Sufragar como obligación y no derecho
Recordemos que en Bolivia, el sufragio es obligatorio pues de lo contrario, el estado te castiga, impidiéndote realizar trámites y otros, algunos hasta desproporcionados. Es también evidente, que además de ser una obligación, paralelamente es un derecho que tiene que ver con la participación en la conformación de los poderes públicos y para los candidatos, en su dirección.
Ayer domingo, l@s ciudadanos Chuquisaqueños, Chapacos, Pandinos y Paceños habremos acudido a sufragar en segunda vuelta para Gobernadores. ¿Cuántos habrán acudido obligados sólo para tener la papeletita que les permita realizar trámites? ¿Cuántos habrán querido elegir entre las dos opciones y ejercer su derecho? ¿Cuántos, si podrían, habrían también elegido no hacerlo?
Recordemos que en Bolivia, el sufragio es obligatorio pues de lo contrario, el estado te castiga, impidiéndote realizar trámites y otros, algunos hasta desproporcionados. Es también evidente, que además de ser una obligación, paralelamente es un derecho que tiene que ver con la participación en la conformación de los poderes públicos y para los candidatos, en su dirección.
Dada la especial naturaleza del “ballotage” (del francés batoller: "elegido por vot ") estimo –escribo domingo por la mañana- que los porcentajes de ausentismo serán altos, pues percibo en el ciudadano cansancio electoral, muy poca confianza en la administración y justicia electoral, multiplicado por el riesgo por la pandemia y la vergonzosa inexistencia de vacunas accesibles a los ciudadanos (sólo circulan virus, discursos y pretextos).
¿Qué pasaría si como ocurre en otros lares, el sufragio no fuera obligatorio? No es un dislate lo que les indago, pues así como es un derecho, podría también elegir el ciudadano ejercerlo o no; por ejemplo, dentro del mismo rango, cumpliendo ciertos requisitos, todos tenemos derecho a candidatear, más la mayoría elegimos (afortunadamente, en mi caso), no ejercer ese nuestro derecho.
Ocurre que como es la clase política la que hace las leyes, para dotarse de algún baño de legitimidad (que en muchos casos ni así lo logra), obliga al soberano a votar, aunque frecuentemente al final del día, su voto no importa nada. Acuérdense en Bolivia, por ejemplo, si ha servido de algo en la práctica en las dos elecciones judiciales la decisión del soberano cuando ganaron –por tunda además- los votos blancos y nulos, pero los perdedores orondos ejercieron y ejercen su cargo, pese a ese su avanzado e inocultable grado de ilegitimidad.
Efectivamente, el derecho a elegir constituye un derecho político (arts. 26 y sgtes de la CPE y 23 de la CADH) que forma parte de los denominados derechos civiles y, por supuesto, contribuye a la salud democrática de todo estado. Empero, haciendo la ponderación respectiva, cabe también precisar que no debería agotarse en que el estado te obligue a emitir tu voto (hasta con castigos), sino también –además de luego fiscalizar al poder público así elegido- a que en ejercicio de los derechos también constitucionales y convencionales, como el libre desarrollo de la personalidad y especialmente, la libertad de pensamiento y de expresión u opinión, que el ciudadano elija también, no acudir a sufragar, por los motivos legítimos que el considere pertinentes en su fuero interno.
Así el estado del arte, muchos ciudadanos acuden a votar obligados para evitar ser castigados por el estado, pero quienes discursean y hacen olas a ese ejercicio –que me parece muy bien, son políticamente correctos- parecen omitir que también así como eliges votar en favor de alguna opción o ninguna (blanco o nulo), el ejercicio pleno de ese derecho también abarca el elegir no sufragar, sin que el estado te castigue por el ejercicio de esa otra opción, absolutamente legitima pero hoy no legal, al no estar disponible y ser hasta castigada.
Elegir significa “escoger o preferir a alguien o algo para un fin” y, por tanto, cabe perfectamente dentro de ese abanico de posibilidades, el escoger no sufragar, así como exactamente lo contrario, hacerlo por X o Z o lo que la persona estime adecuado. ¿Estará el estado, la clase política y la ciudadanía madura para asumir ese desafío? William JAMES, sostiene: “Cuando debemos hacer una elección y no la haces, esto ya es una elección.”