Estados heredados, estados por soñar
El mal trato al ciudadano común desde el Estado, el pésimo trato al interior de nuestras instituciones, la lentitud y la brutal burocracia, son absolutamente coloniales.
A pesar de las buenas intenciones y esfuerzos de estos años, seguimos nomás con los Estados heredados del siglo XIX, que son copias burdas de los Estados europeos de ese siglo. Cierto que los Estados modernos son invento de los europeos; quiénes exportaron después esas estructuras por el mundo entero. En nuestro caso el Estado se estructuró hasta mediados del siglo XIX, a pesar del desorden, del caos total, de los gobernantes que no tenían idea de estos territorios, de las pérdidas territoriales. En varios aspectos fueron estructuras coloniales, fue herencia colonial, con tintes y perfumes modernos.
Por todo eso, hasta hoy, tenemos todavía herencias coloniales muy compactas que no hemos cambiado, sino en las bonitas leyes de nuestros escritos legales. El mal trato al ciudadano común desde el Estado, el pésimo trato al interior de nuestras instituciones, la lentitud y la brutal burocracia, son absolutamente coloniales. Sellos inconfundibles de costumbres coloniales que siguen nomás como protocolos de comportamiento estatal colonial.
Seguimos debatiéndonos entre la penumbra de cómo cambiar semejantes estructuras, que han sobrevivido a todos los intentos de cambio de nuestra historia. Varias de las veces nos encubrimos, porque son nuestros errores internos históricos, culpando a factores externos: imperialismos, etc. Sin tener la capacidad de autocrítica, o al menos crítica histórica de nuestros propios hechos, de nuestros propios errores. Por supuesto, que hay factores externos que influyen en el devenir de nuestros hechos. Por ejemplo el nefasto papel de la diplomacia norteamericana, del intervencionismo pirata de la política norteamericana.
En todo caso, nuestros factores internos son importantes si es que queremos realmente cambiar nuestro destino como país. Pero si seguimos nomás con las costumbres coloniales del desorden, de la ausencia de estrategias de Estado, de ausencia de consensos como colectivo, como Nación, echando la culpa a los fantasmas del imperio cuando son nuestros propios errores, sin esfuerzos de ver nuestros hechos con crítica y autocrítica histórica, tratándonos tan mal entre bolivianos, encubriendo corrupciones y pésimas formas de comportamientos institucionales, pues las calendas griegas seguirán esperando nuestro futuro sombrío y lleno de lamentos, lleno de cinismo y mentiras por los siglos de los siglos.
El mundo está cambiando de manera dramática. El fracaso de occidente y su estrepitoso derrumbe, puede ser otra oportunidad más para nuestra Nación. En sentido de liberarnos por fin de los designios coloniales y capitalistas del siglo XVI. Muchas Naciones en el mundo están en ese proceso, como China o India. Tarea monumental y titánica por cierto. Pues, estamos al parecer en una transición mundial a algo. No sabemos a dónde se dirige el mundo. Sabemos que occidente es un desastre total, sus resultados son elocuentes: crisis económica mundial, cambio climático, destrucción de la naturaleza, guerras por todo el mundo.
Son momentos en donde tenemos como Nación que leer bien los designios de los tiempos. Porque posicionarnos bien en esta complejidad será clave e importante. Pero si seguimos nomás con tontos argumentos coloniales del desorden, de la corrupción, del sálvense quién pueda, del egoísmo e individualismo secante, del bloqueo mental, del bloqueo físico de nuestras carreteras, del bloqueo histórico que nosotros mismos nos ponemos, pues seguiremos nomás estancados en la mentalidad del siglo XIX, de la pobreza generalizada, de la mendicidad internacional, de la ceguera histórica colonial.
Requerimos de sinceridad y claridad en el manejo de los destinos, de la historia del país. No es suficiente la ideología o la política por sí mismos. La experiencia nos ha enseñado que esos instrumentos tienen limitaciones. Porque pueden ser utilizados por personajes poco calificados, poco éticos, poco comprometidos con los enormes sacrificios que el pueblo hace cotidianamente para sobrevivir. En pleno siglo XXI, cuando la humanidad está en plena cuarta revolución industrial lo menos que podemos hacer es buscar a los mejores calificados, para enfrentar retos educativos, industriales, institucionales, científicos. Porque repetir errores del pasado sería absolutamente irresponsable, nada ético y moral frente a las nuevas generaciones.
Para desmontar todo lo colonial del Estado actual, no bastan los discursos: sobran. Se requiere gente idónea y valiente; pero sobre todo coraje y patriotismo extremo. No hay términos medios, no debería haber mediocridades y lentitud insultante. Necesitamos apostar en grande, necesitamos dignificarnos, ser nosotros mismos para ser ciudadanos del mundo con identidad propia y distinguida. Lo colonial es un lastre que ya debemos dejar: pésimo trato humano, ausencia de claridad institucional.
El mundo está en transición y cambios profundos. Apostemos a esos cambios; pero desde nosotros mismos: cambiando realmente desde lo profundo de nuestro ser, empezando a dejar los comportamientos coloniales que nos dañan terriblemente. Apostemos a cambiar para construir un Estado con el sueño de las raíces prehispánicas, de aquellos Estados que funcionaron sosteniblemente por miles de años, antes de la llegada de occidente.
La inercia, la ausencia de voluntad de cambio, la corrupción del espíritu, son excusas coloniales para encubrir los pésimos comportamientos coloniales. Requerimos fuerza de voluntad, para encontrarnos con los sueños de nuestros ancestros. Escuchemos esa necesidad de cambiar y por fin soñar para transformar nuestra historia.