La Paz, 16 de diciembre (Oxígeno).- Ughetto Atellani de Futi, aristócrata de Europa, se enamoró de la hija de un pastelero de Milán. Para demostrarle su amor, se hizo pasar por aprendiz de pastelero e inventó un pan azucarado. Los milaneses empezaron a acudir en masa a la pastelería a pedir el Pan de Toni, así se llamaba el ayudante, y de ahí viene el nombre de Panetón.     

En Bolivia, la Francesa fue una de las pioneras en lanzar al mercado este producto para que las familias puedan saborearlo, sentir su aroma y así trasladarnos a las épocas de Milán. La familia Yaffar, responsable de esta industria, elabora este pan dulce en el país desde 1976.

El Panetón está presente en las fiestas navideñas de todo el mundo, tradicionalmente en Bolivia se lo consume acompañado de chocolate caliente.

“Se puede decir que el Panetón tiene que tres características básicas: buen sabor, frescura y olor”, dice Jorge Gutierréz, encargado de marketing de la empresa La Francesa.

“Las pasas y las frutas confitadas o cristalizadas son los que acompañan a la masa del Panetón La Francesa y le dan un sabor muy diferente”, añade.

Otra historia

Otra historia cuenta que el Panetón se creó en la Nochebuena en la corte de Ludovico El Moro, señor de Milán desde 1494 hasta 1500.  El Duque celebró la Navidad con una gran cena, llena de deliciosos platos.

El postre iba a ser parte del banquete; sin embargo, al momento de sacarlo del horno, el cocinero se dio cuenta que se quemó.

Hubo un momento de terror en la cocina de Ludovico, pero afortunadamente un lavaplatos, llamado Antonio, había pensado utilizar las sobras de los ingredientes para amasar un pan dulce y llevárselo a su casa.

Dada la situación, el joven Antonio propuso al cocinero servir su pan como postre. Era un pan dulce muy bien subido, lleno de fruta confitada y mantequilla que fue llevado inmediatamente al Duque.

El inusual postre tuvo un enorme éxito y Ludovico preguntó al cocinero quién lo había preparado y cuál era su nombre. El cocinero le presentó al Duque al joven Antonio, quien confesó que ese postre todavía no tenía nombre. El señor entonces decidió llamarlo “Pane de Toni”.