Los desafíos políticos de la oposición
El problema es que la sola presencia de los candidatos a la presidencia en las concentraciones de protesta no garantiza que vayan a retomar positivamente posiciones en la intención de voto a su favor, aumenta las selfies sí pero no necesariamente los votos.
A propósito de la última reunión del 24 de mayo en Santa Cruz entre comités cívicos, CONADE, y candidatos a la presidencia de oposición; posteriormente, luego de la marcha del 10 de junio desde El Alto hasta el TSE para exigir la renuncia de los vocales, vimos que la posición oficial desde el gobierno fue que se trataba de un intento de boicot a las elecciones generales de octubre.
Mi tesis es que no hay tal boicot, pero antes que aplaudan los de la tribu movilizada, creo que la situación es peor que eso, en especial para la clase política que contiene la oposición política de hoy, me explico en dos puntos:
La disponibilidad social de un líder: un sociólogo boliviano proponía esta idea hace tiempo, no es mi intención desplegar libros, pero ciertamente los síntomas de la necesidad de liderazgo en la oposición son más que evidentes, que los actores centrales de las últimas movilizaciones hayan sido comités cívicos y CONADE sin duda es una prueba de la ausencia de alguien que se encargue de articular la gama de objetivos e intereses que tienen los actores críticos al gobierno.
En esta ausencia y mientras existe la necesidad de tener un liderazgo político, tenemos un vacío que a parte de reclamarle al gobierno lo que hace, en realidad lo que están mostrando es decirle a la oposición las tareas postergadas que lleva acumulando en sus haberes.
Es decir, a parte de la protesta legítima en la que se pueda participar, también se debe acompañar con tareas concretas como por ejemplo llevar una tarea de fiscalización constante para garantizar el cumplimiento correcto del calendario electoral en todas sus etapas, presionar para que estén presentes la mayor cantidad de veedores internacionales y finalmente el día mismo de la elección coordinar con la ciudadanía el control electoral de la mayor cantidad de mesas, de cara a tener un proceso electoral lo mejor fiscalizado posible; es decir: trabajen pues.
La traducción de la democracia en números y en la calle: se ha dicho mucho en estos tiempos de que las redes sociales se constituyen en la nueva plaza pública que va reemplazar a las grandes concentraciones tradicionales, véase especialmente declaraciones de voceros de Comunidad Ciudadana; pero paradójicamente el deseo de aparecer en las grandes concentraciones por parte de los candidatos es algo que no se puede obviar.
El problema es que la sola presencia de ellos en las concentraciones de protesta no garantiza que vayan a retomar positivamente posiciones en la intención de voto a su favor, aumenta las selfies sí pero no necesariamente los votos.
La calle sigue siendo el factor de resolución determinante de las disputas políticas, y más aún si se sostiene el mensaje de que este es un momento excepcional electoral, entonces no es lo más adecuado andarse paseando tan tranquilamente por estas y sus mercados compartiendo como lo haría cualquier candidato en una campaña normal, un plato de comida como un gran acontecimiento social en un comedor popular.
En definitiva falta dejar de hacer aquello que se nos acusa a los bolivianos en su acartonada forma de hablar mucho y decir poco, y dado que esta campaña parece que tiene todas las de ser una que se caracterice por una guerra de acusaciones en lugar de un debate de proyectos, entonces se entiende que la agitación de banderas simbólicas como desencadenante de las movilizaciones son cruciales, otra vez a modo de observación general: no están haciendo su trabajo jugando a la política y tampoco se están dedicando a llamar a las protestas por algo que no provenga desde lo extra partidario.