¿Invertir o no Invertir? (that’s the question...)
Todos los inversionistas –o por lo menos un gran porcentaje-, inician sus inversiones con la infaltable declaración de: soy alguien que quiere proteger su capital y realizar inversiones que sean rentables pero seguras. Fin del primer acto.
El inversionista ha visto que su portafolio ha crecido, pero escucha que otros participantes en la obra hablan de ganancias mayores, entonces demanda un mayor rendimiento, porque “entiende a los mercados, entiende los riesgos”. Su portafolio cambia a mayor riesgo de acuerdo a los deseos del inversionista y, sin que nadie lo espere, viene una crisis (Covid19 o Hipotecas tóxicas, o guerra, o etc. etc.), el silencio inunda la sala y luego los gritos desesperados de los inversionistas vendiendo todo y enviando los precios en picada son la escena con la que se cierra el telón. Fin del segundo acto.
Tercer y último acto: muchos de los actores –sin camisa- desean dejar el escenario y la pregunta vital vuelve a escena… ¿invertir o no invertir?… una voz grave dice SI y, luego de un tenso silencio, se para el único actor que ha quedado con camisa y dirigiéndose a la audiencia dice: recuerden que “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” (W.Shakespeare).
El año 2020 ha puesto al mundo entero en un teatro global donde muchos han perdido hasta la camisa y donde para seguir adelante hace falta ver el futuro, no solamente a través de los ojos del dinero sino a través de los ojos del buen sentido. El largo plazo, la frugalidad, y la distancia al dinero, son las estrategias para jugar las cartas que el destino ponga en los mercados internacionales.
Los mercados internacionales muestran hoy muchas oportunidades para quienes vean el largo plazo: los mercados de acciones –sobre todo en Europa, pero también en USA- muestran que en el largo plazo y gracias a los históricos estímulos que se están dando se tendrán mercados accionarios al alza. El S&P500 ha mostrado consistentemente un crecimiento de 7% anualizado en los últimos 50 años, una gráfica histórica nos muestra que después de las grandes caídas del mercado accionario, los próximos 12 meses han sido interesantes.
Las tasas ultra bajas impulsadas por todas las grandes economías del mundo se mantendrán en los próximos años. Sin embargo, eso no debe ser una razón para dejar de invertir en Bonos; todo portafolio bien diversificado debe tener una parte que ofrezca un ingreso fijo que ayudará a mitigar -no eliminar- la volatilidad de las acciones y que en el tiempo (largo plazo) ayudará a seguir incrementando el volumen del portafolio de una forma “visible” (los cupones de los bonos se irán acumulando y reinvirtiendo, dando lugar al maravilloso fenómeno del interés compuesto).
Si se tiene una gran dependencia de los ingresos en efectivo, es imperativo que la frugalidad en nuestro estilo de vida sea la norma. Si no es así, de igual manera se deben manejar otros ingresos de forma tal que para mantener nuestros gastos, no tengamos que vender nuestros activos.
Finalmente, la distancia al dinero significa que seamos amos del mismo y no sus esclavos. Esto es más fácil decirlo que hacerlo, pero la mejor forma es entenderlo como un medio y no como un fin. Saber planificar el futuro significa entender que la economía tiene ciclos de crecimiento (los 50’s), decrecimiento (los 70’s), así como crisis (2008, 2020) y momentos disruptivos (el celular, e-commerce), por lo tanto saber que se tiene un plan en el largo plazo –y seguir el mismo- hará que en los tiempos de contracción no nos inunde la angustia y se nos nuble la mente haciendo que vendamos nuestras inversiones precisamente en los momentos de precios más bajos y que en los tiempos de exuberancia no cometamos el gran error de seguir la moda o peor aún apartarnos de nuestros presupuestos para asumir mayores obligaciones. Invertir no es jugar a los mercados, es sembrar en el verano de la vida para pasar un confortable invierno.
Sugerencias para el segundo trimestre 2020:
Acciones: Indices S&P500, DAX, CAC40, EuroStoxx50
Renta Fija: Bonos en grado de inversión (EM y DM) con tiempos máximos de maduración de 4 años para ir buscando reinversiones más atractivas con el transcurso del tiempo. Los bonos corporativos son más recomendables que los soberanos.
Materias primas/metales preciosos: en este periodo nos mantenemos neutrales.