occidente; que sin embargo, es objetivo por las historias de nuestros pueblos ancestrales.
La hegemonía capitalista es evidente. Todavía pasarán años, muchos, para que muera ese sistema moderno y de paradigmas ya fracasados. Desde nuestro rincón del mundo, nos toca decir algo al respecto. Eso es creación y empuje a las nuevas generaciones, a los pensadores jóvenes que tienen demasiados obstáculos para encontrar su lugar en este desorden estructural.