¿Educación o mano dura?
Tenemos que apostar por los procesos educativos de alto nivel, o de alta calidad. De eso sí hay ejemplos por todo el mundo, donde los resultados han sido más satisfactorios, sean en países ricos o pobres.
Cotidianamente, en nuestras calles de nuestras ciudades, es muy común lamentablemente ver actitudes ignorantes y violentas de todas las clases sociales. Por ejemplo todos se pasan la luz roja de los semáforos, pues el peatón en Bolivia es ilusión óptica. Si reclamas te gritan y te insultan. Me consta muchas veces ver a las clases altas y sus lindos autos, infringir la ley todos los días. También a las clases populares. Somos el reino de la ignorancia y el desprecio a las normas y los valores universales.
Y no es problema de títulos universitarios, pues cuantos más titulados más ignorantes hay. De los abogados es el ejemplo más claro: no hay justicia en Bolivia. Así sucesivamente. Es decir, no hay ejemplos de bien en Bolivia. Desde las altas autoridades, hasta el último pinche ciudadano todos nos saltamos las normas y las leyes como si eso fuera normal.
Los ejemplos en Bolivia son los más maleantes, los más pendejos, precisamente aquellos que se saltan las normas y los valores humanos. Esos son los mejores dirigentes, los mejores líderes y los mejores escritores incluso. Al parecer Bolivia no es país para los justos, para los correctos, para quienes quieren que se respeten la ley y las normas. Las lógicas institucionales se han volcado a favorecer a los más maleantes de la sociedad.
En América Latina hay ejemplos, como en El Salvador, donde el presidente Bukele ha logrado ordenar su país; pero a costa de la fuerza bruta: policía y ejército. Es cierto que ha reducido considerablemente la delincuencia. Como es cierto que el negocio del turismo se ha restablecido. En el mundo hay ejemplo donde la pena de muerte ha frenado en algo la corrupción y la delincuencia, por ejemplo en China o Singapur. En Bolivia quizás sea hora de balancear también ese tipo de medidas.
Sin embargo, tenemos que apostar por los procesos educativos de alto nivel, o de alta calidad. De eso sí hay ejemplos por todo el mundo, donde los resultados han sido más satisfactorios, sean en países ricos o pobres. Apostar por los procesos donde los tejidos sociales, sean parte de las soluciones es más productivo como colectivo. De hecho lo educativo tiene mucho que ver con los tejidos sociales.
Pero nuestros sistemas educativos tampoco están bien. Con excepciones, en general nuestros procesos educativos rayan con la inmensa mediocridad. De competitividad es imposible hablar, simplemente no somos competitivos educativamente. Es una materia pendiente lograr sistemas educativos competitivos, sean estos rurales o urbanos.
Tomar consciencia que estamos en coyunturas destructivas, políticamente también, ya sería un buen avance. Desde nuestros barrios, donde se respira ese ambiente insano y corrupto de desánimo generalizado, sin certidumbre sobre nuestro presente y futuro, además donde todos nos saltamos las normas y las leyes, todos los días, para seguir destruyendo nuestros propios tejidos sociales. Y soñar pues no cuesta nada para cambiar estas terribles realidades. Tenemos que actuar, no sólo soñar. Tenemos que ser capaces de partir de algún lugar, para frenar esta hecatombe mental del desánimo generalizado, donde los maleantes, ignorantes y pendejos hacen de las suyas para delinquir en instituciones, en barrios, en las calles, en la sociedad cotidiana sin que nadie haga algo al respecto.
Estamos en el año del Bicentenario. Como nos sucede casi siempre, nos gusta desahogarnos en temas grandilocuentes, porque pensar en el desastre de lo cotidiano donde nos encontramos nos pone mal. Nos pone sin certezas ni futuro posible. Nos lleva al desánimo generalizado y realista.
La razón mínima, el raciocinio básico nos exige que tenemos que resolver nuestros problemas, desde los ámbitos más pequeños, hasta los más grandes y complejos. Que no podemos depender siempre del engaño y embuste de los ignorantes, o gente que realmente no sirve para la conducción de la sociedad. Porque simplemente es dañino y peligroso para todos.
Es que los bolivianos también estamos buscando mano dura o algún dictador para resolver nuestros problemas? Que el terrible desorden cotidiano, la ausencia de liderazgos sanos éticamente en la sociedad, la ausencia de valores y sentido común, nos está llevando a solicitar algún dictador violento? Espero realmente que no. La sensatez tiene que conducirnos a tomar caminos más de consensos colectivos, es decir democráticos. Aun eso sea aprovechado por los más maleantes, pendejos y destructivos.
Apostar hoy por hoy, por gente sana y democrática es casi un sueño. Los hay por supuesto. Pero en la contaminación brutal de lo corrupto, politiquero, insano, lleno de maleantes y pendejos por todos lados, pues en muy complicado ejercer valores en el ambiente actual. Y no sólo es en Bolivia, sino por todo el mundo.
En todo caso es mejor y más humano desde los valores supremos del servicio, del bien común, de la patria profunda, apostar desde las personas que sean patriotas y dispuestas a las actitudes democráticas de construcción colectiva. A pesar de que eso es cuesta arriba y muchas veces muy lento en los cambios profundos. Pero vale la pena, porque eso es utopía profunda. A pesar de la fuerza de lo maleante, corrupto, ignorante y urgencia de lo politiquero pendejo.