Los sueños no nos dan de comer
La vida de los soñadores probablemente más importantes de la historia, fueron casi de miseria y abandono; pero su legado ha sido tan importante precisamente para cambiar las injustas estructuras del mundo.
Soñadores como el gran revolucionario Lenin, o el propio Marx, también el Ché Guevara, Gandhi, y el mismo Jesucristo, no vivieron rodeados de riqueza y lujos sino todo lo contrario. La vida de los soñadores probablemente más importantes de la historia, fueron casi de miseria y abandono; pero su legado ha sido tan importante precisamente para cambiar las injustas estructuras del mundo. Soñadores que sembraron esperanzas, sembraron consciencia entre sus pueblos, para la emancipación de los desheredados y los desterrados de la historia.
En estas épocas oscuras, plagadas de imposturas políticas, de mediocridad absoluta, donde la hipocresía hace gala de sus brutales consecuencias. Además de la corrupción que es el síndrome más brutal, que ha corroído las mentes de todas las generaciones, necesitamos más que nunca de soñadores en la política, en las ciencias, en la poesía, en la intelectualidad, en el arte y la música. Soñadores que trastoquen las estructuras de estas coyunturas, donde lo mediocre y lo corrupto es la presentación más importante de los humanos.
Necesitamos y requerimos de soñadores realmente revolucionarios, no de parlanchines mediocres y payasos de sus patrones. Necesitamos soñadores que guíen y acompañen a los pueblos, porque lo pragmático y cabrón del fin justifica los medios simplemente está matando las esperanzas de los pobres. La ausencia de soñadores están destruyendo los tejidos sociales en todo el mundo.
La política, que es el arte de todo lo posible; pero sobre todo es el arte del servicio al pueblo, ya no es lo que fue. La política se ha contaminado con todos los ingredientes de las confusiones postmodernas. Es decir, de las ideas relativas o relativizadas hacia la mediocridad y el pragmatismo politiquero, donde los ignorantes y brutales son los personajes centrales. No aquellos de consenso, de ideas en función de los demás: del bien común. Pues sí, cuánto necesitamos de soñadores que recuperen la esencia de la política, como el sacrificio siempre en beneficio de los intereses de los más pobres.
En este siglo y nuevo milenio se han desvanecido los avances sociales, conquistas que a los pueblos les han costado enormes sacrificios, incluso en sangre. Los retrocesos son directamente proporcionales a la devaluación de los sueños, a la devaluación de los liderazgos por todo el mundo. La contaminación vía internet y móviles, de las tontas ideas de éxito y riqueza, han destruido sociedades enteras. Lo vulgar y la frivolidad cotidiana son los reyes en estos tiempos oscuros. Ni siquiera existe algo de consciencia en los nuevos proletarios, son los esclavos inconscientes de las nuevas estructura de explotación y saqueo. Probablemente peores que en siglos anteriores.
La ausencia de soñadores, de quijotes y líderes se siente en lo profundo de los movimientos políticos. Donde no hay propuestas de sueños, sino sólo de conquistas inmediatas y egoístas, sin considerar a los demás grupos o intereses. Enfermedad que se ha dispersado a lo largo del mundo, en todas las culturas y clases sociales. Lo material y materialista se ha impuesto destructivamente. Los sacrificios y paciencia, no son parte del vocabulario de estas épocas, sino lo materialista en sentido enfermizo: la conquista de lo inmediato aun pisando a los demás.
Por supuesto que los sueños no son sinónimos de éxito material y social. Y no es que la riqueza sea mala en sí misma; pero si está cargada de corrupción, saqueo, expoliación, colonialismo y explotación sangrienta, no es riqueza sana y debe ser combatida por lo injusto y anti humano en sus contenidos.
Son épocas oscuras, no existen soñadores por un mundo mejor en sentido de servicio y guía hacia mejores momentos de la historia. Son épocas de pragmatismos insanos, sin ética ni moral alguna. Son épocas de rezos sin sentido, manipulando a las mismas religiones de maneras totalmente egocéntricas e individualistas. Manifestaciones extremas de lo oscuro de estas épocas.
Soñar es tomar consciencia de las condiciones materiales y espirituales de los pueblos. Para luego transformarlos estructuralmente. Los sueños no generan caudillos individualistas. Los sueños son patrimonios comunitarios y grupales, que generan consensos para buscar justicia social y económica. Aquellos líderes que soñaron con cambios sociales, como el Ché o Jesús, consideraban en primer lugar los intereses de los más pobres. Y buscaban por supuesto la construcción de estructuras sociales, más equilibradas, más justas y menos mercantilizadas.
Sí, los sueños no dan comer ni riqueza alguna. Pero la historia mundial nos ha demostrado que los sueños, en todas las épocas, son el ingrediente más importante para cambiar el mundo, para que el mundo sea un mejor lugar para vivir, y no un valle de lágrimas. Las nuevas generaciones tienen que alimentarse de los sueños de las anteriores generaciones, porque las herencias de luchas y sacrificios no se terminarán hasta conseguir la total emancipación de los pueblos, de los proletarios, de los obreros y campesinos. De eso se trata el sentido de la vida.
La Paz, 27 de enero de 2024