Una vez escribí unas notas a la rápida pues, entre que tenía que llevar las velas, los vasos y los platitos de barro para la tertulia de mi carrera, había olvidado que además de organizar la tertulia, también me había comprometido a leer un escrito. Al final saqué mis papelitos y los leí bajo la luz de las velas en la mesa guinda del aula taller. Lo que no esperaba era que la respuesta de mi auditorio fuera tan positiva, recuerdo a mis compañeras de la universidad, ellas se acercaron a preguntarme si yo había escrito esas líneas leídas, pues eran geniales. Recuerdo haberles dicho que yo había escrito y nunca olvidaré la sonrisa de Eli una de mis compañeras, me felicitó por ser la autora.

Al terminar mis estudios clasifiqué en un concurso de ponencias, cuyo resultado sería definido en la lectura de estas. Cuando uno de mis profesores ingreso a escuchar las ponencias y se enteró que yo era la autora de uno de los escritos del concurso se paró del asiento y se fue. Imagino que se fue a modificar algo, pues me pidió prestado el corrector en cinta que traía en mi estuche de bolígrafos, siento que modificó algo a mi favor, nunca me atrevía a preguntar. El caso es que me dieron el primer lugar, pero eso no es lo relevante de esta historia. Lo que me marcó ese día fue la charla durante el festejo. Terminando la premiación todos fuimos a celebrar y durante el festejo todos los amigos me hicieron notar los aspectos que se debían corregir en mi trabajo, mientras más penetraba la noche más duras y puntilladas se ponían las críticas. Esa noche llegué a mi casa y me solté a llorar a moco tendido hasta el mediodía del día siguiente, mi mamá no entendía porque lloraba tanto si había recibido muchos libros de premio. Después de esa noche, escribo obligada por la necesidad extrema, hasta el día de hoy me cuesta mucho escribir porque para mí, escribir es como desnudarse imagínense cómo me sentí con las críticas de mis amigos.

Al final de cinco años de pensar hacer la tesis y los ocho meses que me puse en campaña para escribirla, fue mi profesora Fanny quien se dio el tiempo y dedicación para conminarme a terminar la tesis, ojo, repito sus mismas palabras. Ella me enseñó a cocachos desde gramática hasta la redacción de párrafos argumentativos, fue la directa responsable de la conclusión de mi tesis de licenciatura.

Años después pude leer y estudiar con ella un libro hermoso que venía años escribiendo y que al fin pudo publicar, al margen del valor y el peso contundente del texto sobre la Posmodernidad y la complejidad que ello supone, este libro combina ejemplos que te hacen sentir muy cómodo tan cómodo como cuando vas de visita a la casa de esta profesora. Pero además el libro te da ejemplos tan claros porque utiliza imágenes que esclarecen tanto la teoría. Ella, la Fanny me ha hecho notar que los textos académicos deben tener color imagen y todos los recursos necesarios para poder aclarar la teoría, las imágenes en los textos más abstractos son recursos más que válidos y no dispersan la atención, la completan y terminan de impresionar a tus sentidos. En ese texto encontré una forma cálida de hacer escritos académicos. La clave es la disciplina y darte tiempo para ti, para tu escrito, porque la escritura es parte de cuidarte, así como peinarte y maquilarte, la escritura es un acto del autocuidado.

El problema de tu tardanza por la tesis radica en que no te estas dando tiempo para ti, para crecer por ti y dejar de dedicar todo tu tiempo a los demás.