Redacción Oxígeno
16/01/2015 - 11:39

El Niño se crece en el Bernabéu

El Atlético elimina al Madrid con dos goles de Torres, sus primeros tantos en Chamartín

Foto de archivo

16 de enero (El País).- Tan sibilino es el fútbol, que a Mandzukic, que iba a ser titular, le tumbó una gripe y Fernando Torres, su relevo, el Niño que jamás había logrado marcar en Chamartín en seis visitas, lo hizo, ya de adulto, en dos parpadeos. Tardó cincuenta segundos en el primer tiempo y 32 en el segundo. Un vaticinio impensable hasta para el parroquiano colchonero más devoto. Torres convirtió el partido en una misión a Marte para el Madrid, que entre gol y gol aplastó al Atlético contra su portería. Los de Simeone bajaron la capota y no se quitaron los grilletes hasta el doblete del Niño, que dejó el Bernabéu antes de que se cumpliera la hora de partido. El Madrid ya estaba fulminado y el Atlético, como ya casi es costumbre en los últimos años, en pantuflos en casa del vecino, con Torres entronizado en su vuelta al nido y Arda, su sustituto, de nana con la pelota, tan despreciada por los suyos hasta entonces.

Mientras los rojiblancos se frotaban los ojos con Torres en el primer suspiro del choque, tampoco hubieran profetizado los madridistas que a Pepe, todo un centurión, le pudiera la candidez. El central disputó sin chicha una pelota dividida con Griezmann, el francés metió gas hacia el área y su servicio lo estampó el Torres en la red. No fue un remate sencillo, de zurda y con Sergio Ramos a un palmo. El gol dejó al Madrid al pie del Himalaya, pero no se rindió y con su congénita fe durante una hora interpretó mejor el partido que su rival. De forma inconcebible, el Atlético quiso bajar la persiana con más de 90 minutos por delante. Se acorazó ante Oblak y, por momentos, dio la sensación de padecer un ataque de pánico. Con tres goles de ventaja, la leyenda blanca, toda su épica en noches de remontada, se le vino encima. El madridismo, en combustión, había preparado a conciencia otra noche de miedo escénico. En la calle, cuando casi sacan a hombros al autobús del equipo, y en el graderío, con los merecidísimos honores a Cristiano y su Balón de Oro.

Como si tanto atrezzo le hubiera hecho tiritar, no disimuló el Atlético, que empotró en defensa incluso a Torres y Griezmann, que, hasta el 1-2, salvo en el episódico tanto inicial, pasaron el primer acto en el balcón de su área. El Madrid cargaba con todo el regimiento, con sus laterales, Carvajal y Marcelo, como extremos. Con Ramos y Pepe atrincherados en territorio enemigo. Era un monólogo blanco, pero los de Ancelotti, anudados por la ansiedad, se empecinaron en el bombardeo permanente centros laterales al espacio aéreo que tan bien controlan Godín y Miranda y su tropa. Al Madrid, encomiable por su abnegación, le faltó pausa y algún remate lejano que obligara a la zaga visitante a sentirse amenazada por vía terrestre. El Atlético solo le emboscaba en el perímetro de su portería y no jugaba, solo despejaba. No había futbolista rojiblanco al que le importara que el balón sufriera un esguince. Casi emboca CR, le frustró Mario. Pero apareció Ramos, que como saben mejor que nadie los centrales del Atlético, no se arruga jamás. Cazó una pelota por el espacio, Oblak hizo un papelón en su atropellada salida y tablas en el marcador.

Pese al 1-1 al descanso, el Madrid había logrado que nadie le diera por despachado. Desde tiempos muy remotos no hay equipo que se sienta a salvo en Chamartín, territorio tantas veces épico. Con todo dispuesto para otro periodo de emociones, de nuevo irrumpió Torres. Y, otra vez, con Griezmann como auxiliar. El francés agradeció una pifia de Ramos en el pase, se citó con el Niño en la zona roja de Navas y Torres definió como un ángel tras sentar a Pepe. Puntual el madrileño y notable Griezmann, al que Simeone ya ha hecho metabolizar hasta el hueso que en su fútbol hay que darse palizas. Lo hizo el francés, cuando tuvo que remar atrás y cuando el Atlético soltó cuerda. El Madrid, tras su colosal esfuerzo, ya estaba en la lona. Le sobró la frustración de Isco, que se pasó de rosca en una feísima tarascada a Gabi. Al equipo de Ancelotti solo le quedaba aceptar sin remedio el varapalo, por más que la Copa no sea su trofeo favorito. Para el Madrid lo inquietante es la crecida del Atlético, que sigue siendo un enemigo de aúpa, no solo el Barça. Tan competitivo este Atlético que hasta un gol de Cristiano tras el enésimo centro de Bale resultó irrelevante. En la noche de Cristiano se había colado Torres.

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