Escuela de cuadros políticos
Los caudillos no necesitan escuelas de cuadros. Porque son dioses de por sí y sólo necesitan ovejas que les sigan, que les digan sí a todo y que les adoren además. En parte eso refleja la política en estas coyunturas complejas.
En mi época universitaria a mediados de los años ochenta, en plena crisis de la UDP, existían escuelas de cuadros políticos para generar disciplina partidaria y, sobre todo, consciencia revolucionaria. Precisamente en ambientes de la UMSA, los troskistas y comunistas se esmeraban en reclutar gente para conformar sus escuelas de cuadros. Al respecto, los troskos eran impresionantes por sus exigencias a sus cuadros. Sus exámenes finales eran discursos en la calle, en medio de la población, para entrenar sus recursos discursivos y de consciencia revolucionaria.
Filemón Escobar, uno de los grandes de los dirigentes mineros, nos comentaba en aula que en sus épocas de joven, allá por Catavi y Siglo XX, leían marxismo todos los días en el sindicato. Tenían que estar parados, pues después de 10 horas en la explotación del trabajo los compañeros se dormían en los cursos de política. Por tanto, por disciplina tenían que estar parados analizando los textos marxistas y sindicales. Proezas importantes de las escuelas de cuadros, que hoy no existen ni por asomo.
Los caudillos no necesitan escuelas de cuadros. Porque son dioses de por sí y sólo necesitan ovejas que les sigan, que les digan sí a todo y que les adoren además. En parte eso refleja la política en estas coyunturas complejas. Desde la caída del muro de Berlín y la muerte de los socialismos reales, también se murieron las escuelas de cuadros por todo el mundo. Esa profunda crisis de los socialismos reales, cundió el pánico y ciertamente bajaron sus recursos para formar cuadros políticos. En Bolivia también pasó eso.
En estos años de peleas partidarias, se nota esa ausencia de formación política e ideológica. Se pensó llenar por el azar de las pasiones. Eso sólo llevó a la política boliviana a la devaluación total de las ideas, de la intelectualidad, de los debates y los insumos políticos de calidad. Y vemos, por ejemplo, en el parlamento no existen debates hace muchos años, sino trifulcas cavernarias y peleas boxísticas ante la ausencia de ideas y política real, es decir de debates de ideas y posiciones ideológicas como políticas.
El griterío y la brutalidad han reemplazado sin duda alguna a los debates, a los intercambios de posiciones políticas y partidarias. Las amenazas con abogansters y amenazas de juicios o procesos judiciales han reemplazado a las ideas políticas. Es nomás un tiempo realmente mediocre y analfabeto respecto de documentos políticos, o al menos pasquines coyunturales de ideas políticas.
Es verdad que las escuelas de cuadros, de las épocas de la guerra fría, fueron importantes espacios donde se debatían y se tomaban posturas políticas importantes. Se formaban realmente cuadros dirigenciales de alto valor político. Eso lo hemos vivido quiénes fuimos testigos en aquellos años de la guerra fría. Gran parte de los dirigentes del proletariado minero, han sido resultados de esos esfuerzos partidarios o sindicales de las escuelas de cuadros.
Es cierto también, aunque es debate de otro tiempo y espacio, que varios de estos cuadros se corrompieron o se vendieron después al neoliberalismo. Dejando de lado todos sus compromisos con sus bases.
La constatación de estas experiencias es que son tan necesarios los espacios de formación, de análisis y debates en la política. Porque sólo las pasiones y las posturas caudillistas no nos llevan muy lejos, sino a la adoración de grupos pequeños que se acostumbran a ser dioses y tener ovejas de militantes. Eso es a la degradación de la política, que es en definitiva el servicio a las bases, el servicio al bien común y a la comunidad.
Ojalá la política, como servicio a la colectividad y la sociedad, recuperara en algo aquella tradición pedagógica y educativa de las escuelas de cuadros. Sean partidarias o sindicales como en el caso del proletariado minero, son demasiado importantes en la formación de nuevos cuadros políticos. Sino ya vemos los resultados de las prácticas politiqueras: brutalidad y fuerza bruta, más que ideas y consensos políticos.
En todo caso, las escuelas de cuadros de la guerra fría en Bolivia, fueron articuladores importantes de formación de líderes. Que en la medida de lo posible respondieron a una época concreta. Respondieron a una etapa distinta de nuestra historia. Fueron necesarios para aquellas circunstancias de la historia. Cierto que no todo fue color de rosas; pero respondieron a su medida. Varios de ellos realmente fueron brillantes oradores, intelectuales de la política e incluso escritores de su tiempo, en la política.
Hoy, ni las universidades tienen ese privilegio de tener escuelas de cuadros políticos. Sumergidos en la mediocridad total de las ideas, siguen nomás las enfermedades de estos tiempos: mediocridad total y ausencia total de ideas políticas. Por eso, pues recordar que el pasado puede enseñar si es que realizamos sistematizaciones de dichas experiencias. Aspectos positivos que sí han funcionado con creces, a pesar de las amarguras y los fracasos.
En todos los aspectos, la educación y la formación de cuadros políticos son pasos necesarios, como actitudes políticas serias que darán resultados más adecuados, a las necesidades actuales. La bulla, el griterío y la brutalidad de la fuerza agresiva sólo nos conducen a resultados de resentimiento y más brutalidad. A venganzas triviales sin sentido alguno.