Opinión
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Pamela Valdez Cuba
15/11/2024 - 11:26

¿Niño o niña?...para colocarla en su lugar

Esta inocente pregunta en realidad se cuestiona acerca de si el recién nacido recibirá por herencia de su género un espacio de ejercicio de poder y posibilidad de individualidad o será parte de un género que se reconoce como serial, que no ejerce privilegio alguno y sin posibilidad de obtener el reconocimiento de ser sujeto.

Tras enterarnos de la llegada de un ser a esta traqueteada vida, la incógnita de la barriga de una embarazada es ¿niño o niña?. La respuesta inmediata es recibida con cariño y resignación por la embarazada o el padre. Pero ¿qué supuesto se esconde detrás de esa inocente pregunta?. Detrás de esta pregunta no solo está el saber un dato más sobre esa vida, sino el lugar que le será asignado en el Estado, la sociedad y la familia para el nuevo ser[1].

La filósofa y feminista Celia Amorós[2]  al intentar explicar parte del funcionamiento de las diferencias entre hombres y mujeres, cita a Cristina Molina[3] cuya definición del patriarcado se refiere al poder adjudicar espacio. Podemos ampliar la idea como la facultad de designar lugares, espacios de poder para unos y límites y desorden para las otras. Entonces, la pregunta por el sexo nos remite a la imposición del estereotipo que se le asignará desde antes de ser considerado vivo en la ley. Esta inocente pregunta en realidad se cuestiona acerca de si el recién nacido recibirá por herencia de su género un espacio de ejercicio de poder y posibilidad de individualidad o será parte de un género que se reconoce como serial, que no ejerce privilegio alguno y sin posibilidad de obtener el reconocimiento de ser sujeto.

Si nos negamos a conocer el sexo del bebé y ejercemos la libertad de despreciar el avance de la ciencia y esperar al recién nacido con la incógnita entonces empiezan a llover la sarta de bromas que en el fondo son presiones de los que poco a poco se disgustan por desconocer el sexo, ahora bien, esa curiosidad puede ser legítima o en el fondo puede ser la molestia de no tener claro el rol de ese ser al interior de los espacios de micropoder dentro de las familias sanguíneas a las que pertenecerá. 

La primera presión la ejercen las tejedoras pues según ellas existe una necesidad intrínseca del conocimiento del sexo para la confección del ajuar, sin embargo, la moda nos ha dejado claro que el género no tiene color. Entonces es el modelo del ajuar, pero en ese caso la practicidad es la que debe primar al color.

La segunda presión la ejercen los adeptos a los avances, que a título de conocimiento nos advierten sobre la infinita cantidad de métodos precisos e infalibles para el reconocimiento del sexo. Para ellos no cabe la posibilidad de contar con todos los medios para saber este dato, pues les interesa designar un lugar de privilegio o subordinación, quizá no reparen en la presión que ese dato puede jugar sobre la familia de ser en gestación. Consultado a tres doctores especialistas en imagen, nos comenta que la mayoría de las familias acepta con resignación la noticia de una niña y celebra la noticia de un niño. Claro que debemos dejar de lado las familias que buscan completar el esquema niño-niña.

Finalmente, el grupo de las apasionadas del baby shower[4] y la ceremonia de revelación del sexo del bebé. Esta es la forma más aberrante de ejercicio de fuerza sobre la embarazada, admito alguna vez haberlo ejercido sobre mis amigas embarazadas este tipo de ultraje. La presión se deposita, en el sexo, el nombre, los juegos, los premios, los recuerdos, los invitados y la presencia del papá. La revelación del sexo se vuelve una obligación y con ello se rebela el estatus del nuevo ser y si podrá continuar el linaje del apellido o el nombre del padre o será la que cuide de los parientes durante la ancianidad. Es sin duda una invasión a la privacidad de la madre, haciendo que todos estemos tocando un espacio íntimo y reservado;  lado la esfera del sí mismo de la mujer embarazada. Las organizadoras de estos eventos amigas o familiares de la gestante buscan agasajarla gestante junto al bebe, pero por el contrario suelen generar una cadena de presiones que explosionan muchas veces en público. Este tipo de eventos olvida aspectos fundamentales de la individualidad de la mujer que ahora es la embarazada. Esa mujer en ese estado vive en un cuerpo que ya no le responde exclusivamente a ella, un cuerpo que tiene como prioridad al nuevo ser, su corazón por ejemplo redobla esfuerzos para sobrellevar ambas vidas por eso la elevación de la presión sanguínea en mujeres embarazadas es un problema común y peligroso. Las hormonas le habrán hecho añicos los nervios y el buen humor, ellas habrán agudizado sus amores y desamores y desatado sus más agudos apasionamientos, sin contar con el cúmulo de carga sobre las elecciones alimenticias, el cambio de su cuerpo, las infecciones, escozores y dolores suelen presentarse. La romántica idea de fragilidad y vulnerabilidad que supone estar embarazada pareciera que anulara cuando pensamos en la presión social, familiar y personal, ni hablar de sus problemas de salud particulares de cada embarazada. La dulce espera está plagada de miedos que conciernen a la salud del bebé y la madre. En el fondo hay que pensar que el baby shower es la invasión social de un aspecto íntimo de la vida. Es un buen pretexto para el consumo de adornos y presentes que terminaran en la basura, un auto gratificación a costa de la embarazada y el nuevo ser.

Posiblemente, muchas replicas saldrán sobre esta percepción de la maternidad y de las ceremonias establecidas en torno a ella, a las críticas solo me queda decir que esta es una provocación es para desmitificar la idea romántica de la maternidad y encararla completa para que las embarazadas sean consideradas desde su firmeza y no desde su fragilidad.

Siguiendo a Michael Foucault, el poder es una construcción práctica, se difumina creando redes de relacionamiento y se ejerce mediante la distribución de espacios de incidencia y hegemonía. Entonces el espacio del poder tiene un centro gravitatorio similar al de la rueda de la fortuna, los hombres que pertenecen al pacto social y gozan del reconocimiento como sujetos individuales tienen el ticket de pase y pueden formarse para ingresar en la ruedan de la fortuna, en el ingreso los espera un titular del poder que se encarga de ordenar los espacios, ubicarlos en un rango (genealógico, méritos, turno de espera, grupo hegemónico o de clase) garantizar la alternancia y revisar que los aspirantes sean legítimos detentadores del poder. Todos creen que pueden ingresar, solo algunos son candidatos, unos cuantos tienen el ticket de paso, ingresan los que son legítimos con la condición de ejercer el poder y luego soltar el turno, sabiendo que luego podrán regresar. La pregunta por el sexo es la preocupación por saber el poder que podremos imprimir sobre él.

¿Cuál es nuestro interés por catalogar al bebe en un género?

Determinar quién es quien y para ello de ubicar a cada uno de nosotros y según ello transitar en las relaciones de poder, si es varón entonces goza del reconocimiento y percepción de los demás, si es mujer solo pertenece a una multitud serial, me resulta más fácil ejercer mi poder sobre ella.

 


[1] Utilizamos las expresiones ser y bebe asumiendo que dichas generalidades ya poseen género

[2] Celia Amorós, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para la lucha de las mujeres; Cap. 2 Espacio de los iguales, espacio de las idénticas. Sobre poder y principio de individuación. Ed. Cátedra: Madrid,2005.

[3] Cristina Molina, dialéctica feminista de la ilustración.

[4] Debemos dejar de lado los baby shower organizados a libre voluntad por las gestantes

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