Opinión
Freddy Bobaryn
05/02/2020 - 08:54

PITITACRACIA: una sentimentalización de la política

Estamos ante un tiempo de clara sentimentalización de la política, por ello un importante segmento de los bolivianos le han dado un periodo de gracia y apoyo al “gobierno transitorio” que no va tanto en favor de Añez, cómo de aceptar cualquier alternativa -aunque esta sea ilegal e ilegítima- para evitar el retorno de Evo

Jeanine Añez, era hasta hace 2 meses una desconocida, pero la pésima administración de la crisis del anterior gobierno, sumada a su arrogancia y la improvisación llevada al extremo derivaron en la peor crisis democrática de la historia de Bolivia, posibilitando una mezcla de casualidad y de mucho marketing político que crearon un personaje dotándole una serie de características y atributos impostados. Una nueva estrella había nacido, tal como si se tratara de la fórmula para la creación de una pop star. Jeanine deslumbraba y seducia a muchos que encontraban en ella lo contrario al alterego de Evo, por ello la popularidad de Jeanine había crecido como la espuma, ya que en el plano simbólico representaba el “anti-evo”.

El Politainment mediático edulcoró y magnificó el “ser emocional” de nuestra nueva pop star, dispuesta a hablar de sus sentimientos, mostrarse vulnerable y crear un vínculo afectivo con su auditorio, marcando un antes y un después respecto al prototipo cavernícola-machista, que aún piensa, que mostrar sus emociones es un signo de debilidad.

Estamos ante un tiempo de clara sentimentalización de la política, por ello un importante segmento de los bolivianos le han dado un periodo de gracia y apoyo al “gobierno transitorio” que no va tanto en favor de Añez, cómo de aceptar cualquier alternativa -aunque esta sea ilegal e ilegítima- para evitar el retorno de Evo, este apoyo hubiera sido el mismo independientemente de la persona circunstancialmente designada. Hay propuestas varias -en muchos casos ingenuas- como la del Ing. Villegas que piensan que todos los políticos deberían ceder a sus ambiciones personales y corporativas, para promover una candidatura única y así evitar la dispersión de votos llegando al extremo de sugerir, que deberían distribuirse el país geográficamente todos los partidos opositores al MAS (cartelización de la democracia), presentando candidaturas pactadas territorialmente y así bajar de listas a candidatos uninominales para concentrar el voto. Pero esto no resuelve ningún problema, ya que las diferencias y contradicciones del espectro político de centro-derecha son profundas e insalvables, un gobierno Frankenstein podría colapsar más temprano que tarde por la multiplicidad de intereses corporativos que representan y por la profunda incompatibilidad de visiones y estilos, haciéndole un grave daño a la economía boliviana. Claro ejemplo de ello, es el fracaso de la cumbre por la unidad organizada por el Comité Cívico Pro Santa Cruz, palestra que se convirtió en un triste espectáculo político, así como evidenció el realismo mágico de una candidatura única de centro-derecha.

El pueblo en su infinita sabiduría siempre ha concentrado el voto entre los que tienen mejores opciones, sino recordemos la elección de octubre pasado, en la que los grandes gurús del MAS jamás contemplaron el nivel de concentración de voto en favor de Carlos Mesa, invirtiendo equivocadamente su tiempo y recursos al intentar hacer crecer a Oscar Ortiz, quien por ironía de la vida, ahora gobierna el país a través de Añez como representante de su partido.

Lo que pasa es que después del momento de euforia se va desvaneciendo la “moda pitita”, el velo de la idealización de una transición perfecta, de a poco se va desgarrando, pero lo que siempre duele, es darse ese baño de realidad que rompe con la ilusión creada por la asonada que derrocó a Evo, para darnos cuenta que los “nuevos políticos” resultaron simples mortales mezquinos, irascibles, ambiciosos, manipuladores, mentirosos y egoístas. Se trata de tremendo desafío ¿Cómo construir democracia, sin demócratas? ¿Realmente Tuto, Añez, Mesa y Camacho representan al mismo bando? O fueron solo parte de un sueño que cohesiono la “moda pitita” y que un amplio segmento de la población quiso creer. Pero lo que realmente importa saber es sí: ¿Todos los bolivianos estamos en el mismo bando?, ¿Cambas, chapacos, collas, cochalas, orucos, chuquis, potocos, etc., somos grupos homogéneos que queremos lo mismo?

Lo cierto es que hay una multiplicidad de sensibilidades como formas de interpretar la realidad, o de auto-identificación inclusive desde el “antimasismo”. Pensar en juntarlos por la fuerza, o por valoraciones del deber ser, podría resultar un coctel explosivo de alta volatilidad. Es importante sincerarnos, mirar la realidad, no mentirnos y dejar de censurar al que piensa diferente, ya que solo desde la genuina reconciliación podremos salir de esta gran fractura social, que amenaza la convivencia social más allá de cualquier gobierno que asuma el poder.

Parte de este sinceramiento pasa por reconocer, que el “oportunismo” del actual gobierno es una característica del boliviano, la famosa “Viveza Criolla” que está arraigada en nuestra cultura política, y por ello no debemos escandalizarnos, porque los bolivianos pensamos y actuamos en consecuencia. En esta ocasión aprovechando la oportunidad, abrimos un seteris paribus a título de “gobierno transitorio”, donde todo pareciera posible a nombre de la “pacificación del país” (persecución, venganza, judicialización), hemos ingresado a una delicada espiral de abusos y excesos del actual gobierno autoritario, que además son justificados por la sociedad. Los cierto es que la ciudadanía es la única que puede reaccionar para sancionar el uso y abuso de los bienes y del poder Estado.

Al presentarse Añez precariza su mandato, por encontrarse en un delicado periodo adicional extra-constitucional autorizado por un frágil y cuestionado Tribunal Constitucional, que además fue motivado por la necesidad de preservar la estabilidad del manejo del Estado, para precautelar el desarrollo de elecciones transparentes que a día de hoy están en tela de juicio, porque ni el mismo TCP sabía que la convocatoria a elecciones era para Jeanine Añez. Vale la pena recordar que Rodríguez Veltzé el 2005, se limitó a convocar elecciones y a garantizar una transición pacífica y democrática. Por esto la denuncia de Roxana Lizárraga pareciera cobrar fuerza, al señalar que “daría la sensación que efectivamente el actual gobierno ha perdido sus objetivos, y que se convirtieron en aquello que decían venir a combatir”. Tuto por su parte, sentenció que “al ser un gobierno de transición, sectores y regiones no exigían solución a sus problemas, pero ahora un gobierno en campaña busca prorrogarse en el poder, con el riesgo de entrar bajo el asedio de diversos grupos de presión, sin mayoría en el congreso, sin espalda política, ni margen económico para atender el diluvio de las demandas que se vienen”.

Hay un conflicto recurrente que versa sobre la frialdad con la que el Estado persigue sus objetivos versus un sentimentalismo ciudadano permanentemente indignado, que equilibran la razón burocrática y el corazón civil, entre las acciones del poder y la frustración del ciudadano, que valora desde la corrección política el deber ser de las acciones de sus gobernantes. Rompiendo así el sueño de una esfera pública cómo espacio de encuentro sosegado, pacífico y de unión entre los bolivianos, que constituyó la principal promesa de la pititacracia traicionada.

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